Reflexión desde las Lecturas del Domingo XIX, Ciclo A

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    ECHAR RAÍCES EN DIOS

Son numerosas las ocasiones en que los evangelistas nos repiten que Jesús se retiraba a solas a orar. Un gesto vale más que mil palabras. Con ello nos enseña también a nosotros la necesidad que tenemos de esa oración silenciosa, de ese estar con el Padre a solas, sabiendo que nos ama y nos cuida. Sin una vida profunda de oración, nuestra existencia será como esa barca zarandeada por las olas, alborotada por cualquier dificultad, sin raíces, sin estabilidad.

El que ora de verdad va alimentando su vida de fe, va echando raíces en Dios. La oración le da ojos para conocer a Jesús y descubrirle en todo, incluso en medio de las dificultades, del sufrimiento y de las pruebas: “Verdaderamente eres Hijo de Dios”. La falta de oración, en cambio, hace que se sienta a Jesús como un “fantasma”, como algo irreal; el que no ora es un hombre de poca fe, duda y hasta acaba perdiendo la fe.

El que trata de manera íntima y familiar con Dios experimenta la seguridad de saberse acompañado, de saberse protegido por un amor que es más fuerte que el dolor y que la muerte. El que no ora se siente solo. El que ora convive con Cristo y experimenta la fuerza de sus palabras: “Tranquilícense, soy Yo; no teman”. Es necesario volver a descubrir entre los cristianos la dicha de la oración. Cristo no quiere siervos, sino amigos que vivan en íntima familiaridad con Él.

2.    PRIMERA LECTURA 1 Rey 19,9. 11-13

¿Dónde reconocerla presencia de Dios? El profeta está atento al encuentro con Dios. Hay signos que pueden ser contradictorios, pero el profeta no desiste en su búsqueda. Dios se revelará y será posible dialogar con él.

Lectura del primer libro de los Reyes.

Habiendo llegado Elías a la montaña de Dios, el Horeb, entró en la gruta y pasó la noche. Allí le fue dirigida la palabra del Señor. El Señor le dijo: “Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor”. Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave. Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta.

Palabra de Dios.

2.1         EL LIGERO Y SUAVE SUSURRO DEL SEÑOR

“Habiendo llegado Elías a la montaña de Dios, el Horeb, entró en la gruta y pasó la noche” Quizá era una gruta o  cueva muy conocida, como la que Dios le envía a Moisés cuando le dijo: “Mira, hay un lugar junto a mí; tú te colocarás sobre la peña” (Ex 33:21).  Allí busca refugio Elías para descansar y resguardarse después del largo viaje por el desierto. Dios le sacó de la misma revelándosele, como hizo cinco siglos antes con Moisés: “al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un poderoso resonar de trompeta; y todo el pueblo que estaba en el campamento se echó a temblar. Entonces Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en el fuego. Subía el humo como de un horno, y todo el monte retemblaba con violencia. El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte; Moisés hablaba y Dios le respondía con el trueno.  El Señor bajó al monte Sinaí, a la cumbre del monte; llamó Yahveh a Moisés a la cima de la montaña y Moisés subió”.  (Éxodo 19:16-20)

Es así como por orden del Señor sale fuera de la caverna; “El Señor le dijo: “Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor” Y Dios se le manifiesta, no en el viento fuerte y poderoso: “Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento”, ni en el terremoto: “Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto.” Ni en el fuego: “Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego”,  sino en el ligero y suave susurro: “el rumor de una brisa suave.” Cuando creyó Elías que el Señor estaba presente, por respeto (Ex 3:6) o por creer que nadie puede sobrevivir después de ver a Dios. (Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a Dios, Éxodo 3:6) Elías, también cubrió su rostro con el manto. “Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta”.

Se desprende de la lectura, la manera suave y misteriosa con que se hace sentir la presencia del Señor, es decir, representa la espiritualidad de Dios. Los más poderosos elementos materiales: “viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas”,  “terremotos”, “fuego” anuncian la visita, pero no constituyen la misma. La presencia divina es algo gradual, progresivo, imperceptible.  

3.    SALMO Sal 84, 9-14

R. Muéstranos, Señor, tu misericordia, y danos tu salvación.

Voy a proclamar lo que dice el Señor: el Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos. Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra tierra. R.

El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán; la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo. R.

El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia irá delante de Él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.

