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EL DIFICIL
CAMINO DE LA HUMILDAD Autor: Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant |
“Revestíos todos de humildad en vuestras
mutuas relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los
humildes” (1Ped 5-5) Este es uno de los temas del cual siempre me ha costado mucho
escribir, no he creído conveniente hacerlo sin antes saber y sentir si existe
esta virtud en mí, espero que al hacerlo, me ayude a reflexionar un poco mas
sobre la humildad, porque creo finalmente que aún me falta para tener este
privilegio. Aún conociendo de la misericordia de Dios, un punto difícil ha sido el
sentirme capaz de humillarme ante Dios y hablarle a El de todos mis errores,
siempre al hacerlo, busque justificarme, como queriendo decir, no fue mi
culpa o no tuve la intención de hacerlo. Pero es una ingenuidad, a Dios, no
se le puede engañar. Sin embargo reconozco que es mucho más sencillo,
confesarse a solas con Dios, que arrodillarse frente a un sacerdote
humillándose al máximo y hacer una confesión de todas mis faltas y errores,
en especial, si el confesor es un sacerdote conocido, ya que le doy más
importancia a lo que el pueda pensar de mí y perder su consideración. Ese si
que es un error grandísimo, porque al hacer una mala confesión, pierdo mi
consideración a Dios. Hay muchas fuentes que alimentan la inspiración y la comprensión de
temas que parecen sencillos, pero que al profundizar descubrimos que son muy
complejos. Dios, es una gran fuente de inspiración, como toda la Obra de
Cristo. También ayudan a descubrirnos, los ejemplos de los santos, como
nuestra primera gran santa, la Virgen Maria. En otra escala, pero con muchos
meritos, están los testimonios de los santos, algunos canonizados por la
Iglesia, otros no, pero igual de ejemplares. San Pablo, trabajador incansable
por Cristo, es un gran inspirador, Santa Teresa de Jesus, maestra de oración,
es otra gran inspiradora, en especial en un tema como este, en el cual
debemos abandonar la soberbia y reconocernos absolutamente dependiente de
Dios y su buena relación con EL. 1.
LAS
DIFICULTADES PARA SER HUMILDES ¿Pero porque cuesta tanto ser humilde? ¿Por qué nos cuesta tanto dejar
de pensar en que perderemos el orgullo? “Maldito orgullo que vive en
nosotros”, culpable de tantos resentimientos, y fuente de violación de mis
obligaciones con Dios. Siempre estamos deseando que nos traten mejor de lo que nos merecemos,
queremos que nos miren como personas exitosas, buscamos que los sacerdotes
nos miren como hombres santos y nos arrodillamos contritos en el templo no
para Dios, sino para que otros nos vean. Cuanta ira nace en nosotros cuando pensamos que nos han violado el
derecho de ocupar cierto sitio y como nos frustra cuando no se cumplen
nuestros propósitos de ser visto como personas ideales para todo. “Maldito orgullo que vive en nosotros”, por que nos deja sin amor a
nuestros hermanos y nos hace ser indiferentes, débiles, fascinados por
criticar a otros para que los vean menos responsables que nosotros. “Maldito orgullo que vive en nosotros”, por que nos motiva a atacar a
otros por sus ideas, solo para que piensen que las nuestras son mejores,
porque nos amarga que sea más, mejores y que no tomen en cuenta las nuestras. “Maldito orgullo que vive en nosotros”, porque es la raíz que entrega
su sabia para alimentarnos del hambre de gloria y de la incansable búsqueda
de reconocimientos para nosotros, y que nos tortura cuando nuestra opinión no
ha sido considerada de valor. 2.
