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“Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos”

Jn 14, 15-21

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1     “SI USTEDES ME AMAN, CUMPLIRÁN MIS MANDAMIENTOS”

En este relato del discurso de despedida, Jesús ayuda a sus discípulos a entender el sentido y el valor de su ir al Padre, y por todo el amor que les tiene, los reconforta por la pena que esta separación produce en ellos. Esta consolación toma el significado concreto de una salida de sí para adherirse plenamente a la voluntad de Dios. La pascua estará completa si también los discípulos hacen su éxodo como Cristo. El éxodo que deben realizar no es ya de naturaleza geográfica, sino de orden espiritual, y se condensa en una actitud de obediencia, tal como comienza el Evangelio con las palabras de Jesús, “Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos”. Es así como este relato se desenvuelve bajo el tema del “amor.” Y a los que le aman les aguarda una triple “venida.”

El amor a Jesús no es un sentimiento, sino una vida fiel a su Palabra; tampoco es un sentimiento el amor de Jesús por los hombres. El amor es una persona, es Dios mismo, es el Espíritu Santo, que une al Hijo con el Padre en la eternidad y que ha sido derramado en el corazón de los creyentes (cf. Romanos 5,5).

2     JESÚS PROMETE LA “VENIDA” DEL PARÁCLITO EN SU AUSENCIA.

Jesús, rogará al Padre por los que le aman, amor garantizado con cumplir “mis mandamientos,” que son los mandamientos de Dios — Jesús se pone en la línea de Dios encarnado — para que les dé “otro Paráclito.” El sentido de esta última palabra puede ser múltiple, conforme a su etimología En el Ν. Τ. sólo sale en san Juan y en su primera carta tiene el sentido específico de “abogado,” que es el sentido más ordinario, junto con el de “intercesor,” con cuyos sentidos aparece en el literatura rabínica. Pero puede tener otros significados distintos. Para valorar su sentido en este contexto hay dos elementos.

Uno es que Cristo pide al Padre que les dé “otro Paráclito” en su ausencia. Cristo es, pues, un Paráclito. De aquí se deduce una enseñanza dogmática de gran importancia; al ser el Paráclito otro ser al modo de Cristo, se sigue que es una persona y divina y, además, va a sustituir a Cristo en su oficio: continuar, en forma misteriosa, la misión de Cristo en los hombres.

3     “ÉL NOS DARÁ OTRO PARÁCLITO PARA QUE ESTÉ SIEMPRE CON NOSOTROS”

Pero el contexto que permite matizarlo más, es el “paralelo” (v.26). Según él, esta misión es “docente.” El Espíritu Santo “les enseñará todas las cosas y les traerá a la memoria todas las cosas que les dije.” Se trata, pues, de una acción del Paráclito en ellos por una sugerencia interna, preferentemente al menos, si no exclusiva, como lo relata más adelante san Juan: “Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, les guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y les anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes” (Juan 16:13.14), es la enseñanza de Cristo. Por esta obra “docente” es por lo que el Paráclito es llamado aquí “Espíritu de verdad”; lo mismo que por ser el Espíritu de Cristo, que es “la Verdad” (Juan 16:4).

En cambio, el “mundo,” que en Juan suele tener sentido peyorativo, no lo puede “recibir,” porque, sumido en tinieblas y mentira: “Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.” (Juan 3:19), no le “ve ni le conoce.”

Pero a ellos, por la oración de Cristo, el Padre “él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes”

4     PROMESA DE LA “VENIDA” DEL MISMO CRISTO

Es así como Cristo promete también “su venida” a los apóstoles y a todo aquel “que recibe mis mandamientos” Como antes, la perspectiva se sale el solo círculo apostólico. Va “a todo aquel” que “recibe” los mandamientos de Cristo — “mis mandamientos”; otra vez se legislan los mismos preceptos de Dios como suyos — y los “guarda.” La fe con obras es tema repetido en el evangelio de San Juan lo mismo que en su primera epístola.

