Reflexión desde las Lecturas del Domingo XXIV, Ciclo A

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    GRAN CONTRADICCION

Nuestro Dios es el Dios del perdón y la misericordia. Perdona siempre a aquel que se arrepiente de verdad. Y nosotros, como hijos suyos, nos parecemos a Él. “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”. No puede ser de otra manera. Por eso Jesús dice que hemos de perdonar “hasta setenta veces siete”, es decir, siempre.

La parábola expresa la contradicción atroz en ese hombre a quien le ha sido perdonada una deuda inmensa, pero que no perdona a su compañero una cantidad insignificante, llegando incluso a meterle en la cárcel. Ahí estamos dibujados todos nosotros cada vez que nos negamos a perdonar. En el fondo, las dificultades para perdonar a los demás vienen de no ser conscientes de lo que se nos ha dado y de lo que se nos ha perdonado. El que sabe que le ha sido perdonada la vida es más propenso a perdonar a los demás.

El perdón de Dios es gratuito: basta que uno se arrepienta de verdad. También el nuestro ha de ser gratuito. Pero prestemos atención a la parábola: ¿con qué derecho puede acercarse a solicitar el perdón de Dios quien no está dispuesto a perdonar a su hermano? El que no quiere perdonar al hermano ha dejado de vivir como hijo; el que no está dispuesto a perdonar al otro está cerrado y es incapaz de recibir el perdón de Dios.

2.    PRIMERA LECTURA Ecli 27, 30—28,7

COMENTARIO

 

El autor del Eclesiástico es un “Sabio” de mediados del siglo III antes de Cristo. Su contenido algunos lo consideran como las enseñanzas del rey Salomón. Preanuncian el lenguaje de perdón de Jesús que se lee en el evangelio de este domingo.

Lectura del libro del Eclesiástico.

El rencor y la ira son abominables, y ambas cosas son patrimonio del pecador. El hombre vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de todos sus pecados. Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados. Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane? No tiene piedad de un hombre semejante a él ¡y se atreve a implorar por sus pecados! Él, un simple mortal, guarda rencor: ¿quién le perdonará sus pecados? Acuérdate del fin, y deja de odiar; piensa en la corrupción y en la muerte, y sé fiel a los mandamientos; acuérdate de los mandamientos, y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa.

Palabra de Dios.

2.1         “EL RENCOR Y LA IRA SON ABOMINABLES”

“El rencor y la ira son abominables, y ambas cosas son patrimonio del pecador”. Ambas cosas indignan a Dios, “El rencor y la ira son abominables”, “Sea cual fuere su agravio, no guardes rencor al prójimo, y no hagas nada en un arrebato de violencia”. (Eclesiástico 10,6). El rencor, hermano del resentimiento y la antipatía, es un sentimiento de enojo por algo pasado, es una tristeza rancia, de mal sabor, como cuando algo adquiere un olor más fuerte de lo habitual con el paso del tiempo. Un buen cristiano, debe hacer todo los intentos para superar esta exacerbación, que impulsa al hombre al arrebato y la violencia. Este vicio, puede llevar a las más desagradables y graves consecuencias en la vida familiar y social, por lo que debemos alejarnos de la ira rencorosa y vengativa, cuya moderación va a recomendar el sabio basándose en elevados motivos.

Después de indicar que “El rencor y la ira son abominables”, pasiones en que con facilidad se incurre, por lo que el pecador privado de la gracia de Dios con frecuencia se dejará dominar por ellas, advierte en seguida con claridad meridiana que Dios aplicará con el ser humano la ley del talión en lo que a misericordia y perdón se refiere. Si el ser humano perdona a su semejante, Dios, a su vez, escuchará la oración por sus pecados y se los perdonará. “Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados”.

Pero si el hombre se venga de su prójimo, Dios lo hará víctima de su justicia divina y castigará con rigor sus pecados. “El hombre vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de todos sus pecados.” Quien no perdona una falta cometida contra él, cómo se atreverá a pedir perdón de sus pecados cometidos contra Dios?. El sabio escribe;  Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane?”.  Esta doctrina nos recuerda la doctrina de Jesucristo en el Evangelio. En el Padrenuestro nos enseñó a pedir el perdón de nuestros pecados, poniendo por delante nuestro perdón respecto de las ofensas que nuestros prójimos nos hubieran hecho, y en otra ocasión nos advirtió que con el juicio con que juzgáremos a los demás seremos juzgados nosotros, y con la misma medida con que midiéremos, medidos. (Cfr Mateo 7.1 ss)

2.2         “ACUÉRDATE DEL FIN, Y DEJA DE ODIAR.”  

