UN CIELO PARA RICOS Y POBRES

Liturgia de Domingo XXVI del ciclo C

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    CUANDO LAS RIQUEZAS, TE ALEJAN DE DIOS

Las Lecturas de hoy nos recuerdan que la búsqueda de bienes materiales podría más bien alejarnos del camino del Cielo.  En efecto, el afán por los bienes materiales nos puede deslumbrar, haciéndonos creer las riquezas materiales, el dinero y lo que este nos permita hacer es lo único verdaderamente importante y necesario para nuestra vida y no es así. Por tanto las lecturas de la Liturgia de este Domingo XXVI del ciclo C, nos traen una advertencia de mucha importancia para que no vivamos apegados a los bienes materiales, y para que no nos olvidemos de compartirlos con los que necesitan de nuestra ayuda, o porque tiene mucho menos o porque carecen de esos bienes. Es decir, las lecturas también nos invitan a reflexionar sobre cómo debemos practicar la caridad.

Este tema de la riqueza, también nos hizo reflexionar el Domingo XXV del ciclo C, y se transforma en una nueva advertencia acerca de los riesgos que tenemos cuando los bienes que Dios nos ha dado, no los administramos bien y no los utilizamos para dar una mano a quien la necesita y se nos olvida que debemos ser solidarios con los pobres y necesitados. Por tanto, en su día, mirando cara a cara al Señor, tendremos que asumir nuestra irresponsabilidad de no haber hecho de los regalos de Dios, un camino seguro para alcanzar el Reino, un camino que también está abierto para los que poseen riquezas, las cuales sirven para ayudar a quienes pasan necesidad y para crecer en el amor a Dios.

2.    NO ES MALO SER RICO, LO MALO ES PONER NUESTRAS ESPERANZAS EN EL DINERO

No es malo ser rico, no es pecado tener solvencia económica, poseer propiedades y bienes materiales, lo malo es sustituir el amor a Dios por el amor al dinero. San Pablo a Timoteo expresa: “Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos dolores. (1 Timoteo 6,10). Y el mismo Señor nos lo ha dicho: otro. “No podéis servir a Dios y al Dinero”. (Mateo 6, 24). Entonces, de lo que debemos tener mucho cuidado, es que el dinero sea para nosotros un ídolo que sustituya a Dios. También debemos cuidarnos de como obtenemos nuestras riquezas materiales, en el sentido de que por ambicionar más dejemos de lado el respeto y el amor al prójimo.

En efecto, los bienes materiales de este mundo no son malos en sí mismos, todos ellos son según nuestra fe, proporcionados por Dios, que ha creado el mundo para la felicidad de los hombres, y como Creador, es el Dueño de todo cuanto hay, y nosotros estamos al cuidado y la buena administración de los bienes que a Él pertenecen. Por tanto, en sus día, seremos juzgados por el modo como hemos administrado los bienes que Dios nos ha encomendado: “Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir”  (Lucas 16, 2).

Es así, como lo malo está en buscar acumular dinero y riquezas y poner nuestras esperanzas en ellas. San Pablo a Timoteo: “A los ricos de este mundo recomiéndales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo inseguro de las riquezas sino en Dios,  (1 Timoteo 6, 17). El mismo Jesús, lo advierte en el comentario sobre el joven rico que no fue capaz de dejar su dinero y sus bienes para seguirlo a Él. “¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!”  (Marcos 10,23). Y Jesús se refiere justamente a esos ricos que aman tanto al dinero, que lo prefieren a Dios.

3.    NO ES MALO SER POBRE, LO MALO ES PONER NUESTRAS ENVIDIAS SOBRE EL QUE TIENE MAS

Jesus nació en un ambiente de pobreza, en un simple establo de Belén, y por todo lo que sabemos, él vivió desprendido de todo, no tenía ni donde reclinar la cabeza.  (Lucas 9, 58) y murió sin nada en una Cruz.

