Reflexión desde las Lecturas del V Domingo de Pascua, Ciclo A

 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    EXPERIENCIA DEL RESUCITADO

La segunda lectura nos recuerda que los cristianos somos un pueblo que Dios ha elegido “para anunciar las maravillas de Aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz. La Iglesia no vive de recuerdos. A Cristo no le conocemos sólo por lo que hizo, sino sobre todo por lo que hace. Cada generación cristiana y cada cristiano están llamados a experimentar en primera persona la presencia, la vida y la fuerza del Resucitado.

No se trata de recuerdos pasados, sino de realidad presente. Lo mismo que los israelitas experimentaron “en propia carne” la liberación de la esclavitud de Egipto, lo mismo que los apóstoles “comieron y bebieron” con el Resucitado, así nosotros conocemos a Cristo por esas hazañas que realiza al sacarnos de las tinieblas de la muerte y del pecado. Cristiano es el que conoce a Cristo por experiencia, porque experimenta “la fuerza de su resurrección y la comunión en sus padecimientos” (Fil 3,10), porque es tocado por la eficacia de la fuerza poderosa que Dios despliega en Cristo Resucitado (Ef 1,19-20).

El que realmente experimenta en su vida esta acción del Resucitado necesita proclamar las hazañas que el Señor ha realizado en él. El verdadero cristiano es necesariamente testigo, y por eso “no puede callar lo que ha visto y oído” (Hechos 4, 20).

Desde ahí se entiende el Evangelio: “Les aseguro que el que cree en Mí hará también las obras que Yo hago”. Lo mismo que Cristo hace cosas grandes porque está unido al Padre, porque el Padre y Él son una sola cosa, porque el Padre permaneciendo en Él hace las obras, así también ocurre entre el cristiano y Cristo. Cristo Resucitado se une a nosotros, vive en nosotros. El que está unido a Cristo, el que deja que Cristo viva en él, realiza las obras de Cristo. La condición es estar unido a Él por la fe: “el que cree en mí”. Si no suceden “obras aún mayores” es porque nos falta fe. “Si tuvierais fe como un granito de mostaza...”.

2.    PRIMERA LECTURA Hech 6, 1-7

En medio de una comunidad viva, en el que cada día aumentaba el número de fieles, son instituidos los primeros Diáconos por parte de los Apóstoles. Tendrán la tarea de atender las necesidades materiales de sus hermanos.

Lectura de los Hechos de los apóstoles.

En aquellos días: Como el número de discípulos aumentaba, los helenistas comenzaron a murmurar contra los hebreos porque se desatendía a sus viudas en la distribución diaria de los alimentos. Entonces los Doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No es justo que descuidemos el ministerio de la Palabra de Dios para ocuparnos de servir las mesas. Es preferible, hermanos, que busquen entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y nosotros les encargaremos esta tarea. De esa manera, podremos dedicarnos a la oración y al ministerio de la Palabra». La asamblea aprobó esta propuesta y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe y a Prócoro, a Nicanor y a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía. Los presentaron a los Apóstoles, y éstos, después de orar, les impusieron las manos. Así la Palabra de Dios se extendía cada vez más, el número de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén y muchos sacerdotes abrazaban la fe.

Palabra de Dios.

2.1  NO ES JUSTO QUE DESCUIDEMOS EL MINISTERIO DE LA PALABRA DE DIOS PARA OCUPARNOS DE SERVIR LAS MESAS

Este relato, nos explica la necesidad de la institución de los diáconos, sucedida; “En aquellos días.

El incidente aquí contado indica que, dentro mismo de la Iglesia, “los helenistas comenzaron a murmurar contra los hebreos. Se habían ido formando dos grupos, el de los palestinenses o hebreos y el de los helenistas. Desde un principio, entraron a la Iglesia no sólo judíos palestinenses, sino también judíos helenistas o de la diáspora, con residencia o de paso en Jerusalén. Y una consecuencia fue que en el servicio cotidiano, es decir, en la distribución de los medios ordinarios de sustento que cada día se hacía a las “viudas” de los helenistasy la queja era; “porque se desatendía a sus viudas en la distribución diaria de los alimentos.

