Reflexión desde las Lecturas del IV Domingo de Pascua, Ciclo B

 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


 

1.    AMOR QUE DA LA VIDA

El Buen Pastor da la vida por las ovejas. Da la vida. No sólo la dio. La da continuamente. Jesús Resucitado permanece eternamente en la actitud que le llevó a la muerte. Ahora ya no muere. No puede morir. Pero el amor que le llevó a dar la vida es el mismo. Y eso continuamente. Instante tras instante Cristo es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, que da su vida por mí. Su amor «hasta el extremo», el que le llevó hasta la cruz, ha quedado eternizado mediante la resurrección. Su vida de resucitado es un acto continuo, perfecto y eficaz de amor a su Padre y de amor a los hombres, a cada uno de todos los hombres. Él mismo es el Amor que da la vida.

Por su nombre se presenta éste sano ante vosotros. Su entrega es eficaz. Su amor es capaz de transformar. Al morir por nosotros nos sana. Al entregar su vida engendra vida. Es el nombre de Jesucristo nazareno el único capaz de salvar totalmente, definitivamente. La acción del Buen Pastor una vez resucitado se caracteriza por la fuerza, por la energía salvadora. La Resurrección pone de relieve que el amor del Buen Pastor no era inútil o estéril, sino muy eficaz. Las conversiones y sanaciones realizadas por medio de los Apóstoles lo atestiguan.

¡Somos hijos de Dios!. También en esto se manifiesta la fuerza de la Resurrección. En su victoria, Cristo nos arrastra a vivir su misma vida de Hijo, su misma relación con el Padre. Somos hijos en el Hijo. En Cristo somos hijos de Dios. En la Vigilia Pascual hemos renovado las promesas de nuestro bautismo y el mejor fruto de la Pascua es un acrecentamiento de la vivencia de nuestro ser hijos de Dios. (1)

2.    PRIMERA LECTURA

San Pedro resalta la importancia única de Jesús: no existe otro nombre por el que podemos alcanzar la salvación. El discurso de Pedro ante el Sanedrín, resumido aquí en unos pocos versículos, nos presenta la síntesis del mensaje cristiano reducido a su núcleo más central, tal como lo anunciaban los apóstoles después de Pentecostés: Sólo en Jesús Nazareno está la salvación, pretender buscarla fuera de él es una empresa condenada al fracaso.

Pedro habla claro: el Jesús rechazado por los jefes y los ancianos de Israel es el único nombre salvador. No hay más que una opción. Jesús ya no está aquí, pero todo se puede lograr “en su nombre”.

Creer en él es creer que, ya desde ahora, es posible prolongar su victoria mesiánica sobre el pecado y la muerte.

Lectura de los Hechos de los apóstoles 4, 8-12

En aquellos días: Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: “Jefes del pueblo y ancianos, ya que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue sanado, sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el Nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos. Él es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular. Porque, en ningún otro existe la salvación, ni hay bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos”.

Palabra de Dios.

2.1  LLENO DEL ESPÍRITU SANTO

“En aquellos días: Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: “Jefes del pueblo y ancianos, ya que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue sanado”. El milagro del lisiado de nacimiento, magníficamente aprovechado por Pedro en su discurso estaba dando mucho que hacer a las autoridades religiosas judías, que, de una parte, no podían negar el hecho, y, de otra, se obstinaban en no creer, metiéndose por el único camino que parecía quedarles abierto: tapándolo con tierra y que nadie vuelva a hablar del asunto. Sin embargo a esta solución, que tratan de imponer por la fuerza, responden Pedro y Juan con admirable valentía, diciendo que hay que obedecer a Dios antes que a los seres humanos, y que ellos no callarán (Hech 4, 19-20). Esa misma valentía habían demostrado antes, cuando les preguntaban con qué poder y en nombre de quién habían hecho el milagro (Hech 4, 7). Es admirable la respuesta de Pedro, diciendo que en: “Nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret”, a quien ellos “crucificaron y Dios resucitó de entre los muerto”  y que en “ningún otro existe la salvación”. Palabras de enorme alcance, en que se omite toda mención de la Ley, en la que no se puede ya confiar para conseguir la salvación.