El sabio nos recuerda además algunos motivos por los que el hombre debe perdonar a su prójimo. “Acuérdate del fin, y deja de odiar.”  El pensamiento de la muerte: “Piensa en la corrupción y en la muerte” que espera al pecador y las consecuencias que los cristianos sabemos siguen a ella, serán un maravilloso resorte para no incurrir en pecado alguno y para rechazar todo odio hacia aquellos que nos ofendieron.

Otro motivo por el que los se ha de perdonar al prójimo es el cumplimiento de la Ley, que así lo prescribe: y  sé fiel a los mandamientos; acuérdate de los mandamientos, y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa.”  Y la Ley es la alianza que Dios ha hecho con el pueblo. Quien se mantenga fiel a sus preceptos obtendrá las recompensas en ella prometidas; pero quien traspase sus mandatos experimentará los castigos con que amenaza a los transgresores. A estos motivos, los cristianos podíamos añadir dos poderosos estímulos para perdonar: el encargo de la caridad fraterna, que Jesucristo recomendó como distintivo de sus seguidores, y su muerte en la cruz, perdonando a aquellos que le estaban dando la muerte más cruel.

Para evitar los pecados contra el prójimo o al menos aminorarlos, el sabio del Eclesiástico, nos aconseja que nos mantengamos  alejados de las contiendas y de quienes las promueven (Eclo 28, 10). Es de ellas de donde suelen provenir las enemistades, los odios y rencores, que llevan a los pecados de obra contra el prójimo. Hay, por lo demás, quienes gozan sembrando cizaña y promoviendo suspicacias; iracundos que a cada momento suscitan discusiones y contiendas, cuando no verdaderas calumnias; todo lo cual turba la paz y origina enemistades aun entre los mismos amigos.

3.    SALMO Sal 102, 1-4. 9-12

R. El Señor es bondadoso y compasivo.

Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. R.

No acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. R.

Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen; cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados. R.

3.1         SALMO DE ALABANZA DE LA MISERICORDIA DIVINA.

El Señor es bondadoso y compasivo. En este bellísimo salmo se canta la benevolencia del Señor, que se muestra indulgente y comprensivo con el pecador. “Él perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias” Las exigencias de su misericordia se sobreponen a las de su justicia, y el corazón arrepentido encuentra siempre el perdón de parte del Dios que conoce la fragilidad de la naturaleza humana. No es un Juez acusador, sino un Padre benévolo con sus hijos. No acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente.

Fundamentalmente es un himno de acción de gracias y de alabanza; por su elevación de ideas y por su elegancia literaria, este salmo es considerado como una de las obras maestras del Salterio. El espíritu del salmista se refleja en toda su transparencia, muy cerca ya de las perspectivas cristianas: el Dios paternal y providente se sobrepone al Dios justiciero del Sinaí.

3.2         DIOS, MISERICORDIOSO Y CLEMENTE.

El Señor es bondadoso y compasivo. Consciente de los múltiples favores que debe al Señor, el salmista invita a toda su personalidad — espiritual y corporal — a reconocerlos y a bendecir su benevolencia, que se muestra en el perdón de las faltas y en la curación de sus dolencias físicas: La malicia matará al impío, y los que aborrecen al justo expiarán. (Sal 33,22). En los momentos de perder la vida es también quien: “rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura”. El quien la rescata de las fauces amenazadoras de la fosa o sepulcro; El poeta juega con la metáfora de la fiera que ataca y está a punto de engullir la presa. “Ya me cercan sus pasos, clavan sus ojos para echar (me) por tierra” (Sal 16,11). El salmista tiene experiencia de haber sido milagrosamente liberado de la muerte inminente, y por eso lo declara abiertamente en reconocimiento de protección salvadora. Pero su benevolencia no se limita a salvarlo del peligro, sino que después le colma de bienes conforme a sus deseos; bajo este aspecto puede decir que su juventud se renueva constantemente como la del águila, que cambia de plumaje cada año; “El sacia de bienes tus deseos, renueva tu juventud como la del águila” (Sal 102,5). Quizá haya una alusión a la leyenda antigua del águila, que, volando hacia el sol, cae después en el mar para salir renovada de sus aguas, o a la fábula del ave fénix, que renace de sus cenizas.

