DIOS DIJO A MOISÉS: “YO SOY EL QUE SOY”…… “EL SEÑOR, EL DIOS DE SUS PADRES, EL DIOS DE ABRAHAM, EL DIOS DE ISAAC Y EL DIOS DE JACOB, ES EL QUE ME ENVÍA”…. “EL SEÑOR ES BONDADOSO Y COMPASIVO”……. “NO NOS REBELEMOS CONTRA DIOS”…. “POR ESO, EL QUE SE CREE MUY SEGURO, ¡CUÍDESE DE NO CAER!”.…. LES ASEGURO QUE NO, Y SI USTEDES NO SE CONVIERTEN, TODOS ACABARÁN DE LA MISMA MANERA”

Reflexión desde las Lecturas del III Domingo de Cuaresma, Ciclo C

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds


 

1.       “SI USTEDES NO SE CONVIERTEN”.

Casi a la mitad de la Cuaresma, Cristo nos recuerda algo sumamente importante: tenemos el peligro de no convertirnos. La parábola de la higuera estéril lo pone de relieve con una fuerza sorprendente. Lo mismo que su amo a la higuera, Dios nos ha cuidado con cariño y con mimo; más aún, en esta Cuaresma está derramando abundantemente su gracia, pero ésta puede estar cayendo en vano, puede estar siendo rechazada. ¿Encontrará Cristo frutos de conversión?

“Señor, déjala todavía este año”. La parábola sugiera que este año puede ser el último. De hecho, será el último para mucha gente. No se trata de ponernos tétricos, sino de una posibilidad real. Puede no haber ya más oportunidades de gracia. La conversión es urgente, de ahora mismo. Y retrasarla para otro año, para otra ocasión, es una manera de cerrarse a Cristo, de darle largas... Hay tantas maneras de decir “no”...

“Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”. Llama la atención que precisamente san Lucas, el evangelista de la misericordia y la bondad de Jesús, traiga estas amenazas. Pero si nos fijamos bien, estas advertencias también provienen de la misericordia. Advertirle a uno de un peligro es una forma principal de misericordia. Al enfrentarnos a la conversión, Cristo no sólo nos recuerda los bienes que nos va a traer la conversión, sino que nos abre los ojos ante los males que nos sobrevendrán si no nos convertimos. El amor apasionado que siente por nosotros le lleva a sacarnos de nuevo engaño.

2.       PRIMERA LECTURA

Dios se compadece del sufrimiento de su pueblo, y decide intervenir para liberarlo. Desde este momento, Israel conoce al Señor, el Dios de sus antepasados, como el Dios de la liberación. Esta liberación de la opresión y del sufrimiento, Dios la hace con intermediarios humanos. Moisés será el encargado de transmitir todo esto al pueblo y organizar el éxodo.

Lectura del libro del Éxodo 3, 1-8a.10.13-15

Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb. Allí se le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza. Al ver que la zarza ardía sin consumirse, Moisés pensó: «Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?». Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: « ¡Moisés, Moisés!». «Aquí estoy», respondió él. Entonces Dios le dijo: «No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa». Luego siguió diciendo: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob». Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios. El Señor dijo: «Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel. Ahora ve, Yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas». Moisés dijo a Dios: «Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios de sus padres me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y entonces, ¿qué les responderé?» Dios dijo a Moisés: «Yo soy el que soy». Luego añadió: «Tú hablarás así a los israelitas: «Yo soy» me envió a ustedes». Y continuó diciendo a Moisés: «Tú hablarás así a los israelitas: El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es el que me envía. Éste es mi nombre para siempre, y así será invocado en todos los tiempos futuros».

Palabra de Dios.

   2.2   ÉXODO.  