San Pedro aplica aquí a Jesucristo una cita de Sal 117:22, que ya el mismo Jesús se había aplicado a sí mismo (cf. Mc 12:10), diciendo que, aunque rechazados por los judíos, él es la piedra angular de la nueva casa de Israel; “Él es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular.”

Cabe destacar la expresión ni hay bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos”, haciendo resaltar la sobresaliente dignidad de Jesucristo. En la misma línea de pensamiento hemos de interpretar las expresiones de bautizar o predicar “en su nombre”, invocar “su nombre”, padecer “por su nombre” etc.,  son quizá la prueba más clara de que desde el principio la comunidad cristiana reconocía como Dios al Cristo exaltado a la derecha del Padre.

Interesante hacer notar que San Lucas, antes de darnos estas magníficas respuestas de Pedro, dice que éste responde lleno del Espíritu Santo”. Se cumple así lo que el Señor había prometido para después de su muerte, y en que se viene haciendo con insistencia desde el comienzo del libro de los Hechos (cf. 1:5-8; 2:4.38). Con razón se ha llamado a este libro, ya desde antiguo, el evangelio del Espíritu Santo.

3.    SALMO

Haciéndose eco del anuncio de Pedro, el salmo da gracias y glorifica al Señor. Participarnos de esta oración, aclamando: Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor.

Sal 117,1. 8-9. 21-23. 26. 28-29

R. Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor.

O bien: Aleluya.

¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres; es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los poderosos. R.

Yo te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. R.

¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor: Tú eres mi Dios, y yo te doy gracias; Dios mío, yo te glorifico. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! R.

  3.1  ESTE SALMO DA GRACIAS Y GLORIFICA AL SEÑOR.

Este salmo que cantamos hoy, en el cuarto domingo de Pascua, es un himno triunfal, el salmista entona un himno de acción de gracias por una victoria recientemente obtenida contra los enemigos de Israel, ¡Aleluya!. Este salmo es el último del grupo aleluyático (“Gran Hallel”) y resume un profundo sentido eucarístico. El Señor ha liberado milagrosamente a su pueblo de un gran peligro y el poeta, recogiendo el sentir colectivo, expresa, durante una procesión al templo para ofrecer las víctimas eucarísticas, los sentimientos de gratitud hacia el Dios.

“¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!”. El Señor, es salvador de su pueblo. Expresa más adelante el salmista: “En la angustia invoqué al Señor, y me escuchó, poniéndome en salvo”. Y a continuación el salmista declara cómo el Señor ha mostrado su piedad con él, pues le ha librado de una situación angustiosa En realidad, teniendo a su favor a el Señor, nada puede temer de sus enemigos: “Está por mí Señor: ¿Qué puedo temer? ¿Qué podrá hacerme el hombre? Está el Señor por mí como socorro mío” (v 6-7)

Y luego el salmista pone toda su confianza en Dios: Es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres”. …...”Fui fuertemente empujado para que cayera, pero fue el Señor mi auxilio. El Señor es mi fortaleza y a Él le canto salmos; fue para, mí la salvación.” (v13) Los auxilios humanos son insuficientes y aun engañadores por eso; es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los poderosos”, porque el Señor no engaña y es omnipotente

Sucedió que, el pueblo de Dios, minúsculo en apariencia, ha sido despreciado por los grandes imperios, pero ahora se ha convertido, según los planes divinos, en piedra cabecera angular del edificio de todas las naciones: La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular”. Los constructores del edificio de la historia humana no habían reparado en una piedra despreciable por su tamaño, pero que en los designios de Dios ocupa el lugar central de la vida espiritual de los pueblos, ya que es la clave en el proceso del establecimiento del reino de Dios en la tierra.

Israel es, en efecto, la piedra angular en el edificio de la salvación de la humanidad, pues es el vehículo de transmisión de los designios salvadores de Dios en la historia. Jesucristo se aplicó este texto a sí mismo, pues las clases dirigentes de Israel no le han querido reconocer como Mesías, cuando es la piedra angular del mesianismo: “Y Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?” (Mt 21,42). En efecto, Cristo es el punto de conjunción del Israel de las promesas y el de las realizaciones mesiánicas universalistas.

“Yo te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación”. El salmista, entusiasmado ante los destinos de Israel, dice: obra del Señor es ésta; la actual victoria y liberación forma parte de un proceso providencialista de Dios: Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos”.  La resurrección de Israel después del exilio babilónico prueba su elección entre todos los pueblos. El Señor es fiel a sus antiguas promesas, y ello es prenda del glorioso futuro que espera al pueblo elegido.

