EL MISMO SEÑOR ME HA DADO UNA LENGUA DE DISCÍPULO, PARA QUE YO SEPA RECONFORTAR AL FATIGADO CON UNA PALABRA DE ALIENTO”….. “YO ANUNCIARÉ TU NOMBRE A MIS HERMANOS”.... “POR ESO, DIOS LO EXALTÓ Y LE DIO EL NOMBRE… “PARA QUE AL NOMBRE DE JESÚS, SE DOBLE TODA RODILLA…Y TODA LENGUA PROCLAME PARA GLORIA DE DIOS PADRE: “JESUCRISTO ES EL SEÑOR”… . “PORQUE EL HIJO DEL HOMBRE VA POR EL CAMINO QUE LE HA SIDO SEÑALADO”…. “JESÚS, ACUÉRDATE DE MÍ CUANDO LLEGUES A TU REINO”.

Reflexión desde las Lecturas del Domingo de Ramos, Ciclo C

 La Pasión del Señor

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds


 

1.      “HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO”.

El relato de la pasión según san Lucas –que hemos de releer y meditar– quiere llevarnos a mirar a Jesús para aprender de Él a ser verdaderos discípulos. La traición de Judas, uno de los Doce, nos pone en guardia frente a nosotros mismos, que también podemos traicionar al Señor. Y lo mismo ocurre con la negación de Pedro, que desenmascara la tentación que aparece en cada corazón: no querer cuentas con el Maestro que se abaja hasta este punto. Sin embargo, la mirada de Jesús, que se vuelve hacia él, alcanza su conversión, y las lágrimas de Pedro, pecador arrepentido, indican la manera como el discípulo debe participar en la pasión del Salvador.

San Lucas insiste más que ningún otro evangelista en la inocencia de Jesús, para sacar así la lección de que los discípulos no deben extrañarse de que sean arrastrados a los tribunales por su fidelidad a la voluntad de Dios. Más aún, siendo inocente, Jesús muere perdonando a sus asesinos y confiando en el Padre, en cuyas manos se abandona totalmente. También los cristianos deberán seguir este doble ejemplo, asociándose de cerca a la pasión de su Salvador.

Finalmente, san Lucas subraya la eficacia del sacrificio de Cristo: la cruz de Jesús transforma el mundo produciendo la conversión de los corazones y abriendo a los hombres el Paraíso. Junto al buen ladrón, cada uno de nosotros es invitado a considerar los sufrimientos de Jesús y a hacer examen de conciencia –“lo nuestro nos lo hemos merecido, pero éste nada malo ha hecho”– para poder oír de labios del mismo Jesús: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

2.      PRIMERA LECTURA

Escuchamos la proclamación del libro de Isaías, llamado «tercer cántico del Siervo de Yahvé», que sometido al dolor expresa su confianza en Dios. Isaías nos habla del siervo que se entrega al servicio de todos nosotros. Jesucristo es el siervo fiel que sufrió para salvarnos. Leemos: «El Señor me ha abierto el oído». Que el Señor el corazón para recibir el mensaje que él nos quiere revelar a través de su profeta.

Lectura del libro de Isaías 50, 4-7

El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.

Palabra de Dios.

2.1   LA MISIÓN DEL MISTERIOSO SIERVO DE YAHVÉ

De nuevo se describe otra fase de la misión del misterioso Siervo de Yahvé, que ya hemos encontrado en Isaías 42:1-7 y 49:1-8. En este nuevo fragmento se ensalza sobre todo la docilidad y mansedumbre del Siervo de Yahvé, juntamente con su perseverancia, a pesar de todos los malos tratos que le acarrea su ardua misión de pregonar la ley de Dios en medio de su pueblo y entre las gentes. Más adelante, en Isaías 52-13-53:14, esta obra culminará en los sufrimientos expiatorios y redentores en beneficio de otros.

El Siervo se ha entregado de lleno a la obra que le ha encomendado el Señor, y por eso repite dócilmente lo que se le ha revelado, pues el El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, dócil, entrenada y experta para transmitir el mensaje que Dios le comunicara a su pueblo. Y su labor en esta fase se va a concretar sobre todo en sostener con palabras al cansado, al descorazonado y fatigado en la senda de la ley de Dios ante las dificultades y contrariedades de la vida,  para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. La misión del Siervo, pues, es confortar al pusilánime, al débil, al que desconfía de las promesas del Señor, a aquellos que en Isaías 42:3 llamaba “caña cascada y mecha humeante,” porque todavía tienen un rescoldo de fe y de esperanza.

2.2    “EL SEÑOR ABRIÓ MI OÍDO”

 El Señor abrió mi oído”. La expresión me ha abierto los oídos; en la Biblia equivale a recibir una revelación (cf. 1 Sam 9:15), una comunicación profética. “Cada mañana despierta mis oídos para que yo escuche como un discípulo”, es una locución enfática para mostrar que la asistencia de Dios con sus revelaciones es constante y reiterada, y, por otra parte, insinúa la docilidad del Siervo en prestarse desde la mañana a continuar su ardua misión de adoctrinamiento: y yo no me resistí ni me volví atrás”,  no elude el mandato que se le confía, sabiendo que las dificultades serán muchas y grandes, como específica a continuación: Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban. Sufrirá toda clase de afrentas. a los que me arrancaban la barba”. La barba era símbolo de dignidad social, y por eso se consideraba como la máxima humillación arrancarla. El Siervo no aparta su rostro ante las injurias y escupitajos; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían”, lo que literalmente se cumplió en la escena del pretorio de Pilatos con Jesucristo, de quien ciertamente se habla en este poema.

Por grave que sea la situación y grandes las dificultades y contradicciones, el Siervo se mantendrá en su puesto, porque sabe que tiene al Señor a su lado. Pero el Señor viene en mi ayuda”. Es consciente de su misión divina, y, por tanto, sabe que al fin ha de triunfar totalmente en su cometido y que nunca será confundido;por eso, no quedé confundido”, ya que Dios no defrauda a sus fieles en sus promesas. Sé muy bien que no seré defraudado. Esta seguridad de tener al Señor a su lado le ha dado una fortaleza extrema: por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, los malos tratos e injurias nada podrán hacer en su temple curtido, como el duro pedernal (cf. Ez 3:9). Allí está cerca El que lo comprende, el que le da la razón en todo, y tan seguro se siente, que emplaza a sus litigantes ante el tribunal de Dios: “Comparezcamos juntos” (v.8).

3.      SALMO Sal 21, 8-9.17-18a. 19-20.23-24

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: «Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto».

Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos.

Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme.

Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: «Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel».

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

3.1     SALMO DEL JUSTO DOLIENTE Y PERSEGUIDO.

Esta bellísima oración, nos invita a reflexionar sobre su contenido filosófico, la lamentación de un justo que se siente abandonado de su Dios y se queja de su abandono, que considera inmerecido. Rodeado de enemigos, está a punto de morir; por ello implora auxilio a su Dios, que parece ha ocultado su rostro a sus sufrimientos Himno eucarístico: lograda la liberación del peligro en que se hallaba, el salmista da gracias a Dios y promete proclamar su salvación solemnemente en la asamblea del pueblo.

