Reflexión desde las Lecturas del Domingo XXI Ciclo B

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.     PREFERIR AL SEÑOR, EL SANTO DE POR DIOS

“¿También ustedes quieren marcharse?” La fe es una opción libre, una decisión de seguir a Cristo y de entregarse a Él. Nada tiene que ver con la inercia o la rutina. Por eso, ante las críticas de muchos discípulos, Jesús no disminuye lo que debe hacerse, sino que se reafirma en lo dicho y hasta parece extremar su postura. De este modo, empuja a realizar una elección: “O conmigo o contra mí” (Mt 12,30).

“Nosotros creemos”. Las palabras de Pedro indican precisamente esa elección. Una decisión que implica toda la vida. Como en la primera lectura: “Serviremos al Señor…Es nuestro Dios” (Jos 24,15.18). Como en las promesas bautismales: “Renuncio a Satanás. Creo en Jesucristo”. Es necesario optar. Y, después, mantener esa decisión, renovando la opción por Cristo cada día, y aun varias veces al día: en la oración, ante las dificultades, frente a las tentaciones...

“Creemos y sabemos”. Creemos y por eso sabemos. La fe nos introduce en el verdadero conocimiento. No se trata de entender para luego creer, sino de creer para poder entender (San Agustín). La fe nos abre a la verdad de Dios, a la luz de Dios. La fe es fuente de certeza: “sabemos que tú eres el Santo de Dios”

Las lecturas de la liturgia de este domingo XXI, nos traen una pregunta muy clara, somos libres de responder, ¿Optamos por Cristo?

2.     PRIMERA LECTURA

Nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!. Nosotros serviremos al Señor, porque Él es nuestro Dios. La alianza de salvación es siempre de iniciativa divina, pero no elimina la responsabilidad humana. Hemos de corresponder con gran amor al amor inmenso de Dios.

Lectura del libro de Josué.

Josué reunió en Siquém a todas las tribus de Israel, y convocó a los ancianos de Israel, a sus jefes, a sus jueces y a sus escribas, y ellos se presentaron delante del Señor. Entonces Josué dijo a todo el pueblo: “Si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia serviremos al Señor”. El pueblo respondió: “Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses. Porque el Señor, nuestro Dios, es el que nos hizo salir de Egipto, de ese lugar de esclavitud, a nosotros y a nuestros padres, y el que realizó ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios. Él nos protegió en todo el camino que recorrimos y en todos los pueblos por donde pasamos. Por eso, también nosotros serviremos al Señor, ya que él es nuestro Dios”.

Palabra de Dios

2.1   JOSUÉ

En el texto hebraico lleva el título de Yehoshua, que la versión de los LXX conserva, adoptando, sin embargo, la forma nominal más reciente de Yesua, traducido Josué, hijo de Nun, (Nehemías 8,17). Josué alcanzo un gran prestigio entre los hebreos por estar íntimamente unido a Moisés, del cual fue asiduo colaborador y fiel ministro en vida: Moisés dijo a Josué: “Elígete algunos hombres, y sal mañana a combatir contra Amalec…. Josué cumplió las órdenes de Moisés, y salió a combatir contra Amalec….. Josué derrotó a Amalec y a su pueblo a filo de espada……(Éxodo 17, 8-16).

Josué fue sucesor de Moisés cuando este murió sobre el monte Nebo, en los umbrales de la tierra prometida. Habló Moisés al Señor y le pidió que ponga un hombre al frente de la comunidad, para que no quede como rebaño sin pastor. “Respondió el Señor a Moisés: Toma a Josué, hijo de Nun, hombre en quien está el espíritu, impónle tu mano” Moisés hizo como le había mandado el Señor” (Números 27, 12-23) Y así, pasó a ser el caudillo indiscutible de Israel en la empresa de la conquista de la tierra prometida y de su distribución entre las doce tribus. Estaba lleno del espíritu de sabiduría, pues había puesto Moisés sus manos sobre él. Moisés le confió la misión de velar por la estricta observancia de la Ley, conducir al pueblo en la conquista de Canaán y distribuir su territorio entre las tribus.

