Reflexión desde las Lecturas del Domingo XXIII, Ciclo A

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

1.    TE PEDIRÉ CUENTAS

El evangelio de hoy nos presenta un aspecto que en la mayoría de las comunidades cristianas está sin estrenar. Jesús dice: “Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo”. La lógica es muy sencilla: si a cualquier madre le importa su hijo y le duele lo que es malo para su hijo y le reprende porque le quiere y desea que no tenga defectos, con mayor razón al cristiano le debe importar todo hombre, sencillamente porque es su hermano. ¿Me duele cuando alguien peca? La lectura de Ezequiel es incluso más fuerte en esto: “si tú no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre”. Somos responsables de los hermanos. Si viéramos a alguien que va a caer en un precipicio, le gritaríamos una y mil veces. Pues bien, da escalofrío la indiferencia con que vemos alejarse personas de Cristo y de la Iglesia y vivir en el pecado y no les decimos ni palabra. “Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo”. “si tú no hablas para advertir, a ti te pediré cuenta de su sangre”. ¿Me siento responsable? Recordemos que fue Caín el que dijo: “¿Acaso soy yo guardián de mi hermano?”

Por lo demás, está claro que se trata de reprender por amor y con amor. No con fastidio y rabia o porque a uno le moleste. Es una necesidad del amor. El amor a los hermanos lleva a luchar para que no se destruyan a sí mismos. Tenemos con ellos una deuda de amor que nos impide callar, precisamente para su bien. Todo menos la indiferencia.   (FGD)

2.    PRIMERA LECTURA Ez 33, 7-9

El profeta Ezequiel anuncia lo que leeremos en el evangelio de hoy: advertir, corregir y no condenar... Ayudar a salvar la vida del hermano es la tarea primera. Sólo por consecuencia, un modo también de protegernos a nosotros mismos.

Lectura de la profecía de Ezequiel.

Así habla el Señor. “Hijo de hombre, Yo te he puesto como centinela de la casa de Israel: cuando oigas una palabra de mi boca, tú les advertirás de mi parte. Cuando yo diga al malvado: ‘Vas a morir’, si tú no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Si tú, en cambio, adviertes al malvado para que se convierta de su mala conducta, y él no se convierte, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida”.

Palabra de Dios.

2.1         ANUNCIAR LOS PELIGROS PARA QUE EL PUEBLO SE APERCIBA DE ELLOS

Ezequiel se compara a sí mismo a un centinela militar encargado de dar la voz de alarma ante el peligro. El profeta se siente responsable de la suerte espiritual de su pueblo, y por eso se cree en la obligación de mantenerse vigilante frente a los peligros que sobre él se ciernen. Es la misión de Ezequiel entre los exilados de Babilonia. Ha anunciado primero la destrucción de Jerusalén en castigo de los pecados acumulados durante generaciones por la comunidad israelita. Ahora tiene que anunciar nuevos peligros para la vida religiosa de los exilados y formar la conciencia de éstos en orden a la constitución del nuevo núcleo de restauración nacional. Como portavoz de la palabra de Dios, tiene que anunciar los peligros para que el pueblo se aperciba de ellos. Si no quieren oírle, no tendrá responsabilidad alguna en la muerte de ellos, como en el caso del centinela militar. Al contrario, si éste no cumple su misión de anunciar el peligro de la invasión del enemigo, será responsable de lo que pasare y pagará con su vida su falta en el cumplimiento del deber. Este sentido de responsabilidad preocupa extremadamente a Ezequiel, como preocupará a San Pablo su misión de evangelizar: “¡Ay de mí si no anunciare el Evangelio!” (1 Cf. 1 Cor 9:1-6)

3.    SALMO Sal 94, 1-2. 6-9

R. Ojala hoy escuchen la voz del Señor.

¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta Él dándole gracias, aclamemos con música al Señor! R.

Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque Él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. R.

Ojala hoy escuchen la voz del Señor: “No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras”. R.