En este salmo, se destacan los dolores morales y espirituales del alma, que se siente abandonada de Dios y se alude, sobre todo, a los dolores físicos y a los tormentos corporales. Las expresiones de dolor son gráficas y muy radicales.

Y finalmente el salmo reza una acción de gracias y alabanza y glorificación del Señor: “Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob”

El salmista empieza repentinamente con un grito de clamor: ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Es la voz del justo, que en momentos muy fuertes de depresión se siente como separado de su Dios, al que tanto ama. Lejos de ser un grito de desesperación, es un arranque de suspiro y de confianza hacia su Dios, en quien había puesto toda su confianza; es una manifestación espontánea hacia el amigo y familiar que creía siempre había de tener a su lado. Se siente abandonado y lejos de su Dios; por eso, las palabras de su gemido resultan casi sin eco en la lejanía en que se halla Dios, en otro tiempo su amigo y protector.

Estas palabras angustiadas del salmista doliente fueron pronunciadas por Jesús agonizante en la cruz. “Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: ¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?, esto es: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” (Mt 27,46). Seguramente que Cristo al morir recitaba este salmo, porque se adaptaba a su situación doliente y reflejaba su soledad psicológica frente al Padre para apurar el cáliz hasta la muerte. Teniendo en cuenta que recitaba el salmo, desaparece el problema teológico del supuesto abandono de Jesús por parte del Padre.

Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: “Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto”. Gráficamente describe el salmista los movimientos de burla y desprecio: mueven las cabezas, abren los labios..., justamente lo que hacían los enemigos de Cristo a los pies de la cruz. Los gestos son de desprecio y de horror. Y le decían a Jesús: “¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!” (Mt 27, 40b)

3.2    EL SALMISTA RENUEVA SU CONFIANZA EN DIOS

Ante esta actitud despectiva, el salmista renueva su confianza en Dios, que providencialmente ha tenido cuidado de él desde el seno materno. Todo el pasado fue para él una prueba de la predilección del Señor por él. Desde el nacimiento ha sido entregado al cuidado de Dios. Enfáticamente, el salmista recalca a los que se burlen de él que, en efecto, Yahvé es su Dios desde el vientre de su madre.

“Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos”. El Salmista alude a la hostilidad y mal trato que le dan sus perseguidores, lo que parece que las frases alusivas a su agotamiento físico tienen, sobre todo, un sentido moral: le rodean como perros hambrientos, deseosos de saciar su hambre; esos malvados forajidos le han maltratado, dejándole con las manos y los pies traspasados. Convertido en un esqueleto viviente, puede la víctima contar todos sus huesos.

“Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme”. Satisfechos de haberle maltratado, esa turba de malvados se complacen maliciosamente al ver tendida e indefensa, a su víctima: me miran y contemplan, y, para mayor escarnio, ante sus ojos alicaídos se han repartido sus vestiduras y echan suertes sobre su túnica. Los evangelistas consideraran estas palabras del salmista y las aplicarán al caso de la crucifixión de Jesús, en la que literalmente se han cumplido. “Una vez que le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes. (Mt 27, 35)

Rodeado de sus feroces enemigos y a punto de expirar, el salmista pide de nuevo al Señor que no le abandone permaneciendo lejos; es su única fuerza y auxilio.

“Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: «Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel”. La perspectiva cambia totalmente. El salmista ha sido liberado de la situación angustiosa en que se hallaba, y se encuentra ahora presente en la asamblea solemne del pueblo con ocasión de algún acto público. Profundamente agradecido a sus beneficios, el judío liberado quiere hacer partícipes de sus sentimientos a sus hermanos o correligionarios, los israelitas, que usufructúan las mismas promesas religiosas. El nombre del Señor, es decir, sus proezas, deben ser conocidas públicamente de la asamblea de los fieles, Llevado de su entusiasmo, invita a todos los que teman a Dios, es decir, a la descendencia de Jacob, la progenie de Israel; los herederos de las promesas divinas. Como tales, deben participar de la alegría del que milagrosamente ha sido liberado de un peligro mortal. Yahvé no se ha desentendido del que sufre, sino que benévolamente le escuchó, y, lejos de ocultar su rostro, le prestó auxilio salvador

4.      SEGUNDA LECTURA

Pablo nos transmite un antiguo himno que sintetiza el misterio de la Encarnación. Cristo se humilla hasta la muerte de cruz y el Padre lo exalta sobre todo lo creado. Él es el servidor que se ha despojado de todo poder, incluso siendo Dios. Así comparte la condición de todos los despojados, de todos los que no tienen poder ni dominio sobre nadie. En la humildad de la cruz lo proclamamos nuestro Salvador. Y después de la consagración podemos aclamar diciendo «Por tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor».

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 2, 6-11

Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es el Señor”.

Palabra de Dios.

4.1  TOMANDO LA CONDICIÓN DE SERVIDOR Y HACIÉNDOSE SEMEJANTE A LOS HOMBRE”.

A fin de hacer más eficaz su exhortación, San Pablo les propone a los Filipenses el ejemplo de Cristo;  “tened los mismo sentimientos que tuvo Cristo”  (v.5). Estos son los sentimientos que el Apóstol expone a continuación, y consisten en que, siendo Dios y, consiguientemente, teniendo derecho a los honores de Dios, que habría podido exigir incluso en su existencia humana después de la encarnación, renunció a ellos, tomando una naturaleza con las mismas debilidades y miserias que la de los demás hombres, sometiéndose, además, a una muerte sumamente ignominiosa, como era la muerte de cruz (v.6-8); a esta primera parte de humillación sigue una segunda, la de la exaltación por el Padre, que lo hace sentar a su diestra, dándole el nombre que está sobre todo nombre, de modo que toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (V.9-11). Tal es, en resumen, el contenido de esta narrativa dedicada a la persona de Cristo, propuesto como modelo a los filipenses.

Expresa San Pablo, que:Jesucristo, que era de condición divina y no cabe duda que está aludiendo a la condición de Cristo antes de la encarnación, como exige el contraste diciendo: tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombre”. Los eruditos, dicen que San Pablo habría usado esa expresión porque quería hacer resaltar la gloria radiante del Hijo de Dios antes de la encarnación, en contraste con la la condición de servidoro manera de ser en su vida de Verbo encarnado.

 San Pablo, en efecto, trata de presentar a Cristo como ejemplo perfecto de humildad y abnegación, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente y no parece ser ocasión de hacer resaltar sus reivindicaciones, sino sus renuncias a lo que tenía derecho. El sentido sería: Jesucristo, que era de condición divina” es decir, siendo y mostrándose con las prerrogativas de Dios, no consideró esta igualdad, esto es afirmar que renunció al rango o gloria radiante de Dios, que habría podido reivindicar incluso en su existencia humana.

“Al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. De lo que se despojó, o lo que es lo mismo, a lo que renunció, fue a todas las prerrogativas de gloria y honor, que tanto convenían a su dignidad de Hijo de Dios.

