“LOS APÓSTOLES HACÍAN MUCHOS SIGNOS Y PRODIGIOS EN EL PUEBLO”…..“AUMENTABA CADA VEZ MÁS EL NÚMERO DE LOS QUE CREÍAN EN EL SEÑOR”….. “DEN GRACIAS AL SEÑOR, PORQUE ES BUENO, PORQUE ES ETERNO SU AMOR”…. EL DÍA DEL SEÑOR FUI ARREBATADO POR EL ESPÍRITU… AL VER ESTO, CAÍ A SUS PIES, COMO MUERTO” …. “CON SU MANO DERECHA, ME DIJO: “NO TEMAS: YO SOY EL PRIMERO Y EL ÚLTIMO, EL VIVIENTE”…. “¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!”. JESÚS LE DIJO: “AHORA CREES, PORQUE ME HAS VISTO. ¡FELICES LOS QUE CREEN SIN HABER VISTO!”.

Reflexión desde las Lecturas del Domingo II de Pascua, Ciclo C

 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    EL CIELO EN LA TIERRA (Ap 1,9-19)

“El Día del Señor fui arrebatado por el Espíritu”.  Ya desde los primeros tiempos del cristianismo el día del Señor es momento privilegiado para hacer experiencia de Cristo Resucitado. También hoy el domingo es el día por excelencia en que Cristo se comunica y actúa. Estamos llamados, sobre todo en este tiempo de Pascua, a vivir el día del Señor como día de gracia, a experimentar la presencia y la potencia del Resucitado. Nos hemos dejado robar el domingo por la sociedad secularizada y consumista, y hay que recuperarlo. El domingo es sacramento del Resucitado. El domingo marca la identidad del cristiano.

“Me di vuelta para ver de quién era esa voz que me hablaba, y vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos, a alguien semejante a un Hijo de hombre”. Es en la celebración litúrgica, y especialmente en la Eucaristía, donde Cristo se manifiesta y actúa. La liturgia no son ritos vacíos, sino la presencia viva y eficaz del Resucitado. Si descubriéramos –y experimentásemos– esta presencia y esta acción, nos sería mucho más fácil vivir las celebraciones; y, sobre todo, recibiríamos su gracia abundante transformando nuestra vida. Pues la liturgia es el cielo en la tierra.

“Yo soy el Primero y el Último”. Cristo resucitado se nos manifiesta como Señor absoluto de la historia y de los acontecimientos. Todo está bajo su control, de principio a fin. Tiene “la llave de la Muerte y del Abismo”.  Conoce lo que ha de suceder. Es el Señor, sin límites ni condicionamientos. ¿Cómo no vivir gozoso bajo su dominio? ¿Cómo ser pesimistas?

2.    PRIMERA LECTURA

¿Cómo se reconoce la presencia de Jesús Resucitado en una comunidad? Cuando Él está presente sigue obrando por medio de esa comunidad, así como él actúo en su vida terrena. Estar unidos, ser “un solo corazón y una sola alma”, ser testimonio para los demás, liberar del mal y la enfermedad, son signos de su presencia en el mundo hoy, así como lo fueron ayer. Sólo si Él está, nuestra comunidad podrá vivir como signo de su presencia real en el día a día de la historia humana.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles. Hech 5, 12-16

Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles, aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos. Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres. Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban sanados.

Palabra de Dios.

2.1   LOS APÓSTOLES HACÍAN MUCHOS SIGNOS Y PRODIGIOS EN EL  PUEBLO

El texto de hoy nos trae una nueva imagen de la vida de la comunidad, de forma parecida a como ya se había hecho en otros capítulos de Los Hechos de los Apóstoles 2:42-47 y 4:32-35. Muestran cómo vivía la comunidad cristiana en aquellos tiempos y, a la vez, cómo debería vivir siempre.

En el centro de la narración aparece la presencia y la acción de los apóstoles, en particular la de Pedro. Estos realizan signos y prodigios que atestiguan el poder del Resucitado. El pueblo los engrandece; aumenta el número de los creyentes; aumenta también la fe suscitada por el poder de curación de los apóstoles, incluso por la sombra de Pedro. Se perfeccionan aquí los rasgos de la Iglesia, que, mientras se va formando, agrega siempre, por el poder del Espíritu, nuevos miembros, sobre todo mediante la actividad de los apóstoles.

Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Un verdadero derroche de milagros, si es lícito hablar así, el que aquí deja entender la narración de San Lucas que hacían los apóstoles (v.1a.15). Buena respuesta a la oración que en este sentido habían hecho al Señor (cf. 4:30). Es natural que el número de fieles creciese más y más; “Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres” y que la fama saliese muy pronto fuera de Jerusalén; “La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban sanados”,  dando sin duda ocasión a que la Iglesia comenzase a extenderse por Judea.

Esos “otros” que no se atrevían a unirse a los apóstoles; “pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles”, serían los ciudadanos de cierta posición, que se mantenían apartados por miedo al sanedrín, en contraste con la masa del pueblo, que abiertamente se mostraba bien dispuesta; “aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos”. Las reuniones solían tenerse en el “pórtico de Salomón”; “Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico de Salomón”, lugar preferido para reuniones públicas de carácter religioso, y donde ya Pedro, a raíz de la curación del rengo de nacimiento, había tenido el discurso que motivó su primer arresto por parte del sanedrín (cf. 3:11).

3.    SALMO

Continuando la alegría pascual, el salmo canta la bondad del Señor y nos invita a alegrarnos. Participamos de esta oración, aclamando: ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!

SALMO 117,2-4, 22-27

R. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!

O bien: Aleluya.

Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! Que lo diga la familia de Aarón: ¡es eterno su amor! Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor! R.

La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. Éste es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él. R.

Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor: el Señor es Dios, y él nos ilumina. R.

3.1   “DEN GRACIAS AL SEÑOR, PORQUE ES BUENO, PORQUE ES ETERNO SU AMOR”

Este salmo que cantamos hoy, en nuestro segundo de Pascua, es un himno triunfal, el salmista entona un himno de acción de gracias por una victoria recientemente obtenida contra los enemigos de Israel, ¡Aleluya!. Este salmo es el último del grupo aleluyático (“Gran Hallel”) y resume un profundo sentido eucarístico. El Señor ha liberado milagrosamente a su pueblo de un gran peligro y el poeta, recogiendo el sentir colectivo, expresa, durante una procesión al templo para ofrecer las víctimas eucarísticas, los sentimientos de gratitud hacia el Dios.

“¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor, Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor!"

El Señor, es salvador de su pueblo. Así lo expresa más adelante el salmista: En la angustia invoqué al Señor, y me escuchó, poniéndome en salvo”. Y a continuación el salmista declara cómo el Señor ha mostrado su piedad con él, pues le ha librado de una situación angustiosa En realidad, teniendo a su favor al Señor, nada puede temer de sus enemigos: “Está por mí Señor: ¿Qué puedo temer? ¿Qué podrá hacerme el hombre? Está el Señor por mí como socorro mío”.

Y luego el salmista pone toda su confianza en Dios: “Mejor es confiar en el Señor que confiar en los hombres; mejor acogerse al Señor que fiar en los príncipes…..”Fui fuertemente empujado para que cayera, pero fue el Señor mi auxilio. El Señor es mi fortaleza y a Él le canto salmos; fue para, mí la salvación.” Los auxilios humanos son insuficientes y aun engañadores; por eso, sólo debe confiarse en el Señor, que no engaña y es omnipotente

Continúa el Salmo, con manifestaciones de exultación y agradecimiento. Después de la victoria sobre los obstinados enemigos, los israelitas, agradecidos, el salmo entona himnos jubilosos de triunfo, pues se ha manifestado la mano poderosa del Señor, la mano del Señor ha hecho proezas, por eso el pueblo entra solemnemente en el templo de Jerusalén y canta las nuevas hazañas de su Dios. “La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor.”

3.2   ESTO HA SIDO HECHO POR EL SEÑOR Y ES ADMIRABLE A NUESTROS OJOS

“La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos.” Los constructores del edificio de la historia humana no habían reparado en una piedra despreciable por su tamaño, pero que en los designios de Dios ocupa el lugar central de la vida espiritual de los pueblos, ya que es la clave en el proceso del establecimiento del reino de Dios en la tierra.

Israel es, en efecto, la piedra angular en el edificio de la salvación de la humanidad, pues es el vehículo de transmisión de los designios salvadores de Dios en la historia. Jesucristo se aplicó este texto a sí mismo, pues las clases dirigentes de Israel no le han querido reconocer como Mesías, cuando es la piedra angular del mesianismo. En efecto, Cristo es el punto de conjunción del Israel de las promesas y el de las realizaciones mesiánicas universalistas.

