“Aquí está tu Dios”

Meditación desde Is 40, 1-5. 9-11

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

www.caminando-con-jesus.org


 

Domingo II de Adviento

“Una voz grita en el desierto preparen un camino al Señor”. El llamado de Isaías a su pueblo a trazar en la llanura un sendero para Dios, es tomado en el Nuevo testamento y aplicado a la misión de Juan el Bautista. Sin embargo, la alegría mayor es saber que Dios mismo es quien prepara el encuentro con su pueblo, animándolo en la esperanza en vista al tiempo que viene.

Reflexionemos, el anuncio gozoso del profeta, el Señor ha perdonado a su pueblo, “Aquí está tu Dios”

Lectura del libro de Isaías Is 40, 1-5. 9-11

¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está pagada, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados. Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras los terrenos escarpados, en planicies! Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor. Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión; levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor, di a las ciudades de Judá: “Aquí está tu Dios!” Ya llega el Señor con poder y su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede. Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz.

Palabra de Dios

La emocionante lectura de Isaías forma parte de una profecía proclamada en tiempos del retorno del exilio, cuando el edicto del rey persa Ciro permitió a los hebreos, desterrados en Babilonia, volver a su patria.

La profecía da paso a diversas voces.

Aparece el profeta que habla, están los oyentes a los que el profeta ordena ser mediadores de consuelo con la ciudad de Jerusalén, víctima de tantas humillaciones, finalmente la misma ciudad de Jerusalén (Sión) a quien se dirige en definitiva el mensaje. El mensaje central es la venida de Dios: “Aquí está tu Dios!”.

Sólo el Señor sabe verdaderamente consolar.

Y lo hace con dos actitudes: la primera, con su autoridad cambiando la suerte de este pueblo, eliminando la esclavitud (v. 2); la segunda, presentándose como pastor que guía su propio rebaño acomodándose al caminar de cada uno: “Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz.”

Sólo Dios puede consolar, pero los hombres deben ser portavoces y mensajeros de consuelo: “¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén””; los que anuncian el consuelo deben compartir la pasión de Dios por su pueblo y ser capaces de "hablar al corazón".

El consuelo de Dios no excluye la parte correspondiente al hombre. Por eso se invita; “¡Preparen en el desierto el camino del Señor…”., literalmente hay que entenderlo como el camino que lleva a los hebreos desde el destierro de Babilonia a Jerusalén, pero la exhortación cobra un sentido más profundo: hay que abrir el corazón a Dios mediante un movimiento de auténtica conversión.

“Consuelen, consuelen a mi Pueblo….”, 

La Iglesia nos anuncia la venida de Cristo. Y Él viene para traer el consuelo, la paz, el gozo. Ese consuelo íntimo y profundo que sólo Él puede dar y que nada ni nadie puede quitar. El consuelo en medio del dolor y del sufrimiento. Porque Jesús, el Hijo de Dios, no ha venido a quitarnos la cruz, sino a llevarla con nosotros, a sostenernos en el camino del Calvario, a infundirnos la alegría en medio del sufrimiento. ¡Y todo el mundo tiene tanta necesidad de este consuelo! Este mundo que Dios tanto ama y que sufre sin sentido.

“Preparen en el desierto el camino del Señor…”.

Es preciso en este Adviento reconocer nuestro desierto, nuestra sequía, nuestra pobreza radical. Y ahí preparar camino al Señor. No disimular nuestra miseria. No consolarnos haciéndonos creer a nosotros mismos que no vamos mal del todo. Es preciso entrar en este nuevo año litúrgico sintiendo necesidad de Dios, con hambre y sed de justicia. Sólo el que así desea al Salvador verá la gloria de Dios, la salvación del Señor. Por eso dijo Jesús: “En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas llegan antes que vosotros al Reino de Dios” (Mt 21,31).

“Aquí está tu Dios”…”

“…Levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor, di a las ciudades de Judá: “Aquí está tu Dios!”…” La mejor señal de que recibimos al Salvador, es el deseo de gritar a todos que “¡hemos encontrado al Mesías!! (Jn 1,41). Si de veras acogemos a Cristo y experimentamos la salvación que Él trae, no podemos permanecer callados. Nos convertimos en heraldos, en mensajeros, en profetas, en apóstoles. Y no por una obligación exterior, sino por necesidad interior: “No podemos dejar de hablar lo que hemos visto y oído” (He 4,20).

 

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds.


Fuentes:  www.caminando-con-jesus.org

Fundación Gratis Date

Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.)

 

Publicada en este link: REFLEXIONES INTIMAS EN AMISTAD CON DIOS

Adviento 2011


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