El Señor, en su proceder con los hombres y los pueblos, se amolda a las exigencias de su justicia y equidad, y por eso despliega su protección sobre los oprimidos. Su misericordia se manifestó especialmente en la azarosa historia de Israel cuando se formaba como colectividad teocrática. Llevado de su amor al pueblo elegido, mostró los caminos de su Ley a Moisés, y exhibió su poder en no pocas proezas deslumbradoras para protegerlo y auxiliarlo en momentos críticos. En todas sus actuaciones se mostró tardo a la ira, perdonando las transgresiones del pueblo rebelde y de dura cerviz y mostrándose siempre benevolente; “El Señor es misericordioso y benigno, tardo a la ira y muy benevolente”. (Sal 102,8). No es un fiscal que está siempre acusando y procurando litigios con los seres humanos, y menos con los fieles de su pueblo; y si se irrita contra él, depone pronto su cólera, sin guardar rencor alguno permanente. En realidad, Dios castiga siempre menos de lo que los seres humanos merecen por sus pecados: Y hará salir como la luz tu justicia, y tu derecho como el mediodía.

3.3         LA COMPASIÓN PATERNAL DE DIOS

La protección divina sobre los fieles a la Ley se manifiesta de modo inconmensurable, parecida a la distancia de los cielos a la tierra: “Y hará salir como la luz tu justicia, y tu derecho como el mediodía” (Sal 36,6). Pero esta actitud divina se muestra también en la facilidad de “perdonar todas las culpas” de sus protegidos: “... porque te echaste a la espalda todos mis pecados.”  (Isaías (SBJ) 38). Es la conducta del padre para con sus hijos. En realidad, nadie mejor que Dios conoce la fragilidad humana: “No recuerdes para nuestro mal las iniquidades de antaño; apresúrate y sálgannos al encuentro tus misericordias, que estamos abatidos sobremanera. Socórrenos, ¡OH Dios, Salvador nuestro! por la gloria de tu nombre, líbranos y perdona nuestros pecados por tu nombre” (Sal 78, 8-9). Pues sabe que el hombre ha sido formado del polvo. Justamente por ello, su vida es efímera como la de la hierba y la flor, que se agostan con los primeros vientos solanos. En contraste con el carácter transitorio y fugaz de la vida humana está la piedad divina, que se extiende a los que le temen durante generaciones, y su justicia protege a los suyos de padres a hijos: “Pero la piedad de Yahvé es eterna para los que le temen, y su justicia para los hijos de los hijos” (Sal 102, 17). Pero esto está condicionado a la observancia de su alianza, concretada en los mandamientos. “así de inmenso es su amor por los que lo temen”

Doy gracias al Señor de todo corazón, (Sal 110,1), Demos gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia, (Sal 117,1), cantemos con alegría: R. El Señor es bondadoso y compasivo.

4.    SEGUNDA LECTURA Rom 14,7-9

En consonancia con el evangelio, la carta a los Romanos expresa que la raíz del amor y del perdón está en Cristo.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.

Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí, ni tampoco muere para sí. Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor. Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de los vivos y de los muertos.

Palabra de Dios

4.1         TANTO EN LA VIDA COMO EN LA MUERTE, PERTENECEMOS AL SEÑOR.

San Pablo presenta en esta carta un problema concreto de la comunidad romana, que, probablemente, con más o menos variantes, fue bastante corriente en las primitivas comunidades cristianas. Junto a los cristianos que el Apóstol llama “fuertes” o bien instruidos, conscientes de lo que exigía y no exigía la nueva religión, había otro grupo de “débiles en la fe” (v.1) que se creían obligados a seguir determinadas prácticas en las comidas y en el calendario. No se trataba, pues, de error en la fe o de debilidad en la adhesión a las doctrinas cristianas, sino de introducir ciertas prácticas en su cristianismo, que no se deducían de los simples principios de la fe.

La cuestión era delicada y constituía un difícil caso de conciencia. De una parte, los “débiles” se escandalizaban ante la libertad con que procedían los “fuertes” y corrían riesgo de verse arrastrados por éstos, obrando contra conciencia y pecando; de otra, los “fuertes” se sentían inclinados a despreciar a Jos “débiles,” por considerar que todas esas distinciones de alimentos y de días eran algo sin valor, con lo que se corría peligro de escisiones en la comunidad. A unos y otros pide San Pablo mutua tolerancia y comprensión, apoyándose en la ley de la caridad.

Dos partes podemos distinguir en el razonamiento del Apóstol. En la primera, que abarca los v.1-12, se dirige a “fuertes” y “débiles,” invitándoles a que se abstengan de criticarse mutuamente (v.3), pues todos servimos a un mismo Señor; “vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor”  y cada uno deberá dar cuenta de sí ante el tribunal de Dios (v. 10-12), sin que nosotros, simples “criados,” tengamos derecho a juzgarnos unos a otros, cosa que únicamente atañe al Señor.

