Reflexión desde las Lecturas del XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    SALVADOS POR LA FE

 “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”.  San Lucas subraya el contraste entre los nueve leprosos que no regresan y el que sí vuelve sobre sus pasos para dar gloria a Dios. Todos han quedado limpios de su lepra, pero sólo este ha sido “salvado”, porque sólo él ha sabido reconocer en Jesús al Salvador. Por eso se le dice: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”.  Y es que Jesús obra el milagro para provocar la fe y realizar así la curación de otra enfermedad más grave y profunda. Los beneficios que recibimos de Dios son signos de su poder salvador y de su amor misericordioso. ¿Recibo los dones de Dios como signos? ¿Me llevan a creer más en Cristo y a abrirme a su poder salvador?

“A los pies de Jesús”. Por otra parte, la auténtica fe lleva a adorar: “Se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias”. Este leproso, al verse curado, reconoce la grandeza de Cristo y experimenta la necesidad de adorarle. Frente a la actitud de los otros nueve, que sólo buscan a Jesús para su propio interés y cuando han recibido la curación se olvidan de él, este hombre entiende que Jesús es el Señor y que ha de ser amado por sí mismo y servido con absoluto desinterés. En él, la fe se convierte en amor agradecido y adorante. ¿Cómo es mi relación con Dios? ¿Le sirvo con todas mis fuerzas, o me sirvo de él para mis fines?

“Ten compasión de nosotros”. Esta fe le ha hecho experimentar además la compasión de Jesús. Los otros nueve, que también pedían “ten compasión de nosotros”, han sentido su cuerpo sanado, pero no han experimentado la compasión y la misericordia de Cristo que sólo la fe hace posible.

2.    PRIMERA LECTURA 2 Rey 5,10.14-17

El profeta Eliseo interviene para que Dios sane a Naamán, el leproso extranjero e impuro. Este pagano que reconoce a Dios como único Señor y ofrece lo que tiene en acción de gracias, es el anticipo de todos los no judíos que reconocerán en Jesús al único Señor.

Lectura del segundo libro de los Reyes.

El profeta Eliseo mandó un mensajero para que dijera a Naamán, el leproso: «Ve a bañarte siete veces en el Jordán; tu carne se restablecerá y quedarás limpio». Naamán bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó limpio. Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el hombre de Dios. Al llegar, se presentó delante de él y le dijo: «Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un presente de tu servidor». Pero Eliseo replicó: «Por la vida del Señor, a quien sirvo, no aceptaré nada». Naamán le insistió para que aceptara, pero él se negó. Naamán dijo entonces: «De acuerdo; pero permite al menos que le den a tu servidor un poco de esta tierra, la carga de dos mulas, porque tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses, fuera del Señor».

Palabra de Dios

2.1   CURACIÓN DE NAAMÁN.

Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, gozaba el favor de su señor y era tenido en mucha estima, pues por medio de él había salvado el Señor a Siria. Pero este hombre robusto y valiente era leproso.

La finalidad de la intervención de Elíseo en este asunto es la de probar la superioridad del Señor, cuya acción no está limitada a los estrechos límites de Palestina. Naamán tuvo conocimiento de Elíseo a través de una sirvienta de su mujer

Creía Naamán que Elíseo lo podía todo; pero el profeta le quiere demostrar que únicamente Dios tiene poder de obrar milagros. Habituado el general a los exorcismos de los profetas de Baal, esperaba que Elíseo pusiera manos a la obra de manera espectacular. Sin embargo, el profeta le manifestó que el único medio de curación era bañarse en las aguas del Jordán durante siete veces consecutivas. El siete es un número simbólico y sagrado; en Lev 4:6-17 habla de siete aspersiones con la sangre de las víctimas. Los ritos de purificación asirio-babilónicos incluían frecuentemente siete aspersiones o inmersiones en aguas del Eufrates. Por insinuación de sus criados, el general depuso su actitud altiva y desdeñosa; se humilló, tuvo fe en la palabra del profeta y quedó limpio de la lepra.

