Reflexión desde las Lecturas del Domingo XIII del Tiempo Ordinario Ciclo B

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    “TU FE TE HA CURADO”; “BASTA QUE TENGAS FE” Marcos 5,21-43

El domingo decimotercero nos encara a un doble signo de Jesús que le revela como el Dios de la vida (1ª lectura: Sabiduría 1,13-15; 2,23-25); al vencer el poder del diablo, Jesús vence el poder de la muerte, que se debe a su influjo. La curación de la hemorroísa, considerada legalmente impura (Lev 15,19-30) y debilitada en la raíz de su ser –pues “la sangre es la vida”: Dt 12,23–, revela a Jesús como el que devuelve la salud plena y la vida digna. Más aún, resucitando a la hija de Jairo testimonia que ni siquiera la frontera de la muerte es inaccesible a su poder. La hemorroísa y Jairo resaltan una vez más la importancia de la fe, capaz de obrar milagros –“tu fe te ha curado”; “basta que tengas fe”–.

“¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!”. «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25), pudo decir Jesús un día. Lo evidenció con el lenguaje de los hechos y lo selló con el misterio de su propia muerte redentora y su resurrección pascual.

Comenta este milagro San Ambrosio: «No está muerta la niña sino dormida. Los que no creen se ríen. Lloren pues, sus muertos los que se creen muertos; cuando se tiene fe en la resurrección, no se considera la muerte, sino el reposo. Y no está fuera de propósito lo que dice San Mateo (9,23) de que había en la casa del jefe flautistas y una multitud de plañideras; ya porque, siguiendo los usos antiguos, se hizo venir a los flautistas para inflamar y excitar los plañidos; ya porque la Sinagoga, a través de los cánticos de la ley y de la letra, no podía captar la alegría del Espíritu.

«Tomando, pues, la mano de la niña, Jesús la curó y mandó que le dieran de comer. Es una atestación de vida, para que no se crea que es un fantasma, sino una realidad. Dichoso aquél al que la Sabiduría coge de la mano. ¡Ojalá que ella dirija nuestras acciones, que la justicia tenga mi mano, que la tenga el Verbo de Dios, que Él me introduzca en su interior, que me aparte del espíritu del error, que me conduzca el espíritu que salva, que ordene que me den de comer! Pues el Pan celestial es el Verbo de Dios. Esta Sabiduría, que ha llenado los santos altares con los alimentos del Cuerpo y de la Sangre divinos ha dicho: “Venid, comed mis panes, bebed mi vino, que he preparado para vosotros” (Prov 9,5)» (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib.VI, 62-63).

2.    PRIMERA LECTURA Sab 1, 13-15; 2, 23-24

Dios no hizo la muerte. Por el contrario nos creó a su imagen y semejanza. El autor de este texto es profundamente optimista. A sus ojos, el Creador desea que todo subsista, y su honor exige que la muerte no venza la vida. Todo sería armonioso, si el pecado no hubiera entrado en la creación para desorientarla y llevarla a la muerte. Para resolver el problema planteado por la muerte, el sabio asocia muerte física y muerte espiritual. Por otra parte, la vida posee un dinamismo incorruptible, mucho más poderoso que las leyes biológicas. Pero el hombre no posee ni el coraje ni los medios para responder a esta exigencia de la vida: él la reserva para sí, la domestica para su comodidad y termina por esterilizarla. Por tanto se espera un hombre incorruptible capaz de responder a las exigencias de la vida.

Lectura del libro de la Sabiduría.

Dios no ha hecho la muerte ni se complace en la perdición de los vivientes. Él ha creado todas las cosas para que subsistan; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas ningún veneno mortal y la muerte no ejerce su dominio sobre la tierra.

Porque la justicia es inmortal.

Dios creó al hombre para que fuera incorruptible y lo hizo a imagen de su propia naturaleza, pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla.

Palabra de Dios.