El libro se divide en dos grandes partes: el paso del Jordán y la conquista de la tierra prometida de Canaán del capítulo 1 al12, y la distribución de la misma entre las tribus del capítulo 13 al 21. Siguen al final del libro (capitulo 22 al 24) algunos apéndices donde concluye la vida de Josué, en particular su último discurso y la asamblea de Siquén. (capítulos 22 al 24).; “Tendréis buen cuidado, por vuestra vida, de amar al Señor vuestro Dios”

2.2  “ELIJAN HOY A QUIÉN QUIEREN SERVIR”

La lectura de la Liturgia de este domingo, nos relata el diálogo de Josué cuando se despide de Israel, su pueblo. El argumento de este último capítulo del libro de Josué abarca los siguientes puntos: Josué convoca a Israel en Siquem; habla al pueblo en nombre del Señor, diálogo entre Josué y el pueblo y la renovación de la alianza. Josué pone al pueblo frente a la responsabilidad de sus propias decisiones. La decisión de adherirse o rechazar a Dios siempre tiene como fundamento la presencia eficaz del Señor. Del mismo modo que en las solemnes profesiones de fe relatadas en los libros del Deuteronomio 6,21-24; 26,5-9 y Neh 9,7-25, también Josué propone a la fe de los presentes el recuerdo de las intervenciones de Dios en favor de su pueblo (Cfr. Josué 24, 2-13). Por cuanto Josué les interpela; “Si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir”.  También Josué le deja la posibilidad de rechazar lo que el Señor ha realizado por ellos, volviendo a los dioses que eran adorados antes de la vocación de Abrahán o escogiendo las divinidades adoradas por los amorreos, a los que vosotros mismos habéis derrotado al conquistar la tierra; si a los dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan”,  no obstante Josué, firme les dice que: “Yo y mi familia serviremos al Señor”. De este modo, el los anima a que elijan aceptar la predilección de Dios, sirviéndole “con integridad y fidelidad” (Josué 24, 14). La asamblea de Israel escoge a Dios, renueva el acto de fe y concluye una alianza: “Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses. Porque el Señor, nuestro Dios”

De la simple enunciación de los hechos se deducía que Israel no podía reconocer ni adorar a otros dioses que al Señor. Todavía el culto a los dioses falsos existía en Israel en el momento en que el Señor le acababa de entregar la tierra que manaba leche y miel. Josué, como más tarde Elías (1 Re 18:21), exhorta al pueblo para que se decida de una vez a favor o en contra del Señor y la comunidad se decide por su Dios. Josué reconoce que nunca se podrá servir a Dios tal como se merece, porque es un Dios santísimo; es, además, un Dios celoso, que no admite competidor (Ex 20:5).

Josué, al proponer la renovación de la alianza, subraya el momento de la decisión: “hoy”. “elijan hoy a quién quieren servir”, esta es la pregunta que debemos responder “hoy”.

3.     SALMO RESPONSORIAL, GUSTAD Y VED QUÉ BUENO ES EL SEÑOR.

El Salmo 33 nos ofrece elementos para meditar la lectura anterior: “¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!”. Por eso lo bendecimos en todo momento y nuestra alma se gloría en el Señor, que está cerca de los atribulados y salva a los abatidos. En la Liturgia de este domingo, se repite esta composición del salmo 33 que ya he comentado en los domingos anteriores, (Ver Reflexión domingo 18,19 y 20). En todo caso, este salmo lo podemos agrupar en dos secciones: a) acción de gracias por haber salido de un peligro (2-11); b) la protección del Señor sobre los justos (12-22). El los versos elegido para la Liturgia de este domingo XXI, reconociendo la ayuda del Señor, el salmo continua alabando y glorificando a Dios con la antífona: “¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!”.

Salmo 33,2-3.16-17.18-19.20-21.22-23

R. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R.

Los ojos del Señor miran al justo y sus oídos escuchan su clamor; pero el Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra. R.

Cuando ellos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. R.

El justo padece muchos males, pero el Señor lo libra de ellos. Él cuida todos sus huesos, no se quebrará ni uno solo. R.

La maldad hará morir al malvado, y los que odian al justo serán castigados; pero el Señor rescata a sus servidores, y los que se refugian en él no serán castigados. R.