Pero se privó de esa gloria, a la que como Hijo de Dios hecho hombre tenía derecho, y en eso estuvo su “anonadamiento.” Es así, en consecuencia, como ha de interpretarse la expresión “tomando la condición de servidor; no simplemente que se hizo hombre, uniéndose hipostáticamente con la naturaleza humana, cosa que también conserva ahora, sino que se hizo hombre pobre y humilde, “haciéndose semejante a los hombres”, es decir, participando de todas las debilidades de la naturaleza humana, a excepción del pecado (cf. Heb 4:15). Y  presentándose con aspecto humano, no se quedó donde el común de los hombres, sino que se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.

4.2   DIOS LO EXALTÓ.

A ese estado de anonadamiento Dios lo exaltó. Cristo recibe del Padre, como premio de su humillación, la gloria a que tenía derecho y a la que había renunciado en la encarnación. Es evidente que esta glorificación, no afecta a los atributos intrínsecos de la divinidad, que nunca dejó, sino exclusivamente a sus manifestaciones externas. Así ha de interpretarse la expresión; le dio el Nombre que está sobre todo nombre”, expresión de sabor abiertamente judaico, donde “nombre” está en lugar de la cosa o dignidad conferida a Cristo (cf. Ef 1:21), dignidad que está por encima de toda otra dignidad o rango, y que era de condición divina”, pero a cuyo honor o gloria extrínseca había renunciado; tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y ahora le es otorgada por el Padre con la resurrección y exaltación a su derecha en los cielos

Con la expresión “en los cielos, en la tierra y en los abismos”  San Pablo quiere hacer resaltar la amplitud del “señorío” de Cristo, al que presenta como distinto de la universalidad de los seres creados y superior a todos ellos, separación y trascendencia que sólo a Dios competen. Todas esas potestades que hasta ahora esclavizaban a la humanidad, deben doblar la rodilla; “al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos,  es decir, ante la persona de Jesús, cuyo “señorío” universal y divino ha sido proclamado por el padre. Se ha producido en el universo un cambio de dominio.

La última expresión “para gloria de Dios Padre” es interpretada por algunos autores como alusiva, no a la glorificación del Padre, sino a la del Hijo, que entra a compartir la gloria divina de Dios Padre.  Sin embargo, juzgamos que debe retenerse la interpretación tradicional, más conforme con el tenor de las palabras y que en modo alguno contradice al contexto. Cierto que se viene hablando de la glorificación de Cristo; pero es corriente en San Pablo, y también en los demás autores sagrados, referir todo, como a fin último, a la gloria del Padre, fuente y origen primero de todo.

5.      EVANGELIO

Hoy, más que nunca, Lucas continúa siendo el evangelista del amor y de la misericordia. Su relato trata de poner en claro el amor del Padre por su Hijo y por la humanidad entera. No subraya, como Marcos o Mateo, los cargos que pesan contra los discípulos, contra la multitud, los soldados o el sumo sacerdote. El Maestro mira a Pedro después de su traición. Herodes y Pilatos se estrechan, por primera vez, la mano... A lo largo del relato, la reconciliación aflora por todas partes, y el amor del Padre brota sin cesar en relación a su Hijo. Por desconcertante que sea la prueba es también presencia de Dios. La cruz se hace signo de la misericordia divina, y el poder de perdón que ella tiene se empieza a extender ya a todos.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 7.14—23,56

Llegó el día de los Ácimos, en el que se debía inmolar la víctima pascual. Cuando fue la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo: “He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios”.  Y tomando una copa, dio gracias y dijo: “Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios”. Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes. La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mí. Porque el Hijo del hombre va por el camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a entregar!”

Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso. Y surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande. Jesús les dijo: “Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor. Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve. Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas. Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí. Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo, pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos”.

Pedro le dijo: “Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte”. Pero Jesús replicó: “Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces”. Después les dijo: “Cuando los envié sin bolsa, ni provisiones, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?”. Respondieron: “Nada”. Él agregó: “Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una. Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura: «Fue contado entre los malhechores». Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí”. Ellos le dijeron: “Señor, aquí hay dos espadas”. Él les respondió: “Basta”.  Enseguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos. Cuando llegaron, les dijo: “Oren, para no caer en la tentación”.

Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba: “Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo. Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza. Jesús les dijo: “¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación”. Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Éste se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo: “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?” Los que estaban con Jesús, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron: “Señor, ¿usamos la espada?”; Y uno de ellos hirió con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. Pero Jesús dijo: “Dejen, ya está”. Y tocándole la oreja, lo sanó. Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: “¿Soy acaso un bandido para que vengan con espadas y palos? Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero ésta es la hora de ustedes y el poder de las tinieblas”.

Después de arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos. Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y Pedro se sentó entre ellos. Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: “Éste también estaba con él”.  Pedro lo negó diciendo: “Mujer, no lo conozco”. Poco después, otro lo vio y dijo: “Tú también eres uno de aquéllos”. Pero Pedro respondió: “No, hombre, no lo soy”.  Alrededor de una hora más tarde, otro insistió, diciendo: “No hay duda de que este hombre estaba con él; además, él también es galileo”. Dijo Pedro: “Hombre, no sé lo que dices”. En ese momento, cuando todavía estaba hablando, cantó el gallo. El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro. Éste recordó las palabras que el Señor le había dicho: "Hoy, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces". Y saliendo afuera, lloró amargamente.

Los hombres que custodiaban a Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban; y tapándole el rostro, le decían: “Profetiza, ¿quién te golpeó?”. Y proferían contra él toda clase de insultos. Cuando amaneció, se reunió el Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal y le dijeron: “Dinos si eres el Mesías”- Él les dijo: «Si yo les respondo, ustedes no me creerán, y si los interrogo, no me responderán. Pero, en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso». Todos preguntaron: « ¿Entonces eres el Hijo de Dios?». Jesús respondió: «Tienen razón, yo lo soy». Ellos dijeron: “¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca”.

Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato. Y comenzaron a acusarlo, diciendo: “Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías”. Pilato lo interrogó, diciendo: “¿Eres tú el rey de los judíos?” “Tú lo dices”. Le respondió Jesús. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: “No encuentro en este hombre ningún motivo de condena”. Pero ellos insistían: “Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí”. Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo. Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén.

Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada. Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia. Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato. Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos.

Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo: “Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad”. Pero la multitud comenzó a gritar: “¡Qué muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!”. A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús. Pero ellos seguían gritando: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!”. Por tercera vez les dijo: “Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad”.

Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento. Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo. Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.

Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: “¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los vientres que no concibieron y los pechos que no amamantaron! Entonces se dirá a las montañas: « ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: « ¡Sepúltennos!» Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?”

Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados. Cuando llegaron al lugar llamado “del Cráneo”, lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos. El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: “Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!”

También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: “Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!”. Sobre su cabeza había una inscripción: “Éste es el rey de los judíos”. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: “No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro lo increpaba, diciéndole: “¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo”.  Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino”. Él le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y diciendo esto, expiró.

Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando:  Realmente este hombre era un justo”. Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho. Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.

Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado. Era el día de la Preparación, y ya comenzaba el sábado. Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado. Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que prescribía la Ley.

Palabra del Señor.

