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“Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”

Estudio del fragmento del Evangelio de Jn 2:13-25

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.   JESÚS ENCONTRÓ EN EL TEMPLO A LOS VENDEDORES 

“Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén” Pero sucedió, que Jesús  “Encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas  sentados delante de sus mesas.”   Este templo del que se habla es el atrio de los gentiles, próximo al santuario, entonces los  rabinos prohibían utilizar su paso como un atajo o en forma menos decorosa, pero esto era  mas teoría que practica, sin embargo se decía que no se ha de subir al templo con bastón o  llevando sandalias o la bolsa, ni aun el polvo de los pies, como también no se debía pasar  por el templo como por un atajo para ahorrar el camino. Pero, a pesar de estas ideales  medidas preventivas de la santidad del templo, éstas no se respetaban, y se llegaba a  verdaderas profanaciones en el recinto sagrado, como lo confirma la escena de Jesús  expulsando a los mercaderes.  

2.   SE HABÍA PERMITIDO POR LOS SACERDOTES INSTALAR PUESTOS  DE VENTA 

Según la costumbre de aquel tiempo, en la fiesta de la Pascua se había de ofrecer por todo  israelita un sacrificio, los más ricos los hacía con un buey o una oveja, y los más pobres con  una paloma, aparte de los sacrificios que se ofrecían en todo tiempo como votos. Además,  todo israelita debía pagar anualmente al templo, llegado a los veinte años medio siclo, pero  conforme a la moneda del templo y no se permitía la moneda romana. De ahí la necesidad  de cambistas.   Todo esto se hacía para facilitar a los peregrinos adquirir en Jerusalén las materias de los  sacrificios, es decir los bueyes, corderos, palomas, lo mismo que las materias que  ritualmente acompañaban a éstos, electos tales como incienso, harina, aceite, etc. Para  procurar a todos, y especialmente a los judíos de la diáspora, el cambio de sus monedas  locales por la moneda que regía en el templo, se había permitido por los sacerdotes instalar  puestos de venta y cambio en el mismo recinto del templo, en el “atrio de los gentiles.”  

3.   EL “ATRIO DE LOS GENTILES,” HABÍA SIDO TRANSFORMADO EN  UN MERCADO 

Así es, como el cuadro de abusos a que esto dio lugar era deplorable con mucho ruido de  balidos de ovejas, mugidos de bueyes, además estiércol de animales y las infaltables  disputas, regateos y altercados de vendedores.   Los cambistas allí establecidos realizaban frecuentemente sus cambios cobrando una  sobrecarga o interés que subía del 5 al 10 por cien. Con esto, el recinto del templo, el “atrio  de los gentiles,” había sido transformado en un mercado, en un gran bazar oriental. Y todo  ello con autorización y complicidad de los sacerdotes. Lo que aprovechaban eran los  sacerdotes saduceos, que veían en ello una buena fuente de ingresos.  

4.   “LOS VENDEDORES DE BUEYES, DE OVEJAS Y DE PALOMAS” 

Entrando Jesús en el templo, encontró a “los vendedores de bueyes, de ovejas y de  palomas,” con sus ganados, que serían en cada uno de ellos pequeños rebaños, y, en conjunto, todo aquello un pequeño parque de ganado. También encontró allí a los  “cambistas sentados.” Tenían delante de ellos sus pequeños puestos, seguramente al estilo  de los pequeños puestos de cambio establecidos en las calles, tales como los que aparecen  hoy en El Cairo y Jerusalén.   Jesús, al ver aquel espectáculo, hizo de cuerdas un látigo, un flagelo. Pero aquí no es el  terrible instrumento del suplicio de la “flagelación.” Aquí el “flagelo” fue una especie de  varios látigos unidos en haz, hecho con cuerdas que se hallasen tiradas por el suelo, de las  usadas para sujetar el ganado, y que le sirviese para ahuyentar a los profanadores. Era,  como algo que “serviría más como símbolo de autoridad que como estimulante físico”. 