3.1  “LOS OJOS DEL SEÑOR MIRAN AL JUSTO Y SUS OÍDOS ESCUCHAN SU CLAMOR”

Este salmo en su conjunto, tiene un carácter marcadamente sapiencial y es muy similar al del libro de los Proverbios. Los “sabios,” o rabís, suelen utilizar el título de hijo para designar al discípulo aventajado y para ellos, el temor de Dios es la base de toda buena orientación en la vida y el núcleo doctrinal de la enseñanza sapiencial. Así, el salmista-sabio invita a sus oyentes a que se plieguen a sus enseñanzas, centradas en torno al temor de Dios, que es la parte esencial de la vida moral, pues incluye el sometimiento a sus misteriosos designios en la vida, plasmados en los mandatos de la Ley. El que desee ver días felices y gozar de la vida en sentido verdadero, debe organizar su existencia conforme a las exigencias de la voluntad divina, ya que así se asegura la protección del Señor, que puede otorgar larga y dichosa vida. Siempre el salmista se mueve en la perspectiva de la retribución terrena. Sobre todo para ser grato a Dios hay que evitar el mal, y en primer lugar debe abstenerse el hombre de sembrar calumnias y engaños (v.14). El que sigue el camino del bien, consigue la paz consigo mismo, con el prójimo y con Dios. Es así, como el salmista invita a llegar a este estado de felicidad en la vida: busca y persigue la paz.

En efecto, la felicidad proviene realmente de la práctica del bien, porque entonces se logra vivir bajo la protección divina, pues;  Los ojos del Señor miran al justo y sus oídos escuchan su clamor”, en cambio, está contra los que obran el mal; “pero el Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra.” La justicia divina sorprende a los impíos, enviándoles una muerte prematura, mientras que a la generación de los justos la perpetúa a través de la historia, colmándola de bendiciones. El Señor no se desentiende de la situación angustiosa de los que le son fieles; “Cuando ellos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias”, por eso, cuando los justos claman por su ayuda, les atiende, librándoles de sus aflicciones. Ellos siempre se hallan en disposición de contritos de corazón, arrepentidos de sus faltas y afligidos por los sufrimientos íntimos, pues aspiran a la íntima amistad con su Dios; “El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos”, ya sea por la compunción o por la angustiosa necesidad. En esos momentos, el Señor se manifiesta como único Salvador.

3.2  “EL JUSTO PADECE MUCHOS MALES, PERO EL SEÑOR LO LIBRA DE ELLOS.”

 “El justo padece muchos males, pero el Señor lo libra de ellos.” En realidad, la vida del justo está sometida a calamidades, pues es víctima de los que sin conciencia organizan su vida en la sociedad; pero esos sufrimientos tienen un límite, pues al fin el Señor siempre los libra de ellos”. En su providencia tiene cuenta de todos los huesos del justo, “no se quebrará ni uno solo.”  Aquí parece que alude a las torturas morales, simbolizadas en la rotura de huesos; pero la frase tiene también aplicación a los casos en que el justo se halla postrado en el lecho del dolor. En realidad, las calamidades que sufre el justo son pasajeras, pues al fin siempre lo salva el Señor, mientras que el impío — por estar abandonado de Dios y ser blanco de su mirada justiciera — sufrirá el castigo de su malicia, que le matará, pues, tarde o temprano, la mano punitiva de Dios le alcanzará; con ello, los que aborrecen al justo terminarán por expiar su pésima conducta; “La maldad hará morir al malvado, y los que odian al justo serán castigados”.

Los judíos no querían que los textos litúrgicos terminaran con amenazas, y por eso, el compilador litúrgico añade este pensamiento esperanzador: “pero el Señor rescata a sus servidores, y los que se refugian en él no serán castigados”, es decir los justos siempre serán redimidos por la mano poderosa del Señor cuando se hallan en situaciones difíciles y comprometidas, y no tendrán que expiar — como los impíos — con castigos divinos.

4.     SEGUNDA LECTURA Ef 5, 21-33

Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. Nuestra aceptación de Cristo y nuestra comunión de vida con Él tienen como marco de garantía la comunión eclesial con su Esposa fiel, amada y purificada con su sangre.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.

