Reflexión desde las Lecturas del I Domingo del Tiempo de Aviento, Ciclo A

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


DOMINGO I DE ADVIENTO

1.    LA MONTAÑA DEL SEÑOR

En el pórtico del Adviento nos encontramos con el texto de Isaías. Es la primera lectura que la Iglesia nos proclama en este Adviento. Más aún, es el primer texto que escuchamos en el nuevo año litúrgico que hoy empezamos. Y ello nos indica el calibre de la esperanza con que hemos de vivir esta nueva etapa. La visión no puede ser más grandiosa: pueblos innumerables que confluyen hacia la casa de Dios.

La Iglesia es “la montaña del Señor”, el monte santo, la casa del Señor, la ciudad puesta en lo alto de un monte, la lámpara colocada en el candelero para que ilumine a todos los que están en este mundo (Mt 5,14-16). De esta nueva Jerusalén sale la Palabra del Señor. Ella da a los hombres lo más grande que tiene y lo mejor que los hombres pueden recibir: da la Palabra de Dios, la voluntad de su Señor. Más aún, da a Cristo mismo, que es la Palabra personal del Padre. Y con Cristo da la paz y la hermandad entre todos los que le aceptan como Señor de sus vidas.

Frente a todo planteamiento individualista, esta visión debe dilatar nuestra mirada. Frente a toda desesperanza porque no vemos aún que de hecho esto sea así, Dios quiere infundir en nosotros la certeza de que será realidad porque Él lo promete. Más aún, a ello se compromete. Por eso la segunda lectura y el evangelio nos sacuden para que reaccionemos: Ustedes saben en qué tiempo vivimos”. En esta etapa de la historia de la salvación estamos llamados a experimentar las maravillas de Dios, la conversión de multitudes al Dios vivo. Más aún, se nos llama a ser colaboradores activos y protagonistas de esta historia. Pero ello requiere antes nuestra propia conversión: La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las otras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz”, “caminemos a la luz del Señor”.

2.    PRIMERA LECTURA ls 2,1-5

Isaías es el profeta del universalismo de Dios, que también se preocupa por el tema de la paz. Una paz que no es la simple ausencia de guerra, sino la oportunidad que todos deben tener para vivir bien, en un ambiente de- justicia y trabajo, donde los instrumentos de guerra se convierten en herramientas de trabajo.

Lectura del libro de Isaías.

Palabra que Isaías, hijo de Amós, recibió en una visión, acerca de Judá y de Jerusalén: Sucederá al fin de los tiempos, que la montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas y se elevará por encima de las colinas. Todas las naciones afluirán hacia ella y acudirán pueblos numerosos, que dirán: «Vengan, subamos a la montaña del Señor, a la Casa del Dios de Jacob! Él nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas». Porque de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén, la palabra del Señor. Él será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra. ¡Ven, casa de Jacob, y caminemos a la luz del Señor!

Palabra de Dios.

2.1  “VENGAN, SUBAMOS A LA MONTAÑA DEL SEÑOR, A LA CASA DEL DIOS”

El profeta Isaías, nos presenta un horizonte luminoso mesiánico; “Sucederá al fin de los tiempos”. Como en otras ocasiones, los anuncios de tragedia y de gloria se entreverán alternativamente para mantener las esperanzas del pueblo en medio de las tragedias nacionales pasajeras. A sus ojos surge, deslumbradora, la ciudad de Jerusalén; “recibió en una visión, acerca de Judá y de Jerusalén”, centro de la soberanía del Señor, ocupando un puesto de preeminencia entre todos los pueblos; y aun físicamente el monte en el que se asienta la Ciudad Santa aparece elevado sobre las cimas de las demás montañas del resto del mundo. “montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas y se elevará por encima de las colinas”. Es una idealización de los tiempos mesiánicos para hacer resaltar mejor la ascendencia religiosa y moral que sobre los otros pueblos ha de tener la nueva teocracia, con Sión como capital religiosa y espiritual de todos los pueblos.

