“Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen”.

Jn 10, 27-30

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

1.    A SE LO DIJE, PERO USTEDES NO LO CREEN

En los versículos anteriores, Juan 22 al 26, San Juan dice que los judíos rodearon a Jesús y le preguntaron un día de la fiesta de la Dedicación, “¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso?”; como tratando de decir hasta cuando tendrás levantada nuestra alma, o hasta cuándo nos va a tener en incertidumbre sobre algo que nos interesa grandemente y luego le preguntan “si eres el Mesías, dilo abiertamente es decir claramente y con plena libertad.” Jesús les respondió: Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen.

La respuesta de Jesús es que ya se lo dijo repetidas veces, no tomando la misma palabra de Mesías, pero sí con las obras, que, hechas en nombre del Padre, dan, por lo mismo, testimonio de Él. Pero, a pesar de todo, ellos no creen, así es como Jesús les dice; “Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen”, Además Jesús les da una profunda razón, “porque no son de mis ovejas”.

2.    “MIS OVEJAS ESCUCHAN MI VOZ”

Jesús les va a hacer una declaración terminante de su divinidad. “Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y Yo somos una sola cosa.”

San Juan, nos presenta en este fragmento del Evangelio, algunos interesantes puntos doctrinales. En la fe en Jesús, y, por tanto, en sus obras, que son signos. Si inmediatamente hay causas diversas, es por malas disposiciones, temor de la luz (Jn 3:19-21), espíritu terreno (Jn 8:23), en el fondo de ello existe una predestinación, porque ya se dijo, a propósito de la incredulidad en Jesús, que nadie puede venir a mí si el Padre no le trae (Jn 6:44). Jesús se presenta con un conocimiento sobrenatural y universal de sus ovejas. Con un oficio de Pastor que llama a sus ovejas de modo real, aunque misterioso, porque aquéllas oyen su voz; con un poder vitalizador, pues les da la vida eterna, así es como dice: “Yo les doy Vida eterna”, entonces se presenta dotado de un poder trascendente, pues nadie puede arrebatar de su mano estas ovejas, por eso dice Jesús: “nadie las arrebatará de mis manos”.

3.    EL BUEN PASTOR LES DA “LA VIDA ETERNA”

Jesús se presenta una vez más a sí mismo como “buen pastor” (Jn 10,11) que conoce y ama a sus ovejas, por ende, como alguien que espera encontrar en las ovejas escucha, obediencia y seguimiento confiado.

El buen pastor les da “la vida eterna”: ésa es la obra esencial para la que ha venido Jesús (Jn 17,2), y la vida eterna es precisamente el conocimiento-comunión de amor con Dios y con su Enviado (Jn 17,3). Es así con este fragmento del Evangelio se expresa la intensidad de la pertenencia: las ovejas – los creyentes, los discípulos – que reciben la vida de Jesús están siempre en sus manos, “Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado” (Jn 17,12), y por eso gozan de una seguridad eterna. El mismo Padre se las ha confiado, y como nadie es mayor que Dios, nadie se las puede arrebatar. Se trata de afirmaciones que alientan a la comunidad cristiana, que sigue estando sometida a prueba por la persecución y sigue estando asediada por las herejías.

Pertenecer a Jesús significa pertenecer a Dios mismo, para siempre. Del mismo modo que el Hijo pertenece al Padre y el Padre pertenece al Hijo, en la unidad del amor que es el Espíritu Santo.

4.    MI PADRE, QUE ME LAS HA DADO

Todo este rebaño espiritual es un don del Padre a Él. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos. Es decir Dios es lo más grande, lo más precioso. Jesús dice me las ha dado, le ha dado la naturaleza divina, el poder divino, que el Padre le había comunicado, tanto para hacer milagros como para conducir las ovejas y darles la vida eterna.

Las ovejas que oyen su voz y la garantía de que las ovejas que oyen su voz no perecerán, es porque nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. Porque es un don que le dio el Padre, el cual don es más bello que todas las cosas. Nada es comparable a la vida eterna, que Jesús dispensa (Jn 17:1-4). El mismo lo dijo en otra ocasión en tono de pregunta: - ¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? – (Mt 16:26; Lc 9:25).

5.    EL PADRE Y YO SOMOS UNA SOLA COSA

Finalmente Jesús afirma: El Padre y yo somos una sola cosa. Entonces, de la misma manera que nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre, que aquí son las ovejas, así tampoco se las puede arrebatar de las suyas. Porque, en definitiva, “Yo y el Padre somos una sola cosa.” Directamente se expresa esta unidad entre el Padre y el Hijo en el poder. El Padre y el Verbo encarnado son una sola cosa. Pero lo son no sólo como un profeta, en el plan, conocimiento y actividad de Jesús para su obra salvadora. Sino también, por razón de la persona divina, tiene una unión ontológica divina con el Padre. Esta expresión encuentra su clarificación en la oración sacerdotal, en la que Jesús pide al Padre que le glorifique con la gloria que tuve cerca de ti antes de que el mundo existiese – (Jn 17:5.24), lo mismo que en el prólogo, en el que se enseña abiertamente que el Verbo, que se va a encarnar, era Dios.

Jesús nos habla de su misma e idéntica naturaleza con el Padre, Hay una naturaleza divina, un solo Dios, naturaleza única en tres divinas personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las palabras de Jesús, prueban la consustancialidad con el Padre y por lo tanto, su divinidad.

San Agustín, escribe en el Libro I de la Confesiones: Dios es el más grande. Dios es el más íntimo. Dios es el más presente. Dios es el más trascendente. Hacia él debe orientarse el hombre. En él se debe vivir

La alegría de Cristo resucitado vivan en sus corazones

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

IV DOMINGO DE PASCUA C

 

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