La queja de los helenistas, a juzgar por el proceder consiguiente de los apóstoles,  parece que tenía serio fundamento. Algunos han querido deducir del texto bíblico que los encargados de esa distribución eran los mismos apóstoles, pues tratan de disculparse diciendo; No es justo que descuidemos el ministerio de la Palabra de Dios para ocuparnos de servir las mesas, y que, al no poder hacerlo ellos bien, conviene buscar otra solución. Pero tal deducción va más allá de lo que exige el texto. En él no se dice que los apóstoles, dadas sus otras ocupaciones, deban dejar ese servicio, sino que no pueden asumirlo. Más bien se supone que el servicio lo venían desempeñando otros, que serían los responsables de la negligencia en cuestión; y esos otros, contra los que iban dirigidas las quejas de los helenistas, eran “hebreos”, es decir, judíos nacidos en Palestina.

2.2  BUSQUEN ENTRE USTEDES A SIETE HOMBRES DE BUENA FAMA, LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO Y DE SABIDURÍA

La propuesta hecha por los apóstoles es que la comunidad misma elija siete de sus miembros para ponerlos al frente de ese servicio; Es preferible, hermanos, que busquen entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y nosotros les encargaremos esta tarea”. La idea fue muy bien recibida; “La asamblea aprobó esta propuesta.

Los siete elegidos por la multitud son constituidos en su cargo por los apóstoles, cuando éstos; “después de orar, les impusieron las manos”.  No se conoce con certeza el porqué del número siete. Se han intentado dar muchas explicaciones. Desde luego, siete era un número sagrado para los judíos, y quizá no sea necesario buscar otras razones.

Los siete llevan nombres griegos, y de uno expresamente se dice que era “prosélito” de Antioquía; “eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe y a Prócoro, a Nicanor y a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía, es decir, pagano de nacimiento, pero incorporado luego al judaísmo por haber abrazado la religión judía y aceptado la circuncisión. Es probable que también los otros seis, dados sus nombres, pertenecieran al grupo de los helenistas, que fue el grupo que había presentado las quejas. Con todo, el argumento no es seguro, pues tenemos el caso incluso de algunos apóstoles, como Andrés y Felipe, con nombres griegos, y, sin embargo, eran nativos de Palestina. Del primero, Esteban, San Lucas habla luego ampliamente (cf. 6:8-8:2); también habla de Felipe (cf. 8:5.26.40; 21:8). De los otros cinco no vuelve a hablar, y nada sabemos.

2.3  LA ORACIÓN Y LA IMPOSICIÓN DE MANOS

Una de las razones que da el texto es; “De esa manera, podremos dedicarnos a la oración y al ministerio de la Palabray en el rito por el que fueron constituidos en su oficio por los apóstoles fue la oración y la imposición de manos; “Los presentaron a los Apóstoles, y éstos, después de orar, les impusieron las manos. Se destaca entonces la importancia de la oración en todas ls actividades.

Por otra parte, es la primera vez donde hablan aquí los Hechos de una verdadera ordenación litúrgica. El rito de la “imposición de manos” puede tener otros significados, pero puede tener también el de cierta consagración en orden a una función pública en la Iglesia, como vemos ser el caso en algunos pasajes de las pastorales (cf. 1 Tim 4:14; 5:22; 2 Tim 1:6), y como, atendido el contexto, creemos ser aquí.

El hecho mismo de que los apóstoles les confieran el cargo por la imposición de manos unida a la oración induce a pensar que no se trataba sólo de una función administrativa, sino de algo más elevado y espiritual. La queja de los helenistas (v.1) habría sido ocasión de que los apóstoles, al mismo tiempo que pensaban en poner remedio a aquella necesidad concreta de tipo administrativo, pensasen en algo más completo y permanente, la institución de los diáconos, que fuesen sus auxiliares en la celebración de los divinos misterios y en la predicación del Evangelio; “Así la Palabra de Dios se extendía cada vez más”.

Como final de la narración, San Lucas, vuelve a señalar los continuos progresos de la Iglesia; “el número de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén”. Esta vez, además, nos da el dato concreto de que entre los convertidos había; “muchos sacerdotes abrazaban la fe”. Probablemente estos sacerdotes pertenecían a la clase modesta, del tipo de Zacarías (cf. Lc 1:5), y no a las grandes familias sacerdotales. Por lo demás, su adhesión a la fe cristiana no impedía que siguieran ejerciendo sus funciones sacerdotales, al igual que los simples fieles e incluso los apóstoles seguían asistiendo a los actos de culto en el templo (cf. 2:46; 3:1; 21:20-26), pues entre judaísmo y cristianismo no se había producido aún la ruptura.