Esta preferencia sobre todas las gentes; “Todas las naciones afluirán hacia ella y acudirán pueblos numerosos”, hará despertar las conciencias de todos los pueblos para acercarse a la Ciudad Santa y comprobar con sus propios ojos lo que la constituye en la primera ciudad del universo, de forma que todos podrán constatar que allí efectivamente está el asiento de la justicia y de la equidad; “porque de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén, la palabra del Señor” por eso se la escogerá como árbitro de todas las diferencias entre los pueblos, “El será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos”, de modo que estarán de más los instrumentos: “Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas.”

El profeta se proyecta mentalmente a lo último de los tiempos, frase consagrada para designar la época mesiánica, y ve el monte de la casa del Señor, “Vengan, subamos a la montaña del Señor, a la Casa del Dios”, es decir, el monte sobre el cual se asentaba el templo de Jerusalén, que aparece exaltado sobre todos los otros montes; es un modo metafórico de decir que Jerusalén va a destacar por su importancia religiosa y política sobre los otros pueblos y ciudades del mundo, de modo que todas las gentes serán arrastradas hacia ella.

2.2  “ÉL NOS INSTRUIRÁ EN SUS CAMINOS Y CAMINAREMOS POR SUS SENDAS”

El profeta indudablemente que nos presenta el universalismo religioso en toda su amplitud, como es general en las profecías mesiánicas. Todos quieren instruirse en los caminos de Dios: “Él nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas”, es decir, los principios ético-religiosos, base de la teocracia israelita, que resplandecerán con nuevo brillo en la gran era mesiánica. Todos se exhortan mutuamente para acercarse a la Ciudad Santa; la expresión porque de Sión puede ser, o bien de las gentes que se encaminan hacia Sión, “Todas las naciones afluirán hacia ella y acudirán pueblos numerosos” o del profeta que da la razón de la afluencia de los pueblos, aunque quizá resulte más sencillo entenderlo en el sentido de que Jerusalén será la admiración de todos los pueblos por sus instituciones religiosas y políticas, que traerán como consecuencia un gobierno de equidad y prosperidad general.

No se habla de que los otros pueblos que afluyen a Jerusalén hayan de quedar políticamente sometidos a la teocracia israelita, sino que querrán imitar sus instituciones y seguir sus enseñanzas para poder conseguir un estado de bienestar parecido al de la Ciudad Santa. En todo caso, la superioridad de Sión se mantendrá siempre, ya que de ella irradiarán la ley y la palabra del Señor, porque allí se manifestará de modo especial la voluntad divina por sus instituciones y sus profetas, en constante comunicación con Dios; “Todas las naciones afluirán hacia ella y acudirán pueblos numerosos, que dirán: «Vengan, subamos a la montaña del Señor, a la Casa del Dios de Jacob” En ella el Señor tendrá su trono para dictaminar en los litigios judiciales (dictará sus amonestaciones) entre los pueblos, en cuanto que será el árbitro de todos los conflictos, y sus decisiones, llenas de equidad, serán aceptadas espontáneamente por todos los pueblos, lo que traerá como consecuencia el establecimiento de una paz total, quedando sin objeto los instrumentos de guerra: “Él será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra” que serán convertidos en instrumentos de paz. La paz universal es una idea esencialmente mesiánica. Miqueas, en el pasaje paralelo, completará este cuadro campestre: “; “Se sentará cada cual bajo su parra, y bajo su higuera, sin que nadie le inquiete”, (Miqueas 4,4)

Históricamente esta profecía se cumple, en sus líneas esenciales, en la Iglesia católica, “el Israel de Dios,” heredero de las promesas del Israel histórico. Naturalmente, la descripción de Isaías está envuelta en un ropaje poético en cuanto a sus circunstancias accidentales. Esa paz total es un desborde de imaginación oriental, como lo hará en el capítulo II, cuando nos presente al león comiendo paja como el manso buey, y al niño metiendo la mano en la madriguera del rabioso. Son imágenes para expresar la paz total, suprema ansia de todos los corazones en todos los tiempos.

