Reflexión desde las Lecturas del IV Domingo de Pascua, Ciclo A

 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    MI BUEN PASTOR

“El Señor es mi pastor”. Cristo es el Buen Pastor. Pero lo es de cada uno. La relación con Cristo es personalísima. Y el tiempo pascual ha de afianzar esta relación. Ha de afianzar la certeza y la experiencia de que “el Señor es mi pastor”. Esta es la única seguridad, incluso en medio de las oscuridades: “no temeré ningún mal, porque Tú estás conmigo”. ¿Cómo vivo mi relación con Cristo? ¿Mi fe se traduce en confianza? ¿Experimento el gozo de saberme cuidado?

Porque antes andaban como ovejas perdidas, pero ahora han vuelto al Pastor y Guardián de ustedes. La Pascua es la celebración gozosa de haber sido encontrados por Cristo. Perdidos como estábamos, Cristo ha salido a buscarnos por los caminos del mundo y en esa búsqueda se ha dejado la piel: «Sus heridas os han curado». En su búsqueda de nosotros nos ha amado «hasta el extremo» (Jn 13,1). De ahí que también nosotros debamos imitar su ejemplo y seguir sus huellas, estando dispuestos a dejar nuestra piel por buscar a los hombres que permanecen descarriados y perdidos.

“Yo soy la puerta. El que entra por mí salvará. Cristo es la puerta. Él es el único mediador. “No se nos ha dado otro nombre en quien podamos salvarnos” (Hebreos 4, 12). Es a través de esta humanidad de Cristo como llegamos al Padre y recibimos el Espíritu. La humanidad que fue traspasada en la cruz y que ahora permanece eternamente glorificada como la única puerta de salvación. Sólo a través de ella recibimos vida, y vida abundante. De ahí la llamada a convertirnos y a acoger plenamente a Cristo en nuestra vida.

2.    PRIMERA LECTURA Hech 2, 14. 36-41

Pedro acusa a sus oyentes de haber crucificado a Cristo y los invita a la conversión. Ellos reflexionan y se convierten. La denuncia debe ir acompañada de la invitación a la conversión.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

El día de Pentecostés Pedro poniéndose de pie con los Once levanto la voz y dijo Todo el pueblo de Israel debe reconocer que a ese Jesús que ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías”. Al oír estas cosas, todos se conmovieron profundamente, y dijeron a Pedro y a los otros Apóstoles: “Hermanos, ¿qué debemos hacer?”. Pedro les respondió: “Que cada uno se convierta y se haga bautizar en el nombre de Jesucristo para que les sean perdonados los pecados, y así recibirán  el don del Espíritu Santo. Porque la promesa ha sido hecha a ustedes ya sus hijos, y a todos aquellos que están lejos a cuantos el Señor, nuestro Dios, quiera llamar. Y con muchos otros argumentos les daban testimonio y los exhortaba a que se pusieran a salvo de esta generación perversa. Los que recibieron su palabra se hicieron bautizar; y ese día se unieron a ellos alrededor de tres mil.

Palabra de Dios.

2.1  “SEÑOR Y MESÍAS (CRISTO)”

Pedro poniendo se pie con los Once levanto la voz y dijo Todo el pueblo de Israel debe reconocer que a ese Jesús que ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías”. Entre los primitivos cristianos llegó a adquirir tal preponderancia este título de “Señor,” aplicado a Cristo, que San Pablo nos dirá que confesar que Jesús era el “Señor” constituía la esencia de la profesión de fe cristiana; “Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo.  (Romanos  10,9). Los dos títulos, “Señor y Mesías (Cristo),” vienen a ser en este caso palabras casi sinónimas, indicando que Jesús de Nazaret, rey mesiánico, a partir de su exaltación, ejerce los poderes soberanos de Dios. No que antes de su exaltación gloriosa no fuera ya “Señor y Mesías” (“Simón Pedro contestó: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”.  (Mateo 16:16), pero es a partir de su exaltación únicamente cuando se manifiesta de manera clara y decisiva esta su suprema dignidad mesiánica y señorial, así lo dice san pablo;  “Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2:9-11).

2.2  ¿HERMANOS, ¿QUÉ DEBEMOS HACER?.

