Reflexión desde las Lecturas del Domingo 2 de febrero, Presentación del Señor

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    PORQUE MIS OJOS HAN VISTO LA SALVACIÓN QUE PREPARASTE DELANTE DE TODOS LOS PUEBLOS.

A los cuarenta días del nacimiento, Jesús es presentado en el templo. El texto evangélico subraya que ello sucede para cumplir la Ley de Moisés, que es asimismo la Ley del Señor. Es un detalle que manifiesta el realismo de la encarnación del Hijo de Dios: hecho hombre, se hace en todo igual a nosotros menos en el pecado, y actúa como uno de tantos, como un hombre cualquiera, sometiéndose a las más mínimas prescripciones de la Ley. Profunda obediencia y humildad del Hijo de Dios.

La presentación significa también que Dios nos presenta a su Hijo, como lo reflejan las palabras de Simeón: “porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos”. Dios Padre nos manifiesta y da a conocer a su Hijo. Y nosotros, por la eficacia y la gracia de la liturgia, podemos conocer y tener experiencia de Cristo. La experiencia de ver, oír y tocar a Cristo (1 Jn 1,1) no es exclusiva de los apóstoles. También a nosotros se nos concede hoy. Dios Padre nos presenta a su Hijo para que también nuestros ojos vean al Salvador. La única condición es que salgamos decididos al encuentro de Cristo.

María ofrece a su Hijo a Dios para significar que pertenece. Todo primogénito es ofrecido a Dios porque la vida es de Dios y viene de Él. Pero Jesús es el Primogénito de toda criatura y pertenece a Dios más que nadie. Desde el principio de su vida humana, Cristo se manifiesta con-sagrado, dedicado al Señor, y toda su existencia testimoniará de mil maneras –viviendo para el Padre, agradándole en todo, dedicándose a sus cosas-, esa total pertenencia al Padre.

2.    PRIMERA LECTURA Mal 3, 1-4

Como ningún personaje de su época merece despertar esperanza mesiánica alguna, Malaquías prefiere proyectarla sobre el mismo Señor. Pero la teocracia que prevé es de naturaleza cultual. El Señor vendrá a su Templo y ello será ocasión de una renovación profunda de la casta sacerdotal. En la persona del Niño Jesús presentado en el Templo, es Dios quien viene con él para purificar el culto y salvar al pueblo.

Lectura de la profecía de Malaquías.

Así habla el Señor Dios: Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí. Y en seguida entrará en su Templo el Señor que ustedes buscan; y el Ángel de la alianza que ustedes desean ya viene, dice el Señor de los ejércitos.

¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién permanecerá de pie cuando aparezca? Porque él es como el fuego del fundidor y como la lejía de los lavanderos. Él se sentará para fundir y purificar: purificará a los hijos de Leví. Y los depurará como al oro y la plata; y ellos serán para el Señor los que presentan la ofrenda conforme a la justicia. La ofrenda de Judá y de Jerusalén será agradable al Señor, como en los tiempos pasados, como en los primeros años.

Palabra de Dios.

2.1 EL ÁNGEL PRECURSOR

Malaquías, significa “Mi mensajero,” o transcribiendo con los LXX, es “Ángel del Señor”. Este es el nombre que la tradición da al último profeta escritor del Antiguo Testamento. Sin embargo, son muchos los autores que creen que Malaquías es un seudónimo (“mi enviado”) adoptado por un escritor anónimo en relación con el mi enviado o mi ángel justamente del texto que nos trae hoy la Liturgia 3, 1-4

En el Libro de Malaquías, El profeta les presenta la gran protección del Señor para con su pueblo en la historia y la ingratitud de los israelitas para con El. En concreto, los sacerdotes son los que menos corresponden a esta calidad de elegidos de Dios, y procuran ofrecer en el templo lo peor de sus bienes y ganados. Por ello, el Señor sustituirá estos actos de culto impuros por una oblación inmaculada en todo el orbe. Por otra parte, el Señor enviará un juicio purificador para consumir a los pecadores.

El profeta tiene que enfrentarse con una sociedad desilusionada que en gran parte ha perdido la fe en su Dios. Los sacerdotes deben dar ejemplo de vida pura e incontaminada y mostrar celo por los actos de culto. Precisamente porque no cumplen sus obligaciones sacrificiales, El Señor Dios va a inaugurar un nuevo culto que no va a estar vinculado al templo de Jerusalén, y se le ofrecerá una ofrenda pura desde “donde sale el sol hasta el ocaso.”

