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“Se compadeció de ella y le dijo: ”no llores”

Lc 7, 11-17

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    CUANDO EL SEÑOR LA VIO, SE COMPADECIÓ DE ELLA Y LE DIJO:”NO LLORES”.

Al sur-oeste de Nazaret, en Galilea, aproximadamente a 10 km. Se encuentra Nain. En aquel tiempo, se dirigía Jesús a esa población, como siempre lo hacía acompañado de sus discípulos y de mucha gente que lo seguía. Al llegar a la entrada de la población, se encontró con que sacaban a enterrar a un muerto, este hijo era el único de una viuda. La acompañaba una gran muchedumbre. Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: “No llores”. Expresa el Evangelio que Jesús se compadeció; “el Señor se conmovió” El siempre ante el dolor se conmueve y se apiada, pero para mayor precisión lo que hace el Señor condolecerse, es decir sentir compasión y lástima por la desgracia y por el sufrimiento ajeno, pero además participar de ello.

Jesús le está diciendo: “No llores”, ¿Se puede decir no llores a quien se la ha partido el corazón de dolor? Llorar no es solo derramar lágrimas, especialmente cuando lloramos por un suceso desgraciado. Llorar es lamentarlo y sentirlo profundamente, sobre todo cuando hemos perdido una vida muy querida, amigo o familiar, y perder es algo que se tiene y se deja de tenerlo, pero ese “No llores” que dice el Señor, es distinto, es un ruego de confianza, porque en otra palabras es “deja el llanto y ten fe”. También es un mensaje para el que no tiene fe, para el que ha perdido toda esperanza, por eso también es “deja de dudar”, o “no dejes de creer”.

2.    SOMOS HUMANOS, Y CUANDO AMAMOS, LLORAMOS

Si creemos ¿porque lloramos?, acaso ¿no creemos en la infinita bondad del Señor?, ¿no creemos en la disposición y el cuidado que se toma Dios para evitarnos un daño?, ¿no creemos que nuestro Padre busca nuestro bien?, si creemos, pero somos humanos, y cuando amamos, lloramos. Jesús, también lloró y lo hizo por amor como nos relata el evangelio de san Juan; Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió hasta lo más hondo y pregunto: “Donde lo han puesto?” Le contestaron: “Ven, Señor, y lo verás”. Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: “De veras cuánto lo amaba!”. (Cfr Jn 11, 1-45)

Nuevamente Jesús, nos muestra sus sentimientos y su gran Corazón, cuando se encuentra con la desgracia y el sufrimiento, nunca pasa de largo, es así como cuando vio a la triste viuda se compadeció de ella. La misericordia es “lo propio de Dios”, afirma Santo Tomás de Aquino, y se manifiesta plenamente en Jesucristo cada vez que se encuentra con el sufrimiento. Jesús tiene una inclinación natural a tener un sentimiento de pena y lástima por la desgracia y por el desconsuelo ajeno, aquí lo demuestra al acercarse a la madre privada de su hijo. Este es el ejemplo que debemos imitar de Jesús, tener compasión de todos cuantos sufren. Porque el que sufre inspira compasión al que conoce de sentimientos, y si nos sentimos impresionados por el dolor, y llegamos angustiarnos por los oprimidos, y llorar juntos con ellos, estamos sintiendo a un hermano como lo sentía Cristo y así entenderemos mejor esta compasión del Señor.

3.    JOVEN, YO TE LO MANDO: LEVÁNTATE

Sigue el Evangelio; Jesús acercándose al ataúd, lo tocó. Los que lo llevaban se detuvieron. Entonces, dijo: “Joven, yo te lo mando: levántate”. Inmediatamente el muerto se levantó y comenzó a hablar; y Jesús se lo entregó a su madre. Al ver esto, todos se llenaron de temor y comenzaron a glorificar a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”.

La noticia del hecho se divulgó por toda Judea y por las regiones circunvecinas. Jesús nos enseña quién es y en qué consiste ser profeta, pero un profeta del Pueblo de Dios que da la vida a los muertos, porque solamente los profetas de Dios, pueden hablar con autoridad del mismo Dios, pero además Él es que ha sido anunciado como tal por los antiguos profetas de la Sagradas Escrituras, Él es el Mesías prometido, es el mayor de todos, los anteriores y los posteriores. A veces pensamos que profeta es aquel que nos anticipa el futuro, pero este evangelio no nos entrega esta imagen de profeta, porque la gente, después de ver a Jesús, reanimando el cadáver del joven de Naín, no lo aclama como un obrador de milagros, sino que exclama: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”. En tiempos de Jesús la gente intuyó cuál era la verdadera misión del profeta que hablaba en nombre del Dios de la vida.

4.    EL ES SEÑOR DE LA VIDA, NO DE LA MUERTE

Jesús, devuelve la vida, la ilusión, la esperanza y la confianza a un mundo que, como la madre y viuda de Naín, que había perdido su único hijo, se sentía triste y desanimada. Jesús, anuncia y vive la profunda ternura que el Padre siente por los desdichados, a los cuales está destinado -en primer lugar- el Evangelio de la salvación. Ese Evangelio lo anuncia Jesús aquí con una orden perentoria: “No llores”. Y con un gesto “tocó el féretro” y una palabra, “Joven, yo te lo mando: levántate”. Llenos de poder salvífico, restituye la vida al joven, y el hijo a su madre.

Jesús va de pueblo en pueblo anunciando que es posible la vida, y que su palabra es para hacer buena la vida, aquella que el hombre se dedica a destruir, con una irreverencia incomprensible, aceptando el hambre, cerrando los ojos a la pobreza, a la drogadicción, a la marginación, enterrando las esperanza de paz con la guerra y el terrorismo, con la violencia que se asoma en cada esquina del mal, y lo peor, es la permisividad para que estas cosas ocurran.

Entonces, si somos seguidores de Jesucristo, seamos consecuente, con el llamado de Jesús y detener esta marcha fúnebre en la que transita el mundo, para darle la vida, la vida de la gracia, del amor y la esperanza, asumiendo el papel profético frente a este cadáver, porque Dios quiere que vivamos, y porque él es Señor de la vida, no de la muerte.

Jesús, nos ha pedido, ámense, como Él nos ha amado, como Él nos ha hecho ver con el ejemplo de su vida, amor que se dirige a toda la humanidad, amor que se hace al percibir el sufrimiento, la injusticia, la pobreza y la comprensión por la fragilidad física del hombre. Jesús nos muestra su Corazón misericordioso, sigamos su amoroso ejemplo, mostrémosles el nuestro a los que necesitan de él.

El Señor les Bendiga

Que Cristo Jesús viva en sus corazones

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

 

 

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