3.    SALMO Sal 32, 1-2. 4-5. 18-19

Este salmo es un poema y un himno a la omnipotencia y justicia del Señor. Se canta el señorío de Dios sobre el universo como Creador y su fidelidad hacia su pueblo elegido, Israel, y a los que le son fieles. En este sentido, la composición es como una justificación de la exhortación a alegrarse en el Señor.

El estilo es majestuoso y solemne, “Aclamen, justos, al Señor”, es una gran invitación a alabar al Señor,  digno de especial alabanza y confianza: por sus atributos morales, “Porque la palabra del Señor es recta”,  por su misericordia y su protección ante la muerte.” Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles… para librar sus vidas de la muerte”.

R. Señor, que descienda tu amor sobre nosotros.

O bien: Aleluya.

Aclamen, justos, al Señor: es propio de los buenos alabarlo. Alaben al Señor con la cítara, toquen en su honor el arpa de diez cuerdas. R.

Porque la palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. R.

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.

3.1  ACLAMEN, JUSTOS, AL SEÑOR

El salmista hace una invitación a la alabanza, “es propio de los buenos alabarlo”  e estimula que se haga con acompañamiento musical. “. Alaben al Señor con la cítara, toquen en su honor el arpa de diez cuerdas”. El salmista llama a los justos, es decir a los buenos, a los que son parte del pueblo escogido. Alabanza y acción de gracias se encuentran con frecuencia unidas.

Los justos son los más obligados a alabar al Señor, pues son el objeto predilecto de su providencia en la historia; es así como el salmista quiere que acompañen sus cánticos con toda clase de instrumentos: cítara y arpa de diez cuerdas. Y con ellos deben entonar un nuevo canto de acción de gracias por los beneficios nuevos que cada uno recibe en su vida del Omnipotente. Esta aclamación es acompañada de melodías, interpretadas en honor del Señor, con cantos que son enunciados de fe y anhelos que nacen desde el interior, como manifestación de felicidad y seguridad en Dios.

3.2  PORQUE LA PALABRA DEL SEÑOR ES RECTA Y ÉL OBRA SIEMPRE CON LEALTAD.

El salmista se refiere a términos como la “palabra”, con el deseo de celebrar la palabra creadora de Dios, la “lealtad” porque admira la nobleza de Dios, la “justicia”, porque reconoce a un Dios ecuánime y el “Amor”, porque él siente y conoce el cariño y la amistad de su Dios con él y todo su pueblo. Es así entonces que canta con alegría: “Porque la palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor”. Todo ellos porque tiene la confianza que el Señor es fiel a su palabra, y todas sus acciones llevan el sello de la verdad y de la fidelidad a sus promesas de protección a los justos y cumplidores de su Ley. Toda su providencia está gobernada por las exigencias de la justicia y del derecho, que es la aplicación de aquélla en cada acto, es así como toda la tierra rebosa de la bondad y piedad del Señor.

3.3  LOS OJOS DEL SEÑOR ESTÁN FIJOS SOBRE SUS FIELES

El salmista nos habla de cómo el Señor mira a sus amigos, a los fieles, “Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles”, frecuentemente agobiados y al borde del peligro de muerte, los estimula a tener esperanza en el Señor de que Él nos los abandonará y tampoco permitirá que se hundan en el abismo de la desgracia, refiriéndose a los que “esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia”. Por tanto, el salmo pasa a ser una llamada de fe y esperanza en el Señor que se compadece de la debilidad de los hombres.

La omnipotencia divina está al servicio del justo, objeto de sus complacencias; por eso, en las horas del adversidad y de la miseria, los libra de la muerte violenta y los mantiene en y los mantiene y necesidad.

Tal como era el deseo del salmista, es también nuestro anhelo el ser objeto compasivo y amoroso de la piedad divina, porque siempre estamos necesitados de la protección de Dios todopoderoso, por eso nos unimos con entusiasmo al canto de la antífona, “Señor, que descienda tu amor sobre nosotros”

4.    SEGUNDA LECTURA 1 Ped 2, 4-10

Los fieles serán piedras vivas de la Iglesia si se les enseña y ayuda a vivir su sagrado sacerdocio bautismal.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro.