El nombre de Éxodo, (latinizado), proviene del gran suceso narrado, la salida de Israel de Egipto (probablemente el nombre se funda en la frase de los LXX al traducir 19:1: “al tercer mes del éxodo de los hijos de Israel de la tierra de Egipto”). Así, pues, el nombre se refiere a la primera parte del libro, pero por su importancia caracteriza todo su contenido. Entre los judíos palestinenses, este libro se designaba con las palabras iniciales del mismo, “éstos son los nombres.” La finalidad de este libro es demostrar históricamente el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham de que su descendencia, después de una larga estancia en tierra de esclavitud, se multiplicaría y llegaría a ser un gran pueblo. El autor muestra cómo Dios cumplió su palabra, liberando milagrosamente a Israel de la esclavitud para llevarlo al Sinaí y establecer una alianza perpetua. Se puede dividir el libro en cuatro partes: a) preparación del éxodo (1-11); b) salida de los israelitas de Egipto (12-18); c) alianza del Sinaí (19-24); d) organización del culto (25-40).

En general, debemos tener en cuenta que nos hallamos ante una historia religiosa de carácter popular y redactada cuando los hechos habían sido elevados a la categoría de épica nacional, lo que implica no poca “idealización” de aquéllos. Ante todo se quiere destacar la intervención providencial de Dios en la liberación y formación del pueblo escogido, y por eso el autor muchas veces prescinde de las causas segundas y considera a Dios como el guía inmediato de su pueblo en todas las vicisitudes de la peregrinación por el desierto. Sin duda alguna, la liberación de Egipto y la estancia de los israelitas en la estepa no se pueden explicar sin intervenciones preternaturales y milagrosas de Dios; pero no quiere esto decir que los milagros se produzcan en serie durante cuarenta años. La importancia doctrinal de este libro es manifiesta, ya que en él se narra la alianza del Sinaí, la vinculación de Israel como pueblo a Yahvé, el Dios de los patriarcas, que viene a realizar las antiguas promesas y a manifestarse familiarmente al pueblo que iba a ser su “heredad,” como “primogénito suyo” entre los pueblos.

   2.3   LA VOCACIÓN DE MOISÉS.

El autor sagrado va preparando el escenario para la gran revelación en la que se define la vocación y misión del liberador de Israel. Apartándose de la zona común de residencia de su suegro Jetró, Moisés conduce sus rebaños hacia el monte de Dios, Horeb; “Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb”. Es la montaña que en otras ocasiones se llama Sinaí. Podemos considerar como una anticipación literaria la calificación de monte de Dios, puesto que iba a ser el escenario de la aparición de la divinidad. El nombre de Horeb parece aludir al carácter seco y rocoso de la montaña.

Inesperadamente Dios se manifiesta sensible a Moisés en forma de llama de fuego; “Allí se le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza”, que es el símbolo de la santidad divina, porque implica la idea de purificación y de apartamiento de todo lo sensible, por cuanto todo lo consume. La expresión “Ángel del Señor” ha de entenderse como sinónima del Señor mismo, y probablemente es una edición erudita posterior para resaltar la trascendencia divina. De este modo, el Señor interviene en la historia sólo por medio de sus enviados o ángeles. Moisés repara en que la zarza de la que sale la llama de fuego no se consume, y se acercó a contemplar tan inaudito prodigio; “Moisés pensó: Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?”.

Pero oye al punto una voz que le dice que no se acerque, porque el lugar en que está, tierra santa es; “Entonces Dios le dijo: No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa”. La declaración solemne de Dios indica que el hombre no debe acercarse sin purificarse a la zona de la santidad de Dios. Para los antiguos hebreos, lo característico de la divinidad era la santidad, como para los griegos era la inmortalidad. La idea de santidad en el Antiguo Testamento,  implica pureza, separación y trascendencia. Pero Dios, al mismo tiempo que previene a Moisés contra la posibilidad de acercarse impuro ante su presencia, le reanima confiadamente, recordándole que es el Dios de sus antepasados: Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob; “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Como se dirá a continuación, esto implicaba el recuerdo de las antiguas promesas de Dios de dar a los descendientes de los grandes patriarcas la tierra de los cananeos. Ante esta declaración solemne; “Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios”. Hallarse ante la majestad de Dios, que se manifestaba sensiblemente, era correr peligro de muerte en la mentalidad israelita, pues “nadie puede ver a Dios sin morir”,  según una conocida expresión popular hebrea.