Pablo les exhorta a la acogida mutua: «acogeos unos a otros, como también Cristo os acogió para gloria de Dios» (Rom 15,7); «no destruyáis la obra de Dios por una cuestión de comida » (14,20). Y, para que sea posible una acogida mutua y común, «cada cual actúe según su propia conciencia» (14,5), nadie debe reivindicar pretensiones sobre los demás, un derecho de posesión inexistente sobre el hermano o los hermanos.

Pablo distingue entre lo secundario y lo importante, y el problema, el motivo de la contienda, es marginal, aún sumando todos los elementos de la discusión. Sin embargo, el punto central sí lo reafirma: es el principio universal de la pertenencia a Cristo: “tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor. Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de los vivos y de los muertos.”  Es fundamental que la comunidad reconozca que Cristo es, efectivamente, el único Señor, en virtud de su muerte y resurrección. Por tanto, cada uno está llamado a comprobar su pertenencia a Cristo, la autenticidad de su fe y, respecto al tema aludido, la acogida del hermano.

5.    EVANGELIO Mt 18,21-35

La venganza era una ley y el perdón resultaba inconcebible. En este contexto, Jesús responde a Pedro enseñándole que Dios siempre está dispuesto a perdonar... Se vale del “cuento” de los deudores. Esa deuda era impagable y el acreedor tenía incluso derecho sobre la familia del deudor. No obstante, escucha y perdona todo. ¿Hemos perdonado de verdad? o ¿Somos incapaces de perdonar las deudas más insignificantes?

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Se acercó Pedro y dijo a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?” Jesús le respondió: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: “Dame un plazo y te pagaré todo”. El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: “Págame lo que me debes”. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó:

“Dame un plazo y te pagaré la deuda”. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: “Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?” E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”.

Palabra del Señor.

5.1         ¿CUÁL DEBE DE SER LA ACTITUD CRISTIANA ANTE LAS FALTAS REITERADAS DE NUESTRO PRÓJIMO Y DE NOSOTROS CON ELLOS?

El Evangelio de hoy, nos viene a tratar un tema importante en la vida de todo cristiano, la caridad, la misericordia, la compasión, la piedad, para ello, ¿Cuál debe de ser la actitud cristiana ante las faltas reiteradas de nuestro prójimo y de nosotros con ellos?

La vida está llena de reincidencias en culpas perdonadas, entonces ¿a cuantas recaídas va a estar sometida la voluntad de perdonar? ¿Importa el número?, ¿existe la actitud sincera de perdón ante Dios?

5.2         UN PADRE DIOS QUE ES DIOS DEL PERDÓN Y LA MISERICORDIA

Lo que no podemos olvidar, es que tenemos un Padre Dios que es Dios del perdón y la misericordia y que sabemos muy bien que perdona siempre a aquel que se arrepiente de verdad. A nosotros se nos ha pedido parecernos a Él, somos sus hijos. “Sean misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” y no puede ser de otra manera. Es así como el mismo Jesús nos ha pedido que debemos de perdonar “hasta setenta veces siete”, es decir, siempre.

La parábola del Evangelio de Mateo (18 21, 35), nos presenta una gran contradicción en ese hombre a quien le ha sido perdonada una deuda inmensa, pero que no perdona a su colaborador una cantidad insignificante, llegando incluso a meterle en la cárcel. En ese personaje estamos todos representados cada vez que nos negamos a perdonar. En el fondo, las dificultades para perdonar a los demás vienen de no ser conscientes de lo que se nos ha dado y de lo que se nos ha perdonado. El que sabe que le ha sido perdonada la vida está más predispuesto a perdonar a los demás.

5.3         PERDONAR COMPORTA, EN CIERTO SENTIDO, PARTICIPAR DE LA PACIENCIA DIVINA DEL DIOS

Por tanto se trata de abrir las puertas de nuestro corazón al amor, para ser más concreto, a la misericordia de Dios, y permitirle que reanime lo que el pecado mata. Se puede decir que la fuerza del perdón es la paciencia, entendida como esperanza, oración y empeño por la conversión propia y del hermano. Perdonar comporta, en cierto sentido, participar de la paciencia divina del Dios paciente, misericordioso, clemente y compasivo: “Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por millares, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado,  (Éxodo 34,6). Es así, como la primera parte del perdón es tener paciencia, aceptar las imperfecciones propias y ajenas, la segunda parte radica en dar y en estar en actitud de disponibilidad, es decir darse y ofrecerse con el ofensor.