UN
CORAZÓN LIBRE DE AMBICIÓN Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más
grande en el Reino de los Cielos. (Mt18, 4). ¿Porque ser como un niño y hacerse pequeño? El niño es un ser débil y
humilde, que no posee nada, no tiene ambición, no conoce la envidia, no busca
puesto privilegiados, no tiene nada que decir en la codicia de los adultos,
el niño tiene conocimiento de su pequeñez y su debilidad. Es así como nos
hace saber Jesús, que el más humilde será el más grande ante el Padre. “Bendito las almas de niños”, porque sus corazones están libres de
ambición. El niño al igual que el pobre recibe con alegría lo que se le entrega
cuando su necesidad depende de los demás. Ese es el sentido de ese “hacerse
como los niños”, hacerse humilde y sencillo de corazón, empequeñecido en la
sociedad respecto a los puestos de jerarquía, esa es condición de Jesús para
seguirlo, “El que no renuncie a si mismo, no puede ser mi discípulo” Canta el salmo 51, 19 “mi sacrificio es un espíritu arrepentido, tú no
desprecias el corazón contrito y humillado. 3.
ALGUNOS
MITOS QUE DEBEN ELIMINARSE Ciertamente, si Dios valoriza enormemente la humildad, es porque es
algo bueno, y no significa ser humilde no tener auto estima, o no tener ideas
de superación, o no amarse a si mismo. Al contrario, la humildad da mucha
fuerza, en especial porque ella abre las puertas que Dios nos tiene para
vivir en el Reino. “Soy manso y humilde de corazón”, nos ha dicho el
Señor. “Saca todo afuera para que te rellenes de humildad”, me aconsejo
en una ocasión mi papa siendo yo muy joven y pasando instantes de soberbia.
¿Y que se debe echar afuera?, la idea de que uno es mártir de las
circunstancias, tener demasiados sentimientos de culpas, vivir buscando las
simpatías de los demás, andar pretendiendo ser líder de todo, querer estar en
todo para que otros piensen de ti como un gran colaborador. Hay una especie de soberbia en querer nosotros subir más
alto, pues demasiado hace Dios permitiendo que nos acerquemos a él, siendo lo
que somos (Santa Teresa de Jesus, V 12, 4; CN 2). Pero hay muchos otros mitos que debemos eliminar, ser humilde no es
vivir en el pesimismo, tampoco es auto criticarse. En efecto, malo es
andar comentando nuestros errores, porque puede ser que lo que busquemos es
que otros nos complazcan diciendo que no es para tanto y así se alimente
nuestro orgullo. Porque el orgullo y acompañado de soberbia y autosuficiencia
es contraria la humildad. Tampoco es humilde el que se asolapa en una vida callada, porque
estamos hechos para una vida en comunidad, y vivir en silencio por estos
motivos, puede encubrir una forma de esconderse y de apartarse para que no te
revelen quien eres. Alejarse de sus hermanos, es pensar que no somos iguales
en comunicarnos y debemos vivir en comunión. No somos humildes si buscamos justificarnos, ni menos si no somos
capaces de sentir culpa de nuestras equivocaciones. Peor es si buscamos hacer
ver que son otros los equivocados, todo esto para buscar un mejor trato para
nosotros. El decir, nadie me quiere o porque no se ponen en mi lugar, esta muy
lejos de ser humilde y demuestra el orgullo de no buscar saber que hay dentro
de mí que me hace sentir así. Si somos humildes, sentimos necesidad de que nos ayuden y nos
aconsejen para bien, y la falsa humildad es creer que no necesitamos los
consejos de alguien, y peor es no saber reconocer cuando alguien es razonable
en sus actos y palabras y mas dramático es no aceptar la verdad de una
persona a la cual creemos que es menos preparada que nosotros. Es falta de humildad negarse a trabajar en comunidad, con la fuerza de
un equipo, porque estamos frente a un obligado reconocimiento de que hay
otros con mejores ideas que las nuestras. La
humildad es andar en la verdad (Santa Teresa de Jesus, VI M 10, 8). Es falsa humildad no ser responsable de tomar decisiones en especial
cuando se debe actuar en defensa de los preceptos de Dios. En efecto, eso es
miedo a luchar contra las consecuencias que pueden repercutir. Por tanto no
deja de ser humilde el que responde a su convicción. Y muestra grandeza el
que sin dejar de lado su valor, es capaz de enfrentar situaciones de esa
naturaleza con paciencia, con mucho amor, y confiado de que ha cuidado de
obedecer a Dios. “Hermanos, si alguien es sorprendido en alguna falta,
ustedes, los que están animados por el Espíritu, corríjanlo con dulzura.
