“Yo no he venido a
abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no quedarán ni una i ni una
coma de Mt 5, 17-37 Autor: Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant 1.
NO PIENSEN QUE
VINE PARA ABOLIR LA LEY O LOS PROFETAS Jesús hace una
declaración de mucha importancia para todo el cristianismo, en la que fija su
actitud doctrinal frente al judaísmo. Jesucristo proclama que no vino a
abolir ni la Ley ni los Profetas. Por el contrario, Cristo vino a llenar a
cumplir y perfeccionar; cumplir la Ley con las obras, y llevar lo imperfecto
a lo perfecto, Jesucristo no viene a destruir la ley, pero tampoco viene a
consagrarla como algo que no se puede tocar, al contrario viene a darle con
su enseñanza y su actitud, una nueva forma, más definitiva, en la cual ahora
se realiza en plenitud aquello hacia donde la ley conducía. Jesús no vino a
anular los valores normativos del Antiguo Testamento, sino que hacer posible
su total efectividad y realización en la novedad del Evangelio. ¿Entonces,
qué sentido conviene aquí al verbo Cumplir o perfeccionar El sentido que aquí
le corresponde es el de “perfeccionar”? El sentido que aquí le corresponde es
el de perfeccionar. Se ve esto porque Jesús cumple con su práctica muchas
cosas del Antiguo Testamento, pero perfecciona ésta con su doctrina al
interpretar el sentido recto de muchas cosas del Antiguo Testamento
deformadas por el leguleyismo farisaico y añade
otras muchas como la nueva revelación, lo mismo que por el espíritu
evangélico que ha de informarla. Jesús perfecciona
la Ley del Antiguo Testamento, al interpretar el verdadero sentido de
prescripciones deformadas del Antiguo Testamento y al añadir nuevas
enseñanzas, revelaciones y prescripciones. La Ley de Moisés y la evangélica
no son opuestas, son una sola, es la Ley de Dios a los hombres, eso sí, en
dos etapas, entonces la segunda es complemento y perfeccionamiento de la
primera. Jesús dice: Les
aseguro que no quedarán ni una coma de la Ley sin cumplirse, antes que
desaparezcan el cielo y la tierra, término con que se expresa el fin de los
tiempos y, por tanto, se expresa también con ello la duración de una cosa o
la firmeza de la misma. Dice Jesús; “El
que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a
hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos”. Cabe destacar que
Jesús dice El que no cumpla el más pequeño, no habla explícitamente de
preceptos mayores, es algo lógico, porque cuando dice; Les aseguro que no
quedarán ni una y ni una coma de la Ley sin cumplirse, ha de cumplirse. El que no cumpla, o
el que quebrantase o, por el contexto, mejor, descuidase cumplir uno de estos
preceptos pequeños o mínimos y además enseñase así a los hombres, será el
menor en el reino de los cielos, es decir no está excluido de él. Y la
contraposición se hace con los preceptos grandes y su premio correspondiente.
En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de
los Cielos. Así es, como Jesús
nos afirmó que la Ley la deberemos cumplir en todos sus aspectos, hasta en
los más insignificantes preceptos, haciendo estos llegaremos hacer grande en
el Reino de los Cielos. Entonces, la perfección evangélica, consistirá en la
observancia de los Evangelios, un modo de hacerlo, es cumplir hasta en sus
más pequeñísimos detalles, con gran cuidado, con un gran espíritu de amor,
con aceptación y entrega a la voluntad del Padre. Ahora, nos hacemos
una pregunta, ¿somos fieles en el cumplimiento de los que el Evangelio se nos
propone cumplir? o bien, ¿cumplimos todo lo que Jesucristo nos ha enseñado
como norma de vida? También es bueno preguntarse, ¿sino cumplimos, aparte de
no cumplir, estamos enseñando o incentivando a otros a no cumplir? Ser cristiano,
tener fe en Cristo, se resume en ser incondicional a Él, es decir, esforzarte
para ser como Él nos ha enseñado, y trabajar por implementar el Reino de Dios
en todo lugar, y ese Reino, es la justicia, la paz, el amor por implementar
el Reino de Dios en todo lugar, y ese Reino, es la justicia, la paz, el amor
por los hombres, el ser solidario y la inclinación natural por hacer el bien. 2.
SI LA JUSTICIA
DE USTEDES NO ES SUPERIOR A LA DE LOS ESCRIBAS Y FARISEOS Jesús, se atribuye
una autoridad superior a la de Moisés, así es como lo dice explícitamente.
