Reflexión desde las Lecturas del Domingo XXXI Ciclo B

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


 

1.    AMAR AL SEÑOR CON TODO LO NUESTRO

El Evangelio de hoy, nos presenta a un escriba a quien Jesús declara que no está lejos del Reino de Dios (12,28-34). Obedeciendo a la voluntad de Dios revelada por Moisés (Primera Lectura: Dt 6,2-6) sintoniza con lo esencial del mensaje de Jesús. La esencia de éste une inseparablemente el amor a Dios y el amor al prójimo. Y este doble amor constituye la base del culto verdadero y perfecto. Y con todo el corazón

“Amarás al Señor”. Este es el mandamiento primero y principal. De nada servirá cumplir todos los demás mandamientos sin cumplir este. El amor al Señor da sentido y valor a cada mandamiento, a cada acto de fidelidad. Para esto hemos sido creados, para amar a Dios. Y sólo este amor da sentido a nuestra vida, sólo Él nos puede hacer felices, sólo Él hace que nos vaya bien. Pues el amor a Dios no es una simple obligación, sino una necesidad, una tendencia espontánea al experimentar que “Él nos amó primero” (1Jn 4,16).

“Con toda tu alma”. Precisamente porque el amor de Dios a nosotros ha sido y es sin medida (cfr. Ef 3,19), el nuestro para con él no puede ser a ratos o en parte. No importa que seamos poca cosa y limitados; la autenticidad de nuestro amor se manifiesta en que es total, en que no se reserve nada: todo nuestro tiempo, todas nuestras energías y capacidades, todos nuestro bienes... Al Dios que es único le corresponde la totalidad de nuestro ser.

“Como a ti mismo”. No es difícil entender cómo ha de ser nuestro amor al prójimo. Basta observar cómo nos amamos a nosotros mismos... y comparar. Podemos y debemos amar al prójimo como a nosotros mismos porque forma parte de nosotros mismos, porque no nos es ajeno. “No hay judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,28). Gracias a Cristo, el prójimo ha dejado de ser un extraño.

2.    PRIMERA LECTURA

Dios quiere que sus mandamientos echen raíces en nuestro corazón. Esto es posible si los cumplimos por y con amor, con toda el alma.

Lectura del libro del Deuteronomio 6,1-6

Moisés habló al pueblo diciendo: Éste es el mandamiento, y éstos son los preceptos y las leyes que el Señor, su Dios, ordenó que les enseñara a practicar en el país del que van a tomar posesión, a fin de que temas al Señor, tu Dios, observando constantemente todos los preceptos y mandamientos que yo te prescribo, y así tengas una larga vida, lo mismo que tu hijo y tu nieto. Por eso, escucha, Israel, y empéñate en cumplirlos. Así gozarás de bienestar y llegarás a ser muy numeroso en la tierra que mana leche y miel, como el Señor, tu Dios, te lo ha prometido. Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy.

Palabra de Dios.

2.1   DEUTERONOMIO.

“Deuteronomio” significa en griego “Segunda Ley”, y es una traducción del Misneh hattorah (“repetición de la Ley”), en realidad, este título adecúa perfectamente al contenido del libro, ya que se trata de una nueva promulgación de la mayor parte de la legislación contenida en los libros anteriores del Pentateuco.

Por su forma y contenido, el Deuteronomio es un libro distinto a los cuatro anteriores del Pentateuco, ya que no es una narración histórica ni una mera codificación fría, sino una composición oratoria, que exhorta al cumplimiento de la ley del Señor y a convertir el corazón, a tomar conciencia del propio pecado y a confiar en el perdón amoroso de Dios. En este libro se recogen los discursos de Moisés en Moab antes de entrar los israelitas en Canaán y al término de la gran peregrinación por el desierto. Es como una recapitulación de los hechos ocurridos desde el Sinaí y una nueva proclamación de las leyes básicas de la teocracia hebrea. El tono es solemne y exhortatorio, como conviene en boca del libertador y legislador de Israel en el momento en que se va a despedir de su pueblo una vez cumplida su ingrata misión. La idea central de sus discursos de despedida es que sólo el cumplimiento fiel de los preceptos divinos atraerá la bendición del Señor. No es una mera exposición de hechos o leyes, sino que ambas cosas están envueltas en un espíritu de amor a Dios y al prójimo. Esto es característico del Deuteronomio.

