Reflexión desde las Lecturas del III Domingo de Pascua, Ciclo A

 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    CAMINA CON NOSOTROS

Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero “algo impedía que sus ojos lo reconociera” Después del grito exultante del día de Pascua, la Iglesia nos regala cincuenta días para “reconocer” serena y pausadamente al Resucitado, que camina con nosotros. Esa es nuestra tarea de toda la vida. El Cristo en quien creemos, el único que existe actualmente, es el Resucitado, el Viviente, el Señor glorioso. Él está siempre con nosotros, camina con nosotros. Y nuestra tragedia consiste en no ser capaces de reconocerle. Pidamos ansiosamente que en este tiempo de Pascua aumente nuestra fe para saber descubrir espontáneamente a Cristo siempre y en todo.

Les explicó lo que había sobre Él en todas las Escrituras. Es lo primero que hace Cristo Resucitado: iluminar a sus discípulos el sentido de las Escrituras, oculto a sus mentes. También a nosotros nos quiere explicar las Escrituras. Leer y entender la Biblia no es sólo ni principalmente tarea y esfuerzo nuestro. Se trata de pedir a Cristo Resucitado, vivo y presente, que nos ilumine para poder entender. ¡Cuánto más provecho sacaríamos de la lectura de la Palabra de Dios si nos pusiéramos a escuchar a Cristo y le dejásemos que nos explicase las Escrituras!

Le reconocieron en la fracción del pan. Además de las Escrituras, Cristo Resucitado se nos da a conocer en la Eucaristía. El tiempo de Pascua es especialmente propicio para una experiencia gozosa y abundante, sosegada, de Cristo Resucitado, que sale a nuestro encuentro principalmente en su presencia eucarística. Se ha quedado para nosotros, para cada uno. Ahí nos espera para una intimidad inimaginable. Para contagiarnos su amor, para que también nuestro corazón se caldee y arda, como el de los de Emaús. Para que tengamos experiencia viva de Él “en persona”, de Cristo vivo. Para que también nosotros podamos gritar con certeza: “¡Es verdad! ¡Ha resucitado el Señor!”.

2.    PRIMERA LECTURA Hech 2, 14. 22-33

Los apóstoles daban testimonio de la muerte y resurrección de Jesús y se convertían por miles. No por acción humana, sino por la acción del Espíritu Santo.

Lectura de los Hechos de los apóstoles.

El día de Pentecostés, Pedro, poniéndose de pie con los Once, levantó a voz y dijo: «Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido. A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre Él. En efecto, refiriéndose a Él, dijo David: “Veía sin cesar al Señor delante de mí, porque Él está a mi derecha para que yo no vacile. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza, porque tú no entregarás mi alma al Abismo, ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción. Tú me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de gozo en tu presencia”. Hermanos, permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como Él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se sentaría en su trono. Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías, cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción. A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, Él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen».

Palabra de Dios.

2.1  A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos.

Este discurso de Pedro inaugura la apologética cristiana, y en él podemos ver el esquema de lo que había de constituir la predicación o kerigma apostólico. Como centro, el testimonio de la resurrección y exaltación de Cristo (Hechos 24:31-33), en consonancia con lo que ya les había predicho el Señor; y girando en torno a esa afirmación fundamental, otras particularidades sobre la vida y misión de Cristo, para concluir exhortando a los oyentes a creer en él como Señor y Mesías (“Tenga, pues, por cierto toda la casa de Israel que Dios le ha hecho Señor y Cristo a este Jesús, a quien vosotros habéis crucificado” Hechos 2,36). Contra la aceptación de esa tesis se levantaba una enorme dificultad, cual era la pasión y muerte ignominiosa de ese Jesús Mesías; y a ella responde San Pedro que todo ocurrió; “a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles”  y, por tanto, no fue a la muerte porque sus enemigos prevalecieran sobre él, sino porque así lo había decretado Dios en orden a la salvación de los seres humanos. La misma solución dará también San Pablo (Cf. Hechos 13:27-29).