Continuando con el resto del salmo, vemos como el salmista, entusiasmado ante los destinos de Israel, dice: “Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos.”; la actual victoria y liberación forma parte de un proceso providencialista de Dios, que es realmente admirable a nuestros ojos. La resurrección de Israel después del exilio babilónico prueba su elección entre todos los pueblos. El Señor es fiel a sus antiguas promesas, y ello es prenda del glorioso futuro que espera al pueblo elegido.

 “Éste es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él” El salmista, invita a la alegría general por el éxito logrado. Entusiasmado ante el espectáculo de júbilo, pide al Señor que continúe protegiendo a su pueblo. “Éste es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él”. Y luego continúa cantando: Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor”.

Recordamos ahora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén; “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!:” Es así como las gentes de Jerusalén saludan con estas palabras del salmo a Jesús al entrar triunfante en la ciudad santa. El grito de “¡Hosanna!” está también tomado del versículo 25 de este salmo procesional, que debía de ser muy recitado por los peregrinos al entrar en la ciudad santa.

El salmo se cierra con una frase de fe y esperanza; “El Señor es nuestro Dios; Él nos ilumina”….

4.    SEGUNDA LECTURA 

Jesucristo manifiesta su presencia poderosa. La vestimenta que lleva simboliza el señorío que tiene sobre el mundo y todo lo que contiene. Él, que ha vencido el dolor y la muerte tiene las llaves de la muerte. Quienes creemos en él no debemos temer, porque Él tiene ya la vida plena, y nos la comunica, por eso la muerte ya no tiene poder sobre Él.

Lectura del libro del Apocalipsis. Apoc 1, 9-13. 17-19

Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba en la isla de Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús. El Día del Señor fui arrebatado por el Espíritu y oí detrás de mí una voz fuerte como una trompeta, que decía: “Escribe en un libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a las siete iglesias que están en Asia”. Me di vuelta para ver de quién era esa voz que me hablaba, y vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos, a alguien semejante a un Hijo de hombre, revestido de una larga túnica que estaba ceñida a su pecho con una faja de oro. Al ver esto, caí a sus pies, como muerto, pero él, tocándome con su mano derecha, me dijo: “No temas: Yo soy el Primero y el Último, el Viviente. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo. Escribe lo que has visto, lo que sucede ahora y lo que sucederá en el futuro”.

Palabra de Dios

4.1   APOCALIPSIS

El término apocalipsis viene de la primera palabra con la que empieza este libro: Apocalipsis de Jesucristo. El substantivo apocalipsis = revelación proviene del verbo griego que significa “revelar, descorrer el velo, descubrir.” En el Nuevo Testamento, un apocalipsis es, pues, esencialmente, una revelación, hecha por Dios a los hombres, de cosas ocultas conocidas sólo por El. Aquí la revelación va dirigida a San Juan, el cual recibe la misión de comunicarla a las siete iglesias de la provincia proconsular de Asia: Efeso, Esmirna, Pergamo, Tia-tira, Sardes, Filadelfia y Laodicea. Estas siete iglesias representan a todas las comunidades cristianas del Asia a las cuales dirige San Juan su mensaje. Es probable que nuestro autor tome apocalipsis en el sentido de “manifestación de Jesucristo como Señor y como Juez,” pues es el sentido que mejor responde al contenido de su mensaje.

En la época en que escribía San Juan, el término apocalipsis servía para designar — tanto entre los judíos como entre los cristianos — libros que contenían revelaciones divinas acerca de diferentes objetos, especialmente sobre el futuro. Y estas revelaciones divinas podían ser hechas directamente por Dios, o por medio de ángeles. Pero, sin revelación divina, no se podía dar apocalipsis, porque el hombre es incapaz de conocer por sí mismo los secretos celestes.