5.1  PREPARACIÓN DE LA ÚLTIMA CENA

“Llegó el día de los Ácimos, en el que se debía inmolar la víctima pascual”. El día de los Ácimos era el 14 del mes de Nisán. Primitivamente sólo se comían los panes Ácimos la semana pascual, que comenzaba el 15 de Nisán. Pero los rabinos, para asegurar más su cumplimiento, lo extendieron al mediodía del 14. De ahí que se llamase este día, usualmente, también día de los Ácimos. Que es al que se refiere aquí.

5.2  INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA

“He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión” Los elementos propios de Lucas en la institución eucarística, que son los que se destacan en este relato, son varios. En las narraciones de la institución eucarística, siendo fundamentalmente las mismas, literariamente se notan dos grupos diferenciados entre los relatos de Mateo-Marcos que representan la tradición de alguna iglesia Palestina de Jerusalén y Lucas-Pablo (1 Cor 11:23-26) que representan la tradición de una iglesia helenística.

Los tres sinópticos traen una palabra de vida especial en este relato, en él, Cristo anuncia a sus apóstoles que ya no beberá más este vino hasta que lo beba “nuevo” con ellos en el reino.  Lucas construye con este lógion un paralelo con la institución eucarística. Con él anuncia el fin de la vieja Pascua, sustituida por la muerte de Cristo y renovada en la Eucaristía, “memorial” de su muerte. No volverá a comer más esta Pascua hasta que “sea cumplida en el reino de Dios.” Ni volverá a beber esta Pascua hasta que “llegue el reino de Dios.”

Después de la bendición (Qiddush) se bebía la primera copa ritual; luego se hacía la haggadah, o relato de la Pascua. Este lo hacía el que presidía, citando los textos Dt 26, “Ex 13; 12:29; 1:14, a petición del más joven de los presentes; aquí probablemente Juan. Luego se cantaba la primera parte del Hallel (Sal 113-14), y después se partía y daba el pan. Este debió de ser el momento de la consagración del pan eucarístico.

Una diferencia con los otros Evangelios, es que Lucas es el único evangelista que, después de la consagración del pan, añade en boca de Cristo: “Haced esto en memoria mía”. Pablo, en el lugar paralelo, trae esta fórmula dos veces. La fórmula es auténtica. Se sabe que el concilio de Trento definió doctrina de fe que con ella Cristo ordenó sacerdotes a los apóstoles y les preceptuó que ellos y sus sucesores ofreciesen el sacrificio eucarístico.

También Lucas a diferencia de los otros evangelistas, en las dos fórmulas de la consagración pone por “vosotros.” Seguramente es debido a la liturgia, de donde pasa directamente a los evangelios, y que se “adapta” en su enunciación a los cristianos asistentes.

Esta “anamnesis” es, en sustitutivo de la Vieja Alianza, la constante renovación de este sacrificio redentor. La Antigua Alianza era una “memoria” (cf. Ex 12:14; 13:9; Dt 16:3). Pero ésta era para un judío la “restitución de una situación pasada en un momento desaparecido (y) esto significa que cada uno, al recordarse de la liberación de Egipto, debe saber que él mismo es objeto del acto redentor, en cualquier generación a que él pertenezca. “Así también, de alguna manera, la nueva Pascua eucarística, que tiene a todo hombre vinculado a ella por el sacrificio de la cruz, no hace otra cosa que actualizar, indeficientemente, el sacrificio redentor, al que todos están por necesidad vinculados”. Aquí está “memoria” es “anunciar la muerte del Señor” (1 Cor 11:26) al renovar su mismo sacrificio redentor: la nueva y eterna alianza

También se destaca que Lucas es el único evangelista que dice que la consagración del cáliz tiene lugar “después de cenar”. Los otros sinópticos sólo dicen que la institución eucarística se realiza “mientras cenaban.” No es más que efecto del ritual de la cena pascual. Tenía diversas partes, pero la “cena” estrictamente dicha terminaba con la comida del cordero pascual, aunque seguían después nuevos complementos. Y Lucas no hace otra cosa que precisar el momento de la consagración del cáliz, que fue precisamente “después” de comer el cordero. Acaso correspondió al tercer cáliz de vino que se bebía después de comer el cordero, y que se llamaba el “cáliz de bendición,” por las largas bendiciones que sobre él se hacían (1 Cor 10:16). Por último, y muy brevemente, Lucas pone a continuación la denuncia del traidor.

5.3 DISCUSIÓN SOBRE LA PRIMACÍA,

“Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso.” Como hemos leído en otros relatos, los apóstoles tienen rivalidad entre ellos, hasta la gran iluminación de Pentecostés (Lc 9:46 par.). Concebían el reino al modo nacionalista judío, y tenían pretensiones de los primeros puestos. Este pasaje está en los tres Evangelios sinópticos. Pero Mateo y Marcos lo ponen a continuación de la petición que Santiago y Juan le hacen de los dos primeros puestos, sin embargo Lucas lo pone aquí sin contexto alguno. Se piensa que fuese un concepto independiente y que cada evangelista lo sitúa donde le viene bien.

Por Juan se sabe del lavatorio de los pies por Cristo a los apóstoles. Fue una “parábola en acto” que responde muy bien al sentido de esta discusión. Posiblemente allí, o poco antes, pues creían la instauración del reino próxima (Lc 19-11), surgió esta disputa, a la que Cristo responde con la doctrina y con la “parábola en acto” del lavatorio de los pies. Al menos la situación de Lucas es muy lógica, por el trasfondo que supone.

En todo caso la doctrina es clara. En su reino no puede haber ambiciones de mando que hay entre los reyes de la tierra. Los puestos de jerarquía y mando son puestos de servicio. Esta es la actitud que ellos han de tener con relación a sus puestos en el reino. El mayor será en él como el menor. Pues no busca el provecho, sino el servicio. Y así como voluntariamente nadie quiere ser “servidor,” ésta debe ser su actitud. No ambicionarlos. Y si vienen puestos jerárquicos, saber conducirse como un “siervo.” Y les pone su ejemplo: Él está a la mesa, siendo el mayor de todos, como el que sirve. La frase pudiera ser de tipo “sapiencial,” o referirse a otra comida de Cristo con los apóstoles, o ser metáfora de lo que El hacía en su vida con ellos. Pero la semejanza de contenido con la doctrina — teoría y práctica —, con el lavatorio de los pies, parece sugerir que se refiere a este acto.