En este discurso de Pedro, como, en general, en todos los discursos de los apóstoles ante auditorio judío, se da un realce extraordinario a la prueba de las profecías. Más que insistir en presentar los hechos, se insiste en hacer ver que esos hechos estaban ya predichos en la Escritura. Así, por ejemplo, el fenómeno de “hablar en lenguas” predicho ya por Joel (v.16), y lo mismo la resurrección y exaltación de Jesús, predichas en los salmos (v.25.34). Se hace, sí, alusión al testimonio de los hechos; “el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen”, “A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, Él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen”, pero con menos realce. Ello se explica por la extraordinaria veneración que los judíos sentían hacia la Escritura, cuyas afirmaciones consideraban de valor probado. También en la Iglesia se ha seguido usando la prueba de las profecías. Hay que destacar,  sin embargo, que algunos de los textos proféticos citados por los apóstoles no siempre tienen el valor probativo de una profecía directa.

Pedro cita el salmo 16, 8-11, que aplica a la resurrección de Jesucristo; “Veía sin cesar al Señor delante de mí, porque Él está a mi derecha para que yo no vacile. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza, porque tú no entregarás mi alma al Abismo, ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción. Tú me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de gozo en tu presencia”.  Por lo que se lee, mucho se ha discutido modernamente acerca del sentido mesiánico de este salmo, citado aquí por San Pedro, y que luego citará también San Pablo en su discurso de Antioquía de Pisidia, aplicándolo igualmente a la resurrección de Cristo (cf. Hechos 13:35). Ambos apóstoles hacen notar, además, que David, autor del salmo, no pudo decir de sí mismo esas palabras, puesto que él murió y experimentó la corrupción. De su sepulcro, como de cosa conocida, habla varias veces de esto el historiador judío Josefo.  No está claro, sin embargo, en qué sentido ha de afirmarse la mesianidad de este salmo.

Con todo, siguiendo la lectura, hasta el versículo 36, el razonamiento de Pedro es, en parte, análogo al de Jesús, haciendo ver a los judíos que esas palabras no pueden decirse de David, que está muerto y sepultado, sino que hay que aplicarlas al que resucitó y salió glorioso de la tumba, es decir, a Jesús de Nazaret, a quien ellos crucificaron. “Tenga, pues, por cierto toda la casa de Israel que Dios le ha hecho Señor y Cristo a este Jesús, a quien vosotros habéis crucificado” (Hechos 2,36).  La conclusión, pues, como muy bien deduce aquí San Pedro, se impone: Jesús de Nazaret, con el milagro de su gloriosa resurrección, ha demostrado que él, y no David, es el “Señor” a que alude el salmo 110, y el “Cristo” (El Mesías) a que se refiere el salmo 16. Entre los primitivos cristianos llegó a adquirir tal preponderancia este título de “Señor,” aplicado a Cristo, que San Pablo nos dirá que confesar que Jesús era el “Señor” constituía la esencia de la profesión de fe cristiana (Cf. Rom 10:9; 1 Cor 8:5-6; 12:3).

3.    SALMO Sal 15, 1-2. 5. 7-11

R. Señor, me harás conocer el camino de la vida.

O bien: Aleluya.

Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti. Yo digo al Señor: «Señor, tú eres mi bien». El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡tú decides mi suerte! R.

Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor: Él está a mi lado, nunca vacilaré. R.

Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro: porque no me entregarás a la muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. R.

Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha. R.

3.1  ASPIRACIONES DE INTIMIDAD CON DIOS.

Este Salmo es el desahogo íntimo del alma que encuentra su felicidad en vivir en compañía de Dios, porque El es la fuente única de todo bien. De aquí se sigue el  interés y el cariño por todos los que son fieles a su Dios.