3.    SALMO

El salmista entona, en nombre de los peregrinos, un himno de alabanza-a la ciudad santa, adonde convergen todas las tribus de Israel. Es la ciudad de la paz y del juicio equitativo, porque es la sede de David. En ella reina la tranquilidad y la seguridad; pero su mayor timbre de gloria es la presencia de la casa del Señor. El autor parece ser un forastero que pisa por primera vez el sagrado suelo de Sión, y por eso su alma se ensancha y prorrumpe en lirismos religiosos, idealizando la capital de la teocracia. Se siente dichoso por haber aceptado el participar en la caravana de los peregrinos hacia la ciudad del Señor. La vista de la capital del pueblo elegido le impresiona poderosamente, y así pondera la excelente construcción de la ciudad, sus muros y sus puertas. “El salmo puede entenderse mejor como si fuera una meditación de un peregrino que, después de volver a su hogar, repasa sus dichosas memorias de la peregrinación.”

Sal 121, 1-2. 4-9

R. Vamos con alegría a la Casa del Señor.

¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la Casa del Señor»! Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén. R.

Allí suben las tribus, las tribus del Señor, para celebrar el nombre del Señor. Porque allí está el trono de la justicia, el trono de la casa de David. R.

Auguren la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman! ¡Haya paz en tus muros y seguridad en tus palacios!» R.

Por amor a mis hermanos y amigos, diré: «La paz esté contigo». Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios, buscaré tu felicidad. R.

3.1  PAZ PARA LA CAPITAL DE LA TEOCRACIA, DONDE ESTÁ LA CASA DEL SEÑOR.

El salmista peregrino, vuelto a su hogar, recapacita sobre su visita a la ciudad santa, y siente una profunda alegría por haber visitado la casa del Señor, el templo de Jerusalén, la capital de la teocracia, símbolo de las promesas de Dios a su pueblo. El momento de poner los pies en las puertas de la ciudad, santificada con la presencia del Señor y llena de recuerdos del gran rey David, fue de particular emoción para su sensibilidad religiosa. Al entrar en la ciudad, el salmista se extasió ante la magnificencia de Jerusalén, perfectamente edificada y grandiosa con sus monumentos; los muros, los palacios, los torreones y el templo impresionaban particularmente a las gentes sencillas provincianas que por primera vez entraban en la ciudad de David. Era el punto de convergencia de todas las tribus, donde Israel como colectividad siente su conciencia de pertenencia al Señor, que los ha elegido como “heredad” particular entre todos los pueblos. El poeta idealiza la situación y pasa por alto la división del reino de David, para considerar sólo la capital de la teocracia hebrea. Existía una ley normativa que pedía que todos los componentes del pueblo elegido se reunieran periódicamente en el lugar donde el Señor estableciera su morada. El poeta recuerda este mandato y se siente gozoso al ver a los representantes de todas las tribus tomando parte en el culto del santuario nacional.

Pero, además, en Jerusalén está el tribunal de justicia y el gobierno de la nación según la antigua tradición de la gloriosa monarquía davídica. Justamente, el fruto de una administración equitativa de la vida pública trae la paz entre los ciudadanos; y el salmista pide para la ciudad santa una tranquilidad y seguridad permanente dentro de los muros de la ciudad santa. La prosperidad de la ciudad de David será el símbolo de la prosperidad de toda la nación; por eso, los israelitas deben desear la paz para la capital de la teocracia, donde está la casa del Señor.

4.    SEGUNDA LECTURA Rom 13, 11-14

Cuando Pablo dice que “la noche está avanzada, el día se acerca’ se refiere a la hora de despertar, de despojarse de corrupciones nocturnas, de vestirse para el día y la luz, y de prepararse para la batalla. El atuendo de combate y la armadura del cristiano será el mismo que venció a la muerte: “Nuestro Señor Jesucristo”

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.

Hermanos: Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de que se despierten, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las otras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz. Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo.

Palabra de Dios.