A la pregunta de por qué los impíos prosperan, el profeta contesta que se acerca el día de la justicia divina. La manifestación del Señor será precedida de su mensajero o ángel, que en versículo 4:23 es identificado con Elías. El Ángel de la alianza es el mismo Señor o Yahvé, que realizará el juicio discriminador sobre los pecadores. El título de Ángel de la alianza hay que relacionarlo con las expresiones del Antiguo Testamento, donde aparece un ángel como instrumento de la alianza del Sinaí. Por otra parte, la expresión es paralela a la de Ángel del Señor, que muchas veces equivale al Señor mismo, manifestándose en la historia. En nuestro texto de Mal 3:1, la expresión Ángel de la alianza es paralela al Señor, y ha de entenderse como un nombre explicativo aplicado al Señor, que va a hacer una nueva alianza con su pueblo.

El profeta anuncia la llegada de Dios, que viene a purificar a su pueblo para entrar de nuevo en relaciones más íntimas con él; “¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién permanecerá de pie cuando aparezca? Porque él es como el fuego del fundidor y como la lejía de los lavanderos”. Su obra depuradora se ejercerá, sobre todo, en la clase sacerdotal, los hijos de Leví; “Él se sentará para fundir y purificar: purificará a los hijos de Leví. Y los depurará como al oro y la plata; y ellos serán para el Señor los que presentan la ofrenda conforme a la justicia”, contra los que había lanzado los mayores reproches por su infidelidad. El Señor va a actuar como fuego y como lejía para lavar y acrisolar los valores de la clase sacerdotal, de forma que subsistan sólo los que son dignos y fieles a su ministerio. Sólo así podrán presentar sus oblaciones en justicia, con las debidas disposiciones morales en consonancia con su misión, entonces; “La ofrenda de Judá y de Jerusalén será agradable al Señor, como en los tiempos pasados, como en los primeros años”.

3.    SALMO 23, Canto Procesional.

Himno procesional en forma dialogada, en el que se celebra la entrada triunfal del Señor en su templo. Según la indicación del título, el salmo es del propio David; y en ese supuesto habría sido compuesto con motivo del traslado del arca de Cariatiarim al monte de Sión. De hecho los v.7-10 tienen un aire de arcaísmo que bien puede llevarnos a los tiempos de David.

Sal 23, 7-10

R. El Rey de la gloria es el Señor de los ejércitos.

¡Puertas, levanten sus dinteles, levántense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria! R.

¿Y quién es ese Rey de la gloria? Es el Señor, el fuerte, el poderoso, el Señor poderoso en los combates. R.

¡Puertas, levanten sus dinteles, levántense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria! R.

¿Y quién es ese Rey de la gloria? El Rey de la gloria es el Señor de los ejércitos. R.

3.1 “REY DE LA GLORIA”,

El salmista asiste a una procesión — -quizá con el arca de la alianza — y, entusiasmado ante la manifestación de religiosidad y sobrecogido por la majestad del Dios que no cabe en los cielos, según declara el propio Salomón en su oración el día de la inauguración del templo, pide enfáticamente a las puertas del santuario que ensanchen sus dinteles para que pueda entrar el Rey de la gloria, el Rey glorioso por excelencia. “¡Puertas, levanten sus dinteles, levántense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria!”.

Es la única vez en que se da ese título Rey de la gloria” al Señor en el Antiguo Testamento.

“Levanten sus dinteles, levántense, puertas eternas”, son los portales eternos porque son renombrados por su antigüedad o están destinados a un porvenir prolongado. A la invitación enfática, con acentos de presunción, del salmista, que reclama más altura para que entre el Rey de la gloria, contestan las mismas puertas del templo: ¿Y quién es ese Rey de la gloria?” Y la respuesta es retadora: Es el Señor... el Héroe en el combate; “Es el Señor, el fuerte, el poderoso, el Señor poderoso en los combates”.  Estas son las credenciales del que entra triunfalmente en el templo. Como tal viene a que públicamente se le reconozca su soberanía. La expresión recuerda ¡a del cántico de Moisés: “El Señor es un hombre guerrero” (Ex 15:3), y como tal “reinará por siempre” (Ex 15:18). En la literatura bíblica, el Señor aparece muchas veces como “el Señor de los ejércitos”, que en los momentos decisivos de las batallas con los enemigos de Israel salva a su pueblo.