El que sigue a Dios ha encontrado su mejor parte, la selecta. El salmista, consciente de este privilegio, tiene, de día y de noche, presente en su mente a su Dios y espera eternizar esta intimidad espiritual de vida con su Dios aun por encima de la muerte. Aleluya.

San Agustín comenta: (...) “Esperar a Dios de Dios, ser colmado de Dios por Dios. Él te basta, fuera de él nada te puede bastar” (Sermón 334, 3: PL 38, 1469).

3.2  TERESA DE JESUS, AMIGA DE DIOS

“Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta”, nos enseña Teresa de Jesús, también define la oración como: “tratar de amistad, con quien sabemos nos ama". Es así como para ella, la Oración, es tratar como un Amigo a Aquél que nos ama. Y a Dios le agrada estar con el hombre, su hijo, como el amigo que se goza en el amigo y como un padre se alegra con su hijo. Dios siempre se agrada cuando el hombre decide "estar en dialogo con él, o “a solas con Él", orando, tratando con El como Amigo.

La Oración, como la amistad, es un camino que comienza un día y va en progreso. El orante comienza a tratar al Amigo que le ha amado desde toda la eternidad, y así empieza a conocerle, a amarle, a entregarse a Él, en una relación que sabe no finalizará, pues en la otra vida será un trato "cara a cara" y en felicidad infinita y eterna.

3.3  ADHESIÓN Y AMISTAD DEL SALMISTA AL SEÑOR

“Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti. Yo digo al Señor: “Señor, tú eres mi bien”.

Sustancialmente, la idea central de este poema, es la de la confianza ciega en Dios. El salmista se sabe amigo de Dios y se acoge a la protección divina como única fuente de felicidad. Por eso lo proclama como Señor único, “Señor, tú eres mi bien”, pues sólo en El encuentra su bien. Como un hijo con su padre.

“Tengo siempre presente al Señor: Él está a mi lado”. Vivamos con Dios como con un amigo, tengamos una fe viva para estar en todo unidos a Dios…….Dios en mí, yo en Él, he ahí mi vida, expresa la Beata Carmelita Isabel de la Trinidad quien se goza de saber que El es su bien, y así comenta además: “Mi alma se alegra en Dios, de Él espero mi liberación”

 Mas para mí, mi bien es estar junto a Dios; he puesto mi cobijo en el Señor”, se canta en el salmo 73, 28.

3.4  EL SEÑOR, ES LA PARTE SELECTA DEL JUSTO

“El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡tú decides mi suerte!”

El salmista no quiere tomar parte en los cultos idolátricos, porque no tiene más que un Dios, que “es la parte de mi herencia y su cáliz”.  La metáfora alude a la distribución de la tierra de Canaán entre las doce tribus. A la de Leví no se le dio extensión territorial, porque su parte o hijuela fue el propio Dios. Debía estar dedicada exclusivamente al culto, por pertenecer de un modo especial a Dios, y por eso las otras tribus debían atender al sostén material de sus miembros. El Señor, es, pues, la fracción y heredad especial de los levitas y sacerdotes; pero también lo era de Israel, de las almas piadosas. Y el mismo Israel es la heredad del Señor. La semejanza expresa bien la vinculación mutua de Dios e Israel.

Una segunda metáfora confirma la idea de que el Señor es el cáliz del salmista; alusión a la costumbre de dar el padre de familias a beber el cáliz común a sus hijos y huéspedes. En todo caso, se expresa la alegría del salmista, que se siente privilegiado al poder tener como posesión suya al propio Dios, ¡tú decides mi suerte!, el cual garantiza su suerte, es decir, su íntimo bienestar y felicidad.

3.5  BENDECIR A DIOS

“Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor: Él está a mi lado, nunca vacilaré.”

Agradecido, el salmista quiere bendecir a Dios, que le aconseja y le hace ver que su verdadero bien está en el propio Dios, que le ha cabido en suerte; su conciencia le instruye de noche, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia!, cuando medita secretamente en el lecho sobre la elección divina sobre él.