Jesús es superior a la misma Ley y tiene además autoridad para cambiarla. Jesús, ahora no
solo prohíbe el homicidio, también veda la ira, los insultos, las injurias,
es decir, se deben evitar los pecados y faltas externas e internas, como las
ofensas, la rabia, agravios y ultrajes. Jesús dijo a sus
discípulos: “Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los
escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.” Se
trata, pues, de fidelidad a la Ley, pero de fidelidad al cumplimiento del
espíritu de la Ley, pues en su cumplimiento material, aquéllos eran maestros
insuperables. Ya los profetas habían urgido la necesidad de poner el espíritu
y el corazón en los sacrificios. El rito material no cuenta. Por el simple
cumplimiento del rito cultual, Dios no lo atiende ni retribuye. Esto es lo
que Jesús censura, al tiempo que enseña cómo ha de ser la práctica de la
nueva Ley, de la justicia mesiánica; no hipocresía de un rito sin vida. La
justicia del reino mesiánico es sencillamente la justicia de la autenticidad
religiosa. Este versículo, es un término completivo del tema sobre la
relación de Jesús y la Ley vieja, pero es, al mismo tiempo, un versículo
puente para el tema del sermón de la Montaña: el perfeccionamiento moral de
la vieja Ley y el perfeccionamiento del espíritu con que ha de ser
practicada. Dice Jesús: “Ustedes
han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata debe ser
llevado ante el tribunal”. Jesús se está refiriendo al quinto
precepto del Decálogo (Diez Mandamientos): No matarás. Refiriéndose al
auditorio les dice: Ustedes han oído que se dijo a los antepasados. Estos
antepasados son las generaciones judías anteriores. La cita se hace
literalmente del Decálogo, pero la segunda parte, No matarás, y el que mata
debe ser llevado ante el tribunal, no se encuentra citada así en la Ley, esta
castiga el homicidio: El que hiere mortalmente a otro será castigado con la
muerte (Ex 21:12; Lev 24:17). Este juicio al que se alude puede ser el juicio
jurídico del tribunal (Dt 16:18; Dan 7:26 en los LXX) que le juzgará y le
condenará o puede ser la misma condena. Esta legislación
del Decálogo había sido interpretada materialmente: realización física del
homicidio. Pero Jesús, al contraponer su enseñanza a la interpretación
rabínica del mismo mandamiento, está dando la interpretación del contenido
primitivo. Hay también en ello
otro valor. Al contrastar lo que se les había dicho por Moisés a los
antiguos, sin embargo al decir Jesús Pero yo les digo, está implícitamente
declarándose superior a Moisés. Jesús ira luego gradualmente declarándose
superior a los reyes, profetas, sábado y Templo (Mt 16:6). Aquí se presenta
ya como el supremo Legislador de Israel. Pero yo les digo
que todo aquel que se enoja contra su hermano merece ser condenado por un
tribunal. En este precepto no solamente se condena el acto de homicidio real,
sino la injuria al hermano. Este, en la apreciación judía, era el equivalente
al prójimo, y éste era sólo el judío. Aquí también se condena el irritarse
contra el hermano injustamente (Mc 3:5) al llamarlo racá.
Es palabra aramaica; se proponen varias
etimologías, como abominable, o loco, pero ésta significa además rebelde
contra Dios, ateo. Naturalmente, Jesús
no pretende establecer este triple y exclusivo código de penas y castigos.
Toma los términos de la jurisprudencia judía como medio de expresión de
valoración moral. El tribunal ante el que Jesús cita no es más que uno: el de
Dios. Luego Jesús, expone
en dos pequeñas parábolas la necesidad de la reconciliación con el prójimo, Él
quiere que vivamos en paz los unos con los otros. Por lo tanto, si al
presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna
queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu
hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Esta presenta con una
semejanza tomada del sacrificio y la presenta con la urgencia del que está ya
a punto de ofrecerle. Que la deje ante el altar y que vaya primero a
reconciliarse con su hermano, si tiene algo contra ti, por suponerse que el
oyente hizo algo injusto contra él. Con ello encarece la necesidad de la
caridad al ponerlo en comparación con el sacrificio. Ya que, siendo éste
representación vicaria del oferente, no es grata a Dios sin el amor al
prójimo (Os 6:6). “Trata de llegar en
seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea
que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan
preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último
centavo”.
