“CONFORTARON A SUS DISCÍPULOS Y LOS EXHORTARON A PERSEVERAR EN LA FE”….. “ASÍ MANIFESTARÁN A LOS HOMBRES TU FUERZA Y EL GLORIOSO ESPLENDOR DE TU REINO”…. “UN CIELO NUEVO Y UNA TIERRA NUEVA.. DIOS ENTRE LOS HOMBRES”…. “DIJO: “YO HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS”….. “LES DOY UN MANDAMIENTO NUEVO: ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS”….. “ASÍ COMO YO LOS HE AMADO”…. “EN ESTO TODOS RECONOCERÁN QUE USTEDES SON MIS DISCÍPULOS: EN EL AMOR QUE SE TENGAN LOS UNOS A LOS OTROS”.

Reflexión desde las Lecturas del Domingo V de Pascua, Ciclo C

 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    AMOR QUE GLORIFICA

“Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado. El tiempo pascual está todo él centrado en Cristo Resucitado. Por su muerte y resurrección, Cristo ha sido glorificado. No se trata sólo de volver a la vida. El crucificado, el “varón de dolores”, ha sido inundado de la vida de Dios, experimenta una felicidad sin fin, ha sido enaltecido como Señor. A la luz de la Resurrección entendemos el amor del Padre a su Hijo, pues buscaba glorificarle de esa manera. Y también a nosotros Dios busca glorificarnos: “Los sufrimientos de ahora no son comparables con la gloria que un día se manifestará en nosotros” (Rom 8,18).

Dios ha sido glorificado en Él”. A lo largo del evangelio, Jesús ha repetido que no busca su gloria (Jn 8,50). Es admirable este absoluto desinterés de Jesús que sólo desea que el Padre sea glorificado en él. También esta es la postura del auténtico cristiano. Completamente olvidado de sí mismo, sólo pretende la gloria de Dios. “Ya comáis, ya bebáis, ya hagáis cualquier cosa, hacedlo todo para gloria de Dios” (1 Cor 10,31). Sólo pretende que a través de sus pala­bras y obras Dios sea glorificado en él, que Dios manifieste su amor, su poder, su sabiduría, su gloria, que Dios sea conocido y amado.

En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos”. Dios es glorificado en nosotros cuando nos dejamos inundar por su amor y este amor revierte hacia los demás. Esta es no “una” señal, sino “la” señal, el signo inconfundible de los discípulos de Cristo y participado de él. Sólo mirando a Cristo y bebiendo de Él somos capaces de amar de verdad.  (Julio Alonso Ampuero, Meditaciones Bíblicas sobre el Año Litúrgico)

2.    PRIMERA LECTURA Hech 14, 21-27

El recorrido de Pablo por las ciudades paganas es una muestra de su celo apostólico. En cada ciudad era necesario organizar la comunidad, por eso uno de los objetivos era también establecer autoridades. La Iglesia no debía quedar a la deriva. La autoridad establecida por Pablo buscaba cuidar que la fe se mantuviera y creciera hasta la venida del Señor. La autoridad aparece entonces como un servicio para la fe de la comunidad.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía de Pisidia. Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. En cada comunidad, establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Luego anunciaron la Palabra en Perge y descendieron a Atalía. Allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir. A su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos.

Palabra de Dios.

2.1  CONFORTARON A SUS DISCÍPULOS Y LOS EXHORTARON A PERSEVERAR EN LA FE

Terminada la evangelización de Derbe, Pablo y Bernabé determinan regresar a Antioquía de Siria, iglesia que había sido escenario de sus primeros trabajos apostólicos, y de la que habían partido para este su primer gran viaje misional.

El regreso va a hacerse siguiendo el mismo camino que habían traído, pero en sentido inverso: “Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Luego anunciaron la Palabra en Perge”. De allí bajarán a Atalía, puerto principal de la región, embarcando para Siria, y llegando a Antioquía; “y descendieron a Atalía. Allí se embarcaron para Antioquía”.

La razón de que eligieran el mismo camino de regreso es manifiesta querían volver a pasar por las comunidades recientemente fundadas para fortalecerlas en la fe; “Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios”. Y completar su organización. En este sentido tenemos el dato importantísimo de que, al pasar por estas comunidades; “En cada comunidad, establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído”. Quizás a alguno extrañe que se atrevan a volver por las mismas ciudades, siendo así que de muchas de ellas hubieron de salir huyendo; pero téngase en cuenta que el verdadero apóstol no rehúye el peligro cuando lo pide el bien de las almas, y que más que predicar públicamente es probable que se limitasen a la organización de las comunidades, por lo que podían pasar casi inadvertidos en la ciudad. Llegados a Antioquía, reúnen a la iglesia y cuentan que; “A su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos”.

