Reflexión desde las Lecturas del XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    “EL QUE SE HUMILLA, SERÁ ELEVADO”.

Jesús siempre va a lo esencial. Él, que conoce el corazón del hombre (Jn 2,25), sabe que, desde Adán, nuestro más grave mal es el deseo de sobresalir. Sin embargo, nunca es más grande el hombre que cuando se siente pequeño delante de Dios. La humildad es su lugar, pues no puede exhibir delante de Dios ningún derecho. Todo lo que es y tiene lo ha recibido: ¿De qué enorgullecerse? (1 Cor 4,7). Y, por otra parte, ¿qué son todas las grandezas humanas al lado del puesto en que hemos sido colocados por gracia junto a los santos, los ángeles y el mismo Dios?

“El que se humilla, será elevado”. Como tantas otras palabras del evangelio, esta frase nos da un verdadero retrato del propio Cristo. Él es el que verdaderamente se ha humillado, despojándose totalmente, hasta el extremo de la muerte en cruz. Por eso precisamente Dios Padre le ha exaltado sobremanera y le ha concedido una gloria impensable (Fil 2,6-11). Él nos enseña por dónde se alcanza ese oculto deseo de gloria que todos llevamos dentro. La humillación es el único camino, no hay otro. Cristo quiere desengañarnos y lo hace convirtiéndose él en modelo y caminando por delante.

2.    PRIMERA LECTURA Ecli 3, 17-18. 20. 28-29

Una de las virtudes que más debe caracterizar al hombre es la humildad, que incluye no ponerse por encima de los demás, no sentirse ni más grande ni mejor que los otros. De igual forma el hombre humilde, según el relato, atrae el amor de los demás junto con la compasión y misericordia de Dios.

Lectura del libro del Eclesiástico.

Hijo mío, realiza tus obras con modestia y serás amado por los que agradan a Dios. Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor, porque el poder del Señor es grande y él es glorificado por los humildes. No hay remedio para el mal del orgulloso, porque una planta maligna ha echado raíz en él. El hombre inteligente, medita los proverbios y el sabio desea tener un oído atento.

Palabra de Dios.

2.1   EL RECONOCIMIENTO DE SU NADA Y PEQUEÑEZ ANTE DIOS

La lectura de este fragmento del Eclesiástico, tomada del capítulo 3, nos invita a reflexionar unas recomendaciones sobre la modestia y misericordia. “Realiza tus obras con modestia y serás amado por los que agradan a Dios”. En los primeros versos, comienza advirtiendo los beneficios de una conducta impregnada de humildad y mansedumbre, de paciencia y docilidad; en primer lugar, la estima de las gentes, que saben apreciar los sentimientos nobles y delicados del alma por encima de los bienes materiales. “Es increíble — dice San Ambrosio — el afecto que se conquista la gracia cuando va acompañada de la mansedumbre y de la sencillez de costumbres”. En segundo lugar, gracia ante el Señor en grado tanto mayor cuanto más profunda sea la humildad. El mejor comentario a estas palabras, cuyo sentido repitió Jesucristo en la parábola del fariseo y publicano: “Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado”. (Lucas 18,14), y la Santísima Virgen en su Magníficat; “Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes”. (Lucas 1,52), son la conducta de Jesucristo, que nace pobre y humilde, muere en la cruz, siendo por su obediencia exaltado a la diestra del Padre, y la de su Madre santísima, a quien llaman bienaventurada todas las generaciones, porque Dios se fijó en su humilde condición. Y la razón es la grandeza inmensa del Señor, de quien todo depende, y ante la cual no hay otra actitud lógica y natural en el hombre que el reconocimiento de su nada y pequeñez ante El. Su poder resalta más en los humildes, que no ponen obstáculos a la acción de la gracia ni se arrogan o atribuyen a sí mismos los que corresponde al Señor, por lo que El suele escoger almas humildes para las grandes empresas.