5.   LOS ECHÓ A TODOS DEL TEMPLO, JUNTO CON SUS OVEJAS Y SUS  BUEYES 

Todos los evangelios relatan este episodio, con algunos matices algo distinto, Juan relata  que echó a todos los mercaderes del templo, Lucas y Marcos lo ven como una orden de  desalojo y Mateo como la expulsión de todos los comerciantes. Con ellos fueron arrojados  “las ovejas y los bueyes” (Jn). Pero también se dirá que fueron expulsados “todos los que  vendían y compraban” (Mt-Mc). Debe de querer indicarse con ello que Jesús expulsó todo  aquello que, de hecho, venía a ser causa de profanación. A los “cambistas” no sólo los  expulsó del templo, sino que también “les derribó las mesas” (Mt-Mc-Jn) y les “desparramó  el dinero” (Jn). Este resaltar que “desparramó el dinero y volcó las mesas” indica bien como  con su mano tiró las monedas que estaban sobre los pequeños mostradores, y cómo  también, al pasar, les volcaba las mesitas de sus puestos. Los evangelistas destacan también la conducta que tuvo con los vendedores de palomas.  ¿Tiene esto un significado específico y distinto, de consideración con ellos? ¿Es que acaso  vendían a precio justo su mercancía y no profanaban así el templo? En Jn se dice que les  mandó que ellos mismos desalojasen el templo; Mt y Mc, en cambio, lo ponen en la misma  línea de los cambistas: que derribó los “asientos de los vendedores de palomas” (Mt).  

6.   OBRA DE PURIFICACIÓN MEDIANTE LA EXPULSIÓN DE  MERCADERES 

El sentido de esta escena no está tanto en los abusos comerciales a que se prestaba aquel  comercio cuanto en el hecho mismo de haberse establecido aquí estas ventas. Por eso, se  concibe muy bien el hecho histórico así: Jesús, en su obra de purificación del templo, no se  limita a “desparramar el dinero” de las mesas de los cambistas y a “derribar” éstas, sino que  parece lo más natural que fuese derribando mesas y monedas de cambistas, y “asientos   puestos  de vendedores de palomas.”   Y en esta obra de purificación mediante la expulsión de mercaderes, decía repetidas veces,  que Mc incluso literariamente destaca: “y les enseñaba y decía” que estaba dicho en la  Escritura: “Mi casa es casa de oración,” y aún añade: “para todas las gentes.” La cita está  tomada de Isaías (56:7). En ella Isaías anuncia el mesianismo universal. Debiendo ser esto  el templo, “casa de oración,” ellos la han convertido en una “cueva de ladrones.” La  expresión está tomada del profeta Jeremías (7:11). En el profeta no tiene un sentido  exclusivo y específico de gentes que roban, aunque en ella se incluye también esto (Jer  7:6.9), cuanto que es expresión genérica sinónima de maldad. Por eso, al ingresar en el  templo cargado de maldad, lo transformaban en una cueva de maldad.  

7.   ES LA PURIFICACIÓN DE TODA PROFANACIÓN EN LA CASA DE  DIOS.

Pero en boca de Jesús, en este momento, la expresión del profeta cobraba un realismo  extraordinario, puesto que aquellos mercaderes debían de ser verdaderos usureros y  explotadores del pueblo y de los peregrinos. El sentido, pues, de esta obra de Jesús es  claro: hacer que se dé al templo, lugar santísimo de la morada de Dios, la veneración que le  corresponde. Es la purificación de toda profanación en la Casa de Dios. Con este acto, “Jesús va a echar fuera estos animales y anunciar, con la destrucción del  templo, un sacrificio mejor: el de su propia muerte. Jesús, al derribar mesas y expulsar mercaderes, usa las siguientes palabras: “no hagan de la  casa de mi Padre una casa de comercio” En el A.T. se llamaba al templo la “casa de Dios.”  Dios era considerado como Padre de Israel colectivamente. Y la literatura rabínica insiste en  que se le invoque como Padre común. Más nunca, aun en la invocación personal, Dios era  llamado Padre especialmente de uno. Sin embargo, el Mesías era considerado como Hijo de  Dios por excelencia. Por eso, cuando Jesús proclama en el evangelio de Juan que el templo es  la casa de “su Padre,” en un sentido personal y único, no sólo se proclama Mesías, sino  también Hijo de Dios ¿A qué judío se le hubiese ocurrido llamar al templo “mi casa” y “la  casa de mi Padre” en un sentido personal, excepcional y único? Sólo podría decirlo el Mesías.  Pero esta frase, interpretada a la luz del evangelio de Juan, es la proclamación de la divinidad de  Jesús. 