Lo que sigue (v.28-30) tiene un contexto distinto (Mt 19:28). Aquí está situado en un contexto lógico. Cristo ha dispuesto, sin embargo, para ellos un puesto de excepción en su reino: su 'participación ¡en él bajo la metáfora usual del banquete, y que se sientan sobre tronos “juzgando” a las doce tribus de Israel. “Juzgar” en el sentido bíblico de gobernar. Ellos tendrán puestos de mando, y máximos, en su reino. Cabría discutir si se refiere al reino en su fase celeste o “eclesial.” Mas, dado que poco antes Lucas ha presentado, modificándola, la promesa de Cristo de comer la Pascua con ellos, y que será en el reino “eclesial,” es lo más probable que aquí le dé también a esta promesa de los apóstoles el sentido “judicial” en el reino eclesial. Las “doce tribus” (Ap 7:4-8) es la nueva comunidad universal cristiana. Como los antiguos “jueces,” los apóstoles defenderán, proclamarán, instaurarán el “Israel de Dios” (Gal 6:16

5.4 VATICINIO SOBRE LA CAÍDA Y CONFIRMACIÓN DE PEDRO

“Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces”. El anuncio de la negación de Pedro lo traen los cuatro evangelistas. Pero la promesa del arrepentimiento de Pedro, la promesa de no perder la fe y su misión “confirmadora” para los otros, con la gran portada dogmática que todo esto importa, es propio del relato de Lucas. Los cuatro evangelistas sitúan esta escena en momentos distintos: Mateo y Marcos, en un contexto lógico en el cenáculo; Juan, después del lavatorio de los pies. Y Lucas lo introduce en absoluto. El repetir el nombre de Simón es digno de cierta solemnidad e importancia (Lc 10:11).

La acción de ataque a Pedro y a los apóstoles se atribuye a Satanás, el gran enemigo del reino que va a instaurarse pronto y de los apóstoles, los grandes evangelizadores de él. El verbo usado significa pedir, prestar algo. Evoca a Satán pidiendo licencia contra Job (Job 1:1-12). Posiblemente con el uso deliberado de este verbo se quiere mostrar que la acción de Satán contra los apóstoles es limitada en su suceso. La imagen con que se anuncia esta embestida de Satanás es muy gráfica: va a zarandearlos (cribarlos) como al trigo (Am 9:9). Es un ataque muy fuerte, pues la hora era muy trascendental.

Cristo rogó para que no desfalleciese su fe. El acto de Pedro no fue, pues, pérdida de la fe, sino cobardía en Getsemaní y en el palacio de Caifás, negándole externamente. Pero, además de lograr, por su oración, mantener su fe, le da un encargo: “Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.”

El verbo “volver” aparece aquí sin complemento, pero tiene el valor específico de volverse a Dios, de convertirse. En los profetas era término usual para indicar la conversión a los caminos de Yahvé. La “vuelta” de Pedro es de tipo moral. No es la pérdida de la fe, garantizada por Cristo. Es la “conversión” de sus negaciones, que aquí se le anuncian (Lc 22:62), lo mismo que recogen los otros dos sinópticos. Junto al Tiberíades, después de resucitado Cristo, le protestaría tres veces su amor.

5.5   LA GRAN PRUEBA QUE SE LES ACERCA

“Cuando los envié sin bolsa, ni provisiones, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?” Cristo, aludiendo a la misión que confió a los 72 discípulos en Galilea (Lc 10:4), les anunció una acogida benévola, aunque dejaba suponer alguna esporádica hostilidad. Por eso, entonces no necesitaban estar preocupados por su sustento y hospedaje; sólo debían atender a la obra de apostolado. Aún no habían los fariseos ni el sanedrín tomado el acuerdo oficioso de matar a Cristo. Pero ahora todo va a cambiar. Por eso les dice que el “que tenga bolsa (para dinero) que la lleve también, igualmente la alforja (para provisiones), y el que no tenga espada, venda su manto y compre una espada.” No interesa en la descripción la valoración concreta de cada uno de estos elementos — bolsa, alforja, espada —, sino lo que significan en conjunto: el estar bien equipados para hacer frente a la nueva situación.

La razón de esto es que lo que se refiere a El “llega a su término”: su pasión y muerte. Va a cumplirse en El una escritura: “fue contado entre los malhechores.” La cita es de Isaías (52:12), y pertenece al poema del “Siervo de Yahvé.” El sentido general es que Cristo, en su pasión, fue contado entre el número de aquellos que, por ser malhechores, fueron condenados a semejantes suplicios. Pero la cita cobra una plasticidad máxima al verse a Cristo crucificado entre dos ladrones.

Los apóstoles demuestran no haber comprendido bien el sentido de lo que Cristo les dijo, (ellos dijeron: Señor aquí hay dos espadas) y responden con lo que más les impresiona: las espadas. Por lo que le advierten que tiene allí dos. Aunque la palabra usada aquí podría tener el sentido de los “cuchillos” utilizados para inmolar la Pascua.  Los galileos eran gente brava, y no sería improbable que se hubiesen provisto para hacer el viaje de peregrinación a Jerusalén, máxime en aquella época tan turbulenta, así trasmitida por el historiador Josefo.

5.6   LA AGONÍA EN GETSEMANÍ

“Enseguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos”. En este relato, Lucas sintetiza las ideas de Cristo a los apóstoles dormidos en una sola. “¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación”.”

Pero pone el célebre pasaje de la aparición de un ángel “confortándolo” y el “sudor de sangre” durante su oración. El concilio de Trento definió que este pasaje está inspirado. Y la exegesis cristiana exige sostener no sólo la inspiración, sino la genuinidad lucana del mismo.

El relato de Lucas sobre la oración de Cristo en Getsemaní es el más impresionante. Su tristeza y su dolor fueron subiendo hasta llegar a ser flujo de “agonía.” Esta palabra no significa aquí los espasmos y estertores finales de la vida, sino, el sentido de “lucha,” dolor grande que se acusa en el rostro (Mc 3:14-16), ansiedad, etc. El contexto del sudor de sangre es el que mejor valora el sentido filológico de esta “agonía.”

Y estando en este estado, “oraba” en una forma insistente y repetida “con tensión,” “con ardor.” es,fervorosísimamente,” “intensísimamente.”

“Entonces apareció un ángel del cielo que lo confortaba”. Es en este momento cuando tiene lugar la aparición de un ángel “confortándole”

Corresponde a este momento lo que relata Lucas: En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.

La razón teológica de este fenómeno fue, más que la muerte que le aguardaba, la visión sobrenatural que tenía del volumen desorbitado del pecado de los seres humanos. “Él sudor de sangre no fue más que la externa manifestación, elocuentísima ciertamente, pero desproporcionada ante el contraste del interno martirio” por causa de “los pecados.

5.7   LA PRISIÓN DE CRISTO

“Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce.” Lucas parece más lógico que los otros evangelistas al narrar el prendimiento de Cristo, ya que aquéllos cuentan el saludo de Judas y el prendimiento de Cristo, y luego el ataque de Pedro al siervo del sumo sacerdote, dándole un tajo a una oreja, aunque no narran la curación que Cristo le hace. Pero, si Cristo estaba ya “prendido” y atado, no se explica bien el que, en esta actitud, toque la oreja de este siervo para curársela. Lucas, que relata esto, lo pone con un curso de redacción más lógico. Además, si Cristo le curó la “oreja derecha” con sólo “tocarla” (Lc), es índice que el golpe de Pedro no se la había desprendido, sino sólo dado un fuerte corte en ella.

Lucas resaltará las palabras de Cristo como comentario a todo este suceso, del Mesías en prisión: “Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.” Era la hora de la gran lucha entre Cristo y Satán, de la que Cristo dijo: “Llega el príncipe de este mundo” (Jn 14:30; cf. Lc 22:3; Jn 13:1-3).