4.1  “LA NOCHE ESTÁ MUY AVANZADA Y SE ACERCA EL DÍA…VISTÁMONOS CON LA ARMADURA DE LA LUZ”

Estos versículos vienen a ser como conclusión a las recomendaciones que preceden, y su finalidad es la de combatir la pereza y el dejar hacer, a lo que, pasados los primeros entusiasmos, están expuestos todos los hombres, incluso los mejores. En síntesis, lo que San Pablo viene a decir, lo mismo en éste que en esos otros dos lugares, es que conviene vivir vigilantes, sin dejarnos arrastrar por las tendencias de la carne y los espejismos del mundo, pues el tiempo es breve y “la salvación está ahora más cerca”. Pero ¿de qué “tiempo” y de qué “salvación” se trata? Parece que el Apóstol está refiriéndose a la “bendición” o glorificación final que tendrá lugar en la venida de Cristo en la parusía (cf. 1 Tes 4:13-18). Ese “tiempo” en que vivimos; “Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de que se despierten”,  con “la noche ya muy avanzada”: “La noche está muy avanzada y se acerca el día”,  es el tiempo intermedio entre las dos venidas de Jesucristo, tiempo de la Iglesia participante. Y la “la salvación está ahora más cerca”; es la misma de que ha venido hablando desde el principio de la carta (cf. 1:16); pero no meramente iniciada como la que tenemos ahora, sino en su consumación final definitiva, por la que todavía suspiramos. De una parte, pertenecemos ya al mundo de la luz y debemos obrar en consecuencia porque; “La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las otras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz”; de otra, estamos aún rodeados de tinieblas, con peligro de que nos envuelvan, esperando el pleno día de esa luz que ya esclarece el horizonte y cuyos rayos llegan hasta nosotros.

Ni debe extrañarnos esta manera de hablar del Apóstol, insistiendo tanto en la parusía o segunda venida de Jesucristo. Lo hará infinidad de veces a lo largo de sus cartas. Es una concepción algo distinta de la nuestra actualmente. Mientras nosotros referimos simplemente nuestra esperanza a la consecución de los bienes del cielo, y esta esperanza nos anima y alienta en medio de los trabajos y tribulaciones presentes, para la primitiva comunidad cristiana esa esperanza estaba como centrada en un punto: el retorno glorioso de Jesús. Los mismos ángeles, consolando a los apóstoles en el momento de verse separados de Cristo en la ascensión, tienen ya ese mismo lenguaje: “¿Qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús vendrá así, como lo habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11).

Desde entonces esa esperanza está alentando y sosteniendo a los apóstoles en sus trabajos, y lo mismo a las primitivas comunidades cristianas. Por eso, en uno de sus discursos a los judíos, San Pedro los exhorta y anima a la conversión con la vista puesta en los tiempos de “refresco” y “restauración de todas las cosas,” que seguirán a la parusía (cf. Hechos 3:20-21). Y en su segunda carta escribirá: “No retrasa el Señor la promesa, como algunos creen; es que pacientemente os aguarda, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia. Viviendo en esta esperanza, procurad con diligencia ser hallados en paz, limpios e irreprensibles delante de Él” (2 Pe 3:8-14). Es también la recomendación de San Pablo (cf. Flp 4:5; 1 Tes 3:13). Eso no quiere decir que los apóstoles estuviesen convencidos de la inminencia de la parusía, cosa que, puesto que no se realizó, hubiese supuesto error en ellos. Parece, sí, que la desean e incluso juzgan posible que esté próxima. “Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo”.

5.    EVANGELIO Mt 24, 37-44

La venida inminente de la parábola, debe entenderse como la certeza de que el Señor puede volver en cualquier momento, y esta certeza debe impulsar a la comunidad a no instalarse y a no buscar en el mundo una ciudad permanente.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada. Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada».

Palabra del Señor.