Al corazón duro y obstinado del soberbio opone el corazón dócil y humilde del sabio: “El hombre inteligente, medita los proverbios y el sabio desea tener un oído atento”. Este, en lugar de buscar su doctrina en fuentes extrañas, se da a la meditación de las sentencias de la Ley y demás libros sagrados y es dócil para dejarse instruir de los maestros que Dios ha dado a Israel. Si a ello añade la práctica de lo que en ellos aprendió, ha alcanzado la verdadera sabiduría.

El soberbio, o es incapaz de ver su orgullo o vanidad para intentar ponerle remedio, o, si lo ve, no es capaz de reconocer su altanería, porque la humillación le resulta insoportable de todo punto, en ese sentido, obra mejor quien se guarda en su simpleza y humildad, pues no hace daño con ella, no comete el pecado del orgullo del primero.

No obstante, una recomendación final. El sabio no deberá esconder su sabiduría, sino que deberá hacer el bien con ella a los demás. Dios que da los talentos, pedirá rigurosa cuenta de los frutos que deben producir.

3.    SALMO

Este salmo tiene es un himno de alabanza y de acción de gracias de índole colectiva y nacional, y parece haber sido compuesto con motivo de la liberación de una situación crítica del pueblo, oprimido por una potencia extranjera. El Señor protege a su pueblo a través de la historia. El Dios de Israel habita en el santuario de Jerusalén, y desde allí dispensa su protección a los desvalidos. Por eso se ensalza al Señor, que ha preferido el monte de Sión para habitar en él a otras montañas.

Sal 67, 4-5. 6-7. 10-11

R. ¡Señor, Tú eres bueno con los pobres!

Los justos se regocijan, gritan de gozo delante del Señor y se llenan de alegría. ¡Canten al Señor, entonen un himno a su Nombre! Su Nombre es “el Señor”. R.

El Señor en su santa Morada es padre de los huérfanos y defensor de las viudas: Él instala en un hogar a los solitarios y hace salir con felicidad a los cautivos. R.

Tú derramaste una lluvia generosa, Señor: tu herencia estaba exhausta y Tú la reconfortaste; allí se estableció tu familia, y Tú, Señor, la afianzarás por tu bondad para con el pobre. R.

3.1   LA PROTECCIÓN DE DIOS SOBRE LOS POBRES Y DESAMPARADOS

El poder absoluto del Señor debe ser causa de confianza y alegría para los justos que le son fieles. Nada deben temer, y, al contrario, todo lo pueden esperar del que les dispensa su protección con amplia generosidad. “¡Señor, Tú eres bueno con los pobres!”. Son los amigos de Dios, y, en consecuencia, deben alegrarse por los triunfos de la justicia divina, manifestada en el castigo sobre los que viven fuera de la Ley. El Señor se ha manifestado a través de la historia acompañando a su pueblo.

Pero el Señor no sólo es el Dios de las grandes proezas en favor de su pueblo, sino el Padre amoroso que se preocupa de los desvalidos: los huérfanos y las viudas: “El Señor en su santa Morada es padre de los huérfanos y defensor de las viudas”. Prueba de su solicitud por los humildes y desamparados es su presencia habitual en su: “santa Morada” de Jerusalén, desde donde atiende a las súplicas de sus fieles necesitados. El Señor es la única protección para los desamparados, a los que otorga casa, a la par que da la libertad a los cautivos. Su solicitud abarca a todos los menesterosos; sólo los que le son rebeldes quedan a la intemperie, desamparados de toda protección: “Él instala en un hogar a los solitarios y hace salir con felicidad a los cautivos”. Esta providencia especial que el Señor tiene de los individuos necesitados la tiene también de Israel como colectividad; en los grandes momentos críticos, la omnipotencia divina ha estado al servicio de los intereses del pueblo elegido, liberándolos de Egipto, estableciéndolos en Canaán y, finalmente, libertándoles de la cautividad babilónica.

La presencia sensible del Señor en medio de su pueblo durante las etapas duras del Sinaí fue la razón de su triunfo; y sus teofanías, acompañadas de conmociones atmosféricas, “Tú derramaste una lluvia generosa” testificaban al pueblo su superior grandeza sobre los supuestos dioses de los otros pueblos. “Señor: tu herencia estaba exhausta y Tú la reconfortaste”.  Y no sólo le conducía por tierras inhóspitas, sino que le proporcionaba el maná — y las codornices, “la lluvia generosa” — que habían de alimentar a su heredad. Y su providencia se extendió hasta asentar a Israel, “allí se estableció tu familia”, en Canaán, donde los israelitas pobres y necesitados encontraron los bienes prometidos por su Dios: “Tú, Señor, la afianzarás por tu bondad para con el pobre”.