Consecuencia de esta meditación profunda y secreta sobre su suerte privilegiada es su entrega sin reservas al Señor, al que tiene siempre ante su mente; y precisamente en esta su vinculación constante a su Dios está su seguridad inconmovible: no me moveré. “Él está a mi lado, nunca vacilaré”, Esto es, el Señor está siempre a su lado, protegiéndole contra todo peligro.

3.6  LA GRAN ALEGRÍA QUE EMBARGA AL SALMISTA

“Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro: porque no me entregarás a la muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro”

Este sentimiento de seguridad bajo la protección del Señor hace que el justo se entregue a momentos de alegría que penetran todo su ser: “se regocijan mis entrañas”, el corazón, y todo su ser, término que resalta enfáticamente la gran alegría que embarga al salmista al sentirse bajo la protección divina. “Y todo mi ser descansa seguro”,  porque podrá hacer frente a todos los peligros. Movido de esta confianza, el salmista espera que su Dios no le dejará ir a la región subterránea donde están los difuntos, “no me entregarás a la muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro”, llevando una vida lánguida como de “sombras,” sin dolores físicos, pero tampoco con alegrías y satisfacciones positivas. El salmista espera que su Dios protector le libre del peligro de muerte, de ver la fosa del sepulcro.

3.7  EL SENDERO DE LA VIDA

“Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha”.

El salmista expresa su esperanza de librarse de la muerte por intervención divina, que le hará conocer el camino de la vida”,  es decir, le permitirá vivir en plenitud junto a Él, gozando de la satisfacción de alegría y de las delicias a su derecha.

Nos enseña el salmista, que encuentra su felicidad en vivir en intimidad litúrgica con Dios en su templo. Dios, es el dispensador de toda felicidad, y se goza de tener relaciones con Dios, “saciándome de gozo en tu presencia” En sus aspiraciones de felicidad, el salmista desea convivir para siempre con su Dios; “En felicidad eterna a tu derecha”, quizá en estas frases haya un presentimiento de otra vida en unión con Dios, como se declara en el libro de la Sabiduría. En Proverbio 12:28, el “sendero de la vida” es el sendero de la justicia, y, como tal, se contrapone a los caminos que conducen a la muerte. Creo que, en la perspectiva del salmo, la contradicción “no está entre esta vida y la otra, sino entre la vida con Dios o sin Dios”.

3.8  TRANFORMAR EL SALMO EN ORACION

Este salmo nos invita a oírlo y transformarlo en oración, es un poema de penetrante fuerza espiritual. Al comentarlo, el Beato Juan Pablo II, explica que es un cántico luminoso, con espíritu místico, como sugiere ya la profesión de fe puesta al inicio: “Mi Señor eres tú; no hay dicha para mí fuera de ti” (v. 2). Así pues, Dios es considerado como el único bien. Por ello, el orante opta por situarse en el ámbito de la comunidad de todos los que son fieles al Señor: “Cuanto a los santos que están en la tierra, son mis príncipes, en los que tengo mi complacencia” (v. 3). ( Audiencia general del Miércoles 28 de julio de 2004)

Expresemos confianza en la fidelidad de Dios aclamando: “Señor, me harás conocer el camino de la vida.”

4.    SEGUNDA LECTURA 1 Ped 1, 17-21

Dios tomó tan en serio nuestra salvación que entregó a su propio Hijo por nosotros. Pero todo eso resultaría inútil si nosotros no tomamos en serio nuestra salvación acogiendo a Cristo.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro.

Queridos hermanos: Ya que ustedes llaman Padre a Aquél que, sin hacer acepción de personas, juzga a cada uno según sus obras, vivan en el temor mientras están de paso en este mundo. Ustedes saben que «fueron rescatados» de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes. Por Él, ustedes creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado, de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en Dios.

Palabra de Dios.