Piensa que también tú puedes ser tentado”. (Gal. 6:1) No somos superiores a otros, y sentirlo porque estamos en un nivel mas
alto por la posición que estamos ocupando, es contrario a la humildad. Si nos
han nombrado en un puesto de autoridad, es la oportunidad que nos ha dado
Dios para ejercer ese cargo con sabiduría, y para que demostremos que tenemos
capacidad de amarnos unos a los otros y que estamos en ese cargo ayudando al
bien de las personas y no el nuestro. Y es falta de humildad, si en nosotros
hay resentimientos porque por estar en un cargo de autoridad, no sentimos que
otros nos consideran y nos respetan como pensamos y como creemos merecer... El sentirse fracasado en una de las peores falsas humildades y lo que
mas cuesta, es darse cuenta que estos fracasos son una lección que nos da
Dios para mejor y ser mejor. Muchas veces permite el Señor una caída
para que el alma quede más humilde (Santa Teresa de Jesus, Cta 400, 5). Nuestra vida esta expuesta a tener fracaso, pero también para tener
éxitos, el primero nos trae pánico por el temor a sentirnos humillados, y el
segundo, se transforma en una obsesión: Que ninguno de los dos sea una
barrera para ser buenos hijos de Dios, obediente a sus preceptos, y amantes
de servir, como el que se hizo servidor de nosotros. 4.
PORQUE
Y PARA QUE SER HUMILDE Y como todo este edificio va fundamentado en humildad, cuanto más nos
vamos acercando a Dios mayor ha de ser esta virtud y si no, todo se viene
abajo (Santa Teresa de Jesus 12, 5; CN 2). Nos es difícil dar una respuesta al título de este punto si
reconocemos que vivimos para Dios. La humildad tiene una gran importancia en
nuestra relación con Dios y con todos los hombres, el cristiano esta llamado
a ser un eterno buscador de esta virtud y vivir con ella todos los días de su
vida temporal. Para conocer a Cristo, se debe tener un corazón humilde. Cristo salva
a los humilde, que se acercan con humillación, “Y colocándose detrás de
Jesús, se puso a llorar a sus pies, luego comenzó a bañarlos con sus
lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con
perfume” (Lc 7, 36-50), La pecadora debe haber clavado su mirada en
Jesús, implorando su misericordia, reconociendo sus pecados, confiada
totalmente en Jesús, y a esa mirada, Jesús responde con la suya, que esta
llena de compasión y comprensión, respondiendo "Tus pecados te son
perdonados". En efecto, si somos capaces de reconocer con humildad que
somos pecadores y que tenemos necesidad de perdón, podremos acercarnos a
Cristo y conocerlo más. Si no somos humildes, tampoco podemos ser sumisos, y para someternos a
Dios la sumisión a El es necesaria. La humildad es la ayuda necesaria que
alimenta la confianza en Dios, no habrá confianza en EL, si confiamos más en
nuestro orgullo. El Señor es muy amigo de humildad (Santa Teresa de Jesus,
M epílogo). La humildad es la que nos permite amar a al Señor nuestro Dios y a
nuestro prójimo. Dice Cristo Jesus: “el Señor nuestro Dios es el único
Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma,
con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas”. (Mc 12, 28-34) Con todo el
corazón, es con humildad y sin ninguna restricción y con todo lo que nos da
la vida, con todo el corazón es con todo lo nuestro, sin reservas, con todo
tipo de sacrificios, con todo lo que nos hace vivir. Con toda el alma, es con
toda la humildad del amor divino, con toda el alma, es con el primer
principio de nuestra vida, lo mas importante, la parte espiritual e inmortal,
capaz de entender, querer y sentir, y que, junto con el cuerpo, constituye su