2.2  EL AMOR DE DIOS Y LA OBSERVANCIA DE LA LEY.

Es de notar la insistencia del profeta en repetir las mismas ideas y el uso de los sinónimos. El fundamento de la religión de Israel está en el amor de Dios hacia los patriarcas y en la libre elección de su descendencia. En virtud de este amor sacó a Israel de Egipto con muchos prodigios y le condujo por el desierto hacia la tierra de promisión. Todo esto exige correspondencia por parte de Israel, observando sus preceptos. En esto se resume toda la Ley: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”, como condición para disfrutar de su protección en la tierra prometida. Todo israelita debía recitar la sema, u oración, que empezaba con el: “Oye (sema'), Israel el Señor, nuestro Dios, es el único Señor”. Es la afirmación categórica de un monoteísmo estricto: no hay más Dios que el Señor. Por eso el israelita debe amarle sin reserva (con todo su corazón..., con todas sus fuerzas). No se trata sólo de un sentimiento de terror ante la fuerza numérica de Dios, sino una entrega amorosa de todo su ser en correspondencia al amor que ha mostrado por su pueblo. Es el reflejo de la doctrina profética sobre el amor mutuo entre Dios e Israel. Jesucristo declarará esta fórmula la fundamental de la nueva ley. Prueba de ese amor a Dios es el cumplimiento de sus mandamientos con toda fidelidad. Por eso debe tenerlos siempre presentes — en los viajes, en la casa, al levantarse — y ponerlos en el frontis de la casa y en sus manos como señal de pertenencia al Señor. En la época del judaísmo rabínico se tomaba al pie de la letra esta ordenación, y se ponía a la entrada de todas las casas en una cajita (mezuza) un trozo de pergamino con este texto del Dt 6:4-9 y Dt 11:13-21. Y aun llevaban en la frente y en las manos fragmentos de la Ley. El legislador hebreo insiste en esto porque conoce la volubilidad de su pueblo, y teme que cuando se instalen en Canaán se olviden de su Dios, que los ha llevado a tierra que mana leche y miel.

3.    SALMO, UN CANTO TRIUNFAL DE LIBERACIÓN.

Este himno de acción de gracias que nos invita a rezar la Liturgia de hoy, puesto en boca de David, tiene el aire de una antología salmódica. Después de una breve introducción, el salmista describe la situación apurada en que se hallaba por efecto del ataque de sus enemigos. Una intervención milagrosa de Dios le salva del peligro, entregando en sus manos a sus enemigos, mas adelante cantara que el Señor  le protege, porque siempre ha sido fiel a sus preceptos y finalmente cantará una descripción del triunfo sobre los enemigos con la ayuda de Dios, al que da gracias.

De este salmo, la Liturgia de hoy, solo nos invita a cantar algunos versos.

SALMO Sal 17, 2-4. 47. 51

R. Yo te amo, Señor, mi fortaleza.

Yo te amo, Señor, mi fuerza, Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador. R.

Mi Dios, el peñasco en que me refugio, mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoqué al Señor, que es digno de alabanza y quedé a salvo de mis enemigos. R.

¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca! ¡Glorificado sea el Dios de mi salvación! Él concede grandes victorias a su rey y trata con fidelidad a su Ungido. R.

3.1   DIOS, MI FUERZA SALVADORA

Comprendemos de estos versos, como el salmista expresa su confianza total en Dios, que es su refugio y fortaleza en las adversidades. Los análogos están tomados de la estrategia militar. Si el compositor es el propio David, como se afirma en el primer verso, se entienden bien estos parecidos en un poeta-guerrero que pasó gran parte de su vida luchando a la intemperie, aprovechando las irregularidades del terreno contra las incursiones de sus enemigos, más organizados, como eran las huestes de Saúl; “roca, fortaleza, escudo”... son nombres que encuentran su explicación en el trasfondo geográfico de la atormentada geografía del desierto de Judá. Estos parecidos  son corrientes en la literatura salmódica. El Señor es “mi fuerza salvadora”,  expresión que encontramos en Sal 27:7.8 como “mi cuerno salvador”. El cuerno es símbolo de poder. Las primitivas divinidades mesopotámicas llevan una tiara formada a base de “cuernos” enroscados hacia arriba, tomados del uroc o toro salvaje primitivo, símbolo de la fortaleza física incontrolada.

