Reflexión desde las Lecturas del Domingo XV, Ciclo A

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    ¿POR QUÉ NO HAY FRUTO?

Cristo es el sembrador que siembra su palabra en nosotros. Y la semilla tiene fuerza para dar fruto abundante – ¡el ciento por uno! Por malo que venga el año, la semilla da fruto..., a no ser que algo lo impida.

Si nosotros estamos recibiendo continuamente la semilla de la palabra de Cristo, ¿a qué se debe que no demos fruto o que no demos todo lo que teníamos que dar? La culpa no es del sembrador –Cristo no puede fallar al sembrar –, ni de la semilla –que tiene poder de germinar –, sino de la tierra en que cae esa semilla. ¿Qué hay en nosotros que nos impide dar fruto? Jesús mismo lo explica claramente. Es, en primer lugar, el no entender la Palabra, el no pararnos a asimilarla, a meditarla, a orarla; la superficialidad hace que el Maligno se lleve lo que ese tal ha recibido. Y este no tener raíces hondas hace también que cualquier dificultad acabe con todo.

Otra causa de no dar fruto es el tener miedo a los desprecios y burlas; el que busca quedar bien ante todos y ser aceptado por todos y no está dispuesto a ser despreciado por causa de Cristo y de su Evangelio, ese tal no puede agradar a Cristo ni acoger su Palabra.

Y la otra causa son las preocupaciones y afanes de la vida y el apego a las cosas de este mundo; sin un mínimo de sosiego para escuchar a Cristo y sin un mínimo de desprendimiento, de austeridad y de pobreza, la palabra sembrada se ahoga y queda estéril. El que no da fruto es el único culpable de su propia esterilidad. Al que no quiere escuchar porque endurece su corazón, Jesús no se molesta en explicarle. Es inútil intentar aclarar al que no es dócil, pues oye sin entender: “El que tenga oídos que oiga”.

2.    PRIMERA LECTURA Is 55,10-11

Los dones de Dios sembrados en su pueblo esperan el momento oportuno para dar sus frutos. La fecundidad está garantizada por la misma acción de Dios, pero es necesario presentarse ante él como tierra dispuesta y generosa.

Lectura del libro de Isaías.

Así habla el Señor: “Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que Yo quiero y cumple la misión que Yo le encomendé”.

Palabra de Dios.

2.1   EL TIEMPO DE LA RECONCILIACIÓN CON EL SEÑOR

El profeta invita a todos los que se sientan necesitados a dirigirse al Señor, que les colmará en todo. Sólo se exige como condición para incorporarse a la nueva comunidad mesiánica, en la que se cumplirán las promesas hechas a David, la obediencia y fidelidad al Señor.

Ante la glorificación próxima de Israel, se anuncia un período de gracia y de reconciliación. Puesto que Dios se apresta a inaugurar una era de justicia y salvación para Sión, deben todos prepararse para acercarse a Él, ya que ofrece la gracia y el perdón. Desaprovechar la ocasión es llegar demasiado tarde. El Señor está ahora cerca (“Buscad al Señor, mientras pueda ser hallado; llamadlo en tanto que está cerca”), y es preciso aprovecharse de su presencia. Es el tiempo propicio para la salvación; por eso deben obviarse todos los obstáculos que puedan oponerse a esa efusión del perdón divino: los impíos deben dejar sus caminos (“Deje el impío sus caminos, y el malvado sus pensamientos, y vuélvase al Señor, que tendrá de él misericordia; a nuestro Dios, que es rico en perdones”. v.7). Dios está dispuesto a recibirlos con tal de que se vuelvan a Él, que es rico en perdones. Y la razón de esta magnanimidad divina radica en que sus pensamientos y caminos (“Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni mis caminos son vuestros caminos, dice el Señor” v.8) son de todo punto diferentes de los cálculos y módulos de los hombres. Dios planea con su inteligencia sobre la historia, y sus designios misteriosos están fuera de todo cálculo estrecho humano. Por eso, en su misericordia, se extiende a todos los que de buena voluntad quieran acercarse a Él. Los designios de redención están fuera de toda comprensión humana.

