“Si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”

Lucas, 13, 1-9

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.      EL RECHAZO QUE LE PRODUCE A JESÚS ALGUNAS CREENCIAS

Narra san Lucas, que algunos hombres fueron a ver a Jesús, pero no dice quiénes eran y, solo que le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos mientras estaban ofreciendo sus sacrificios. El relato de este Evangelio pertenece a Lucas, no lo narran los otros evangelistas. El sentido que manifiesta es mostrarnos el rechazo que le produce a Jesús algunas creencias sobre casos circunstanciales especiales como pensar las desgracias le llegan a las personas como castigo por sus pecados. Por eso es que Jesús les responde a modo de comentario: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos?

Jesús finaliza su comentario diciendo; “Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante”

2.   DOS CASOS, CONOCIDOS SÓLO POR LOS EVANGELIOS

Si leemos el Evangelio de San Juan 9, 1-3, encontramos el texto siguiente: “Pasando, vio a un hombre ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron diciendo: Rabí, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego? Contestó Jesús: Ni pecó éste ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios”.”

En este fragmento de Lucas, se cita dos casos, conocidos sólo por los evangelios. Uno fue una matanza de galileos que hizo Pilato en el templo mientras ofrecían sacrificios. Este tipo de brutalidades cometidas por los procuradores romanos en el templo, lo mismo que por Arquelao o por otros, no eran situaciones raras. Se conocen por Josefo (historiador judío de esa época) varios casos afines. En todo caso, Pilato era capaz de hacer estas y otras barbaridades.

En el segundo caso, Jesús expone el asunto de los dieciocho hombres que murieron aplastados por la torre de Siloé, y les hace una pregunta “¿piensan acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén?” Como información aparte, durante el año 1914, se ejecutaron excavaciones arqueológicas donde Weil descubrió los cimientos de una torre en esta zona y se pensó que era una de las torres para guardar el acueducto de Siloé, este era una canal que construyó el rey Ezequías y conducía aguas a la piscina de Siloé.

3.   EN EL PLAN DE DIOS HAY HORAS SEÑALADAS

Era una creencia popular, que enseñaban los mismos rabinos, que todo padecimiento físico o moral era castigo al pecado y la respuesta de Cristo hace suponer que la pregunta venía con esta mentalidad ambiental .Pero les dice que eso no es verdad: que su muerte no significa culpa, sino planes de Dios (Jn 9:3). No por morir éstos eran más culpables que los demás galileos o gentes de Jerusalén. Pero les hace una gran advertencia: en el plan de Dios hay horas señaladas para el ejercicio de castigos o desgracias colectivas. Por eso, si no hacen penitencia - galileos y jerosolimitanos -, todos acabarán de la misma manera” que estos casos que le contaron.

4.   LA PALABRA PENITENCIA COMO CONVERSIÓN

Hoy día, esta palabra penitencia suena un poco improcedente, como si estuviera desubicada en el tiempo y fuese de otra época. Tal vez sea así, porque el mundo dedica muchos esfuerzos para evitar el sufrimiento. Pero debemos interpretar la palabra penitencia como “conversión” ya que estamos viviendo hasta la segunda venida de Cristo, la parusía, un tiempo de “conversión” por nuestras faltas y así gozar también de un período de misericordia, que es algo que nos regala el Señor si hacemos un cambio de actitud de vida de pecadores, algo que podemos hacer haciendo el bien.

Por tanto, básico es arrepentirse, así lo manifiesta Jesús al decir: “Si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”. Si hemos pecado, primordial es entonces la penitencia y la conversión para gozar de la vida eterna.

Todo es temporal en nuestra vida y todo está ligado al tiempo: en este sentido, tanto justos como pecadores vivimos en el tiempo, tiempo que es un don de Dios para todos, un tiempo de gracia, y por ello, un tiempo abierto a la conversión. Seamos pecadores empedernidos, o justos fortalecidos permaneceremos así para siempre y estaremos llamados a ser "pecadores en conversión".

5.   FUERA DE LA CONVERSIÓN NO PODEMOS ESTAR EN LA PRESENCIA DEL VERDADERO DIOS

Dios nos toca de muchas maneras para llevarnos a este estado de conversión. Nosotros sólo podemos prepararnos para que Dios nos toque.

Fuera de la conversión estamos fuera del amor. En este caso no le quedarían al hombre más que dos posibilidades: la satisfacción de sí y la justicia propia, o una profunda insatisfacción y la desesperación.

Fuera de la conversión no podemos estar en la presencia del verdadero Dios, pues no estaríamos junto a Dios, sino junto a uno de nuestros numerosos ídolos. Además, sin Dios, no podemos permanecer en la conversión, porque no es nunca el fruto de buenas resoluciones o del esfuerzo. Es el primer paso del amor, del Amor de Dios más que del nuestro.

Convertirse es ceder al dominio insistente de Dios, es abandonarse por tanto es la primera señal de amor que percibimos como procedente de Él. Abandono en el sentido de sometimiento. Si nos abandonamos ante Dios, nos entregamos a Él. Todas nuestras resistencias se funden ante el fuego consumidor de su Palabra y ante su mirada; no nos queda ya más que la oración del profeta Jeremías: "Haznos volver a ti, Señor, y volveremos" (Lam 5,21)

6.   UNA HIGUERA INFRUCTUOSA

“Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró”. En la segunda parte, el Señor nos hace un anuncio explicado con una parábola. Una higuera infructuosa, que sistemáticamente no daba fruto. La higuera simboliza a Israel (Os 9:10) e incluso al que no da fruto (Jer 8:13). Se la pensó cortar pronto, pero aún hubo paciencia, y se la cultivó con esmero por otro año. Mas no dio fruto. Y hubo que cortarla. Así se trató a Israel, cultivándolo repetidamente con avisos y profetas; luego el Bautista, y, por último, Cristo con su obra de enseñanzas y milagros. Pero Israel, los dirigentes, no le reconocieron por Mesías. Sólo fructificó, la muerte del Mesías. Y sucedió que los Israelitas perecieron en la destrucción de Jerusalén, catástrofe del año 70.

Dice la parábola: Dijo entonces al viñador; Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?” Volvemos entonces a interpretar que los frutos de este tiempo de conversión es el arrepentimiento apremiado por la misericordia de Dios. Esto se hace patente en el relato cuando el viñador le contestó: Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré”,  para ver si da fruto diciendo; Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”. Vemos que Dios tiene derecho a exigirnos frutos de santidad y buenas obras, lo triste es que cuando viene por ellos no los encuentra.

7.   EL SEÑOR ESPERA DE NUESTRA PARTE OBRAS DE SANTIDAD

Pero Jesús deja la puerta abierta a la esperanza: la esterilidad de la higuera hace suplicar al viñador un subsiguiente tiempo de gracia: un año jubilar concedido por el Señor, dispuesto una vez más a confiar en espera de los frutos añorados desde hace mucho tiempo.

Si Dios nos da la gracia, está la debemos corresponder, el Señor espera de nuestra parte obras de santidad, tareas de perfección, y en cualquier minuto viene a buscar si hemos dado frutos. Debemos vivir en el santo temor de Dios, el temor de no rendir lo que Dios espera de nosotros.

El Señor les Bendiga

    Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

III DOMINGO DE CUARESMA CICLO C

 

 

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