El título de “Dios héroe”, “el Dios Fuerte, “el Dios poderoso” no es raro en los escritos bíblicos, (Cf. Dt 10:17; Jer 32:18; Is 10:21; Neh 9:32) aunque menos corriente que la fórmula reproducida Dios de los ejércitos, o “Señor de los Ejércitos” expresión que primeramente designaba a Dios como Señor de las constelaciones siderales, que se mueven armónicamente como un ejército, y después se aplicó a Dios como Señor del ejército de la creación; finalmente, se le dio el sentido guerrero de Dios de los ejércitos de Israel, su protector y generalísimo. En la estructura del salmo, la expresión Dios de los ejércitos representa como la culminación de la gradación conceptual ascendente. Es la primera vez que aparece esta denominación en el Salterio. El salmista recalca la grandeza del Soberano que entra simbólicamente en el templo; y por eso considera pequeñas las puertas antiguas o eternas y las invita a: “Puertas, levanten sus dinteles, levántense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria!”, pues son incapaces de acoger al “Rey de la gloria”, al Héroe del combate, al Dios de los ejércitos, títulos todos sobrecogedores que reflejan la grandeza del Dios de Israel,

4.    SEGUNDA LECTURA Heb 2, 14-18

Es de consanguinidad de lo que habla el autor para expresar la relación entre Cristo y los hombres. Todos los hombres morimos.

La solidaridad del Hijo con los hombres exigía que también él muriera. Su muerte tenía como finalidad reducir a la impotencia al señor de la muerte y abrir a la humanidad las puertas de la vida. Pero, en razón de esta misma participación, hasta en la prueba del sufrimiento, Cristo ejerce su función sacerdotal de “sumo sacerdote misericordioso y fiel”, expiando por los pecados del pueblo. Sabemos desde ahora cuál es la naturaleza del culto agradable al Padre.

Este culto es el de la obediencia perfecta a Dios en la asunción integral de la condición humana. El templo será en adelante el cuerpo de Cristo.

Lectura de la carta a los Hebreos 2, 14-18

Hermanos: Ya que los hijos tienen una misma sangre y una misma carne, Jesús también debía participar de esa condición, para reducir a la impotencia, mediante su muerte, a aquél que tenía el dominio de la muerte, es decir, al demonio, y liberar de este modo a todos los que vivían completamente esclavizados por el temor de la muerte. Porque él no vino para socorrer a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham. En consecuencia, debió hacerse semejante en todo a sus hermanos, para llegar a ser un Sumo Sacerdote misericordioso y fiel en el servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo. Y por haber experimentado personalmente la prueba y el sufrimiento, él puede ayudar a aquéllos que están sometidos a la prueba.

Palabra de Dios.

4.1 CRISTO, SUMO SACERDOTE MISERICORDIOSO Y FIEL

El autor de la carta desarrolla la idea de solidaridad entre Cristo y los hombres. El término “hijos” del texto de Isaías (v.13) le da pie para hablar ya claramente de la naturaleza humana de Cristo, que se hace en todo semejante a nosotros a fin de destruir con su muerte el imperio de la muerte y expiar nuestros pecados, “a fin de expiar los pecados del pueblo”, convirtiéndose en nuestro gran sacerdote; “para llegar a ser un Sumo Sacerdote”. La idea de que Cristo con su muerte ha destruido el pecado y la muerte, y consiguientemente el imperio del diablo que a través de pecado y muerte reinaba, es frecuente en casi todas las cartas de San Pablo. Notemos únicamente la expresión tan gráfica: “liberar de este modo a todos los que vivían completamente esclavizados por el temor de la muerte”.  No que para que en los cristianos no exista también la muerte; pero no existe, si viven en cristiano, ese temor deprimente de la muerte que los convierte en esclavos (cf. Flp 1:23; 1 Tes 4:13; Mt 10:28).

La idea la de la función sacerdotal de Cristo. Es aquí donde el título de “sacerdote,” o más exactamente “Sumo sacerdote” aparece por primera vez aplicado a Cristo. En los capítulos siguientes se hablará con amplitud de esta función sacerdotal (cf. 4:14-10:18). De momento, la afirmación principal es la siguiente: “En consecuencia, debió hacerse semejante en todo a sus hermanos, para llegar a ser un Sumo Sacerdote misericordioso y fiel en el servicio de Dios”. Cristo, “Sumo sacerdote misericordioso y fiel”, hubo de “hacerse semejante en todo a sus hermanos asemejarse en todo a sus hermanos. No se explica más en qué consista esa semejanza; pero, como claramente se deduce del v.18, es semejanza no simplemente por comunidad de naturaleza, sino por comunidad de naturaleza con todas las consecuencias ahí implicadas, de dolor y sufrimiento e incluso la muerte. “Y por haber experimentado personalmente la prueba y el sufrimiento, él puede ayudar a aquéllos que están sometidos a la prueba”. Es así, por la experiencia en el dolor, como nuestro gran sacerdote, Jesucristo, recibe plena aptitud para su función de sacerdote, entre cuyos atributos más característicos, además de su fidelidad; “fiel en el servicio de Dios” o lealtad a Dios, ha de estar la misericordia hacia los seres humanos.

Valen para este caso, a título meramente ilustrativo, citar aquí las conocidas palabras de Virgilio puestas en boca de Dido: “Probada por la desgracia, he aprendido a socorrer a los desventurados.”

5.    EVANGELIO, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor

Jesús aparece en el Templo como la luz que ilumina a todas las naciones. Así lo canta Simeón. Lucas hace decir a Simeón que la “gloria” se ha manifestado, pero que ésta se llevará a cabo en el sufrimiento y la humillación. El Mesías traerá la división y la contradicción y, a causa de él, una espada traspasará el alma de María. En cuanto al testimonio de Ana viene a confirmar de propósito el de Simeón. La ley exigía, al menos, dos testigos para garantizar la autenticidad de un hecho, y Ana es idónea como testigo; con ella la esperanza de los “pobres de Yahvé” descubre su objeto en la persona de Jesús.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas  2, 22-40

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación de ellos, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: --Todo varón primogénito será consagrado al Señor--. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel.

El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: --Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel--. Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: -- Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos --. Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

Palabra del Señor.

5.1 LO HICIERON PARA DARNOS UN EJEMPLO A NOSOTROS, QUE SOMOS PECADORES Y PENITENTES.

El Evangelio nos relata la purificación de la Santísima Virgen, y la presentación de Jesús en el templo. Ellos no estaban obligados a hacerlo, es decir obligado a estas leyes, entonces San Bernardo nos da una explicación de que lo hicieron no por necesidad de ser purificados, o el ser circuncidado, lo hicieron para darnos un ejemplo a nosotros, que somos pecadores y penitentes.

5.2 “CUANDO LLEGÓ EL DÍA FIJADO POR LA LEY DE MOISÉS PARA LA PURIFICACIÓN”.

A fin de comprender mejor este fragmento del evangelio, comento lo siguiente: dice al comienzo, “Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación”. En Levíticos, 12, 1-8, están fijadas la obligaciones a las que se refieren, que cuando una mujer concibe y da a luz a un hijo Varón, es considerada impura por un período siete días, al octavo debe circundar al hijo, y luego debe permanecer treinta y tres días más impura, no debe tocar nada santo ni puede concurrir al santuario. Si da a luz una hija, el tiempo aumenta a ochenta días. Luego continúa "Cuando se cumplan los Días de su Purificación, por un hijo o por una hija, Llevará al sacerdote un cordero de un año para el holocausto, y un Pichón de paloma o una Tórtola para el sacrificio por el pecado. Pero si no tiene lo suficiente para un cordero, traerá dos Tórtolas o dos pichones de paloma, el uno para el holocausto y el otro para el sacrificio por el pecado. El sacerdote hará expiación por ella, y quedará purificada."

Este es el caso de María, que además era pobre. Estas ofrendas, una era sacrificada en holocausto de adoración, y la otra por el “pecado”. Pero no se refiere a un “pecado mortal”, sino a algo legal, por el hecho del alumbramiento, en donde se habla de estos sacrificios de expiación por haber transgredido algo prohibido “legalmente”, como por ejemplo tocar un cadáver o un reptil prohibido, y si lo hiciese incluso sin darse cuenta, debe confesar su pecado.