   2.4   YO HE VISTO LA OPRESIÓN DE MI PUEBLO, QUE ESTÁ EN EGIPTO

A continuación Dios comunica a su interlocutor, aturdido, la finalidad de su aparición; “El Señor dijo: Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel”. Dios conoce la aflicción de su pueblo en Egipto, y ha llegado la hora de liberarle y cumplir sus promesas. Pero, además, ha llegado la hora de cumplir las antiguas promesas, y por eso anuncia que va a llevar a Israel a “una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel”. Esta expresión, no tiene otra finalidad que estimular la imaginación del pueblo israelita para que ilusionadamente emprenda el viaje hacia Canaán. De hecho, la tierra de Canaán es bastante menos fértil que donde estaban los hebreos; pero, en comparación con las estepas del Sinaí, donde se hallaba entonces Moisés, la nueva tierra de promisión resultaba un verdadero paraíso.

2.5   YO SOY EL QUE SOY.

Le dice Dios a Moisés; “Yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas”. Moisés se atemoriza ante la perspectiva de ir a Egipto para sacar a sus compatriotas. En primer lugar él se pregunta ¿quién era él para presentarse ante el faraón? (v.11), y, por otra parte, ¿cómo convencería a sus hermanos para que salieran de Egipto por intimación suya? Moisés, no se da por contento, y a toda costa quiere librarse de tan delicada misión. Y así propone una nueva dificultad: “Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios de sus padres me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y entonces, ¿qué les responderé?”. La contestación es sumamente misteriosa: “Dios dijo a Moisés: Yo soy el que soy”.

Podemos suponer el asombro de Moisés ante esta respuesta vaga e imprecisa. Acaba de preguntar ansiosamente y lleno de curiosidad quien es él y la respuesta está en la misma línea enigmática de la pregunta: “Yo soy el que soy”. Esta respuesta misteriosa ha sido la causa de la veneración extremada de los judíos en la historia por el misterioso tetragrama “YHWH,” símbolo del misterio de la vida íntima de la divinidad. Los eruditos han querido buscar explicación a esta definición enigmática, pero hasta ahora todas las conjeturas se estrellan contra el misterio, pues ninguna de ellas parece dar razón suficiente de tan peregrino nombre. Moisés sin duda que quería saber el nombre específico del Dios que le enviaba, para convencer a sus hermanos y para obrar en nombre de él. Tú hablarás así a los israelitas: El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es el que me envía”. No obstante, su curiosidad no obedece a intenciones mágicas extraordinarias. Para los magos egipcios era sumamente importante conocer el nombre esotérico de cada dios, para en su nombre obrar prodigios, pues, conociendo su nombre, se tenía cierto poder sobre la misma divinidad. La curiosidad de Moisés, en cambio, se basa en el deseo de presentar unas credenciales auténticas a sus compatriotas para que le siguieran en la peregrinación por el desierto hasta “la santa montaña” de Dios. “Éste es mi nombre para siempre, y así será invocado en todos los tiempos futuros”.

3.       SALMO

En respuesta a la amorosa acción de Dios, el salmo canta la bondad y misericordia de Dios. Participamos de esta oración, aclamando: El Señor es bondadoso y compasivo.

Sal 102, 1-4.6-8,11

R. El Señor es bondadoso y compasivo.

Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura.

El Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos; él mostró sus caminos a Moisés y sus proezas al pueblo de Israel.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen.