esencia humana. Con todas tus fuerzas, es algo ardientemente y no con
tibieza, y añadimos para que no falte nada, con todo nuestro entendimiento,
con toda nuestra mente, con la inteligencia, con la reflexión, con la
capacidad intelectual humana, con el pensamiento y voluntad, todo eso, es
capaz de conocerlo solo un corazón humilde. La humildad es afable y es la que nos permite tener buenas relaciones
con nuestros hermanos, nuestro prójimo más próximo. En efecto, un corazón que
conoce de la humildad, sabe relacionarse, sabe obedecer, sabe someterse, sabe
reconocer los errores y todo esto nos permite vivir en paz con nuestra
familia, compañeros de trabajo, esposas y esposos, hijos y padres. Así que, hermanas,... procurad ser afables y entenderos con todas las
personas que os trataren, de manera que amen vuestra conversación y deseen
vuestra manera de vivir y de tratar…… hemos de procurar con interés: ser
afables y agradar a las personas con quienes tratamos, (Santa Teresa de
Jesus, C 41, 7). La humildad es la gracia que nos permite convivir con todos los
hermanos cristianos, sin discriminación. Amor total es nos lo pide Cristo
Jesus, no amor parcial o limitado, esto es lo que nos enseña y nos exige, la
entrega y el amor, tanto a Dios como al prójimo. Cristo Jesús puso al mismo
nivel los dos mandamientos, y así lo aclara el evangelio de Mateo cuando
dice; “De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los
Profetas". Por tanto nosotros, los cristianos y seguidores de Jesús,
debemos ser absolutamente contrarios a cualquier sentimiento acentuado de
hostilidad, antipatía, rechazo y odio a los hombres, sabiendo que es algo con
lo que convivimos a diario. El hombre es imagen de Dios y si amamos a nuestro
prójimo, amamos a Dios, y si amamos a Dios, lo amamos también en el prójimo. La humildad, nos ayudará a crecer más en nuestra fe y en nuestro
camino a la santidad. Si no crecemos interiormente, no seremos capaces de
transformarnos y nadie es santo si nos se transforma y nadie se transforma si
no es sumiso y dependiente de Dios. La humildad nos permitirá que más personas crean en la salvación que
nos ofrece Cristo, porque un apóstol no podrá ayudar en la tarea encomendada
por el Señor de ir y enseñar si es arrogante, ni menos guiarlo hacia
la fuente de agua que sacia la sed de Dios. En los Hechos de los Apóstoles,
Pedro predicó con otras muchas palabras y les conjuro y les exhorto: "Salvaos
de esta generación perversa." Y los que acogieron su Palabra fueron
bautizados. Aquel día se les unieron unas 3.000 almas”. (Hch 2, 40-41). Pedro,
aunque vehemente, supo de la humildad, por eso fue vivo testigo de Cristo y
su predica fue capaz de que se convirtieran 3.000 almas, sin embargo muchas
prédicas de hombres que se creen muy santos y muy superiores a los demás no
convierten a nadie, es decir, los humildes huyen de los soberbios. 5.
SER
HUMILDES COMO CRISTO “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo”, (Filp.
2,2-5). “Aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón”, (Mt
11,29) Ser humilde es ser como Cristo, quien fue humilde antes de nacer,
quien nació en una humilde pesebrera, que se formo con un humilde
carpintero. Cristo aparece a su vida pública en forma humilde, elige a
sus íntimos amigos entre humildes pescadores, hombres rudos y entre ellos a
un publicano. Y vive entre los hombres con mucha humildad y jamás hizo
ostentaciones de ser Hijo de Dios. Sus preferidos fueron los mas pobres, los
mas humildes, los enfermos y afligidos. Toda su predica la hizo con humildad.