El Apocalipsis se presenta como un libro profético que, mediante diversos vaticinios e imágenes, describe los hechos presentes y futuros de la Iglesia. Esta, siempre perseguida, pero siempre triunfante, alcanzará finalmente la perfecta victoria sobre sus enemigos. El autor sagrado presenta el poder pagano de su tiempo luchando encarnizadamente contra Cristo y su Iglesia. Los anticristos de que nos habla el Apocalipsis son personificaciones de fuerzas colectivas del mundo, que, a través de los siglos, tratan de destruir el poder de Jesucristo. Si bien el Apocalipsis se refiere inmediatamente a la lucha que sostenía la Iglesia con los poderes paganos, a finales del siglo I tiene, sin embargo, un valor y un significado permanente, ya que la Iglesia en la tierra es esencialmente militante. Tiene que hacer frente continuamente a todos los errores y persecuciones que surgen a través de los siglos.

El vidente de Patmos presenta la historia de la salvación como una gran liturgia del mundo, en la cual, por virtud del sacrificio del Cordero, se logra vencer el mal y las almas son incorporadas al reino de Dios. Por este motivo, en todas la visiones, excepto en la última se alude al Pontífice celeste y a su sacrificio. También se anuncia la venida gloriosa de Cristo y las últimas calamidades que precederán a su venida.

    4.2    “EL DÍA DEL SEÑOR FUI ARREBATADO POR EL ESPÍRITU"

San Juan recibe de Jesucristo, que se le aparece en la isla de Patmos, el encargo de escribir a las siete Iglesias de Asia. “Escribe en un libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a las siete iglesias que están en Asia”.

El autor sagrado hace su presentación personal a semejanza de los profetas de la Antigua Alianza. Juan — su nombre ya nos era conocido desde Ap 1:1 — tiene una visión hallándose en la pequeña isla de Patmos. “Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba en la isla de Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús”. El apóstol se nos presenta como hermano en la fe y como compañero en la tribulación, sufrida por la fe; como copartícipe en el reino sacerdotal y en la paciencia con que soporta la tribulación. San Juan ha tenido que pasar por grandes pruebas exteriores y persecuciones a causa del Evangelio. Su destierro en el islote de Patmos era una señal evidente de los sufrimientos que había tenido que soportar. Pero todo lo sufrió con paciencia, es decir, con fe, esperanza y firmeza. Juan es el prototipo del verdadero cristiano que sabe aguantar y perseverar en la fe, a pesar de las muchas dificultades que se le opongan. Y esta perseverancia en el servicio de Cristo será la que consiga el triunfo del reino de Jesucristo en medio de todas las persecuciones desencadenadas contra él.

Después de la presentación, San Juan comienza inmediatamente con la narración de la primera visión. Esta tuvo lugar en el día del Señor, es decir, en domingo, día venerado por los cristianos a causa de la resurrección del Señor, que tuvo lugar en tal día. Este texto del Apocalipsis; “El Día del Señor fui arrebatado por el Espíritu", constituye la primera mención expresa del domingo cristiano. Juan fue arrebatado en éxtasis, para que, desligado de la vida de los sentidos, percibiese mejor las cosas divinas. En este estado oye una voz fuerte, como de trompeta, que le intimaba la orden de escribir lo que viese para transmitirlo a las siete iglesias de Asia; “y oí detrás de mí una voz fuerte como una trompeta, que decía: “Escribe en un libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a las siete iglesias que están en Asia”.  Se trata del Apocalipsis entero. Las siete ciudades nombradas, unidas por magníficas vías, formaban un círculo fácil de recorrer para un mensajero llegado de Patmos a Efeso.

4.3   YO SOY EL PRIMERO Y EL ÚLTIMO, EL VIVIENTE.

Juan, al volverse para ver “de quién era esa voz que me hablaba, y vi siete candelabros de oro”. En medio de ellos había;  “a alguien semejante a un Hijo de hombre”, Es Jesucristo que se le aparece en sus funciones de juez escatológico. Jesús empleó con mucha frecuencia esta expresión daniélica, aplicándosela a sí mismo. Era un título mesiánico que ponía de realce las cualidades humanas de Cristo. El autor del Apocalipsis describe las prerrogativas de Cristo simbólicamente; “revestido de una larga túnica que estaba ceñida a su pecho con una faja de oro” designa la dignidad regia del Mesías. El sumo sacerdote de la Antigua Ley llevaba también una larga túnica talar, ceñida con una faja de cuatro dedos de ancho.