3.1    SALMO DE ALABANZA DE LA MISERICORDIA DIVINA.

El Señor es bondadoso y compasivo. En este bellísimo salmo se canta la benevolencia del Señor, que se muestra indulgente y comprensivo con el pecador. “Él perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias” Las exigencias de su misericordia se sobreponen a las de su justicia, y el corazón arrepentido encuentra siempre el perdón de parte del Dios que conoce la fragilidad de la naturaleza humana. No es un Juez acusador, sino un Padre benévolo con sus hijos. No acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente.

Fundamentalmente es un himno de acción de gracias y de alabanza; por su elevación de ideas y por su elegancia literaria, este salmo es considerado como una de las obras maestras del Salterio. El espíritu del salmista se refleja en toda su transparencia, muy cerca ya de las perspectivas cristianas: el Dios paternal y providente se sobrepone al Dios justiciero del Sinaí.

3.2   DIOS, MISERICORDIOSO Y CLEMENTE.

El Señor es bondadoso y compasivo. Consciente de los múltiples favores que debe al Señor, el salmista invita a toda su personalidad — espiritual y corporal — a reconocerlos y a bendecir su benevolencia, que se muestra en el perdón de las faltas y en la curación de sus dolencias físicas: La malicia matará al impío, y los que aborrecen al justo expiarán. (Sal 33,22). En los momentos de perder la vida es también quien: “rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura”. El quien la rescata de las fauces amenazadoras de la fosa o sepulcro; El poeta juega con la metáfora de la fiera que ataca y está a punto de engullir la presa. “Ya me cercan sus pasos, clavan sus ojos para echar (me) por tierra” (Sal 16,11). El salmista tiene experiencia de haber sido milagrosamente liberado de la muerte inminente, y por eso lo declara abiertamente en reconocimiento de protección salvadora. Pero su benevolencia no se limita a salvarlo del peligro, sino que después le colma de bienes conforme a sus deseos; bajo este aspecto puede decir que su juventud se renueva constantemente como la del águila, que cambia de plumaje cada año; “El sacia de bienes tus deseos, renueva tu juventud como la del águila” (Sal 102,5). Quizá haya una alusión a la leyenda antigua del águila, que, volando hacia el sol, cae después en el mar para salir renovada de sus aguas, o a la fábula del ave fénix, que renace de sus cenizas.

El Señor, en su proceder con los hombres y los pueblos, se amolda a las exigencias de su justicia y equidad, y por eso despliega su protección sobre los oprimidos. Su misericordia se manifestó especialmente en la azarosa historia de Israel cuando se formaba como colectividad teocrática. Llevado de su amor al pueblo elegido, mostró los caminos de su Ley a Moisés, y exhibió su poder en no pocas proezas deslumbradoras para protegerlo y auxiliarlo en momentos críticos. En todas sus actuaciones se mostró tardo a la ira, perdonando las transgresiones del pueblo rebelde y de dura cerviz y mostrándose siempre benevolente; “El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia”). No es un fiscal que está siempre acusando y procurando litigios con los seres humanos, y menos con los fieles de su pueblo; y si se irrita contra él, depone pronto su cólera, sin guardar rencor alguno permanente. En realidad, Dios castiga siempre menos de lo que los seres humanos merecen por sus pecados: Y hará salir como la luz tu justicia, y tu derecho como el mediodía.