Cristo fue insultado, escupido, le arrebataron sus ropas, y ante todo esto,
el pidió a Dios perdón diciendo: Padre, perdónales, porque no saben lo que
hacen” (Lucas 23, 33-34). Y a pesar de todos los errores que tenemos, Cristo nos busca y nos
elige, no porque somos buenos, sino porque el es bueno y nos ama al extremo y
espera que nosotros cambiemos. Dios nos pide cambiar y espera que seamos
hombres buenos, como su Hijo Jesucristo, “mansos y humildes de corazón.” Para ser humildes de corazón como Cristo, tenemos que abandonar
nuestra vida y dejar que El viva en nosotros, “y no vivo yo, sino que es
Cristo quien vive en mí”, (Gal. 2,30). Y orando a Dios debemos pedirle su
ayuda para sentir la humildad del corazón de Cristo, “Dios de la paciencia
y del consuelo os conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos,
según Cristo Jesús” (Rom 15,5. La oración es la llave para abrir la puerta que le permite a Dios
trabaje en nuestra vida, y para que haga su obra en nosotros, tenemos que ser
humildes en todo, para dejarnos someternos por El y sentir que somos en todo,
dependientes de EL, con un absoluto reconocimiento de la necesidad de El. Todo
el cimiento de la oración va fundado en humildad, y mientras más se abaja un
alma y se empequeñece en la oración, más la ensalza Dios (Santa Teresa,
«Moradas Séptimas», 4, 9.). La ganancia de la humildad, es la amistad de Dios, “Vivamos con
Dios como con un amigo” nos enseña la Beata carmelita Isabel de la
Trinidad. En efecto, el aprecio y la estima de Dios, tiene mucho más valor
que vivir preocupado de la autoestima si se es humilde. La perdida de nuestro
orgullo, es beneficio para el alma, “Para vencer el orgullo: matarlo de
hambre. Mira, el orgullo es amor propio. Pues bien; el amor de Dios debe ser
tan fuerte que anule por completo nuestro amor propio.” Isabel de la Trinidad.
La virtud de la humildad es un gran regalo de Dios. La humildad nos
permite ser su amigo y que Cristo viva en nosotros, por lo cual debemos
agradecerle siempre. Esta es la gracia que nos va a estar siempre
transformando en otros Cristos. Sale el alma tan gananciosa, que el
demonio no osa volver otro día para no salir con la cabeza quebrada (Santa
Teresa de Jesus, C 12, 6).
Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad,
considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada
cual no su propio interés sino el de los demás. (Filp. 2,2 3-4) Sabemos que es la humildad? Para responder a
esta pregunta, necesitamos saber y sentir si somos o no humildes, necesitamos
sentirnos criaturas dependientes de Dios, y para esto, lo primero es
reconocernos creados por EL, a su imagen y semejanza, con la diferencia de
que somos pecadores y débiles. Para Dios, somos personas de gran valor, su amor por nosotros es
inmedible y nos quiere a todos en su reino y para participar de esta fiesta
de amor, tenemos revestirnos de la gracia santificante, es decir del don
sobrenatural, interior y permanente que Dios nos otorga, por mediación de
Jesucristo para nuestra salvación. La gracia santificante nos hace hijos
de Dios y amigos de Cristo. Pero para tener esta gracia tenemos que
despojarnos de toda soberbia, difícil tarea para la naturaleza de los
hombres, en especial si no podemos sustraernos de nuestro carácter orgulloso
y altanero. La soberbia y el orgullo, es una amenaza constante que esta al acecho,
y no hay que dejarse cazar por ella, porque perderemos las
dispensas que nos quiere
regalar Dios y nos enemista con El. Sin embargo el humilde goza del
privilegio de tener una relación personal con Dios, correspondencia que se
mantiene con la oración constante. Y si tenemos buena comunicación con Dios,
caminaremos a diario en comunión con El. Porque en la oración entendía más
mis faltas: Por una parte me llamaba Dios; por otra yo seguía al mundo. Dábanme gran contento todas las cosas de Dios; teníanme atada las del mundo (Santa Teresa de Jesus, V 7,
17). El que conoce la humildad, ama intensamente a Dios y sabe de las
responsabilidades que le competen, y esta dispuesto a rendirle cuentas. El
hombre que se siente humilde, sabe que sin Dios nada puede y con El todo es
posible. El que se reconoce humilde, confía en Cristo y se hace seguidor de
El. El que siente que hay humildad en su corazón, siente que Espíritu obra en
él. 7.
