Reflexión desde las Lecturas del Domingo XXII Ciclo B

Y AHORA, ISRAEL, ESCUCHA LAS LEYES Y LOS PRECEPTOS QUE OS ENSEÑO A PRACTICAR........GUARDADLOS Y PONEDLOS EN PRÁCTICA; SEÑOR, ¿QUIÉN HABITARÁ EN TU CASA?…..ACOGED CON MANSEDUMBRE LA PALABRA QUE, INJERTADA EN VOSOTROS, TIENE PODER PARA SALVAROS. PONED, PUES, EN PRÁCTICA LA PALABRA, “ESCUCHENME TODOS, ENTIÉNDANLO BIEN”

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1. ESTAMOS LLAMADOS A CAMBIAR EL INTERIOR DEL HOMBRE

En el domingo vigésimo segundo encontramos una nueva polémica de tipo legalista ritual con los escribas y fariseos. Esto da pie a Jesús para afirmar una de sus enseñanzas morales más importantes: frente al legalismo puramente externo, lo que importa es la interioridad del hombre. Una vez más la enseñanza de Jesús se presenta como noticia gozosa (evangelio) y profundamente liberadora. Más allá de la mera observancia particular, es en el corazón del hombre – de donde brota lo bueno y lo malo – donde se da la verdadera batalla; es ahí, en el corazón, donde se realiza la auténtica adhesión a la voluntad santa y sabia de Dios (Primera Lectura: Dt 4,1-2.6-8).

El reproche de Jesús a los fariseos también nos afecta a nosotros. Los mandamientos de Dios son portadores de sabiduría y vida. Pero muchas veces hacemos más caso a otros criterios distintos de la Palabra de Dios. Incluso muchos refranes y dichos de la llamada “sabiduría popular” chocan con el evangelio. De esa manera despreciamos el evangelio y nos quedamos con unas palabras que sólo llevan muerte y mentira. Es necesario estar atentos para no aferrarnos a preceptos y tradiciones humanas contrarias a veces a la Palabra.

Uno de los aspectos más importantes de la Buena Nueva que Jesús ha traído es la interioridad. No basta la limpieza exterior, que puede ir unida a la suciedad interior. Cristo ha venido a cambiar el interior del hombre, a darnos un corazón nuevo. Cuando el corazón ha sido transformado por Cristo, también lo exterior es limpio y bueno. De lo contrario, todo esfuerzo por alcanzar obras buenas será inútil. ¿Hasta qué punto me creo esta capacidad de Cristo para renovar mi vida y deseo intensamente esta renovación?

Ser cristiano no consiste en hacer cosas distintas o mejores, sino en ser distinto y mejor, es decir, de otra calidad: la divina. El amor y el poder de Cristo se manifiestan en que no se conforma con un barniz superficial. Somos una “nueva creación” (2Cor 5,17), hemos sido hechos “hombres nuevos” (Ef 4,24) y por eso estamos llamados a vivir una “vida nueva” (Rom 6,4).

2. PRIMERA LECTURA, EXHORTACIÓN A LA OBSERVANCIA DE LA LEY

Después de enumerar los principales hechos del desierto a partir del Sinaí, en los que se mostró la especialísima providencia del Señor para con Israel, el profeta exhorta al cumplimiento de la ley divina, recordando la situación privilegiada de los hebreos al ser elegidos por Dios entre todos los pueblos, pudiendo sólo ellos acercarse a la divinidad en un grado de intimidad desconocido a los gentiles.

Moisés se dirige no como legislador, sino de predicador — al estilo de los profetas y libros sapienciales —, exhortando al pueblo a guardar los preceptos divinos. Tres aspectos se destacan en este Capítulo 4 del Libro de Deuteronomio: Versículos 1 al 4: La presencia de Dios en medio de Israel y su prontitud a escucharle; es el gran privilegio de Israel; Versículos 5 al 14, Israel recibió de Dios una ley santa como no la tiene ningún pueblo. Del versículo 15 al 20, el Dios de Israel, es inmaterial, y, por tanto, no deben representarle bajo ninguna figura sensible.