A la vista de esta aparición, San Juan sufre un desmayo, “caí a sus pies, como muerto”, del que le hace volver Cristo, que le conforta, inspirándole confianza. “No temas”. A continuación Cristo se presenta como resucitado. Yo soy el Primero y el Último, el Viviente. Y reivindica una triple prerrogativa: en primer lugar afirma su poder sobre la vida “tengo las llaves la muerte y del abismo”. Seguramente el autor sagrado alude aquí al descenso de Cristo a los infiernos para librar a los allí detenidos. Jesucristo es señor del infierno porque tiene las llaves, es decir, el poder para penetrar en aquel lugar misterioso en donde estaban reunidos los muertos. Y es dueño de la muerte, porque sobre ella ejerce su soberanía.

Una segunda prerrogativa de Cristo es la de tener derecho de gobierno sobre las iglesias. Y, finalmente, es dueño de los destinos de esas mismas iglesias y del mundo entero. Las iglesias están representadas por siete candelabros, porque participan de la luz de Cristo.

5.    EVANGELIO

Las palabras de Jesús a los apóstoles son un modo de anunciar el inicio de lo que luego será la comunidad eclesial: los exhorta a vivir la reconciliación y los envía al mundo. En definitiva, eso mismo vino a hacer Jesús: enviado por el Padre, vino a reconciliar a todos los hombres. La comunidad, entonces, es enviada como lo fue el Hijo, para continuar con su obra.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. Jn 20, 19-31

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a Mí, Yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”. Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Palabra del Señor.

5.1   AL ATARDECER DEL PRIMER DÍA DE LA SEMANA

Estas apariciones a los apóstoles son destacadas en el Evangelio de San Juan para relatarnos su particular importancia, estos son hechos excepcionales. La primera aparición, sucede en la “tarde” del mismo día de la resurrección, cuyo nombre de la semana era llamado por los judíos como lo pone aquí San Juan, “el primer día de la semana.”

Los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Suponemos que los once apóstoles están juntos, sin embargo también se puede presumir que posiblemente hubiese con ellos otras personas, pero estas no se citan.

El relato evangélico no precisa el lugar donde sucedieron estos hechos, no obstante creíblemente podría ser en el cenáculo (Hech 1:4.13). Los sucesos de aquellos días, siendo ellos los discípulos del Crucificado, les tenían temerosos. Esa es la razón por la cual se ocultaban y permanecían a puertas cerradas. Temía la intromisión inesperada de sus enemigos

5.2   EL ESTADO “GLORIOSO” EN QUE SE HALLA CRISTO RESUCITADO

Pero la entrega de este detalle tiene también por objeto demostrar el estado “glorioso” en que se halla Cristo resucitado cuando se presenta ante ellos. Es así como inesperadamente, Cristo se apareció en medio de ellos. En el relato de Lucas, se comenta que quedaron “despavoridos,” pues creían ver un “espíritu” o un fantasma.

Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Con ello les dispensó lo que ésta llevaba adjunto (cf. Lc 24:36-43). San Juan omite lo que dice en evangelio de Lucas, sobre que no se turben ni duden de su presencia. Aquí, al punto, como garantía, les muestra “las manos,” que con sus cicatrices les hacían ver que eran las manos días antes perforadas por los clavos, y “el costado,” abierto por la lanza; en ambas heridas, mostradas como títulos e insignias de triunfo, tal así que Tomás podría poner sus dedos.

En evangelio de Lucas se relata que les muestra “sus manos y pies,” y se omite lo del costado, sin duda porque se omite la escena de Tomás. Ni quiere decir esto que Cristo tenga que conservar estas señales en su cuerpo. Como se mostró a Magdalena seguramente sin ellas, y a los peregrinos de Emaús en aspecto de un caminante, así aquí, por la finalidad apologética que busca, les muestra sus llagas. Todo depende de su voluntad. Esta, como la escena en Lucas, es un relato de reconocimiento: aquí, de identificación del Cristo muerto y resucitado; en Lucas es prueba de realidad corporal, no de un fantasma.

Bien atestiguada su resurrección y su presencia sensible, San Juan transmite esta escena de trascendental alcance teológico.

5.3   COMO EL PADRE ME ENVIÓ A MÍ, YO TAMBIÉN LOS ENVÍO A USTEDES.

Jesús anuncia a los apóstoles que ellos van a ser sus “enviados,” como Él lo es del Padre. Es un tema constante en los evangelios. Ellos son los “apóstoles” (Mt 28:19; Jn 17:18, etc.).

