“Todo
lo hizo bien” Mc
7, 31-37 Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. SIGNO”
DE LA PREDILECCIÓN DE DIOS POR LOS QUE SUFREN. La curación del sordomudo es un “signo” de la predilección
de Dios por los que sufren. Marcos presenta a Jesús frente a un sordomudo.
Bastaría una palabra para sanarlo, pero la pedagogía de la fe exige un ritual
de detalles personalizados. El Maestro se detiene, recibe al enfermo, mete
los dedos en los oídos del sordo, toca su lengua y produce la palabra
liberadora: “Efatá”. Los gestos realizados por el Maestro nada tienen que ver
con la magia, sino que son un intento de comunicarse con el enfermo para que
éste sea consciente de la acción milagrosa. Y es que el milagro sólo es significativo
para el que ya cree. La lección es clara: se necesita una larga iniciación en
la fe, para poder escuchar la Palabra y estar en disposición de proclamarla. 2. “OIR
LA PALABRA REVELADORA Y COMUNICARLA A SU VEZ” Este es un relato sobre la curación del sordo, es propio
del Evangelio de Marcos. Un pobre hombre que es sordomudo, recobra el pleno
uso de sus facultades auditivas, a partir de ese milagro, el podrá escuchar
la Palabra reveladora y comunicarla a su vez, por lo que se convierte en
signo de aquel que se abre a la acogida del misterio de Jesucristo. El hombre
que recibe el milagro es un pagano que ha sido llevado a Jesús “cuando
Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de
Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis”, hasta donde
había llegado la fama del Maestro por sus prodigios. Marcos no se refiere a la fe del que recibe el milagro ni
del que le acompaña; “Entonces le presentaron a un sordomudo y
le pidieron que le impusiera las manos”: es la totalidad de la
persona del hombre la que se abre a la fe y al reconocimiento de quien le
cura. Jesús obra el milagro apartándolo de la gente; “Jesús lo separó de la multitud
y, llevándolo aparte”, mandando guardar silencio sobre lo ocurrido;
“insistentemente
que no dijeran nada a nadie”: En virtud de la enorme admiración provocada por el
milagro; en el colmo de la admiración, la muchedumbre no guarda
silencio. 3. ENTONCES
LE PRESENTARON A UN SORDOMUDO Aunque el relato no dice con precisión donde se encuentra
Jesús, sin embargo podemos entender que andaba por tierras paganas y que
viene de regreso a su tierra. Entonces le trajeron un hombre sordo y también
con un defecto para hablar, tal como dice el Evangelio, sordomudo. Y le
rogaban que, para curarle, en especial “le pidieron que le impusiera las manos”.
Era gesto familiar a Cristo: “a quienes curó imponiéndoles las manos” (Mc
6:5) Igualmente era usado como gesto de transmisión de poderes y autoridad
con el que los rabinos comunicaban el magisterio oficial a sus alumnos, lo
mismo que signo de transmisión de bendiciones (Gen 48:14ss). Posiblemente
estos que traían al enfermo creían que fuese condición esencial para la
curación este gesto, pues era de uso tradicional (2 Re 5:11). Otro sentido se
expone: Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a
Dios. (Lc 13:13.) El Señor “separó de la multitud” y se
apartó con este sordomudo, probablemente le acompañaron, como en otras
ocasiones, algunos discípulos. Quería manifiestamente evitar con ello la
conmoción que iba a producirse, con las posibles consecuencias de
sobreexcitación mesiánica. Ya aparte, “le puso los dedos en las orejas” de
aquel sordo, como para indicar que iba a abrirlos, “y con su saliva le tocó la
lengua”, como para indicar que quería facilitar otra vez la forma
correcta del hablar a aquella persona. Estos gestos podían hacer pensar a
gentes paganas o judías en ciertos ritos mágicos. Los rabinos tenían
terminantemente prohibido a todos los que curaban heridas entremezclar con
ello el susurro de palabras, menos aún de versículos bíblicos, máxime si esto
se hacía utilizando saliva, ya que a ésta se le concedían ciertas virtudes
curativas. La saliva era considerada en la antigüedad como remedio medicinal.