3.1         HIMNO DE ALABANZA AL CREADOR

Como es de ley en los himnos, el poeta invita a sus compatriotas a asociarse a sus alabanzas en honor del que constituye la salvación del pueblo: En Dios sólo el descanso de mi alma, de él viene mi salvación;  (Salmo 62, 2). La historia de Israel es la historia de las manifestaciones protectoras del Señor. El salmista aprovecha la ocasión de una asamblea solemne para invitar al pueblo a tomar parte en esta manifestación gozosa de reconocimiento al Señor. En primer lugar, es digno de toda alabanza por ser el Creador: “¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor…. Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque Él es nuestro Dios”, que a su vez está por encima de todos los dioses o seres angélicos, que constituyen su corte de honor: “Porque el Señor, el Altísimo, es Rey grande sobre la tierra toda”.  (Salmo  47, 3). Todo le pertenece desde las profundidades de la tierra a las cimas de los montes, el mar y la tierra seca: “Del  Señor  es la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y los que en él habitan; que él lo fundó sobre los mares, él lo asentó sobre los ríos”.  (Salmo 24, 1-2). Todo es obra de sus manos. El ser humano no puede explorar las profundidades de la tierra ni las del mar, sólo el supremo Hacedor puede llegar hasta sus escondites.

Pero este Dios universal, Señor de la naturaleza, es también Dios de Israel, en cuanto que está vinculado a él por una alianza histórica: “el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano”, es su pueblo, que apacienta como Pastor: “¡Ay de los pastores que dejan perderse y desparramarse las ovejas de mis pastos! - oráculo del Señor. Pues así dice el Señor, el Dios de Israel, tocante a los pastores que apacientan a mi pueblo:(Jeremías 23, 1-2). Es la similitud más apropiada para reflejar las relaciones históricas del Señor con el pueblo hebreo.

3.2         INVITACIÓN A LA DOCILIDAD ESPIRITUAL

El poeta, dramatizando el canto procesional, invita a oír la voz de Dios y a mostrarse más dóciles que la generación del desierto. “Ojala hoy escuchen la voz del Señor: “No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto”. Una voz profética quiere prevenirlos contra la exigencia de tentar a Dios pidiendo manifestaciones asombrosas, como hicieron los antepasados en las estepas sinaíticas. Estos, a pesar de haber sido testigos de los prodigios al salir de Egipto,  exigieron un milagro en Meribá y en Masa. Ambos nombres son simbólicos; el primero significa “querella,” porque en Refidim se “querelló” Israel al Señor porque no les daba agua. Y allí hizo un milagro, proporcionándoles agua de la roca: “y acamparon en Refidim, donde el pueblo no encontró agua para beber. El pueblo entonces se querelló contra Moisés, diciendo: Danos agua para beber.” (Éxodo 17, 1-2). El mismo milagro volvió a repetirse en la zona de Cades. Masa significa “tentación,” porque los israelitas “tentaron” al Señor reclamando un milagro: me probaron a pesar de haber visto mis obras de salvación de la esclavitud faraónica. Esta actitud de desconfianza y rebeldía persistió durante los cuarenta años de estancia en el desierto. El resultado fue que Dios se disgustó de esta generación y decidió que no entrara en la tierra de Canaán: el reposo.

Por su corazón extraviado no supieron captar el valor de los caminos y preceptos de su Dios. Fueron por ello excluidos de la tierra de promisión, el reposo conferido por Dios a los hijos de Israel. El salmista recuerda esta trágica historia para que sus contemporáneos se guardaran de tentar a Dios como la generación del desierto, para no ser reprobados como estos desdichados antepasados. La invitación es puesta en boca de Dios para impresionar más en la concurrencia.

3.3         INVITACIÓN A OÍR A DIOS

“Ojala hoy escuchen la voz del Señor”. "Este es mi Hijo, el elegido, escúchenlo", nos pide el Señor Dios, “Desde una nube se oyó entonces una voz que decía: "Éste es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo". (Lc 9, 28-36). Esta es nuestra gran instrucción de Dios, "escucharlo", eso nos debe caracterizar para ser un servidor de verdad, oír siempre a Jesús, esta actitud receptiva es para la palabra y la total aceptación de Cristo, es una invitación a descubrir lo divino de sus enseñanzas y toda su obra,  Ojala hoy escuchen la voz del Señor

4.    SEGUNDA LECTURA Rom 13,8-10

Toda norma queda condicionada frente a la ley del amor. En este mundo globalizado y competitivo: ¿cuántas deudas hay porque se olvida vivir la esencia del amor? Mirando la primera lectura y el evangelio de este domingo, ya la luz de esta carta a los romanos, subrayemos al perdón como el gesto más grande del amor cristiano.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.