2.2   “PARA QUE DÉ LA SEMILLA AL SEMBRADOR Y EL PAN AL QUE COME”

Y este designio redentivo sobre todos se expresa por la palabra dl Señor: “Así habla el Señor: “Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca”,  cuya eficacia es tan manifiesta como la de la lluvia, que empapa la tierra haciéndola fructificar. Siguiendo la mentalidad popular, supone que la lluvia proviene realmente de los cielos. Precisamente este origen superior le da pie para la comparación con la palabra que sale de la boca de Dios. Aunque la eficacia inmediata de la lluvia no es perceptible, sin embargo, a la larga da simiente “para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come”,  así la palabra divina no vuelve vacía; “así sucede con la palabra que sale de mi boca”,  sino fructifica, plasmando sus designios de salvación. La imagen parece ser la de un dependiente que sale a cumplir una misión y vuelve a su superior a comunicar que se ha cumplido la misión,  ella no vuelve a mí estéril”.  Aquí palabra es el designio de salvación de Dios, que no queda despreciada,  “sino que realiza todo lo que Yo quiero y cumple la misión que Yo le encomendé”.

3.    SALMO

Sal 64,10-14

R. La semilla cayó en tierra fértil y dio fruto.

Visitas la tierra, la haces fértil y la colmas de riquezas; los canales de Dios desbordan de agua, y así preparas sus trigales. R.

Riegas los surcos de la tierra, emparejas sus terrones; la ablandas con aguaceros y bendices sus brotes. R.

Tú coronas el año con tus bienes, y a tu paso rebosa la abundancia; rebosan los pastos del desierto y las colinas se ciñen de alegría. R.

Visitas la tierra, la haces fértil. Las praderas se cubren de rebaños y los valles se revisten de trigo: todos ellos aclaman y cantan. R.

3.1   “LAS COLINAS SE CIÑEN DE ALEGRÍA”

Este es un himno que nos maravilla, está dotado de hermosura, es una pintura primaveral, una escena llena de frescura, esmaltada de colores, colmada de voces de alegría. ”Las colinas se ciñen de alegría”.

Se desarrolla con la descripción de la primavera, en el soleado y árido paisaje del Oriente y la lluvia que fecunda es la expresión de la fidelidad del Señor hacia la creación. Riegas los surcos de la tierra, emparejas sus terrones; la ablandas con aguaceros y bendices sus brotes”.

Es un himno de Acción de Gracias a Dios por su espléndida generosidad. “Tú coronas el año con tus bienes, y a tu paso rebosa la abundancia”

Este cántico eucarístico parece fue compuesto en ocasión de cesar una persistente y asoladora sequía. Alude a los beneficios de una abundante y desbordadora cosecha: “Y los valles se revisten de trigo”. Como Señor y regulador supremo de todos los fenómenos de la naturaleza: “Los canales de Dios desbordan de agua, y así preparas sus trigales” y de los acontecimientos de la historia, se le debe especial acatamiento y veneración. Todas las riquezas de los campos son fruto de su bendición; las cosechas, los abundantes pastos, la multiplicación de los ganados, pregonan su magnificencia, al par que su especial providencia sobre su pueblo necesitado. Todo esto parece suponer que el presente himno fue compuesto para ser recitado en una solemnidad en que se daba gracias a Dios por las abundantes cosechas: “Y a tu paso rebosa la abundancia”.