Este día de la liberación de Israel es el día que hizo el Señor. En Nehemías 8:17: …”hubo gran regocijo”, se habla del gran día de fiesta en honor del Señor después de la reconstrucción de la ciudad. En una situación análoga debemos entender estas frases del salmista, invitando a la alegría general por el éxito logrado. Entusiasmado ante el espectáculo de júbilo, pide al Señor que continúe protegiendo a su pueblo: “Oh Señor, sálvanos! ¡Oh Señor, haznos prosperar”! (v.25). Al hacer su entrada en el templo el presidente del cortejo procesional, una voz proclama enfáticamente: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Las muchedumbres de Jerusalén saludan con estas palabras del salmo a Jesús al entrar triunfante en la ciudad santa. El grito de “¡Hosanna!” está también tomado del (v.25) de este salmo procesional, que debía de ser muy recitado por los peregrinos al entrar en la ciudad santa.

3.2  NOSOTROS LOS BENDECIMOS DESDE LA CASA DEL SEÑOR”

El jefe del coro declara que su bendición hacia el pueblo, Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor”, que avanza con su jefe al frente, procede de la casa del Señor, que es el Dios que ha mostrado su poder ahora de modo esplendoroso, como en otro tiempo en la liberación de Egipto: “Mi fortaleza y mi canción es Yahvé. Él es mi salvación. El, mi Dios, yo le glorifico, el Dios de mi padre, a quien exalto”. (Éxodo (SBJ) 15). Con sus intervenciones salvadoras ilumina a su pueblo, espantando las tinieblas de la noche de la calamidad y favoreciéndole constantemente. Durante la travesía del desierto, el Señor iluminaba a su pueblo en una columna de fuego por la noche: “El Señor iba al frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche”.  (Éxodo (SBJ) 13,21). En la bendición de Moisés sobre Aarón y sus hijos se dice: “El Señor te bendiga y te guarde; ilumine el Señor su rostro sobre ti y te sea propicio; El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”.  (Números (SBJ) 6, 24-26). Él salmista — probablemente un levita — juega con todas estas reminiscencias bíblicas para declarar la protección salvadora y luminosa del Señor sobre su pueblo en este momento de triunfo y liberación.

Finalmente, se invita a todo el pueblo a desplegarse procesionalmente en el templo con los ramos o ramajes en las manos. Según la Mishná, el día de los Tabernáculos se descendía a un valle vecino a Jerusalén a recoger ramos de sauce, que se llevaban, con ramos de mirto y palmas, al templo, dejándolas en el lado del altar. El salmista parece aludir a una costumbre similar, al invitar a poner los ramos en los ángulos o cuernos del altar: Yahvé es Dios; Él nos ilumina. Ordenad la procesión con ramajes, (trayéndolas) hasta los cuernos del altar (v.27).

El salmo se cierra con la antífona inicial repetida por el pueblo: ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!

4.    SEGUNDA LECTURA

El fruto más maravilloso de la Pascua es que llegaremos a ser “semejante a Dios”. Nuestra filiación divina es un don del amor del Padre hacia nosotros. La ignorancia por parte del mundo de nuestra condición de hijos de Dios, revela también su ignorancia del Padre (v. 1). El ser hijos de Dios es un hecho presente ya ahora, pero al mismo tiempo encierra una promesa que será realidad sólo al final de los tiempos: la semejanza con Dios que derivará de la visión directa que tendremos de él, al final de los tiempos, ya que la condición de hijo de Dios es ofrecida gratuitamente a todo ser humano de cualquier tiempo y cultura.

Lectura de la primera carta de san Juan, 1Jn 3, 1-2

Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él.

Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Palabra de Dios.

4.1  QUISO QUE NOS LLAMÁRAMOS HIJOS DE DIOS

El nuevo nacimiento del cristiano le confiere el nombre y, en cierto sentido, la naturaleza de hijo de Dios. Ese nacimiento tiene lugar en el bautismo. El amor de Dios es tan generoso, que llega a engendrar al hombre por amor a la vida divina. El cristiano no es llamado hijo de Dios únicamente por una ficción jurídica y extrínseca, sino que es realmente hijo de Dios. Y San Juan, maravillado, nos recuerda el don extraordinario de la filiación divina: Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente”.

