ENFERMEDAD Y ORACION

“No descuides visitar al enfermo, que por obras de éstas ganarás amor” (Eclesiástico 7,35)

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    “¿SEÑOR POR QUÉ A MÍ?”.

La enfermedad es una de las situaciones más preocupantes para el hombre y en tanto generadora de grandes angustias, tanto por si a nosotros nos afecta, a nuestros familiares o a un amigo.

El hombre desde siempre ha buscado alguna forma de liberarse de la enfermedad, ha averiguado en los conocedores de alguna medicina, en la experiencia de curación de algún familiar o amigo y, en los conocimientos y avances médicos, no obstante en todas las instancias eleva una oración a Dios rogando que el manifieste su bondad y le traiga alivio y consuelo.  Canta el sabio: “Tenme piedad,  Señor, que estoy sin fuerzas, sáname,  Señor, que mis huesos están desmoronados, (Salmos 6,3).

Una de las cosas que más nos cuesta entender, es por qué estamos enfermos, y muchas veces nos preguntamos “¿Señor por qué a mí?”. Pero si sabemos valorarla, la enfermedad puede ayudarnos a descubrir nuestras soberbias y si lo deseamos podremos sanarlas. La enfermedad nos muestra que somos vulnerables y que no somos autosuficientes, el que está enfermo, no puede creer que se baste a sí mismo, que no necesita de Dios ni de los demás para curarse. También el sabio aconseja: “Hijo, en tu enfermedad, no seas negligente, sino ruega al Señor, que él te curará”. (Eclesiástico 38, 30). Por tanto si  sabemos encausar la enfermedad, en unión de oraciones y confiamos en la eficacia de la oración, esa fe nos dará ánimo para salir de los padecimientos, y así reza un proverbio: “El ánimo del hombre lo sostiene en su enfermedad”  (Proverbios 18,14)

2.    “¿ESTÁ ENFERMO ALGUNO ENTRE VOSOTROS?

La enfermedad es un suceso imprevisto que nos a llega a todos y siempre tenemos la esperanza que a nosotros no nos suceda algo grave. Desde un cierto punto de vista, el sufrimiento de la enfermedad ha sido para todos un momento triste pero a la vez importante en nuestra relación con Dios. En efecto, como consecuencia de este evento, nos hemos acordado de lo importante que es la oración, tanto como para pedir la curación como para pedir fortaleza, acogiendo la enfermedad con fe, esperanza y aceptación a la voluntad del Padre. Cúrame, Señor, y sea yo curado; sálvame, y sea yo salvo, pues mi salvación eres tú.  (Jeremías 17,14)

En consecuencia, en la oración por la que imploramos por la recuperación de nuestra salud y la de nuestra familia y amigos, es una gran experiencia para todos nosotros. La oración la podemos hacer en todo lugar, ya sea en casa, en los recintos de recuperación de la salud, en el templo, o donde se nos ocurra porque el Señor está siempre dispuesto a oírnos, como le sucedió a centurión romano que le rogó diciendo: “Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos” y Jesús le dice: “Yo iré a curarle”.  (Mateo  8, 5), luego el centurión le responde al Señor basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.  (Mateo 8, 8) y así fue, y dijo Jesús al centurión: “Anda; que te suceda como has creído” Y en aquella hora sanó el criado. (Mateo 8,13)

“¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor.” (Santiago 5, 14). También, con la asesoría de nuestros sacerdotes, podemos hacer peticiones o celebraciones con el apoyo de la liturgia que nuestra fe tiene ordenada. En este último aspecto, es bueno que los fieles nos dejemos guiar en esta materia y no caer en situaciones particulares de error. Entonces recordemos también que la Iglesia dispone de un sacramento especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad, esta es la “Unción de los Enfermos”. “Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante” (Santiago 5, 14)

