¡El
Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra” “Mc 4,
26- Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. SI LA TIERRA ES BUENA, TODO IRÁ BIEN; BASTA PONER EN ELLA
LA SEMILLA DE LA PALABRA. Este fragmento del evangelio se compone de
dos parábolas y una explicación final sobre como enseñaba Jesús. En la
primera parábola, propia del evangelio de san Marcos, no se refiere, como en
las anteriores, a los apóstoles, sino que es una enseñanza en general. A esto mismo lleva el tema de la
misma. El contenido de esta parábola
no es explicado por Jesús como en otros casos, esto da origen a enfoques muy personales de
interpretación, talvez sea considerada auto- explicativa. Sin embargo, podemos decir también, que El
reino de Dios es la Iglesia, la semilla es la
predicación, la tierra somos los oyentes y el hombre que siembra, es
Jesucristo, o, en general, los
predicadores; la recolección, la muerte o el juicio; Dios es el
sembrador. Lo que se trata de comparar o ilustrar es: si la tierra es buena,
todo irá bien; basta poner en ella la semilla de La Palabra. 2. TODO SE HACE GRACIAS A DIOS. “La tierra por sí misma produce primero un
tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga”. Tal como lo
expresa el Señor en esta parábola, la semilla germina por sí misma según el
curso normal de las cosas, “sea que
duerma o se levante, (el hombre) de noche y de día, la semilla germina y va
creciendo, sin que él sepa cómo” y lo hace por ese vigor virtual que ella
tiene, de igual modo sucede al germinar y desarrollarse el Reino de los
Cielos: el vigor interno vital de que está dotado le hará irse desarrollando
necesariamente. Posiblemente entra también en el contenido de la parábola, en
el sentido que el Reino de los Cielos va
desarrollándose gradualmente como la germinación de la semilla. No es
el hombre el que hace germinar ni
desenvolverse ni la semilla ni el Reino, aunque condiciones externas puedan favorecerlo, sino el vigor vital de
que están dotados. Todo se hace gracias a Dios. Un gran comentario a
esta parábola son las palabras de San
Pablo, cuando escribe: “¿Quién es Apolo y quién es Pablo? Ministros según lo que a cada uno ha
dado el Señor. Yo planté, Apolo regó; pero
quien dio el crecimiento fue Dios” (1 Cor 3:5.6). 3. SI DECIMOS QUE SI A LA PALABRA DE DIOS El reino de Dios, una vez puesto en la tierra
por Cristo, llegará necesariamente a su
madurez. No podrán los seres humanos impedir la vitalidad y el
crecimiento del mismo. La semilla
crece en nosotros, pero es pequeña. Si decimos que si a la Palabra de Dios,
El le dará la fuerza necesaria y
nosotros dispondremos de la fecundidad de esa semilla en nuestro Espíritu. La Palabra lleva en si,
una fuerza interior, que nos transforma la vida. Pero esta lleva distintas etapas para
desarrollarse, primero las oímos o la leemos, luego la conservamos en nuestro interior, la
meditamos en profundidad, buscamos comprender su alcance y luego se nos convierte en
vida. El Señor quiere que sembremos en nuestro
interior, es decir que atesoremos la Palabra en el mismo corazón, “porque
donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. (Lc 12), Y
además también desea que lo hagamos en el corazón de nuestros hermanos, con
la confianza de que contamos con el vigor de la semilla y de la siembra. 4. “ES LA MÁS PEQUEÑA DE TODAS…. Y LLEGA A SER LA MÁS GRANDE
DE TODAS”. “Es la más pequeña de todas las semillas de
la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas
las hortalizas”. La segunda narración es puramente parabólica. La enseñanza
está en la comparación establecida
entre la semilla “más pequeña” que crece hasta hacerse la “más grande de
las hortalizas.” En orden a completar
el cuadro descriptivo, se dice que se “extiende tanto sus ramas que los
pájaros del cielo se cobijan a su sombra”. La comparación se establece entre lo “más pequeño” que viene
a hacerse “lo más grande.” De igual modo
sucedería con el Reino: en los comienzos es mínimo, son pocas personas
las que se les unen, pero este va a
ser muy grande, tanto que recibirán y cobijarán en él (Reino), multitudes. Un buen ejemplo lo encontramos en la más