El perdón de Dios es gratuito. Basta que uno se arrepienta de verdad, también  nuestro perdón ha de ser gratuito. Pero prestemos atención a la parábola: ¿con qué derecho puede acercarse a solicitar el perdón de Dios quien no está dispuesto a perdonar a su hermano? El que no quiere perdonar al hermano ha dejado de vivir como hijo; el que no está dispuesto a perdonar al otro está cerrado y es incapaz de recibir el perdón de Dios.

5.4         SEÑOR, ¿CUÁNTAS VECES TENDRÉ QUE PERDONAR A MI HERMANO?

Pedro, plantea la pregunta a Jesús: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?". Es un número simbólico y la pregunta de Pedro es equivalente a saber si tiene que perdonar siempre.

¿Por qué poner límites?, la caridad, el amor no tiene límites, siete es un número indefinido, Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”, esto es, un rechazo de plano a la limitación agregándole un número simbólico aún más indefinido.

5.5         SEAN MUTUAMENTE BUENOS Y COMPASIVOS, PERDONÁNDOSE

Pablo nos recuerda: “Sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros, como Dios los perdonó en Cristo” (Ef 4,32). Esto es, los cristianos debemos perdonarnos siempre, no algunas veces. Pero además Pablo nos dice: Sean mutuamente buenos, invitándonos a tener actitud de buenos, humanos, caritativos, exentos de rencor y le agrega compasivos, es decir piadosos y misericordiosos, porque cuando pecamos u ofendemos y nos arrepentimos, nuestro corazón se colma de paz cuando encontramos comprensión, del mismo modo, si vemos a alguien arrepentido y que por ello sufre, lo natural es que nazca en nosotros sentimientos de pena y lástima por la desgracia o por el sufrimiento de nuestro hermano. Ese es el corazón que el Señor necesita para ser buenos y compasivos. Es así como debemos perdonamos siempre y, como Dios nos perdona a nosotros.

5.6         ES INDISPENSABLE EL PERDÓN.

Es así, como para que la caridad siempre este viva y reine entre nosotros, es indispensable el perdón. ¿Pero de cualquier tipo de faltas?, ¿También las injurias? Jesús rechaza las limitaciones que quiso poner Pedro, para destacar aún más la necesidad de perdonar y sin límites, nos pide perdonar siempre de corazón. Lo mismo lo exige para el amor, cuando uno ama, ama de verdad, de todo corazón, sin límite y siempre. Así es nuestro Dios Padre con nosotros, así nos ha enseñado, y así debemos ser y actuar, pero no solo perdonar a nuestro prójimo de corazón, además rogar por él, desearle todo bien y hacer que llegue la paz, por sobre cualquier dificultad.

5.7         "PÁGAME LO QUE ME DEBES".

Luego, para ilustrar mejor su enseñanza, Jesús no enseña una parábola muy hermosa, de aquel servidor que debía diez mil talentos y que se arroja a los pies de su rey diciéndole: "Dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadece y lo deja ir y le perdona la deuda, sin embargo al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: "Págame lo que me debes". El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda". Pero él no quiso y se comporta si ninguna misericordia, al contrario lo encarceló hasta que pagara lo que debía. A nosotros no llega al corazón esta parábola, porque nos damos cuenta de la falta de generosidad de aquel que había recibido la benevolencia y la comprensión y luego él se la niega a un hermano.

5.8         LO ENTREGÓ EN MANOS DE LOS VERDUGOS HASTA QUE PAGARA TODO LO QUE DEBÍA.

Es así como luego al enterarse el rey lo mandó llamar y le dijo: "¡Miserable!" e indignado, lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Esa es la gran diferencia que quiere destacar Jesús y nos pone en contrastes la generosidad de Dios, que nos perdona grandes deudas, contra la mezquindad de los hombres, el cual muchas veces ni siquiera quiere perdonar pequeñísimas cosas. Y no deja de ser cierto la gran diferencia de nuestros pecados contra Dios y la de algunos contra nosotros que comete nuestro prójimo o nosotros contra ellos, por eso Jesús destaca que el servidor debía diez mil y a él tan solo cien.

5.9         DIOS NO NOS PERDONARÁ, SI NOSOTROS NO PERDONAMOS

Pero debemos tener muy en cuenta, que al final de este Evangelio, Jesús nos dice “Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos". Esta deducción es muy clara, Dios no nos perdonará, si nosotros no perdonamos. ¿Es justo esto?, lo que no es justo es que nosotros pidamos perdón, Dios nos conceda misericordia (Perdona nuestras deudas…), y nosotros no seamos capaces de perdonar (...así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden)

Cristo Jesús viva en sus corazones

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Domingo XXIV Ciclo A

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas:

Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén


www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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