3.2   “VISITAS LA TIERRA, LA HACES FÉRTIL”

Acción de gracias por la fertilidad de los campos. Este salmo canta la esplendidez divina, que da la fecundidad a la tierra, regándola con copiosas aguas. “Visitas la tierra, la haces fértil”. La visita de Dios a la tierra va acompañada de toda clase de bendiciones materiales: con sus lluvias abundantes ha preparado la tierra para que produzca inagotable mies: “Visitas la tierra…. y la colmas de riquezas”. Se describe el efecto bienhechor de la lluvia: los surcos regados: “Riegas los surcos de la tierra”, que son después cuidadosamente allanados por el arado: “emparejas sus terrones”, sembrando de bendición sus gérmenes, de los que brotará la abundante cosecha. El poeta piensa, sin duda, en la lluvia otoñal, que se requiere para una buena siembra, que, al fin, es coronada con una buena cosecha debida a la abundancia de lluvias.

Hasta los pastizales del desierto se vuelven fecundos, destilando frescor y humedad; los campos se cubren de un verde alegre y prometedor: “Las praderas se cubren de rebaños y los valles se revisten de trigo”; y, en consecuencia, los rebaños se mueven por sus laderas, mientras los valles se cubren de mieses. El año agrícola ha sido completo para los cereales y los pastos; por eso los labradores y ganaderos lanzan gritos de júbilo y las canciones alegres se oyen por dondequiera.

3.3  “LA SEMILLA CAYÓ EN TIERRA FÉRTIL Y DIO FRUTO”

Entran en escena las aguas de la vida y de la fecundidad, que en primavera riegan la tierra e idealmente representan la vida nueva. Los versículos finales del Salmo, son de gran belleza y significado. Dios colma la sed de la tierra agrietada por la aridez y el hielo invernal, regándola con la lluvia. El Señor es como un agricultor (cf. Jn 15,1), que hace crecer el grano y hace brotar la hierba con su trabajo. Prepara el terreno, riega los surcos, iguala los terrones, ablanda todo su campo con el agua: “emparejas sus terrones; la ablandas con aguaceros y bendices sus brotes”.

El salmista usa sus verbos para describir esta acción amorosa del Creador con respecto a la tierra, que se transfigura en una especie de criatura viva. emparejas sus terrones; la ablandas con aguaceros y bendices sus brotes A este propósito son sugestivos también los verbos vinculados al símbolo del vestido: “Las praderas se cubren de rebaños y los valles se revisten de trigo”. Es la imagen de una pradera esparcida con la blancura de las ovejas; las colinas se ornamentan tal vez con las viñas, signo de júbilo por su producto, el vino, que “alegra el corazón del hombre” (Sal 103,15); los valles se visten con el manto dorado de las mieses.

Lo sembrado en buena tierra, da los frutos esperados, digamos fuerza y hagamos viva la Palabra repitiendo; “La semilla cayó en tierra fértil y dio fruto”

4.    SEGUNDA LECTURA Rom 8, 18-23

Los cristianos compartimos la misma esperanza de un mundo nuevo sin injusticias ni guerras. El dolor y el sufrimiento, por tanto, deben verse como un parto hacia el nacimiento de una nueva vida.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.

Hermanos: Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros. En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios. Ella quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una esperanza. Porque también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando la plena realización de nuestra filiación adoptiva, la redención de nuestro cuerpo.

Palabra de Dios.

4.1  LOS SUFRIMIENTOS DEL TIEMPO PRESENTE NO PUEDEN COMPARARSE CON LA GLORIA FUTURA

San Pablo dejó ya demostrada su tesis al señalar que somos hijos de Dios, y si hijos, también herederos” (v. 16-17). Pero quiere seguir aún insistiendo en el tema. Su última advertencia de que “para ser glorificado con Cristo, antes hemos de padecer con El (v.17), esto podía asustar a alguno. Por eso, su afirmación inmediata: Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros”.  Es la respuesta cristiana más sencilla al problema del sufrimiento y que no paremos nuestra consideración en lo presente, sino que miremos hacia el futuro. A continuación va señalando el Apóstol las pruebas o razones, especie de garantía divina, que corroboran, en continuo aumento la certeza de esa nuestra esperanza: primeramente, el presentimiento de las cosas creada, después, nuestros propios gemidos suspirando por la glorificación y luego, la intercesión del Espíritu Santo a nuestro favor (v.26-27); por fin, los planes mismos de Dios, que todo lo endereza a la salud de sus escogidos (v.28 - 30)

Comienza el Apóstol fijando su atención en el mundo creado, En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios”,  sometido contra su voluntad a la vanidad y corrupción; quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió”, que espera anhelante la “revelación de los hijos de Dios”, momento en que también él será liberado de su servidumbre para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios”.