5.8   LAS NEGACIONES DE PEDRO.

“Éste también estaba con él”. Pedro lo negó diciendo: “Mujer, no lo conozco”. El tema de las negaciones de San Pedro es un problema ya clásico. La figura de Pedro hizo a la catequesis y a los cuatro evangelistas recoger las tres negaciones profetizadas. Pero de la confrontación de textos, Pedro negó más veces que tres. Mas, como Cristo le había anunciado que, antes que el gallo cantase dos veces, él le habría ya negado tres, los evangelistas quisieron hacer ver el cumplimiento de las tres negaciones, pero tomando para ello momentos distintos de éstas.

Era frecuente entre los judíos hacer el cómputo de ciertos trabajos por el canto del gallo.

Mateo y Marcos unen el arrepentimiento de Pedro al “recuerdo” de las predicciones, al oír cantar el gallo, no obstante, Lucas es el único que trae la escena completa. Pedro niega por tercera vez y oye el canto del gallo. Pero coincidió que, “vuelto el Señor, miró a Pedro,” y Pedro se “acordó” de la profecía del Señor. Esta “mirada” de Cristo a Pedro coincide con el momento preciso en que el pelotón de soldados bajaban a Cristo del piso superior, donde fue el proceso, para llevarlo “abajo” (Mc 14:66), a algún calabozo, donde estará hasta el proceso “matutino.” Pedro estaba en el patio calentándose. Allí se cruzó la “mirada” de Cristo, que venía del proceso nocturno del Sanedrín, donde había sido injuriado, y coincidió esta mirada de misericordia sobre Pedro con el momento en que acaso Pedro negaba. Debió de ser esta escena sobre las cinco de la madrugada, hora en que en Jerusalén suele oírse el segundo canto del gallo.

5.9   CRISTO ANTE EL SANEDRÍN

“Después de arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote.” Lucas es, de los tres sinópticos, el más sintético en el relato de la condena de Cristo por el Sanedrín. Sin embargo, la narración es, fundamentalmente, la misma que hacen Mateo y Lucas, aunque con una diferencia: que éstos ponen este proceso nocturno, mientras que Lucas lo pone matutino. Aunque, aparte del relato de ese proceso nocturno, ponen otro consejo matutino del Sanedrín, sin duda el oficial para condenar a Cristo (Mt 27:1; Mc 15:1).

Lucas dice que para esta reunión y condena matutina llevaron a Cristo “al tribunal de ellos”. Algún autor lo interpretó del local propio del Sanedrín, para dar allí la condena oficial, ya que el proceso nocturno se había tenido en el palacio de Caifás. Filológicamente, la frase puede tener los dos sentidos. Pero el que significa “corpus” y no local es el ordinario. Hasta la forma de decir “sanedrín de ellos” parece sugerir la primera.

En el interrogatorio de Cristo, se le pregunta si es el Mesías. El responde con elementos descriptivos de la profecía de Daniel (c.7) y del salmo 110:1 los que dicen que el Hijo del hombre “estará sentado desde ahora a la derecha del poder de Dios. “Espantados ellos, le preguntan: “¿Entonces eres tú el Hijo de Dios?” Lo afirma, y lo condenan.

La expresión Hijo de Dios no tiene aquí el valor sinónimo de Mesías. Ya, primeramente, le preguntan si es el Mesías, y luego si es el Hijo de Dios. Pero la razón que hace ver esto no es sólo su identificación con los relatos de Mt-Mc, donde se ve por el análisis que Él se define y le condenan por “blasfemo,” por ser el Hijo de Dios, sino que lo es por la descripción con la que define su mesianismo. No sólo es el Mesías, sino que se presenta con rasgos divinos, utilizando precisamente la profecía de Daniel, que había sufrido una evolución, hasta interpretarse el Hijo del hombre en un sentido personal y con caracteres divinos. A lo mismo lleva el uso aquí del salmo 110:1: se presenta participando los poderes de Dios. Precisamente Cristo, unos días antes, les había alegado este salmo para orientarles hacia el origen trascendente del Mesías (Lc 20:41-44 par.). De ahí que, al oír esta descripción, los sanedritas le pregunten, espantados, si Él era — se creía — lo que tantas veces había dicho que era: el Hijo de Dios. Y al afirmarse en ello, viene la condena.

La expresión “Hijo de Dios” y “sentado a la diestra del poder de Dios” = Dios, en su contexto daniélico de esta época, en el ambiente cristiano en el que se escribe y al que va destinado, es la confesión de la divinidad de Cristo.

Otra cosa es que el Sanedrín considerase blasfemia el que — considerándole corruptor en Israel — se considerase el Mesías davídico y situado junto al mismo Dios.

5.10   ACUSACIÓN ANTE PILATO

“Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato.” Los cuatro evangelistas recogen que la primera acusación que se hace contra Cristo ante Pilato no es la divinidad, que es por lo que le condena el Sanedrín, sino la realeza: el proclamarse Mesías. Confesión que Cristo había hecho en su vida, pues era su misión. Pero deformado, por deformación involuntaria o maldad, que prohibía pagar tributo al Cesar, cuando era todo lo contrario. Pilato, del examen de Cristo, no ve nada punible. Pilato confiesa tres veces la inocencia de Cristo (Lc 23:4.14-21; lo mismo que en Jn 18:38; 19:4.6). La narración de Juan da bien el sentido. Y aquí se supone un interrogatorio de fondo similar al de Juan (18:15-38). La respuesta tajante de Cristo en Lucas resulta equivoca si no se supone un interrogatorio que la precise lo mismo que en Mateo-Marcos. Pilato vio en El un idealista oriental. Pero le acusan de “subversión” con su enseñanza. Y al dar el volumen de la misma Judea-Galilea, dan a Pilato oportunidad para una hábil maniobra. Se lo va a remitir a Antipas.  La frase “no encuentro culpa” era expresión de la jurisprudencia romana, que daba por terminada una sentencia por falta de pruebas.

5.11   CRISTO ES ENVIADO A HERODES ANTIPAS

“Pilato preguntó si ese hombre era galileo. Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió”. Sólo el relato de Lucas trae esta narración. Pero ya en la descripción que hace de Antipas, a propósito del Bautista, deja literariamente preparada esta escena (Lc 9:9).

Herodes Antipas era hijo de Herodes el Grande. Desde el año 4 (d. C.) era tetrarca de Galilea. Se le considera el más inteligente de los hijos de Herodes. Pero era hombre sensual y frívolo. Algunas veces subía, por política, a Jerusalén a las fiestas, hospedándose en el palacio de los Asmoneos.

Pilato, al oír que Cristo “era,” es decir, vivía en Galilea, ve una buena solución para eximirse de aquel enojoso asunto para él, pues reconociendo la inocencia de Cristo, ve en ello una imposición y exigencia de los judíos, a los que odiaba. Los gobernadores romanos no podían administrar justicia a sus súbditos fuera de su jurisdicción. Pero el caso de Antipas era distinto, y el procurador de Roma podía delegar en Antipas, además príncipe vasallo de Roma, su jurisdicción en este caso, y en su territorio.