4.1  “vivan en el temor mientras están de paso en este mundo”

San Pedro aplica la imagen al cristiano: la santificación es una labor ardua que exige que el espíritu esté libre de las preocupaciones terrenas y preparados para emprender el largo camino hacia el cielo. Un motivo que debe impulsar a los cristianos a la santidad es el hecho de ser Dios santo. Los cristianos han de imitar la santidad de Dios porque tal es su voluntad. El ideal supremo de la vida cristiana es la santidad misma de Dios, el cual es, por esencia, todo bondad y justicia: “Sed santos, porque santo soy yo, el Señor, vuestro Dios” (Levíticos 19,2).

También el santo temor del Dios-Juez; “vivan en el temor mientras están de paso en este mundo”,  ha de ser un es eficaz para trabajar por adquirir la santidad. Aunque los cristianos invoquen a Dios como a su Padre, según la enseñanza del mismo Cristo, han de mantenerse siempre en una actitud de temor reverencial. Al mismo tiempo, no han de olvidar que es un Dios justo, que dará a cada uno según sus obras, sin hacer distinción de personas; “Ya que ustedes llaman Padre a Aquél que, sin hacer acepción de personas”. Por eso hay que vivir cristianamente, según el ideal de la santidad divina, manteniéndose ajenos a todo lo que pudiera desagradar al Padre celestial. Hay que tener confianza en la providencia paternal de Dios; pero, al mismo tiempo, hay que temer al Juez que puede precipitar el alma en la gehenna, como decía el mismo Jesús; “Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehena” (Mateo, 10, 28). Entre los antiguos la idea de paternidad evocaba no sólo el amor, sino también el temor reverencial que se debía tributar a los padres.

4.2  La verdadera patria del cristiano está en el cielo.

Por eso, ha de trabajar por librarse de todo lo que le pudiera apartar de la meta durante su peregrinación por este mundo, es así como el apóstol recuerda un tercer motivo que ha de incitar a los fieles a la santidad: han sido rescatados con un altísimo precio, con la sangre preciosa de Cristo; “con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes”.  “La sangre de Cristo es llamada justamente preciosa — dice San Ambrosio (Libro VII In Lucam c.12) — porque es sangre de un cuerpo inmaculado, porque es sangre del Hijo de Dios, que nos ha rescatado no sólo de la maldición de la Ley, sino también de la muerte perpetua”. Por eso, los cristianos han de recordar que fueron rescatados del vano vivir que les habían transmitido sus padres. El autor sagrado se refiere evidentemente al culto de los ídolos, supremas vanidades de los paganos. Durante siglos y siglos sus padres fueron esclavos de la idolatría y de los vicios que llevaba consigo. Pero ahora Dios los ha rescatado “no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha”.  

San Pedro tal vez aluda al cordero pascual, que debía ser sin defecto, y cuya perfección física era figura de la perfección moral de Cristo y de la inmunidad de todo pecado. La representación de Cristo como cordero pascual era cosa conocida y corriente entre los primeros cristianos. De igual modo, el valor expiatorio de la sangre de Cristo formaba parte de la tradición primitiva cristiana.

4.3  “de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en Dios”

El plan de la redención del mundo había sido decretado antes de la creación del mundo, desde la eternidad. Pero el cumplimiento estaba reservado al fin de los tiempos, es decir, a los tiempos mesiánicos;  “predestinados antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes”,  que eran considerados como la última etapa de la historia, como “la plenitud de los tiempos”. Semejante manifestación y redención de Cristo ha de excitar a los cristianos a la confianza y moverlos a la santidad, ya que Dios llevó a cabo la obra de la redención por amor de ellos. Los primeros cristianos tenían conciencia de esta predilección y se sentían objeto y centro de toda la historia de la redención.

