LA MISION DE ANUNCIAR A JESUS

Jn 1, 6-8. 19-28

Somos alegres testigos de la venida de Jesús, por ello oremos juntos.

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

 

1.             ISAÍAS ANUNCIA LAS CARACTERÍSTICAS DEL FUTURO MESÍAS Y LOS FRUTOS DE SU MISIÓN.

La misión del Salvador es así trazada en la profecía de Isaías: (Is 61, 1-2a. 10-11) “El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros”

En sinagoga de Nazaret, (Lc 4, 17-21), Jesús leyó este pasaje y se lo dedicó a sí mismo, porque en él se cumplió plenamente esa profecía. Y no podía ser de otro modo, ya que en Cristo Jesús, se cumple el poder de salvación universal que no se limita a sanar las miserias de un pequeño pueblo, sino que se extiende a curar las de toda la humanidad, sobre todo liberándola de la miseria más temible, que es el pecado, y enseñándole a transformar el sufrimiento en medio de felicidad eterna. Bienaventurados los pobres, los afligidos, los hambrientos, los perseguidos porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5, 10). Este es el sentido profundo de su obra redentora, y de él deben hacerse mensajeros los creyentes haciéndolo comprensivo a los hermanos y ofreciéndose con generosidad para aliviar sus sufrimientos. Entonces la Navidad del Salvador tendrá un sentido aún para los que se hallan lejanos y llevará la alegría al mundo. (Intimidad Divina).

Porque así como la tierra da sus brotes y un jardín hace germinar lo sembrado, así el Señor hará germinar la justicia y la alabanza ante todas las naciones.

El Espíritu del Señor está en Jesús, creando la alegría efusiva, cordial, afectuosa, que debe transfigurar la faz de la tierra.

2.             SAN PABLO NOS EXHORTA A ESTAR ALEGRES Y NOS DA LA RECTA: “OREN SIN CESAR”

Es el mismo san Pablo, (1Tes 5, 16-24), quien nos recuerda exactamente como debe ser la misión que tenemos como cristianos, misión que debe ser bondadosa y al mismo tiempo alegre. Y nos recomienda: “Estén siempre alegres” y luego nos da la receta para estarlo: “Oren sin cesar”.

Otra recomendación que nos hace san Pablo es: “Den gracias a Dios en toda ocasión”, mas adelante nos recomienda: “examínenlo todo y quédense con lo bueno.”  Porque lo que no debemos olvidar es que no sólo nuestras acciones malas son censurables, además lo son también la omisión de todas aquellas obras buenas que dejamos de hacer por egoísmo, o porque nos dejamos dominar por el desamor o indiferencia hacia el prójimo que nos necesita.

Nuestro amado Padre Dios, se complacerá en ver como sus hijos, van por el mundo haciendo el bien, tal como lo hizo Jesucristo, nuestro Señor, pero para estar siempre dispuesto a hacer el bien, hay que vivir en comunión con Jesús. Dejemos que en nuestro corazón se empape de los sentimientos de bondad, de amor y de misericordia de Cristo Jesús, esto nos mantendrá siempre alegres, y para ello ya tenemos la receta de san Pablo: “Oremos sin cesar”.

3.             JUAN EL BAUTISTA DA TESTIMONIO DE SU MISIÓN DE ANUNCIADOR DE JESÚS. ÉL NO ERA LA LUZ, SINO EL TESTIGO DE LA LUZ. 

“Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.”

El Verbo hasta ahora no había ofrecido a los hombres más que una cierta participación de su luz; ahora va a darla con el gran esplendor de su encarnación. Para esto aparece introducida la figura del Bautista, y aparece situado en un momento histórico ya pasado, en contraposición al Verbo, que siempre existe. Juan no viene por su propio impulso; “es enviado por Dios.” Trae una misión oficial. Viene a “testificar”, que en su sentido original y que indica preferentemente un testigo presencial Viene a testificar a la Luz, que se va a encarnar, para que todos puedan creer por medio de él. El prestigio del Bautista era excepcional en Israel (Jn 1:19-28), hasta ser recogido este ambiente de expectación y prestigio por el mismo historiador judío Flavio Josefo. El tema del “testimonio” es uno de los ejes en el evangelio de san Juan, que se repartirá multitud de veces y por variados testigos. Él no era la luz, sino el testigo de la luz.

4.             YO NO SOY EL MESÍAS.

Este es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos de Jerusalén enviaron una comisión de sacerdotes y levitas para preguntar a Juan quién era. El confesó rotundamente: “Yo no soy el Mesías.”