Primera lectura: Deuteronomio 4,1-2.6-8

Moisés habló al pueblo, diciendo: Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres. No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo. Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oír todas estas leyes, dirán: “¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!” ¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?

Palabra de Dios

2.1    DEUTERONOMIO.

“Deuteronomio” significa en griego “Segunda Ley”, y es una traducción del Misneh hattorah (“repetición de la Ley”), en realidad, este título adecúa perfectamente al contenido del libro, ya que se trata de una nueva promulgación de la mayor parte de la legislación contenida en los libros anteriores del Pentateuco.

Por su forma y contenido, el Deuteronomio es un libro distinto a los cuatro anteriores del Pentateuco, ya que no es una narración histórica ni una mera codificación fría, sino una composición oratoria, que exhorta al cumplimiento de la ley del Señor y a convertir el corazón, a tomar conciencia del propio pecado y a confiar en el perdón amoroso de Dios. En este libro se recogen los discursos de Moisés en Moab antes de entrar los israelitas en Canaán y al término de la gran peregrinación por el desierto. Es como una recapitulación de los hechos ocurridos desde el Sinaí y una nueva proclamación de las leyes básicas de la teocracia hebrea. El tono es solemne y exhortatorio, como conviene en boca del libertador y legislador de Israel en el momento en que se va a despedir de su pueblo una vez cumplida su ingrata misión. La idea central de sus discursos de despedida es que sólo el cumplimiento fiel de los preceptos divinos atraerá la bendición del Señor. No es una mera exposición de hechos o leyes, sino que ambas cosas están envueltas en un espíritu de amor a Dios y al prójimo. Esto es característico del Deuteronomio.

2.2   GUARDARÉIS LOS MANDAMIENTOS DEL SEÑOR

El relato que leemos hoy en la liturgia de este domingo 22, está inserto después de la sección histórica, evocación de los hechos acaecidos desde la marcha del Sinaí hasta las estepas de Moab. Esta parte del Libro del Deuteronomio, es de la sección parenética, es decir de exhortación al cumplimiento de la ley de Dios. El texto se sitúa, inmediatamente después de la revocación del viaje por el desierto. Moisés dice a su pueblo: “Y ahora, Israel, escucha las leyes y los preceptos”, “Escucha”, es una palabra clave en todo el Deuteronomio y, en cierto sentido, en toda la piedad judía. “Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.  (Deuteronomio 6,4) recita el comienzo de la profesión de fe repetida a diario por el israelita piadoso. Israel ha sido llamado, en virtud de la elección divina, a escuchar la ley que el Señor le da y a ponerla en práctica, sin alterarla: “No añadiréis nada a lo que yo os mando ni quitaréis nada, sino que guardaréis los mandamientos del Señor, vuestro Dios, que yo os prescribo”.  Como efecto de la obediencia, Israel vivirá y tendrá fama entre los otros pueblos. Se distinguirá de ellos y eso será motivo de gloria: será reconocido como “gran nación es ciertamente un pueblo sabio y sensato”, cuyas leyes y normas son justas: “Y ¿qué nación hay tan grande que tenga leyes y preceptos tan justos como esta ley que yo os promulgo hoy?” Más todavía, la fidelidad a la alianza, manifestada en la observancia de la Ley, hará evidente la proximidad de Dios a su pueblo; “Y en efecto, ¿qué nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos a ella, como lo está el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?”,  una realidad impensable para el hombre, que es fuente de insensibilidad y de gratitud (cf Sal 34,19; 46; 145,18).

3. SALMO 14, EL HUÉSPED DEL SEÑOR.

El Salmo 14 nos ayuda a meditar la lectura anterior: «Señor, ¿quién puede habitar en tu casa? El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia, el que no hace mal a su prójimo... Este es el que cumple con la ley del Señor».