3.3    LA COMPASIÓN PATERNAL DE DIOS

La protección divina sobre los fieles a la Ley se manifiesta de modo inconmensurable, parecida a la distancia de los cielos a la tierra: “Y hará salir como la luz tu justicia, y tu derecho como el mediodía” (Sal 36,6). Pero esta actitud divina se muestra también en la facilidad de “perdonar todas las culpas” de sus protegidos: “... porque te echaste a la espalda todos mis pecados.”  (Isaías (SBJ) 38). Es la conducta del padre para con sus hijos. En realidad, nadie mejor que Dios conoce la fragilidad humana: “No recuerdes para nuestro mal las iniquidades de antaño; apresúrate y sálgannos al encuentro tus misericordias, que estamos abatidos sobremanera. Socórrenos, ¡OH Dios, Salvador nuestro! por la gloria de tu nombre, líbranos y perdona nuestros pecados por tu nombre” (Sal 78, 8-9). Pues sabe que el hombre ha sido formado del polvo. Justamente por ello, su vida es efímera como la de la hierba y la flor, que se agostan con los primeros vientos solanos. En contraste con el carácter transitorio y fugaz de la vida humana está la piedad divina, que se extiende a los que le temen durante generaciones, y su justicia protege a los suyos de padres a hijos: “Pero la piedad de Yahvé es eterna para los que le temen, y su justicia para los hijos de los hijos” (Sal 102, 17). Pero esto está condicionado a la observancia de su alianza, concretada en los mandamientos. “así de inmenso es su amor por los que lo temen”

Doy gracias al Señor de todo corazón, (Sal 110,1), Demos gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia, (Sal 117,1), cantemos con alegría: “El Señor es bondadoso y compasivo”.

4.       SEGUNDA LECTURA

Pablo extrae una advertencia de la historia de Israel. Dios acompañó a su pueblo en forma de fuego y nube y el pueblo recibió los beneficios de Dios. Sin embargo, a pesar de haber recibido tanto de Dios, algunos se rebelaron contra él. Por eso debemos vigilar sobre nuestra propia conducta, no creer que ya estemos «asegurados» por todo lo que Dios nos dio. Cada día es un empezar de nuevo a caminar en su presencia.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto. 1Cor 10, 1-6.10-12

Hermanos: No deben ignorar que todos nuestros padres fueron guiados por la nube y todos atravesaron el mar; y para todos, la marcha bajo la nube y el paso del mar, fue un bautismo que los unió a Moisés. También todos comieron la misma comida y bebieron la misma bebida espiritual. En efecto, bebían el agua de una roca espiritual que los acompañaba, y esa roca era Cristo. A pesar de esto, muy pocos de ellos fueron agradables a Dios, porque sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Todo esto aconteció simbólicamente para ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres. No nos rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo cual murieron víctimas del Ángel exterminador. Todo esto les sucedió simbólicamente, y está escrito para que nos sirva de lección a los que vivimos en el tiempo final. Por eso, el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!

Palabra de Dios.

4.1    TODOS COMIERON LA MISMA COMIDA Y BEBIERON LA MISMA BEBIDA ESPIRITUAL

Sigue el Apóstol presentando razones para mover a los corintios a que sean cautos, si antes los exhortaba apoyándose en motivos de caridad hacia los hermanos débiles en la fe, ahora los alienta poniéndoles delante el peligro para ellos mismos de caer en la idolatría. Que no se fíen demasiado de sí mismos, como no se fiaba el mismo Pablo (cf. 9:27), y tengan presente el caso de los israelitas en su salida de Egipto, regalados todos por Dios con extraordinarios favores, y, sin embargo, la mayor parte de ellos fueron “descalificados,” sin lograr llegar hasta la meta de la tierra prometida. La comunidad israelítica del desierto era considerada por las primitivas comunidades cristianas como la comunidad ideal, tipo de la futura comunidad mesiánica, que eran ellos. Es así como se entienden mejor las aplicaciones que aquí hace San Pablo.

Comienza haciendo notar las gracias extraordinarias con que Dios favoreció a los israelitas; “todos nuestros padres fueron guiados por la nube y todos atravesaron el mar; y para todos, la marcha bajo la nube y el paso del mar, fue un bautismo que los unió a Moisés”.  