Todo esto se trata de un momento de importancia fundamental para la vida de la comunidad y, por consiguiente, tiene que ir acompañado de la oración, del ayuno, de la entrega confiada en manos del Señor. Pablo y Bernabé vuelven a la Iglesia de Antioquía de Siria, que era la que había preparado su viaje. La misión apostólica, así como la responsabilidad eclesial, son, en efecto, tareas que el Señor mismo confía a algunos, pero de las que debe hacerse cargo toda la comunidad, sosteniéndolos con la oración y el ofrecimiento del sacrificio. De ahí que los apóstoles, apenas llegados a su destino, reúnan a todos los hermanos para contarles lo que “Dios” había obrado sirviéndose de ellos y cómo había abierto él mismo a los paganos “la puerta de la fe”. Suya es la misión, suya es la gracia, suyo el fruto. A él dan toda la gloria los apóstoles.

3.    SALMO Sal 144, 8-13

R. Bendeciré tu Nombre eternamente, Dios mío, el único Rey.

O bien: Aleluya.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. R.

Que todas tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder. R.

Así manifestarán a los hombres tu fuerza y el glorioso esplendor de tu reino: tu reino es un reino eterno, y tu dominio permanece para siempre. R.

3.1  TE ALABARÉ, DIOS MÍO, A TI, EL ÚNICO REY

Este salmo es un bello himno a los atributos divinos, manifestados en las obras maravillosas del Señor en favor de los hombres.

Este salmo, que comienza Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey”, se le da el título de Alabanza al Dios que es Rey y la Majestad y bondad de Dios. El salmista alaba al Señor, que está dotado de hermosura y es admirable por su grandeza, misericordia, omnipotencia, verdad, providencia y justicia. Es un canto a los atributos divinos manifestados en las obras maravillosas del Señor en favor de los hombres.

Es alabanza a Dios por su grandeza y por su misericordia: El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia”. El Señor, en todas sus obras, aparece lleno de su bondad y cariño. Todo nos habla de su amor. “Dios es amor”, (1 Jn 4, 5). Dios es fiel a sus promesas: “Pero por el amor que les tiene, y para cumplir el juramento que hizo a tus padres” (Deut 7, 6-11). Es amor eterno de Dios: Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de Él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. (1 Jn 4, 7 ss).

Las grandezas del Señor. Una gozosa alabanza al Señor que es ensalzado como soberano amoroso y tierno, preocupado por todas sus criaturas. Y así es como el salmista expresa su deseo de decir sus alabanzas a su Dios, que es Rey de todo lo creado. “Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey”. Nadie es digno de alabanza más que él. “alabaré tu Nombre sin cesar”

En sus ansias de perpetuar estas alabanzas, apela a las generaciones para que ellas se encarguen, a través de los siglos, de anunciar las grandezas del Señor: “bendeciré tu Nombre eternamente; día tras día te bendeciré”. Sus atributos como Rey se resumen en el esplendor, la majestad y la gloria

Además, en sus relaciones con los hombres se ha mostrado siempre indulgente y misericordioso: “El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia”. El Señor no solo es lento al enojo, además es condescendiente y compasivo con el pecador. “el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. Es necesario reflexionar estas hermosas palabras, que nos muestran a un Dios “lento para enojarse y de gran misericordia”, porque nos muestran a un Dios siempre dispuesto a perdonar y ayudar. También es necesario poner atención en el cariño de Dios que “es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas” Se trata de palabras que conviene meditar, palabras de consuelo, con las que el Señor nos da una certeza para nuestra vida.

Que todas tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder. Todas las obras de Dios pregonan su bondad, de ahí el deseo de alabar en todo momento a Dios. El Señor les entrega justicia y fidelidad para con los suyos, particularmente con los necesitados. “El Señor es fiel en todas sus palabras y bondadoso en todas sus acciones”. Particularmente, con los hombres piadosos se muestra generoso y complaciente, respondiendo a sus invocaciones en los momentos de necesidad. El Señor sostiene a los que caen y endereza a los que están encorvados. En cambio, a los impíos les envía el castigo merecido por vivir al margen de la ley divina.

El salmo siempre muestra la misma idea: el deseo de alabar en todo momento a Dios, Señor de toda la humanidad. Nadie, pues, está exento de la obligación de proclamar las alabanzas del Dios providente. Por eso lo alabamos y Bendeciré tu Nombre eternamente”.