Hermanos: Sométanse los unos a los otros, por consideración a Cristo. Las mujeres a su propio marido como al Señor, porque el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia, que es su Cuerpo. Así como la Iglesia está sometida a Cristo, de la misma manera las mujeres deben respetar en todo a su marido. Los maridos amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra, porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada. Del mismo modo, los maridos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo. Nadie menosprecia a su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida. Así hace Cristo por la Iglesia, por nosotros, que somos los miembros de su Cuerpo. “Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne”. Éste es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia. En cuanto a ustedes, cada uno debe amar a su propia mujer como a sí mismo, y la esposa debe respetar a su marido.

Palabra de Dios

4.1   CRISTO ES CABEZA DE LA IGLESIA

Hasta ahora el Apóstol había insistido en preceptos generales, aplicables a todos los cristianos; aquí comienza a tratar concretamente las relaciones familiares: marido y mujer, padres e hijos, amos y siervos. Primeramente, después de una recomendación general aplicable igualmente a todas las categorías sociales de que va a hablar: “Sométanse los unos a los otros, por consideración a Cristo”,  se fija en la primera de esas categorías, la de marido y mujer. Es un pasaje bellísimo en que el Apóstol manifiesta bien a las claras su altísima concepción sobre el matrimonio cristiano, completando así lo dicho con otra perspectiva en 1 Cor 7:1-9. Difícil poder dar, en orden a la vida conyugal, reglas más puras y más sublimes de las trazadas aquí por San Pablo.

Toma como base la unión de Cristo a la Iglesia, con la que pone en paralelismo el matrimonio cristiano. Es la imagen “Iglesia-esposa de Cristo.” La mujer, dice, debe estar sujeta al marido en todo, como la Iglesia a Cristo; pues “porque el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia” De otra parte, el marido debe amar a su mujer como a su propio cuerpo, sacrificándose por ella, como Cristo amó a la Iglesia, su Cuerpo místico, y se entregó en la cruz por ella: “como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla.” La forma cómo debe entregarse, es decir en todo, no por dominación por parte del marido, pues esa autoridad debe modelarse en el ejemplo de Cristo, ni puede ir más allá de lo razonable y sobrepasar las exigencias de los justos fines del matrimonio.

Es probable, dado que en el contexto se viene hablando del matrimonio, que ese lenguaje o modo de hablar del Apóstol esté inspirado en las costumbres matrimoniales del antiguo Oriente, donde la desposada, lo mismo entre los griegos que entre los semitas, aunque con ritos muy diferentes, era lavada y cuidadosamente arreglada para ser presentada a su esposo o futuro marido Es lo que hace Cristo con la Iglesia, pero para presentársela a sí mismo: “Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra, porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada”

4.2  AMAR COMO CRISTO AMÓ A SU IGLESIA

El texto forma parte de un código de comportamiento destinado a la familia de Dios (Ef 5,21-6,9; cf. Col 3,18; 1 Pe 3,1-6). En los tiempos en que fue escrito pudo haber desempeñado una función de respuesta a ciertas acusaciones dirigidas a los cristianos en el sentido de que amenazaban la estabilidad del tejido social, puesto que exigían cierta igualdad entre todos los fieles. A las mujeres se les dice que “las mujeres deben respetar en todo a su marido”,  los esposos, a su vez; “amen a su esposa”. Pero eso no basta. El fragmento se abre y se cierra con una referencia explícita a Cristo y a la Iglesia (vv 21.32). Por otra parte, las exhortaciones, apenas enunciadas, están motivadas desde una perspectiva específicamente cristiana: “como Cristo amó a su Iglesia” y hay que hacerlo como si se tratase; “como al Señor”,… como Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia”, que es la Iglesia…. “como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla.” En este caso, “como” no tiene un valor comparativo, sino causal, hay que vivir en la caridad recíproca, “porque” el mismo Señor obró de este modo.

La Iglesia ha encontrado en Cristo a su “salvador” (v 23), al que la hace  santa y “resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada”.  En el antiguo Oriente había costumbre de lavar y adornar a la novia, que era presentada a continuación al novio por los amigos de la boda. Ahora bien, aquí es el mismo Cristo quien ha lavado a su Iglesia de toda huella de suciedad por medio del agua y la Palabra: “Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra”, para presentarla a sí mismo. Esta irresistible belleza de la Iglesia se manifestará espléndidamente en la plenitud de los tiempos, pero Pablo nos asegura que es ya una característica que, aunque todavía sombreada, le pertenece como don. Cristo ha querido realizar personalmente respecto a la Iglesia lo que el Génesis describía como la vocación de todo hombre y de toda mujer (Gn 2,24).