En esta bellísima composición encontramos el código moral del fiel que aspira a vivir en intimidad con Dios en el santuario de Jerusalén. No se insiste en las purezas rituales levíticas, sino en las morales del corazón para poder entrar en intimidad con Dios. Sólo el ser humano íntegro, justo y fiel puede tener acceso a la intimidad de Dios. “El que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua”.  La composición se cifra con una promesa de bendición. La exposición del tema es similar a Sal 24:3-6 y a Is 33:14-16. Por otra parte, el y se reproduce fielmente el precepto de Lev 25:37 (ley de santidad) y se parece a Dt 27:25.  La composición tiene un aire sapiencial, y quizá se cantaba con ocasión de las peregrinaciones al santuario de Jerusalén.

Salmo 14, 2-5

R. Señor, ¿quién habitará en tu Casa?

El que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua. R.

R. El que no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino, el que no estima a quien Dios reprueba y honra a los que temen al Señor. R.

El que no se retracta de lo que juró, aunque salga perjudicado. El que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que procede así, nunca vacilará. R.

La distribución tiene un aire de composición conmovedora, es una voz que plantea un interrogante. Señor, ¿quién habitará en tu Casa?”. Dios es santo, y, por tanto, para acercarse a Él es necesario cumplir determinadas condiciones que no le hagan indigno de la presencia del Altísimo. En Levíticos 11:44 se dice al pueblo de Israel: “Sed santos como yo soy santo.” Nada contaminado puede entrar en relación con el Señor, que vive en una atmósfera de santidad y pureza. Para acercarse a Él es preciso “santificarse” con ritos especiales de purificación y, sobre todo, tener ciertas cualidades morales excepcionales. El salmista aquí no tiene preocupaciones de índole ritual y sólo exige la preparación moral para acercarse a Dios. La morada en el templo del Señor ha sido considerada siempre como una garantía de seguridad y de felicidad íntima espiritual. El salmista no restringe su perspectiva a los sacerdotes y levitas — funcionarios oficiales del recinto sagrado —, sino que se refiere a todo el que se acerca a la casa de Dios. Para poder acercarse dignamente y ser huésped del santuario se debe llevar una vida en conformidad con las prescripciones divinas, obrando con justicia y rectitud, lo que implica sinceridad en las relaciones con el prójimo, El que no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino”, ausencia de engaño y abstención de todo lo que pueda causar daño o injuria al prójimo.

2.3  SER DIGNOS DEL SEÑOR.

Para ser digno de Dios es necesario tener una valoración religiosa de los hombres; es decir, no se debe uno dejar llevar de las apariencias, honrando a los que triunfan en la sociedad a pesar de ser reprobos ante Dios. Los honores deben reservarse a los temerosos del Señor: “el que no estima a quien Dios reprueba y honra a los que temen al Señor”,  los que conforman su vida a sus mandatos, sabiendo sacrificar muchas veces sus intereses materiales por seguir la ley de Dios. “El que no se retracta de lo que juró, aunque salga perjudicado”. Los tiempos del salmista eran difíciles, y prevalecían los que hacían caso omiso de los preceptos divinos. Lo más fácil era adular a los poderosos que se habían creado una posición social por su carencia de escrúpulos morales. Estos, en realidad, son para el salmista reprobos ante Dios, y por eso deben ser menospreciados por el que pretenda ser huésped del Señor: Al contrario, los temerosos de Dios eran comúnmente despreciados, porque por sus escrúpulos religiosos y morales no habían logrado ascender en la escala social; sin embargo, ellos son los predilectos a los ojos divinos, y por eso deben ser honrados por el que aspira a ser amigo de Dios y entrar en su casa.