pequeña simiente, el Evangelio, predicado por los Apóstoles, que eran los
menos poderosos de entre los hombres, pero sin embargo, como su semilla
tenían un gran vigor, creció y se extendió con su predicación por todas las
partes del mundo. “creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en
sus ramas”. (Lc 13,19) y se hace
árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus
ramas. (Mt 13) 5. CON MUCHAS PARÁBOLAS COMO ÉSTAS LES ANUNCIABA LA PALABRA
San Marcos nos dice que “con muchas parábolas
como éstas les anunciaba la Palabra,
en la medida en que ellos podían comprender.”. Por lo general, hacemos un
gran esfuerzo para sembrar la Palabra, y nos tratamos de hacer entender con
términos rebuscados, o por querer causar una buena impresión de lo que
sabemos, o por que de algún modo queremos hacernos entender, y con todo eso,
nos desanimamos al ver que no cosechamos el
fruto que esperamos. Esto es así, porque no decimos las cosas con la
misma sencillez que utilizaba el Señor para con las gentes y/o porque no
confiamos en la vitalidad de la semilla. (La Palabra). De ahí, que este pasaje es de gran
interés para valorar la finalidad del
método parabólico que utiliza Jesús en su enseñanza. Jesús sabe bien como
hacerse entender pedagógicamente, es decir El habla para que le entiendan y utiliza los elementos de la
naturaleza que a todos les son conocidos, tales como la levadura, el trigo,
el grano de mostaza. Las parábolas son
ilustrativas, pero al igual que en ese entonces, esto exige atención,
buenas disposiciones, y también, en
ocasiones, buscar nueva luz en ello. 6. EL REINO DE DIOS, NO DETIENE SU CRECIMIENTO, LO HACE
SILENCIOSAMENTE MIENTRAS NO NOS DAMOS CUENTA, DE DÍA Y DE NOCHE Es posible, que no nos demos cuenta todo lo que
ha resultado de nuestro trabajo de ir sembrando la Palabra, del mismo modo es
posible que nunca veamos la cosecha de lo que hemos sembrado, o también puede
suceder que otros recojan los frutos de nuestra siembra. Esto no debe ni
desanimarnos ni quitarnos el empeño de seguir sembrando, a causa de esta
labor, de seguro que tendremos cosecha. Dice san Pablo; “No nos cansemos de
obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos. Así
que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero
especialmente a nuestros hermanos en la fe.” (Gál
6). Por eso, aunque suene arrogante, podemos pensar que hemos contribuido con
nuestras enseñanzas, catequesis y oraciones, para que muchos miren al cielo o
piensen en transformar su vida. No nos descorazonemos si no vemos los frutos
de inmediato, y confiemos que hemos ayudado espiritualmente a quienes nos han
oído, porque llegará el día que recemos; “La tierra ha dado su cosecha: Dios,
nuestro Dios, nos bendice”. (Sal 67,7) El Reino de Dios, no detiene su crecimiento,
lo hace silenciosamente mientras no nos damos cuenta, de día y de noche, y
seguro que dará frutos a su debido tiempo. Y si nosotros no cosechamos lo que
sembramos, otros cosecharán y recogerán los frutos de nuestro trabajo, eso no
nos preocupe, lo importante es que estamos trabajando por el Reino. Dice el
Señor; “Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado” (Juan (SBJ)
9, 4). 7. JESÚS EN PRIVADO, LES EXPLICABA TODO. Dice San Marcos, que a sus propios discípulos,
Jesús “en privado, les explicaba todo”. Los
apóstoles, en privado piden nuevas aclaraciones. Por eso, aun siendo
el método el mismo para los apóstoles
y el pueblo, aquéllos logran más provecho, “les es dado (de hecho) conocer el misterio del reino de Dios”;
Jesús trata con especial cuidado a sus apóstoles, los adoctrina y les enseña cercanamente, ellos
son sus profetas y los ayuda para que puedan
sobrellevar la gran responsabilidad que les esta entregando. Nosotros también podemos recibir cercanamente
la ayuda de Jesús, solo tenemos que
iniciar una vida intima con El, aproximándonos al Corazón de Jesús,
manteniendo estrechas relaciones con
El, comunicándole nuestro interior, abriéndole nuestro espíritu, no guardando
ningún secreto, acostumbrándonos a hablar con El, con honestidad, sencillez,
con toda confianza. La Paz de Cristo Jesús viva en sus corazones Pedro Sergio Antonio Donoso Brant XI Domingo del
Tiempo Ordinario |
|
---