4.    SEGUNDA LECTURA Apoc 21, 1-5

En nuestro andar por la historia, tan contradictoria y conflictiva, nos anima la esperanza de un mundo nuevo. Este mundo que tratamos de construir, día a día, con tanto dolor y alegría, será plenamente establecido al final de los tiempos, cuando por fin se lleven a cabo las bodas eternas, la unión definitiva entre Dios y su creación.

Lectura del libro del Apocalipsis.

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más. Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: “Ésta es la carpa de Dios entre los hombres: Él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será con ellos su propio Dios. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó”. Y el que estaba sentado en el trono dijo: “Yo hago nuevas todas las cosas”.

Palabra de Dios

4.1  CIELO NUEVO Y UNA TIERRA NUEVA.

San Juan ha hablado en el capítulo anterior del estanque de fuego en donde serán atormentados eternamente los malos; pues bien, ahora, por una especie de contraposición, comienza a hablar con entusiasmo de la bienaventuranza de los elegidos en la creación restaurada. Una vez ejecutado el juicio final, se abre una nueva vida para los predestinados. Toda la naturaleza visible será renovada y transformada. Del mismo modo que, por el pecado del hombre, la naturaleza fue sometida a la maldición y a la corrupción, así también ahora, con la glorificación del hombre, será librada de la corrupción y pasará a un estado mejor.

Juan, el vidente de Patmos contempla un “cielo nuevo y una tierra nueva”. Esta idea es un tema apocalíptico que tiene también grandes resonancias en las esperanzas mesiánicas. El profeta Isaías anuncia para los tiempos mesiánicos la creación de “cielos nuevos y una tierra nueva”. El Libro de Henoc afirma claramente: “Y después de esto, en la semana décima., tendrá lugar el gran juicio eterno. Y el primer cielo desaparecerá y pasará, y un cielo nuevo aparecerá, y todas las potestades del cielo brillarán eternamente siete veces más. Y después de esto vendrán semanas numerosas, que transcurrirán innumerables, eternas, en la bondad y en la justicia, y desde entonces el pe-cado no volverá a ser nombrado nunca más” (Libro de Henoc 91:16-17). Esta misma concepción se encuentra en el Nuevo Testamento. En este sentido nos dice la segunda carta de Pedro: “Nosotros esperamos otros cielos nuevos y otra tierra nueva, en que tiene su morada la justicia, según la promesa del Señor.” (2 Pe 3:13). El Apocalipsis, lo mismo que la carta de Pedro, entienden esta transformación de los últimos tiempos.

Sin embargo, el Apocalipsis no enseña una destrucción o renovación real y material del mundo físico, sino que permanece en el campo del simbolismo. Lo que quiere decir San Juan es que, con el juicio divino — purificador más poderoso que el mismo fuego —, los cielos y la tierra quedarán tan puros que verdaderamente parecerán otros. Quedarán totalmente libres de los impíos y de los malvados, perseguidores de la Iglesia. Por consiguiente, los cielos y la tierra serán nuevos, porque quedarán purificados.

Esta completa renovación del mundo exige que la nueva capital, la Jerusalén nueva, sea totalmente celeste. Por eso el autor sagrado dice que vio la ciudad santa descender del cielo del lado de Dios; “Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo”. La presenta personificada bajo la figura de una novia ricamente ataviada. Se le llama ciudad santa porque en ella surgía el templo del único Dios verdadero. Y al mismo tiempo será nueva porque en ella ya no habrá ninguna cosa impura o profana. Jerusalén era el símbolo de la alianza de Dios con el pueblo escogido.

4.2  DIOS ENTRE LOS HOMBRES

Al mismo tiempo que ve esto San Juan, oye una voz fuerte que salía del mismo trono; “Y oí una voz potente que decía desde el trono: “Ésta es la carpa de Dios entre los hombres: Él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será con ellos su propio Dios”. Es una alusión a la carpa, tienda o tabernáculo fabricado por Moisés en el desierto, dentro del cual habitaba Dios. La idea cumbre de la religión mosaica era la presencia del Señor en medio de su pueblo. Esta presencia de Dios se hace mucho más íntima en el Nuevo Testamento por la gracia de Jesucristo y por los sacramentos.