Naamán quiere compensar a todo trance a Elíseo por el favor alcanzado, a lo que se niega rotundamente el profeta. Este ejemplo de desprendimiento y el milagro obrado en su cuerpo movieron a Naamán a reconocer al Señor como único y supremo Dios. Según la concepción de los antiguos, cada dios ejercía su dominio e influencia dentro de su propio territorio (1 Sam 26:19; 1 Re 20:23; 2 Re 17:26). Por lo mismo, y a consecuencia de haber reconocido al Señor como Dios, pide una carga de tierra de Israel para esparcirla sobre su huerta de Damasco, que, por una ficción jurídica, se convirtió desde entonces en tierra del Señor. Pero un caso de conciencia asalta a Naamán. Por su condición está obligado a asistir a los cultos oficiales que se rinden al dios Ramán (l Re 15:18); de no hacerlo perdería su rango y acaso la vida. El profeta le autoriza una participación puramente externa a los mismos. Su respuesta no se consigna en el libro, pero de sus palabras: “Vete en paz,” (versículo 19), se deduce que no ve inconveniente alguno en la participación externa y protocolaria a los ritos paganos.

3.    SALMO Sal 97, 1-4

El salmo de hoy es una vibrante invitación a la tierra entera: “Canten, aclamen al Señor...”Al hacer de este salmo su oración en este tiempo pascual, la Iglesia celebra la maravilla de la victoria de Jesús sobre la muerte, la maravilla del envío del Espíritu sobre los paganos y su adhesión al Evangelio.

R. El Señor manifestó su victoria.

Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria. R.

El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad a favor del pueblo de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos. R.

3.1   ACCIÓN DE GRACIAS POR UNA LIBERACIÓN (1-3).

En el primer fragmento, desde los versos 1 al 3, encontramos una acción de gracias por una liberación, esta parte parece hacerse eco de la liberación de la cautividad babilónica, que es la nueva gran maravilla del Señor en favor de su pueblo, como el paso del mar Rojo lo había sido en la antigüedad al formarse la nación israelita. Todos los pueblos han sido testigos de las últimas maravillas del Dios de Israel. Esto indica que el Señor sigue siendo el Dios poderoso de los primeros tiempos y ha mostrado la fidelidad a sus promesas salvadoras sobre su pueblo.

Las proezas nuevas del Señor exigen entonar un nuevo cántico que refresque el eco de las antiguas maravillas. “Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas”  De nuevo se ha manifestado victoriosamente su diestra invencible y su santo brazo o poder sagrado. “su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria”. Característica de la divinidad es la trascendencia, que para los hebreos se reflejaba en la idea de santidad, que incluía incontaminación y separación. Por eso, la expresión santo brazo equivale aquí a omnipotencia desbordante, fuera de toda comparación con lo humano. La nueva salvación obrada por Yahvé ha servido para manifestar la justicia divina ante las gentes: “El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones”. El verso está copiado en Isaías; Ha desnudado el Señor su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y han visto todos los cabos de la tierra la salvación de nuestro Dios.  (Isaías (SBJ) 52,10).” En el verso”se acordó de su amor y su fidelidad a favor del pueblo de Israel”,  se resume Sal 106:44-46. Esta victoria salvadora del Señor ha tenido lugar porque Él se ha acordado de los compromisos con su pueblo, manteniendo así su fidelidad como en otras memorables ocasiones. Todos los pueblos son testigos de esta manifestación salvadora del Dios de Israel.

Estos signos de salvación (de los versos 2 y 3), se revelan “a las naciones”, hasta “los confines de la tierra”, para que la humanidad entera sea atraída hacia Dios salvador y se abra a su palabra y a su obra salvífica. (Comentario de Beato Juan Pablo II)

Por otra parte, en este salmo son muchas las citas implícitas de textos de la segunda parte del libro de Isaías y de otras composiciones del Salterio. Todo esto hace pensar que ha sido compuesto, uniendo dos fragmentos diversos que al principio tenían vida independiente, por un autor que vive después del exilio. (SBNC)

3.2   EL ADVENIMIENTO DEL SEÑOR COMO JUEZ.

En el segunda parte, desde el verso 4 al 9, encontramos el anuncio del reino escatológico del Señor, siguiendo la perspectiva de los dos salmos anteriores.  En esta parte se invita a toda la tierra a regocijarse porque se acerca el advenimiento del Señor como Juez para inaugurar un reinado de justicia y equidad, como se declaraba en los salmos anteriores. Será una intervención deslumbrante que ofuscará a los prodigios del pasado.

Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Con frases redundantes, el salmista invita a todos los habitantes del orbe a mostrarse jubilosos por el advenimiento próximo del Juez de la tierra. No se alude para nada a la liberación de Israel. La perspectiva es más amplia. A este júbilo de los habitantes de la tierra debe responder el regocijo de la naturaleza inanimada: el mar, los ríos y los montes: Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos.

El Señor, va a inaugurar los tiempos mesiánicos, gobernando con justicia y equidad. Esto es algo nuevo en la historia, y por eso la misma naturaleza inanimada debe asociarse al triunfo moral que va a dominar la sociedad en el nuevo orden de cosas, como relata Isaías 11; “La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento del Señor, como cubren las aguas el mar. (Isaías  11, 7-9).

4.    SEGUNDA LECTURA 2Tim 2, 8-13

Por el bautismo participamos de la muerte y la vida de Cristo. Todo lo que vivimos, lo vivimos en Cristo, dice el Apóstol. Los sufrimientos que se nos presentan son nuestra participación en los sufrimientos y la muerte de Cristo, pero no son definitivos, porque también resucitaremos con él.

Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a Timoteo.

Querido hijo: Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos y es descendiente de David. Ésta es la Buena Noticia que yo predico, por la cual sufro y estoy encadenado como un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso soporto estas pruebas por amor a los elegidos, a fin de que ellos también alcancen la salvación que está en Cristo Jesús y participen de la gloria eterna. Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con Él, viviremos con Él. Si somos constantes, reinaremos con Él. Si renegamos de Él, Él también renegará de nosotros. Si somos infieles, Él es fiel, porque no puede renegar de sí mismo.

Palabra de Dios.

4.1   TIMOTEO PREOCUPARSE POR TRANSMITIR A OTROS LO QUE DE PABLO “HA OÍDO ANTE MUCHOS TESTIGOS”.

A fin de animar más y más a Timoteo, Pablo le recuerda el ejemplo de Cristo, que, si antes hubo de padecer, luego resucitó glorioso, y es tipo y modelo de nuestra futura resurrección. Idea fecunda, que Pablo recuerda muchas veces. “Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos”

El apóstol Pablo se encuentra en Roma, está preso a causa del Evangelio, “encadenado como un malhechor”. Escribe a su fiel discípulo Timoteo exhortándole a perseverar en la fe, sea cual sea el precio que deba pagar. Pablo sigue insistiendo sobre Timoteo para que se entregue de lleno y con toda fidelidad al desempeño de su ministerio. Su fuerza le vendrá de la “gracia” divina, que a él y a todos se comunica mediante la unión a Cristo.

Apoyado en esa gracia divina, debe Timoteo preocuparse por transmitir a otros lo que de Pablo “ha oído ante muchos testigos”. Para llevarlo a cabo, debe ser más importante para Timoteo el recuerdo de Jesucristo, “descendiente de David”, “que resucitó de entre los muertos”. La referencia a la casa de David indica la pertenencia de Jesús al pueblo elegido, pero aún más su pertenencia al género humano, premisa de su kenosis, es decir, de su vaciamiento de sí mismo. Afirmar que ha resucitado significa expresar su condición gloriosa y la manifestación de su divinidad.

Por el anuncio de este misterio de salvación, expresado aquí en una síntesis lapidaria, sufre Pablo, sin que por ello esté “la palabra de Dios… encadenada”.