Jesucristo tiene todo poder en cielos y tierra y los “envía” ahora con una misión concreta. Los apóstoles son sus enviados con el poder de perdonar los pecados. Para ese tiempo, ese envío era algo insólito. En el Antiguo Testamento, sólo Dios perdonaba los pecados. Por eso, de Cristo, al considerarle sólo hombre, decían los fariseos escandalizados: Este “blasfema. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?” (Mc 2:7).

5.4   AL DECIRLES ESTO, SOPLÓ SOBRE ELLOS Y AÑADIÓ: “RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO”

El Espíritu Santo es el “don” por excelencia, infinito como infinito es Dios; aunque quien cree en Cristo ya lo posee, puede sin embargo recibirlo y poseerlo cada vez más. La donación del Espíritu Santo los Apóstoles en la tarde de la Resurrección demuestra que ese don inefable, indescriptible, está estrechamente unido al misterio pascual; es el supremo don de Cristo que, habiendo muerto y resucitado por la redención de los hombres, tiene el derecho y el poder de concedérselo. La bajada del Espíritu en el día de Pentecostés renueva y completamente este don, y se realiza no de una manera íntima y privada, como en la tarde de Pascua, sino en forma solemne, con manifestaciones exteriores y públicas indicando con ello que el don del Espíritu no está reservado a unos pocos privilegiados sino que está destinado a todos los hombres como por todos los hombres murió, resucitó y subió a los cielos Cristo. El misterio pascual culmina por lo tanto no sólo en la Resurrección y en la Ascensión, sino también en el día de Pentecostés que es su acto conclusivo.

5.5   “LOS PECADOS SERÁN PERDONADOS A LOS QUE USTEDES SE LOS PERDONEN, Y SERÁN RETENIDOS A LOS QUE USTEDES SE LOS RETENGAN”.

Al decir esto, “sopló” sobre ellos. Es símbolo con el que se comunica la vida que Dios concede (Gen 2:7; Ez 37:9-14; Sab 15:11). Por la penitencia, Dios va a comunicar su perdón, que es el dar a los hombres el “ser hijos de Dios” (Jn 1:12): el poder de perdonar, que es dar vida divina. Precisamente en Génesis, Dios “sopla” sobre Adán el hombre de “arcilla,” y le “inspiró aliento de vida” (Gen 2:7) Por eso, con esta simbólica sopladura explica su sentido, que es el que “reciban el Espíritu Santo.” Dios les comunica su poder y su virtud para una finalidad muy concreta: “Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.

Aquí el regalo del Espíritu Santo a los apóstoles tiene una misión de “perdón.” Los apóstoles se encuentran en adelante investidos del poder de perdonar los pecados. Este poder exige para su ejercicio un juicio. Si han de perdonar o retener todos los pecados, necesitan saber si pueden perdonar o han de retener. Evidentemente es éste el poder sacramental de la confesión.

Por otra parte, para no confundirse, esta no es la promesa del Espíritu Santo que les hace en el evangelio de Juan, en el Sermón de la Cena (Jn 14:16.17.26; 16:7-15), ya que en esos fragmentos se les promete al Espíritu Santo, que se les comunicará en Pentecostés, una finalidad “defensora” de ellos e “iluminadora” y “docente.” En este relato san Juan trata sólo del poder que se confiere del perdón de los pecados. “Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.

5.6   “¡HEMOS VISTO AL SEÑOR!”

En esta aparición del Señor a los apóstoles no estaba el apóstol Tomás, de sobrenombre el mellizo. Si aparece, por una parte, el hombre de corazón y de arranque que relata san Juan 11:16. En el capítulo 14:5 san Juan lo muestra un tanto escéptico. Entonces se diría que es lo que va a reflejarse aquí. No solamente no creyó en la resurrección del Señor por el testimonio de los otros diez apóstoles, y no sólo exigió para ello el verle él mismo, sino el comprobarlo. Es así como el necesitaba ver las llagas de los clavos en las manos del Señor, y aún más, meter su dedo en ellas, lo mismo que su mano en la llaga del costado de Cristo, la que había sido abierta por el golpe de lanza del centurión. Entonces, sólo a este precio creerá.

5.7   “TRAE AQUÍ TU DEDO: AQUÍ ESTÁN MIS MANOS.”