Las alusiones a determinados hechos históricos narrados en la Biblia son claras: la nube, el paso del mar Rojo, el maná, el agua que brotó de la roca. Sin embargo, es muy de notar el modo como San Pablo presenta esos hechos, proyectando sobre ellos la imagen de otros hechos cristianos (bautismo y eucaristía), de los que aquéllos habrían sido tipo o figura. Algo parecido había hecho San Esteban en su discurso ante el sanedrín respecto de Moisés y Jesucristo (cf. Hech 7:35-38). Por eso habla de la “marcha bajo la nube y el paso del mar, fue un bautismo que los unió a Moisés”,  presentando esos dos hechos de estar bajo la nube y atravesar el mar cual si estuviesen insinuando el bautismo cristiano en sus dos elementos esenciales, el Espíritu Santo y el agua.

Guiados por la nube, signo de la presencia y protección del Señor, y atravesando el mar, que los liberaba del dominio del faraón, los israelitas quedaron vinculados a Moisés, el caudillo elegido por Dios para mediador de la alianza que pensaba establecer (cf. Ex 19:3-8), lo mismo que por el bautismo los cristianos quedamos, aunque en más alto grado, vinculados a Cristo, el mediador de la nueva alianza (cf. 6:11; Rom 6:3-11; Gal 3:27-28; Jn 1:17). En cuanto al maná y al agua que brota de la roca, los llama comida y bebida “espiritual”; “Todos comieron la misma comida y bebieron la misma bebida espiritual”, parece ser que no tanto por razón de su origen sobrenatural, cuanto por su carácter prefigurativo del pan y vino eucarísticos (cf. Jn 6:48-50). Es lo que dirá luego de modo más explícito, al escribir que; “Todo esto aconteció simbólicamente para ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres”.

4.2     EL QUE SE CREE MUY SEGURO, ¡CUÍDESE DE NO CAER!”,

Hasta aquí la parte hermosa de la medalla; más viene en seguida el reverso. Fueron muchos los favores concedidos a los israelitas, pero “A pesar de esto, muy pocos de ellos fueron agradables a Dios, porque sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto”. También aquí las alusiones a determinados hechos históricos narrados en la Biblia son claras, “Todo esto aconteció simbólicamente para ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres”,  los hechos que se destacan en la Biblia son el desagrado divino castigándoles a morir en el desierto (cf. Núm 14:1-29), la añoranza por las carnes y pescados de Egipto, las danzas del pueblo en torno al becerro de oro, la fornicación con las mujeres de Moab, las quejas contra el Señor de que no les dé otra comida que el maná, las murmuraciones contra Moisés y Aarón.

Ese “exterminador,” de que habla San Pablo cuando dice; “No nos rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo cual murieron víctimas del Ángel exterminador”,  no es sino una manera de hablar para indicar el castigo divino, que se describe cual si Dios dispusiera de un ángel determinado para llevarlo a cabo.

Presentada así la medalla por las dos caras, San Pablo saca la conclusión: “Todo esto les sucedió simbólicamente, y está escrito para que nos sirva de lección a los que vivimos en el tiempo final”. Esta última fase de los tiempos, “en el tiempo final” se inicia con la venida del Mesías y en ella cobra realidad todo cuanto anteriormente Dios había ido preanunciando “simbólicamente”. Que no se confíen, pues, demasiado los corintios; “Por eso, el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!”, lo que sucedió a los israelitas, cayendo en la idolatría y fornicación, fácilmente puede sucederles a ellos, si no son cautos en la cuestión de los idolatras. Pero — San Pablo no quiere dejar sensación de pesimismo — no por eso se desanimen, pues Dios no permitirá que sean tentados más allá de sus fuerzas, diciéndoles luego; “no os ha sobrevenido tentación que no fuera humana, y fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito, dándoos el poder de resistirla. (v.13).