5.     EVANGELIO

Con el fragmento del Evangelio de Hoy, completamos el Capítulo 6 de san Juan, el que nos ha acompañado durante estos últimos 4 domingo. Las enseñanzas de Jesús, del mismo modo como a nosotros nos causa un efecto impactante, en aquel tiempo a los discípulos y los apóstoles, también les causo un efecto especial. San Juan siempre nos dice el efecto que le causaba el discurso de Jesús a la muchedumbre, pero ahora lo hace con estos casos concretos.

Santo Evangelio según San Juan 6,60-69

Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?”. Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen”. En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?”. Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”.

Palabra del Señor.

5.1   UNAS AFIRMACIONES DIFÍCILES DE ACEPTAR DESDE EL PUNTO DE VISTA HUMANO.

Tras la extensa revelación de Jesús sobre el pan de vida en la sinagoga de Cafarnaúm, los discípulos muestran su malestar por las afirmaciones “irracionales” de su Maestro, unas afirmaciones difíciles de aceptar desde el punto de vista humano. Jesús, frente al escándalo y la murmuración de sus discípulos, precisa que no hay que creer en él sólo después de contemplar su ascensión al cielo, al modo de Elías y de Enoc, porque eso significaría no aceptar su origen divino, algo carente de sentido, puesto que él, “Preexistente”, viene precisamente del cielo (cf. Jn 3,13-15).

La incredulidad de los discípulos respecto a Jesús, sin embargo, se pone de manifiesto por el hecho de que; “El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida”. Juan afirma que tan real como la carne de Jesús es la verdad eucarística. Ambas son un don que tiene el mismo efecto: dar la vida al hombre. Con todo, muchos discípulos no quisieron creer y no dieron un paso adelante hacia una confianza en el Espíritu, no logrando liberarse de la esclavitud de la carne.

A Jesús no le toma por sorpresa esta actitud por parte de los que dejan de seguirle. Conoce a sus discípulos, sus corazones, y sus opciones secretas. Adherirse a su persona y su mensaje a través de la fe es un don que nadie puede darse a sí mismo. Sólo lo da el Padre. El hombre, que es dueño de su propio destino, siempre es libre de rechazar el don de Dios y la comunión de vida con Jesús. Sólo quien ha nacido y ha sido vivificado por el Espíritu y no obra según la carne comprende la revelación de Jesús y es introducido en la vida de Dios. Es a través de la fe como el discípulo debe acoger al Espíritu y al mismo Jesús, pan eucarístico, sacramento que comunica el Espíritu y transforma la carne.

5.2  “ES DURO ESTE LENGUAJE. ¿QUIÉN PUEDE ESCUCHARLO?”

Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: ““¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?”  Esta doble enseñanza de Jesús produce escándalo en los discípulos. Estos están contrapuestos a los apóstoles, y por este relato se sabe que eran muchos. En diversas ocasiones, los evangelios hablan de discípulos de Jesús, de cómo eran y lo que pensaban. Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza?” Para ellos era esta una enseñanza dura, no de comprender, sino de admitir; pues por comprenderla es por lo que no quisieron admitirla. Era doble: que él bajó del cielo — su preexistencia divina — y que daba a comer su carne.

Jesús les responde con algo que es diversamente interpretado: “¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?”.  Es decir, si esto es escándalo para ellos, ¿qué opinarían entonces si lo vieran subir a donde estaba antes? Por la forma como lo dice, hace ver su origen divino: -donde estaba antes era en el cielo (San Juan 17:5.24)-, de donde bajó por la encarnación. Esta respuesta de Jesús, para unos vendría a aumentarles el escándalo, al ver subir al cielo al que, por lo que decía y exigía, venían a considerar por blasfemo. Para otros, estas palabras que se refieren a la. ascensión serían un principio de solución: verían un cuerpo no sometido a ley de la gravedad; por lo que a un tiempo demostraba, subiendo a donde estaba antes, que era Dios, y que podía dar a comer su carne de modo prodigioso — eucarístico — sin tener que ser carne partida y sangrante.