Pero a los ocho días se realizó otra vez la visita del Señor. Estaban los apóstoles juntos, probablemente en el mismo lugar, y Tomás con ellos. Y vino el Señor otra vez, cerradas las puertas. San Juan relata esta escena muy sobriamente. Y después de desearles la paz "¡La paz esté con ustedes!", se dirigió a Tomás y le dijo: Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos y le mandó que cumpliese en su cuerpo la experiencia que él exigía diciéndole: Acerca tu mano, métela en mi costado. En adelante, no seas incrédulo, sino hombre de fe.

No dice explícitamente el relato si Tomas llegó a introducir el dedo en las llagas para cerciorarse, al contrario lo exceptúa al decirle Cristo: Ahora crees, porque me has visto. La evidencia de la presencia de Cristo había de deshacer la obstinación de Tomás.

5.8   ¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!

Tomas exclamo: “¡Señor mío y Dios mío!” Esta exclamación encierra una riqueza teológica grandiosa y hermosísima. Esta es un reconocimiento de Cristo, es un afirmación de quién es El. Es, además, esta enunciación, uno de los pasajes del evangelio de san Juan junto con el prólogo, en donde explícitamente se proclama la divinidad de Cristo. Dado el lento proceso de los apóstoles en ir valorando en Cristo su divinidad hasta la gran clarificación de Pentecostés, sin duda la frase es una explicitación de san Juan a la hora de la composición de su evangelio. Pero supone el acto de fe de Tomás.

5.9   “AHORA CREES, PORQUE ME HAS VISTO.”

Tomás fue reprochado, no porque el ver para creer sea malo, sino por haber rechazado el testimonio de los otros apóstoles que vieron. Para creer hay que verlo directamente, como los apóstoles, o indirectamente, como nosotros, que nos apoyamos en el ver y en la predicación solemne y pública de los apóstoles.

La fe es un don de Dios, pero tiene también sus bases humanas, como es el estudio y el testimonio de los testigos.

Este Evangelio nos enseña una lección de fe y, nos invita a no esperar signos visibles para creer. Pero también es comprensible que Tomás quisiera experimentar por sí mismo, del mismo modo como nos gusta a nosotros experimentar por nosotros mismos, porque a Cristo se le debe experimentar en primera persona. Es cierto que la ayuda de los amigos como los consejos de nuestro director espiritual son válidos, pero al final solo depende de nosotros mismos dar ese gran paso a la fe, y entregarnos con toda confianza a los brazos del Señor.

El Señor permite a Tomás esta experiencia, se aparece a los apóstoles e inmediatamente le habla, me imagino la emoción de Tomás al verle, tal vez entristecido por haber dudado, pero al mismo tiempo agradecido por este actitud de Cristo y, así, el hace ese hermoso reconocimiento a la divinidad de Jesús con esta hermosa oración de alabanza: “Señor mío y Dios mío.”

5.10   ¡FELICES LOS QUE CREEN SIN HABER VISTO!

Dice el Señor: “¡Felices los que creen sin haber visto!” La respuesta de Cristo a esta confesión de Tomás acusa el contraste, se diría un poco irónico, entre la fe de Tomás y la visión de Cristo resucitado, para proclamar bienaventurados a los que creen sin ver. No es censura a los motivos racionales de la fe y la credibilidad, como tampoco lo es a los otros diez apóstoles, que ocho días antes le vieron y creyeron, pero que no plantearon exigencias ni condiciones para su fe, ya que ellos no tuvieron la actitud de Tomás, que se negó a creer a los testigos para admitir la fe si él mismo no veía lo que no sería posible verlo a todos, ni por razón de la lejanía en el tiempo, ni por haber sido de los elegidos por Dios para ser testigos de su resurrección (Hech 2:32; 10:40-42). Es la bienaventuranza de Cristo a los fieles futuros, que aceptan, por tradición ininterrumpida, la fe de los que fueron elegidos por Dios para ser testigos oficiales de su resurrección y para transmitirla a los demás. Es lo que Cristo pidió en la Oración Sacerdotal: No ruego sólo por éstos (por los apóstoles), sino por cuantos crean en mí por su palabra” (Jn 17:20).

Cristo es "nuestra paz" (Ef 2, 14), la Paz de Cristo Resucitado para todos

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

II DOMINGO DE PASCUA C

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd.

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