3.    EN LA ENFERMEDAD ORAR LA PALABRA DE DIOS

Nosotros hemos hecho nuestra vida en la esperanza del gozo y la alegría y tenemos nuestro corazón preparado para ello desde el inicio de los tiempos; “Vosotros cantaréis como en la noche de santificar fiesta; se os alegrará el corazón como el de quien va al son de flauta a entrar en el monte del Señor; (Isaías 30,29), es así como siempre esperamos en las promesas que nos ha hecho Dios. Así está revelado en las Sagradas Escrituras, donde Dios se ha manifestado y nos ha dado a conocer nuestro plan de salvación y donde nos muestra que si a Él le pedimos, ÉL nos muestra su bondad y nos da lo que nos hace falta, el mismo Jesús nos lo dijo; “vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo” (Mateo 6,8). Y así; “Los redimidos del Señor volverán, entrarán en la ciudad santa entre aclamaciones, y habrá alegría eterna sobre sus cabezas. ¡Regocijo y alegría les acompañarán! ¡Adiós, penar y suspiros! (Isaías 35,10)

¿Y por qué no confiar que el Señor, que es bondadoso que Él nos dará la salud? En el libro de las profecías de Baruc, nos consuela la frase;” Pues el que trajo sobre vosotros estos males os traerá la alegría eterna con vuestra salvación. (Baruc 4, 2), que es eterno o que dura siempre, porque teniendo principio no tendrá fin,  con la salud que nos dará. Pidamos a Dios que nos libre de todos los males, ¿A quién más podríamos recurrir? “sino a tu palabra, Señor, que todo lo sana. (Sabiduría 16,12). Así podemos, a través de la Palabra de Dios, encontrar muchas respuestas a nuestras inquietudes, su promesa es que Dios nos traerá alegría al corazón y nos liberará de los males.

La enfermedad llega a todos los hombres, no estamos libres de ella, es para los justos y para los pecadores. La enfermedad no es un castigo, pero es un sufrimiento que llega a probar si somos fieles a Dios. Si somos justos, tenemos la posibilidad de demostrar a Dios, que aceptamos su voluntad, y que bajo cualquier circunstancia somos fieles. Si somos pecadores, tenemos una buena ocasión para arrepentirnos de nuestras faltas.

4.    JESUS CURABA TODAS LAS ENEFERMEDADES

En el Nuevo Testamento nos maravillamos de la admirable actividad de Jesús, quien tiene la más amorosa relación que se conoce con los enfermos. Jesús recorre a través de Judea, Samaria, Galilea, por todas las ciudades, aldeas y pueblos, haciendo curaciones y milagros. Jesús sana las enfermedades a toda hora y durante todos los días sin descanso. “Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando todo enfermedad y toda dolencia”. (Mateo 9,35). “La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba”.  (Lucas (SBJ) 4, 38-40)

Extraordinaria la actitud de bondad y misericordia de Jesús para con los hombres, su natural disposición de hacer el bien curando todo tipo de dolencia. Sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. El extendió la mano, le tocó, y dijo: “Quiero, queda limpio” Y al instante le desapareció la lepra.  (Lucas  5, 12-13). Jesús cura a los enfermos, y es un claro signos de su persona en quien se ha puesto una confianza absoluta y de quien se espera la solución de todos los males, él es nuestra esperanza, él nos trajo la buena nueva noticia de un Reino de Amor. Relata Lucas: “En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolencias, y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos. Y dijo: “Id y contad”….los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva”  (Lucas 7, 21-22)

Jesús nos enseñó y nos dio ejemplo de acogida a los enfermos, nosotros imitándole a Él, como verdaderos cristianos, nos corresponde ser amorosos con nuestros hermanos que sufren la enfermedad. Nuestro papel de cristianos, es orar, y alentar a nuestros hermanos cuando están enfermos, darles ánimo y no dejar que se depriman y rogando al Señor, ellos se curarán. Tengamos la convicción, Jesús es nuestra ayuda en la enfermedad, como aquel funcionario que le pide a Jesús: “Señor, baja antes que se muera mi hijo. Jesús le dice: Vete, que tu hijo vive.  Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía”.  (Juan 4, 49-50). Todo es posible, El todo lo puede. Jesús le dijo: ¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!  (Marcos 9,23)

Finalmente, que nos quede claro, que el recurso a la oración, nos ánima a conservar y recuperar la salud, nos motiva a preocuparnos y a cuidar con amor a los enfermos, llevarles alivio, el que reconfortará su cuerpo y le dará paz a su espíritu.

EL Señor nos Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


Fuentes y Bibliografía

Textos Bíblicos de la Biblia de Jerusalén


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REFLEXIONES INTIMAS EN AMISTAD CON DIOS

 

 

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