Consciente del poder absoluto del Señor, el salmista le alaba e invoca, “Invoqué al Señor, que es digno de alabanza y quedé a salvo de mis enemigos”, pues sabe que en él está la salvación contra sus enemigos. Esta confianza está basada en la experiencia, como lo demuestran los versos siguientes, a los que invito a leer y meditar.

4.    SEGUNDA LECTURA

Cristo posee un sacerdocio eterno, que puede salvar a quienes se acercan a Dios por medio de él. Él vive siempre intercediendo por nosotros.

Lectura de la carta a los Hebreos 7, 23-28

Hermanos: En la antigua Alianza los sacerdotes tuvieron que ser muchos, porque la muerte les  impedía permanecer; pero Jesús, como permanece para siempre, posee un sacerdocio inmutable. De ahí que Él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos. Él es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo. Él no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento −que es posterior a la Ley− establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre.

Palabra de Dios.

4.1   ÉL PUEDE SALVAR EN FORMA DEFINITIVA A LOS QUE SE ACERCAN A DIOS POR SU INTERMEDIO

Continuamos este domingo con la Palabra que nos trae la Carta a los Hebreos. El domingo anterior, nos hablaba de que la finalidad de ese fragmento, era probar que Jesucristo es nuestro “Sumo Sacerdote”, cuyo título ostenta con todo derecho. Ahora en este capitulo,  nos muestra otra característica del nuevo sacerdocio que fue instituido por Dios “con juramento” cosa que no había sucedido con el sacerdocio levítico. Ello significa que se trata de un sacerdocio más excelente que el de Aarón, y de que se introduce una economía religiosa más perfecta, (de tanta mejor alianza, se ha hecho fiador Jesús, Heb v.22), pues sólo se jura en las decisiones de mayor importancia y cuando se quiere hacer resaltar la estabilidad. (“Juró el Señor y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre” Heb 7,21)

Esta estabilidad es la que luego el autor hace notar; “En la antigua Alianza los sacerdotes tuvieron que ser muchos, porque la muerte les  impedía permanecer”, contraponiendo la indefectible permanencia del sacerdocio de Cristo, que goza de vida indestructible, a la multiplicidad de sacerdotes levíticos, a quienes la muerte impedía permanecer en sus funciones. “pero Jesús, como permanece para siempre, posee un sacerdocio inmutable”

Consecuencia de esa permanencia indefectible de Cristo en el ejercicio de sus funciones sacerdotales, y que ha de servirnos de gran consuelo a los cristianos, es su poder para salvar “perfectamente” a cuantos lo toman por mediador para acercarse a Dios, siempre viviente para “interceder” por ellos; “De ahí que Él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos”.

Santo Tomás explica esta “intercesión” perpetua de Cristo a favor nuestro en el sentido de que en el cielo está continuamente mostrando al Padre su santa humanidad, ofrecida e inmolada por nosotros, al mismo tiempo que mantiene en su alma, a vista del Padre, el deseo ardiente de nuestra salvación que siempre tuvo.

4.2  CRISTO, UN HIJO QUE LLEGÓ A SER PERFECTO PARA SIEMPRE.

Es así, como estos versículos forman algo así como un himno en que exclama la humanidad agradecida, que, por fin, ha encontrado al sumo sacerdote que necesitaba.

Se trata de presentar la figura de Cristo, nuestro gran sacerdote, enumerando sucintamente sus principales cualidades o excelencias. Ya a los antiguos sacerdotes se exigía santidad y apartamiento de pecadores; pero Jesucristo  superó inmensamente; “Él es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo”,  todo eso, siendo “santo” ya en su misma concepción (cf. Lc 1:35), “inocente” en su rectitud para con los hombres, “inmaculado” por su limpieza moral, “separado de los pecadores” no sólo porque nunca tuvo pecado, sino porque tampoco lo podía tener (Heb. 4:15), en fin, “encima del cielo”  por su trascendencia de todo orden, que lo coloca por encima de todas las criaturas.