3.1  LA GLORIA HABITARÁ EN NUESTRA TIERRA

En estilo profético, el salmista anuncia que Dios va a dar una palabra de esperanza en contestación a su ansiada súplica. “Voy a proclamar lo que dice el Señor”. Después de tantos sinsabores, Dios les va a hablar de paz: “el Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos”. Pero sólo participarán de esta promesa los que se vuelvan a El de corazón. La hora de la ira y del resentimiento ha pasado para traer la salvación a los que le temen. “Su salvación está muy cerca de sus fieles”,  La gloria del Señor — su manifestación esplendente en el templo — se va a manifestar en la tierra: “y la Gloria habitará en nuestra tierra”.

Hasta ahora el Señor mantenía una actitud de reserva y mutismo respecto de su pueblo; pero ahora va a colmarlo de favores. Como consecuencia de su intervención divina se van a encontrar (la formulación está en perfecto profético) la piedad y la fidelidad: la fidelidad de los hombres va a corresponder a la piedad del Señor; y como consecuencia de su justicia salvadora se implantará la paz y la reconciliación definitiva. “El Amor y la Verdad se encontrarán”, Llega la hora en que la fidelidad brotará en la sociedad como un fruto espontáneo de la tierra, correspondiendo a la justicia “la Justicia y la Paz se abrazarán”, y a la salvación de Dios, que está en los cielos “la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo”. El Papa Juan Pablo II en su catequesis, hermosamente escribe de este verso; “la justicia y la paz se besan al encontrarse. La verdad brota como en una primavera renovada, y la justicia, que para la Biblia es también salvación y santidad, mira desde el cielo para iniciar su camino en medio de la humanidad”.

Pero no sólo en el orden moral se dará una transformación total, sino que también en el material la tierra se mostrará fértil, dando sus frutos en correspondencia a la benevolencia del Señor, que otorga el bien y la bendición.

Todas las virtudes, antes expulsadas de la tierra a causa del pecado, ahora vuelven a la historia y, al encontrarse, trazan el mapa de un mundo de paz. La misericordia, la verdad, la justicia y la paz se transforman por todas partes. También Isaías canta: “Destilad, cielos, como rocío de lo alto; derramad, nubes, la victoria. Ábrase la tierra y produzca salvación, y germine juntamente la justicia. Yo, el Señor, lo he creado” (Is 45,8).

El salmista se sitúa en las perspectivas de los vaticinios proféticos mesiánicos. Con una vigorosa personificación presenta al Señor habitando en medio de su pueblo, llevando como acompañantes a la justicia y a la paz, son su guardia de honor: “La Justicia irá delante de Él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos”. Con esta perspectiva esperanzadora cierra el salmista su composición, llena de emotivos sentimientos y de resonancias mesiánicas. “El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos”.

3.2  “LA VERDAD BROTARÁ DE LA TIERRA”

El Papa Juan Pablo, comenta en su Catequesis de este salmo, que ya en el siglo II con san Ireneo de Lyón, las palabras del salmista se leían como anuncio de la “generación de Cristo en el seno de la Virgen” (Adversus haereses III, 5,1). En efecto, la venida de Cristo es la fuente de la misericordia, el brotar de la verdad, el florecimiento de la justicia, el esplendor de la paz.

Por eso, la tradición cristiana lee el Salmo, sobre todo en su parte final, en clave navideña. San Agustín lo interpreta así en uno de sus discursos para la Navidad:

“La Verdad brotará de la tierra”: Cristo, el cual dijo: "Yo soy la verdad" (Jn 14,6), nació de una Virgen. “la Justicia mirará desde el cielo”: quien cree en el que nació no se justifica por sí mismo, sino que es justificado por Dios. "La verdad ha brotado de la tierra": porque "el Verbo se hizo carne" (Jn 1,14). "Y la justicia ha mirado desde el cielo": porque "toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto" (St 1,17). "La verdad ha brotado de la tierra", es decir, ha tomado un cuerpo de María. "Y la justicia ha mirado desde el cielo": porque "nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo" (Jn 3,27), (San Agustín)

4.    SEGUNDA LECTURA Rom 9, 1-5

Para el apóstol Pablo es un enigma que el pueblo de Israel, tras siglos esperando al Mesías, no lo haya acogido. Lo que nos da a entender que también muchos cristianos de la comunidad de Roma participan de esta ansiedad reflejada en la carta del apóstol.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.