Vemos que la reacción de los oyentes ante el discurso de Pedro, además de conmoverse, es estar bien dispuestos; “Al oír estas cosas, todos se conmovieron profundamente, y dijeron a Pedro y a los otros Apóstoles: “Hermanos, ¿qué debemos hacer?. Seguramente,  aparecieron otros que siguen mostrando su oposición al mensaje de Cristo, contra los que Pedro previene diciendo: “que se pusieran a salvo de esta generación perversa”. La expresión parece estar inspirada literariamente en Deuteronomio 32, 5-6: “generación perversa y tortuosa. ¿Así pagáis al Señor, pueblo insensato y necio?” y la volvemos a encontrar en Filipenses 2, 15. Con esta grave sentencia parece insinuar mucha gente del pueblo judío quedará fuera de la salud mesiánica.

Las condiciones que Pedro propone a los bien dispuestos, que preguntan; “¿qué debemos hacer?, son “Que cada uno se convierta y se haga bautizar en el nombre de Jesucristo”. Con ello conseguirán la “salud”, la cual incluye; “les sean perdonados los pecados, y así recibirán  el don del Espíritu Santo”.  Ese “don del Espíritu” no es otro que el tantas veces anunciado por los profetas en el Antiguo Testamento y prometido por Cristo en el Evangelio, “porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir”.  (Lucas 12:12).

Expone Pedro; “Porque la promesa ha sido hecha a ustedes ya sus hijos, y a todos aquellos que están lejos a cuantos el Señor, nuestro Dios, quiera llamar”.  Esta “promesa” del don del Espíritu, está destinada no sólo a los judíos, sino también a “todos aquellos que están lejos”, expresión que es una reminiscencia de Isaías, (¡Paz, paz al de lejos y al de cerca! - dice el Señor”, Isaías  57,19) y que claramente parece aludir, no a los judíos de la diáspora, sino a los gentiles (cf. Hechos 22:21; Efesios 2:13-17). Vemos, pues, que, contra el exclusivismo judío, San Pedro proclama abiertamente la universalidad de la salud mesiánica, únicamente que a los judíos está destinada “en primer lugar” (“para vosotros en primer lugar ha resucitado Dios a su Siervo y le ha enviado para bendeciros”, Hechos 3,26), frase que usa también varias veces San Pablo, y con la que se da a entender que el don del Evangelio, antes que a los gentiles, debía ser ofrecido a Israel, la nación depositaría de las promesas mesiánicas.

2.3  QUE CADA UNO SE CONVIERTA Y SE HAGA BAUTIZAR EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO

Acerca del bautismo “en el nombre de Jesucristo,” que San Pedro exige a los convertidos, es evidente que se trata de un bautismo en agua, igual que lo había sido el bautismo de Juan Bautista, pues Pedro está dirigiéndose a un auditorio judío, que no conocía otro bautismo que el de agua, tan usado entre los seguidores y por el Bautista, y, por tanto, en ese sentido habían de entender la palabra se haga bautizar”.

La expresión “en el nombre de Jesucristo”, fórmula que se repite varias veces en los Hechos,  es simplemente el modo de designar el bautismo cristiano para distinguirlo de otros ritos análogos, como el del Bautista o el de los seguidores. La fórmula, según muchos eruditos, habría sido siempre la fórmula trinitaria, como se señala en el evangelio; “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, (Mateo 28,19), no obstante que algunas veces se hable de bautizados “en el nombre del Señor”, con cuya expresión no quiere indicar otra cosa sino los bautizados “con el bautismo cristiano.” Sin embargo, son bastantes los teólogos y exegetas que creen que ésa era la fórmula con que entonces se administraba el bautismo, y que luego se habría desarrollado, dentro aún de la época apostólica, en la fórmula trinitaria de Mateo.

Lo que se dice de que “Los que recibieron su palabra se hicieron bautizar; y ese día se unieron a ellos alrededor de tres mil”,  llama un poco la atención, pues no hubiera sido tarea fácil bautizar en aquel mismo día tres mil personas. Es posible que el inciso “ese día” se refiera directamente a los que se convirtieron merced al discurso de Pedro, y que después fueron sucesivamente bautizados en aquel día o en los siguientes.

3.    SALMO Sal 22, 1-6

R. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.

El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. El me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas. R.

Me guía por el recto sendero, por amor de su nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque Tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.

Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa R

Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la casa del Señor, por muy largo tiempo. R.

3.1  DIOS, PASTOR DEL JUSTO.

En este bello poema idílico, el salmista juega con dos similitudes alegóricas, el buen pastor desde los versículos 1 al 4 y en los versículos siguientes al padre de familias, que hace gala de espléndida y generosa hospitalidad. Bajo estas semejanzas, el salmista expresa la confianza ciega del justo en la providencia solícita de su Dios. Nada le puede turbar. El tono es marcadamente personal; por tanto, no se presta a una interpretación colectiva.