2.1“ÉL HA CREADO TODAS LAS COSAS PARA QUE SUBSISTAN”

El pensamiento de la muerte, con sus desastrosas consecuencias para el malvado, lleva al sabio a hacer a sus lectores una apremiante exhortación a que observen una conducta conforme a la justicia, advirtiéndoles que no es Dios el autor de la muerte; “Dios no ha hecho la muerte ni se complace en la perdición de los vivientes”, sino las malas obras quien conduce a ella. El Génesis nos presenta en sus primeras páginas a Dios creando todas las cosas, y en particular al hombre; “Él ha creado todas las cosas para que subsistan” Al hacerlo se propuso indudablemente su existencia, no su destrucción; y así, al hombre le confiere la inmortalidad y a las cosas las destina a que sirvan perpetuamente de sustento al hombre y le ayuden a conseguir la inmortalidad mediante la práctica de la virtud. De modo que no hay en ellas principio alguno de destrucción que atienda a su exterminio, sino al contrario, ese principio de conservación que observamos en todas ellas; “las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas ningún veneno mortal y la muerte no ejerce su dominio sobre la tierra”,  es decir, los poderes infernales, potestad alguna sobre la tierra y el hombre, pues la justicia no está sometida a la muerte del pecado en esta vida ni a la muerte eterna en la otra, sino que ella conduce a la inmortalidad a los justos, los cuales se encuentran en las manos de Dios, por lo que no los alcanzará el tormento.

La muerte tiene su origen en el pecado cometido en el paraíso a instigación del diablo, “Dios creó al hombre para que fuera incorruptible”  Si el hombre no hubiere pecado, hubiera sido inmortal, habría pasado de la tierra al cielo sin morir. Si alguna vez se dice que la muerte viene de Dios o que el Señor quiere la muerte, esto hay que entenderlo en el sentido de que es un acto de justicia que no puede menos de querer. Él es infinitamente bueno y misericordioso, pero también infinitamente justo, y, por lo mismo, no puede menos de castigar la transgresión de sus leyes con el castigo merecido. Y son los pecadores quienes con su conducta se exponen a la muerte prematura, con que tantas veces les amenaza el autor de Proverbios,

2.2  DIOS CREÓ AL HOMBRE PARA QUE FUERA INCORRUPTIBLE

Descorriendo un poco más el velo que cubre los misteriosos designios divinos, el autor sagrado afirma que Dios ha creado al ser humano para gozar de una bienaventuranza inmortal; Dios creó al hombre para que fuera incorruptible y lo hizo a imagen de su propia naturaleza”,  de modo que no todo acaba con la muerte, como opinan los impíos, sino que sobrevive a esta vida presente. Y añade que lo ha creado a imagen de su propia naturaleza.

En la mente del autor del Génesis 21, la semejanza radica en la naturaleza racional del hombre. El autor de la Sabiduría, que se coloca en un plano ultraterreno, se refiere a la felicidad eterna y gloriosa en la casa del Padre, eterno e infinitamente feliz y glorioso. San Pedro señalará el último grado de la revelación sobre este particular cuando afirma que hemos sido hechos partícipes de la naturaleza divina; “por medio de las cuales nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina” (2 Pedro  1,4)

Pero por culpa del diablo entró la muerte en el mundo; “pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla”. Llevado de la envidia ante el estado de felicidad en que Dios colocó a nuestros primeros padres, tentó a Adán y Eva, que, cometiendo el pecado original, introdujeron la muerte en el mundo. El autor alude al relato del Génesis y designa al tentador por su propio nombre, como lo llamará también después San Juan en el Apocalipsis.

Quienes hacen las obras del demonio, concluye, reproducen en sí mismos su imagen, haciéndose hijos suyos; “y los que pertenecen a él tienen que padecerla”. Estos experimentan la muerte del cuerpo, que es común a justos y pecadores, y la muerte del alma, a que en este lugar se refiere el autor, que los priva de la inmortalidad feliz en el más allá.

3.    SALMO Sal 29, 2. 4-6. 11-12. 13

Consciente de esta verdad, el salmo da gracias a Dios por el don de la vida. Participamos de esta oración, aclamando: Yo te glorifico, Señor; porque tú me libraste.

R. Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste.

Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R.

Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R.

Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor. Tú convertiste mi lamento en júbilo. ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente! R.

3.1  ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE UNA ENFERMEDAD GRAVE.

Este salmo es un himno eucarístico de un justo que, después de hallarse postrado en el lecho del dolor, fue liberado, gracias a la intervención divina, de la muerte segura. Después de invitar a los piadosos a gozarse con él por el favor conseguido, ensalzando la bondad del Señor, relata cómo, a causa de un acto de presunción, apartó su rostro de él, privándole de su protección y dejándolo en un estado de postración física y de peligro de muerte. Angustiado, clamó a Él, quien le salvó de aquella situación comprometida. Por ello, su duelo se cambió en alegría, pues se veía ya a las puertas del sepulcro. Agradecido, cantará eternamente las alabanzas de su Dios.