Hermanos: Digo la verdad en Cristo, no miento, y mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo. Siento una gran tristeza y un dolor constante en mi corazón. Yo mismo desearía ser maldito, separado de Cristo, en favor de mis hermanos, los de mi propia raza. Ellos son israelitas: a ellos pertenecen la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto y las promesas. A ellos pertenecen también los patriarcas, y de ellos desciende Cristo según su condición humana, el cual está por encima de todo, Dios bendito eternamente. Amén.

Palabra de Dios.

4.1  SIENTO UNA GRAN TRISTEZA Y UN DOLOR CONSTANTE EN MI CORAZÓN

San Pablo comienza aquí a tratar el gravísimo y para él torturante problema de la incredulidad judía. La ligazón con lo anterior es por antítesis: ante el hecho confortante de la esperanza cristiana, ¿cuál es la situación de los israelitas, el pueblo de la elección y de las promesas divinas? Su incredulidad casi general no puede menos de desconcertar. ¿Qué se ha hecho de aquella elección y de aquellas promesas? ¿Es que han fracasado los planes de Dios? Si así es, tampoco los cristianos podemos estar muy seguros. San Pablo está tratando de responder al problema concreto de la incredulidad judía, y que más que de individuos aislados habla de pueblos, no refiriéndose, directamente al menos, a la salvación o condenación eterna de nadie, sino más bien al papel histórico que Dios ha asignado a Israel en los planes de bendición.

En este primer fragmento de esta carta, se trata de una especie de introducción al tema. Comienza el Apóstol haciendo notar su gran tristeza “Hermanos: Digo la verdad en Cristo, no miento, y mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo. Siento una gran tristeza y un dolor constante en mi corazón”, esto es ante el hecho de la incredulidad judía; “Yo mismo desearía ser maldito, separado de Cristo, en favor de mis hermanos, los de mi propia raza”. Es, sin que eso quite nada a su realidad, una forma de escribir buscando encantar la atención y buena disposición de sus lectores u oyentes para sean comprensivos a fin de deshacer  la idea tan extendida contra él de considerarle como enemigo del pueblo judío. Su amor a sus compatriotas es tal, que estaría dispuesto a sufrir cualquier mal, incluso el más extremo, por el bien de ellos. Eso indica con la expresión: “Yo mismo desearía ser maldito, separado de Cristo, en favor de mis hermanos, los de mi propia raza”, expresión que no debe tomarse demasiado a la letra, sino como modo enfático de hablar para indicar el interés extremo que siente por ellos. Bien sabe San Pablo que eso es una hipótesis irreal, que no puede ser objeto de verdadero deseo.

4.2  ELLOS SON ISRAELITAS: A ELLOS PERTENECEN LA ADOPCIÓN FILIAL

A continuación enumera San Pablo las grandes prerrogativas de Israel, que lo distinguen de todos los otros pueblos: “Ellos son israelitas: a ellos pertenecen la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto y las promesa”. En efecto, de entre todos los pueblos Dios eligió a Israel como pueblo suyo, en medio del cual se hacía presente su “gloria” y con él pactó varias veces  y le dio una Ley, un culto, le hizo depositario de las promesas mesiánicas a él pertenecen los patriarcas, grandes amigos de Dios y, sobre todo, de él procede Jesucristo en cuanto hombre, gloria máxima de Israel, que nadie le podrá arrebatar. Hablando de Jesucristo, San Pablo le llama expresamente “Dios,” siendo éste uno de los testimonios bíblicos más claros y categóricos de su divinidad. “A ellos pertenecen también los patriarcas, y de ellos desciende Cristo según su condición humana, el cual está por encima de todo, Dios bendito eternamente. Amén”

5.    EVANGELIO Mt 14, 22-33

El relato de Mateo presenta el progresivo reconocimiento de los Apóstoles de ver a Jesús como el Hijo de Dios, de creer que él viene hasta nosotros por encima de todas las agitaciones y temores para tendernos su mano salvadora.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Después de la multiplicación de los panes, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. “Es un fantasma”, dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: “Tranquilícense, soy Yo; no teman”. Entonces Pedro le respondió: “Señor, si eres Tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua”. “Ven”, le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: “Señor, sálvame”. En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”. En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante Él, diciendo: “Verdaderamente, Tú eres el Hijo de Dios”.

Palabra del Señor.

5.1  JESÚS NO DEJA NUNCA DE ORAR

“Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo”.  Relata el Evangelio, que después de la multiplicación de los panes, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas.

Jesús no deja nunca de orar, los Evangelios nos muestran muchas situaciones donde Él se retira a orar, y busca la soledad para hacerlo.