Hermanos: Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley. Porque los mandamientos: “No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás”, y cualquier otro, se resumen en éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley.

Palabra de Dios.

4.1         “AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO”.

Terminado lo referente a los deberes para con el Estado, de nuevo vuelve San Pablo al tema de la caridad con todos los seres humanos. La entrada en materia es tan ingeniosa como delicada, presentando la caridad como una deuda que debemos pagar al prójimo, pero una deuda que es única, pues, al contrario de las otras, ésta nunca podremos acabar de saldarla: “Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo”.

Son de notar las expresiones con que San Pablo hace resaltar la importancia de la caridad, diciendo que es la “plenitud de la Ley”: “El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley”  y “el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley” y que los preceptos de ésta “se resumen” en el de la caridad hacia el prójimo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Creemos que todas estas expresiones vienen a significar prácticamente lo mismo; es, a saber, que con la práctica de la caridad llevamos la Ley hasta su plenitud o, lo que es igual, hasta donde Dios intentaba llevarla. Late aquí una idea muy profunda, que conviene señalar, y que, antes que San Pablo, expresó ya Jesucristo en el sermón del monte, al decir que no había venido a abrogar la Ley, sino a “consumarla” (cf. Mt 5:17). Y notemos que, no obstante esta afirmación, el mismo Jesucristo añadirá poco después repetida y solemnemente: “Oísteis que se dijo a los antiguos.., pero yo os digo..”; y a veces, como en el caso del libelo de repudio, en abierta oposición con el precepto mosaico (cf. Mt 5:31.38).

4.2         ESE AMOR NO HA DE LIMITARSE

Para darnos cuenta de lo que esto significa, tengamos presente que en la antigua Ley se han de distinguir claramente dos cosas: la idea o verdad divina que Dios intentaba inculcar y los preceptos mismos materiales en los que quedaba como “encarnada” y aprisionada esa idea. Estos preceptos, muchos de los cuales estaban ya en vigor entre el pueblo antes de Moisés, no eran sino el ropaje del que Dios se valía, en consonancia con la capacidad del pueblo y las circunstancias históricas de entonces, sin que estuvieran destinados a perdurar en el reino mesiánico; no así la idea o verdad divina que esos preceptos encerraban, que era de valor perpetuo. Esta idea, como expresamente dice San Pablo,  no era otra que la idea de caridad. Lo mismo dice Jesucristo (cf. Mt 12:29-31; Lc 10:27-28), poniendo bien en claro a través de la parábola del samaritano (cf. Lc 10:30-37) que ese amor no ha de limitarse a los miembros del mismo pueblo o asimilados, como solían interpretar los judíos el término “prójimo” (cf. Lev 19:18.34; Mt 5:43), sino a todos los seres humanos, incluso enemigos. Es esa chispa de caridad, latente en todos los preceptos de la Ley, la que los pone en contacto con el Evangelio.

5.    EVANGELIO Mt 18, 15-20

Jesús decía en otro contexto: “entre ustedes no debe suceder así” (Cfr. Mc 10, 4 1-45). Vale este mandato en relación al pecado y al perdón. Los auténticos discípulos de Jesús no se prestan a condenar apresuradamente al otro. Primero llaman a la reflexión y a la reconciliación. Están dispuestos a liberar al culpable del mal y a llegar al abrazo de la paz. Buscan llegar sin ataduras al juicio final.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Jesús dijo a sus discípulos: “Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”.

Palabra del Señor.