Nuestra infidelidad, “Si somos infieles” nuestra traición, se estrellan contra la fidelidad y el amor de Cristo, “Él es fiel”, que nunca se cansa de perdonar y de ir en busca del pecador (cf. Lc 15,4-6). Es así como Pablo sigue insistiendo sobre Timoteo para que se entregue de lleno y con toda fidelidad al desempeño de su ministerio. Su fuerza le vendrá de la “gracia” divina, que a él y a todos se comunica mediante la unión a Cristo. “Si hemos muerto con Él, viviremos con Él. Si somos constantes, reinaremos con Él. Si renegamos de Él, Él también renegará de nosotros”

Apoyado en esa gracia divina, debe Timoteo preocuparse por transmitir a otros lo que de Pablo “ha oído ante muchos testigos”. “Esta doctrina es digna de fe”

5.    EVANGELIO Lc 17, 11-19

Encontramos también en este texto a un impuro, pagano y extranjero, que reconoce y agradece el paso de Dios por su vida. Este reconocimiento lo expresa agradeciendo y glorificando a Dios, postrándose y dando gracias con todo su ser, con todo su cuerpo transformado y sanado. Y Jesús hace notar que el agradecimiento llegó de quien menos se esperaba. “Feliz el que por cada uno de los bienes de la gracia vuelve a aquél en quien está la plenitud de la gracia, ya que, al mostrarnos agradecidos por las gracias recibidas, hacemos lugar en nosotros a la gracia para merecer recibir aún gracias mayores” (San Bernardo, Sermón XXVIII).

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!” Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba sanado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: “¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?” Y agregó: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”.

Palabra del Señor.

5.1   LOS SAMARITANOS SON BENÉVOLOS MIENTRAS LOS JUDÍOS SON DESAGRADECIDOS

Para ir a Jerusalén viniendo desde Galilea, era necesario pasar por Samaria. Entre los judíos y samaritanos existía una vieja enemistad. Jesús se proponía cambiar esta aversión y odio. En este fragmento del Evangelio, comprobamos una vez más que los samaritanos son benévolos mientras los judíos son desagradecidos a los beneficios que se les habían dispensado.

5.2   "¡JESÚS, MAESTRO, TEN COMPASIÓN DE NOSOTROS!"

Así fue, como mientras Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!" Se trata de la oración que hace el Israelita, para que Dios se acuerde del pobre y el necesitado.

A estos leprosos los unía la desgracia común. Pero tenían una esperanza y se presentaron donde Jesús había de pasar, seguramente estaban ansiosos e inquietos por verle.

5.3    LOS LEPROSOS ESTABAN EXCLUIDOS

La ley de los judíos considera a la lepra como enfermedad impura o inmunda. Por esa razón los leprosos estaban excluidos del trato con los demás hombres. Sin embargo la ley del Evangelio no considera como inmunda la lepra externa, sino la interna.

Los leprosos, tenían que vivir alejados de los poblados, por lo general a las afueras de las ciudades y aldeas, sus casas eran cuevas o viviendas para leprosos. Sus vidas eran humillantes, ellos vestían de modo de mostrar su enfermedad y si alguien se les acercaba, era obligación gritar “Soy impuro”.

5.4    EL SEÑOR SIEMPRE ESTÁ CERCA

Entonces esperan ver pasar al Señor desde lejos como avergonzados por la impureza que tenían sobre sí. Creían que Jesús los rechazaría también, como hacían los demás hombres con ellos. Por esto se detuvieron a lo lejos,  y empezaron a gritarle: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”, pero al ver acercarse al Señor, ya más confiados y necesitados de Cristo, se acercaron con sus ruegos. “El Señor siempre está cerca de los que le invocan con verdad” (Sal 145,18).

5.5   PORQUE CONOCEMOS LA MAGNITUD DE SU PODER

El grito angustioso de los leprosos, es el mismo que repetimos tantas veces en diversas circunstancias de nuestras vidas y Jesús mitiga y acaba con nuestros abatimientos y tristezas.

Así es como confiamos el invocar el nombre de Jesucristo, de esta forma llamamos y nos dirigimos con ruegos y obtenemos lo que buscamos y deseamos porque Jesús quiere decir Salvador. Ellos como nosotros decimos "Ten compasión de nosotros", porque conocemos la magnitud de su poder.

A Jesús, los leprosos no le piden riquezas, ni oro ni plata, sino la salud y purificación de su cuerpo. Y le llaman “Jesús, Maestro”, no le piden sencillamente, ni le ruegan como mortal. Ellos, los leprosos hicieron un acto de fe en Jesús.