Pilato esperaba que Antipas se hiciese cargo definitivamente de aquel asunto. En todo caso, esperaba una declaración de inocencia. Pues si hubiese un crimen delictivo, el tetrarca lo hubiese encarcelado o muerto allí. Aparte que, si creyese que iba a sentenciarle a muerte, la acusación recaería sobre él, por mostrar poco celo por Roma.

La llegada de Cristo a Antipas agradó mucho a éste. La razón era que había oído hablar mucho de Él y “esperaba ver alguna señal,” un prodigio. Lo consideró como un bufón o como persona entregada a artes ocultas, que divertían por entonces a las cortes. Y, por eso, “le hizo muchas preguntas.” Pero Cristo nada contestó. Cristo no venía con sus milagros a divertir, sino a salvar. Antipas, que en un principio no dio importancia a las acusaciones de los sanedritas, ahora, seguramente para salir de aquella situación, permite que le acusen. Pero no les hace caso. La venganza de Cristo la va a buscar por otro lado, menos comprometido para él. Lucas mandó poner “una vestidura brillante”, después que él con su corte le “despreció.” Probablemente esto último se refiere a que Antipas, con una frase despectiva, logró que le hiciese coro la corte servilista que tenía. La “vestidura brillante” piensan algunos que sería al tipo de la clámide roja que le pondrán en la coronación de espinas, o una vestidura blanca, símbolo de inocencia, y aquí de irrisión, locura; para otros era una parodia del vestido real judío, que era blanco. De un pasaje de las actas apócrifas del apóstol Santo Tomás se deduce que ponerse vestidos reales viene a ser equivalente a ponerse vestidos brillantes. El sentido, pues, de esta vestimenta irrisoria de Cristo es representarlo, en sus pretensiones de Rey Mesías, como rey de burla.

5.12   CONTINUACIÓN DEL PROCESO ANTE PILATO: CONDENACIÓN

El relato de Lucas, terminada la escena de Herodes, sigue al modo de los otros dos sinópticos, excepto que omite la escena de la flagelación y la escena burlesca que los soldados hacen a Cristo en el pretorio. Esta última omisión, debida, seguramente, al público gentil a quien destina su evangelio.

La condenación es a petición del pueblo; es una exigencia fanática del mismo. Mc explícita más en su relato que el motivo es por hacerse rey. Juan destaca también la exigencia judía de respetar su Ley, castigándole por hacerse Hijo de Dios. Lucas y Mateo dejan el tema planteado al entregar a Cristo a Pilato, por 'hacerse Rey; pero en la condena sólo presentan el pugilato entre Pilato, que quiere defenderle, y los judíos, que piden su muerte. La condena religiosa del sanedrín interesaba menos — y hasta sería menos comprendida — por el público gentil al que destina su evangelio Hech 18:14-16). Por eso destaca el aspecto “político” de la condena.

5.13   CAMINO DEL CALVARIO

“Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz”. Lucas es el único que cuenta dos datos propios en esta Vía Dolorosa. Viendo el desfallecimiento de Cristo, el centurión, seguramente, fue el que “requisó” a Simón de Cirene para que “llevase la cruz detrás de Jesús” Simón debió de llevar sólo el patibulum, que era lo ordinario, pero él solo. Con ello buscaba descargar del peso a Cristo desfallecido. Por lo que es error presentar a Cristo cargado con la cruz y al Cireneo llevándola también, pero levantándola por la parte inferior. Con esto se lograba lo contrario de lo que se pretendía: cargar todo el peso sobre Cristo.

“¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.” Luego de decir que le seguía gran “muchedumbre de pueblo” y “de mujeres que se herían en el pecho y lamentaban por El,” va a narrar las palabras de Cristo a estas piadosas mujeres.

Era costumbre en los duelos funerales la presencia de lloronas (Mt 9:23), que con gritos y gestos desgarradores mostraban el dolor. Este grupo de mujeres jerosolimitanas eran gentes afectas a Él. No debió de ser un grupo numeroso, y por eso pudo no llamar especialmente la atención, menos aún la preocupación de la escolta de la custodia. Pero Cristo, en su caminar, se “volvió” a ellas para agradecerles aquella compasión, acaso también para evitarles complicaciones legales de continuar así, y, sobre todo, para hacerles la profecía de la destrucción de Jerusalén. Sabe lo que es el dolor de madre. Por eso, ante el dolor de la muerte de sus hijos, guerreros muertos o cautivos en la destrucción de la ciudad, desearían no haber sido madres. Pero el castigo va a ser terrible. Si se hace esto con el “leño verde,” que es El, ¡qué ha de suceder con el “seco,” que es Jerusalén, que no quiso recibir al Señor en las horas benéficas de su visitación!

5.14   “PADRE, PERDÓNALES, PORQUE NO SABEN QUÉ HACEN”

“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Dentro del cuadro general de la crucifixión de Cristo en el Calvario, con algunas variantes, hay algunos elementos propios de Lucas y otros más desarrollados.

Lucas es el que recoge la primera palabra de Cristo en la cruz: “Padre, perdónales, porque no saben qué hacen”. Esta palabra debió de ser pronunciada por Cristo en diversos momentos de su crucifixión e incluso ya crucificado.

El perdón que Cristo pide a su “Padre” — la mejor invocación que podía hacer, ya que estaba siendo crucificado por haber revelado que era su “Hijo” — se refiere probablemente a los dirigentes de Israel, los verdaderos culpables de su muerte. Los soldados romanos no sabían quién era Cristo; se limitaban a cumplir una ordenanza. Pero, si los dirigentes sabían quién era Cristo, ¿cómo dice que “no saben qué hacen”? Cristo sólo presenta al Padre un hecho: el hecho actual pasional de su ceguera. No alude a su acto voluntario “en causa.” San Pablo dirá que, si lo hubiesen conocido como tal, nunca le hubiesen crucificado (1 Cor 2:8). Pero no lo conocieron culpablemente. Y Cristo sólo presenta esta ceguera pasional como hecho actual. Es la misericordia de Cristo volcándose por los seres humanos (Hech 3:17; 13:27).

Sin embargo, parece que esta palabra tiene en el intento de Cristo un mayor alcance. Pide perdón por todos los hombres, va que el pecado de todos es la causa real de su crucifixión. Pues en todas las palabras de Cristo en la cruz, excepto en la segunda, al buen ladrón, que tiene un carácter más personal, todas las demás tienen, directa o indirectamente, un sentido universal por todos los hombres. En el “sentido pleno” de ella, probablemente, tiene este sentido universal.

Lucas pone todavía ante el cuadro de los que escarnecen a Cristo a los “soldados” de la custodia, que repetían lo que oían a los príncipes de los sacerdotes: que, si era el Mesías, bajase de la cruz. Era el odio del soldado — romano o samaritano — al judío.

En boca de los príncipes de los sacerdotes pone, como sinónimo del Mesías, el “Elegido”.

5.15   LADRONES CRUCIFICADOS CON CRISTO

“Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados. “En cambio, deja para lo último, para darle un desarrollo especial, la escena de los dos ladrones crucificados con El; los otros dos sinópticos sólo aluden a que estos “bandidos” le ultrajaban.