8.   “EL CELO POR TU CASA ME CONSUMIRÁ 

Juan es el único que añade que, ante todas estas cosas, los “discípulos” “recordaron” que  en los Libros Sagrados estaba escrito: “El celo por tu Casa me consumirá”   Estas palabras están tomadas del salmo 69:10. Las solas palabras sugieren en él un celo  interior que le consume por la gloria de Dios. Esto orienta preferentemente, no sólo al celo  ardiente interior que Jesús ahora tiene, sino también a las consecuencias que de este celo  se seguirán un día en Jesús, cayendo sobre él. Es muy probable que, en el pensamiento  del evangelista, este versículo contenga un anuncio de la pasión. Este celo por la casa de  Dios, como parte de toda una actuación mesiánico-divina, le acarreará un día la muerte.   Los “discípulos” se “acordaron” de este pasaje de la Escritura; pero ¿cuándo? ¿Entonces  mismo o después de la resurrección? Probablemente después de la resurrección, al pensar  en los hechos de su vida ya que antes su mentalidad no se acusa preparada para esto. En  cambio, es lo que les pasó a propósito semejante, en otras ocasiones, después de la  resurrección. Fue después de la resurrección de Jesús, al meditar las enseñanzas cuando  recordaron estas palabras de un salmo mesiánico y cuando vieron la relación mesiánica  que había en aquella escena de Jesús, lleno de “celo” por la obra mesiánica, y lo que se  decía del “celo” del Mesías en este salmo. Ya había sido la gran iluminación de  Pentecostés.  

9.   ¿CÓMO SE EXPLICA ESTA EXPULSIÓN DE LOS MERCADERES DEL  TEMPLO? 

Se quiere explicar este gesto de Jesús, imponiéndose a aquellos mercaderes y  expulsándolos del templo, por motivos humanos. La turba, explotada y vejada por aquellos  comerciantes, se une a un líder que aparece de pronto. Máxime si la escena tuvo lugar en  la última Pascua, cuando la persona de Jesús era suficientemente conocida. Aunque en la  hipótesis de la primera Pascua el prestigio de Jesús hubo de ser muy grande, pues hacía  muchos “milagros” y “muchos creyeron en El” (Jn 2:23). 

Si hacemos una interpretación en forma naturalista, la muchedumbre aplaudiría, y  presionaría moral y hasta físicamente a aquellos comerciantes. Sería para ella como una  hora de revancha. Jesús, se impone y derriba mesas y monedas de cambistas, asientos de vendedores, y,  látigo en mano, amenaza a todos aquellos profanadores del templo. ¿Cómo se explicaría  este primer gesto de Jesús imponiéndose a los mercaderes? ¿Qué señal das para obrar  así?” Si ordinariamente Jesús quería pasar inadvertido, en algunos momentos dejaba  irradiar más su majestad, apareciendo entonces su persona avasalladora. Es un caso  análogo a la escena que el mismo Juan relata cuando, partiendo los ministros del sanedrín a  prenderle, al llegar a El se encuentran subyugados, y a los sacerdotes y fariseos, que les  preguntan: “¿Por qué no le habéis traído?” responden admirados: “Porque jamás hombre  alguno hablo como éste” (Jn 7:45.46). Es la misma causa, según la interpretación ordinaria,  que hace en Getsemaní retroceder y caer en tierra a los que van a prenderle (Jn 18:2-8). Se  ha expresado muy bien el motivo de aquel efecto: “Aquella majestuosa y repentina aparición  de la Santidad indignada llenó de espanto a todos los presentes.”   