4.2  CONSERVANDO UNA ESPERANZA”.

No parece caber duda que ese “mundo creado,” que el Apóstol presenta personificado, es el mundo sensible inferior al hombre, al que expresamente se contrapone; pero ¿qué clase de servidumbre es esa a que ha sido sometido y cuál es la liberación que espera? La respuesta a estas preguntas no es fácil. Es posible que sea necesario, que como base de toda explicación haya que colocar dos textos del Génesis: la sujeción que Dios hace al hombre de todos los seres inferiores a él (Gen 1:26-29), y el pecado de éste, que afectó también a esos seres inferiores, al menos en su relación hacia el hombre (Gen 3:17-19). Produce, pues, el pecado de Adán un desequilibrio en las cosas, un desorden, un modo de ser, que no es el puesto primitivamente por Dios; y este modo de ser le ha venido a las cosas no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió”, es decir, no por responsabilidad directa, sino en virtud de aquel lazo moral que Dios estableció entre el hombre y los seres inferiores, de modo que éstos siguiesen la suerte de aquél. Precisamente, debido a tener su suerte ligada a la del hombre, la “esperanza” de liberación que Dios dejó entrever al ser humano ya desde el momento mismo de la caída (Gen 3:15), era también “esperanza” para las cosas mismas. Esa, y no otra, parece ser la “esperanza” de que habla San Pablo “pero conservando una esperanza.

4.3  “PRIMICIAS DEL ESPÍRITU”

En realidad es la misma idea que encontramos ya en Isaías, cuando Dios promete “cielos nuevos y tierra nueva” para la época mesiánica (Is 65:17; 66:22), idea que se recoge en el Nuevo Testamento, fijando su realización en la parusía (cf. Mt 19:28; Hechos 3:21; 2 Pe 3:13; Ap 21:1). La diferencia está únicamente en que San Pablo dramatiza más las cosas y habla no sólo del estado glorioso final, sino también de la etapa anterior, etapa hasta el presente, gime y sufre dolores de parto suspirando por ese estado glorioso final, que tiene como centro al hombre, lo mismo que lo tuvo la caída. Por eso, probablemente, es por lo que escribe “sabemos que”, como indicando que se trata de doctrina conocida.

Son “gemidos” por parte de quienes poseen ya las “primicias del Espíritu”; por tanto, tenemos una nueva garantía de que esa expectación anhelante no puede quedar frustrada. San Pablo habla, no de glorificación, sino de filiación adoptiva término que resulta aquí un poco extraño, pues ésa la poseemos ya a raíz de la justificación (cf. v.14-15); ello indica que el término “adopción” puede tomarse en sentido más y menos pleno, desde que comienza en la justificación hasta su consumación o desenvolvimiento definitivo en la gloria, que es como ahora lo toma San Pablo. Es por eso, probablemente, por lo que, como tratando de explicarse más, añade lo de “redención de nuestro cuerpo”, cosa que sabemos está reservada para después de la muerte. En el mismo sentido habla de “primicias del Espíritu”, a decir, de que tenemos ya el Espíritu, pero no tenemos todavía todo lo que esa posesión nos garantiza. Dicho de otra manera, estamos “salvos en esperanza” (v.24), pues la plenitud de esa salvación aparecerá sólo más tarde, de momento debemos esperar “en paciencia” (v.25), o lo que es lo mismo, con espera sufrida y constante.