El autor sagrado nos dice que Dios plantará su tienda entre ellos, haciendo un juego En el Antiguo Testamento se repite con frecuencia que el Señor será el único Dios de Israel e Israel será el pueblo predilecto del Señor. Si Israel cumple los preceptos del Señor, Yahvé le defenderá de los enemigos y lo llenará de felicidades. Pero si el pueblo pecaba y se apartaba del Señor, entonces Dios se retiraba de en medio de su pueblo. En la nueva Jerusalén, Dios habitará indefectiblemente en medio de los elegidos, que no provendrán únicamente de Israel, sino de todas las naciones de la tierra. “El habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será con ellos su propio Dios”. En adelante ya no habrá distinción entre judío y gentil, sino que todos podrán entrar a formar parte del pueblo de Dios mediante la fe. La presencia continua e indefectible de Dios en medio de los elegidos traerá como consecuencia la exclusión absoluta de toda suerte de penalidades. Lo expresa el autor sagrado con expresiones muy gráficas: Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó”.

4.3  DIOS ES EL QUE DIRIGE LA HISTORIA

Este texto se inspira en el profeta Isaías, el cual dice: “Y destruirá a la muerte para siempre, y enjugará el Señor las lágrimas de todos los rostros, y alejará el oprobio de su pueblo, lejos de toda la tierra” (Is 25:82). Un nuevo orden de cosas será inaugurado. En él cesará toda miseria, y los elegidos serán colmados de felicidad en la nueva Jerusalén, porque la primera condición de la bienaventuranza es la exclusión de todo mal. Con esto comienza el reino de la alegría y de la felicidad.

Después el mismo Dios toma la palabra para dirigirse al vidente; “Y el que estaba sentado en el trono dijo: “Yo hago nuevas todas las cosas”. Es la primera vez que en el Apocalipsis se dice expresamente que Dios toma la palabra. Esta intervención suprema de Dios se explica bien si tenemos en cuenta la gravedad de las últimas revelaciones con que termina el libro. Dios declara que todo será renovado: “Yo hago nuevas todas las cosas”. De este modo anuncia la grande restauración de todas las cosas en Cristo. La renovación será tal y tan definitiva, que hará olvidar todo lo pasado. Dios es el que dirige la historia, y, por consiguiente, sabrá ordenar todas las cosas a su fin primario, que es a su misma glorificación y a la exaltación de su Iglesia. Todo comienza y termina en Dios, porque Él es el Creador de todas las cosas, y todos los seres convergen ininterrumpidamente hacia El cómo a su centro y a su fin.

5.    EVANGELIO Jn 13, 31-35

La novedad del mandamiento entregado en esta despedida no está en el amor fraterno. Esto ya estaba exigido en la Ley del Antiguo Testamento. Lo novedoso está en amar con el mismo amor de Jesús, que lleva a dar la vida, como lo hizo Él, y es el signo distintivo de este nuevo pueblo.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Durante la Última Cena, después que Judas salió, Jesús dijo: “Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como Yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”.

Palabra del señor

5.1  GRAN DISCURSO DE DESPEDIDA DE JESÚS

Con estas palabras, sólo interrumpidas por la situación en que Juan pone la predicción de Pedro, comienza el gran discurso de despedida de Jesús. Como Juan no relata la institución de la Eucaristía, no se puede saber el momento histórico a que corresponden estas palabras. Se abre la puerta del cenáculo, sale Judas para consumar la traición al Maestro. El evangelio señala con brevedad: “Era de noche”. La noche del pecado, la noche del príncipe de este mundo. Jesús sabe que, al cabo de pocas horas, estará allí, solo, en el huerto de Getsemaní, envuelto por esas mismas tinieblas que intentarán engullirlo y contra las que deberá luchar hasta la sangre. Sabe todo esto y, sin embargo, habla a los discípulos de “glorificación” del Hijo del hombre. La “gloria” de Dios, en efecto, no es el fácil éxito mundano, sino más bien el triunfo del bien, que, para nacer, debe pasar a través de la gran tribulación. La cruz es así el seno materno de la vida verdadera.

5.2  LA SALIDA DE JUDAS SIGNIFICA LA “GLORIFICACIÓN” DE JESÚS Y DEL  PADRE.

Glorificación del Hijo, porque va a dar comienzo en seguida su prisión y muerte, lo que es paso para su resurrección triunfal. Así decía a los de peregrinos de Emaús: “¿No era necesario que el Mesías padeciese tales cosas y así entrase en su gloria?” (Lc 24:26). Frente a “glorificaciones” parciales que tuvo en vida con sus milagros, “Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos (Jn 2:11 o “y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1:14), con esta obra entra en su glorificación definitiva: “y toda lengua confiese que Jesús es Señor para gloria de Dios Padre.” (Flp 2:8-11). El ponerse la glorificación como un hecho pasado y luego al estilo de usarse un presente por un futuro inminente, se considera tan inminente esta glorificación — “en seguida” — que se da ya por hecha: “escatología realizada.” Si no es debido a la redacción de Juan, que lo ve a la hora de los sucesos ya pasados.