10.   “¿QUÉ SIGNO NOS DAS PARA OBRAR ASÍ?” 

Así es como estos se le acercaron para preguntarle: “¿Qué signo nos das para obrar  así?”  Pasada la primera impresión, “llegó esto a oídos de los príncipes de los sacerdotes y de  los escribas,” e intervienen las autoridades para exigir responsabilidades de un acto de tal  naturaleza realizado en el mismo templo, y que les parecía ser una usurpación de sus poderes  y una censura a ellos mismos por la permisión de aquellos comercios en el lugar sagrado.  En absoluto, el hecho de una purificación del templo no era un acto exclusivamente  mesiánico. Pero, como antes se dijo, en el caso concreto de Jesús llevaba un sentido  mesiánico-divino. El mismo hecho de intervenir los judíos exigiéndole un “signo” que  garantizase esta conducta suya, en lugar de aplicarle la ley por usurpar sus poderes, hace  ver que la cuestión está planteada a Jesús por considerar que El se ponía en el plano,  hipotético para ellos, de Mesías. Era la réplica hábil que ellos hacían a la invocación que  había hecho, para obrar así, del celo por la “casa de mi Padre.” Los judíos eran muy propensos a pedir como garantía milagros (1 Cor 1:22; Mt 16:1; Mc  8:11). Y así le piden aquí, como garantía de su actuación en la casa de “su Padre,” un  “signo,” un milagro, que en Juan se les llama ordinariamente “signos,” en cuanto lo son de un  poder o de una intervención sobrenatural.  

11.   “DESTRUYAN ESTE TEMPLO Y EN TRES DÍAS LO VOLVERÉ A  LEVANTAR”

Jesús acepta la invitación, acepta dar un “signo.” Fue un acto de condescendencia, de  garantía y de misericordia, que en su día podría valorarse. Pero el “signo” no requiere ser  claro a la hora que se da, sino a la hora que se cumple (Is 7:14). Pues “toda profecía es  enigma antes de su cumplimiento,” escribe San Ireneo. Por eso les dice: “Destruyan este  templo y en tres días lo volveré a levantar”.  Naturalmente, estas palabras de Jesús no son una  orden de su destrucción. El que tanto celo había demostrado por la veneración del templo no  podía mandar destruirlo. Ni los judíos le acusarán aquí de blasfemia.  Como Jesús habla de su cuerpo, habla de un futuro. El término “templo” es el lugar en que  moraba la divinidad. Y la divinidad “moraba” en su cuerpo. Entonces este era el “templo” de  la divinidad. A la destrucción de este templo se seguirá lo que Jesús anuncia: “y yo lo  levantaré en tres días.” “En tres días” no significa “al tercer día,” sino durante tres días. La  comparación simula un edificio desplomado y que El, como un operario, lo reconstruye en tres días. Pero en la comparación está el intento de su resurrección al tercer día.  Deliberadamente Jesús habla de una manera velada, como lo es toda profecía. Ellos y los  mismos discípulos (v.22) lo entendieron del templo de Herodes. Si en los discípulos la  incomprensión era por efecto del velo profético y de su falta de preparación (Jn 16:12), en  los judíos había además una positiva y mala disposición contra Jesús. El “signo” de su  muerte y de su resurrección lo usará Jesús más veces, y también veladamente ante  exigencias farisaicas, al aludir a Jonás (Mt 12:38; 16:1; Lc 11:29.30).