Dios nos ha amado tanto, que, no contento con darnos a su Hijo único, nos ha hecho a nosotros mismos hijos suyos por adopción comunicándonos su propia naturaleza. Si tal es la dignidad del cristiano, nada tiene de particular que el mundo no los conozca. “Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él.” Aquí la palabra mundo está tomado aquí en sentido despectivo: designa a los enemigos de Dios. Como nuestra dignidad sobrenatural es una participación misteriosa de la vida de Dios, los que no conocen a Dios tampoco conocerán a los hijos de Dios. Ya lo había anunciado nuestro Señor: Los que han de perseguir a los discípulos de Cristo, “lo harán porque no conocieron al Padre ni al Hijo.”

El amor divino es una realidad espiritual que no cae bajo el dominio de los sentidos. Pero aunque sea espiritual es perceptible en sus efectos  y objeto de la fe. Este amor divino es una realidad existente que Dios nos da  gratuitamente. Este don concedido por el Padre a los creyentes es Dios mismo, que nos hace partícipes de su naturaleza divina por medio de la gracia y nos hace hijos del mismo Dios. El nacimiento a la vida divina es atribuido aquí al amor del Padre, ese amor maravilloso de Dios con el que ama tiernamente a los cristianos como a sus propios hijos.

Este amor especial del Padre a los discípulos de Jesús se extiende a todos los que aman a su Hijo, a todos los verdaderos cristianos.

4.2  SEREMOS SEMEJANTES A ÉL, PORQUE LO VEREMOS TAL CUAL ES

El apóstol reitera luego;  Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía”. La dignidad que los cristianos poseen real-mente es ignorada del mundo e imperfectamente conocida por los mismos fieles, porque aún no ha producido todos sus efectos. Los misterios divinos sólo los podemos entrever aquí abajo como en enigmas, como a través de un espejo imperfecto, que refleja mal la imagen. Será en el cielo donde los hijos de Dios aparecerán lo que realmente son. “Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.” Hijos de Dios ya lo somos desde ahora, porque la vida eterna ya mora en nosotros. Pero la filiación divina tendrá su plena expansión solamente en el cielo, cuando los fieles vean a Dios “tal cual es”.

Por la fe ya conocemos nuestra, dignidad de hijos de Dios; más el premio que nos espera en el cielo sólo lo podemos pregustar en esperanza. Cuando aparezca Cristo glorioso en la parusía final o cuando se haya terminado nuestro perfeccionamiento sobrenatural, entonces gozaremos de la visión beatífica y nos haremos semejantes a Él, porque la filiación divina nos descubrirá su inmensa profundidad al conocer mejor nuestra semejanza con Dios. En el cielo veremos a Dios “cara a cara” y sin velos, con una visión inmediata, intuitiva, facial.

5.    EVANGELIO

Jesús es el Buen Pastor que da su vida por sus ovejas, las conoce y las quiere reunir en un solo rebaño. COMENTARIO: La imagen del pastor y sus ovejas puede parecer insólita en una cultura técnica y científica, pero el mensaje permanece válido. El buen Pastor, a diferencia del asalariado, vive entregado a su rebaño y no ahorra esfuerzos ni fatigas por salvarlo de los peligros, aun arriesgando su propia vida (vv. 11-13). Entre el buen Pastor y las ovejas se crea un conocimiento mutuo, similar al que existe entre el Padre y el Hijo (vv. 14-15). Al presentarse a sí mismo como buen Pastor (vv. 11.14.16), el Maestro sintetiza los tres criterios de la autoridad pastoral: estar pronto a dar la vida por las ovejas; compartir su vida para llegar a un verdadero conocimiento mutuo; tener el cuidado permanente de la comunión universal que respete a cada uno en su originalidad.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 10,11-18

Jesús dijo: “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa.

Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí – como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre – y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre.”

Palabra del Señor.

