“El camino de los hijos de la Luz con la luminosidad que nos da la Luz de Cristo”

Desde el Evangelio de Lucas 16, 1-13

Autor. Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


Un gran desconcierto y confusión nos produce el Evangelio de este Domingo XXV del Tiempo Ordinario, “El Administrador Infiel”, no obstante podríamos llamarlo también como el “El Administrador Astuto”, o “El Administrador Hábil”, pero finalmente me gusta más el “El Administrador Mañoso”.

El relato, difícil a primeras oídas de comprender, nos presenta a un administrador infiel que despilfarra los bienes que se la habían confiado para que se llevaran con honestidad, por tanto era lógico que basado en la confianza de su cargo lo hiciera con fidelidad, pero sucedió que fue sorprendido en sus mañas y acusado a su patrón, quien finalmente le pide cuentas de su administración.  Lo curioso es que en vez de reconocer que lo ha administrado en forma deshonesta y pedir disculpas, con la habilidad del astuto  y mañoso que busca salir de sus problemas, vuelve a usar los bienes que no son suyos, para su propio bien y  arreglar su futuro incierto.

Cuando todos deducimos lo que va a ocurrir en el resto del relato, el evangelista Lucas, nos destaca todo lo contrario, porque no le parece escandalosa la forma de actuar del administrador y este no es condenado, sino que es alabado y casi como ejemplo de que hacer para salirse de los problemas de rendir cuentas y las consecuencias que se tendrán si se dan cuenta que no lo ha hecho bien. Pero luego, nos presenta algo aún más difícil de comprender, aumentado nuestra sorpresa cuando leemos que el mismo Jesús alaba al administrador por su astucia, y por la rapidez con la cual actúa para asegurarse el futuro ganándose nuevos amigos.

Pero, ¿qué es lo que se está alabando de este infiel, pero astuto y mañoso administrador que ha utilizado los bienes de su señor para ganarse amigos?, ¿Si el Señor es Cristo, que es lo que se exalta? Ciertamente, sería absurdo, no se alaba el engaño ni menos la infidelidad, sino que la astucia que tiene para salir delante de un problema de rendición de cuentas que se le viene encima.

Entonces, a la luz de este Evangelio nos preguntamos: ¿Quién son los verdaderos discípulos? ¿Cómo deben ser los verdadero discípulos?, ¿Cómo debemos manejar los bienes terrenos y qué clase de relación debe haber entre estos bienes y nosotros?

Siendo los Evangelios, nuestra mejor enseñanza, es necesario buscar las respuestas con la luminosidad que nos da la Luz de Cristo, quien es nuestro único y mejor maestro y me parece que lo que él nos enseña y con bastante claridad, es que los bienes son una dificultad insuperable para el Reino de los Cielos, ya en la parábola del joven rico nos advierte: “Les aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos”. (Mateo 19,23); porque si los ricos no invierten sus bienes de manera evangélica, es decir justa y conforme a sus enseñanzas, no entrarán en el Reino. Y para mejor entendimiento, Jesús nos explica que Dios y el dinero se oponen de manera frontal, por tanto nos dice que frente a esta oposición, debemos elegir. “No se puede servir a Dios y al Dinero”. En efecto, no podemos servir a Dios y a este dinero, que Jesús llama “dinero injusto”, deshonesto y que lo personifica en un poder absoluto opuesto al suyo, un poder que forma parte del reino de las tinieblas.

Con todo, habiendo entendido lo medular de la enseñanza, nos corresponde pensar en nosotros, que nos consideramos muchas veces buenos discípulos, fieles y que somos buenos para criticar las faltas de otros más fácilmente que las nuestras: ¿Somos astutos en nuestra vida espiritual? ¿Tenemos una habilidad del espíritu?, ¿Somos astutos, utilizando nuestro tiempo en administrar los talentos para responder cuando se nos pregunten por ellos?, ¿Practicamos bajo la influencia de la gracia, en la fe, la esperanza, la caridad? ¿Sentimos la necesidad y la urgencia de asegurar nuestro futuro?, ¿Estamos conscientes que también nosotros seremos llamados a rendir cuentas de nuestra administración?, ¿Estamos seguros de haber hecho bien las cosas, hemos amado con justicia, no le hemos hecho daño a nadie y hemos usado nuestros dones siguiendo las instrucciones del  Señor?