5.3 LLEVARON AL NIÑO A JERUSALÉN PARA PRESENTARLO AL SEÑOR

Sigue el evangelio: “Llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: “Todo varón primogénito será consagrado al Señor”. “Conságrame todo primogénito” (Ex 13,2) Al principio los “primogénitos” estaban destinados al culto, pero luego se sustituyó este sacerdocio por la tribu de Leví y quedó establecido un simbólico “rescate” de estos primogénitos. María aprovechó para llevar consigo al Niño y hacer que José, seguramente, pagase allí el “rescate” por el mismo, consistente en cinco siclos. Aunque se dice que sus “padres” le llevaron a Jerusalén, los que están en situación son el Niño, al que hay que “rescatar,” y su madre, que va a obtener la declaración “legal” de su purificación. El término usado para “presentarlo al Señor” es término usado para llevarlo al altar.

5.4 “VIVÍA ENTONCES EN JERUSALÉN UN HOMBRE LLAMADO SIMEÓN”

Sigue el evangelio, “Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón”. El evangelio presenta en escena un hombre santo: “justo”, que cumplía los preceptos de Dios, y “piadoso”, hombre de fe viva, religioso. Estos adjetivos acusan esmero por cumplir los deberes morales. Vivía en Jerusalén, y se llamaba Simeón, nombre usual judío. Era un hombre que debía de pertenecer a los “círculos” religiosos y que animaban su esperanza con la próxima venida del Mesías, tan acentuada por entonces en aquel medio ambiente. El Espíritu Santo estaba “sobre él”; gozaba de carismas sobrenaturales. Debía de ser de edad avanzada. Y tenía la promesa del Espíritu Santo, de que no moriría sin haber visto al Cristo del Señor, al Mesías, es decir, la “consolación” de Israel, que él esperaba.

5.5 ERA UN HOMBRE SANTO, QUE GOZABA DE CARISMAS.

El Espíritu Santo, comenzó en el anciano Simeón, su acción espiritual para que conociera a Jesús y lo recibieran como el Mesías prometido. Impulsado por el Espíritu, vino al templo cuando los padres traían al Niño. Era un hombre santo, que gozaba de carismas. Y tomándolo en sus brazos, “bendijo” a Dios. Los rabinos tomaban a los niños en brazos para bendecirlos. Conforme a la revelación tenida, Simeón ha visto al Mesías. Su vida sólo aspiró a esto: a gozar de su venida y visión, que era el ansia máxima para un israelita. Por eso lo puede dejar ya ir “en paz,” es decir, con el gozo del mesianismo, en el que estaban todos los bienes cifrados. El Mesías es “tu salvación”, la que Dios envía: Jesús (Is 40:5).

5.6 “SU PADRE Y SU MADRE ESTABAN ADMIRADOS”

Pero este Mesías tiene dos características: es un Salvador universal: “para todos los pueblos”; es el mesianismo profético y abrahámico; y es un mesianismo espiritual, no de conquistas políticas, sino “luz” para “iluminar a las gentes” en su verdad. Pero siempre quedaba un legítimo orgullo nacional: el Mesías sería siempre “gloria de tu pueblo, Israel,” de donde ha salido. También San Pablo, en Romanos, mantendrá este privilegio de Israel.

Relata san Lucas; “Su padre y su madre estaban admirados”, ante esto. Era la admiración ante el modo como Dios iba revelando el misterio del Niño, y la obra que venía a realizar. De nadie sino del Espíritu le podía venir este conocimiento profético.

5.7 ESTE NIÑO SERÁ CAUSA DE CAÍDA Y DE ELEVACIÓN PARA MUCHOS EN ISRAEL

Simeón los “bendijo.” Con alguna fórmula, invocó la bendición de Dios sobre ellos. No es extraño este sentido de “bendición” en un anciano y un profeta. Pero, dirigiéndose especialmente a su madre, le dijo proféticamente: “Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción” Va a ser “signo” (Is 8:18) de contradicción. La vida de Cristo ha sido esto: desde tenerlo por endemoniado hasta confesarlo por Mesías. Como dirá San Pablo, su doctrina fue “escándalo” para los judíos (1 Cor 1:23) 38. Jesús será la señal de contradicción. En Efecto, unos lo amarán, otros lo odiarán; unos estarán dispuestos a morir por El, mientras otros no cesarán en su esfuerzo por hacerlo desaparecer de la historia y de la faz de la tierra.