5.1  SI TU HERMANO PECA CONTRA TI

“Si tu hermano peca contra ti.” En el evangelio de Mateo, “hermano” es, por el contexto el equivalente al cristiano. Se parte de una falta del prójimo para exponerse la actitud cristiana ante la misma. Si se trata de una verdadera falta, se ha de buscar el bien del “hermano”, del cristiano; por eso, lo primero es hacérselo notar para remediarlo. Pero a solas, “en privado” por justicia, caridad y actitud pedagógica. “Si te escucha, habrás ganado a tu hermano”, es decir si oye, se habrá ganado un hombre para Dios.

Si tampoco es eficaz, queda el recurso a la Iglesia, “Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad”, todo ello pensando en la influencia benéfica que puede recibir de la asamblea y del resto de sus amigos. Si no oye, es ya mala voluntad o cerrazón.

Parece ser esto ya redacción de alguna Iglesia con necesidades especiales. Lo que ya aparece es la Iglesia constituida, por lo que su redacción refleja este campo. Aparte de la testificación judicial, se decía en la Toráh: “El que reprende a su prójimo (judío) por amor a Dios, tendrá parte con Dios.”

Cristo no estableció reglas, sino principios, es así como la enseñanza directa de Jesucristo es el celo y discreción en el ejercicio de la caridad.

5.2  “VE Y CORRÍGELO”

Este fragmento del evangelio de Mateo se encuentra después de la parábola de la oveja perdida y la solicitud de Jesús con los pequeños, con las personas más débiles en la fe y, por lo tanto, más expuestas al peligro del desaliento o la deserción. El presente relato se puede leer como la ilustración práctica de la búsqueda solícita de la oveja perdida. Sin embargo, si hacemos una lectura ligera de las palabras de Jesús, nos puede dar la impresión de que se trata de un discurso duro, ya que enumera detalladamente una serie de normas disciplinares y concluye con una sentencia judicial. Pero en realidad, la enseñanza de Jesús responde a una preocupación pastoral: salvar a los hermanos más frágiles y exhortar a todos para que se responsabilicen del hermano que ha pecado y le ayuden a volver.

Jesús nos hace una petición categórica, en el fondo es un mandato, “ve y corrígelo” y se  sobreentiende que se requiere valor para corregir al hermano extraviado y que además es necesario vencer una resistencia interior para dar este paso, pues el bien del hermano vale más que el malestar percibido, y, a gusto y por él, se sacrifica el propio bienestar. Jesús nos recomienda un modo como hacer la corrección fraterna. Se parte con una primera tentativa amonestante, cara a cara, con delicadeza y discreción, sin intención de humillar o mortificar, sino con el deseo de comunicar el sufrimiento de la comunidad, causado por el pecado y la separación, y a la espera de abrazar afectuosamente al hermano.

Si este intento fracasa, se recurre a la corrección en presencia de dos o tres testigos; y sólo en el caso de un ulterior fiasco se hace partícipe del problema a toda la comunidad

5.3  LA CORRECCION FRATERNA

Muchas veces nos enfrentamos a lo que llamamos la “Corrección Fraterna”, o porque nos vemos en la necesidad de hacerla o porque alguien nos quiere ayudar. Pero también es cierto que en muchas ocasiones esta corrección no es tal, en especial cuando observamos que no se hace por amor y es un cierto juzgamiento velado en una falsa corrección y se apela a este concepto con una disfrazada caridad.

El ideal del hombre que quiere ser apóstol eficaz es cultivar con la gracia las cualidades humanas: Corazón noble, ser humano, compasivo y generoso. Tener una conciencia recta, una actitud social impecable y una voluntad inflexible, decidida, firme y perseverante.

La verdad es la verdad y hemos de profesar un culto ferventísimo a la verdad, salvada siempre la prudencia y la caridad. Lo que no está bien hecho no está bien hecho aunque lo haga el más amigo que yo tenga, pero manteniendo la cordialidad y dulzura.

5.4  UN ACTO DE CARIDAD

Este “repréndele” es acto de caridad, por amor a un hermano, y aplicamos la corrección fraterna, porque estamos buscando su bien y lo hacemos como nos lo pide Jesús, en primera instancia, en privado y no divulgamos lo conversado. Ahora bien, si a quien queremos corregir no nos oye, nos pide Jesús aplicar la corrección con dos testigo y en último caso junto a la comunidad.