El salmista prorrumpe en un himno de acción de gracias al sentirse libre de un peligro inminente de muerte. “Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste”. Con ello se habrían alegrado sus enemigos, pues hubieran deducido de su desaparición que El Señor no era ya su protector. “y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí”. El salmista se siente tan próximo a la muerte, que supone, por licencia poética, que ha visitado ya su alma la región tenebrosa del sepulcro, donde están las sombras de los muertos “Tú, Señor, me levantaste del Abismo”. Por ello ahora se siente como resucitado de entre los que bajan a la fosa o sepulcro. “y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro”. Se daba ya por difunto, pero la intervención divina le devolvió la vida.

3.2  INVITACIÓN A LOS PIADOSOS A CELEBRAR SU CURACIÓN

Radiante de alegría por la recuperación de la salud, el salmista invita a los piadosos, que saben apreciar los secretos caminos de la Providencia en la vida de los justos, a entonar un himno en acción de gracias en honor del santo recuerdo de Yahvé, es decir, sus proezas y favores extraordinarios. “Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre”. En ellas se manifiesta su “nombre” o gloria; por eso en los salmos la expresión “den gracias a su santo Nombre”, equivale a “alabar su nombre sagrado”; el nombre del Señor, su acción gloriosa, ha dejado un santo recuerdo en la historia en favor de Israel y de sus fieles. Su “nombre” sintetiza su naturaleza y sus acciones gloriosas; Alegraos en Yahvé, ¡oh justos! y alabad su santo recuerdo. (Sal 96,12). Y el salmista concreta en qué consiste el santo recuerdo o la huella del Dios santísimo en la vida: su providencia se guía por las exigencias de sus justicias y de su misericordia; pero en su proceder prevalece siempre la benevolencia, pues mientras su cólera dura un instante para castigar justamente las transgresiones, su benevolencia tiene un efecto permanente durante toda la vida; “porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida”. La protección del Señor hacia los justos es permanente, y sólo es interrumpida momentáneamente por alguna falta cometida; “No juntes con los pecadores mi alma, ni mi vida” (Sal 26,9). Las pruebas a que son sometidos los justos son transitorias, mientras que la amistad benevolente del Señor permanece por toda la vida. Para probar su afirmación, el salmista trae a colación un proverbio: “si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría”.  El duelo y los llantos son como un huésped inoportuno, al que se le da hospedaje a regañadientes, pero después al día siguiente se convierte en motivo de alegría. En realidad, el llanto para el justo es un peregrino que a lo sumo pasa una noche con él; pero al día siguiente cambia la situación, y con la luz del día renace la alegría y bienestar.

3.3  SÚPLICA DE SALVACIÓN

Postrado y abandonado a sus fuerzas, el salmista clama ansioso al Señor para que tenga piedad de él. “Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme”. La muerte significaba, en realidad, para los justos del A.T., la interrupción de una vida de amistad con Dios; por eso, al morir, no se podía continuar las alabanzas al Señor. Por ello, el salmista ansiosamente pide a su Dios que le escuche y le salve de la situación de peligro en que se haya de descender a la fosa o sepulcro.

Conforme a la dramatización literaria habitual en el estilo salmódico, el justo se presenta ya con la salud recuperada, cambiando su lamentación en júbilo Señor. Tú convertiste mi lamento en júbilo. Por ello, el salmista entona un himno de alabanza a la gloria del Señor, que ha de perdurar por siempre. “¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente!” La expresión por la eternidad es enfática e hiperbólica, para recalcar su decisión de alabar constantemente al Dios Salvador.

Hoy somos nosotros, cristianos, los que podemos rezar hoy este salmo con pleno sentido. Un israelita sabía que si era librado de la muerte ello sucedía sólo de forma momentánea, porque al final sucumbía inexorablemente en sus garras. A la luz del evangelio de hoy, este salmo es un canto a Jesucristo, el Dios de la vida, el Dios que nos resucitará. Si es verdad que Dios no nos ahorra la muerte – como no se la ahorró al propio Cristo –, nuestro destino es la vida eterna, incluida la resurrección de nuestro cuerpo, en una dicha que nos saciará por toda la eternidad.