La fe que poseen los fieles es obra también del Cordero inmaculado. Dios Padre, después de aceptar el sacrificio de su Hijo, inmolado por los cristianos, le resucitó de entre los muertos y le dio la gloria; “Por Él, ustedes creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado”, para sostener la fe y la esperanza de esos fieles;  “de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en Dios”. Porque creyendo que Dios resucitó y glorificó a Jesús, también esperarán resucitar y ser glorificados, pues por su conversión han venido a ser miembros del Cuerpo de Cristo. Pedro presenta la resurrección de Cristo como fundamento de nuestra fe. La resurrección es el objeto principal de la fe cristiana en la primitiva Iglesia, porque mostraba a Cristo en su gloria más plena.

5.    EVANGELIO Lc 24, 13-35

Creer en Jesús resucitado, en nuestra resurrección y vivir en coherencia con esa fe pascual, sigue siendo difícil pero necesario, para alcanzar la felicidad temporal y eterna.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

El primer día de la semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo: « ¿Qué comentaban por el camino?». Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: « ¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!». «¿Qué cosa?», les preguntó. Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera Él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que Él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a Él no lo vieron». Jesús les dijo: « ¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?». Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él. Cuando llegaron cerca del pueblo adónde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba». Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: « ¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?». En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!». Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.

5.1  UNA ALDEA LLAMADA EMAÚS.

“El primer día de la semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús”, el mismo día de la resurrección del Señor, en el cómputo judío el primer día de la semana, dos de ellos, de los discípulos que estaban reunidos con los apóstoles tuvieron que salir de camino de Jerusalén. Probablemente fuesen peregrinos que, cumplidos los primeros ritos pascuales, se volvían a su pueblo. Era ésta una aldea llamada Emaús.

La lectura nos habla de; “Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén”. La topografía de esta aldea es dudosa, pues está sometida a un problema crítico. Como dato aparte, hay dos lecturas del mismo: unos manuscritos ponen que estaba situada a sesenta estadios, esto son 11:5 km.; otros, a ciento sesenta estadios, es decir 30 km. Críticamente la primera lectura está mucho más sostenida por los códices. Los que defienden la primera lectura ponen la topografía en el actual El-Qubeibe, que está a esta distancia exacta; los otros lo sitúan a 32 kilómetros, en el actual Amwas.

5.2  SE LES UNE EN EL CAMINO, COMO UN VIAJERO MÁS, JESÚS.

En su caminar, preocupados por los acontecimientos, se les une en el camino, como un viajero más, Jesús. Pero ellos no le reconocieron. El texto dice: “algo impedía que sus ojos lo reconocieran”,  esto es sus ojos estaban retenidos para no reconocerle. Algunos autores piensan que se trata de una acción sobrenatural que les impedía reconocer a Jesús. La frase no debe de exigir una acción de este tipo. Era sencillamente que la apariencia de Jesús resucitado, cuerpo glorioso, se les mostró en una forma no ya la ordinaria. Como fue en el caso de Magdalena, recordemos que ella piensa que es un hortelano y donde se dice que no le conoció, pero sin alegar una acción sobrenatural que se lo impidiese; o cuando Jesús resucitado se les aparece junto al Tiberíades, y de momento no le reconocieron los discípulos.

La conversación se inicia con la preocupación que les embaraza, por lo que pasó en Jerusalén. El impacto tuvo que ser muy grande en la ciudad, pues Jesús era muy conocido, los peregrinos de todo Israel estaban allí con motivo de la fiesta pascual y la crucifixión era siempre un acto espectacular. El nombre de uno de ellos; “llamado Cleofás”, acusa la información histórica de san Lucas o su fuente.

5.3  EL DESÁNIMO EN ELLOS ESTÁ PATENTE.

Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas

Estos peregrinos hablan de “lo referente a Jesús, el Nazareno”, nombre con que era conocido, pero como de un profeta. Sin embargo, con este nombre piensan en el Mesías, pues esperaban que rescataría a Israel. “Nosotros esperábamos que fuera Él quien librara a Israel”. Estaban en la promesa mosaico-mesiánica. Y le reconocen poderoso en obras y palabras, estilo de Lucas en Hechos 7:22, con el que los peregrinos proclaman la obra salvadora doctrinal de Jesús y su vida de milagros.