Estas palabras introductorias podrían ser una alusión literaria a la misión del Bautista, que se dijo en el prólogo que era la de dar testimonio de Cristo (Jn 1:6-8), aunque allí nada se dijo de la forma histórica en que el Bautista cumplió ese testimonio.

El momento en que el Bautista hace su aparición en el valle del Jordán, predicando la proximidad del reino de Dios y orientando hacia él los espíritus y preparándoles con un bautismo que era símbolo de la renovación total, era un momento en Israel de máxima expectación mesiánica.

La figura y predicación de Juan el Bautista era lo que más contribuía a crear este interés mesiánico en las multitudes. Los evangelios sinópticos hablan ampliamente de la persona ascética del Bautista: se presenta con una vestidura austera, que evocaba la vestidura de viejos profetas de Israel, y con ausencia de ellos después de tantos siglos, y con gran austeridad en su vida y su escenario era el desierto de Judá, de donde, conforme al ambiente de entonces, se esperaba saldría el Mesías.

La manifestación del Bautista en la región del Jordán, en aquel ambiente de expectación mesiánica, y anunciando que “llegó el reino de Dios” (Mt 3:2), produjo una conmoción fortísima en Israel. Ante esta fuerte conmoción religioso-mesiánica, es cuando el evangelista recoge la comisión que le enviaron desde Jerusalén los judíos.

En el Evangelio de Juan los judíos tienen diversas acepciones, pero en este caso, se puede decir con bastante probabilidad que los judíos enviaron a Juan Bautista, una delegación de sacerdotes y levitas que son las autoridades religiosas de Jerusalén, los grandes sacerdotes, excitados y movidos por los fariseos.

A primera vista extraña el porqué se incluyen en esta delegación oficial a los levitas, ya que éstos no eran miembros del Sanedrín. Los levitas eran especialistas en los actos cultuales, eran los liturgistas o ritualistas del culto. Y el Bautista se caracterizaba por un especial bautismo, de tipo desconocido en Israel, y del que esta delegación le pedirá cuenta porque lo hace. Talvez por eso la delegación está formada por especialistas en materia de purificación cultual.

El diálogo de este interrogatorio, tal como lo relata el evangelista, es sintético, pero preciso, y acusa la austeridad, y puede pensarse como de sagacidad, del Bautista.

“¿Tú quién eres?” Naturalmente, lo que les interesa no es su origen, sino su misión, la respuesta del Bautista es clara y terminante: Yo no soy el Mesías. Acaso hubo preguntas más explícitas sobre este punto. Pero, en todo caso, el Bautista responde al ambiente de expectación que había sobre su posible mesianismo. Lc dice, a propósito de la acción y conmoción que produce la presencia del Bautista: se hallaba el pueblo en expectación, y pensando todos en sus corazones acerca de Juan si seria él el Mesías (Lc 3:15; cf. Act 13:25).

5.             NO SOY ELÍAS.

Ellos le preguntaron: Entonces, ¿eres tú Elías? Juan respondió: No soy Elías.

Descartado que fuese el Mesías, su aspecto y conducta, anunciando la proximidad de la venida del reino, hizo pensar, en aquellos días de expectación mesiánica, que él, vestido como un viejo profeta pudiera ser el precursor del Mesías, el cual, según las creencias rabínicas, sería el profeta Elías.

Los rabinos habían ido estableciendo las diversas funciones que ejercería Elías en su venida precursora. Vendría a reprochar a Israel sus infidelidades, para que se convierta, vendría a resolver cuestiones difíciles, que aún no estaban zanjadas, tendría una misión cultual y restituiría al templo el vaso del maná, la redoma del agua de la purificación, la vara de Aarón, y traería la ampolla con el aceite de la unción mesiánica. Y según una tradición judía, recogida por San Justino, Elías anunciaría la venida del Mesías, le daría la consagración real y le presentaría al pueblo. Tal era el ambiente que sobre la función precursora de Elías, que había en el Israel contemporáneo de Cristo, como reflejan estos escritos. Jesucristo mismo hizo ver que esta función de Elías precursor la había cumplido el Bautista (Mt 17:10-13; Mc 9:11-13).

Por otra parte, dado el grado de suficiencia y petulancia farisaicas, sería difícil saber el grado de sinceridad que hubo en este interrogatorio. Las respuestas secas del diálogo, ¿serán simple resumen esquemático, acusándose literariamente el intento polémico del Evangelista, o reflejarán el desagrado del Bautista ante el interrogatorio y tono exigente y escéptico de aquella misión farisaica jerosolimitana?

