“Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”. Lucas, 4, 1-13 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1.1
EL TRIUNFO SOBRE SATANÁS
Ciertamente,
este relato es uno de los más enigmáticos de toda la tradición evangélica. El
relato que nos presenta el
Evangelio de Lucas, es igual que el de Mateo, sólo que Lucas invierte el
orden de las dos últimas tentaciones que relata Mateo. Nuestro
Señor Jesucristo, en Jerusalén triunfa por primera vez sobre Satán, y en
Jerusalén, en el Calvario, triunfará definitivamente sobre él. Termina su
relación diciendo que el diablo se retiró de él hasta el “momento oportuno”;
pero, aunque falta el artículo, quiere señalar directamente la pasión, ya
que, terminadas las tentaciones, Cristo comienza su vida pública. Si
en las “tentaciones” se lo presenta como el Mesías auténtico, profético, el
triunfo triple sobre Satán lo presenta también como el Mesías vencedor contra
Satán, en su lucha contra el reino. Pues “si
arrojo a los demonios con el Espíritu de Dios es que ha llegado a vosotros el
reino de Dios” (cf. Mt 12:28). El
diablo, el demonio, Satanás, significa, conforme a su etimología,
“arrojador,” en sentido de acusador, calumniador o tentador. Su oficio es
triple en la literatura rabínica: solicitar al hombre al pecado (cf. Zac 3:1;
Job 2:6ss), acusarlo luego ante el tribunal de Dios y aplicar la muerte en
castigo al pecado; de ahí llamarle “el ángel de la muerte.” 1.2
CONDUCIDO POR EL ESPÍRITU AL DESIERTO
“Jesús,
lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido
por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante
cuarenta días”. Jesús,
sometido en todo a la acción del Espíritu Santo, va “al desierto.” El
Espíritu “lo lleva”, “fue conducido”. Se entiende que
es el desierto de Judea. Va al desierto para ser “tentado” por el demonio.
También podemos entender “tentado” ser sometido a prueba. El
desierto aparece en la literatura judía y oriental como lugar donde moraba:
los malos espíritus, y en especial los demonios (Mt 12:43; Lc 11:24; cf. Is
13:21; Tob 8:3; Bar 4:35). Pero tiene también otro sentido mesiánico, además
de lugar de penitencia y aislamiento. Las comunidades de esenios y Qumrán son
un claro ejemplo de ello. 1.3
“SI TÚ ERES HIJO DE DIOS, MANDA A ESTA PIEDRA QUE SE CONVIERTA EN
PAN”.
El
tiempo que establecen los evangelistas para esta tentación es de cuarenta
días y cuarenta noches, cifra de ambiente bíblico. Así, el diluvio (Gen
7:12); la estancia de Moisés en el Sinaí (Ex 24:18); los años de Israel en el
desierto (Núm 14:33-34); años de una generación. Fue
durante este período de cuarenta días cuando se dice que Jesús experimentó
tentaciones. La primera está perfectamente situada. Jesús ayunó cuarenta días
y sintió hambre. “Si eres Hijo de Dios,” le dice el tentador, con cuya
respuesta esperaba saber si era el Mesías o no, que transforme estas piedras
en pan. Sugerencia bajo capa de piedad: que no sufra un privilegiado hijo de
Dios. Jesús
le contesta con un argumento de la Escritura: “Está escrito.” La
palabra de Dios cierra toda discusión. “El hombre no vive sólo de pan, sino
de toda palabra que sale de boca de Dios” (Dt 8:3). Cristo alude aquí
al sentido espiritual de confianza en la omnipotencia de Dios, en función de
otra vida superior, a la que hay que atender con preferencia. Que es lo que
Jesús recordará más tarde junto al pozo de Siquem: “Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me envió” (Jn
4:34). Por eso dijo a sus discípulos: “Yo
tengo una comida que vosotros no sabéis” (Jn 4:32). Jesucristo
pudo hacer el milagro. Pero éste no debe hacerse inútilmente. El abandono al
Espíritu y a la Providencia fue el medio para rechazar la tentación. La
Escritura, con todos los procedimientos y sentidos rabínicos, cerraba toda
discusión. 1.4
TE DARÉ TODO ESTE PODER Y EL ESPLENDOR DE ESTOS REINOS
Luego
el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los
reinos de la tierra y le dijo: “Te daré todo este poder y el esplendor de
estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si
tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá” En
la segunda tentación, (tercera en Mateo) el demonio interviene para que Jesús
vea los reinos del mundo y su atracción. Se trata de un hecho análogo al que
se lee en Ez 40:2; y que se realizó
“en visión”: “Me condujeron y me pusieron sobre un monte muy alto.” Es una
visión imaginativa y fantasmagórica, ya que naturalmente es imposible; aparte
que Lucas lo insinúa al decir que fue “en un instante”. “Te daré todo este poder
y el esplendor….Si tú te postras delante de mí”, le dijo el tentador.