5.    EVANGELIO Mt 13, 1-23

Muchas cosas pueden provocar el fracaso de la siembra, pero eso no impide que sigamos esparciendo la semilla de un mundo nuevo y más humano.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces Él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: “El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!”. Los discípulos se acercaron y le dijeron: ¿“Por qué les hablas por medio de parábolas?”. Él les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: ‘Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los sane’. Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron. Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: éste es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Éste produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno”.

Palabra del Señor.

5.1  UNA GRAN MUCHEDUMBRE SE REÚNE PARA OÍR A JESUS

Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Jesús está en Cafarnaúm. Una gran multitud se reunió junto a él, haciéndonos ver el atractivo que produce el Señor en las gentes. Luego agrega que: de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Nos imaginamos una gran muchedumbre que se reúne cerca de El para oírle, y debe haber sido quizás todo el día, porque el fragmento del evangelio dice: Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Y nos preguntamos ahora, ¿cuánto tiempo disponemos para Jesús? ¿Qué atractivo tiene para nosotros oír sus enseñanzas? ¿Tenemos interés en conocer su palabra?, me hago la pregunta en razón de que es cierto que conocemos a personas que muestran antipatía por saber que decía el Hijo de Dios.

5.2  "EL SEMBRADOR SALIÓ A SEMBRAR”

Jesús les decía: "El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. En aquella época, en las costumbres agrícolas eran sembrar primero y luego se araba todo el terreno, incluidos los pequeños caminos de las parcelas, por eso dice el Señor que algunas cayeron al borde de él. La misma explicación vale para la frase: Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; se está precisando bien la profundidad de la tierra fértil, para luego indicar que: cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.

He leído, de que los cardos palestinos crecen junto al Lago, y luego alcanzan en pocos meses un metro de altura, por tanto concretamente “ahogan” la semilla al desarrollarse. Es así como la parábola sigue: Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. Pero también hay semillas que tienen más éxito y cae en buena tierra, y así dice Jesús: Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto”. Los que hayan vivido en el campo, saben mejor que otros cuanto rinde un sembrado, en aquellas tierra se decía que rendía de tres a cuatro por uno, y era bueno obtener un diez por uno, pero en la parábola Jesús dice: unas cien, otras sesenta, otras treinta.

5.3  ¡EL QUE TENGA OÍDOS, QUE OIGA!

Jesús les dice: ¡El que tenga oídos, que oiga! Para algunos puede significar el esmero con el cual se oye la Palabra del Señor. Para llamar la atención a alguien se le dice te entra por un oído y sale por el otro. Pero la frase de Jesús es más bien, un anticipo, un toque de alerta. Un llamado a meditar. Entonces, con la parábola del sembrador, tenemos que preguntarnos como somos nosotros en cuanto a tierra de cultivo, sabemos que la semilla es de primera calidad, y germinará según se comporte el suelo que la reciba.

Entonces se hace necesario que nuestro terreno de cultivo este bien preparado, para que la siembra sea eficaz en nosotros, esto es, sensible en el espíritu a esa semilla, a esa Palabra. ¡El que tenga oídos, que oiga!" El que tenga disposición, esto es voluntad de oír, el que esté dispuesto a recibir lo que el Señor nos ofrece, el que sea limpio de corazón, el que viva de acuerdo a las enseñanzas de Cristo, el que cumpla con su compromiso con nuestra fe cristiana, el que haga méritos para recibir el Espíritu de Dios, ése, entenderá la Palabra de Dios.

5.4  ¿CUÁL ES NUESTRA DISPOSICIÓN AL OÍR LA PALABRA DEL SEÑOR?