5.       EVANGELIO

Las desgracias de los otros nos llevan a reflexionar sobre nuestra propia conducta. El Maestro deja claro que esos males no ocurrieron porque estas personas fueran peores que los demás, rechazando así toda idea de castigo. Pero aprovecha estas noticias para hacer un llamado a la conversión. La dureza de sus palabras es suavizada después por la parábola de la higuera. Aunque estemos secos y no demos fruto, Dios hará todo lo posible para que cambiemos de actitud, y esperará con paciencia que esto ocurra.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 1-9

En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió: ¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. Les dijo también esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?” Pero él respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”.

Palabra del Señor.

5.1     EL RECHAZO QUE LE PRODUCE A JESÚS ALGUNAS CREENCIAS

Narra san Lucas, que algunos hombres fueron a ver a Jesús, pero no dice quiénes eran y, solo que le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos mientras estaban ofreciendo sus sacrificios. El relato de este Evangelio pertenece a Lucas, no lo narran los otros evangelistas. El sentido que manifiesta es mostrarnos el rechazo que le produce a Jesús algunas creencias sobre casos circunstanciales especiales como pensar las desgracias le llegan a las personas como castigo por sus pecados. Por eso es que Jesús les responde a modo de comentario: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos?

Jesús finaliza su comentario diciendo; “Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante”

5.2    DOS CASOS, CONOCIDOS SÓLO POR LOS EVANGELIOS

Si leemos el Evangelio de San Juan 9, 1-3, encontramos el texto siguiente: “Pasando, vio a un hombre ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron diciendo: Rabí, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego? Contestó Jesús: Ni pecó éste ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios”.”

En este fragmento de Lucas, se cita dos casos, conocidos sólo por los evangelios. Uno fue una matanza de galileos que hizo Pilato en el templo mientras ofrecían sacrificios. Este tipo de brutalidades cometidas por los procuradores romanos en el templo, lo mismo que por Arquelao o por otros, no eran situaciones raras. Se conocen por Josefo (historiador judío de esa época) varios casos afines. En todo caso, Pilato era capaz de hacer estas y otras barbaridades.

En el segundo caso, Jesús expone el asunto de los dieciocho hombres que murieron aplastados por la torre de Siloé, y les hace una pregunta “¿piensan acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén?” Como información aparte, durante el año 1914, se ejecutaron excavaciones arqueológicas donde Weil descubrió los cimientos de una torre en esta zona y se pensó que era una de las torres para guardar el acueducto de Siloé, este era una canal que construyó el rey Ezequías y conducía aguas a la piscina de Siloé.

5.3    EN EL PLAN DE DIOS HAY HORAS SEÑALADAS

Era una creencia popular, que enseñaban los mismos rabinos, que todo padecimiento físico o moral era castigo al pecado y la respuesta de Cristo hace suponer que la pregunta venía con esta mentalidad ambiental .Pero les dice que eso no es verdad: que su muerte no significa culpa, sino planes de Dios (Jn 9:3). No por morir éstos eran más culpables que los demás galileos o gentes de Jerusalén. Pero les hace una gran advertencia: en el plan de Dios hay horas señaladas para el ejercicio de castigos o desgracias colectivas. Por eso, si no hacen penitencia - galileos y jerosolimitanos -, todos acabarán de la misma manera” que estos casos que le contaron.

5.4     LA PALABRA PENITENCIA COMO CONVERSIÓN

Hoy día, esta palabra penitencia suena un poco improcedente, como si estuviera desubicada en el tiempo y fuese de otra época. Tal vez sea así, porque el mundo dedica muchos esfuerzos para evitar el sufrimiento. Pero debemos interpretar la palabra penitencia como “conversión” ya que estamos viviendo hasta la segunda venida de Cristo, la parusía, un tiempo de “conversión” por nuestras faltas y así gozar también de un período de misericordia, que es algo que nos regala el Señor si hacemos un cambio de actitud de vida de pecadores, algo que podemos hacer haciendo el bien.

Por tanto, básico es arrepentirse, así lo manifiesta Jesús al decir: “Si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”. Si hemos pecado, primordial es entonces la penitencia y la conversión para gozar de la vida eterna.