Como en los salmos anteriores, se atribuye este magnífico segmento poético al propio David. Realmente, ninguno mejor que David sabía lo que era la vida del pastor y su solicitud por las ovejas, pues era su profesión en los tiempos de su niñez. Sin embargo, como en el versículo 6 se alude a la “casa del Señor,” el templo de Jerusalén, parece que la composición es posterior a Salomón, constructor del santuario.

Desde el punto de vista doctrinal, el salmo es una lección de confianza tranquila en Dios, solícito Pastor y Padre de familias, que protege al huésped de todo peligro y le provee abundantemente de todo.

3.2  EL SEÑOR BUEN PASTOR

En los primeros cuatro versículos, bellísimamente, el salmista compara su Dios al pastor solícito; “El Señor es mi pastor, nada me puede faltar”. Que se preocupa de sus ovejas. Como tal, busca los mejores pastos para su rebaño y las frescas aguas. me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas”. En tierras un tanto estériles como las de Palestina, los pequeños oasis y praderías son codiciosamente buscados por los pastores. En los salmos es frecuente la afirmación que el Señor es el Pastor de Israel, su pueblo.

3.3  EL SEÑOR HOSPITALARIO.

En los versículos siguientes, 5 y 6, hay una nueva semejanza para expresar la providencia solícita del Señor para con el salmista. Antes era el buen Pastor que le defendía contra los peligros y le llevaba a fecundos pastizales, ahora es el bondadoso padre de familia que recibe amorosamente al justo en su tienda, prodigándole todas las atenciones que son de ley en la tradicional hospitalidad oriental.

Frente a los enemigos” del salmista, para dar una sensación más de favor, el Señor dispone una mesa bien abastecida a su huésped honrado, y, conforme al rito de las grandes casas señoriales, le derrama el óleo sobre su cabeza; ”Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa”. En los banquetes orientales no puede faltar la unción perfumada. El anfitrión, además, ofrece personalmente la copa rebosante de bebida al huésped: mi copa rebosa”. Todo es generosidad y señorío en la casa del Señor, que honra delicadamente al salmista. Su copa (cáliz), es decir, la amistad íntima del salmista con su Dios, rebosa sin medida ante la envidia y despecho de sus enemigos, que son testigos de las generosidades del Señor del justo. Al lado de su Dios se siente seguro, porque experimenta diariamente su bondad y benevolencia. Como es ley en los salmos, el justo encuentra su máxima felicidad en vivir en la casa del Señor: Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo”, participando de sus solemnidades litúrgicas, en las que se manifiesta diariamente la “faz del Señor.” Quizá el salmista sea de la clase levítica o sacerdotal, y entonces la casa del Señor tiene para él un sentido especial, ya que es el huésped cualificado de la misma por prescripción oficial de la Ley.

Ante el maravilloso designio que Dios anuncia, el salmo expresemos una profunda confianza en el Señor rezando: “El Señor nos prepara una mesa”

4.    SEGUNDA LECTURA 1 Ped 2, 20-25

Si Cristo sufrió tanto por haber hecho el bien, ¿cómo es que los cristianos, sus seguidores, nos escandalizamos cuando tenemos que sufrir por hacer el bien, a imitación suya?

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pedro.

Queridos hermanos Si a pesar de hacer el bien, ustedes soportan el sufrimiento, esto si es una gracia delante de Dios. A esto han sido llamados, porque también Cristo padeció por ustedes, y les dejo un ejemplo a fin de que sigan sus huellas El no cometió pecado y nadie pudo encontrar una mentira en su boca. Cuando era insultado, no devolvía el insulto, y mientras padecía no profería amenazas; al contrario, confiaba su causa al que juzga rectamente. El llevó sobre la cruz nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Gracias a sus llagas, ustedes fueron sanados. Porque antes andaban como ovejas perdidas, pero ahora han vuelto al Pastor y Guardián de ustedes.

Palabra de Dios.

4.1  “SI A PESAR DE HACER EL BIEN, USTEDES SOPORTAN EL SUFRIMIENTO, ESTO SI ES UNA GRACIA DELANTE DE DIOS”.

