EL EGO Y EL YO DEL EGOISMO

Rumiando frases

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

Cuaresma es un tiempo de transformación del corazón, es tiempo de solidaridad y de compartir, tiempo de pensar en los demás y desterrar nuestros egoísmos.

Zaqueo se levanto y dijo: "Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más". Lc 19, 1-10

Zaqueo está descontento de su vida y desea cambiarla radicalmente, no mas en pensar en si mismo, no mas egoísmos y eleva su pequeña estatura dándose cuenta cual es la verdadera conversión. El ha descubierto algo muy importante, que el aceptar a Jesus, es una invitación a un cambio de conducta, es una modificación en el rumbo de su vida, es una transformación en un hombre nuevo que se puede relacionar más generosamente con las personas. Antes solo pensaba en si mismo sabía usar y abusar del prójimo, pero de la mano de Jesus, está decidido a compartir su vida y sus bienes con los pobres. Ha cambiado el yo por el nosotros. Zaqueo era un hombre preso de sus bienes, pero ahora se libera porque comienza a compartir lo que tiene.

¿Cuánto estamos dispuesto a compartir por seguir a Jesus?, ¿Qué estamos dispuestos a compartir por amor a nuestros hermanos? Una verdadera conversión del alma debe considerar alejar de nosotros todo tipo de egoísmos y traducirse en una transformación profunda en el corazón mismo.

Un día oí este refrán, “No penetres demasiado hondo en el corazón de un amigo, no fuese caso que encontrases en él el egoísmo”, entonces sentí como temor de descubrir en las personas este mal, por la decepción que me podría causar de alguien que pueda yo sentir admiración.

Se define el egoísmo como el amor excesivo hacia uno mismo, que lleva a prestar una atención desmedida a los propios intereses sin ocuparse de los ajenos, por tanto el egoísmo es incompatible con la solidaridad y la generosidad, por consiguiente lo es también con nuestros valores cristianos.

Lo incomprensible es que hay muchos egoísmos en hombres que les gusta mostrase como hombres de Dios y es algo que le hace muy mal a nuestra fe.

Esta conducta que muestran algunos para poner los intereses propios en primer lugar, como cuando dicen: “preocúpate primero de lo mío”, exponen un celo increíble que no es de hombres buenos, aunque quieran parecerlos.  En efecto, su corazón los va traicionando y no pueden soportar ver a otros hacer cosas distintas y no preocuparse solo de ellos.

Etimológicamente, egoísmo viene de ego (yo) e ismo (práctica), es decir, la práctica de ser yo, el egoísta es el “yo” que se posee a sí mismo. Lo triste es que el egoísmo suele relacionarse con la ambición y esto produce envidia, también con la mezquindad, y produce la falta de compartir, igualmente se corresponde con el deseo del poder y alegan: “yo soy el que mando aquí y los demás deben hacer solo lo que yo les diga”.

Ciertamente los hombres buenos, hacen las cosas siempre pensando en los demás, pero si hacen las cosas pensando solo en si mismo no lo son, es decir los egoístas hacen todo las cosas en atención de si mismo.

Hemos de luchar firmemente contra el mal del egoísmo, eso nos harás personas de bien y honestas. Obrar siempre en interés de los demás, es andar por el mundo haciendo el bien, así como lo hizo Cristo.

El hombre egoísta no es un hombre de sacrificios por los demás. En efecto, el egoísta no es capaz de dejar sus bienes para que otros den  mejor usos de ellos, al contrario, el hombre de bien no es codicioso y permite a los demás emplear todo lo que tiene para el beneficio de los otros.

El hombre que no es egoísta, es el que verdaderamente ama a su hermano, en especial, porque esta dispuesto a ceder todos sus bienes en beneficio de él, y se preocupa de cederle solo las cosas que son útiles.

Amar a Dios y a su hermano como así mismo, no es cosa de egoístas. Dios nos ama tal como somos, y es tan absolutamente bueno, que el nos cede todo tipo de dones para nuestra vida, y así es como nos amamos a si mismo, con lo que tenemos y tal como somos, e imitamos a Dios cediendo sin egoísmo a nuestros hermanos lo que ellos necesiten. Al contrario, el egoísta, le cierra el corazón al amor de Dios y a los hombres, vive su propia amargura y ni si quiera goza de amarse a si mismo, ya que se sabe que el no es algo bueno al no sentirse amado.

La generosidad es una característica propia de todo hombre que ama a Dios. Al contrario, el egoísmo es una característica de las personas que no entienden ni el amor de Dios ni el de Jesucristo. En consecuencia, un cristiano, que conoce del amor, que se relaciona bien con Dios Padre y con Dios Hijo, debiera tener un corazón empapado de generosidad y exento de egoísmo. Si no es así, es un hombre cerrado al amor del Espíritu Santo.

Si mostramos egoísmo, ¿Cómo podemos al mundo que queremos atraer convencer del gran amor de Dios? ¿Cómo podemos explicar la generosidad de Dios? Si amamos a Dios, este amor debe tener implícito un corazón generoso, como el corazón de Cristo Jesus y debemos dar testimonio con nuestra actitud desprendida como la del pequeño Zaqueo, de esta forma entusiasmaremos a más hombres en seguir a Jesús.

No podemos olvidar que todo bien del que disfrutamos, es una muestra de la amorosa generosidad de Dios, en especial nuestra propia vida. Dios extremadamente generoso, nos entregó un muestra palpable de su magnificencia: “Porque de tal manera Amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3,16)

Cristo Jesús en un acto de inmensa generosidad, muere en la Cruz por cada uno de nosotros y antes de expirar, no hace hermanos e hijos de una misma madre, la santísima Virgen Maria, mujer que igualmente lo dio todo enseñándonos un camino de generosidad y entrega. En efecto, María no conoce la mezquindad  y se concede íntegra a Dios y a su hijo Jesucristo.

Si somos capaces de descubrir que todo en la vida es don generoso de Dios, que por sobre todas las cosas nos ama, la generosidad es una inspiración del Amor, y una lucha constante contra el egoísmo.

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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