El desánimo en ellos está patente. Su esperanza no se ve. “Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado”. Esperaban que rescataría a Israel, y van tres días de su muerte. “Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas”.  Reflejan estos peregrinos la concepción judaica de la escatología mesiánica de formas complejas o confusas, que ya aparece en la petición del buen ladrón (Lucas), y según la cual se esperaba que el gran período mesiánico se inauguraría con la resurrección de los muertos. Y aunque aluden a la visita de las mujeres al sepulcro, y que no hallaron el cuerpo de Jesús; “ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que Él está vivo”, y que algunos discípulos fueron al sepulcro y no hallaron el cuerpo del Señor, el desánimo y la desilusión se acusa en ellos. La cifra de tres días, tan anunciada por Jesús para su resurrección, estaba muy fija en ellos. El alma permanecía tres días sobre el cadáver y lo abandonaba al cuarto (Talmud).

5.4  JESÚS LES EXPLICA LO QUE EN LAS ESCRITURAS

Este es el momento en que Jesús les explica lo que en las Escrituras se decía de Él: que por el sufrimiento entraría en su gloria. Hacía falta deshacer el concepto judío de un Mesías triunfante política y nacionalmente; había de sufrir. Por eso apeló al gran argumento en Israel: las Escritura, “comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él”.  No faltó en la exposición, de seguro, la profecía mesiánica del Siervo de Yahvé. Así era preciso que el plan del Padre, revelador de las Escrituras, se cumpliese. Y así el Mesías entraría en su gloria. Pronto van a ver parte de esta vida sobrenatural que tiene en su aparición a ellos, a pesar del desconocimiento que tienen de Él y su misteriosa desaparición. A la hora en que san Lucas lo refiere, no debe ser ajeno a él, en la expresión su gloria, la plena irradiación de su divinidad a través de su humanidad.

En el resto del relato, Jesús esta la mesa con estos peregrinos, tiene la dificultad clásica de la pregunta que nos hacemos al inicio del comentario. Jesús, como invitado, tomó el pan (en sus manos), lo bendijo, lo partió y se lo dio. ¿Qué significa este acto? ¿Es la simple bendición del pan ritual en la mesa? ¿O es que Jesús realizó allí el rito eucarístico? Estos peregrinos le reconocieron en la fracción. Pero éstos no asistieron a la última Cena ni es fácil que hubiesen oído explicar este rito a los apóstoles. Más, por otra parte, esta expresión del relato parece una forma del rito eucarístico de la consagración del pan en los sinópticos Si el relato se considera histórico en todos sus detalles, se impone el sentido no eucarístico, ya que estos discípulos no habían asistido a la última Cena. Sería el rito ordinario de partir el pan y bendecirlo en la comida, hecho, como invitado de honor, por Jesús. Si la expresión viene a tener una coincidencia con la fórmula sinóptica eucarística, pudiera ser un Idea o expresión demasiado repetidas o tópicas con el que se expresaba el rito de la bendición de la mesa, de donde el mismo Jesús lo parece tomar para el rito nuevo eucarístico. Era una buena semejanza, basada en la misma naturaleza de las cosas.

5.5  HOMBRES DUROS DE ENTENDIMIENTO, CÓMO LES CUESTA CREER

Sin embargo recordemos que Jesús les dijo: “¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?”. “Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él”,  es decir, primero Jesús se detiene en la enseñanza de las Escrituras, que llevan a Jesús, y luego él, por la consagración eucarística, está ante ellos por su real presencia eucarística y resucitado.

Lo que aquí se intenta no es, como en las apariciones de Jesús a sus apóstoles, el hecho mismo de la aparición, el hecho que Jesús viene, se presenta, se muestra. Para los discípulos de Emaús no basta que Jesús esté allí; es preciso aún más: que se le reconozca. No es una narración con finalidad apologética, sino con un deliberado enfoque teológico. Dada esta enseñanza, Jesús desaparece.