No debemos olvidar, que esta corrección fraterna, está contenida en el mandato del servicio a los más pequeños y del perdón sin límites. También se enmarca en la condena del escándalo, como de la falta de misericordia.

Muchas veces oímos y expresamos la palabra caridad, esto nos invita a reflexionar en profundidad el significado de esta a fin de no olvidar su sentido, es una palabra muy bella, con mucho sentimiento, caridad es la actitud solidaria con el sufrimiento ajeno, es así como damos una limosna por caridad, porque queremos ir en auxilio de quien lo necesita y lo hacemos por amor a Dios. Caridad es la virtud sobrenatural infusa (gracias y dones que Dios infunde en el alma) por la que la persona ama a Dios sobre todas las cosas por sí mismo (no por interés) y ama al prójimo por Dios.

La caridad no es indecorosa, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni lleva cuentas del mal. (Cor.1- 13,5)

5.5  UN ACTO DE AMOR FRATERNO

Toda nuestra vida, como hijos de Dios, tenemos que hacerla de la mejor forma,  con y por la caridad, en ella se expresa fielmente el amor fraterno, es así como Jesús siempre nos enseña que hemos de dar y buscar el amor al prójimo.

Ciertamente, la corrección fraterna, debe efectuarse con la amabilidad con la cual la haría Cristo, no exentos de franqueza y sinceridad, pero fundamentalmente con sentimientos profundos de amor al hermano que ha caído en falta, y su fin no es otro que desear su bien, sobre todo su bien eterno.

El amor fraterno, nos debe impedir el permanecer indiferentes, es decir no nos encojamos de hombros si sabemos que alguien está en peligro porque no va por el camino justo o camina por sendas del error. No tengamos temor, es precisamente la palabra de Cristo la que nos exige a no dejar caer en falta a un hermano.

5.6  CRISTO CORRIGE A SUS APOSTOLES

Los Apóstoles convivían a diario con Cristo, eran hombres sencillos, por tantos se manifestaban tal como eran a un Jesucristo que los amaba como ama Dios, pero que vive como hombre y con un corazón humano que no pierde ocasión para corregirle y enseñarles el buen camino. Como sabemos, el Señor los quiere santos.

En una ocasión Juan le dijo: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros. Pero Jesús dijo: No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí.”  (Marcos (SBJ) 9)

Lo que ha hecho Jesús, es hacerle ver a sus discípulos que es no partidario de los celos que ellos tienen, hoy a nosotros nos dice que no debemos confundir los intereses de El Hijo de Dios, con los nuestros. Lo que nos debe interesar es la Gloria del Señor, no la nuestra.

En efecto, en algunas ocasiones nos confundimos, estamos celosos y la verdad es que estamos envidiosos, porque nos sentimos postergados, como si estuviéramos en segundo lugar, como si otros nos opacaran y nos hacen sombra y nos duele esta situación.

5.7  CUIDADO CON CONFUNDIRSE, CORREGIR POR AMOR.

Por otra parte, debemos apoyar al que hace el bien. Es importante saber ver que lo que importa en la lucha contra el mal y la maldad, sin importar quien la realiza, ni donde ni como se hace. Debemos sentirnos gozosos cuando otros están trabajando por el bien de los demás. Debemos apoyar a los que hace el bien, no envidiarlos. No debemos confundirnos, y oremos por los que en nombre del Señor trabajan por su gloria, sin preocuparnos si ellos brillan más que nosotros.

A menudo sucede que nos confundimos en el concepto de la corrección fraterna,  y esta se extiende más allá de lo que nos pide el Señor, y en vez de corregir, solo causamos heridas y dolor, por tanto debemos ser muy prudentes al hacerla, es decir esta debe hacerse siempre con caridad y como respuesta a cariño que tenemos a quien se la pedimos.