En esta sección, San Pedro trata de los deberes de los esclavos respecto de sus amos. San Pedro, lo mismo que San Pablo, insiste en la obediencia de los siervos a sus señores, porque es cosa agradable a Dios y porque Cristo también fue obediente y sufrió por nosotros sin lamentarse. Estas exhortaciones eran muy necesarias en una sociedad en la que los esclavos eran más numerosos que los hombres libres, y el trato que recibían era muchas veces inhumano. Los sufrimientos que tenían que soportar los pobres esclavos llevan al autor sagrado a extenderse en la explicación del sentido de la pasión y muerte de Jesucristo. Es así como San Pedro exhorta a los esclavos a que presten respetuosa obediencia a sus amos, cualquiera que sea su disposición: tanto si son buenos y comprensivos con ellos como si son rigurosos y tratan injustamente a los esclavos de buena voluntad. La obediencia es para el cristiano una consigna proveniente del mismo Dios, que no admite distinción entre las personas que ejercen la autoridad. Por tanto, si son tratados injustamente, es cosa agradable a Dios que por amor suyo soporten pacientemente él trato duro que se les da. Los cristianos deben someterse por la conciencia que tienen de estar obligados delante de Dios, cuyos representantes son los patronos.

No obstante, nadie puede gloriarse de soportar un castigo merecido por una falta cometida. Pero sí es digno de alabanza delante de Dios el que, habiendo hecho el bien, es, sin embargo, maltratado por su señor y lo sufre con paciencia; “Si a pesar de hacer el bien, ustedes soportan el sufrimiento, esto si es una gracia delante de Dios”. Entonces, el apóstol amonesta de este modo a los esclavos, porque quiere impedir que éstos, exasperados por los malos tratos y sintiéndose interiormente libres con la libertad evangélica, abusaran de ella para rebelarse y emanciparse de sus patronos; o bien se gloriaran de padecer con estoicismo, despreciando filosóficamente el sufrimiento. El sufrimiento inmerecido es el elemento de la imitación de Cristo. Por eso, San Pedro apoya sus exhortaciones en el ejemplo de Cristo paciente, que sufrió por nosotros; “porque también Cristo padeció por ustedes”, sin haber cometido culpa alguna para darnos ejemplo; “y les dejo un ejemplo a fin de que sigan sus huellas El no cometió pecado y nadie pudo encontrar una mentira en su boca”. Jesucristo nos ha precedido en el camino del dolor, y nosotros debemos seguir sus pisadas. El verdadero discípulo de Cristo ha de imitarle llevando también su cruz. Por esto mismo, los esclavos, los despreciados del mundo, han de someterse a su triste suerte, porque de este modo imitarán más de cerca a Jesucristo.

4.2  TODO LO QUE CRISTO SUFRIÓ LO HIZO MIRÁNDONOS A NOSOTROS.

San Pedro, al igual que San Pablo, no quiere alterar las estructuras sociales del Imperio romano, si bien la doctrina de la libertad en Cristo, del amor fraterno y de la hermandad de todos los hombres en Cristo llevarían con el tiempo a la supresión de la esclavitud.

La perfecta inocencia de Jesucristo ha de inducir con mayor fuerza a los cristianos a imitarle fielmente incluso en medio de los sufrimientos inmerecidos. El cordero de Dios, no teniendo ningún defecto ni pecado, se entregó mansamente en manos de sus enemigos, para sufrir por los hombres. Por eso, los cristianos perseguidos y maltratados injustamente han de imitar la paciencia de esta víctima inocente y su total abandono en el Padre celestial; “Cuando era insultado, no devolvía el insulto, y mientras padecía no profería amenazas; al contrario, confiaba su causa al que juzga rectamente”. Jesús durante su Pasión no replicó a los que les maltrataban, y, cuando estaba clavado en la cruz, imploró el perdón para sus verdugos y se remitió “al que juzga rectamente”, es decir, a Dios. San Pedro alude a las palabras con las que Jesucristo, antes de morir, recomendó su alma a Dios: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.”

Todo lo que Cristo sufrió lo hizo mirándonos a nosotros. Cargó con nuestros pecados y se sometió al sacrificio de la cruz para que por sus heridas fuéramos curados; “El llevó sobre la cruz nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la justicia”. El apóstol pasa de la ejemplaridad de los sufrimientos de Jesucristo a un sentido más profundo de su muerte, a la idea de satisfacción vicaria de Cristo. Jesús se sacrificó por nosotros sobre el altar de la cruz para que, muertos al pecado, viviéramos para la justicia. Los hombres tenían gran necesidad de que Cristo los curase con sus llagas; “Gracias a sus llagas, ustedes fueron sanados”, porque antes eran como ovejas descarriadas; “Porque antes andaban como ovejas perdidas, pero ahora han vuelto al Pastor y Guardián de ustedes.”,  sin guía, sin defensa, sin pastor. Más al presente, por la gracia de la fe, han venido a formar parte del rebaño de Cristo, buen pastor y guardián de las almas.