Queridos hermanos: Al acercarse al Señor, la piedra viva, rechazada por los hombres pero elegida y preciosa a los ojos de Dios, también ustedes, a manera de piedras vivas, son edificados como una casa espiritual, para ejercer un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo. Porque dice la Escritura: «Yo pongo en Sión una piedra angular, elegida y preciosa: el que deposita su confianza en ella, no será confundido». Por lo tanto, a ustedes, los que creen, les corresponde el honor. En cambio, para los incrédulos, «la piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: piedra de tropiezo y roca de escándalo». Ellos tropiezan porque no creen en la Palabra: esa es la suerte que les está reservada. Ustedes, en cambio, son «una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido» para anunciar las maravillas de Aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz. Ustedes, que antes no eran un pueblo, ahora son el Pueblo de Dios; ustedes, que antes no habían obtenido misericordia, ahora la han alcanzado.

Palabra de Dios.

4.1  “TAMBIÉN USTEDES, A MANERA DE PIEDRAS VIVAS”

En esta nueva sección el apóstol exhorta a sus lectores a acercarse a Cristo para unirse más íntimamente a Él, como a una piedra viva y angular del edificio místico de la Iglesia. La Iglesia, o comunidad cristiana, se edifica, en sentido realmente arquitectónico, por la unión de los convertidos a la piedra angular, que es el mismo Cristo. La piedra viva es Cristo resucitado y glorioso; “la piedra que los constructores rechazaron”, rechazado por los jefes del pueblo judío, pero escogido por Dios. Cristo es una piedra viviente, capaz de crecimiento y expansión, y que puede dar vida a los demás. Los cristianos han de ser también piedras vivas; “también ustedes, a manera de piedras vivas edificadas sobre Cristo como piedra angular. Han de formar con El un edificio espiritual, es decir, un organismo vivo, animado por el Espíritu Santo, y en íntima unión con Cristo, porque el desarrollo espiritual de los cristianos no puede tener lugar si no es en la comunidad, en la Iglesia. Pero los cristianos no sólo componen el edificio espiritual, que es la Iglesia, sino que son también ministros de él, puesto que constituyen un nuevo sacerdocio santo, es decir, están consagrados al servicio de Dios, para ofrecerle sacrificios espirituales, como la oración, la alabanza de los labios, la santidad de vida, la labor apostólica, la mortificación y hasta el martirio. Estos sacrificios espirituales son agradables a Dios si son ofrecidos a Dios por medio de Jesucristo, nuestro Sumo Pontífice y único Mediador al lado de Dios.

Los cristianos somos al mismo tiempo templo y sacerdocio. Del mismo modo que los sacerdotes son los intermediarios entre Dios y el pueblo, así todos los cristianos, formando colectivamente la Iglesia, tenemos que ser los intermediarios entre Dios y los hombres, continuando la misión del pueblo judío, cuyo sucesor y heredero es el pueblo cristiano.

4.2  JESUCRISTO ES LA PIEDRA ANGULAR

Jesucristo es la piedra angular, principio de salud para los que creen en El; pero, al mismo tiempo, es tropiezo para los incrédulos, que se escandalizan de la cruz. San Pedro cita un texto de Isaías para probar esto. “Porque dice la Escritura: Yo pongo en Sión una piedra angular, elegida y preciosa: el que deposita su confianza en ella, no será confundido. Del mismo modo que el profeta expresaba, bajo la metáfora de la piedra angular, la protección divina sobre Jerusalén, así también el apóstol ve en dicha piedra una imagen del Mesías, el garante supremo de la salud de Israel. Ya la teología judía veía en esta piedra, puesta por el Señor en Sión, una imagen del Mesías.

Isaías, en el Libro del Emmanuel, anuncia que el Señor “será piedra de escándalo y piedra de tropiezo para las dos casas de Israel”, es decir, que será ocasión de la ruina de las dinastías de Israel y de Judá. San Pedro aplica a Cristo este texto que miraba directamente a Dios. También Jesucristo, a pesar de haber venido a salvar a todos los hombres, será ocasión de ruina espiritual para los que vengan a tropezar en la palabra, o sea en el Evangelio.