5.6  UNA CATEQUESIS, DONDE LAS EXPLICACIONES HABÍAN DE TENER MAYOR VOLUMEN.

Pero San Lucas a veces no explica en su evangelio expresiones muy judías (Lc 20:17). El evangelio procede, en parte, de una catequesis, donde las explicaciones habían de tener mayor volumen. Por eso, la síntesis evangélica puede omitir cosas supuestas. Además, es muy poco probable que los lectores de Lucas no conociesen este tipo de bendición judía de la mesa cuando el mismo ágape debió de tener su origen en los preludios judíos de la cena del Señor. Y esto suponía una explicación de lo mismo. Además, esta narración está situada entre hechos manifiestamente apologéticos de este capítulo de Lucas.

Si la frase fracción del pan, anterior a su específico uso cristiano, es aquí síntesis de tomó el pan, lo partió., ambas fórmulas son del rito judío. Y Jesús tenía su rito, como se ve en los sinópticos. De aquí que la forma usual y repetida de la bendición del pan en Emaús pudiese, por su uso eucarístico, revertir sobre la fórmula histórica primitiva de bendición de la comida, evocando a esta hora, en cierto sentido, la Eucaristía, pero sin exigir, por ello, el que fuese la Eucaristía este rito. Lo mismo que se lee, citado por San Jerónimo, en el apócrifo Evangelio a los Hebreos: Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y lo dio al Justo Santiago, y le dijo: Hermano mío, come tu pan, porque resucitó el Hijo del hombre de entre los muertos. Y no se trata de la Eucaristía.

5.7  CONOCIENDO A JESÚS EN EL RITO DEL PAN

Por último, la narración de la explicación que Jesús les hace de las Escrituras tiene un manifiesto valor apologético: les trata de hacer ver el verdadero mesianismo profético.

Pero este hecho me recuerda algo muy importantes en nuestra celebración litúrgica, primero se escucha a Jesús en la lectura y luego se entra en contacto con El por la Eucaristía.

Estos discípulos, conociendo a Jesús en el rito del pan, por ser característica suya la bendición, o el tono de voz, volvieron presurosos a Jerusalén. Allí encontraron a los Once y a sus compañeros. Fácilmente podemos imaginar con que alegría, detalles y viveza contaron su encuentro con Jesús. Estos les dijeron: “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!”.  Sin embargo no les creyeron (Mc 16:13), al menos en un principio. Pero también ellos supieron que el Señor, el Kyrios, confesándose así la divinidad de Jesús, como lo hacía con este nombre la Iglesia primitiva, se había aparecido a Pedro. Sólo por san Lucas, en los evangelios, se sabe esta aparición. Acaso dependa de Pablo (1 Cor 15:5). Pero con ello se destaca a un tiempo el amor del perdón del Señor al Pedro negador y el prestigio de éste en la comunidad cristiana.

5.8  "QUÉDATE CON NOSOTROS, PORQUE YA ES TARDE Y EL DÍA SE ACABA".

Los discípulos, se sintieron atrapados por las palabras y la compañía de Jesús, así es como le dijeron "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba". Eso es lo que queremos decirle hoy a Jesús, eso es lo que le rogamos, que se quede, porque sin él la tarde se hace oscura, sin El queda vacía el alma, y El es Luz para la oscuridad, alegría y consuelo para el espíritu.

Jesús se dio a conocer a los discípulos cuando estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron. Así hoy nosotros, es donde encontramos a Jesús, así se nos da a conocer en la Eucaristía de cada día, allí es donde debemos abrir los ojos y reconocer a nuestro Señor y donde nos arde nuestro corazón porque nos colma con su gracia.

Cristo es "nuestra paz" (Ef 2, 14), la Paz de Cristo Resucitado viva en nuestros corazones.

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


Fuentes Bibliográficas:

www.caminando-con-jesus.org

Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

Fundación: www.gratisdate.org

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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