4.    SEGUNDA LECTURA Heb 12, 18-19. 22-24

La visión de la nueva alianza que describe el relato tiene toda la fuerza y la poesía de las visiones proféticas. Aquí se presenta al pueblo de Israel sobrecogido de temor al pie del Sinaí y ante la majestad de la Palabra de Dios, y en contraste a la comunidad cristiana en su peregrinar hacia el monte donde se encuentra la nueva ciudad de Dios, la nueva Jerusalén.

Lectura de la carta a los Hebreos.

Hermanos: Ustedes no se han acercado a algo tangible: “fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, tempestad, sonido de trompeta, y un estruendo tal de palabras”, que aquéllos que lo escuchaban no quisieron que se les siguiera hablando. Ustedes, en cambio, se han acercado a la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a una multitud de ángeles, a una fiesta solemne, a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el Juez del universo, y a los espíritus de los justos que ya han llegado a la perfección, a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza y a la sangre purificadora que habla más elocuentemente que la de Abel.

Palabra de Dios.

4.1   LA SANTIDAD Y ESMERADA VIGILANCIA EN LA VIDA DEL CRISTIANO PARA ACERCARSE A DIOS

Previo a este texto, el autor hace una serie de recomendaciones, insistiendo en determinadas virtudes cristianas, diciendo que, sin santidad, “nadie verá a Dios” (v.14), no es más que repetir lo que ya había dicho Jesucristo en las bienaventuranzas: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. (Mt 5:8). Que los destinatarios se preocupen mucho de que ninguno sea privado de la “gracia de Dios” y de no poner en peligro la fe del hermano con el vicio del mal ejemplo  (v.15).

Hechas esas advertencias, da la razón general del porqué de la exigencia de esa santidad y esmerada vigilancia en la vida del cristiano: la excelencia de la nueva alianza, a la que pertenecemos. Mientras que la Ley mosaica fue dada por Dios con un despliegue pavoroso de fuerzas, como para significar que era Ley de temor: “Ustedes no se han acercado a algo tangible: “fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, tempestad, sonido de trompeta, y un estruendo tal de palabras”,  para la promulgación de la ley cristiana, en cambio, que es ley de amor, todo ha sido luz, armonía y perdón: “Ustedes, en cambio, se han acercado a la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial....Se han acercado a Dios, que es el Juez del universo, y a los espíritus de los justos que ya han llegado a la perfección, a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza”.  Las expresiones “montaña de Sión”, “ciudad de Dios”, “Jerusalén celestial”, etc., prácticamente significan lo mismo: la nueva obra glorificada, realizada en la Iglesia (cf. Gal 4, 26). Se describe en estos versículos la condición de los cristianos, acercándose a la “montaña de Sión”, y entrando en la nueva gloria religiosa, como paralela a la de los israelitas, acercándose al Sinaí.

Se habla de “Jerusalén celestial” pues ello hace referencia a la Iglesia, lugar del nuevo culto, terrestre y celeste a la vez. También se habla de: “la sangre purificadora que habla más elocuentemente que la de Abel”. Decir que la sangre de Cristo “habla más elocuentemente que la de Abel”, no quiere significar sino que, mientras la sangre de Abel pedía venganza contra Caín (cf. Gen 4:10), la de Cristo, en cambio, pide perdón para todos los creyentes.

5.    EVANGELIO Lc 14, 1. 7-14

El relato del banquete y la lucha por los primeros puestos, sirve a Jesús para dejar en claro que, en el reino nadie ocupa los primeros lugares ni por derecho propio ni por cortesía. Los primeros lugares los ocupan quienes hayan renunciado a la manera humana de pensar y se hayan puesto al servicio de los demás.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: “Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: “Déjale el sitio”, y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: “Amigo, acércate más”, y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado”. Después dijo al que lo había invitado: “Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!”.