Otra excelencia de nuestro sumo sacerdote, consecuencia, en gran parte, de lo anterior, es que no necesita ofrecer “cada día” víctimas por sus propios pecados, y después por el pueblo, como hacían los pontífices de la antigua Ley; pecados propios no los tiene, y por el pueblo le bastó hacerlo “una sola vez, ofreciéndose a sí mismo”. Hay aquí una clara referencia al sacrificio de la cruz y a su eficacia inagotable, en contraste con los sacrificios del antiguo sacerdocio, continuamente repetidos, por impotentes para procurar la salud. En la nueva economía religiosa inaugurada por Cristo hay un solo sacrificio, el del Calvario, bastante por sí solo para dar la salud al mundo. Cierto que tenemos el sacrificio de la misa; pero el sacrificio de la misa, que cada día se celebra en la Iglesia, es el sacrificio mismo de la cruz, que, según mandato del mismo Jesucristo, se renueva continuamente de modo incruento y aplica a los hombres los méritos infinitos allí alcanzados.

Resumiendo y en son de triunfo, el autor hace notar; “La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento −que es posterior a la Ley− establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre”,   mientras la Ley mosaica establecía como sumos sacerdotes a hombres débiles, que morían y estaban sujetos a miserias morales, la “palabra del juramento” (Heb 7, 20-21), que viene después de la Ley, como expresión última y definitiva del querer de Dios, constituye sumo sacerdote al “Hijo eternamente perfecto”

5.    EVANGELIO

El amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, es el mandamiento más importante para el cristiano.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 28-34

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: « ¿Cuál es el primero de los mandamientos?» Jesús respondió: «El primero es: "Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas". El segundo es: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No hay otro mandamiento más grande que éstos». El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios». Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.

5.1  ¿CUÁL ES EL PRIMERO DE LOS MANDAMIENTOS?

Un escriba que oyó discutir a Jesús con los saduceos, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?”

Este relato, está en los tres Evangelios sinópticos, en San Marcos la  pregunta se la hace en un tono de respeto, sin embargo en los relatos de San Mateo, y más en San Lucas, en un sentido hostil. Es cuestión del estilo redaccional de cada evangelista. La diferencia entre los saduceos y los fariseos, es que los fariseos se caracterizaban por su rigor y austeridad en el cumplimiento de la letra de la ley y en la atención a los aspectos externos de los preceptos religiosos y los saduceos eran ciertas personas, que pertenecían a la aristocracia sacerdotal judía que negaban la inmortalidad del alma.

En este Evangelio, se le acerca ahora a Jesús un escriba. ¿Qué busca?, él quiere probar la opinión de Jesús, con habilidad y astucia, quizás para conseguir algo con oscuros propósitos y así comprometerlo, en otras palabras, mediante una treta, busca como perjudicar a Jesús.

El tema del primer mandamiento era muy discutido en las escuelas rabínicas. Pero San Marcos es el que destaca la argumentación basándose en que Dios es único; luego exige la plenitud de amor y servicio. La repetición de corazón, alma y mente es el procedimiento semita de prueba por acumulación.

Pero en el amor a Dios va incluido el amor al prójimo, todo ser humano, que es lo que destaca especialmente el relato que hace San Lucas en este pasaje similar (Lc 10:29ss). Pero para el judío, el prójimo era sólo el judío.

5.2   “AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO”.

A la pregunta que hace el escriba, le responde Jesús; “El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios”. El Señor ha querido ver la intención, resaltada, de una cuestión apologética contra el politeísmo del medio ambiente al que se dirige el evangelio de San Marcos. Jesús luego añade; “con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas”. Y luego sigue;El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este es nuestro deber, amar, y con todo el corazón, sin ninguna restricción y con todo lo que nos da la vida, con toda el alma, esto con el primer principio de nuestra vida, lo mas importante, la parte espiritual e inmortal, capaz de entender, querer y sentir, y que, junto con el cuerpo, constituye su esencia humana, con toda la mente, con la capacidad intelectual humana, con el pensamiento, mas allá de toda imaginación y voluntad. Esto es amar con todo lo que hemos recibido de Dios, por tanto con todo lo que podemos acercarnos a Dios y estar con El.