Los fieles se apoyan, mediante la fe, en esa piedra angular, que es Cristo. Y por esta misma fe se preparan para tomar parte el día de mañana en el honor y en la gloria de Jesucristo al lado del Padre. Los incrédulos, por el contrario, serán confundidos, porque rehusaron creer; En cambio, para los incrédulos, la piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: piedra de tropiezo y roca de escándalo. Dios, en castigo por su incredulidad, permite que vayan a tropezar y a destrozarse contra la piedra, que había sido puesta para su salvación.

Dios había escogido entre todos los pueblos a Israel, y lo había amado como a su hijo primogénito, confiriéndole la dignidad sacerdotal, propia del primogénito. Como el sacerdote es el intermediario entre Dios y el pueblo, así Israel, como primogénito entre todos los pueblos, es el sacerdote intermediario entre Dios y la misma humanidad.

EVANGELIO Jn 14, 1-12

Jesucristo ha ido a prepararnos un lugar en el paraíso y vendrá a buscarnos. La condición para alcanzar ese puesto eterno es vivir en unión con Él, que es el camino, la verdad y la vida.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Durante la última cena, Jesús dijo a sus discípulos: «No se inquieten. Crean en Dios y crean también en Mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, ¿les habría dicho a ustedes que voy a prepararles un lugar? Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy». Tomás le dijo: «Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?». Jesús le respondió: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por Mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto». Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta». Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que Yo estoy en el Padre y que el Padre está en Mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en Mí es el que hace las obras. Créanme: Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en Mí hará también las obras que Yo hago, y aún mayores, porque Yo me voy al Padre».

Palabra del Señor.

5.1  CREAN EN DIOS Y CREAN TAMBIÉN EN MI

En este fragmento del evangelio, Jesús continúa su discurso de despedida, pero ahora, a las palabras de tristeza por la despedida, añade ahora palabras de consuelo y optimismo, al saber lo que significa su ausencia de ellos, que va a ser ventaja y misteriosa presencia en los mismos.

Se notan tres grupos de ideas, el significado de la ausencia de Jesús, el conocimiento recíproco del Padre y del Hijo, y manifestación de los mismos diversos frutos de la fe en Jesús ausente.

Jesús les levanta, ante su partida, el optimismo: que no haya inquietud y turbación. Y entonces Jesús dice: “Crean en Dios y crean también en mi”. Puesto que ya creen en Dios, que crean también en El; que esa fe en Él se mantenga y aumente en su ausencia, a pesar de que van a presenciar su muerte de cruz; que crean en El cómo en el Hijo de Dios, tema del evangelio de san Juan.

Con esa fe vendrán a saber lo que es optimismo. Por otra parte, el mandato simultáneo de la creencia en Dios y en Jesús, bajo igual condición, implica la divinidad de Jesús.

5.2  EN LA CASA DE MI PADRE HAY MUCHAS HABITACIONES

Asentado este tema, les hace ver que su partida, que va a ser por la muerte de cruz, no es una catástrofe. Él se va a la casa de su Padre, el cielo, donde hay muchas moradas. Jesús dice En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones Desde San Ireneo se quiso ver en estas muchas moradas los diversos grados de gloria. Pero no es esto lo que dice el texto. La enseñanza no es que el cielo sea para unos pocos; tiene una inmensa capacidad; allí caben todos. La imagen probablemente tiene por base el plano del templo, con sus múltiples habitaciones y compartimentos, y al que, Jesús un día llamó también la casa de mi Padre (Jn 2:16). Precisamente Él va al cielo como Hijo a la casa de su Padre.

Dice Jesús: ¿les habría dicho a ustedes que voy a prepararles un lugar? Esto les hace ver ya la solicitud por ellos, pues va a prepararles el lugar. San Agustín pensaba que esto lo hacía preparando aquí a los futuros moradores. Pero esta interpretación modifica sustancialmente la metáfora. La razón de esta preparación es que nadie podía ingresar en el cielo hasta que lo hiciese la humanidad de Jesús resucitado, ya que él es la primicia de toda la humanidad.

5.3  VOLVERÉ OTRA VEZ PARA LLEVARLOS CONMIGO

Pero Jesús no sólo va a prepararles el lugar, aunque directamente se dirige a ellos, la doctrina es universal, sino que, después de dejar preparado el cielo a los hombres con su ingreso en el mismo, anuncia su retorno para venir a llevarlos con El a su morada. Es así como Jesús dice: Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, Es lo que pedía al Padre en su oración sacerdotal ¿A qué momento se refiere esta venida? Se ha propuesto al momento de la muerte, a la parusía, o, sin precisar el momento, se afirmaría sólo el hecho.

No parece referirse al momento de la muerte. Es un tema no relatado con esta exclusiva y específica precisión en los evangelios. Generalmente se admite la parusía (1 Jn 2:28). Es el tema frecuente y esperanzado de la primera generación cristiana. Son muchas las alusiones que a ello hacen los escritos neotestamentarios. Especialmente San Pablo habla de la parusía de Jesús, en la que los justos salen al encuentro del Señor, que viene a buscarles, y así estaremos siempre en el Señor. Consolados con estas palabras (1 Tes 4:17.18).

Como Jesús, para consolar en su partida a sus apóstoles, les dice adónde va, por contigüidad lógica, les dice cuál es el camino para ir a donde Él se dirige. Los apóstoles aparecen con una gran ignorancia, no comprendiendo, como en otras ocasiones, las enseñanzas de Jesús. Anunciándoles que va al Padre, al cielo, debían comprender lo que ya les había dicho, en otras formas, tantas veces. Casi están tan ciegos como los judíos (cf. Jn 7:35ss; 8:22).

5.4  YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

Pero Tomás, en nombre de todos, dice que ignoran el camino. San Juan gusta recoger las escenas dialogadas. Y Jesús le hace una gran declaración: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.  Verdad y vida no tanto en cuanto Él las tiene en sí mismo (San Juan 1:4), sino en el sentido que tienen en el evangelio otras frases sapienciales semejantes: en cuanto Él comunica la verdad y la vida (San Juan 6:48-58; 8:12; 11:23ss).

Verdad y vida aparecen como dos expresiones sapienciales correlativas. Ya en el Antiguo Testamento la sabiduría es la que conducía por y a las vías de la vida. Jesús aquí se identifica con la sabiduría, que en algunos pasajes del Antiguo Testamento parecen revestir, preparar, la trascendencia divina de la misma. Jesús, es la Verdad; en medio de tanta mentira y falsedad. Para nosotros es una gran paz saber que esta verdad no cambia. Jesús es la vida, él es el centro de nuestros corazones, de todos los que desean vivir la bondad y el amor.

Jesús, es el camino en cuanto revela al Padre, nos da a conocer el camino que nos conduce a Padre; El mismo es el único acceso al Padre. Jesús es el camino, porque él nos mereció la gracia que nos hace hijos de Dios y herederos del cielo y de Él. Todo esto con su ejemplo que nos enseña el camino que hemos de seguir para llegar al cielo.

5.5  NADIE VA AL PADRE, SINO POR MÍ

Dice el Señor Jesús: “Nadie va al Padre, sino por mí”. Es camino para el Padre, porque nadie puede venir al Padre sino por mí, es decir, recibiendo su mensaje, que en San Juan es fe y obras (San Juan 3:21, etc.). Y en cuanto se depende vitalmente de Él, como el sarmiento de la vid (San Juan 15:1ss).

Jesucristo es Dios, una misma cosa con el Padre. Conocer a Jesucristo, es conocer a Dios, amar a Jesucristo es amar a Dios, servir a Jesucristo es servir a Dios.

Dice Jesús: "Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre”. Es decir nos promete para el futuro que sabremos de un conocimiento especial del Padre. ¿Es para cuando estén en las moradas que va a prepararles? Pero “Ya desde ahora lo conocen”,  es decir, desde el tiempo en que Él, durante su ministerio público, les hizo la gran revelación de Dios Padre, que envió a los seres humanos a su Hijo verdadero. Por eso, al conocer al Hijo, se conoce al Padre, en el sentido de que lo engendra, comunicándole su misma naturaleza divina, lo mismo que por comunicarle las obras que hace.

5.6  “SEÑOR, MUÉSTRANOS AL PADRE Y ESO NOS BASTA”

La insistencia de Jesús en tratar el tema del Padre, ha suscitado en algunos de ellos el deseo de un conocimiento más profundo y más experimental, es así como Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta” La pregunta de Felipe que pide les muestre al Padre, pensando que Jesús, que hizo tantos milagros, se lo manifestase ahora con una maravillosa teofanía, al estilo de lo que se pensaba de Moisés o Isaías, que habían visto a Dios, hace ver, una vez más, la rudeza e incomprensión de los apóstoles hasta la gran iluminación de Pentecostés.