5.3  SOMOS FRÁGILES, NUESTRO CORAZÓN VACILA CON FRECUENCIA.

El lenguaje de Jesús es duro no porque sea incomprensible, sino porque resulta difícil de aceptar, sobre todo por las consecuencias que implica. La cuestión del lenguaje en la transmisión de la fe es importante, pero la realidad de la fe, aunque sea expuesta en el lenguaje más actualizado, será siempre duro. En estos años se ha introducido la lengua hablada en la liturgia, aunque no por ello han aumentado los que participan. Y no es sólo por una cierta extrañeza cultural del mundo bíblico, no es por ignorancia de las escrituras, sino porque la Palabra resuena con toda su dureza. La Palabra, en su contenido esencial, envuelve una elección, una alianza del tipo de la propuesta por Josué; “elijan hoy a quién quieren servir”,  todo esto involucra elecciones no siempre fáciles ni siempre insensibles. Y frente a los compromisos que dan la impresión de echar a perder la vida, nos sentimos tentados, también nosotros los actuales discípulos a pensar como la mayoría, es así como se oye decir, la Iglesia dramatiza en sus demandas, no se actualiza, que no acepta los nuevos tiempos, etc., es decir, la iglesia nos quiere complicar la vida y hasta algunos reclaman que la Palabra ha de ser interpretada según es la vida hoy y que las nuevas condiciones de la sociedad no permiten vivir siguiendo ciertos parámetros del pasado. ¿Somos partidarios de esta opinión?...

El evangelio, es para todos, pero principalmente hoy para nosotros nos está demandando, a ti y a mí, nos dice hoy el Señor, todavía con mayor claridad y dureza, que es preciso estar con él o dejarle. Ahora bien, a nosotros, a ti y a mí, nos ha dado hoy el Padre la posibilidad y el atrevimiento de repetir las palabras de Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.”. Somos frágiles, nuestro corazón vacila con frecuencia, nuestra mente duda, pero hemos de repetir constantemente la afirmación de Pedro, porque sólo el Señor tiene palabras de vida eterna.

5.4  EL ESPÍRITU ES EL QUE DA VIDA; LA CARNE NO SIRVE PARA NADA.

Jesús dice: “El Espíritu es el que da vida, la carne de nada sirve”. En la perspectiva literaria de San Juan, probablemente se refiere a ambas cosas. Para precisar más el pensamiento, les dice que el espíritu es el que da vida, mientras que la carne no aprovecha para nada. De esta frase se pueden dar dos interpretaciones:

Pudiera, a primera vista, parecer esta frase un proverbio, ya que Jesús no dice mi carne. Sin embargo, en la psicología judía, el principio vivificador de la carne, de la vida sensitivo-vegetativa — aunque no muy precisa —, no era el espíritu sino el alma. Por eso, si la expresión procediese de un proverbio, éste estaría modificado aquí por Jesús, con objeto de que sobre él se aplicase esta sentencia.

Así como la carne sin vida no aprovecha, “de nada sirve”  dice Jesús, pues el alma, el espíritu vital, es el que la vitaliza, así aquí, en esta recepción de la carne eucarística de Jesús, que no es carne sangrante ni partida, ella sola nada aprovecharía; pero es carne vitalizada por una realidad espiritual, divina, que es el principio vitalizador de esa carne eucarística, y, en consecuencia, de la nutrición espiritual que causa en los que la reciben. Sería una interpretación en función de lo que se lee en el mismo San Juan: “Lo que nace de la carne, es carne; pero lo que nace del Espíritu, es espíritu” (San Juan 3:6).

Jesús, contrapone el espíritu a la carne, que es materia, por eso dice que “la carne no sirve para nada”, mientras que es el espíritu el que da la vida, y las palabras que dice el espíritu también son palabras de vida. La Eucaristía es la carne de Dios, que, por lo mismo, vivifica. Por eso, el concilio de Efeso condenó al que negase que la carne del Señor no sea vivificadora, pues fue hecha propia del Verbo poderoso para vivificar todas las cosas.

5.5  LAS PALABRAS QUE LES DIJE SON ESPÍRITU Y VIDA.

La otra interpretación está basada en que sólo se afirma con ello la imposibilidad humana de penetrar el misterio encerrado en estas palabras de Jesús. Carne o carne y sangre son expresiones usuales para expresar el hombre en su sentido de debilidad e impotencia (San Juan 1:14; Mt 16:17, etc.). Aquí la carne, el hombre que entiende esto al modo carnal, no logra alcanzar el misterio que encierra; sólo se lo da la revelación del Espíritu.