5.6   "VAYAN A PRESENTARSE A LOS SACERDOTES".

Pero, “Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Porque éstos verían si habían sido curados o no de la lepra. Pero lo interesante, es que ellos se pusieron inmediatamente en camino, obedeciendo el mandato recibido. El beneficio de aquella fe, por aquel acto de sumisión que hicieron, mientras iban quedaron curados. “Y en el camino quedaron purificados”

5.7   AL COMPROBAR QUE ESTABA SANO, VOLVIÓ ATRÁS ALABANDO A DIOS

El Evangelio continua; “Uno de ellos, al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias.” Manifestando así con su postración y sus ruegos su fe y su gratitud.  De los diez leprosos, nueve de ellos eran israelitas y fueron desagradecidos, pero uno de ellos era samaritano y volvió expresando su gratitud.

Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?" Y Jesús agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado".

5.8    NADA IMPIDE QUE NOS ACERQUEMOS A CRISTO JESÚS

Este fragmento del evangelio nos enseña que nada impide que nos acerquemos a Cristo Jesús, ni la más terrible de las enfermedades ni la más grave de las impurezas.

El hombre, venga de donde venga, sea del pueblo o la raza que sea puede acercarse confiadamente a Cristo Jesús. Ninguno por el solo hecho de nacer en una familia privilegiada, o porque se cree más cristiano o porque no falta nunca a Misa, puede sentirse con más derecho a acercarse a Dios que otro. Cristo Jesús, vino para todos y en especial a los que más sufren.  “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré”. (Mt 11,28)

5.9   LEVÁNTATE Y VETE; TU FE TE HA SALVADO

“Tu fe te ha salvado”. Jesús nos enseña una vez más, como actúa la fe o confianza en Él,  para tener la sanación y la salvación.  Es más bien Jesús quien cura como él mismo dice en la escena de la hemorroísa que no había podido ser curada por nadie, y se acercó por detrás y tocó la orla de su manto,  (Lc 8, 44), entonces Jesús dijo: Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza ha salido de mí (Lc 8, 46) La fe es como ponerse en contacto con esa fuerza que tiene Jesús. No fue la magia de la orla de su manto que tocó esa mujer que tenía pérdidas de sangre. Jesús es muy considerado y atribuye el milagro al mérito de tener fe en Él, aunque esa fe es necesaria, es Él quien sana y salva. 

Pidamos a Jesús, que no aliente siempre a que recurramos a Él, para que nuestra fe se eduque en la práctica. Pidamos a Jesús, que nos llene de su Espíritu Santo para que siempre y en toda ocasión podamos dar gloria al Padre y darle las gracias por todo a Él, nuestro Hermano Mayor.

5.10   TODOS SON CURADOS, Y SOLO UNO AGRADECE A JESÚS EL MILAGRO

Todos son curados, y solo uno agradece a Jesús el milagro y da gloria a Dios. El hecho de que no fuese del pueblo elegido, sino samaritano, resalta más la importancia del buen corazón para creer, más allá de las consideraciones de pertenencia al Pueblo elegido. Porque los nueve que eran israelitas fueron precisamente los desagradecidos. Por esto Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez?”

La ingratitud, es una falta grave, es el olvido o desprecio de los beneficios recibidos y es indigno en la vida de los seres humanos, al contrario, el agradecimiento es la memoria del corazón y es una hermosa actitud del hombre de bien.

Dice san Pablo: “Doy gracias a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro” (1 Timoteo 1-12)

“El Señor es nuestro refugio y fortaleza, una ayuda siempre pronta en los peligros. Por eso lo tememos, aunque la tierra se conmueva y las montañas se desplomen hasta el fondo del mar; aunque bramen y se agiten sus olas, y con su ímpetu sacudan las montañas. El Señor está con nosotros, nuestro baluarte es  Dios.” (Salmo 46)

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS

 XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C


Fuentes Bibliográficas:

www.caminando-con-jesus.org

Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Julio Alonso Ampuero, Meditaciones Bíblicas sobre el Año Litúrgico


www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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