Según el derecho judío, no podían ser ejecutadas dos personas el mismo día, pero la crucifixión y la justicia aquí eran romanas. Y en el uso romano esto era frecuente, o por comodidad de no repetir más ejecuciones, o por ejemplaridad de la pena. En las “actas de los mártires” son frecuentes las ejecuciones colectivas.

Estos que van a ser crucificados con Cristo eran “malhechores” y “salteadores,” bandidos que asaltan a mano armada. Es la conducta que justifica su muerte en aquella época que Josefo refleja con numerosas alteraciones sociales.

Cuando Cristo estaba en la cruz, el mal ladrón le injuriaba. Los Evangelistas Mateo Y Marcos ponen que lo injuriaban los crucificados con El. Se pensó, como solución fácil, que primero lo injuriaban los dos, y luego uno se convirtió.

La escena debió de tener lugar algún tiempo después de la crucifixión. Pues supone el haberse este ladrón recuperado algo de los espasmos del suplicio; también requiere esto el ver que insultaba a Cristo con las palabras que oye a los asistentes.

Pero el buen ladrón le reprende, y, reconociendo la justicia de la pena a sus culpas, proclama la inocencia de Cristo, al tiempo que, por los insultos que el otro dirige a un inocente, demuestra no temer a Dios, que le aguarda ya en su tribunal. Seguramente el buen ladrón había oído hablar de Cristo: de su vida de portentos y de su mesianismo. Y ahora, ante su majestad y conducta en la cruz, se confirmaba en ello. Aquella conducta era sobrehumana.

Y, volviéndose a Cristo, le pidió que se acordase de él, “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino”. En efecto Lucas pide que se acuerde de él cuando venga a establecer su reino en el momento “escatológico,” a la hora de la resurrección de los cuerpos.

La respuesta de Cristo es prometerle, con gran solemnidad, que “hoy estarás conmigo en el Paraíso.” Este disponer por parte de Cristo de la suerte eterna de los seres humanos le presenta dotado de poderes divinos. No es un profeta que anuncia una revelación tenida; es Cristo que aparece disponiendo él mismo de la suerte eterna de un hombre. Y esto es poder de Dios.

5.16   MUERTE DE CRISTO

“Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra” Sobre el mediodía, es decir, desde la hora de la crucifixión de Cristo hasta las tres de la tarde, en que muere, una oscuridad se extiende por todo el Calvario y acaso por el horizonte perceptible. La frase “toda la tierra” no exige una universalidad mundial, ni siquiera de Palestina. Son fórmulas rotundas, y más en Lucas, tan propicio a expresar literariamente el impacto de algo grande por la expresión “todo.” El significado de este fenómeno, puesto en función de los profetas, es signo de venganza divina por el deicidio.

También Lucas relata la rotura del velo del templo, que significaba que se hacía profano el viejo culto (cf. Heb 9:12; 10:20). Pero lo pone conjuntamente con las “tinieblas,” y antes de la muerte de Cristo, mientras que Mateo y Marcos lo ponen después; y Mateo como parte de un “sumario” de hechos prodigiosos; y Marcos abreviado.

El grito que Cristo da al morir, si, en absoluto, podía ser natural, tal como lo describen los evangelistas, junto con las expresiones literarias que usan, hace ver que lo presentan como fenómeno sobrenatural, que acusa la libertad de Cristo en su muerte.

Lucas es el único evangelista que recoge la séptima “palabra” de Cristo en la cruz al morir. Con ese “gran grito,” Cristo pronuncia esta “palabra,” tomada del salmo 31:6, mesiánico, al que Lucas recoge antepuesta la palabra “Padre.” Cristo, al utilizarla, conecta mesiánicamente con ella y la enriquece de contenido. Libremente “depone” su “espíritu” — semitismo por vida — en las “manos” — semitismo por voluntad — de su Padre. Cristo muere libremente. Nada sucede en El al margen de su voluntad. Si el proceso natural de su muerte va a llegar, no llegaría si Él no lo autorizase. Quiso sincronizar el proceso natural de su muerte con su voluntad de morir (Jn 10:17-18).

5.17   GLORIFICACIÓN DE CRISTO POR EL CENTURIÓN Y ASISTENTES

Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando: “Realmente este hombre era un justo”. En un pequeño esquema, Lucas pone la reacción de las gentes ante la muerte de Cristo.

El primero es el centurión, que lo proclama “justo.” La grandeza y dominio sobrehumano de Cristo en su muerte le hace proclamar que no era lo que los judíos decían, sino un hombre “justo.” En Mateo y Marcos, el centurión lo proclama “Hijo de Dios.” Podía ser porque el centurión refleja ser verdad lo que los sanedritas decían ser mentira: ser “Hijo de Dios,” valorado por él al modo mitológico; o por una interpretación posterior; o por el enfoque distinto de los evangelistas: Mateo-Marcos buscarían expresar la confesión mesiánico-divina de Cristo, mientras que Lucas buscaría destacar el valor apologético de la inocencia del mismo, por lo que quiere destacar su inocencia de no agitador político ante sus lectores étnicos, o acaso, por escribir para lectores étnico-cristianos, en un mundo en el que se hablaba mitológicamente de hijos de dioses, quisiera Lucas evitar una mala inteligencia de la expresión.

Con la fórmula rotunda de su estilo, dirá que “toda la muchedumbre” que asistió al Cal-vario, al ver lo sucedido — conducta de Cristo, tinieblas, terremoto, etc. —, se “volvía hiriéndose el pecho” en señal de arrepentimiento. Con esta fórmula Lucas quiere acusar el fuerte impacto causado. Pero ¿cuál es el intento exacto de esta afirmación de Lucas? ¿Cómo se compagina esto con el que los discípulos, después del Calvario, estaban “encerrados” por miedo a los judíos? (Jn 20:19). ¿Hay un adelantamiento de los efectos cristianos posteriores al Calvario, conectados con el impacto de lo sucedido allí?

Por un contexto lógico-histórico dice que “todos” sus conocidos, jerosolimitanos unos, otros galileos, y seguramente que entre ellos los apóstoles, como lo sugiere el caso concreto de la presencia de Juan, “desde lejos,” pues la guardia de la custodia no permitía acercarse allí a nadie, “contemplaban todo esto.” ¿Por qué ninguno de los sinópticos, (Mateo y Marcos citan a Magdalena junto a la cruz), no citan a María, su Madre?

5.18   LA SEPULTURA

“Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado.” La primera parte de la descripción coincide con los otros evangelios sinópticos. Juan completa bastante la escena. Lucas dice que era la preparación de la Pascua, y  que “estaba para lucir el sábado.” El sentido de este estar para lucir el sábado, cuando éste comenzaba al ponerse el sol, acaso sea debido a la costumbre judía de encender la “lámpara el sábado” con especial abundancia de luminarias.

“Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado.” Como los otros sinópticos, pone a las mujeres observando bien el sepulcro y el lugar donde ponían el cuerpo. Como no conocían este sepulcro no quieren que, cuando vuelvan, pasado el reposo sabático, a completar el especial embalsamamiento, pudieran encontrarse con la duda de dónde había sido depositado.

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

DOMINGO DE RAMOS CICLO C

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd.

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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