Esta segunda comparación está tomada de la vida civil: más vale componerse
los litigantes de un pleito entre ellos que venir a la sentencia inapelable
del juez, aparte de pagar costas y tener incomodidades y pleito. Se pagará
hasta el último centavo. Es una pequeña parábola, de la que luego se
alegorizan algunos elementos, el tiempo que están en camino probablemente
alegoriza el tiempo que se está in vía; el juez y su sentencia son el
tribunal de Dios; el castigo en prisión, de la que no se saldrá hasta que se
pague el último centavo, es decir, hasta que se cumpla estrictamente la
justicia, y porque el tono de esta redacción parabólica sólo habla popular y
sapiencialmente del anuncio de un castigo que corresponde a una culpa contra
la caridad, pero sin más precisiones. Jesús, nos pide
siempre que vivamos en paz y armonía con todos nuestros hermanos y, que
tengamos una actitud constante de reconciliación frente a las diferencia que
a veces nos separan. Dios aprecia de sobremanera la unidad fraternal, nos está
diciendo que: deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu
hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda, es decir el
sacrificio no será agradable a Él, sino en cuanto vivamos en amor y paz con
nuestros hermanos. 3.
“NO COMETERÁS
ADULTERIO”. Jesús dijo a sus
discípulos: “Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio”. La
ley judía condenaba en el Decálogo (Diez Mandamientos) (Ex 20:14) el
adulterio. Pero explícitamente no se legislaba sobre la simple fornicación,
entonces la interpretación de la prohibición del adulterio en el Decálogo era
usualmente entendida del acto externo. El mismo Decálogo daba, aparentemente,
pie a ello, pues lo valoraba solamente desde el punto de vista de la
justicia. También se condenaban otros pecados externos como el de lujuria y
seducción, esto se lee en varios fragmentos del Antiguo Testamento, donde se
hace ver el peligro del pecado interno (Job 31:1; Eclo 9:5). El décimo
mandamiento del Decálogo, se prohíbe el deseo de la mujer ajena sólo por ser
propiedad del marido (Ex 20:17; Dt 5:21). Pero ante esta
legislación interpretada restrictivamente, Jesús da su interpretación
auténtica: en este precepto está incluido todo mal deseo de adulterio. El
corazón es el verdadero responsable ante la moral. Dice Jesús: “Pero
yo les digo: El que mira a una mujer deseándola ya cometió adulterio con ella
en su corazón”. Es verdad que en la literatura rabínica se encuentran
textos de todas las épocas expresando un sentimiento constante que condena la
impureza que se comete con los ojos o el pensamiento. Rabí Simeón dice: No
cometerás adulterio, ni tampoco con los ojos ni con el corazón. Pero la
práctica debía de ser muy distinta, cuando Jesús tiene que tomar esta actitud
ante la interpretación del Decálogo. Declarado el
sentido del sexto mandamiento, surge su cumplimiento, haciendo ver la
necesidad de evitar la ocasión del pecado, este se hace con un grafismo
hiperbólico, aumentado y paradójico. Dice Jesús: “Si
tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos
de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu
cuerpo sea arrojado al infierno”. Si el ojo derecho, por
especialmente estimado (1 Sam 11:2), lo mismo que si la mano derecha
escandalizan, vale más sacárselo o cortarla que ir con ambos al infierno. Naturalmente, esto
no se dice en el sentido de una realización material, porque el que se saque
una persona el ojo derecho, no le impide que siga pecando con mismo
izquierdo, por eso es el sentido etimológico de que es tropiezo u ocasión de
pecado. Lo que Jesús destaca es la necesidad de la precaución, de la
vigilancia y el heroísmo, para superar todo escándalo temporal, a fin de no
ir por él al infierno. Luego Jesús agrega:
“También
se dijo: El que se divorcia de su mujer debe darle una declaración de
divorcio. Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso
de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una
mujer abandonada por su marido comete adulterio”. En este fragmento,
se encuentra una dificultad ya clásica. Parecería que el divorcio fuese
lícito en el caso de fornicación, aquí se trata especialmente del repudio,
pero esto, se aclara mejor cuando leemos a san Mateo 19, 3-9, que se refiere
a la indisolubilidad, sucede cuando los fariseos preguntan a Jesús; ¿Es
lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?. Pero Jesús
afirma categóricamente sobre lo indisoluble del vínculo matrimonial,
revalidando la dignidad del matrimonio, rechazando la teoría del repudio, y
restaura el derecho en su sentido original, sin dejar de recordar que Moisés
les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón, pero al
principio no era así. Jesús quiere
devolver a la ley divina, su primitivo vigor, y dice: Por lo tanto, yo les
digo: “El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la
expone a cometer adulterio”. Sus discípulos le dijeron como
respuesta: Si ésta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no
conviene casarse. Es cierto que
muchas veces el matrimonio no es algo fácil, en otras palabras tiene su cruz
y en ocasiones muy pesada, más aún si se mira como algo del cuerpo y de sus
instintos, o relacionado con ellos, esto es carnal, pero si al contrario, si
lo miramos con algo más de espíritu, y tomamos conciencia de que es un gran
sacramento, descubriremos la riqueza del matrimonio. 4.