Puede que la semilla no llegue a nosotros; algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron, nuestro caminar materialista, inspirado en la soberbia, vanidad, avaricia o envidia y el nulo interés en oír lo bueno, nos incapacita para recibir la semilla de la Palabra. Otras brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron, ¿Cuál es nuestra disposición al oír la palabra del Señor?, si somos como una roca, la semilla no echará raíces, si nuestro suelo no se riega no germinará la semilla, y este se riega con lo esencial, el amor, porque el amor es contrario a la muerte, es vida, y este amor busca habitar en nuestro corazón, por tanto si la semilla que es la Palabra , no haya ambiente en nuestro corazón, no fecundará. Otras cayeron entre espinas, y éstas las ahogaron; en efecto, en un corazón rencoroso la Palabra no alcanza a fecundar, en un alma odiosa, dominada por las pasiones humanas, no es eficiente, entonces es preciso que el alma este liberada y por encima de esas tensiones. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta; Jesús, nos aclara que depende de la disposición que tengamos, es como da frutos la semilla, es así como, siempre dependerá de cómo sea aceptada, de cómo sea oída, de cómo están nuestros sentimientos.

5.5  "¿POR QUÉ LE HABLAS A LA MULTITUD POR MEDIO DE PARÁBOLAS?".

Los discípulos se acercaron y le dijeron: ¿“Por qué les hablas por medio de parábolas?”. Jesús nos enseñas a través de narraciones de sucesos sencillos, “La Parábolas”, con ellas aprendemos enseñanzas de alguna verdad importante, especialmente en el aspecto moral, estos relatos fáciles de comprender generalmente llegan fácilmente al corazón de los hombres.

Los ejemplos que nos pone Jesús, están siempre vivos en nosotros, especialmente porque nos exige a nosotros mismos tomar conciencia de lo que es ser cristiano, es así como no solo debemos tener oídos atentos a las parábolas, además debemos tener preparado el corazón para comprender la sensibilidad de la enseñanza y alejar toda soberbia en nosotros para aceptarla.

La sutileza de la parábola, y me refiero a la delicada, suave e interesante forma que utiliza Jesús para penetrar en nuestro corazón, nos invita a rechazar los estilos de vida conducentes al pecado, especialmente a aquellos que son productos de la soberbia, la envidia, la ira, la vanidad, el egoísmo, sentimientos que nutren la forma más desvergonzada de vida del hombre.

Es entonces en consecuencia, la parábola, una perfecta enseñanza de moral cristiana, es interesante saber descubrir en ella el llamado de salvación y conversión a Dios.

5.6  HABRÁ ALGUNOS QUE LA ACEPTEN, OTROS NO LA ENTIENDAN

En el Evangelio según san Mateo 13, 1-53, Jesús a través de sencillas parábolas, utiliza el mismo lenguaje de las actividades laborales y rutinarias de los hombres, es así como lo hace con ejemplos de las tareas del campo, de la vida hogareña, del mercader y de los pescadores, de esta forma Jesús hacia comparaciones para hacerlas fácilmente inteligibles las verdades espirituales.

De todos los que oyen la Palabra de Dios, habrá algunos que la acepten, otros no la entiendan y algunos la rechazarán, entre nosotros hay sensibles y duros de corazón. Jesús, nos muestra una docencia salvadora, sus enseñanzas tienen el fin de salvar al hombres, nos muestra que a eso ha venido y nos ofrece todos los medios para recibirla. A nosotros nos cabe la facultad de reconocer y aceptar la salvación que nos ofrece el Señor. “No he venido para condenar al mundo, sino para salvar al mundo” (Jn 12,47). Así es, como hemos sido beneficiados por la misericordia de Dios.

5.7  SE LES HA CONCEDIDO CONOCER LOS MISTERIOS DEL REINO DE LOS CIELOS

Dice Jesús: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no, esto es porque se han dispuesto a recibir los secretos del Reino, pero no por sus méritos, es porque fueron elegidos por la bondad infinita del Señor.