Hemos de dejarnos invadir por los sentimientos de este salmo. ¿Hasta qué punto me alegro de júbilo por haber sido librado de la muerte por Cristo? ¿En qué medida desbordo de gratitud porque mi destino no es la fosa? ¿Experimento el reconocimiento agradecido porque mi Señor no ha permitido que mi enemigo – Satanás – se ría de mí? La fe en la resurrección es algo esencial en la vida del cristiano. Pero es sobre todo en un mundo asediado por el tedio y la tristeza de la muerte cuando se hace más necesario nuestro testimonio gozoso y esperanzado de una fe inconmovible en Cristo resucitado y en nuestra propia resurrección. Si todo acabase con la muerte, la vida sería una aventura inútil.

4.    SEGUNDA LECTURA 2Cor 8, 7. 9. 13-15

San Pablo estimula la ayuda económica entre las comunidades para que nadie sufra necesidades. Pablo ha organizado una gran colecta para ir en ayuda de la comunidad de Jerusalén. Con esta dádiva de dinero, Pablo pretende expresar la voluntad de imitar a Cristo, ya que él nos ha dado todo y se ha donado a sí mismo. Además está colecta será un buen testimonio de la igualdad entre judíos y griegos. Los primeros han admitido a los segundos en la participación de sus privilegios espirituales, por lo que es totalmente normal que los segundos compartan con ellos sus privilegios materiales.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.

Hermanos: Ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, en elocuencia, en ciencia, en toda clase de solicitud por los demás, y en el amor que nosotros les hemos comunicado, espero que también se distingan en generosidad. Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza. No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la abundancia, sino de que haya igualdad. En el caso resiente, la abundancia de ustedes suple la necesidad de ellos, para que un día, la abundancia de ellos supla la necesidad de ustedes. Así habrá igualdad, de acuerdo con lo que dice la Escritura: -El que había recogido mucho no tuvo de sobra, y el que había recogido poco no sufrió escasez-.

Palabra de Dios.

4.1  PARA QUE UN DÍA, LA ABUNDANCIA DE ELLOS SUPLA LA NECESIDAD DE USTEDES

Una de las razones mencionada por San Pablo para animar a los corintios a ser generosos es la del ejemplo de los cristianos de Macedonia (2Cor 8, 1-8). Pablo sabe sacar provecho, elevando las cosas al plano sobrenatural, del espíritu de emulación entre las dos provincias: los de Macedonia, a pesar de las graves tribulaciones con que han sido probados y de su extremada pobreza, han dado por encima de sus posibilidades y que no sólo se desprendían de sus bienes, sino que ponían sus mismas personas al servicio de Cristo, ayudando a Pablo en el acción de la colecta. Tanto entusiasmo y generosidad, concluye el Apóstol (v.6), le movió a enviar a Tito a Corinto (2 Cor 8, 16-17), en la seguridad de que allí mostrarían aún más entusiasmo; y enviaba precisamente a Tito, que era el que había comenzado ya a trabajar entre ellos en una misión anterior (2 Cor  7, 6-7). La “fe,” “elocuencia” (palabra) y “ciencia,” en que el Apóstol dice que abundaban los corintios, son esos dones carismáticos a que ha aludido ya en otras ocasiones (cf. 1 Cor 1:5; 12:8-9), además; “en toda clase de solicitud por los demás, y en el amor que nosotros les hemos comunicado, espero que también se distingan en generosidad.”

4.2  EL EJEMPLO DE CRISTO,

Otro motivo que debe mover a los corintios a ser generosos es el ejemplo de Cristo, que, siendo rico, se hizo pobre, a fin de enriquecernos a nosotros; “Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza.”. , pues, Él se privó de tantas cosas en beneficio nuestro, ¿no es justo que también nosotros nos privemos de alguna en beneficio de nuestros hermanos? Y San Pablo insiste el razonamiento haciendo hincapié en la buena voluntad de los corintios, quienes espontáneamente habían comenzado ya la colecta el año anterior; “No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la abundancia, sino de que haya igualdad. En el caso resiente, la abundancia de ustedes suple la necesidad de ellos, para que un día, la abundancia de ellos supla la necesidad de ustedes.”