Los judíos contemporáneos de Jesús esperaban un Mesías político y nacional,
que aparecería con pompa dominación y prodigios. Así se presentaron una serie
de pseudomesías, como se ve en los evangelios (Mc 10:35ss; Lc 24:21; Jn
6:15). No es que el diablo tenga dominio sobre el mundo. Únicamente en el
sentido de que influye en sembrar el mal, Jesús le llamó “príncipe de este mundo” (Jn 12:31), y San Pablo le llega a
llamar “Dios de este mundo” (2 Cor
4:4). Por eso Jesús, citando de nuevo la Escritura (Dt 6:13), desenmascara la
falta de sus poderes y le ordena que se aparte: “Está escrito: Adorarás al
Señor, tu Dios, y a Él solo rendirás culto”. Sólo a Dios se puede adorar y temer como
fuente y dador de todo poder. “Una
vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de Él, hasta
el momento oportuno”. No
directamente, pero sí indirectamente, tentó luego a Jesús a través de los
fariseos y saduceos, queriendo intimidarle en el desarrollo de su mesianismo;
de las turbas, que querían hacerle rey temporal; de los que intervinieron en
la pasión. Todos colaboraron a aquel momento, del que Jesús dijo: “Viene el príncipe de este mundo contra
mí” (Jn 12:31). 1.5
“SI TÚ ERES HIJO DE DIOS, TÍRATE DE AQUÍ ABAJO
Después
el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y
le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito:
El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden. Y también: Ellos te
llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra”.
Pero Jesús le respondió: “Está escrito: No tentarás al Señor, tu
Dios”. La
tercera (segunda en Mateo) es de tipo espiritual. Aunque las expresiones “el
demonio condujo a Jesús” de Lucas, el verbo “conducir o llevar” de puede
también indicar incitar a algo. Desde
allí, el diablo interviene para que Jesús esté en la “Ciudad Santa,”
Jerusalén, y sea “puesto” sobre el pináculo del Templo, la parte más alta,
probablemente era la techumbre de uno de los pórticos dentados del recinto
general del Templo, donde se lograría mejor la espectacularidad de la
propuesta. Según
Josefo, (Historiador Judío) la vista del Cedrón desde el “pórtico real”
causaba vértigo: más de En
una de las concepciones rabínicas se contaba precisamente que el Mesías se
revelaría estando de pie, sobre el techo del Templo, para anunciar a Israel
que su redención había llegado. En aquel ambiente, y a la hora de los
sacrificios, hubiese sido un prodigio tal que acusaría ser él el Mesías. De
nuevo Jesús rechaza la tentación con la Escritura: “No tentarás al Señor tu Dios,”
que se refiere al Dt 6:16, y se alude con él al pasaje del Éxodo cuando,
faltos de agua en el desierto, exigían los israelitas a Moisés un milagro. “¿Por qué
tentáis al Señor” les dijo Moisés (Ex 17:2). Nuevamente Jesús, confiando
en la providencia de Dios, rechazó la tentación. No era “confiar” en Dios
arrojarse temerariamente, exponiendo su vida, y esperar que Dios
milagrosamente lo salvase. Los ángeles protegen al “justo” (Sal 91:11ss),
pero no al temerario suicida. Y esto suponiendo que no le propusiese tirarse,
por lo descabellado, desde 1.6
TENTACIONES MESIÁNICAS
¿Qué
intención tienen los evangelistas al describir estas “tentaciones”? Algunos,
en la antigüedad, pensaron en una victoria ejemplar y eficiente de Cristo
sobre las tentaciones y pecados genéricos de los hombres: gula, vanagloria,
soberbia, que cita San Juan (1 Jn 2:16). Así se podía Cristo compadecer de
nosotros y animarnos en la lucha: “Confiad,
yo he vencido al mundo” (Jn 16:33). Para otros
significan la absoluta impecabilidad de Cristo: “¿Quién de vosotros me argüirá
de pecado?” (Jn 8:46). Otros querían ver que en el desierto donde Israel fue
tentado y pecó, Cristo supera aquella conducta. Y hasta se pensó que, contra
el pecado del paraíso, él era el nuevo Adán. La
interpretación general, sin embargo, es que tienen un valor mesiánico.
Jesucristo es tentado en cuanto Mesías, pues el diablo le dice: “Si eres Hijo
de Dios,” palabras que se refieren directamente al Mesías, aunque en esta
redacción literaria, van a tener el sentido del Mesías-Dios. Se
producen, además, en el desierto, símbolo y escenario de la edad mesiánica.