De ese conocer al Padre y al Hijo se sigue que también han de saber que están el uno en el otro. ¿Cómo? Podría pensarse que por la unión vital e inmanencia del uno en el otro, por razón de la persona divina de Jesús; Pero seguramente se refiere al Verbo encarnado, como San Juan lo considera en el evangelio. Y así el Padre está presente en El, aparte de otras presencias, por las obras que le da a hacer. Dice en un texto, que es la mejor interpretación de éste: “Si no me creéis a mí, creed a las obras (milagros), para que sepáis y conozcáis que el Padre está en y Yo en el Padre”. (San Juan 10:38; cf. San Juan 14:20). El Padre está por la comunicación que le hace, y Él está en el Padre por la dependencia que su humanidad tiene de El para realizar los milagros y el mensaje.

Por último, para la garantía de esta mutua presencia y de la verdad de que quien lo ve a Él ve al Padre, remite a las obras que el Padre hace en El.

5.7  LES ASEGURO QUE EL QUE CREE EN MÍ HARÁ TAMBIÉN LAS OBRAS QUE YO HAGO

Luego Jesús nos hace una promesa, dice: Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre”. La primera promesa que nos hace es que no sólo harán las obras que Yo hago sino que aún las hará mayores. Y la razón es porque Él va al Padre.

La palabra obras, a las que Jesús se remite, es la garantía de su verdad. Ya el anuncio que Jesús hace a los suyos es de optimismo: su ausencia no los dejará en el fracaso, porque harán aún obras mayores que las que El hizo. ¿Qué obras son éstas?

5.8  LAS OBRAS QUE EL PADRE ME DIO A HACER

Cristo dice en otro pasaje: Las obras que el Padre me dio a hacer, esas obran dan testimonio en favor mío de que el Padre me ha enviado (San Juan 5:36). Es toda su obra mesiánica: su actividad, su enseñanza de las cuales los milagros son signos.

En esta misma línea mesiánica están estas obras que les promete hacer. Son la obra mayor de la expansión mesiánica, que Jesús tenía circunscrita a Palestina y que ellos llevarán hasta los confines de la tierra (Hechos 1:8). Harán las obras que El hizo, enseñar el mensaje y confirmarlo con milagros, y las harán mayores, por la extensión de ese mensaje y milagros por todo el mundo.

Es la interpretación que ya daba San Agustín: Con la predicación de los discípulos creyeron no unos pocos, como eran ellos, sino pueblos enteros. Y éstas son, sin duda, obras mayores. Y esta obra que van a hacer se debe a que Él va al Padre. Es El quien, por ellos, va a realizar y confirmar su obra de expansión mesiánica.

5.9  Y YO HARÉ TODO LO QUE USTEDES PIDAN EN MI NOMBRE

Más adelante en este mismo capítulo del Evangelio, dijo Jesús: “Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.” Siempre es Jesucristo continuando su obra, a través de sus apóstoles, para cumplir su misión: glorificar al Padre.

Jesús, conoce que  nuestro corazón se muestra a menudo inquieto por todo el mal que hay en el mundo y por nuestras mismas debilidades, por las traiciones y negaciones de las que nos consideramos capaces. Y ya que nos ha dicho que si pedimos en su nombre, El hará, le pedimos que aumente nuestra fe en El y en el Padre que nos has revelado. Él es el camino y pedimos seguirlo, Él es la verdad y deseamos conocerlo, Él es la vida y deseamos vivir en El y ver al Padre y glorificar su santo nombre ante todos los hombres.

Jesús al prometernos: “Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi nombre”, fue una forma de quedarse con nosotros, y que sintiéramos su presencia, ya que rezar, es ponerse en contacto íntimo con Jesús. Nada se resiste a la fuerza de la oración, pero hay que hacerla como Él nos dijo, en su nombre, es decir en su espíritu, en sus méritos y sus promesas, y aceptando su voluntad.

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

V Domingo de Pascua Ciclo “A”


Fuentes Bibliográficas:

www.caminando-con-jesus.org

Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

Fundación: www.gratisdate.org

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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