12.   LOS JUDÍOS NO PODÍAN INTERPRETAR LO DE LA DESTRUCCIÓN DEL TEMPLO.

Estas eran las  credenciales con las que Jesús responde a la exigencia de quién le dio el poder de haber  actuado así en el templo. Desfiguradamente, los judíos alegarán esta afirmación de Jesús como blasfemia en el  proceso de su muerte (Mc 14:58; Mt 26:61) y como sarcasmo de impostura en el Gólgota  (Mc 15:29; Mt 27:40),   Sin embargo, en la misma expresión de Jesús había ya un índice que les permitía orientar  su inteligencia hacia su intento. Los judíos no podían interpretar lo de la destrucción del templo. El que tanto celo mostraba por la veneración y  santidad del mismo no podía pensar en destruirlo. Y prueba de ello es que los dirigentes del  templo no le acusan de blasfemia, sino de lo inverosímil que es que una obra que necesitó  para realizarse cuarenta y seis años, El pretendía realizarla en tres días. “El exceso mismo  de lo inverosímil debió de haberles puesto en guardia contra una interpretación demasiado  literal. Acostumbrados al lenguaje figurado, los judíos, más que ningún otro, debían pensar  que se trataba de un “enigma.” Los judíos prefieren creer el absurdo.”  

13.   JESÚS RESUCITADO ES EL VERDADERO TEMPLO 

El evangelista resalta que Jesús había dicho aquella doble profecía de su muerte y  resurrección, “del templo de su cuerpo.” El anuncio de su resurrección, que es de la  restauración definitiva del templo de su cuerpo, podía evocar lo que iba a significar este  templo de Jesús en el nuevo culto. “El cuerpo de Jesús resucitado será el centro del culto  en espíritu y verdad (Jn 4:21ss), el lugar de la presencia divina (Jn 1:14), el templo espiritual  de donde brota el agua viva (Jn 7:37-39). Es uno de los grandes símbolos joanneos (cf. Ap  21:22). Ello se funda sobre una de las palabras más literalmente auténticas de Jesús (Mt  26:61 par. y 12:6).”   Jesús resucitado es el verdadero templo, pues en él vive la “plenitud de la divinidad  corporalmente” (Col 2:9; cf. Col 1:19; cf. Jn 1:14) y como Mediador absoluto (1 Tim 2:5), es,  a través de él  sacerdote y víctima  como, necesariamente, se rinde culto a Dios.  

14.   LOS DISCÍPULOS DEL SEÑOR AÚN NO COMPRENDÍAN ESTO DE LA  RESURRECCIÓN 

El evangelista consigna, como antes indicó análogamente, que los discípulos después de la  resurrección se “acordaron” de esto. Al repasar la vida de Jesús a la luz de Pentecostés,  penetraron el hondo sentido de aquellas palabras, conforme a la promesa del Señor y  “creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había dicho.” El Espíritu Santo les trajo a  su consideración los pasajes en que se hablaba de la resurrección, y comprendieron a un  tiempo el sentido profético que tenían, lo mismo que la profecía de la resurrección de Jesús,  “templo” de la divinidad, anunciada por El mismo. Los discípulos del Señor aún no comprendían esto de la resurrección, tampoco entendía lo  más grande, que era Dios el que habitaba en aquel cuerpo, por eso cuando resucitó de  entre los muertos, se acordaron sus discípulos que por esto lo había dicho, y creyeron a la  Escritura, y a la palabra que dijo Jesús" 

En efecto, antes de la resurrección no entendían las Escrituras, porque aún no habían  recibido al Espíritu Santo que aún no les había sido enviado porque Jesús no había sido  glorificado todavía. Sin embargo, en el mismo día de la resurrección, cuando el Señor Jesús  se apareció a sus discípulos, les aclaró sus mentes para que comprendiesen lo que acerca  de El estaba escrito en la Ley y en los profetas. Y entonces creyeron en las Escrituras, esto  es, en los profetas que habían predicho la resurrección de Jesucristo en el tercer día, y en  las palabras de Jesús.  

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

TERCER DOMINGO DE CUARESMA, Ciclo B

 

 

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