Nos enseña San Agustín: corregir por amor; no con deseos de hacer daño, sino con la cariñosa intención de lograr su enmienda Si así lo hacemos, cumpliremos muy bien el precepto: "si tu hermano pecare contra ti, repréndelo estando a solas con él" ¿Por qué lo corriges? ¿Porque te apena haber sido ofendido por él? No lo quiera Dios. Si lo haces por amor propio, nada haces. Si es el amor lo que te mueve, obras excelentemente. Las mismas palabras enseñan el amor que debe moverte, si el tuyo o el suyo: "si te oyere -dice- habrás ganado a tu hermano"  Luego has de obrar para ganarle a él. (Sermón 2, 4.)

5.8  LA CORRECCIÓN FRATERNA, DEBE LLEVAR IMPLÍCITA LA GENEROSIDAD.

Nuestra actitud cristiana, debe ser espejo del carácter de Nuestro Señor Jesús, debe tener incluida toda la generosidad que tiene el corazón de Cristo. Si le amamos, debemos dar testimonio con nuestra conducta, para que más hombres se entusiasmen seguir a Jesús. Si mostramos una actitud digna de ejemplo, si entre nosotros nos tratamos como si estuviéramos tratando con Cristo, no me cabe la menor duda que más hombres buscarían sentirse nuestro prójimo de la forma como nos enseña el Señor.

Si mostramos egoísmo, ¿Cómo podemos al mundo que queremos atraer convencer del gran amor de Dios? ¿Cómo podemos explicar la generosidad de Dios? “Porque de tal manera Amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3,16)

Por la generosidad de Dios, fuimos rescatados de una vida sin esperanza, por el sacrifico de Jesucristo nos fueron perdonados nuestros pecados, fuimos sanados de nuestras enfermedades y fuimos liberados del mal. Esa es la gran generosidad del corazón de Dios. A nosotros nos compete demostrar lo mismo. Si el corazón de Dios es de toda generosidad, la generosidad debe comenzar en nuestros corazones. “Por tanto, sed imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 5,1),

5.9  AL CORREGIR, CUIDÉMONOS DE NO JUZGAR.

Qué fácil es criticar, juzgar y de esta forma llegar a despreciar a los demás. Se critica censurando negativamente a las personas y sus actos, se juzga a las personas valorando sus acciones o sus condiciones y se emite un  dictamen o sentencia sobre ellas pensando que se tiene autoridad para ello, desde allí, el desprecio al criticado y juzgado es el paso siguiente. Sin embargo juzgar es un pecado grave. Jesucristo mismo ha dicho: Hipócrita, sácate primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver claro para sacar la paja del ojo de tu hermano (Lc 6, 42). Las faltas y los pecados que más conocemos íntimamente, son los nuestros, y nosotros sabemos mejor que nadie lo soberbios que somos. También sabemos cuáles son las cosas buenas que hacemos. Así mismo, conocemos el fariseo que llevamos dentro.

Entonces no existe nada más grave, que juzgar o despreciar al prójimo. ¿Por qué mejor no nos juzgamos a nosotros mismos, ya que conocemos íntimamente nuestras faltas, pecados y defectos, de los cuales sabemos que deberemos rendir cuenta a Dios? ¿Para qué pretender hacer lo que le corresponde a Dios al juzgar a los hombres? ¿A caso, a nosotros nos corresponde autorizar o cerrar las puertas del cielo a los hombres?

Si bien es cierto nosotros hacemos bien en llevar el mensaje de salvación a nuestro prójimo, es una preocupación muy agradecida, tenemos que preocuparnos por nosotros mismos, por nuestras faltas, nuestras propias miserias. Sólo a Dios le corresponde el juzgar, hacer justicia y condenar. El  conoce el estado del alma de cada uno, Él sabe de nuestras fuerzas, a Él le consta nuestro comportamiento, Él sabe cuáles son nuestros dones, y nos va a juzgar a cada uno de forma diferente.

5.10  LA CORRECCIÓN FRATERNA, NO ES UN JUICIO

La corrección fraterna, no es un juicio, es una observación, un consejo de profundo amor y delicadeza, un deseo verdadero de salvar al hermano, buscando que esta se transforme en delicada fraternidad, donde este presente el amor para oír y comprender.