La integridad de vida exige también fidelidad a los juramentos prestados, aunque su cumplimiento sea en perjuicio propio: “El que no se retracta de lo que juró, aunque salga perjudicado”.  La usura es también algo de lo que debe estar alejado el amigo de Dios. En hebreo, el préstamo a interés es llamado “mordedura,” expresión gráfica del perjuicio que causa al que se ve obligado a recibir dinero a crédito. La usura estaba prohibida en la Ley cuando se hacía entre israelitas, pero estaba permitida con los extranjeros. Aquí el salmista no distingue, pero en su perspectiva parece que se refiere a las relaciones con los connacionales. ”El que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente” En realidad, a pesar de la Ley, la usura era una plaga en la sociedad hebrea, como nos lo dicen los profetas.

Vemos, pues, cómo al salmista no le preocupan los problemas de pureza ritual, sino los valores ético-religiosos, lo que está en consonancia con la predicación profética. El ideal que propone es muy alto, pero el premio por parte del Señor no se hará esperar: “El que procede así, nunca vacilará”, entones,Señor, ¿quién habitará en tu Casa?”

4. SEGUNDA  LECTURA, CARTA DE SANTIAGO

El apóstol Santiago enseña que la verdadera religiosidad consiste en recibir la palabra de Dios y practicarla. La actitud religiosa auténtica es una actitud de escucha: el Padre tiene la iniciativa y nos interpela con su Palabra. Pero es una Palabra operativa: creer es ya comprometerse a favor de los desvalidos y oprimidos y no ensuciarse las manos con el mundo de la explotación y de la opresión. Por la Palabra el Padre nos da su propia vida. La Palabra nos “engendra”; ella está “plantada” en el hombre. Escucharla es obligatoriamente ponerla en práctica, desplegarla en todas las exigencias de un auténtico amor fraternal. En ello, consiste, por otra parte, el culto agradable a Dios.

Lectura de la carta de Santiago  1, 17-18. 21-22. 27

Queridos hermanos: Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación. Él ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación. Reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos.

La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo.

Palabra de Dios.

4.1   LA PALABRA DE DIOS, QUE REVELA LA VERDAD SOBRE DIOS

El pasaje que hemos leído se compone de diferentes versículos cuyo punto de convergencia es la “la Palabra de la verdad”. Por medio de la Palabra, Dios Padre engendró a los cristianos: “Él ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación.” no sólo en el acto creador, sino - tal como aquí se entiende - en el momento del renacimiento en el bautismo. Este es por excelencia el don que nos ha otorgado el Padre, el cual no cambia, ni en sí mismo ni en su libre obrar: “Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación”.. Él ha hecho a los cristianos hijos suyos y ellos son los primeros entre todas las criaturas que experimentan ya esa vida nueva; “para que seamos como las primicias de su creación”, que rebosará cuando se consume la bienaventuranza eterna.

Santiago sabe que la Palabra de Dios, que revela la verdad sobre Dios y sobre el hombre, tiene una fuerza intrínseca, pero sólo da fruto en plenitud con la colaboración del creyente. Es necesidad que la Palabra encuentre sitio en el corazón del hombre, un corazón que esté disponible para escucharla y ponerla en práctica, exento de espíritu de polémica. Entonces se convierte en portadora de salvación; sin embargo, si la Palabra es escuchada pero no acogida, entonces se alimenta en el hombre una falsa relación con Dios que crea la ilusión de lo contrario: “Reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos.

Está muy claro - afirma el autor sagrado - en qué consiste la auténtica manifestación de la fe: en cuidar de todos los que están desamparados, indefensos, oprimidos, en no seguir la mentalidad mundana ni sus pseudo valores. Contra la tentación, que acecha al creyente de todos los tiempos, de separar el culto y el estilo de vida (cf. Is 1,11-15; Am 5,21-24), la carta de Santiago traduce con términos prácticos e inequívocos el indestructible dicho del Señor: “El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica es como aquel hombre sensato que edificó su casa sobre roca. [..] Sin embargo, el que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica es como aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena” (Mt 7,24ss).