En Cristo, esto no era otra cosa que una especie de parábola en acción, con
la que indicaba lo que iba a realizar, y con lo que excitaba la fe de aquel
sordo, ya que con palabras no podía hacerlo. 4. LEVANTANDO
LOS OJOS AL CIELO, SUSPIRÓ Y LE DIJO: “EFATÁ” Pero, antes de pronunciar su palabra curativa de
autoridad, quiso acusar bien que no eran ritos mágicos, sino obra del Padre;
así es como en el Evangelio dice: levantando los ojos al cielo, suspiró y le
dijo: “Efatá”, que significa: “Ábrete”. En Efecto, Jesús “miró al cielo,”
como indicando la fuente de la curación que iba a venir, y luego “gimió”, sin
duda, como forma de su oración silenciosa al Padre: “nosotros mismos gemimos
en nuestro interior” (Rom 8:23). Y dio la orden de la curación: “Efatá”,
que Marcos conservó como un recuerdo gráfico y exacto de aquella
escena en su forma aramaica, y que luego la explica traduciéndola; “que
significa: “Ábrete ”. Y el milagro se hizo. La frase con la que Marcos dice que
se curó su mudez es la siguiente: “Y en seguida se abrieron sus oídos, se le
soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente”.” Talvez los hace
para señalar que la mudez de este hombre había sido producida por un defecto
natural, ya que no expresa como en otras ocasiones que sea producto de alguna
posesión diabólica ni a ningún espíritu extraño. 5. JESÚS
LES MANDÓ INSISTENTEMENTE QUE NO DIJERAN NADA A NADIE Jesús insiste en que no lo dijesen a nadie; no en vano le
había apartado de la multitud. Buscaba con ello evitar prematuros y
desorbitados movimientos mesiánicos. Pero no hicieron caso. ¿Por qué prohíbe
divulgarlo? Para que viesen que El cumplía el plan del Padre y que no buscaba
ni precipitaba estos acontecimientos. Tenía que esperar a su “hora.” La emoción mesiánica de la turba se desbordó. Y corrió por
la comarca, evocándose este mesianismo, al citar y aplicar Marcos a
Jesucristo unas palabras que evocaban las que Isaías dice del Mesías: “El
mismo viene a salvarlos! “Entonces se abrirán los
ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos” (Is 35:5.6). Y que fue la respuesta
que, para probar en cierta ocasión su mesianismo, Cristo mismo alegó a los mensajeros del
Bautista que venían a preguntarle si Él era el Mesías: ¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro? Jesús les respondió: Id y contad a Juan lo
que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan,……y los sordos oyen”. (Mateo
11,4-6). 6. TODO
LO HA HECHO BIEN Finalmente el relato dice: “en el colmo de la admiración”. La
admiración está expresada con una afirmación que recuerda los relatos de la creación
y de la liberación de la esclavitud. “Todo lo ha hecho bien”, por lo que se remite a la expresión del
libro del Génesis según la cual Dios vio que eran buenas todas las cosas
creadas. Jesús, por tanto, lleva a cabo una nueva creación y la salvación
definitiva. Así como el Señor: “Todo lo ha hecho bien”, a
nosotros también nos corresponde hacer las cosas bien, y hacer el bien, es lo
que espera el Señor de nosotros, en especial que nos pongamos en la manos del
Señor Jesús, para no ser sordos y poder oír la Palabra de Dios, para poder
oír las enseñanzas del Evangelio, como del mismo modo ponernos en las manos
de Jesús y comprometernos a no enmudecer nuestros labios y predicar sus
enseñanzas tal cual él nos lo ha pedido, “Vayan
por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación” (Mc 16) Pero es bueno hacer el bien en todo tipo de cosas, no solo
en las más importantes, también en las cosas simples y sencillas, en las
cosas ordinarias de cada día, pero también hacerlas con la modestia que lo hace
Jesús, que tomo el enfermo y lo llevo a un lugar aparte, porque si hacemos el
bien es para agradar al Padre, consiente que todo lo bueno en nosotros viene
de Dios, ya que todo lo perfecto es del Señor, y sin su ayuda, nada podemos
hacer, es así como dice el Señor: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El
que permanece en mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis
hacer nada.” (Jn 15,5) El Señor les
Bendiga, Cristo Jesús, viva en nuestros corazones Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant XXIII Domingo
Ciclo B |
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