NO JURARÁS
FALSAMENTE, Y CUMPLIRÁS LOS JURAMENTOS HECHOS AL SEÑOR. El mal produce el
los hombres palabras de desconfianzas, mentiras y falsedades, se habla con
hipocresía y lo peor, es el abuso de la palabra en juramento con falsas
promesas. Jesús nos encamina y nos orienta a ser hombres sencillos y fieles
en todo y con todos, con una conducta sincera, franca en el trato con los
demás. Jesús dijo a sus
discípulos: “Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No jurarás
falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor”. El uso de
los juramentos había venido a ser un abuso en Israel. Se juraba por Dios, por
el cielo, por el Todopoderoso, por el templo, por esta morada, sinónimo del
mismo; por el altar, por la Alianza, por la Thorah (la ley), por la
Consolación de Israel (Mesías). A veces la fórmula empleada era negativa, y
se decía yo (juro) no querer ver la Consolación de Israel si….hago o sucede
tal cosa; o en forma positiva: Yo juro que quiero ver muertos a mis hijos
si…..sucede tal cosa. Se juraba que comería o que no comería, que comió o que
había comido, que daría o no tal cosa a otro, que se entregaría al sueño o
no, etc. Entonces le dice
Jesús; “Pero yo les digo que no juren de ningún modo”. No es que lo
excluya en absoluto, pues El mismo responderá ante la conjuración que por
Dios le hace Caifás, sino que es la forma rotunda de expresión contra la
moral relajada. También dice Jesús;
“por
el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado
de sus pies”; destacando algunos juramentos, como modelo y más
frecuentes, que se hacían por las criaturas, para hacer ver que en ellos está
Dios y que por eso se utilizaban, y dice ni por el cielo, pues es la morada
de Dios; allí está el trono de Dios (Is 66:1); ni por la tierra, pues también
en ella está Dios. También dice Jesús;
“Ni
por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey”, que es Dios, en la
que puso su nombre. Por eso es la Ciudad Santa. Jesús dice: “No
jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno
solo de tus cabellos”. Ni por tu cabeza jures tampoco, pues aun en
este juramento se incluía a Dios. Se lo incluía al usar la palabra técnica
jurar, y porque ella es la representación del hombre, que está bajo el
dominio de Dios. Por eso no puede cambiar por un acto de su determinación el
color de sus cabellos. Ante esta
frivolidad religiosa, Jesús propone Cuando ustedes digan sí, que sea sí, y
cuando digan no, que sea no. pues, además de salvar el honor de Dios, se
trata de revalorizar la dignidad y lealtad del hombre. Añadiéndose todo lo
que pasa de esto, de decir sí o no, procede del mal, Todo lo que se dice de
más, viene del Maligno, en su obra de mal contra el Reino. Además, que el
Maligno al introducir la mentira y el mal en el mundo (Jn 8:44), hizo
necesaria, a veces, la garantía del juramento. De esta forma de
expresarse san Mateo no se sigue que se niegue la legalidad del juramento en
ocasiones. La fórmula rotunda de prohibición no es más que el exceso de un
estilo oratorio y oriental. A lo que era un abuso total se le opone en este
estilo una prohibición total. Pero como contraprueba de su permisión está que
Jesús responde a la conjuración que le hace Caifás, lo mismo que la práctica
de San Pablo y el ángel del Apocalipsis, que jura por el que vive por los
siglos (Ap 10:6). El que sabe
expresarse, el que sabe hablar de verdad, no es el que utiliza bellos
términos para impresionar, si el corazón no es sincero, las palabras no se
oirán como verdad, sin embargo, el que habla con el corazón sabe hablar bien
y con sencillez, sus palabras muestran sinceridad y convicción. Al hablar con
nuestros hermanos, hagámoslo con lealtad, sin fingimiento, sin hablar de
frente algo y de espalda otra cosa. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant VI
Domingo Ciclo “A” |
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