4.2  SANTIAGO

La atribución de este texto inspirado es objeto de discusión donde los exégetas parecen estar de acuerdo en considerar que el autor no es ninguno de los 12 apóstoles.  No obstante, el autor es el primer responsable de la comunidad de Jerusalén y tenía autoridad, San Pedro después de salir de la cárcel por gracia del Señor dijo: “Comunicad esto a Santiago y a los hermanos”.  (Hechos 12), más adelante se menciona; “Cuando terminaron de hablar, tomó Santiago la palabra y dijo: “Hermanos, escuchadme”.  (Hechos 15). Este Santiago, gozó en los tiempos apostólicos de gran autoridad, no sólo entre los cristianos, sino también entre los judíos. El sumo sacerdote Ananos le hizo condenar a muerte y lapidar el año 62 d.C. 7. A éste atribuye la tradición casi unánimemente la Carta de Santiago.

En el encabezamiento de la carta, él se presenta como; “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo”, sin determinar más. Ahora bien: en el Nuevo Testamento nos mencionan tres Santiago distintos. ¿Cuál de ellos es el autor de nuestra carta?

Uno es Santiago llamado el Mayor, apóstol e hijo de Zebedeo y hermano de San Juan Evangelista, que fue martirizado por Herodes Agripa I hacia el año 44 d.C. Por tanto, este no puede ser el autor de la carta, por haber muerto demasiado pronto. Y de hecho ningún autor se la atribuye. Otro es Santiago hijo de Alfeo y también apóstol; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Mateo (SBJ) 10, 3) que los autores suelen identificar como Santiago el Menor; María la madre de Santiago el menor  (Marcos (SBJ) 15,40). Pero tenemos un tercer Santiago, quien fue el jefe de la iglesia de Jerusalén, hijo de María de Cleofás: “Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago”  (Marcos 16,1), pariente de la Virgen Santísima, o quizá, cuñada de ella, ya que Cleofás parece haber sido hermano de San José. De donde se sigue que Santiago no era propiamente hermano del Señor, sino primo de Jesús. Por otra parte, leemos en Mateo;  ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?  (Mateo 13, 55).

En todo caso, los exegetas aún no se ponen de acuerdo si Santiago hermano del Señor es el mismo que Santiago hijo de Alfeo. La Iglesia griega los distingue, ya que celebra su fiesta en días distintos (el 9 y 25 de octubre); en cambio, la Iglesia latina los identifica.

Son varios los argumentos en que se apoya la tradición de la Iglesia occidental para identificarlos. San Pablo, en la epístola a los Gálatas 1,19, afirma explícitamente que “no vio a ningún otro apóstol sino a Santiago el hermano del Señor.” Como no puede referirse a Santiago el Mayor, que ya había muerto hacía años, sus palabras hay que entenderlas de Santiago hijo de Alfeo. Por otra parte, San Lucas, que distingue bien en el Evangelio; “Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo”,  (Lucas 5, 10) y en los Hechos 1,13 a Santiago el Mayor de Santiago hijo de Alfeo, después que narra la muerte del primero, en el año 44, ya sólo habla de Santiago, sin hacer distinción alguna entre Santiago hijo de Alfeo y Santiago hermano del Señor. Además, tanto San Lucas 12 como San Pablo nos hablan de Santiago, obispo de Jerusalén y pariente del Señor, como de un personaje que gozaba de gran autoridad en la Iglesia naciente e incluso sobre los mismos apóstoles. Todo esto se explicaría mejor si, además de hermano del Señor, fuera también apóstol.

De lo dicho se sigue que la identificación no es del todo segura, pero todavía es sostenida por muchos autores católicos.