Si somos sinceros con nosotros mismos, podremos descubrir en que momento parece que no estamos muy dispuestos a sentir o recibir las influencias de la gracia, talvez sea por falta de humildad o por falta de sinceridad con Dios. Entonces es bueno que sepamos que la luz que nos hace falta para ver con claridad viene de Dios y que la conseguiremos por medio de la oración, siempre nos hará bien el diálogo con Dios.

No es Dios quien endurece el corazón de los hombres, y si el nuestro no está endurecido, sentirá las cosas de Dios y sabremos oír su Palabra. Esto nos hará feliz y la gracia del Señor hará cosas maravillosas en nosotros, por tanto debemos responder con mucha generosidad a sus requerimientos. No olvidemos que somos sus hijos predilectos. Pero también consideremos que muchos podrían haber dado una mejor respuesta si hubieran recibido la misma gracia que se nos ha dado, nosotros no tenemos que considerarnos mejor que otros, no podemos saber cómo hubieran respondido los demás, solo nos consta nuestra propia respuesta.

5.8  LOS QUE ESTÁN CERRADOS A "CONOCER LOS SECRETOS DEL REINO

Por otra parte, también es cierto que el que mejor nos puede explicar una parábola es el mismo Jesús, y el que mejor la entenderá, no es el que sepa más de teología, y que se haya leído la Biblia muchas veces. Para comprender las palabras de Jesús, se debe estar libre de toda arrogancia en la contemplación de las cualidades propias, con menosprecio de las de los demás, porque no entenderán el evangelio los que viven seguros de poseer la verdad, sentados cómodamente en el sillón de la fe, sin ningún compromiso con la justicia y sin interés por amar a su prójimo.

Sólo pueden entender lo que dé la razón a su modo de vivir, lo que les convenga. No pueden entender las palabras de Jesús los que están cerrados a "conocer los secretos del reino". Difícilmente entenderán el mensaje de Jesús, aquellos no les interese vivir de acuerdo a sus enseñanzas, sin embargo los que escuchan, y profundizan sus palabras y la atesoran en el corazón y la ponen en práctica, no la acomodan a su estilo de vida, sino que buscan vivir a semejanza de Jesús, no solo las han entendido de oído, sino que además, de corazón y mente.

5.9  PORQUE MIRAN Y NO VEN, OYEN Y NO ESCUCHAN NI ENTIENDEN

Pero cuidado con esos que aparentan haber recibido bien las palabras de Jesús y que luego pierden de a poco lo que han recibido, que mientras estuvieron bien estaban comprometidos y luego por motivos inspirados por la soberbia o la vanidad la abandonan.

Dice el Señor, que a los demás en cambio les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Lo hace para estimularlos a pensar por sí mismos, para que el corazón le encuentre sentido a la enseñanza. Aunque la parábola es la narración de un suceso fingido, de ella se deduce una enseñanza moral o una verdad y tiene grandes ventajas. La verdad presentada de esta forma queda más grabada en la memoria que una mera exposición didáctica, ninguna enseñanza acerca de la misericordia del Señor hacia los pecadores arrepentidos habría producido el efecto de la parábola del hijo pródigo (Lc. 15:11-32). Por otra parte, cuando un profeta o predicador debía reprender a un personaje importante que no fuera a aceptar su culpabilidad, podían usar una parábola habilidosa para cautivarlos e iluminar su conciencia.

La pedagogía, la habilidad para educar y enseñar, el método para instruir y, aleccionar de Jesús, maravilla y causa admiración por lo extraordinario.

5.10  LA PALABRA, ES COMO UNA SEMILLA

A pesar de los problemas que tiene la semilla llega a la cosecha, a pesar de las múltiples dificultades por las que ha de pasar la Palabra del Señor, igualmente el reino llegará a su meta, a pesar de las dificultades y contrariedades que se le opongan al Sembrador, siempre habrá una tierra buena donde la siembra rendirá sus frutos.