No debemos ser autoritarios para corregir, tampoco debemos hacerla con hipocresía ni escudándonos en frases de buena crianza, algo que es habitual, comenzamos disculpándonos por hacerla, algo que no hace falta.

No debemos tratar de desahogarnos, solo buscar el bien del hermano. Tampoco es buena la actitud paternalista ni menos la que se hace por sentirse con el derecho o el poder de corregir, sino que por amor.

Tampoco debemos caer en el hecho de que nos sentimos mejor que el hermano que estamos corrigiendo, es decir es bueno tener siempre presente que yo tampoco puedo tirar la primera piedra; y que si corrijo al hermano es por hacerle el regalo de un sentimiento mío negativo que me cuesta expresar (me resultaría más cómodo y fácil callar), pero que, al compartirlo aclarará nuestra relación y estrechará, a la larga, lazos más fuertes.

Debemos cuidarnos de no decir tu siempre haces esto, tu tiene que hacer esto otro, o tú tienes que actuar de esta manera, es mejor, siempre que sea así de sincero, “me causa dolor cuando te veo en esta actitud” o “sufro porque te veo caer en tal cosa”, a fin de mostrar verdadera inquietud por el hermanos que deseamos ayudar a corregir.

5.11  PIDAMOS LA AYUDA Y LA PRESENCIA DEL SEÑOR  

Y nos dice el Señor: “les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”.

Si hemos de ayudar y corregir, pidamos la ayuda y la presencia del Señor. Esta presencia de Cristo no ayudará a ver la rectitud de los juicios que se puedan emitir, en esta perspectiva se supone que no se pedirá nada al margen de lo que deba pedirse. Aparte que aquí en lo que principalmente se insiste es en la eficacia de la oración en común. ¿Por qué esta eficacia? Porque, cuando éstos están reunidos “en mi nombre” “por causa de él.,” “en nombre de él.” “yo estoy presente en medio de ellos”, porque Jesús nos da una garantía de estar El mismo presente entre los que oran así. Esta reunión con Cristo, no nos hará pedir nada al margen de su voluntad y nos hará recibir, además de la fuerza de su vinculación, la presencia mística y complacida de Él “en medio de ellos.”

Nos ha dicho Jesús, "a ustedes, los llamo amigos” (Jn 15,15-16). Nuestro trato de amistad y nuestra relación inseparable en Cristo, nos hará verdaderos compañeros, preocupados del otro, solidarios y nos ayudará a construir puertas transparentes para entrar a los sentimiento de hermandad que nos hará orar en un mismo espíritu. No olvidemos nunca, que si nos amamos, estamos amando a Dios.

5.12  NUESTROS ENCUENTROS EN PRESENCIA DE DIOS Y EN PRESENCIA DE NUESTROS HERMANOS,

¿No es cierto que una Madre se alegra de que sus hermanos sean unidos y se quieran entre sí? Bajo el amparo de nuestra Madre, María Santísima, hagamos de la oración conjunta un buen ejercicio de amistad, recordando las enseñanzas de nuestro hermano Jesús, que nos ha llamado “amigos”. La amistad es compartir, acompañar y hacer que la vida de unos a otros viva en confianza y apertura para oír al hermano orante, Dios mismo habla por la voz de los demás, por eso, cada hermano con gran respeto, y sin miedo, expresa en la oración su palabra y sus sentimientos, como cuando el cantor nos entrega a nosotros su voz hecha canto. La amistad reconoce la experiencia de fe de cada uno y al entregarnos vamos encontrando el camino que andamos buscando.

La oración de grupo, es la que hace posible que broten instancias de comunión donde se cultiva la gratuidad. La oración en grupos, abre un surco de gracia en nuestra tierra. Nuestros encuentros en presencia de Dios y en presencia de nuestros hermanos, nos hará ser constructores de un mundo nuevo. En la oración y como hombres de oración, nos hará verdaderos intérpretes y constructores de la voluntad de Dios.

El Señor nos Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Domingo XXIII Ciclo A

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas:

Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén


www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

…..

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

………