5.1  JESÚS ES LA PUERTA DEL REDIL

En el Capítulo anterior de este Evangelio, (Jn 10,1-10), Jesús es la Puerta del redil, en una parábola que es una alegoría, es decir algo figurativo en una vida pastoril. Puerta para ir, en la hora mesiánica, al pueblo, y el único Pastor al que han de seguir todos, como rebaño, para salvarse. Jesús comienza identificándose, alegóricamente, con la puerta del redil. Este es Israel, Él es la puerta de las ovejas. Pero el contexto exige que se refiera no a las ovejas, Israel, que entren o salgan por él, sino a los pastores que se acercan o quieren regir, religiosamente, a Israel y que boicotean el ingreso del pueblo en la fe de Jesús Mesías — en el redil cristiano de Israel — Mientras que el ladrón del rebaño (los fariseos), no entra por la puerta del redil, porque entra clandestinamente para perjudicar, así aquí, en cambio, siendo El la puerta, el que entra en el rebaño de Israel por medio de Jesús, que es con su fe y autoridad, ése será salvo, irá y vendrá, y encontrará pasto, el buen pasto espiritual, para su rebaño.

5.2  “YO SOY EL BUEN PASTOR”

En segunda parte, el Evangelio de hoy, Jesús nos presenta, alegorizando la parábola base, el anunciarse El cómo el Buen Pastor. Él se presenta como el Pastor, el bueno. Con ello quiere decir que en Él se encuentran las condiciones eminentes de un pastor; es decir, de un pastor espiritual digno de este nombre.

Jesús, es el buen pastor que da su vida por sus ovejas. Si en absoluta exigencia moral no se exigiese tanto, con ello se expresa la solicitud del Buen Pastor, Jesús, apuntándose con ello elementos alegóricos. Acaso esté inspirado en lo que David, tipo del Mesías, cuenta de sí mismo cuando era pastor: que perseguía al león o al oso que le había robado una oveja, hasta quitársela de sus fauces (1 Sam 17:34-36; cf. Ez 34:23; Is 31:4).

5.3  EL ASALARIADO, EN CAMBIO, QUE NO ES EL PASTOR.

Dice Jesús: El asalariado, en cambio, que no es el pastor. Pero frente al buen pastor está el pastor asalariado, que no puede tener, naturalmente, esta estimación por el rebaño. Y así, al ver venir al lobo, que es el enemigo tradicional de las ovejas, (Vayan, pero sepan que los envío como corderos en medio de lobos, san Lucas 10,3), abandona el rebaño, poniéndose a salvo, y el lobo las arrebata y las dispersa.

Leyendo a san Agustín, me doy cuenta que pensaba que en el pastor asalariado se representaba a los fariseos, y en el lobo que arrebata dispersa las ovejas, se significaba al diablo. Tratándose fundamentalmente de una parábola alegorizante, se ve ya que no todos los elementos exigen una interpretación alegórica. Aunque en el Νuevo Testamento, se usa la imagen de lobos rapaces para indicar las infiltraciones heréticas (Hech 20:28 ss), aquí parece ser un elemento más para la descripción del tipo, como no pasan, probablemente, de serlo los osos y los leones que David mataba (1 Sam 17:34-36). No lo es, en cambio, el ver en la pintura del pastor asalariado, no un simple recurso literario, sino una alusión intencionada a los malos pastores de entonces en Israel, los fariseos, ya que instintivamente se piensa en ellos por la estructura del relato.

5.4  CONOZCO A MIS OVEJAS, Y MIS OVEJAS ME CONOCEN A MÍ

Frente a estos malos pastores, que huyen ante los peligros de su rebaño, Jesús es para su rebaño de Israel el buen pastor, que de tal manera lo vigila, lo apacienta y  que hasta llega a dar su vida en provecho de sus ovejas. Lo que aquí dice, sapiencialmente, como condición de todo buen pastor, con el que se identifica, como los indica en este evangelio. Es la enseñanza y profecía de la muerte redentora de Jesús.

Dice Jesús; Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí. También Jesús, nos enseña un segundo aspecto de su obra de buen pastor, es el conocimiento que Él tiene de sus ovejas, lo mismo que el que ellas tienen de Él. Y esto en su doble aspecto, es decir las ovejas de Israel y las de los gentiles.

5.5  COMO EL PADRE ME CONOCE A MÍ Y YO CONOZCO AL PADRE

Luego Jesús agrega: -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- Entre Jesús y sus ovejas hay un conocimiento recíproco. Pero el conocimiento universal y sobrenatural de Jesús a las ovejas de su rebaño está muy evidente. No es por alguna señal externa, sino por algo más íntimo, más profundo y auténtico, basado en una semejanza de cómo el Padre y el Hijo se conocen, que no es solamente por un conocimiento intelectual, sino por un conocimiento a la vez intelectual y amoroso.