Les advierte que no importa la cantidad, sino la buena voluntad, de modo que dé cada uno según sus posibilidades (2 Cor 8, 16)  y les dice que: para que un día, la abundancia de ellos supla la necesidad de ustedes.”  Como remate, San Pablo cita; “Así habrá igualdad, de acuerdo con lo que dice la Escritura: -El que había recogido mucho no tuvo de sobra, y el que había recogido poco no sufrió escasez”,  el texto es de Ex 16:18, tratando de darnos a entender que la misma igualdad que el milagro producía en el maná, recogiesen mucho o recogiesen poco, debe producir en los cristianos la caridad.

5.    EVANGELIO Mc 5, 21-43

Jesús, testigo supremo del Dios amigo de la vida, muestra su poder sobre la enfermedad y la muerte. El Evangelio no habla de una multitud que se amontona alrededor de Jesús. Jesús, no pasa en vano en medio de su pueblo, y siempre obra milagros, en este relato se mencionan dos. Uno de ellos es la fe: la de la mujer sangrante, que sabe interiormente que Jesús es capaz de sanarla, y la de Jairo, que viene hasta el Maestro a pedir por su hija. Ambos creen firmemente que en Jesús se manifiesta el Dios de la vida. Ambos tienen una fe activa, que los hace salir de su lugar para acercarse hasta Jesús. En este dinamismo, está el comienzo del milagro. Es así como muchos van hasta Jesús con sus dolores, confiando en que en él se les revelará la vida.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.

Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia:-Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se sane y viva-.

Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.

Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: -Con sólo tocar su manto quedaré sanada- Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba sanada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: “¿Quién tocó mi manto?”. Sus discípulos le dijeron: -¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?- Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.

Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad”. Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: -Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?- Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que creas”. Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: “¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme”. Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: “Talitá kum”, que significa: “¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!” En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor.

  5.1  Y TOCÓ CON FE EL VESTIDO DEL SEÑOR

Este relato de san Marcos, a diferencia de los otros sinópticos, es muy detallado, la descripción de los personajes y los sucesos, nos indican que el testigo, nos hace ver minuciosamente todas las actitudes, que suceden paso a paso, la de Jesús, los discípulos, las gentes, los que suplican, los que sufren, los que alborotan y los que lloran, en otra palabras, es un relato muy vivo.

Una mujer que padecía ya doce años flujo de sangre. Debía de ser de cierta posición social, pues había consultado muchos médicos y gastado toda su hacienda con ellos, pero no había podido ser curada por ninguno, pero sin provecho alguno, es decir iba de mal en peor, no sólo por la inutilidad de aquellos remedios, sino, en parte, causados por los mismos.

Cuando Jesús iba a casa del Jefe de la Sinagoga para curar a su hija, tiene lugar esta escena. Iba acompañado de una gran multitud, que le apretujaba. En las callejuelas del viejo Oriente, el entusiasmo despertado por Jesús hacía que la multitud, empujándose por acercarse, le “apretujase.” Entre esta turba se mezcló la mujer angustiada y tocó con fe el vestido del Señor. Y al punto se hizo su curación.

5.2  “TOCABAN” A JESÚS PARA CURARSE

Habiendo oído esta mujer la fama curativa de Jesús, apeló, desesperada ya de médicos, al mejor recurso, Él. Sólo pensó en tocar su vestido, porque creía que con ello se curaría. La mujer enferma, a como dé lugar quiere llevar adelante su propósito, entonces viene por atrás, y como queriendo robarle o sorprenderle un milagro. Esto es, porque era debido al tipo de impureza legal que significaba su enfermedad, ya que otros enfermos “tocaban” a Jesús para curarse. Las prescripciones rabínicas, aislaban a la mujer que padecía de esta enfermedad a fin de que no “contagiase” su impureza legal.

Jesús, se vuelve preguntando quién le ha tocado, porque una fuerza había salido de Él. “Y se dio vuelta”, es decir, miraba en torno suyo,” — es la clásica “mirada circular” del estilo de san Marcos, como queriendo descubrir quién había sido. Si Jesús obra así, no es por ignorancia, sino por elevar y confirmar la fe de aquella mujer, haciéndole ver que no fue la curación por un contacto supersticioso, sino por efecto de la fe.

