“él debía resucitar de entre los muertos” Jn 20, 1-9 Autor: Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant ocds 1.
“MARÍA MAGDALENA FUE AL SEPULCRO Y VIO QUE LA
PIEDRA HABÍA SIDO SACADA
Según san Juan, el relato lo sitúa en “el
primer día de la semana.” Es decir, al día siguiente del sábado, y la hora en
que viene al sepulcro es de “madrugada”, esto es muy de mañana y cuando aún
hay “todavía estaba oscuro”. Es en la hora crepuscular del amanecer. “María Magdalena fue al sepulcro y vio que
la piedra había sido sacada.” Por los sinópticos se sabe que esta visita
de María al sepulcro no la hace ella sola, sino que viene en compañía de
otras mujeres, cuyos nombres se dan: María, la madre de Santiago, y Salomé,
la madre de Juan y Santiago el Mayor (Mc 16:1) y otras más (Lc 24:10). Al
ver, desde cierta distancia, “sacada” la piedra rotatoria o golel, dejó a las
otras mujeres, que llevaban aromas para acabar de preparar el
“embalsamamiento” del cuerpo de Cristo, y “Corrió al encuentro de Simón Pedro
y del otro discípulo al que Jesús amaba”, que, por la confrontación de textos,
es, con toda probabilidad, el mismo Juan. 2.
“EL OTRO DISCÍPULO AL QUE JESÚS AMABA”.
Me parece bonita esta expresión que se lee
en este fragmento del evangelio, “El otro discípulo al que Jesús amaba”. Es
hermoso saber del amor de Jesús por sus apóstoles, pero en el caso de san
Juan, hay una predilección especial, pero aún es más hermosa esa humildad,
esa modestia y esa demostración de no ser vanidoso, san Juan en lugar de
nombrarse, utiliza esta frase “El otro discípulo al que Jesús amaba”. 3.
“SE HAN LLEVADO DEL SEPULCRO AL SEÑOR Y NO
SABEMOS DÓNDE LO HAN PUESTO”.
Como ella, Magdalena, no entró en el
sepulcro, supuso la noticia que da a estos apóstoles: “Se han llevado del sepulcro al
Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. El plural con que habla: no
“sabemos”, entronca fielmente la narración con lo que dicen los sinópticos de
la compañía de las otras mujeres que allí fueron (Mt 28,1ss; Mc 16ss; Lc
24:1ss; cf. Lc 24:10). Seguramente, al ver, a cierta distancia, removida la
piedra de cierre, cuya preocupación de cómo la podían rodar para entrar
temían (Mc 16:3), cambiaron, alarmadas, sus impresiones, y Magdalena, más
impetuosa, se dio prisa en volver, para poner al corriente a Pedro y al
anónimo Juan. 4.
ESTE “DISCÍPULO” CORRÍA MÁS QUE PEDRO.
Pedro y Juan debieron de salir enseguida de
recibir esta noticia, pues ambos “corrían.” Pero el evangelista
dejará en un rasgo su huella literaria. Este “discípulo” corría más
que Pedro. En efecto, Pedro debía de estar sobre la mitad de su edad, sobre
los cincuenta años (Jn 21:18.19), y, según San Ireneo, vivió hasta el tiempo
de Trajano (98-117) Esto hace suponer que Juan pudiese tener entonces sobre
veinticinco o treinta años. Juan, por su juventud y su fuerte ímpetu de amor
a Cristo, “corrió más rápidamente” y “llegó antes.” al
sepulcro. Pero “no entró.” 5.
“VIO LAS VENDAS EN EL SUELO, Y TAMBIÉN EL
SUDARIO QUE HABÍA CUBIERTO LA CABEZA DE JESÚS”.
Juan no entró, esperando a Pedro que es el
primero que entra en el sepulcro y “vio las vendas en el suelo, y también el
sudario que había cubierto la cabeza de Jesús”. El evangelista, al
recoger estos datos, pretende, manifiestamente, hacer ver que no se trata de
un robo; de haber sido esto, los que lo hubiesen robado no se hubiesen
entretenido en llevar un cuerpo muerto sin su mortaja, ni en haber cuidado de
dejar “las vendas” y “sudario” puestos cuidadosamente en sus sitios
respectivos “sino enrollado en un lugar aparte” 6.
“LUEGO ENTRÓ EL OTRO DISCÍPULO, QUE HABÍA
LLEGADO ANTES AL SEPULCRO: ÉL TAMBIÉN VIO Y CREYÓ.”
Juan nos muestra unos hermosos detalles, el
lento examen a que somete la mirada de Pedro, “Asomándose al sepulcro, vio
las vendas en el suelo, aunque no entró”. Cada detalle particular
dentro del sepulcro vacío crea un clima de gran silencio, de expectante
interrogación: “Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al
sepulcro: él también vio y creyó.” El discípulo, al ver, intuye lo que ha
sucedido. San Juan cree, porque es limpio de corazón, su pureza no le hace
tener ninguna duda. Sin embargo, luego pasa de la realidad que
tiene delante a otra más escondida: “Todavía no habían comprendido que, según
la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos.”. De esto se
desprende que la fe no es, para el hombre, una posesión estable, sino el
comienzo de un camino de comunión con el Señor, una comunión que ha de ser
mantenida viva y en la que hemos de ahondar más y más, para que llegue a la
plenitud de vida con él en el reino de la luz infinita. La
alegría de Cristo resucitado vivan en sus corazones Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant ocds DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCION CICLO C |
|
---