La Palabra, es como una semilla, el acoger la palabra de Jesús es lo que distingue a los discípulos de los que nos son capaces de oír. La fe de los primeros revela la ceguera de los segundos y los empuja a buscar más allá de la parábola.

El mismo Jesús se encarga de explicarles a sus discípulos el significado de ésta parábola y lo hace con cuatro tipos de oyentes de la Palabra de Dios. Es así como nos explica que hay tres tipos de personas que no logran entenderla, aunque la escuchen. A uno de ellos “viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón, a otro aunque la acepta con alegría, la inconstancia no le deja que ésta fructifique, más aún ante cualquier dificultad todo lo que había recibido se le extingue, luego un tercer tipo de persona que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo material ahogan esta semilla de espiritualidad, la seducción de las riquezas la asfixian.

5.11  LO SEMBRADO SOBRE TERRENO PEDREGOSO

“El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante.” Lo sembrado en terreno pedregoso se pierde. Al tener poca tierra, sin raíces profundas, el sol la secó. Somos un terreno pedregoso si aceptamos la palabra sin profundizarla y cuando nos vienen las dificultades lo dejamos todo. Pero también es necesario destacar que muchos jóvenes en sus escuelas reciben inicialmente su formación religiosa, muchos niños asisten a catecismo a fin de preparase para su primera comunión o para la confirmación, y se saben ciertas cosa que repiten y poco sienten, porque no les hemos enseñado a valorar lo que han recibido, y no profundizan las enseñanzas porque les hemos dejado permisivamente que le den más importancia a otros valores que no son de nuestra fe, no es como dicen algunos por falta de edad madura, porque los retoños se deben cuidar y regar para crezcan fuertes y si no se hace así, seguro que se secaran antes de crecer.

5.12  LO SEMBRADO ENTRE LAS ESPINAS

“El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, La semilla que cae entre las espinas, se ahoga, las espinas la asfixian. Quizá la tierra era fecunda y profunda, en ella la semilla podía haber germinado, sin embargo, también se secó. Las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas, la sofocan. Es decir, si tenemos mucho que dejar para poder ser cristianos: riquezas, criterios de clase, placeres, posición social, por estos motivos nos apresuramos a ahogar la simiente, ¿por qué? por miedo a las complicaciones que podrían ocasionarnos. ¿Están los que pretenden engañarse compaginando los valores de Dios con los que representa el dinero?, ¿Están los que los que suelen gozar de buena reputación y gustan de ocupar puestos preferentes en la Iglesia. ¿Estamos nosotros dentro de estos?

5.13  LO SEMBRADO EN TIERRA BUENA

“Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Éste produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno”. Sin embargo, hay un tipo de persona distinta y es como la tierra fértil, escucha la Palabra y la comprende, está dispuesta y produce fruto abundante. Lo sembrado en buena tierra, da los frutos esperados. Esto nos representa si hemos escuchado, entendido plenamente y hemos puesto en práctica lo enseñado en la Palabra. La buena tierra está en el corazón de los hombres y si la semilla echa raíces dentro del corazón humano podremos hacer frente a las dificultades que han de llegar inevitablemente.

No tengamos dudas, Jesús vino a nosotros a sembrar la semilla de la Palabra de Dios y la vino a colocar en nuestro corazón.

En efecto, el mejor lugar para recibir la Palabra es el corazón, ¿tenemos otra opción para atesorarla?, ese en ese lugar donde habita el amor, es allí donde Jesús nos quiere depositar sus enseñanzas, y si no tenemos disposición a recibirla en ese lugar, es cuando el maligno la arrebata.

Pero además, Jesús nos pide que nosotros seamos buenos sembradores, El espera que nos encarguemos de llevar la semilla evangélica a todo lugar, es decir que repartamos con generosidad la semilla. Dependerá de nosotros cuanto produzca 100, 60 o 30 por ciento de efectividad.

Cristo Jesús viva en sus corazones

    Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Domingo Semana XV del Ciclo A

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas:

Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén


www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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