5. EVANGELIO DE SAN MARCOS, “¿POR QUÉ TUS DISCÍPULOS NO PROCEDEN DE ACUERDO CON LA TRADICIÓN DE NUESTROS ANTEPASADOS

El Evangelio de San Marcos que leemos este domingo, capítulo 7, nos trae una enseñanza de gran importancia,  es una instrucción que por sí misma constituye una de las cumbres de la historia religiosa de todos los tiempos. El relato que leemos hoy toma como punto de partida la pregunta que le hacen a Jesús: “los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén”.

A la ley mosaica sobre la pureza ritual, habían ido aumentándose cada vez más con nuevos preceptos, que, transmitidas oralmente, eran consideradas vinculantes, con la misma fuerza que la ley escrita y, como ésta, reveladas por el Señor: “Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?”. Jesús no responde directamente, sino que, citando a Isaías 29,13: ”Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”., y así, saca a la luz lo falso y vacío que es el modo de obrar de los fariseos, donde su culto es sólo formal, dado que a la exterioridad de los ritos y de la observancia de la Ley no le corresponden el sentimiento interior y la práctica de vida coherente. La tradición de los hombres acaba así por sobreponerse y cubrir el mandamiento de Dios: “Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres”.

La verdadera religiosidad procede del corazón del hombre que escucha la voz de Dios y cumple sus mandamientos.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23.

Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras, de la vajilla de bronce y de las camas. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?” Él les respondió: “¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos». Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres”.

Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre”.

Palabra del Señor

5.1 EXPOSICIÓN DE LOS HACEN CIERTOS GENTILES Y SUS COSTUMBRES

En este fragmento del Evangelio, san Marco hace una extensa exposición de lo que hacen ciertos gentiles y sus costumbres y las practicas a los cuales están aferrados. Nos narra que “Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús”. Parece ser que vienen como especialmente técnicos en la Ley, y tal como dice el relato, son solo algunos, quizá para garantizar la obra de espionaje, o para completar esta representación de espionaje enviada, más o menos oficiosamente, por el Sanedrín, o al menos con su implícita complacencia, como en San Juan; “cuando los judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas  (Juan 1:19). San Marcos se da tiempo de explicar que significaban estos usos en la mentalidad judía y en los preceptos rabínicos.

San Marcos, no sólo recoge un caso concreto como motivo de censura, por anular la ley de Dios por las tradiciones de los hombres, sino que alude a otra perspectiva mayor porque hacen muchas cosas por el estilo. Es muy fuerte la contraposición de lo que legisló Moisés y la tradición humana. Aquello tiene valor; esto es presentado como elaboración simplemente humana: farisaico-rabínica. “Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, (Moisés) por seguir la tradición de los hombres”.  

Estamos en presencia de una diferencia importante, los hombres de la tierra de Genezaret, que parecían menos instruidos, no vienen solos, sino que llevan sus enfermos al Señor, para poder por lo menos tocar una parte de su vestido. Pero los fariseos y escribas, que debieran ser los doctores del pueblo, acuden al Señor, no para buscar la salud, sino para criticarlo y promover controversias.

Los discípulos de Jesús, que habían aprendido a hacer sólo la virtud, comían sin haberse lavado las manos; y queriendo los fariseos encontrar un pretexto, aprovecharon esta ocasión; y no los reprocharon por trasgresores de la ley, sino por trasgresores de las tradiciones de sus mayores. “Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados”.

5.2   ES INÚTIL ESTA PURIFICACIÓN EXTERNA Y NO DE LOS BUENOS PENSAMIENTOS

Ellos habían recibido en un sentido material las palabras espirituales de los profetas, que se referían a la corrección del espíritu y del cuerpo, diciendo: "Lavaos y sed puros" (Is 1,16); y: "Purificaos los que lleváis los vasos del Señor" (Is 52,11), y observaban solamente estos preceptos lavándose el cuerpo. Pero es inútil esta purificación externa y no de los buenos pensamientos, en efecto en vano purifican sus vasos, si descuidan el lavar las verdaderas manchas de sus cuerpos, esto es, las del espíritu.

Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?”