5.8 “Y A TI MISMA UNA ESPADA TE ATRAVESARÁ EL CORAZÓN”

Sigue luego: “Y a ti misma una espada te atravesará el corazón” Esto es algo trágico, “Una espada de dolor atravesará tu alma.” No será sólo para ella el dolor de una madre por la persecución, calumnia y muerte de su hijo. Observo que en el texto no se dirige a San José, que, sin duda, está allí presente, pues “Simeón los bendijo”. Esta profecía, dirigida personal y exclusivamente a ella, debe de tener un mayor contenido. Se diría que se ve a la Madre especialmente unida al Hijo en esta obra. María es “Hija de Sión,” entonces lleva dentro de sí el destino espiritual de su pueblo, destacándose aquí el dolor de sus entrañas por lo que significaba Cristo, signo de contradicción.

La Santísima Virgen está asociada a la obra redentora de Cristo. No hay redención sin dolor, y el alma de la Santísima Virgen, será traspasada por la espada del dolor, por todo lo que ella luego sufrió en su corazón por la pasión de su Hijo Jesús.

5.9 “ASÍ SE MANIFESTARÁN CLARAMENTE LOS PENSAMIENTOS ÍNTIMOS DE MUCHOS”

Finalmente el evangelio nos relata; “Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos”. Este término, se entronca con la finalidad que va a seguirse de esa “contradicción” de Cristo: que “se descubran los pensamientos de muchos corazones.” Habrá de tomarse partido por El o contra El: hay que abrir el alma ante la misión de Cristo.

Jesús, venció al mundo y nos advirtió sabiamente, “En el mundo habrá tribulación, pero ánimo, Yo he vencido al mundo”

5.10 UNA PROFETISA LLAMADA ANA

Continua el Evangelio, relatando que había también allí una profetisa llamada Ana, “la profetisa”, es sin duda una mujer muy especial, por esa razón aparece como una figura destacada en este fragmento del evangelio. Ella es una “profetisa,” es decir una mujer consagrada a Dios, con un específico carisma, dada a la piedad y a la animación de estos días donde se realizan estas especiales doctrinas. San Lucas, hace una descripción detallada de la biografía de ella y sus actividades. Su viudez parece un “celibato consagrado”. Su obra no fue al menos exclusivamente, en el templo, pues ella “hablaba” a todos los que esperaban la “liberación” por obra mesiánica. Debió de recibir un fuerte impacto en aquel episodio del templo.

Ana, es como las figura de los laicos comprometidos, que con el testimonio de su palabra, anuncia proféticamente la evangelización en su ambiente, aportando además con un testimonio de vida, con caminos hacia la santidad, con prácticas de constantes oraciones y penitencias.

Ana da un testimonio sobre el Niños Jesús, en un instante de inspiración y dirigida por el Espíritu de Dios. Su actuación, consagrada a la oración, al sacrificio, observando las obligaciones que se deben cumplir, la convierte en una destacada mujer.

5.11 “EL NIÑO IBA CRECIENDO Y SE FORTALECÍA, LLENO DE SABIDURÍA, Y LA GRACIA DE DIOS ESTABA CON ÉL.”

El Niño en el templo, es una escena que nos atrae y nos invita a percibir en el relato diversos motivos a este propósito. En este relato, es la primera palabra que aparece de Cristo en los evangelios. Además, en forma sutil, nos habla de la inteligencia de Cristo, porque dice crece en “sabiduría.” Produce esta escena admiración, porque luego veremos como en los evangelios de “discusión” de Cristo con fariseos y doctores los hace callar. Aquí tiene su preludio y “justificación” al estar demostrando su saber bíblico ante los doctores de la Ley en sus mismas escuelas del templo. Ellos le rinden allí, imparcialmente y aún sin prejuicios, homenaje a su saber.

“El niño iba creciendo y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.” La gracia porque a Jesús, hombre, le fue concedida la gran gracia de que desde que empezó a ser hombre fuese perfecto y fuese Dios. Todavía siendo niño, tenía la gracia de Dios, para que, como todas las cosas en El eran admirables, lo fuese también su niñez, y se cumpliese así la sabiduría de Dios.

Por eso el Hijo de Dios, al hacerse hombre, quiso progresar "en sabiduría, en estatura y en gracia"

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 Domingo Presentación del Señor Ciclo “A”


Fuentes Bibliográficas:

www.caminando-con-jesus.org

Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén


www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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