Todo es temporal en nuestra vida y todo está ligado al tiempo: en este sentido, tanto justos como pecadores vivimos en el tiempo, tiempo que es un don de Dios para todos, un tiempo de gracia, y por ello, un tiempo abierto a la conversión. Seamos pecadores empedernidos, o justos fortalecidos permaneceremos así para siempre y estaremos llamados a ser "pecadores en conversión".

5.5   FUERA DE LA CONVERSIÓN NO PODEMOS ESTAR EN LA PRESENCIA DEL VERDADERO DIOS

Dios nos toca de muchas maneras para llevarnos a este estado de conversión. Nosotros sólo podemos prepararnos para que Dios nos toque.

Fuera de la conversión estamos fuera del amor. En este caso no le quedarían al hombre más que dos posibilidades: la satisfacción de sí y la justicia propia, o una profunda insatisfacción y la desesperación.

Fuera de la conversión no podemos estar en la presencia del verdadero Dios, pues no estaríamos junto a Dios, sino junto a uno de nuestros numerosos ídolos. Además, sin Dios, no podemos permanecer en la conversión, porque no es nunca el fruto de buenas resoluciones o del esfuerzo. Es el primer paso del amor, del Amor de Dios más que del nuestro.

Convertirse es ceder al dominio insistente de Dios, es abandonarse por tanto es la primera señal de amor que percibimos como procedente de Él. Abandono en el sentido de sometimiento. Si nos abandonamos ante Dios, nos entregamos a Él. Todas nuestras resistencias se funden ante el fuego consumidor de su Palabra y ante su mirada; no nos queda ya más que la oración del profeta Jeremías: "Haznos volver a ti, Señor, y volveremos" (Lam 5,21)

5.6     UNA HIGUERA INFRUCTUOSA

“Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró”. En la segunda parte, el Señor nos hace un anuncio explicado con una parábola. Una higuera infructuosa, que sistemáticamente no daba fruto. La higuera simboliza a Israel (Os 9:10) e incluso al que no da fruto (Jer 8:13). Se la pensó cortar pronto, pero aún hubo paciencia, y se la cultivó con esmero por otro año. Mas no dio fruto. Y hubo que cortarla. Así se trató a Israel, cultivándolo repetidamente con avisos y profetas; luego el Bautista, y, por último, Cristo con su obra de enseñanzas y milagros. Pero Israel, los dirigentes, no le reconocieron por Mesías. Sólo fructificó, la muerte del Mesías. Y sucedió que los Israelitas perecieron en la destrucción de Jerusalén, catástrofe del año 70.

Dice la parábola: Dijo entonces al viñador; Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?” Volvemos entonces a interpretar que los frutos de este tiempo de conversión es el arrepentimiento apremiado por la misericordia de Dios. Esto se hace patente en el relato cuando el viñador le contestó: Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré”,  para ver si da fruto diciendo; Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”. Vemos que Dios tiene derecho a exigirnos frutos de santidad y buenas obras, lo triste es que cuando viene por ellos no los encuentra.

5.7   EL SEÑOR ESPERA DE NUESTRA PARTE OBRAS DE SANTIDAD

Pero Jesús deja la puerta abierta a la esperanza: la esterilidad de la higuera hace suplicar al viñador un subsiguiente tiempo de gracia: un año jubilar concedido por el Señor, dispuesto una vez más a confiar en espera de los frutos añorados desde hace mucho tiempo.

Si Dios nos da la gracia, está la debemos corresponder, el Señor espera de nuestra parte obras de santidad, tareas de perfección, y en cualquier minuto viene a buscar si hemos dado frutos. Debemos vivir en el santo temor de Dios, el temor de no rendir lo que Dios espera de nosotros.

El Señor les Bendiga

    Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

III DOMINGO DE CUARESMA CICLO C

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Algunos conceptos están tomados de los comentarios a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P.

Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd.

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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