“Eviten toda
clase de avaricia” San Lucas
12, 13-21 Autor: Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant ocds 1. MAESTRO, DILE A MI HERMANO QUE COMPARTA
CONMIGO En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio
de una multitud, un hombre le dijo: Maestro, dile a mi hermano que comparta
conmigo la herencia”. En este relato, Lucas pone una introducción histórica,
que le da motivo para insertar luego la parábola sobre la avaricia. Es el
único evangelista que la trae. Esta persona le pide, basado en el prestigio
que tenía, más que como un simple rabí, que intervenga en un asunto familiar.
En 2. UN HOMBRE RICO TUVO UNA GRAN COSECHA Y
SE PUSO A PENSAR Lucas relata la parábola de Jesús
contra la avaricia. Lo que sugiere en el hermano antes citado una retención
injusta de la hacienda.. Jesús nos ilustra con esta parábola
de un rico que sólo se dedica a atesorar riquezas, pensando disfrutar largos
años de buena vida con ellas. Pero la muerte le sobrevino: la avaricia le
hizo no poder disfrutarlas. La palabra “alma” está por vida. Se le llama
“insensato” que en A.T. (Sal 14) se aplica al que,
en la práctica, niega a Dios; aquí absorbido por las riquezas de la vida. Y
termina con esta sentencia: “Así será el que atesora para sí y no es rico
ante Dios.” Este versículo añade un elemento
nuevo a la parábola. Esta hace ver la inutilidad del atesorar para prolongar
la existencia, pero aquí se añade un pensamiento nuevo: la riqueza en función
de la vida eterna. Por eso algunos la tienen por un elemento “adventicio” a
la parábola, aunque tomado de otra sentencia del Señor. 3. “EVITEN TODA CLASE DE AVARICIA” Y dirigiéndose a la multitud, dijo:
“Eviten toda clase de avaricia, porque el alma del hombre no depende de la
abundancia de los bienes que posea”. La avaricia es uno de los pecados
capitales, está prohibido por el noveno y décimo mandamiento. (CIC 2514,
2534). Es importante en la vida del cristiano saber se este mal, para no caer
en la insensatez. Recordemos que el Señor nos también
nos dice: El que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser discípulo mío
(Lc 14,33) y en el Catecismo Católico, (2536) se
dice que el décimo mandamiento proscribe la avaricia y el deseo de una
apropiación inmoderada de los bienes terrenos. Prohíbe el deseo desordenado
nacido de lo pasión inmoderada de las riquezas y de su poder. Prohíbe también
el deseo de cometer una injusticia mediante la cual se dañaría al prójimo en
sus bienes temporales: Cuando 4. EL ANSIA O DESEO DESORDENADO Y EXCESIVO
POR La avaricia es el afán excesivo de
poseer y de adquirir riquezas para atesorarlas o “La avaricia (del latín "avarus", "codicioso", "ansiar")
es el ansia o deseo desordenado y excesivo por la riqueza. Su especial
malicia, ampliamente hablando, consiste en conseguir y mantener dinero,
propiedades, y demás, con el solo propósito de vivir para eso”. Dice Santo Tomás: Cuando el amor
desordenado de sí mismo se convierte en deseo de los ojos, la avaricia no
puede ser retenida. El hombre quiere poseerlo todo para tener la impresión de
que se pertenece a sí mismo de una manera absoluta. La avaricia es un pecado
contra la caridad y la justicia. Es la raíz de muchas otras actitudes:
perfidia, fraude, perjurio, endurecimiento del corazón. El instinto de conservación, se manifiesta
en esa perversión que no hace más que exagerar el instinto de economía y
ahorro. La avaricia sobrepasa la precaución y
la prudencia; es un vicio espiritual, puesto que ha dado lugar a la
precaución de la precaución, y ambiciona no carecer de nada. La avaricia es
la enfermedad del ahorro. A veces, este pecado es considerado como una virtud
en razón de la modestia de vida del avaro y de su lógica ante el porvenir. Teólogos y científicos han observado
la psicología del avaro y han comprendido la perversión moral y psicológica
de tal hombre. El avaro se aparta de los demás, se encierra en sí mismo y se
impone una austeridad que va incluso en contra de sus necesidades vitales.
Como menos de lo necesario, pierde horas de sueño (para velar su fortuna), vive
en la obsesión del robo o del incendio. 5. ¿PARA QUIÉN SERÁN TODOS TUS BIENES?’ El Evangelio (Mt,
6,24) dice “Nadie puede servir a dos patrones: necesariamente odiará a uno y amará
al otro, o bien cuidará al primero y despreciará al otro. Ustedes no pueden
servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero” De acuerdo este relato, el personaje de la parábola es
un rico que, tras haber obtenido una abundante cosecha, decide almacenarla en
unos nuevos y grandiosos graneros, saboreando ya el placer tanto de poseer
muchos bienes como de disponer de muchos años para gozarlos alegremente. Sin
embargo, Dios le despierta de su estupidez haciéndole consciente de que no es
él el dueño de su vida y de que, de un momento a otro (siempre muy pronto),
será llamado a entregarla al Señor. El Señor nos quiere hacer ver que
quien piensa en acumular bienes para enriquecerse en vistas a un interés sólo
personal es un insensato, porque es ante Dios, realizando el precepto del
amor, como se enriquece el hombre. En efecto, sólo dando es como nos
enriquecemos del amor de Dios y de su premio eterno. Jesús nos ha recomendado que no
acumulemos tesoros en la tierra, sino en el cielo, y nos ha hecho conscientes
de que allí donde consideremos que está nuestro tesoro, allí estará
constantemente nuestro corazón (cf. Mt 6,19ss). En consecuencia, es importante que,
especialmente en las profundidades del corazón, nos mantengamos libres de los
“apetitos de la carne” que nos llevan a este desordenado instinto de la
ambición. La paz del
Señor sea en su alma Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant ocds |
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