Así es, como Jesús, nos exige un amor total a Dios, y no aceptar en nosotros un amor parcial o limitado, y lo mismo nos enseña y nos exige, la entrega y el amor, tanto a Dios como al prójimo. Eso quizás fue sorprendente para el escriba, Jesús puso al mismo nivel los dos mandamientos, y así lo aclara el evangelio cuando en san Mateo 22,34-40, dice; De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.

5.3  SI  TU AMAS A TU PRÓJIMO, AMAS A DIOS

Para nosotros, cristianos, muchas veces indignos seguidores de Jesús, debemos ser absolutamente contrarios a cualquier sentimiento acentuado de hostilidad, antipatía, rechazo y odio a los hombres, y esto es sin hacer excepciones por raza, color o nacionalidad, sin embargo es algo con lo que convivimos a diario, esta a la vista de cualquiera en la familia, en la amistad, con los vecinos, con los que piensan diferente, entre los políticos, entre las naciones y pueblos.

Nos recuerda San Pablo, para que no olvidemos; “No hay judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,28).

Esto es los que nos enseña Jesús, el hombre es imagen de Dios, y si tu amas a tu prójimo, amas a Dios, y si amas a Dios, lo amas en también en el prójimo.

Estos preceptos son nuestros fundamentos de la vida cristiana, ambos basados en el amor, y por amor a Dios y al prójimo, juntos el mandamiento más grande de la Ley.

El escriba le dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay  otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios”. Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. Estos Versículos son propios de San Marcos. En ellos se hace ver que el amor al prójimo es mejor que todos los holocaustos y sacrificios. En esto San Marcos se enlaza con la línea de los profetas sobre la autenticidad del culto y la misericordia (1 Re 15:22; Os 6:6). A esta valoración del escriba que le preguntó, Cristo le responde que su rectitud moral le está aproximando al reino de Dios

5.4  EL COMPROMISO CON NUESTRO PRÓJIMO

El compromiso con nuestro prójimo, es impactante, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas, porque si aceptamos esta responsabilidad, tengamos presente que cuando decimos con todo el corazón, es con todo lo nuestro, sin reservas, con todo tipo de sacrificios, con todo lo que nos hace vivir, cuando decimos con toda el alma, es con toda la sensibilidad del amor divino, y cuando dice con todas tus fuerzas es ardientemente y no con tibieza, y añadimos para que no falte nada, con todo nuestro entendimiento, con toda nuestra mente, con la inteligencia y la reflexión.

Pero el amor divino no se aprende. En efecto, no aprendemos de otro a amar la vida, ni amar a nuestros padres, ni a nuestros amigos, ni mucho menos podemos aprender las reglas del amor divino. Hay en nosotros cierto sentimiento íntimo que nos inclina a amar a Dios. Todo el que obedece este sentimiento y practica la doctrina de los divinos preceptos y llega a la perfección de la divina gracia. Así entonces, amamos naturalmente el bien; amamos también a nuestros prójimos y parientes, y además damos espontáneamente a los hombres de bien, todo nuestro afecto.

5.5  EL, NOS MANDA AMAR AL PRÓJIMO

Así es, como Dios es bueno, y todos deseamos lo bueno, lo que se perfecciona por nuestra voluntad reside naturalmente en nosotros. A El, aunque no le conozcamos por su bondad, pero porque procedemos de El, tenemos obligación de amarle sobre todo, este es nuestro principio. Es también mayor bien de todos los que se aman naturalmente. El primero y principal mandamiento es, por consiguiente, el del amor a Dios. El segundo, que completa al primero y es completado por El, nos manda amar al prójimo. Por eso decimos y a tu prójimo como a ti mismo. Recibimos de Dios las fuerzas necesarias para cumplir este precepto. Nada hay tan conforme con nuestra naturaleza como el comunicarse con los demás, favorecerse mutuamente y amar a los parientes y amigos. Por ese motivo, reflexionemos además lo que nos enseña el Evangelista San Juan; “Nosotros debemos amarnos porque él nos amó primero” (1 Jn 4,19).

Y a tu prójimo como a ti mismo, lo mas prójimo, es decir lo más próximo que tenemos, es quien habita en nuestro corazón, morada de Dios, a El todo nuestro amor.

“Y adonde no hay amor, ponga amor, y sacará amor” (San Juan de la Cruz)

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

     XXXI Domingo Ciclo B

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Algunos conceptos están tomados de los comentarios a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P.

Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd.

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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