Palabra del Señor.

5.1   SE CENSURA ESTA ANSIA DE LOS PRIMEROS PUESTOS, QUE ERA VANIDAD.

Nos encontramos con un relato propio de Lucas, es decir no lo traen los otros evangelistas. El estudio de las tradiciones Judías, nos enseña que en los banquetes judíos, los fariseos gustaban colocarse en los puestos de honor. Incluso los rabinos tenían reglamentado el orden de la importancia de estos puestos. Tomando pie de este banquete, pero trasladando su consejo a un banquete hipotético “de bodas” para no ofender a los invitados del presente, censura esta ansia de los primeros puestos, que era vanidad. “Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar”. Hasta por precaución no debe adelantarse a posesionarse de estos puestos, ya que pueden ignorar qué más invitados vayan a venir, y que para darles puestos superiores los hagan a ellos descender: porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú”

5.2   OTRAS GENTES SENCILLAS Y HUMILDES LES DA DIOS EL REINO Y LOS PUESTOS QUE QUIERE

Debemos suponer, que Jesús no está interesado en dar una norma o pauta de cortesía, si no que nos habla a través de una parábola. El “banquete de bodas” al que El apunta es el Reino mesiánico, ordinariamente representado bajo la imagen de un banquete, y la lección que da es que, para obtener en él los primeros puestos, no se pueden comportar como en los banquetes ordinarios. Allí los primeros puestos estarán reservados a los que aquí fueron más humildes. La formulación está hecha con extremismo hiperbólico “sapiencial” sin más matices. Los fariseos se consideraban con derecho al ingreso en el Reino y a puestos importantes. Pero el Reino es don gratuito de Dios. Por eso, a otras gentes sencillas y humildes les da Dios el reino y los puestos que quiere, mientras, culpablemente, queda fuera del mismo el fariseísmo engreído y exigente (Mt 20:1-15).

5.3   JESÚS PERFECTO MAESTRO, ESPECIALMENTE DE LA HUMILDAD

Los fariseos, en todo y por todo buscaban siempre los puestos de honor, los primeros puestos, aquellos que les podían representar ventajas, a ellos le encantaba ser honrados delante de los demás, sin embargo nosotros como discípulos de Jesús, debemos tener una posición contraria y con espíritu de auténtica humildad. “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.  (Mt 11,29). Jesucristo, se dedicó toda su vida en la tierra a enseñarnos, él tuvo todas las virtudes, fue un perfecto maestro, especialmente de la humildad, él quiso que aprendiéramos bien esta virtud. Después que Jesús lavo los pies de sus discípulos, les dijo: “Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.  (Jn 13,13-14) y sigue luego: “Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.” (Jn 13,15). Y continua para que todos aprendamos: “En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís”.  (Jn 13, 16-17). Pues bien, si seguimos las enseñanzas de Jesús, sabiendo ya estas cosas, viviremos felices si las ponemos en práctica.

5.4   LA HUMILDAD NOS PERMITE RECONOCER NUESTROS PROPIOS ERRORES

Jesús nos enseña en esta parábola la humildad. Actitud derivada del conocimiento de las propias limitaciones y que lleva a obrar sin orgullo. La humildad nos permite reconocer nuestros propios errores. El reconocer nuestras faltas, nos hará más consecuentes con nuestra fe.

Debemos tener cuidado, ya que subir pronto a los honores que no merecemos, puede causarnos un disgusto mayor, porque el ambicioso de honor nunca obtiene lo que desea, sino es otra cosa que el rechazo o el desprecio y puede recibir incluso una condena enérgica. En otras palabras, buscando el modo de tener muchos honores nunca llega a ser honrado. Y como nada hay que pueda compararse con la modestia, Jesús invita a los que lo oyen a ser diferente diciendo “Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio”, esto es no sólo pidiendo no ambicionar el primer sitio, sino que se busque el último.

5.5   Y ASÍ QUEDARÁS BIEN DELANTE DE TODOS LOS INVITADOS.

Jesús dice; “De manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: "Amigo, acércate más". Si alguno no quiere ser colocado delante de otros, lo obtiene por disposición divina y diciendo estas cosas nos corrige con amabilidad, nos advierte con mansedumbre; porque basta una advertencia entre los discretos y así por la humildad alguno se corona de honores, agregando “Y así quedarás bien delante de todos los invitados.

5.6   CONTRADECIR EL PUESTO QUE SE NOS HA SEÑALADO, NO ES OTRA COSA QUE INDICIO DE SOBERBIA.

Pero no solo es conveniente a todos ocupar el último lugar, es bueno no ser obstinado e intentar ocupar el sitio al cual no estamos designados, porque altera el orden y produce molestias. Por tanto, como aquí dice Jesús, conviene que el que hizo la invitación establezca el orden que cada uno debe guardar en la mesa. Y así nos soportaremos mutuamente con paciencia o con caridad, obrando honestamente en todo y según el orden, no según la apariencia o la ostentación de muchos. Es así, como debemos manifestar que practicamos la humildad por condescendencia o por paciencia. Contradecir el puesto que se nos ha señalado, no es otra cosa que indicio de soberbia.

5.7   “PORQUE TODO EL QUE SE ELEVA SERÁ HUMILLADO, Y EL QUE SE HUMILLA SERÁ ELEVADO"

En este sencillo ejemplo, vemos el sentido de la sentencia al ambicioso y al humilde, “Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado", Esto es y será según el juicio de Dios.

Según la costumbre de los hombres, muchos que desean honores los consiguen y otros que se humillan no llegan a alcanzarlos. Delante de los hombres podemos vanagloriarnos de nuestras cualidades, de nuestros bienes económicos, de nuestra posición social, de nuestras influencias, todas ellas no valen nada ante Dios.

Sin embargo el Señor sancionara a los soberbios y concederá con frecuencia a los humildes los dones de su Espíritu como premio. Ante Dios no cabe otra actitud que humillarse. La humildad es el único modo de ser grande a los ojos de Dios, en especial el grado de humildad ante los hombres. No olvidemos que Dios es lo más grande, nosotros ante El somos pequeños, Él es santo, nosotros pecadores, Él es sabio y nosotros ignorantes, es así como la mejor posición ante El, es ser sinceramente humildes.

5.8   NO NOS ENSALCEMOS COMO SI FUÉSEMOS SUPERIOR A LOS DEMÁS

Cuando nos pidan algo, en especial en nuestra Iglesia, lo haremos por la fe, y no nos ensalcemos como si fuésemos superior a los demás, ni hagamos presunción o alabanza excesivas de las propias cualidades o de las propias acciones, ni nos vanagloriemos por nuestros méritos; al contrario, cederemos el lugar al que sea más digno, reconociendo modestamente, humildemente y sin vanidad, que los demás son mejores que en lo que nos creíamos superior. Ante el Señor, solamente serán considerados los humildes y de corazón sencillo. “El mayor entre ustedes será el servidor” (Mt 23,11).

5.9   “CUANDO DES UN BANQUETE, INVITA A LOS POBRES, A LOS LISIADOS, A LOS PARALÍTICOS, A LOS CIEGOS”.

La última parte del evangelio nos recuerda: ¡Cuántos actos inútiles y sin provecho para la vida eterna porque buscamos de mil maneras que se nos recompense por todo lo que hacemos aquí en la tierra, o porque buscamos que la gente sepa cuánto damos, o que nos admiren porque ayudamos  alguien, y nos olvidamos que Jesús nos ha pedido; “Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. (Mt 6, 3). Y ahora, Jesús, con un inmenso amor por los hombres nos pide algo que nos puede, porque somos demasiado terreno, resultar paradójico, porque cada vez que pensamos en dar una fiesta, pensamos en grandes invitados, y resulta que el no pide: “cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos”. Y para mayor contrariedad nuestra nos agrega: “Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte”, entonces está en nosotros, saber a quién dar y que recompensa es mayor; donde Jesús nos aclara que; “y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!”.

El Señor nos Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS

XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C


Fuentes Bibliográficas:

Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd.

Julio Alonso Ampuero, Meditaciones Bíblicas sobre el Año Litúrgico


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