5.    EVANGELIO Jn 10, 1-10

Quien evangeliza o catequiza sin una real unión con Cristo no había en su nombre, es un salteador, y sus palabras no producen conversión ni salvación. Jesús no habla por hablar.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Jesús dijo a los fariseos: “Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino trepando por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a las suyas por su nombre y las hace salir. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz”. Jesús les hizo está comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: “Les aseguro que Yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han Yo soy la puerta. El que entra por mí salvará; podrá entrar y salir, y encontrar su alimento. El ladrón no tiene sino para robar, matar y destruir. Pero Yo he venido para que las ovejas tengan vida, y la tengan en abundancia”.

Palabra del Señor

5.1  EL QUE NO ENTRA POR LA PUERTA EN EL CORRAL

Jesús dijo a los fariseos: “Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino trepando por otro lado, es un ladrón y un asaltante”.

La imagen supone un corral, un cercado de ovejas en el campo. Según la costumbre Palestina, están hechos con un muro de piedra o con una simple empalizada de madera. Un guardián, que aquí llama portero, por la importancia alegórica que va a tener la puerta, vela durante la noche para defender el rebaño de posibles robos. Los pastores suelen retirarse del encierro, y hasta, en ocasiones, ir a la tienda, donde les espera, acampada, su familia.

Si el pastor tiene que entrar en el corral, entra por la puerta, que le abre el destacado portero. En cambio, el que pretende venir para robar o hacer una venganza en las ovejas de su vecino, ése lo hace calladamente; no entra por la puerta; entra por otra parte. Es ladrón, que usa de astucia, y un asaltante que usa incluso de violencia. Ambas expresiones son, de hecho, sinónimas y se utilizan para expresar el robo y bandidaje.

5.2  EL QUE ENTRA POR LA PUERTA ES EL PASTOR DE LAS OVEJAS

Dice Jesús: “El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas”. El pastor, que entra por la puerta del corral por la mañana, va a sacar sus ovejas. Es frecuente que en un corral se guarden las ovejas de diversos dueños.

Dice Jesús que; “El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz.” Él llama a las suyas por su nombre y las hace salir. El pastor, llama a sus ovejas. Estas conocen su voz y su llamada característica. Y hasta llama a sus ovejas por su nombre. De este detalle he sabido que hasta hoy aún es del uso de los pastores de Palestina, dar nombres a los principales animales de su rebaño.

5.3  VA DELANTE DE ELLAS Y LAS OVEJAS LO SIGUEN

El Evangelio dice: “Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz.”

Así llamadas y reagrupadas en torno suyo, las saca. Y, cuando ya están fuera, él se pone delante de ellas, a diferencia del uso de Occidente, en que los pastores suelen ir detrás. Y, llamándolas, nuevamente le siguen, porque conocen su voz. En Oriente, el pastor llama de tiempo en tiempo a sus ovejas a su presencia lanzando un grito agudo. Ellas conocen su voz y le siguen; pero, si un extraño lanza el mismo grito, se paran al punto y levantan la cabeza, como alarmadas. Si se repite este grito, se revuelven y huyen, pues no conocen la voz del extraño. Esto no es un adorno., sino un hecho muy real.

5.4  YO SOY LA PUERTA DE LAS OVEJAS

El fragmento del Evangelio dice que Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Es decir, terminada la exposición de este modo, dice el evangelista que los oyentes, sin duda fariseos, no entendieron qué era lo que les hablaba. Si toda parábola o alegoría exige saber qué es lo que con ello se quiere enseñar o ilustrar, los fariseos, rectores espirituales de Israel, no podían sospechar que ellos fuesen salteadores espirituales del rebaño que estaba guardado en el corral de Israel. Jesús va a exponerlo.

Entonces Jesús prosiguió: “Les aseguro que Yo soy la puerta de las ovejas”. Entonces Jesús comienza identificándose, alegóricamente, con la puerta del corral. Este es Israel. Él es la puerta de las ovejas. Pero el contexto exige que se refiera no a las ovejas, Israel, que entren o salgan por él, con el valor semita que esto tiene, sino a los pastores que se acercan o quieren regir, religiosamente, a Israel.