No se trata aquí de las relaciones metafísicas del Padre y el Verbo, sino de las relaciones mutuas del Padre y el Hijo encarnado — conocimiento y amor recíproco de ambos (Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, Mt 11:27) —, que es el tema del evangelio de San Juan, y cómo podrá el Hijo dar su vida por las ovejas. San Juan dice en otro pasaje, suponiendo este conocimiento amoroso: “Y todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn 4, 7.8;). Calcado este conocimiento y amor en el conocimiento amoroso del Padre y del Hijo encarnado, se sigue que, en sus ovejas, este conocimiento es sobrenatural, y este amor es de caridad. Estas ovejas aman a Jesús como al Hijo de Dios encarnado.

5.6  LA TERNURA CON QUE JESÚS CONOCE Y AMA.

Si en el fondo de todo este conocimiento amoroso hay una predestinación (Jn 6:44.65), lo que resalta inmediatamente es la ternura con que Jesús conoce y ama. Y son las ovejas que conocen su voz, y Él va delante de ellas en su vida y las llama por su nombre. Así llamó a sus apóstoles e incluso materialmente a Pedro, cambiándole el nombre y preguntándole un día por su amor, Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? (Jn 21:15), lo mismo que llamó por su nombre a María Magdalena (Jn 20:16).

Pero, diciendo aquí que conoce a sus ovejas, y que éstas, y no habla de otras, le conocen, al modo amoroso que indica, hace ver que se refiere a sus discípulos. Es ya un conocimiento amoroso actual. Por tanto, saben quién es El — el Hijo de Dios —; y así le aman. Y amándole como a tal, le siguen: son sus discípulos.

5.7  EL PADRE ME AMA PORQUE YO DOY MI VIDA PARA RECOBRARLA

Dice Jesús: Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Un aspecto de gran importancia, de este Buen Pastor, es que tiene que extender su solicitud a la universalidad del rebaño, Por eso lo proclama con el ansia del verdadero Buen Pastor. Las otras ovejas, contrapuestas a las que ya tiene en el redil del cristiano Israel, el redil que estaba bajo la conducción del Pastor divino, son los gentiles.

Dice Jesús: “El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla”. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre”. Para esta obra, Jesús tiene un mandato del Padre. Jesús en toda su obra no hace más que obedecer el plan del Padre. El mismo dirá, valorando este mandato recibido: Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor, (Jn 15,10). Es la doctrina que el Νuevo Testamento enseña sobre Jesús: su obediencia a los mandatos del Padre. Y así, por esta obediencia y sumisión total a los planes del Padre, por todo esto, Jesús está siendo también siempre amado por el Padre (Jn 5:20).

5.8  NO HABRÁ MÁS QUE UN PASTOR, EL ÚNICO, EL BUEN PASTOR

El Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, un Pastor para todos y que lo da todo, pero en el sentido de ser necesario, como es tan frecuente en San Juan, por ser los planes de Dios, que a todos los tenga en su rebaño; que oigan, eficazmente, su voz, que le conozcan amorosamente, como las ovejas cristianas del otro redil, a fin de que El las conduzca como rebaño único, que El guía a la vida eterna, que abundantemente les da. Y así no habrá más que un Pastor, el único, el Buen Pastor, que conduce al cielo, a la vida, a un único rebaño, compuesto de los fieles de Israel y de todo el mundo. Es a un tiempo la enseñanza de la vocación universal de las gentes y la profecía de su incorporación al rebaño de Jesús. Es el tema que Juan se complace en destacar.

La Iglesia es el rebaño a que se refiere Jesús, nosotros podemos pensar en verdad que somos las ovejas del rebaño de Jesús, el Buen Pastor, por tanto, podemos tener confianza y esperanza, estas, fundadas en la palabras y promesas del Buen Jesús, él nos cuida y nos cuidará, nos dará en las verdes praderas, buenos pastos espirituales, nos defenderá de nuestro enemigos, nos ayudará en nuestros cansancios y nos permitirá descansar junto a Él.

Que Cristo Resucitado, viva en sus corazones

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

CUARTO DOMINGO DE PASCUA CICLO B

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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