5.1  SUCEDERÁ COMO EN TIEMPOS DE NOÉ

Como en tiempo de Noé, a los hombres, despreocupados del castigo, haciendo su vida ordinaria, de improviso los sorprendió el diluvio, así será “la venida del Hijo del hombre” (Lc 17:26-30). ¿Es una intimidación? Ciertamente, también es una advertencia intimidante, conminatoria para quien, justificándose con la ignorancia de su venida, vive como la generación de Noé, en la total ignorancia del Evangelio. Además, esta venida será inesperada, súbita, por eso dice Jesús que “sucederá como en tiempos de Noé”, en los días que precedieron al diluvio, “la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca”,  y llegó el diluvio, que “los arrastró a todos”.

5.2  EL DESCUIDO EN QUE ESTARÁN LOS HOMBRES HASTA ESE DÍA

Esto indica el descuido en que estarán los hombres hasta ese día, que puede ser una pequeña época. Todo esto se dice para exponer la prontitud de esta venida y el poder, ante ella, ponerse a salvo. Y se refuerza con una sentencia que se lee en san Juan y que aquí se la toma en un sentido distinto: el que crea estar seguro no huyendo perderá la vida, y viceversa (Jn 12:25).

Por tanto, en esta época, no seamos inútiles gastando el tiempo que tenemos a nuestra disposición y a nuestra existencia, en pequeñeces y hagamos cosas importantes como ir al encuentro personal con Jesucristo, y así dar a la libertad ese gran aliento que sólo puede provenir de haber encontrado en Jesús la verdad y el amor, ya que en el encuentro con la verdad del amor de Dios podemos abrirnos a una realidad de inmensos horizontes.

5.3  LO MISMO SUCEDERÁ CUANDO VENGA EL HIJO DEL HOMBRE.

“De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada”. El Señor nos presenta una obra selectiva en la parusía y también nos enseña con otras dos comparaciones, junto con lo súbito de la “parusía del Hijo del hombre,” el valor selectivo que afectará a las gentes. Los dos ejemplos son ambientales. Dos hombres estarán en sus oficios de campo, y “uno será llevado” y “el otro dejado”” Dos mujeres (Lc 17:35), ya que es lo usual, están moliendo con un molino de mano, que se compone de dos grandes piedras planas giratorias. Las dos están allí moliendo, y, en esta hora, “una será llevada y la otra dejada”

Y tan imprevista será esta venida, que dos personas que estén juntas, una, en esa venida, experimentará los efectos disciplinarios, y otra no. Modo de expresar lo que será el castigo de la ofensiva por una parte durante la actividad cotidiana del trabajo y otra en la intimidad de los hogares.

5.4  EL SEÑOR SABE A QUIEN ELIGE POR SU FE

En el mundo convivimos juntos, hombres buenos y hombres malos, ricos y pobres, y no todos los ricos son injustos ni todo los pobres son buenos, eso lo sabe el Señor. El Señor sabe a quién elige por su fe, Él sabe a quién acepta y a quien deja. De todos los que están caídos por la debilidad humana uno es abandonado, esto es, reprobado y el otro es aceptado. Los que practiquen una vida buena y humilde, serán aceptados; los que lleven una mala vida, egoísta y empapados de la soberbia, serán reprobados.

Por tanto, no nos preocupemos de atarnos a las cosas de este mundo con tanto afán, no vivamos pensando en las cosas materiales, en los goces y placeres, en otra palabras no nos preocupemos en demasía por lo temporal, hagámoslo por nuestra salvación, nada hay en este mundo que pueda comparase con el cielo.

5.5  UNO SERÁ LLEVADO Y EL OTRO DEJADO….UNA SERÁ LLEVADA Y LA OTRA DEJADA.

Pero ¿a qué afectan o suponen estas frases sobrentendidas de ser “llevada” o “dejadas”? ¿Acaso a la vida? En absoluto podría ser, indicándose así lo inesperado de estos acontecimientos y la falta de precauciones tomadas; lo que describiría cómo la muerte o la vida afectaban a personas que estaban juntas.