5.3  “HIJA, TU FE TE HA SALVADO. VETE EN PAZ, Y QUEDA SANADA DE TU ENFERMEDAD”

Ante esto, los “discípulos”, se extrañan de esta pregunta, pues todos le “apretujaban” y nadie se había acercado a Él con gestos o modos especiales. Pero Jesús insistió en su afirmación. Ante esto, la mujer se postró ante Él y le confesó, lo mismo, ante todo el pueblo toda la verdad. Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad”

Hermoso relato, Al acercarse a Él con fe esta mujer y ser curada, lo que más nos encanta, es darnos cuenta la confianza plena en el poder de Jesús, no solo cree que Jesús la puede curar, sino que va más adelante, pues ella cree que con tan solo tocar su vestido basta, pero aún hay más, ella piensa que aunque Jesús no se dé cuenta, con el simple contacto de su manto, le devolverá la salud perdida.

5.4  LLEGÁNDOSE A JESÚS, SE “POSTRÓ” ANTE EL

Así es, como cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, todos los estaban esperando. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, es decir un miembro distinguido de la sinagoga, llamado Jairo, nombre bastante usual. Llegándose a Jesús, se “postró” ante El, e insistentemente le rogaba que viniese a su casa e “impusiese sus manos” sobre su hija “única” de doce años, que estaba muriéndose, para que la curase.

Si Jairo ruega a Jesús, que para curar a su hija, “venga a su casa” y le “imponga sus manos,” él no tenía un conocimiento claro del poder de Jesús, ya que no pensó en una curación a distancia. Aún estaba rogándole que curase a su hija, cuando vinieron de su casa a comunicarle -Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?-. Era la fe imperfecta, que pensaba requerirse la presencia física para la curación. Es lo que hizo exclamar a Marta, la hermana de Lázaro, después de la muerte de éste, dirigiéndose a Cristo: “Si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano” (Jn 11:21). La prueba le resultaba especialmente dura a Jairo, cuando acaba de presenciar la curación de la mujer con hemorragia. Es un contraste acusado en dos actitudes de fe.

5.5  “NO TEMAS, BASTA QUE CREAS”

Pero Jesús, al oír esto, sólo le recomienda que tenga fe y le dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que creas”. Era ésta la fe que iba a crear el clima en que El ejercía las curaciones, y que, por faltar tantas veces esta fe no realizó milagros. Y vino a su casa. Pero no permito que le siguiera nadie de la turba que le rodeaba, más que tres apóstoles: Pedro, Santiago y Juan.

Al llegar a la casa vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba, todo el “rito” de lloronas a sueldo, ya evocadas por Jeremías (Jer 9:17-18). Por eso, a la presencia de esto, les dice al entrar, “¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme” El uso eufemístico del sueño por la muerte es usual al pueblo judío. Así anunció Jesús la muerte de Lázaro (Jn 11:11.14). Pero aquí el contraste entre muerte y sueño no permitía la interpretación eufemística. Y, sabiendo aquellos mercenarios fúnebres la realidad de la muerte de la niña, se rieron de Jesús. Pero ¡dormía! Porque El precisamente venía a despertarla. Igual que hizo con Lázaro (Jn 11:11).

5.6  “¡NIÑA, YO TE LO ORDENO, LEVÁNTATE!”

Sólo permitió penetrar en la habitación de la niña muerta a sus padres y a sus tres apóstoles. Y “a todos los demás los echó fuera”

Y, acercándose al lecho, tomó a la niña de la mano, y le dijo unas palabras en arameo. “Talitá kum”, que significa: “¡Niña, Yo te lo ordeno, levántate!”, destacándose la autoridad de Jesús. Y al instante la niña de doce años se levantó y echó a andar, luego mandó que diesen de comer a la niña.

Nos demuestra este relato la verdad de la resurrección, pero no sólo la había resucitado, sino curado; la necesidad de comida le haría ver la perfecta salud que ya gozaba.

5.7  LA FE ES NUESTRA MAYOR NECESIDAD

Este relato nos muestra el poder de Jesús que se manifiesta incluso ante la muerte, que se somete a su palabra imperativa, la resurrección de la hija de Jairo, nos muestra el poder de Jesús sobre la vida humana.

También vemos a Jairo que al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia. Así debemos ser también nosotros en la oración, con fuerza y perseverancia. La fe es nuestra mayor necesidad, muchas veces estamos preocupados de un sin números de necesidades, tales como bienes, vacaciones, viajes, cultura, dinero etc. Pero lo que el Señor no dice que lo que más necesitamos es fe. Es así, como es bueno pedirle al Señor: “Señor, que la fe no me abandone, te pido que me la refuerces, que me la concedas siempre, en abundancia, en suficiencia”

La Paz de Cristo

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Domingo XIII  del Tiempo Ordinario

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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