Ya en tiempos de los profetas existía la tradición según la cual el tiempo de
la restauración de Israel, los tiempos mesiánicos, se verán precedidos de un
período más o menos largo en el que se repitan las experiencias del pueblo de
Dios en su peregrinación por el desierto antes de entrar en la tierra
prometida. Pero, sobre todo, esta corriente de ideas penetraba íntimamente la
conciencia del judaísmo contemporáneo de Jesús. Estaban convencidos de que el
Mesías había de venir del desierto y que inauguraría la era mesiánica
repitiendo la fenomenología del desierto. En
este marco ideal del desierto es donde se comprende bien todo el sentido
profundo del mesianismo que en esta escena se contiene. Todos los elementos
concurren a ello: la cifra de cuarenta días, las citas del Deuteronomio, el
“maná,” la condena de la idolatría recordando la escena del “becerro de oro,”
son sucesos todos del pueblo de Israel en el desierto. Todo ello hace ver que
el sentido de estas tentaciones fue mesiánico. 1.7
UN RELATO ENIGMÁTICO, UN MISTERIO QUE DIOS TRAZA
Se
comprende bien que Cristo, después del bautismo y antes de su vida pública de
Mesías, se hubiese retirado algún tiempo a la oración, como hacía en otras
ocasiones, máxime en momentos trascendentales, y que fuese este lugar una
región desértica. Sin embargo,
ciertamente, este relato es uno de los más enigmáticos de toda la tradición evangélica. Primero,
¿por qué el Mesías va al desierto a “ayunar” y a ser “tentado por el
demonio,” y para ello, además, es “conducido” o “llevado” por el Espíritu
Santo? Es ya un misterio, pero que Dios traza. Son los planes de Dios. Y
en estas “tentaciones” A prueba,” en la primera — ¿y por qué el Mesías tiene
“hambre”? — no se resuelve por el expediente fácil del milagro, sino por el
abandono a la Providencia de Dios. Si se hubiese hecho conforme a la
proposición diabólica, el Mesías no seguiría el mesianismo profético,
espiritual y de dolor (Isaías), que Dios trazó. La
segunda “tentación” era exponer que Jesucristo no recibe el poder de Satanás
— como los fariseos decían de los milagros de Jesús —, sino de Dios. No era
por recursos políticos — piénsese en tantos tronos de entonces logrados por
sangre, en el fondo, por Satán —. Es verdad que en el salmo 2:6.8 se prometen
al Mesías los reinos de la tierra. Pero éstos no le vienen por donación de
Satán, que no tiene, sino de Yahvé. Lo llamaron en vida “endemoniado” y que
realizaba prodigios en virtud del diablo. Es aquí la proclamación de los
poderes mesiánicos, y del mesianismo universal, que Dios le dio. La
tercera “tentación,” la espectacular, de bajar en la hora esplendente del
Templo en manos de ángeles — ¿la gente vería los ángeles? —, era provocar el
mesianismo por aclamación de triunfalismo espectacular. Lo que no era el
Mesías profético, que triunfaría, finalmente en la cruz. 1.8
MIENTRAS ESTEMOS CIMENTADOS EN CRISTO, PARTICIPAREMOS DE SU SEGURIDAD
"A sus ángeles ha
dado órdenes para que te guarden en tus caminos" (Sal 90,11). El diablo conoce bien
esta promesa porque la supo utilizar en la hora más álgida de la tentación;
sabe bien cuál es nuestra fuerza y nuestra debilidad. Pero no tenemos nada
que temer si permanecemos a la sombra del trono del Altísimo. Mientras
estemos cimentados en Cristo, participaremos de su seguridad; él ha hecho
añicos el poder de Satanás [...] y de ahora en adelante los espíritus
malignos, en vez de tener poder sobre nosotros, tiemblan y se espantan a la
vista de un verdadero cristiano. Pues saben que poseen lo que les hace
vencedores; que pueden, si quieren, mofarse de ellos y ponerlos en fuga. Los
espíritus malignos lo saben bien y lo tienen muy presente en todos sus
asaltos; sólo el pecado les da poder sobre ellos, y su gran empeño consiste
en hacerles pecar, en sorprenderles en el pecado, sabiendo que no hay otro
modo de vencerlos. “Por eso, hermanos
míos, no seamos ignorantes de sus planes, sino, conociéndolos bien,
vigilemos, oremos, ayunemos, permanezcamos bajo las alas de Altísimo, que es
nuestro escudo y auxilio (J. H. Newman, Sermón liturgici, Fossano, s.f.,
144). El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio
Donoso Brant (La
referencias de esta Reflexión Estudio del Evangelio están tomadas de la
Biblia Nácar-Colunga) I DOMINGO DE CUARESMA CICLO
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