Para los que interpretan este pasaje del juicio final, la interpretación es sencilla: serán “llevados” por los ángeles para colocarlos en el cielo, y los otros “dejados” entre los condenados, o serán “llevados” para ser reunidos al cortejo triunfal en la parusía. Pero no se prueba que sea el juicio final

5.6  ESTÉN PREVENIDOS, PORQUE USTEDES NO SABEN QUÉ DÍA VENDRÁ SU SEÑOR.

Esta necesidad de la vigilancia; “Estén prevenidos”, es presentada por Mateo con dos comparaciones o pequeñas parábolas. La primera comparación se toma de un “dueño de casa.” La noche es la hora propicia para el robo y no se sabe “a qué hora de la noche va a llegar el ladrón”. El cuadro tiene todo un matiz local. Las casas palestinas estaban hechas, sobre todo en su techumbre, de argamasa de barro con ramajes (Mc 1:2), y las paredes laterales no raramente eran de adobes. De ahí la descripción del ladrón que va a: “perforar las paredes de su casa” para entrar. Por eso, si el dueño de la casa supiese la hora en que pudiese haber un robo en su hogar, “vigilaría” y no dejaría que “perforasen su casa” para entrar a robar (2 Pe 3:4-14).

En relato Jesús nos exhorta a estar atentos y vigilantes, ya que no conocemos ni el día ni la hora de su venida, y no lo hace para que nos desesperemos, no pretende angustiarnos, lo que quiere es motivarnos en una siempre activa vigilancia, y en una prudente espera, porque la angustia o temor, no es cosa de Dios, lo que sí es cosa de Él, la bondad, la paz y la serenidad de espíritu. Es así como. La vigilancia debe ser en aquello que nos aparta de Dios, lo que nos aleja del cumplimiento de nuestros deberes y también para estar atentos a responder adecuadamente al llamado del Señor.

5.7  ¿CÓMO ESTAMOS DE PREPARADOS PARA RENDIR CUENTAS SI NOS LA PIDIERAN EN ESTE MINUTO?

No obstante, no olvidemos la recomendación de Jesús: “Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor”. Si se olvidase esto, sucedería lo que al hombre que no vela por su casa: le roban lo más valioso. El descuido nos podría hacer perder -y para siempre- la gracia de Cristo que hace verdadera la vida cristiana. Por consiguiente, vale la pena velar, tener despierta la fe, porque ya está aquí la luz. No hagamos como los contemporáneos de Noé, que fueron incapaces de levantar la cabeza para "acogerse" al don de Dios.

Es cierto que no sabemos cuándo será este día que vendrá el Señor, sin embargo sabemos cómo debemos estar preparados, y lo más seguros que nos sorprenderá, porque vivimos en un ciega confianza que nos prepararemos a última hora, es muy común dejar todo para última hora. Pero, ¿Cómo estamos de preparados para rendir cuentas si nos la pidieran en este minuto? ¿Nuestra vida es para ser pasada por un examen?, ¿hemos llevado una vida recta?, ¿hemos hecho buenas obras?, ¿Lo que hacemos por nuestro prójimo es por amor o por algún interés en particular?

5.8  QUE SIGNIFICA PARA NOSOTROS ESA VENIDA DEL SEÑOR

Reflexionemos que significa para nosotros esa venida del Señor, tal vez estemos algo equivocado de cómo va a ser esta venida, como en el caso de los judíos, recordemos que ellos estaban esperando un Mesías distinto a como se presentó Jesús, por eso, cuando vino El, no fueron capaces de reconocer al Hijo de Dios.

Es decir, Jesús ya vino por primera vez pero no vino, como así sabemos, para muchos que lo rodearon, lo vieron y lo escucharon, de estos algunos pudieron reconocer en él, el Mesías, el Hijo de David, pero otros se burlaron y lo coronaron con espinas. ¿No nos irá a pasar lo mismo a nosotros? ¿Vivimos preparados para esta segunda venida? Pues si no aprendemos lo que nos enseñó en su primera venida, si no profundizamos en sus palabras, jamás seremos capaces de reconocerlo y experimentar el gozo de su segunda venida.

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

I Semana del Tiempo de Adviento Ciclo A


Fuentes Bibliográficas:

www.caminando-con-jesus.org

Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Julio Alonso Ampuero, Meditaciones Bíblicas sobre el Año Litúrgico


www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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