6.             ¿ERES EL PROFETA QUE ESPERAMOS?

Luego volvieron a preguntarle: ¿Eres el Profeta que esperamos? El respondió: No. No de no ser ninguno de estos personajes mesiánicos, no cabría más que preguntar, ante aquella figura y conducta del Bautista, si era un profeta, cuya investigación es uno de los puntos de competencia explícitamente citados en la legislación sobre el Sanedrín. ¡Hacía tanto tiempo que la voz del profetismo había cesado en Israel! ¡Unos cinco siglos!

Pero el problema está en que aquí le preguntan si él es el Profeta, en singular y con artículo, determinándolo de modo preciso. Los rabinos no parecen que hayan interpretado este pasaje de ningún profeta insigne en concreto. Los judíos entendían un confuso modo, que sea el Mesías (Jn 6:14), sea de alguno de entre los grandes personajes de Israel (Jn 7:40): como Samuel, Isaías, Jeremías. Y hasta se pensó que pudiera referirse al mismo Moisés, pues se tenía la creencia popular de que no había muerto, sino que había sido arrebatado corporalmente al cielo.

Lo más extraño es que el Bautista niega ser el Profeta, cuando, en realidad, su misión era profética. En el Benedictus se le reconoce por tal: será llamado profeta del Altísimo (Lc 1:76). Y Cristo dirá de él mismo que no hay entre los nacidos de mujer profeta más grande que Juan (Lc 7:28).

Acaso la solución se encuentra en el mismo evangelio de Jn. Después de la multiplicación de los panes, los “hombres, viendo el milagro que había hecho, decían: Verdaderamente éste es el Profeta que ha de venir al mundo (Jn 6:14). Juan entiende probablemente el profeta en un sentido equivalente a Mesías; de ahí su respuesta negativa.

7.             ¿QUÉ DICES DE TI MISMO?

De nuevo insistieron: Entonces dinos quién eres. Tenemos que dar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Y el Bautista, ante aquella delegación oficiosa del Sanedrín, va a dar: testimonio de la Luz (Jn 1:7). Y va a dar el testimonio oficialmente, para que lo transmitan a la autoridad de la nación. Yo soy la voz que grita en el desierto: enderecen el camino del Señor.

El Bautista se figura que él es el mensajero que, estando en el desierto, desde él pide a todos que se preparen para la inminente venida del Mesías.

Algunos de la comisión eran fariseos. No sería improbable que, si el Sanedrín fue el que envió esta delegación, lo hiciese, como antes se dijo, movido por los fariseos. Estos le preguntaron: Si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta esperado, ¿por qué bautizas?

Estos enviados fariseos, especialistas en todo lo de la Ley, al ver que él negaba ser el Mesías, o Elías, o el Profeta, le preguntan por qué entonces bautiza. Que éstos instituyesen ritos nuevos, nada tenía de particular; como enviados de Dios, podían obrar conforme a sus órdenes. Pero un simple asceta, ¿podría arrogarse este derecho?

En la época de Cristo, los judíos practicaban numerosos ritos de purificación. Pero no eran verdaderos bautismos. El verdadero bautismo para ellos era el de los prosélitos, que se administraba a los paganos que se incorporaban al judaísmo. Los demás ritos de lavado, entre los judíos, no tenían carácter bautismal, y ninguno estaba en función de la venida del reino. Pero el Bautista había introducido un rito nuevo, pues estaba en función de la purificación del corazón, conversión, y en relación con la inminencia de la venida del reino de Dios. ¿Qué potestad tenía él para esto? Era lo que le exigía la autoridad religiosa, encargada de velar por las tradiciones de Israel.

8.             YO BAUTIZO CON AGUA.

Entonces Juan, afirmó: Yo bautizo con agua.

En efecto, a la primera parte de la respuesta del Bautista: Yo bautizo con agua, se esperaría la contraposición que Cristo bautizaría en fuego o en Espíritu Santo. El Bautista no conoció el bautismo en el Espíritu Santo, como apropiación de una persona divina; no salió de la mentalidad del ambiente del A.T., en el que el Espíritu Santo era la acción del Dios “ad extra.”