Por ahora, me parece mejor reconocer que posiblemente no tengamos una estrategia del espíritu que nos permita llegar al atardecer de nuestras vidas,  como expresa San Juan de la Cruz, con las cuentas claras, y caemos en el error y la tentación de encauzar nuestra vida de fe más bien como una permanente improvisación, con esa idea de que “en el camino se arregla la carga” o ya me daré el tiempo para mejorar las cosas, es decir sin un horizonte o un punto de referencia firme, sin un perfil claro o sin una identidad. Esto nos llevará inevitablemente a la tentación de vivir nuestra fe sin una armadura fuerte y, por tanto, cuando seamos llamados en al atardecer de nuestras vidas a rendir cuentas de como lo hemos hechos, no sabremos qué hacer, porque ese dar cuenta no es fácil  efectuarlo, si esperamos a última hora a improvisar como lo haremos.

Como dice Teresa de Jesús, sola no puedo, pero con la ayuda de Dios, si se puede y con esta ayuda, es como debemos progresar en el espíritu y aunque las riquezas pueden ser un obstáculo, tenemos que aprovecharnos de ellas, a diferencia de los avaros, para ayudarnos y esto se hace compartiéndolas y siendo capaces de no apegar el corazón a los bienes terrenales, esos será una estrategia espiritual. Esto es ser un buen discípulo del Señor, que utiliza la habilidad espiritual y, por tanto, comprende que debe estar desprendido del peso de las riquezas, no puede estar aplastado por los bienes terrenales, sino que debe ser libre de las ataduras que no le permiten seguir a Jesús y preparase para rendir el examen de su administración terrenal en cualquier momento, porque nadie sabe ni el día ni la hora de cuándo será.

Por tanto, otra de las enseñanzas de este controvertido Evangelio, es la invitación que nos hace Jesús, a compartir nuestras riquezas ahora con caridad, es decir bien invertido, para que nadie luego se aproveche y así el tesoro de hoy, pueda llegar a ser un tesoro para el Reino si es invertido por pura caridad en los hermanos que más lo necesitan. De este modo, el dinero puede convertirse también en una llave capaz de abrir el Reino.

Pero también hay otra enseñanza y llamado, y es una comparación que debiera preocuparnos lo que nos dice el Señor, “los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz”, es decir los hijos mundanos son más astutos, se proyectan y trabajan para conseguir su ideal de bienestar, de alegría con él mundo. Entonces: ¿Qué pasa con los hijos de la luz? ¿Qué pasa con los discípulos, hijos de la luz, que están llamados a brillar como los astros y a dar sabor al mundo?, “luz delante de los hombres, para que vean nuestras buenas obras y glorifiquemos a vuestro Padre que está en los cielos. (Cfr. Mateo  5,14), ¿Qué hacemos nosotros? ¿Proyectamos y trabajamos, por la verdadera salvación, auténtica, que sólo el camino del Evangelio puede dar?

Los hijos de las tinieblas, los hijos del mundo que no viven el Evangelio, no tienen un corazón fraccionado, no viven titubeando, sino que  están determinados en sus fines ruines, así lo demuestra este administrador infiel y mañoso que nos ha presentado Lucas, él es un mal ejemplo, porque es un tramposo y ladrón, pero con todo lo que es, no se desalienta, sino que persevera para salvarse y no se desespera, sino que usa todo su ingenio para resguardar su futuro. Y esta es la gran diferencia que nos debe preocupar a los hijos de la luz, que en cambio, tenemos muchas veces el corazón fraccionado, dividido, un corazón que oscila y titubea entre el bien y el mal. Sabemos cuáles son los buenos caminos, pero también sabemos que en cualquier recodo caemos en tentación, y porque no estamos preparados, perdemos el rumbo, por eso, me parece que la mejor enseñanza de hoy, es no tener un corazón dividido, capaz de amar y vivir, con esta frase de Teresa de Jesús, con “determinada determinación”, por el camino del amor por nuestros hermanos, sin improvisación, y con gran aprovechamiento del camino que nos ha trazado Jesús quien nos ha revelado un camino de luz: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.  (Juan 8,12)

El Señor nos bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Domingo XXV del Tiempo Ordinario Ciclo C

 Publicado en este enlace de mi WEB: REFLEXIONES INTIMAS EN AMISTAD CON DIOS

 

 

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