“Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo
desearía que ya estuviera ardiendo!” Lc 12, 49-53 “Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant” 1. ADMIRACIÓN POR LA FUERZA DE LAS PALABRAS
DE JESÚS
Este Evangelio de Jesucristo, se debe contemplar más que usar el
entendimiento y la imaginación para comprender que es lo que Jesucristo nos
quiere decir, y la diferencia es que al contemplar descubrimos su sentido en
el corazón, con recogimiento y admiración por la fuerza de las palabras de
Jesús en este relato y al utilizar el entendimiento y la imaginación, esta
profundización puede pasar por un simple repaso o una preocupación que nos
traiga desasosiego. 2.
HE
VENIDO A TRAER FUEGO A LA TIERRA
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Yo he venido a traer
fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!”. En este primer versículo, el Señor nos muestra que arde de
pasión y desea que los que lo siguen también se enciendan, es inflamen del
Espíritu Santo, de caridad y amor, espíritu de fuego que actúa a través de
Cristo y el Espíritu Santo. Con congoja y angustia dice el Señor; “Tengo que recibir un
bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!”. En efecto, este fuego es El, y está ansioso hasta que llegue, es la cruz, momento culminante de su fuego de
amor, que lo sumerge, lo bautiza en la muerte con triunfo sobre ella. 3.
¿PIENSAN
QUE HE VENIDO A TRAER PAZ A LA TIERRA?
Y también nos dice: “¿Piensan ustedes
que he venido a traer la paz a la tierra?.
No,
les digo que
he venido a traer la división”. Jesús dice esto, porque este fuego que Él pone en la tierra va a exigir tomar partido por El. Va a incendiar a
muchos, y por eso El trae la división, no como un intento, sino como una
consecuencia. Es el modo que tiene El de formular la causalidad o permisión.
Y este desacuerdo se la expresa llegando a lo más entrañable de la vida: la
familia. Para entender mejor, esta división familiar, pensemos en este
ejemplo; Si en grupo familiar se sigue una fe no cristiana, como ejemplo,
musulmana, y alguien de ese grupo familiar se convierte al cristianismo, ¿no
causa acaso una división?, o bien, si en un determinado país de ideas
contrarias a las enseñadas por Cristo se establece una comunidad cristiana,
¿acaso no causa revuelo? Como vemos, muy bien
se cumplen a la letra las palabras del Señor. 4.
EL
MESÍAS ERA LLAMADO TAMBIÉN LA PAZ
La literatura profética, y más aún la rabínica, conocía el juicio previo
a la venida del Mesías. Tanto, que ésta fue caracterizada, sin más, con la
frase elíptica de los dolores del Mesías, es decir, los dolores que habrá
para el alumbramiento o venida del Mesías. Pero, una vez venido, lo había de
poner todo en orden y paz. El Mesías era llamado también la Paz. Cristo
Mesías comienza rectificando este concepto mesiánico rabínico. El no vino a
traer la paz, sino la espada, la guerra. No es que el Príncipe de la Paz (Is
9:5) no venga a traer la paz, sino que, por su doctrina aquí la espada —, va
a ser ocasión de que con relación a El haya guerra. No en vano es un signo de
contradicción (Lc 2:34). Y esta guerra va a llegar a ser dentro del mismo
hogar (Miq 7:6). 5.
CRISTO,
EXIGE UN AMOR SUPREMO A EL
Ante esta lucha de la sangre y familia en torno a Cristo, ¿qué hacer?
Dejarlo todo por El. Así lo expresan los versículos de Mt 10, 37 y 38: “El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí. Y el
que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí. Y el que no toma
su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí”. Cristo, exige un amor supremo a El sobre todas las cosas, proclama su
misma divinidad, ya que los valores que exige sacrificar son de ley natural.
Sólo está por encima de estos valores el amor de Dios. Y este amor exige aún
más: “El que no toma su cruz y camina detrás de mí, no es
digno de mí”. Esta imagen de la
cruz tomada sobre sí era familiar a los judíos. Roma aplicaba esta pena. Publio
Quintilio Varo, militar romano, había hecho crucificar
a 2.000 judíos. Imagen aterradora. Pero Cristo la exigía para ser dignos de Él. Y, además, la llevarán detrás de Él. La enseñanza aquí de tomar la cruz no tiene sentido austero, sino el de
persecución violenta y martirio, que puede ser con la crucifixión. Lc (9:23)
le da ya una adaptación ascética, al decir que se ha de tomar la cruz de cada
día. Por último, y para aclarar definitivamente esto, Cristo hace la
contraposición entre la vida del cuerpo y la del alma. Perder la primera por
Cristo es asegurar la segunda, ya que el alma no pueden matarla. No se trata
de decir que no interesa el cuerpo, sino destacar bien que Dios tiene el
pleno dominio y destino del hombre entero. 6.
SENTIRSE
COMPENETRADO CON EL IDEAL DE CRISTO
Sentirse cristiano, es sentirse compenetrado con el ideal de Cristo, con
el corazón enardecido y encendido de amor por El, que nos estimula a ser
apóstoles y a tomar la antorcha del fuego del amor y la fe, llama que
alumbra, que da luz, la Luz de Cristo. Regresando al inicio de este
Evangelio, Jesús nos ha dicho: He venido a traer fuego a la tierra ¡y cuánto
desearía que ya estuviera ardiendo! Así es como rezamos; “Ven Espíritu
Santo”, llena nuestros corazones de fuego y enciende en nosotros el fuego de
tu amor” La Paz del Señor, viva en nuestros corazones Pedro Sergio Antonio Donoso Brant XX
DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C |
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