Muchas veces hablamos mucho, somos inquietos, queremos hacer muchas cosas, pero la actividad más importante es orar, es la mejor forma de utilizar el tiempo, y no se puede considerar como algo secundario.

Cuando planifiquemos la actividad del día, incluyamos unos minutos para la oración, y dejemos esos instantes para dedicarnos con constancia a comunicarnos con nuestro Padre y que nada nos aparte de esta intención.

5.2  DOCE ÍNTIMOS AMIGOS DEL SEÑOR, AVANZA ENTRE LAS DIFICULTADES

“La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos”. Después de navegar casi toda la noche, la barca donde navegan los Doce íntimos amigos del Señor, avanza entre las dificultades ocasionadas por la violencia de las olas y el viento en contra, podemos imaginar la fatiga que llevaban al remar así.

Es como le sucede hoy a nuestra Iglesia, que avanza por Cristo en una mar de dificultades, remando contra la irreverencia y el descaro de aquellos que imponen leyes contrarias a las enseñanzas del Señor.

5.3  “TRANQUILÍCENSE, SOY YO; NO TEMAN”.

“A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar”. Los discípulos, al verlo caminar sobre las aguas, se asustaron. “Es un fantasma”, dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Sin embargo la palabra de Nuestro Señor Jesucristo viene a tranquilizar a sus almas y les dice: “Tranquilícense, soy yo; no teman”. De todos ellos, Pedro es el más audaz, ya es el líder  entre sus amigos, y le dice a Jesús: “Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua” y lo hace porque él no duda de que el Señor tiene ese poder y a una palabra “Ven”, baja de la barca y camina sobre las aguas. Pero a causa de la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: “Señor, sálvame”. La reacción del Apóstol es muy humana, es un contraste entre la fe y su intuitivo temor.

5.4  NO LE QUITEMOS LOS OJOS AL SEÑOR

Si le quitamos los ojos al Señor, no podemos hundir, y quizá Pedro, mientras estaba mirando a los ojos de Jesús, no se hundía y al ver el peligro miro el mar y comenzó a hundirse. Teresa de Jesús, tiene una preciosa expresión, “mira que te mira” (Vida 13,22) y esta sigue siendo válida para nosotros. Todos tenemos ojos para mirarle y conocemos también la mirada de su interior.  Como ya sabemos, la Santa Madre Teresa de Jesús, emplea muchas veces el verbo mirar, mirarle, poner los ojos en El, volver los ojos a mirarle, y es así como nos dice: “Y os mirará Él con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores para consolar los vuestros, solamente porque vais a consolaros con Él y porque volvéis la cabeza para mirarle”. (Camino de Perfección 26,5). Se trata de volver hacia El los “ojos del alma” (CP 26,3). Ciertamente esto requerirá entrenamiento, hasta poder instalarse uno en su presencia y entrar en comunión con sus sentimientos. Arraigo en las capas hondas de mi interior, para decir con verdad: “juntos andemos, Señor” (CP 26,6). No le quitemos los ojos al Señor, y seguro, que no tendremos miedo de caminar hasta El.

5.5  FRENTE A LAS TORMENTAS POR LA CUAL LA IGLESIA PASA, TODOS TENEMOS QUE ANIMARLA

Quizás distinto hubiera sido si sus amigos desde la barca le hubieran entre todos animados diciéndole a su amigo; “Pedro, avanza, ten confianza”, “Pedro si se puede, ten fe”, y es posible pensar que entre tanto ánimos de sus amigos él no hubiera tenido el normal temor de hundirse. Esto nos enseña, comparando este suceso, que la barca es como nuestra Iglesia y Pedro como nuestro Papa,  es decir, frente a las tormentas por la cual la Iglesia pasa, todos tenemos que animarla a que siga adelante al encuentro con el Señor.

5.6  “HOMBRE DE POCA FE, ¿POR QUÉ DUDASTE?”.

Pedro, esta colmado de entusiasmo y ardor por su Maestro, pero también expuesto a los miedos, al cansancio, por cuanto necesita que el Señor venga en su ayuda para sostenerlo. Caminando sobre las aguas turbulentas, el Dios de Jesucristo, se muestra como persona humana y divina, él se hizo hombre y fue hermano para sus discípulos, es parte de la familia de sus amigos, El los ánima pero también los reprende, el calma sus tormentas, pero al mismo tiempo les tiende su mano. Frente al peligro, EL se hace presente para salvarlos. Así es como en seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”. En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: “Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios”.