Por otra parte, la pobreza no es un bien en sí, como del mismo modo la riqueza no es un mal. Por tanto, debemos comprender que el simple hecho de ser pobres, no es lo que nos hace agradables a Dios. No hay que entender la pobreza de espíritu como simple apocamiento y que no teniendo recursos materiales no valemos nada. Lo que sí vale mucho, es tener una actitud espiritual respecto de los bienes materiales y un estilo de vida que no nos haga vivir triste por tener menos que otros. Hay que tomar en cuenta además, que se puede ser pobre, pero la pobreza no debe ser motivo de llenarse de pasiones, envidias y odios por vivir en la estrechez. Como tampoco es bueno que en medio de nuestra pobreza, rechacemos al rico que con grandeza, generosidad y desprendimiento interior de sus riquezas, sabe dar al que no tiene.

Para las persona que viven en medio del mundo la pobreza, también le corresponde cuidar de todos los bienes que Dios les ofrece, usarlos con prudencia, no apegarse a ellos, es decir desprendidos y siempre con espíritu de caridad, sobriedad y moderación.

4.    EL PELIGRO DE LOS GOZAN EGOÍSTAMENTE CON SUS BIENES, SIN PENSAR EN OTRA COSA NI EN LOS DEMAS.

Las lecturas de la Liturgia de Hoy, nos invitan a reflexionar sobre el peligro que enfrenta los que gozan egoístamente con sus bienes, sin pensar en otra cosa. Este peligro no es inexistente sino que muy concreto. La Primera Lectura del Profeta Amós (Am. 6, 1.4-7)  representa a un grupo de personas que viven en medio de lujos y excesos, a espaldas de las necesidades de los demás, entonces él los increpa seriamente porque no se preocupan por las desgracias de sus semejantes, y por tanto el Profeta les advierte rotundamente sobre el destino de los que así se comportan.  Y en el relato evangélico Jesús nos da un modelo de la dureza de los corazones en la relación con los hermanos necesitados, por parte del hombre que hace su vida concentrado solo en la riqueza.

El profeta Amós, se nos muestra en la Palabra de hoy como defensor de los pobres, y se las emprende contra aquellos que se han enriquecido rápidamente gracias a vivir en tiempos de ganancias fáciles, y no tiene temor en denunciar el lujo escandaloso en el cual viven. Entonces, el profeta puntualiza sus sentimientos, subrayando la diferencia entre los pocos que viven en la riqueza y la gran mayoría de la gente, que vive en la miseria. Lo que el profeta hace es condenar a los privilegiados que viven en palacios suntuosos, agasajándose al sonido de la música y bebiendo sin medida, perfumándose con costosos y refinados aromas y sin preocuparse de las dificultades en las que viven sus compatriotas. 

Por eso, ahora irán al cautiverio al frente de los deportados, y se terminará el desenfreno y el esplendor del cual han disfrutado. Esta es y será la suerte espantosa que esta reservada a los ricos y a todos los que, como ellos, no se convierten, permanecen indiferentes a la miseria del prójimo y no hacen caso de los reclamos de los profetas, los cuales, hablando en nombre de Dios, les exhortan ayudar a los pobres, a los huérfanos y a las viudas.

5.    LA PARÁBOLA DEL RICO EPULÓN (GLOTÓN) Y DEL POBRE LÁZARO

En el Evangelio, conocida también como la parábola del rico epulón (glotón) y del pobre Lázaro, se relata de forma dramática la condenación del rico miserable y mezquino, donde su riqueza es solamente utilizada para la satisfacción personal. Es posible, que este relato sea más bien simbólico, pero no por ello se pierde la fuerza en sus expresiones para impresionar a quien lo escucha.

En la narración se ambientan dos escenarios distintos, el primero describe la situación del rico que vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquete, que vive con su corazón cerrado y endurecido a las necesidades ajenas y con incapacidad de advertirlas.

Este hombre rico, el relato no dice su nombre, es el característico ser que se preocupa únicamente de sus bienes y saborear las alegrías de la vida actual que lleva, la pobreza le es indiferente, no se dedica ni a pensar ni agradecer a Dios, tampoco le preocupa su futuro y menos la vida eterna. Podríamos decir superficialmente, que este hombre no hace nada de malo o que no tiene nada de malo gozar de la buena vida, pero su irreverencia no le permite tomar en consideración que en la puerta de su casa esta tendido Lázaro, hombre pobre y muy enfermo, con el cuerpo lleno de llagas que eran lamidas por los perros.

El relato nos dice que el rico murió y fue sepultado y en la morada de los muertos está lamentándose en medio de los tormentos.