Ciegos los fariseos y escribas! Objetan al Hijo de Dios, porque no observan las tradiciones y preceptos de los hombres. Pero Jesús, es muy claro frente a los soberbios fariseos, y los increpa y les dice: “¡Hipócritas”. Como no era de trasgresión de la ley, sino de las tradiciones de los antiguos de lo que acusaban injustamente a los discípulos, los humilla llamándolos “hipócritas”, porque recomendaban con cierto respeto lo que no convenía. Añade la palabra de Isaías como dirigida a ellos, y que viene a decir: ! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”.. Así como aquellos de quienes se dice que honran a Dios con los labios, pero que tienen bien lejos de El su corazón y se jactan en vano de observar las reglas de la piedad, no observando sino las doctrinas de los hombres, “Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres”. Y de este modo, ellos abandonan el mal interior que puede curarse, y acusan a los que respetan la justicia.

5.3  ES NECESARIO UN CORAZÓN PURO PARA VER LAS COSAS DE DIOS

Jesús, nos da una gran enseñanza, es el corazón el que tiene que estar siempre con Dios, con una incondicional adhesión, con todo el afecto, con total entrega, con mucha generosidad y profundamente sincero. Pero es necesario un corazón puro para ver las cosas de Dios, con un corazón limpio de todo aquello que lo mancha, lo oscurece. El que tiene el corazón enrarecido y manchado, no puede ver a Dios. El que ve solo las cosas terrenales, el que está solo preocupado de los bienes materiales, del buen vivir y de los gozos superficiales, no comprende las cosas de Dios. “Solo los que tiene el corazón limpio verán a Dios” (Mt 5,8)

Después de la exposición anterior, Jesús llama a la muchedumbre; “Escúchenme todos y entiéndanlo bien” y les expone una pequeña parábola. “Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo”.

La apatía del pueblo no pidió más explicaciones de la misma.  Pero, ya en casa, los “discípulos,” acaso a iniciativa de Pedro, le piden una explicación de la misma. “Tomando Pedro la palabra, le dijo: Explícanos la parábola. Mateo (SBJ) 15,15)”. Y la explicación se la hace detalladamente, no sin antes dirigirles una amonestación de afecto y enseñanza: “Él dijo: ¿También vosotros estáis todavía sin inteligencia?   En realidad, el sentido fundamental de lo que había expresado en esa pequeña parábola era claro. Pero esto hace ver la necesidad de educación que tenían los apóstoles como la necesidad de educación que aún tenemos nosotros.

Los rabinos daban un valor excepcional a ciertas purificaciones de cosas y de manos, se decía: “Si alguno come pan sin lavarse las manos, es como si fuese a casa de una mujer de mal vivir.” “Quien desprecia la purificación de las manos será extirpado del mundo.” “Hay demonios encargados de dañar a los que no se lavan las manos antes de las comidas.” En una ocasión un rabino llamado Eleázar, que despreció esta purificación, fue excomulgado por el sanedrín, y, después de muerto, se colocó una gran piedra en su féretro para indicar que había merecido la pena de la lapidación. Así es, como para los israelitas, e inclusos para las primera comunidades judeo-cristianas era un situación ardiente la impureza legal y la de los alimentos.

5.4  ENTRA EN LA BOCA NO MANCHA AL HOMBRE, LO QUE DEL HOMBRE SALE, ESO ES LO QUE MANCHA AL HOMBRE

¿Para qué tanta purificación?, ¿porque que hay que purificarse las manos al venir del mercado? ¿Por su contacto con los alimentos?, ¿es que los alimentos contaminan?. ¿Hay algo de verdad en esto? Dios creó todas las cosas, como los alimentos para servicio del hombre como responsable de sus actos morales. Dice el Génesis que Dios crea todas las cosas y “están bien,” son buenas y esos alimentos como dice el Señor si entra en la boca no mancha al hombre, lo que del hombre sale, eso es lo que mancha al hombre; “Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones,…… Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre”.