En función de la interpretación que se adopte está igualmente la valoración del versículo siguiente: “Las palabras que les dije son Espíritu y Vida”.

En el segundo caso, el sentido de éstas es: aunque el hombre por sus solas fuerzas no puede penetrar el misterio de esta enseñanza de Jesús si no es por revelación del Espíritu, éste, por Jesús, dice que estas palabras son “espíritu y vida”, porque son portadoras o causadoras para el ser humano de una vida espiritual y divina.

En el primer caso, el sentido es que las enseñanzas eucarísticas de Jesús,  “Las palabras que les dije”, son vida espiritual, porque esa carne está vitalizada por una realidad espiritual y divina, que es el Verbo hecho carne (San Juan 1:14).

Pero estas enseñanzas de Jesús no encontraron en muchos de sus discípulos la actitud de fe y sumisión que requerían. Y las palabras que ellos llamaron duras, les endurecieron la vida, y no creyeron en El; “Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo”.  En un momento rompieron con El, retrocedieron, y ya no le seguían en sus misiones efectuadas por Galilea. Pero san Juan, conforme a su costumbre, destaca que esto no fue sorpresa para Jesús, pues Él sabía desde el principio quiénes eran los no creyentes, lo mismo que quién le había de entregar. Es, pues, la ciencia sobrenatural de Jesús la que aquí destaca de una manera terminante. Este desde ese momento, hace ver que se trata del momento en que cada uno de ellos fue llamado por Jesús al apostolado.

5.6  ¿A QUIÉN IREMOS? TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA;

Y nos habla este relato que desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. “¿También ustedes quieren irse?”. Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”.

San Juan, nos pone ahora la cuestión de fidelidad que Jesús plantea a los apóstoles. Jesús plantea abiertamente el problema de su fidelidad ante El, a causa de esto a sus apóstoles. La partícula interrogativa con que se lo pregunta supone una respuesta negativa. No dudaba Jesús de ellos, pero habían de hacer esta confesión en uno de esos momentos trascendentales de la vida.

Y Pedro le confiesa que no pueden ir a otro lado, pues sólo Él tiene palabras de vida eterna, porque la enseñan y la confieren, como relatan los evangelios. Y le confiesa; “sabemos que eres el Santo de Dios”,  que es equivalente al Mesías (Jn 10:36; Mc 1:24). No deja de ser un buen índice de fidelidad histórica, y del vínculo de san Juan con los sinópticos, el que aquí, en este evangelio del Hijo de Dios (Jn 20:31), se conserve esta expresión. Y ante el “Santo de Dios”, el Mesías, no cabe más que oírle y obedecerle. Ya no bastan Moisés ni los profetas.

Aquí se contrapone acusadamente su fe en El por los apóstoles; “Nosotros hemos creído y sabemos”, frente a la incredulidad ligera de los discípulos que le abandonaron (Jn 17:8).

La confesión de Pedro en nombre de todos era maravillosa, es modelo para cualquier creyente. Esta confesión, nace de una discusión entre Jesús y sus oyentes. Jesús expone sus enseñanzas sobre el Pan de Vida y sobre la necesidad de comer su carne y beber su sangre para tener vida, los oyentes se mostraron escépticos, entonces Jesús les repitió el mensaje con más fuerza y ellos encontraron duro el mensaje y se alejaron de Él. Hoy sucede lo mismo, hay quienes se apartan del seguimiento de Jesús por lo exigente del mensaje, porque les compromete toda la vida y en todos los ámbitos. Entonces Jesús, sin ceder nos interroga ¿También ustedes quieren irse?, respondámosle igual que Pedro, resueltos a seguirle siempre, pues El, y solo Él tiene “palabras de Vida Eterna”; Apartarse de Jesús, es ir a la muerte.

Cristo Jesús, viva en nuestros corazones

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Muchas veces dijo Jesús a la gente: “El que tenga oídos, que oiga”.

Reflexión a las Lecturas del Domingo XXI Ciclo B

   Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Algunos conceptos están tomados de los comentarios a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P.

Comentarios a las Epístolas Paulinas, por Lorenzo Turrado.

Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

Lectura de la Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.)

Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd,

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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