“Ustedes
son la luz del mundo” Mt
5, 13-16 Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.
USTEDES SON LA
SAL DE LA TIERRA Los discípulos de
Jesús, en su misión de predicar el reino, han de ser la “sal de la tierra”. Esta
tierra no es sólo Palestina, sino que tiene valor universal, como se ve por
su paralelismo con la luz del mundo. Es la orden que dará Jesús de predicar a
todas las gentes - Mt 28:19-20 -. En el ambiente judío se le reconocen a la
sal varias propiedades: dar sabor y gusto a la comida, librar a la carne y
pescados de la corrupción, y los rabinos también destacan en la sal el valor
purificador. A la masa doctrinal
y moralmente viciada del mundo y del fariseísmo hay que salvarla con la
doctrina de Jesús, purificarla de su descomposición; lo mismo que a estas
creencias hay que darles el sabor y gusto de Jesús. Esto hace ver que esta
parte del sermón se dirige a apóstoles y discípulos, que son los que tienen
la misión de salar la masa. 2.
PERO SI LA SAL
PIERDE SU SABOR, ¿CON QUÉ SE LA VOLVERÁ A SALAR? Pero hay un fuerte
alerta para éstos. “Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué
se la volverá a salar?” Esta frase es un proverbio usado en la
literatura rabínica. Y se alude a una sal extraída del mar Muerto y que
perdía su sabor muy pronto. La alegoría acusa una gran responsabilidad para
los discípulos. Esta sal de su vida cristiana puede perderse; por eso exige
el esmero de su defensa y conservación. Pues si se pierde no vale para nada,
Dice Jesús: “Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los
hombres”, ni para la tierra es útil ni aun para el basurero (Lc),
sino para tirarla afuera. Conforme a las viejas costumbres de Oriente, todo
lo que no sirve se lo tiraba a las callejuelas. Si el apóstol pierde su sabor
de Jesús — por preparación y vida —, no vale para testimoniar a Jesús, y
entonces se lo tira fuera. Nos preguntamos pero ¿de dónde? ¿del apostolado, de
Jesús, del reino? Sólo vale, conforme al ejemplo puesto de tirar la sal y lo
que sobra a las callejuelas, por lo que lo pisan los hombres y animales que
por allí transitan, para que también a él lo pisen los hombres. Pero estos
rasgos deben de ser simbólicos o figurados, imagen de desprecio en que caen
los discípulos caídos de su fervor, entusiasmo y pasión, incluso ante los
hombres. 3.
USTEDES SON LA
LUZ DEL MUNDO. Este oficio
apostólico se expresa con otras dos imágenes. “Son luz del mundo”. La
luz se enciende para lucir. En las casas palestinas antiguas, con una sola y
grande habitación, se encendía la pequeña lucerna de barro y se la ponía
sobre el candelero, en lugar alto, para que alumbre a cuantos hay en casa. “Y
no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón”. No se la
ponía bajo el modio, medida de áridos con capacidad de algo más de ocho
litros, pues se evitaría que luciese. - se la pone sobre el candelero para
que ilumine a todos los que están en la casa -. La luz de los
apóstoles de Jesús no es para ocultarse, sino para iluminar a los que están
en tinieblas con la iluminación del reino - Filipense 2:15 -.Y nos dice el
Señor: “Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en
ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras”. Al ver sus obras
se glorificará al Padre, autor de esta En el pueblo judío estaba
muy empapado en el que Dios fuese alabado por todos a causa de sus obras. Ni
hay contradicción con san Mateo 6:5-16, en donde se dice que no se hagan las
obras para que los hombres les vean. Allí habla del apóstol, cuya misión es
lucir; aquí del espíritu de modestia en la conducta cristiana. 4.
NO SE PUEDE
OCULTAR UNA CIUDAD SITUADA EN LA CIMA DE UNA MONTAÑA. Por una semejanza
evocadora, junta a la comparación de la luz se pone la de las ciudades
construidas sobre las montañas. En Palestina era frecuente emplazar los
pueblos en los altos. Desde el lugar donde, tradicionalmente, se sitúa este
sermón, se veían en lo alto de las montañas Safet, Séfforis e Hippos. Acaso Jesús
señaló alguna de ellas y la tomó por semejanza de su enseñanza. Como la ciudad
puesta en lo alto de una montaña no puede menos de verse, así el apóstol del
reino no puede ocultarse; ha de verse, dejarse ver, actuar. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant V Domingo Ciclo “A” |
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