Esta enseñanza de Jesús iba a tener repercusiones muy grandes, porque afectaba a las mismas órdenes legales mosaicas sobre lo puro e impuro. Pero había de terminar su valor disciplinario y ritual, máxime cuando se hacía carga insoportable, como dice Jesús en Mateo 23, 4 “Preparan pesadas cargas, muy difíciles de llevar, y las echan sobre las espaldas de la gente, pero ellos ni siquiera levantan un dedo para moverlas”. Si Jesús no quiso abolir de momento todo aquello, el principio había quedado asentado por Jesús.

Estas tradiciones rabínicas, eran tan caprichosas, que “anulaban la ley de Dios,” tenían que ser arrancadas por inútiles y perjudiciales para el Reino, pues a veces anulaban la verdadera religiosidad.

Con todo esto, Jesús nos quiere dar una lección que no es menos importante, a Dios se le debe adorar en espíritu y en verdad y no solo con observancia externa de los ritos. No quiere decir Jesús que él está contra los ritos, ni contra las manifestaciones externas de la ley, solo quiere poner las cosas en su lugar. Es el corazón el que debe estar siempre con Dios, con afecto, entrega, generosidad y un amor muy profundo. Es el corazón el que debe estar puro para ver las cosas de Dios. Preocuparse de las cosas de la tierra, es tener tierra en el corazón y, “los que tienen el corazón limpio verán a Dios” (Mt 5, 8)

5.5  LO MALO A LOS OJOS DE DIOS LO ENSUCIA NUESTRO CORAZÓN

Lo triste, es que hoy vivimos una realidad extremadamente preocupante, hombres manchando a los hombres y hombres que se dejan manchar por otros, juzgamos a nuestros hermanos por sus apariencias, y por hacerlo así nos equivocamos al emitir nuestros juicios, vemos malicia donde no la hay, transformamos situaciones buenas en malas por pensar retorcidamente o porque le tenemos mala voluntad. Lo peor es que permanecen vigentes las palabras del Señor de los últimos versículos de este fragmento del evangelio, “del corazón del hombre, proceden los pensamientos malos, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino”.. Todas estas maldades proceden del hombre y manchan al hombre. Es decir, estamos pasando por un embrutecimiento moral culpable, que desprecia el ideal de vida que Dios quiere para nosotros.

Ante esto, es que Jesús nos aclara que nada hay sucio o impuro en el exterior de los hombres, lo malo a los ojos de Dios lo ensucia nuestro corazón, como dice el mismo Jesús. “Porque es del interior, del corazón de los hombres”. En efecto la santidad reside en lo interior, sin embargo la maldad y el pecado procede del atrevimiento.

Y todos estamos llamados a la santidad. “La voluntad de Dios es que todos sean santos” (1 Tes 4,3). Así también nos lo ha pedido Jesús: “Sean perfectos, como es perfecto el Padre de los cielos” (Mt 5, 48).

No tenemos excusas para no pensar y decidirnos a caminar por senderos de santidad, por elegir una vida cristiana y evangélica. No permitamos que nuestro trabajo u que otros agentes externos se conviertan en dificultades para vivir haciendo el bien, sin dejar de pensar que lo que santifica no es tanto lo que hacemos, sino que con el espíritu con que lo hacemos, con la buena intención y voluntad y el amor que ponemos en hacer las cosas, sin preocuparnos sin son sencillas y humildes, porque justamente las cosas simples tiene un valor admirable si se hacen con amor.

El Señor les Bendiga, Cristo Jesús, viva en nuestros corazones

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Muchas veces dijo Jesús a la gente: “El que tenga oídos, que oiga”.

Reflexión a las Lecturas del Domingo XXII Ciclo B

   Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Algunos conceptos están tomados de los comentarios a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P.

Comentarios a las Epístolas Paulinas, por Lorenzo Turrado.

Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

Lectura de la Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.)

Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd,

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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