EN
QUE NOS RECONOCEN QUE SOMOS HUMILDES? Se hizo el servidor de todos, no habiendo «venido a ser servido, sino
a servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mt 20,28). El corazón humilde tiene un deseo legítimo de ayudar a y servir a todo
el que lo necesita, es un corazón consecuente de todas las necesidades y vive
dispuesto a ofrendarse por sus hermanos. Un alma humilde, siempre alienta y
estimula las virtudes de sus semejantes. Un hombre humilde no duda en
encubrir las debilidades de sus amigos, es un ser que esta siempre
disponible, no se cierra a nadie, es abierto a la amistad, al compañerismo, y
es ante todo solidario. Al hombre humilde se le reconoce por respetar a los demás, es afable y
capaz de reconocer que el y lo demás son criaturas de Dios de gran valor. El
corazón humilde, sabe oír a los demás y los escucha con paciencia, no vive
siempre a la defensiva, sabe aceptar las críticas, no se exaspera si no le
encuentran razón. El que es humilde, se le reconoce como un hombre misericordioso, capaz
de perdonar y olvidar los errores de sus hermanos y amigos, como del mismo
modo reconocer los suyos y pedir perdón. El alma humilde siempre es cortés y si no le entregan cortesías no se siente
ofendido. El que es humilde, esta dispuesto a hacerse seguidor de quien tiene
autoridad y cuando es el quien la tiene, la ejerce si perder su virtud, sin
prepotencia y sin soberbia. 8.
APRENDER
A VIVIR EN HUMILDAD Este es un desafío de gran importancia, hay que preparase bien y
mucho. Tenemos que examinar en conciencia lo que somos y saber reconocer lo
que son los demás. Si alguien esta mejor preparado que nosotros, no podemos negarnos a
reconocerlo, no importa quien sea, si alguien puede enseñarnos, acojamos con
sencillez esa posibilidad. No seamos como aquellos que despreciaron a Jesus,
por ser hijo de un humilde carpintero. Si llegáramos a ver a todos los hombres del mismo modo como nos ve
Dios, podríamos sentir que hemos aprendido a vivir en humildad y no
intentaríamos desbarrancar a nadie por lo que es. A Dios no podemos
mostrarles mascaras, delante de El somos lo que realmente somos, tenemos
distintas cualidades, distintas virtudes, diversos defectos y vicios, pero a
los ojos de El, somos lo que somos. Vivir en humildad, es conocer las
cualidades que tenemos y ponerlas al servicio de los demás. Vivir en humildad,
no es esconder los defectos y vicios, es dejar que los que tienen las
virtudes que no tenemos nos ayuden a erradicarlos. Pues procuremos mirar
siempre las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros y tapar sus
defectos con nuestros grandes pecados (Santa Teresa de Jesus, V 13, 10; CN
3). No es humilde el que se considera menos útil que otro, es egoísmo y
soberbia para que otros no dispongan de la cualidades que tiene, tampoco es
humilde el que escapa de comprometerse con la excusa de que el es poca cosa. No debemos confundir la pobreza material con la humildad, los humildes
como los soberbios pueden ser ricos o pobres en lo material, es humilde el
que pone al servicio de los necesitado lo que tiene en beneficio de sus
hermanos. Pero algo que no es fácil, es saber si nosotros estamos confundidos,
porque podemos ser humildes de aspecto, pero no de corazón y en forma oculta,
buscamos notoriedad, y reconocimiento a lo que hacemos, que nos elogien y eso
nos encanta, claro, nos halaga la vanidad. Por cuanto para aprender a vivir
en humildad, debemos tener conciencia que donde hay vanidad, hay tierra de
cultivo para los defectos. Para vivir en humildad, no tratemos de ocultarle nuestros defectos y
debilidades a Dios, al contrario, dejémosle que el nos enseñe por medio de
ellas. Haciéndole ver a Dios nuestra bajeza, reconocemos en El su grandeza, y
para aprender a ser humildes y vivir en ella. Cuando somos capaces de
reconocer ante Dios todas nuestras falta, nuestros errores, el va de
inmediato en nuestra ayuda. Cuando nos sentimos enfermos, nos damos cuenta lo débiles que somos,
cuando fracasamos nos damos cuenta de nuestras limitaciones y que no somos
capaces por nosotros mismos. Esas debilidades, limitaciones e incapacidades,
nos debe hacernos dar cuenta de nuestra dependencia de Dios, El nos dará