En el segundo escenario, se nos muestra a un hombre pobre llamado Lázaro, que está  angustiado por sus cuerpo lleno de llagas y por el hambre que padece y, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. La escena representa un aspecto terrenal y temporal, predestinada a cambiar radical e irreversiblemente después de esta vida.

No se narran más datos de la vida de Lázaro, solo se dice que murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham, encontrando consuelo a sus males.

6.    LA CONDENACION DEL RICO MISERABLE Y LA SALVACION DEL POBRE QUE ANSIABA SACIARSE CON LO QUE CAÍA DE LA MESA DEL RICO

No gusta mucho hablar del Cielo, siempre estamos pensando que lo merecemos y confiamos en la misericordia de Dios. Del Purgatorio, poco nos agrada hablar y al mirar las faltas de los demás, nos imaginamos que muchos conocidos están pasando por allí. Finalmente nos aterra hablar del Infierno. Que conste que estos son Dogmas de Fe, por tanto, estamos llamados a creer que esto lugares existen. Por otra parte, en este Evangelio, Palabra del Señor, es el mismo Jesucristo quien nos habla del Infierno, y de la posibilidad que tenemos de condenarnos para siempre, si no hacemos una vida conforme a la Voluntad de Dios, faltos de caridad, generosidad, compasión, y pendiente sólo de los gustos y lujos que podemos darnos olvidándonos de Dios y del prójimo.

Entonces la segunda parte del relato, se desarrolla en el más allá, ahí donde los destinos se revelan tan diferentes y conforme a como hemos actuado en la vida terrenal. Lázaro está en el lugar que ha sido reservado a los justos y se sientan junto con Abraham en la mesa a disfrutar del banquete celestial, en cambio el rico, está en el lugar reservado a los que se olvidaron en vida de regalar amor y por sus pecados conservado hasta final y sin arrepentimiento, llegan después de la muerte terrenal a un lugar de tormentos e infelicidad.

El contraste entre los protagonistas de esta parábola, ya evidente en la tierra, es acentuado en la vida ultraterrena y con tonos realmente dramáticos y angustiantes, donde el rico que fue miserable, pide al Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan y se encuentra a un Abraham, que no puede acceder a la súplica puesto que la situación es ya irremediable y le recuerda al rico ha recibido sus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y el en el tormento.

Lázaro no pedía nada, mientras yacía enfermo a la puerta del rico, en cambio el rico implora clemencia para sí y para sus parientes, pidiéndole a Abraham que envíes a Lázaro a la casa de su padre, porque tiene otros cinco hermanos, para que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento.

7.    LOS BIENES QUE NOS SALVAN Y LOS QUE NOS CONDENAN

Las Lecturas de hoy nos invitan a dos importantes reflexiones. En primer lugar, el afán por los bienes materiales puede alejarnos del camino del Cielo. Ciertamente, vivimos en una sociedad donde necesitamos nuevos bienes materiales, pero estos no nos pueden deslumbrar, haciéndonos creer que el dinero y todo aquello que podemos adquirir con él es lo único verdaderamente importante y necesario para la vida. También un rico puede convertirse y abrir su corazón al prójimo, compartiendo sus bienes y haciéndose instrumento de fraternidad y de amor, y asegurándose un lugar en la vida eterna.

La segunda reflexión, nos invita a recordar que en nuestra vida cristiana los bienes verdaderamente importantes son los bienes espirituales.  Estos son los bienes eternos, porque que no se acaban, por tanto son los que verdaderamente debemos buscar.  Son los que nos aseguran el camino al Cielo y a la conquista de la vida eterna.

Por tanto, está en nosotros decidir libremente como organizamos nuestra vida, la enseñanza está por el recto uso de los bienes materiales y estar atento a los bienes verdaderamente importantes que son los espirituales. El relato tiene su sentencia dramática, después de la muerte no volvemos a esta vida terrena, y hay bienes que nos salvan y otros que nos condenan, la vida terrena es corta, la otra es eterna.

El Señor nos bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Domingo XXVI del Tiempo Ordinario Ciclo C

 Publicado en este enlace de mi WEB: REFLEXIONES INTIMAS EN AMISTAD CON DIOS

 

 

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