5.5  AQUELLOS QUE HAN VENIDO ANTES DE MÍ SON LADRONES Y ASALTANTES

Dice Jesús: “Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado.”

La contraposición está muy acusada entre los que vinieron antes de él, y a los que las ovejas no los oyeron; porque, siendo él la Puerta, tienen que entrar por él esos a los que las ovejas no oyeron; pues esos ladrones del versículo 8 igual que al ladrón del versículo 0, está contrapuesto a las ovejas. Él es, pues, la puerta para ingresar, lícita, digna y provechosamente, a regir el rebaño religioso de Israel (Juan 21:15-17). Pero sucedió que todos los que vinieron a esta obra de rectoría religiosa eran ladrones y salteadores. Pero, aunque vinieron con estas pretensiones, las ovejas no les oyeron. ¿Quiénes eran éstos? Naturalmente no se refiere a la legítima autoridad del Antiguo Testamento, puesta por Dios.

5.6  EL QUE ENTRA POR MÍ SE SALVARÁ; PODRÁ ENTRAR Y SALIR, Y ENCONTRARÁ SU ALIMENTO

Mientras que el ladrón del rebaño no entra por la puerta del corral, porque entra clandestinamente para perjudicar, así aquí, en cambio, siendo El la puerta, el que entra en el rebaño de Israel por medio de Jesús, que es con su fe y autoridad, ése será salvo, irá y vendrá, y encontrará pasto.

La frase podrá entrar y salir es un semitismo bien conocido, con el que se expresa las libres idas y venidas en la vida ordinaria, con el buen suceso o éxito en una empresa.

En íntima unión con esta frase parece ha de interpretarse la primera: será salvo. Entendido de los pastores que entran al rebaño de Israel, en el contexto, este será salvo, mejor que significar que, entrando así, no se deberá temer del juicio de Dios por esta obra rectora (Juan 3:17; 5:24-29; 12:47; 1 Juan 2:28; 4:17), parece ser sinónimo de los versículos posteriores, y a indicar la facilidad que encontrará en su misión y el buen éxito de su empresa.

Por eso, encontrará alimento, pasto, el buen pasto espiritual, para su rebaño. Era metáfora ya usada en el Antiguo Testamento para expresar una vida abundante y garantizada (Isaías 49, 9ss; Ezequiel 34,14; Salmo 22:2).

5.7  LOS PASTORES QUE ENTRAN AL REBAÑO DE ISRAEL POR JESUS-PUERTA

Y el motivo de estas facilidades en la misión de los pastores que entran al rebaño de Israel por Jesús-Puerta, y los buenos y saludables pastos que encontrarán para sus ovejas, es que Jesús no vino como los salteadores, que vienen para matar el ganado, sino que vino para que tengan vida, y la tengan abundante.

Al entrar por Jesús-Puerta, reciben de Él lo que necesitan para su oficio pastoral. Y como ellos han de dispensar al rebaño la vida eterna, que es la que Jesús dispensa, así se les dispensará esta vida que Jesús comunica, y se la dará abundantemente, que es la vida que generosamente da Jesús; “Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.”  (Mateo 25, 29).

5.8  PARA CONDUCIR EL REBAÑO HAN DE TENER AUTORIDAD

En todo el relato, está clara la enseñanza de que en la Iglesia habrá pastores secundarios del Príncipe de los pastores (“Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de gloria que no se marchita” 1 Pedro 5,4), distintos del rebaño, habilitados, capacitados por Jesús para esta misión, y que para conducir el rebaño han de tener autoridad y todo lo que supone este apacentamiento espiritual, que es dispensar la vida: enseñanza, sacramentos, gobierno. Es la enseñanza latente de la jerarquía y sacerdocio cristianos. Por el contrario, el que se acerca al rebaño sin entrar por Jesús, es ladrón y salteador; no está capacitado por Jesús para su oficio; por eso su obra, que en el contexto son los fariseos contemporáneos de Jesús, no es otra que venir para robar, matar y destruir; “El ladrón no tiene sino para robar, matar y destruir. Pero Yo he venido para que las ovejas tengan vida, y la tengan en abundancia”. La fe en Jesús, y, en consecuencia, la vida, que sólo El dispensa.

El Salmo 117, 20 dice: “Esta es la Puerta del Señor, los justos entrarán por ella.”

El Señor nos Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


Fuentes Bibliográficas:

www.caminando-con-jesus.org

Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

Fundación: www.gratisdate.org

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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