fuerza en nuestra flaquezas. “Pero él me dijo: "Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra
perfecta en la flaqueza". Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome
sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por
eso me complazco en mis flaquezas,…pues, cuando estoy débil, entonces es
cuando soy fuerte. (2 Cor 12:10)
El cristiano que logra sentir alegría de ser humilde ante Dios y los hombres,
se regocija en gozo, porque sabe que Dios se digna en utilizarle para
beneficio de si mismo y todos los hombres. Es un gran favor el que nos hace
Dios al regalarnos la virtud de la humildad, por cuanto nos debemos alegrar
por esto y los muchos favores que no merecemos y que nos regala Dios. María dijo: Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se
estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez
de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque
el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su
misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo
temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de sus tronos, y elevó a los humildes. (Lc 1, 39-56) El fragmento del evangelio, nos presenta el cántico de María, El
Magníficat, responde a una explosión de júbilo en Dios, incubada desde que se
había realizado en ella el misterio de la encarnación. Este canto es la una
expresión elevadísima del alma de María, donde las lágrimas de alegría, gozo
y esperanzas, se encierran en su Corazón, porque él miró con bondad la
pequeñez de su servidora. La humildad de la Virgen María, es la causa de su
grandeza, se humilla hasta en lo más ínfimo y Dios la eleva a lo más alto de
la dignidad. La alabanza que hace María a Dios por la elección que hizo en
ella, engrandeciendo a Dios, ella esta profundamente agradecida, entonces le
bendice y le celebra. María atribuye esta obra a la pura bondad de Dios, que miró la
humanidad de su esclava. Fue pura elección de Dios, que se fijó en una mujer
de condición social desapercibida, aunque de la casa de David. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, por esa dignidad
tan grande a la cual María fue elevada. Desplegó la fuerza de su brazo,
dispersó a los soberbios de corazón., Con esta metáfora, se expresa el poder
de Dios, que aplasta a los soberbios y exalta a los humildes. Derribó a los
poderosos de sus tronos, y elevó a los humildes, como enseñándonos a todos,
que si queremos ser grande a los ojos de Dios y ser amados por El, debemos
ser humildes ante los hombres, reconociendo nuestra pequeñez y miseria. Esta
imagen celebra cómo Dios quita a los poderosos de sus tronos y ensalza a los
que no son socialmente poderosos. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos
vacías. Así María, se coloca en la línea de todos los que son pequeños y
humildes, los hambrientos de Israel, los que están vacíos de si mismos, pero
llenos de Dios. La humildad nace en el alma que está sinceramente maravillada del
conocimiento y las experiencias de Dios, su grandeza y su gran amor por los
hombres. Hemos de meditar en el ejemplo Maria como sierva de Dios. Maria alaba
a Dios por la elección que hizo en ella, reconoce la Providencia de Dios en
el gobierno del mundo. La clave de la humildad, es saber que el mundo no gira
y no esta a nuestra disposición y que nosotros estamos a disposición primero
de Dios, luego de los demás. 10. MIRAR EL EJEMPLO DE JOSE También reflexionemos en la vida de San José, esposo de Maria, que con
su humildad nos enseño que lo importante no es realizar grandes cosas y que
sean vistas por todos. José fue un hombre sencillo, un tranquilo obrero
manual, aldeano y abnegado en su trabajo y habiendo hecho una gran obra,
pareciera que no hizo nada extraordinario, sin embargo, el tuvo en sus brazos
al Hijo de Dios y en su infancia, le enseño a caminar, le dio de comer, le
cuidó, le abrigó e hizo bien su tarea, mostrándonos que para ser un hombre
bueno y considerado por los demás, nos es necesario hacer "grandes
cosas", sino practicar las virtudes humanas, sencillas, pero verdaderas
y auténticas” (Pablo VI). "Dios no necesita nuestras obras, sino nuestro amor" (Santa
Teresa del Niño Jesús) El Señor nos Bendiga a todos y nos regale ser humildes Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |