Reflexión desde las Lecturas del Domingo XII del Tiempo Ordinario Ciclo B

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    JUNTO AL SEÑOR NO PODEMOS TEMER

Vivir es algo parecido a embarcarse y surcar el mar con todas sus emociones y peligros. En este 12° domingo Durante el Año, el evangelio nos presenta a Jesús calmando la tempestad. Esa escena nos muestra tres grandes realidades: las tempestades que golpean nuestra vida; los temores y dudas que nos acompañan y a Jesús que a veces parece “dormido” pero “calma las tempestades”. Hoy el evangelio nos invita a darnos cuenta que con Jesús, no hay motivos para temer.

Había sido talvez un día muy fatigoso para Nuestro Señor Jesucristo, había también mucha gente que quería oírle, por eso subió a una barca para enseñar desde allí sus parábolas, había días donde se aglomeraba la gente y no podían comer (Mc 3,20). Entonces, una vez concluido sus enseñanzas, le dijo a sus discípulos: “Crucemos a la otra orilla”. Pero Jesús, estaba cansado de tal modo que se quedó dormido, algo muy humano.

¿No te importa que nos ahoguemos?”. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Los discípulos eran pescadores y acostumbrados a navegar en tormentas, pero esta debe haber sido extrema y tuvieron miedo. No obstante, Jesús duerme. Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!”. El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Los discípulos están estupefactos y entonces se preguntan: “¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?”.

Jesús les dice a sus amigos;  “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”. Si Jesús nos invita su barca, ¿pensamos que no llegaremos a buen destino? Jesús no abandona a sus hermanos frente peligro, ¿estamos convencidos de esto?. ¿Cuántas veces tenemos miedo y no nos damos cuenta  de la tranquila confianza que tiene en Dios frente a las cosas tempestuosas?. En verdad, podemos pensar que los íntimos amigos del Señor se merecen la amonestación, por haber tenido miedo aun estando junto a Jesús, siendo que nadie puede perecer si está unido a él. Pero finalmente, el Señor confirma la fe y así luego, vuelve a hacer que todos estén en calma.

2.    PRIMERA LECTURA

Dios le recuerda a Job que él es el Creador y Señor de la naturaleza. Para evocar la trascendencia de Dios se alude aquí al combate mítico con las aguas primordiales, del que Dios salió vencedor. Pero el sentido cristiano de Dios no cede al sentimiento del poder divino, espontáneo en el hombre de las religiones tradicionales. Después de Cristo, los signos del misterio de Dios, ¿no se llaman servicio, humildad y muerte?

Lectura del libro de Job 38, 1. 8-11

El Señor habló a Job desde la tempestad, diciendo: ¿Quién encerró con dos puertas al mar, cuando él salía a borbotones del vientre materno, cuando le puse una nube por vestido y por pañales, densos nubarrones? Yo tracé un límite alrededor de él, le puse cerrojos y puertas, y le dije: “Llegarás hasta aquí y no pasarás; aquí se quebrará la soberbia de tus olas”.

Palabra de Dios.

2.1  INTERVENCIÓN DE DIOS Y LA DELIMITACION DE LOS MARES

En tono exigente y para confundir la arrogancia de Job, Dios pasa revista a los grandes enigmas del universo para que aquél dé razón de ellos: la formación de la tierra, las limitaciones de los mares, la aparición de la luz, la formación de la nieve y el granizo, la ordenación de las constelaciones celestes y el aprovisionamiento de comida para los animales. (Job 38, 1-11)

Job ha hablado demasiado audazmente sobre la justicia divina, poniendo en duda sus actos. Ahora Dios, rodeado de majestad, “le contesta desde la tempestad”, que constituye como su pabellón majestuoso al manifestarse a los hombres. Las cuestiones planteadas por Dios no tienen nada que ver con el problema concreto de la justificación de los sufrimientos de Job, sino que tienen por finalidad deslumbrarle para que reconozca su ignorancia y falta de capacidad para enjuiciar las obras de Dios. Las afirmaciones de Job empañan los designios de la Providencia divina; “¿Quién es este que empaña mi providencia con insensatos discursos?” (Job 38, 2), y en este sentido merece una dura reprimenda.

Puesto que le va a someter a un duro interrogatorio, Dios invita a Job a prepararse, irónicamente se le invita a contestar para instruir al propio Dios; “Voy a preguntarte para que me instruyas” (Job 38, 3). La interrogación es fuerte y humillante para el que pretendía enjuiciar los actos divinos. Dios ha actuado cuidadosamente como un arquitecto al determinar con la regla las medidas del orbe, y sólo son testigos de sus actos; “entre las aclamaciones de los astros matutinos y los aplausos de todos los hijos de Dios” (Job 38, 7), astros matutinos y los hijos de Dios o seres angélicos que forman su escolta de honor, inauguración de la gran obra de la creación que fue solemnizada por el coro angélico, que con sus aplausos y aclamaciones aprobaban el acto fundacional de la tierra.

La omnipotencia divina se refleja no sólo en el acto de establecer los fundamentos de la tierra, sino en la delimitación de las fuerzas caóticas del mar, que amenazan anegar la tierra; ¿Quién encerró con dos puertas al mar, cuando él salía a borbotones del vientre materno, cuando le puse una nube por vestido y por pañales, densos nubarrones?”. De nada hubiera servido la formación de la tierra si Dios no la hubiera defendido contra los ímpetus de las olas del mar. El poeta presenta al mar como un recién nacido al que fue preciso envolver en mantillas, que son las nubes, que le recubren y proveen de agua; “Yo tracé un límite alrededor de él, le puse cerrojos y puertas”  Llegado a edad adulta, Dios le impuso una ley y unas puertas para que no traspasara sus legítimos límites, rompiéndose contra los acantilados la soberbia de sus olas; “Llegarás hasta aquí y no pasarás; aquí se quebrará la soberbia de tus olas”.

3.    SALMO

Como un eco de este mensaje, el salmo expresa maravillosamente la omnipotencia de Dios.

Sal 106, 23-26. 28-31

R. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!

O bien: Aleluya.

Los que viajaron en barco por el mar, para traficar por las aguas inmensas, contemplaron las obras del Señor, sus maravillas en el océano profundo. R.

Con su palabra desató un vendaval, que encrespaba las olas del océano: ellos subían hasta el cielo, bajaban al abismo, se sentían desfallecer por el mareo. R.

Pero en la angustia invocaron al Señor, y él los libró de sus tribulaciones: cambió el huracán en una brisa suave y se aplacaron las olas del mar. R.

Entonces se alegraron de aquella calma, y el Señor los condujo al puerto deseado. Den gracias al Señor por su misericordia y por sus maravillas en favor de los hombres. R.

3.1  DEBEMOS RECONOCER PÚBLICAMENTE LAS MARAVILLAS Y FAVORES QUE EL SEÑOR HACE

Este salmo es el que se canta la providencia de Dios sobre los hombres que se hallan en circunstancias adversas tales como extraviados en el desierto, cautivos, enfermos y navegantes. Todo ello va precedido de una invitación a alabar al Señor: “¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!”

El Salmo nos habla de la bondad de Dios y la intervención en la salvación de “Los que viajaron en barco por el mar”. La vida del mar es azarosa y siempre en peligro. El salmista menciona a los que se van a lejanas tierras por razones comerciales; “para traficar por las aguas inmensas.” Los fenicios eran los grandes mercaderes y marineros de la antigüedad. En sus largos viajes eran testigos de las maravillosas intervenciones de Dios en favor de los hijos de los seres humanos, pues cuando por orden suya se encrespan las olas, azotadas por el huracán, y cuando la pericia de los marineros no puede hacer riada, está la intervención divina respondiendo a sus angustiadas oraciones. “Pero en la angustia invocaron al Señor, y él los libró de sus tribulaciones: cambió el huracán en una brisa suave y se aplacaron las olas del mar. “ Hay un refrán que dice;  “El que no sepa orar, que se ponga a navegar.”

Todos debemos reconocer públicamente las maravillas y favores que el Señor hace en favor de los seres humanos.

4.    SEGUNDA LECTURA

San Pablo nos invita a mirar a Cristo con los ojos de la fe, a vivir en él y ser, así, una nueva criatura. Para Pablo todo el secreto de su ministerio está en profundizar en el amor de Cristo; el amor que Cristo le tiene y el amor que él tiene a Cristo. Un amor fundado en el misterio pascual y que llama, por ello, al vaciamiento total de sí. Un amor fundado sobre la comunión con Cristo y que hace del hombre una creatura nueva. Un amor que nos apremia e impulsa apasionadamente hacia Cristo y hacia el prójimo, que no es posible zafarse de él cuando verdaderamente se lo ha reconocido.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto. 2Cor 5, 14- 17

Hermanos: El amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto. Y El murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para Aquél que murió y resucitó por ellos.

Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así. El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.

Palabra de Dios.

4.1  EL AMOR DE CRISTO NOS APREMIA

Nadie podrá leer sin emoción estas líneas del Apóstol, que rebosan amor a Jesucristo; “El amor de Cristo nos apremia”. Pablo, que sabe ha de dar cuenta ante el tribunal de Jesucristo de todas sus acciones, quiere dejar bien claro cuáles son los móviles de su apostolado. No quiere pretextos ni ocultaciones. La sinceridad de su proceder es manifiesta a Dios, pero quiere que lo sea también a los hombres. El señala concretamente cuál es el móvil de su apostolado: “la caridad de Cristo”; “El amor de Cristo nos apremia”. He ahí lo que no le deja descansar, lo que le impulsa a una completa entrega a la obra apostólica, lo que es causa de sus “locuras” y de sus “corduras.” Ese “amor de Cristo”, como se deduce de las expresiones que vienen a continuación, es sobre todo el amor de Cristo a nosotros; es claro, sin embargo, que ese amor está exigiendo la correspondencia, es decir, el amor de nosotros a Cristo, y en la mente de Pablo no se conciben separados. La afirmación de que la muerte de Cristo es muerte de todos; “al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto.” que sustancialmente vuelve a repetir; “Y El murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para Aquél que murió y resucitó por ellos.” constituye el verdadero eje de la doctrina de la redención: un solo hombre, Cristo, ha muerto y resucitado por todos, en calidad de representante de la humanidad.

Hay una doble corriente entre nosotros y Cristo: corriente de pecado, que va de nosotros a Él, y corriente de justicia, que viene de El a nosotros. No se trata simplemente de que haya muerto y resucitado en beneficio nuestro; eso es verdad, pero no va hasta el fondo del problema. La clave de la solución ha de buscarse en el principio de solidaridad. La muerte y resurrección de Cristo fue un hecho histórico que tuvo lugar hace ya muchos años; aunque, tratándose de cada hombre en particular, la muerte y resurrección no tiene lugar sino en el bautismo, que es el momento en que, de hecho, se incorpora a Cristo muerto y resucitado (cf. Rom 6:3-11).

4.2  EL QUE VIVE EN CRISTO ES UNA NUEVA CRIATURA

Como consecuencia de esta incorporación y de esta nueva vida a la que nace, el cristiano a nadie debe conocer según la carne; “Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos”,  siendo en realidad como una criatura nueva; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así. El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.”

Esto de; “ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos”, no se refiere a una contemplación material, sino a un juicio o apreciación carnal y equivale prácticamente a conocer según las apariencias exteriores, guiados por consideraciones puramente humanas. Es el conocimiento que Pablo confiesa haber tenido de Cristo (v.16), en consonancia con los criterios de la corriente farisea en que estaba educado. Evidentemente, no se refiere a que hubiera conocido a Cristo personalmente; pues, en ese caso, ¿qué significaría lo de; “Ya no lo conocemos más así”? Esta expresión no parece significar otra cosa sino que ahora, a partir de su conversión, le conoce desde el punto de vista de la fe, cual corresponde a una “nueva criatura” renovada por la acción de la gracia, única que está capacitada para juzgar de las cosas de Dios.

5.    EVANGELIO

Jesús tiene poder sobre todas las adversidades y males de esta vida. Él es el Señor. Marcos escribe para los cristianos de todos los tiempos y lugares, porque en todas las épocas los creyentes atraviesan por temporales adversos. El mar embravecido y los vientos desatados son símbolo de las adversidades del mundo. Todos estos elementos los encontramos también en nuestra vida. Ser discípulo de Jesús no es un privilegio para vivir mejor y más protegido contra toda adversidad. El Maestro no ha prometido a sus seguidores una vida sin problemas. Se les ha anunciado persecuciones y tormentas. Pero también que las fuerzas del mal no vencerán. La palabra del Maestro no se dirige primero al mar agitado, sino a los discípulos asustados, quitándoles el pánico y haciéndoles tomar conciencia de su poca e inmadura fe.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos. 4, 35-41

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Crucemos a la otra orilla”. Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron en la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?”. Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!”. El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”. Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?”.

Palabra del Señor.

5.1  “CRUCEMOS A LA OTRA ORILLA”.

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Crucemos a la otra orilla”. Jesús, invita solo a sus discípulos, para que fuesen testigos del milagro que iba a obrar. Pero fue sólo con ellos, a fin de que nadie viera su poca fe.

Dice San Marcos que había otras barcas junto a la suya. Y para que no se enorgullecieran sus discípulos porque los llevaba a ellos solos, permitió el peligro en que se vieron, con objeto, pues, de que los impresionase más el milagro que iba a obrar. El da tiempo al temor entregándose al sueño.

5.2  “JESÚS ESTABA EN LA POPA, DURMIENDO SOBRE EL CABEZAL”

La representación que hace San Marcos, es muy descriptiva. Así, precisa: “Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal”, Luego presenta a Jesús mandando por separado al viento y al mar que se sosieguen. Aunque los apóstoles ya habían presenciado algunos milagros de Jesús, no pensaron en su poder ante un espectáculo tan imponente, esto les produce una fuerte admiración de preguntarse quién sea el que tiene tantos poderes. Ya se había pensado que El fuese el Mesías. Cristo va preparando gradualmente el proceso de su revelación divina.

Si Jesús hubiese estado despierto, no habrían temido ni rogado por la tempestad que se levantó, o no habrían creído que pudiera hacer tal milagro.

5.3  “¡MAESTRO! ¿NO TE IMPORTA QUE NOS AHOGUEMOS?”

En el evangelio, parece que Jesús los dejó caer en el peligro de la prueba, para que experimentasen en sí mismos su virtud, cuyos beneficios habían visto en los otros, así es como dormía, pues, sobre la popa de la barca reclinada la cabeza en una tabla. Todavía no conocían su gloria los discípulos que estaban con Él, y aunque creían que despierto podía mandar a los vientos, no creían pudiera hacerlo estando dormido o descansando. Por eso lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?”

5.4  “¡SILENCIO! ¡CÁLLATE!”

Despertándose Jesús, Él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!” Del movimiento del mar se levanta cierto sonido o ruido que parece ser como su voz que anuncia el peligro que amenaza. Por esto, usando de una metáfora, le manda que se sosiegue con la palabra "cállate", produciendo un cambio a lo que altera la paz de sus discípulos. El efecto vino de inmediato, el viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

6.    “¿POR QUÉ TIENEN MIEDO?

Después Jesús les dijo: “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?” Reprendió entonces a sus discípulos por su falta de fe. Si hubieran tenido fe, hubiesen creído que aun durmiendo podía conservarlos sanos y salvos. Un dato muy significativo es que Jesús se mostró a ellos como Dios, y como hombre, por cuanto se rindió al sueño.

7.    “ENTONCES SE DESATÓ UN FUERTE VENDAVAL, Y LAS OLAS ENTRABAN EN LA BARCA”.

Así nos sucede algunas veces a todos, se nos desata un vendaval de problemas en nuestra vida y la turbación entra en nosotros con amenaza de hundirnos, olas que ahogan nuestro ánimo y nuestro deseo de superarnos. Los temores nos invaden el alma y nos hacen perder el trato íntimo con Dios. Muchas veces son cosas simples de resolver, pero nos imposibilitan a entregarnos con tranquilidad a la oración. En otras ocasiones, recibimos alguna noticia poco agradable y perdemos la calma. Entonces vemos que en el fondo de nuestro corazón, pareciera que Jesús está dormido y le preguntamos, ¿porque a nosotros, no te importa que nos ahoguemos?

8.    JESÚS, NO DUERME NI ABANDONA A SUS HERMANOS

En efecto, el Señor nunca nos deja, pero nosotros sí podemos dejarlo a Él, entonces parece que si le dejamos, El permite una tempestad en nosotros y vivimos momentos de contradicción y temor. Para superar todo momento difícil, no dejemos de acudir a Él, aunque pareciera que no nos está oyendo, si lo está. Porque El Señor Jesús, no duerme ni abandona a sus hermanos, pero si prueba su fe, su constancia y su fidelidad. En cierta oportunidad, Santa Catalina de Siena, se quejó que de que el Señor la había abandonado en la hora de una prueba y el Señor le respondió, “Nunca estuve más cerca de ti que en ese momento”

9.    SI DAMOS TODO DE SI, PODEMOS CONFIAR EN LA AYUDA DE JESÚS.

Tenemos que poner mucho de nosotros y hacerlo en forma habitual cada día, ya que Jesús nos pide esfuerzo, y si damos todo de sí, podemos confiar en la ayuda de Jesús. Frente al peligro, Él nos extenderá cariñosamente las manos para salvarnos, pero nos hará ver la poca fe, nos echará en cara que si estuvimos en peligro y tuvimos miedo fue por no confiar en Él o porque no hemos distanciados de Él.

10.  LA SEGURIDAD DE QUE CRISTO ESTÁ CON NOSOTROS

Nuestra vida, se desarrolla y avanza en medio de las dificultades y tempestades de esta vida terrenal; algunas veces puede dar la impresión de que vamos a naufragar, y nos hundiremos totalmente, a pesar de nuestra habilidad para salir de las situaciones difíciles. Sólo la seguridad de que Cristo está con nosotros –aunque a veces se piense que está dormido, nos da la seguridad de salir triunfante de las olas amenazantes y de toda tempestad, y de poder llegar al puerto definitivo. Ante las dificultades que parecen insuperables, tengamos confianza en el Cristo invisible, que domina la situación porque es el Señor de lo imposible.

La Paz de Cristo Jesús viva en sus corazones

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Domingo XII  del Tiempo Ordinario

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

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