5.3  ES EL GRAN MILAGRO DE SU RESURRECCIÓN

Esta “glorificación” del Hijo aquí va a ser “en seguida,” por lo que es el gran milagro de su resurrección. Va a ser obra que el Padre hace “en El.” ¿Cómo? La gloria de su resurrección descorrerá el velo de lo que Él es, oculto en la humanidad; con lo que aparecerá “glorificado” ante todos. Sería, pues, la glorificación del Hijo por su exaltación a la diestra del Padre, la que se acusaría en los milagros. Es lo que El pide en la “oración sacerdotal”: “Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplan mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo.” (Jn 17:5.24).

5.4  EL ENSEÑÓ A LOS HOMBRES EL “MENSAJE” DEL PADRE

Pero, si el Padre glorifica al Hijo, el Padre, a su vez, es glorificado en el Hijo. Pues El enseñó a los hombres el “mensaje” del Padre: “Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra” (Jn 17:4-6), y le dio la suprema gloria con el homenaje de su muerte; que era también el mérito para que todos los hombres conociesen y amasen al Padre.

5.5  “HIJOS MÍOS”.

Y con ello les anuncia, algún tanto veladamente, tan del gusto oriental, su muerte. Les vuelca el cariño con la forma con que se dirige a ellos: “Hijos míos”. Él va a la muerte. Por eso estará un “poco” aún con ellos. Pero ellos no pueden “ir” ahora. Las apariciones de Jesús resucitado a los apóstoles fueron transitorias y excepcionales. Si la forma literaria en que Él se refiere a lo mismo que dijo a los judíos es literariamente igual, conceptualmente es distinta, ya que aquéllos lo buscaban para matarle, por lo que morirán en sus pecados: “Yo me voy y vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado” (Jn 8:21), mientras que a los apóstoles va a “prepararles” un lugar en la casa de su Padre: “En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar” (Jn 14:2).

5.6  EL “MANDAMIENTO NUEVO”

Jesús no puede explicar ahora a los suyos el significado de su muerte. La afronta solo y la ofrece. En sus palabras se siente vibrar la solicitud por los discípulos, que, dentro de poco, también se quedarán solos, a merced de la duda y del escándalo. Por ahora no pueden seguirle. Por eso necesitan más que nunca ser custodiados en su nombre. Es ahora cuando les deja en testamento el “mandamiento nuevo” del amor recíproco. Al vivirlo, estarán para siempre en comunión con él y nada podrá arrancarlos de su mano. Más aún, podrán vivirlo porque él lo ha vivido primero. “Ningún discípulo es superior a su maestro”, aunque todo discípulo está llamado a configurarse con el Maestro y a glorificarlo con su vida. El “mandamiento nuevo” no es un yugo pesado, sino comunión personal con Dios, que quiere permanecer presente entre los suyos como amor, como caridad.

5.7  ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS. ASÍ COMO YO LOS HE AMADO

Y Jesús les deja, no un consejo, sino un “mandamiento” y “nuevo”: el amor al prójimo. Acaso surge aquí, evocado por las ambiciones de los apóstoles por los primeros puestos en el reino, lo que hizo que, con la “parábola en acción” del lavatorio de los pies, les enseñase la caridad. Y este mandato de Jesús es “nuevo,” porque no es el amor al simple y exclusivo prójimo judío, cómo era el amor en Israel; “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (cf. Lev 19:18), sino que es amor universal y basado en Dios: amor a los hombres “como Yo (Jesús) los he amado.” Y será al mismo tiempo una señal para que todos conozcan “que ustedes son mis discípulos” ¡Los discípulos del Hijo de Dios! Pues, siendo tan arraigado el egoísmo humano, la caridad al prójimo hace ver que viene del cielo: que es don de Jesús. Y así la caridad cobra, en este intento de Jesús, un valor apologético. Tal sucedía entre los primeros cristianos jerosolimitanos, que “tenían un solo corazón y una sola alma” (Hech 4:32). Tertuliano refiere que los paganos, maravillados ante esta caridad, decían: “¡Ved cómo se aman entre sí y cómo están dispuestos a morir unos por otros!” Y minucia Félix dice en su Octavius, reflejando este ambiente que la caridad causaba en los gentiles: “Se aman aun antes de conocerse”

"A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición". San Juan De La Cruz

El Señor nos Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

V DOMINGO DE PASCUA C

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas:

Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd.

Julio Alonso Ampuero, Meditaciones Bíblicas sobre el Año Litúrgico


www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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