¿A qué se refiere esta “venida” de Cristo después de resucitado? A la parusía no, ya que todos lo verán y será el momento de la definitiva reunión con él.

Y aquí parece haber relación entre el momento de amarle y la presencia en el creyente. Se debe, pues, de referir, si no exclusiva, al menos sí preferentemente, a una “venida” espiritual y permanente. Por eso parecen excluirse de este intento directo las apariciones de Cristo resucitado como se relata en 1 Corintios: “Que se apareció a Cefas y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles” etc. 15:6.7), ya que  estas apariciones fueron esporádicas y carismáticas.

5     “AQUEL DÍA COMPRENDERÁN QUE YO ESTOY EN MI PADRE, Y QUE USTEDES ESTÁN EN MÍ Y YO EN USTEDES”

Los efectos o frutos de esta venida se los presenta en dos aspectos. Uno es que “me veréis” porque “Yo vivo y también ustedes vivirán” Siendo Cristo la Vida y no pudiendo hacerse nada “sin Él,” no obstante, después de la resurrección será el momento de la plenitud torrencial de todo tipo de gracias — toda vida espiritual y divina — , que se inaugurará cuando El “envíe” el Espíritu Santo. Él vive después de la tragedia de la muerte, y porque El derrama, normal y totalmente, esa vida es por lo que ellos vivirán colmadamente su vida.

Otro fruto es que “en aquel día,” frase usada en los profetas, con que se expresan las grandes intervenciones de Dios, y que, como aquí, puede indicar todo un período, “Aquel día comprenderán que Yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y Yo en ustedes”.

Por efecto de estas gracias que van a recibirse en abundancia después de Pentecostés — bien lo experimentaron en su plena transformación ese día los apóstoles — , van a comprender por efecto de gracias de todo tipo, iluminaciones intelectuales y experimentaciones sobrenaturales, aunque en grados diversos, lo que tanto les costaba comprender en la vida de Cristo: que “El está con el Padre”; que es el verdadero Hijo de Dios; que “El está con ellos” como Dios y como “Vid,” que les dispensa toda gracia, sin cuya unión a El nada pueden sobre naturalmente; y que “ellos están en El,” por la necesidad de su unión vital de “sarmientos,” y como “miembros” del Cuerpo místico. Y todo, aunque en grados diversos, sabido con certeza y experimentando de un modo íntimo y maravilloso.

6     EL QUE RECIBE MIS MANDAMIENTOS Y LOS CUMPLE, ESE ES EL QUE ME AMA

Es el tema de la donación del Espíritu Santo, tan marcado en Juan, hasta decir que “el Espíritu Santo aún no había sido dado porque Jesús no había sido glorificado” (Juan 7:39); lo mismo que por la misión doctrinal con que aquí aparece, y por su paralelo con otros pasajes de este mismo discurso de la cena; “Cuando venga el Paráclito, que yo les enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí.” (Juan 15:26; 16:5-15), esta promesa futura se refiere a la donación oficial del Espíritu Santo en Pentecostés, pero prolongada indefinidamente en la Iglesia y en las almas de los que lo reciben. Esta acción del Paráclito entre ellos: “les enseñará todas las cosas y les traerá a la memoria todas las cosas que les dije.”

En la vida de la Iglesia todo se mueve al son del Espíritu: él es quien ora en los que oran; él es quien guía a la verdad completa; es también él quien mueve al arrepentimiento a los que han caído en pecado y abre los corazones a la conversión; él es quien hace comprender la inefable unidad entre el Padre y Jesús, y quien introducirá en ella a los discípulos. Su presencia es para cada hombre la prenda de la misma vida eterna, de la manifestación plena del rostro de Dios y de la comunión total con él: “El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y Yo lo amaré y me manifestaré a él”.

El Señor nos Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

VI Domingo de Pascua Ciclo “A”

 

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