En efecto, el bautismo de Juan no tenía valor legal moral, sino que tenía valor en cuanto, siendo un símbolo externo de purificación, excitaba y protestaba la confesión de los pecados (Mt 3:6; Mc 1:5). Hasta el historiador judío Flavio Josefo destaca esto, así es como escribe que: este bautismo no era usado para expiación de crímenes, sino para la purificación del cuerpo, una vez que ya las mentes estaban purificadas por la justicia.

Pero, en lugar de contraponer a su bautismo el de Cristo, hace el elogio de éste en contraposición consigo mismo, “pero en medio de ustedes hay uno a quien no conocen. Es ello una alusión al tema mesiánico conocido en Israel. Según creencia popular, el Mesías, antes de su aparición, estaría oculto en algún lugar desconocido. Llama así la atención mesiánica sobre Cristo, conforme a la creencia ambiental. Luego dirá el Bautista cómo supo él que Cristo era el Mesías (Jn 1:31-34). Por eso, si Cristo está oculto, el que los judíos no le conozcan no es reproche. Precisamente la misión del Bautista es presentarlo a Israel (Jn 1:31). Así evocaba la creencia ambiental en el Mesías oculto, Cristo, y en Elías precursor, cuya función realizaba el Bautista (Mt 11:14; Lc 7:27).

9.             EL VIENE DETRÁS DE MÍ, AUNQUE YO NO SOY DIGNO DE DESATAR LAS CORREAS DE SUS SANDALIAS.

Luego dice: El viene detrás de mí, aunque yo no soy digno de desatar las correas de sus sandalias. El Bautista, de forma enigmática, anuncia que él sólo es el precursor de una persona cuya dignidad anuncia, pero que él no es digno de desatarle las correas de la sandalia. Era este oficio propio de esclavos.

Aprendemos de este fragmento del Evangelio, que profetizar es proclamar un mensaje de salvación, ya que el profeta es un mensajero, un porta voz que habla en nombre de Dios, y todos nosotros podemos ser como Juan Bautista, pero al modo de él, sin avanecerse por su misión. Recordemos que el niega lo que es, pero da a conocer lo que es y lo hace defiriéndose a Cristo y lo alaba juzgándose a si mismo, indigno aún de desatar las correas de sus sandalias.

El Bautista nos da demostración que su razón de ser es dar testimonio del Mesías, a él no le interesa otra cosa que dar testimonio de Cristo, el nos demuestra que no hace falta perder tiempo en defender posiciones propias, y lo que importa no es el concepto que otros tengan de nosotros y si tenemos o no autoridad, lo que vale es el testimonio de Cristo. No tengamos miedo de hablar de Jesucristo, podemos hacerlo en cualquier momento, en cualquier ocasión, hablar de El nunca esta de más, al contrario, es positivo y da mucha paz hacerlo.

10.         EN MEDIO DE USTEDES HAY ALGUIEN AL QUE USTEDES NO CONOCEN:

Avivemos hoy nuestra fe de creyente, hagamos notar la bondad activa que nos ha enseñado Jesús para con nuestros hermanos, esto será un medio importante y eficaz para dar testimonio de Cristo, pero por sobre todo, darlo a conocer al mundo.

Tengamos presente las palabras del Bautista: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen”. Es Jesús el que esta en medio de nosotros, en medio de la Iglesia, en la Eucaristía, y en la gracia por la cual esté presente y operante en los bautizados.

“Hay alguien al que ustedes no conocen”. En efecto, el mundo no lo conoce, y esto sucede porque a nuestro pesar, muchos prefieren cerrar los ojos, y también porque no son muchos los que dan testimonio del Evangelio vivido de esa bondad que revele al mundo de la bondad de Cristo Jesús.

Y también tenemos que reconocer, que en medio de nosotros, hay muchos hermanos que son creyentes, y tampoco lo conocen, porque nos se dan el tiempo a estar muy unidos con el Señor a través de la oración, o porque su frialdad no les permite reconocer donde él se esconde, allí en los mas pobres, en los afligidos, en los que buscan consuelo, en los que sufren de enfermedad física o espiritual.

El Evangelio, nos muestra a un Juan Bautista, que es modelo de testimonio de Cristo; que nos revela una fe pujante, que es austero, desinteresado, humilde y que: Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.”

11.         ORACION

El Salmo (Lc 1, 46-50. 53-54) no invita para hacernos eco de este anuncio, esta tomado del cántico de la Virgen María, expresa profundos sentimientos de gozo, por eso oramos:

 “Mi alma se regocija en mi Dios”, Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz.

Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.

Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia.

El Señor le Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Adviento, noviembre 2008

 

 

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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