5.7  SI ESTÁ UN ALMA EN TODA LA TRIBULACIÓN

Si está un alma en toda la tribulación y alboroto interior que queda dicho y oscuridad del entendimiento y sequedad; con una palabra de éstas que diga solamente: no tengas pena, queda sosegada y sin ninguna, y con gran luz, quitada toda aquella pena con que le parecía que todo el mundo……y si esta toda llena de temor: y con una palabra que se le diga sólo: Yo soy, no hayas miedo, se le quita del todo, y queda consoladísima, y pareciéndole que ninguno bastará a hacerla creer otra cosa….( Castillo Int. O Las Moradas 6, 3, Santa Teresa de Jesús)

5.8  SU PRESENCIA NOS PROTEGE DEL PELIGRO

El encogimiento de la fe, nos hace temer frente al peligro, como también nos hace sentir desanimado en las dificultades, y parece que  naufragamos. Pero donde la fe es viva, es cuando no dudamos del poder de Jesucristo, por cuanto su presencia nos protege del peligro y nuestra Iglesia estará por siempre a salvo, la mano del Señor se extenderá amorosamente para salvarla de cualquier tormenta.

Y cuando estemos solos, o cuando nos veamos solo, aprendamos a sentir la presencia del Señor, Él siempre quiere estar con nosotros, lo hemos visto que no deja de preocuparse por sus apóstoles y esta justamente ahí, donde el peligro asecha, para animarnos y darnos confianza. Es lógico asustarse si no tenemos a Jesús junto a nosotros, es normal que nos sintamos solo si no tenemos su compañía. Pero ahí está Jesús diciéndonos "Tranquilícense, soy yo; no teman".

5.9  NOS CUESTA MUCHO RECONOCER SU PRESENCIA

En muchas ocasiones perdemos la tranquilidad, y tenemos a nuestro alrededor una tormenta de preocupaciones y nos sucede que no identificamos la voz de calma que nos da el Señor o nos cuesta mucho reconocer su presencia, seguramente esto es porque estamos algo alejados de Dios, y entonces no hundimos en la inseguridad que está bajo nuestros pies. Cuando esto suceda busquemos tomar la mano salvadora de Jesús que se extiende hacia nosotros, y hagámoslo poniendo mucho de nuestra parte.

5.10  ¡SEÑOR SÁLVAME!,

En efecto tenemos que poner mucho de nosotros y hacerlo en forma habitual cada día, ya que Jesús no pide esfuerzo, y si damos todo de , podemos confiar en la ayuda de Jesús, y como ante el grito angustioso de Pedro ¡Señor Sálvame!, Él nos extenderá cariñosamente las manos para hacerlo, pero no hará ver la poca fe, nos echará en cara que si estuvimos en peligro y tuvimos miedo fue por no confiar en El o porque no hemos distanciados de Él.

Todo volvió a la calma en el momento que Jesús tomo la mano de Pedro, y todo es distinto cuando nosotros no tomamos de Jesús, es cuestión de fe, esa fe que debe guiar nuestra vida, nuestro propósitos, nuestros planes, fe que debe mantenerse viva para que ilumine y la fuente de energía que permite que no se apague está en la oración.

5.11 ¡OH, QUE BUENO ERES DIOS MÍO, DICIÉNDOLE A ELLOS Y A NOSOTROS ESAS PALABRAS!,

“Tranquilícense, soy yo; no teman”, le dice el Señor a sus discípulos, ¡OH, qué bueno eres Dios mío, diciéndole a ellos y a nosotros esas palabras!,.. Qué débil soy, qué miserable, qué pecador, qué agitado estoy de continuo por el viento de la tentación y cómo estoy a punto de anegarme...! Porque no es tanto que la tentación sea fuerte cuanto que yo soy débil... Sí reconozco; tú no dejas que yo sea muy tentado; siento mano sin cesar sobre mí para protegerme y cualquier tentación grave... Qué bueno eres, Dios mío, diciéndome a mí que bogo sin avanzar un paso, a mí que me siento juguete de las olas e impotente para continuar: No teman. ... ¡Qué bueno eres, no sólo diciéndome esa palabra, sino también dejándome entrever que  la esperanza de que algún día tu mismos subirás a mi barquita..(Carlos de Foucauld)

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Domingo XIX Ciclo A

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas:

Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén


www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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