“¿quién
dice la gente que soy yo?” Mc
8, 27-35 Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. CRISTO
SE DIRIGE “A LAS ALDEAS DE CESÁREA DE FILIPO Marcos sitúa esta escena cuando Cristo se dirige “a las
aldeas de Cesárea de Filipo. Marcos, lo mismo que Lucas, sólo traen en este
lugar el relato que hacen los apóstoles sobre quién dicen las gentes que sea
Él, y la confesión de Pedro proclamando que Jesús es “el Cristo,” el Mesías.
Ambos traen también la prohibición que les hace para que no digan que Él es
el Cristo. Mira siempre a evitar exaltaciones mesiánicas prematuras. Aunque en diversas escenas anteriores, relatadas por
Marcos, los “endemoniados” lo proclaman Mesías, en los apóstoles se ve un
retraso en su comprensión. Puede ser que haya escenas “anticipadas” o a las
que se les haya prestado un contenido posterior, ya que, en los
“endemoniados,” el objetivo directo es la supremacía de Cristo sobre los
demonios, con lo que el mesianismo se presenta en Israel: así al reconocerlo
ellos y vencerlos, se acusaba, literariamente, aún más su triunfo. 2. "¿QUIÉN
DICE LA GENTE QUE SOY YO?" Es en este lugar de Cesárea de Filipo, es el momento
cuando Jesús, dirigiéndose a los discípulos, les hace abiertamente esta
pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo? Jesús no lo ignoraba por su
conocimiento sobrenatural, pero también lo que pensaba la gente de Él lo
sabía, como los apóstoles, por el rumor popular. ¿Por qué les pregunta
primeramente a ellos lo que piensan de Él las gentes? El contacto de los apóstoles con las muchedumbres a causa
de la predicación y milagros de Jesús les había hecho recibir toda clase de
impresiones en torno a esto. Las que recogieron eran éstas: Unos, que Juan
Bautista; otros, que Elías, y otros, que uno de los profetas. Jesús, para
unos, era Juan Bautista, sin duda resucitado, como sostenía el mismo Herodes
Antipas. Pues esta opinión había cobrado cuerpo entre el pueblo, ya que Lucas
mismo dice que Antipas estaba preocupado con la presencia de Jesús, puesto
que algunos decían que era Juan, que había resucitado de entre los muertos
(Lc 9:7). 3. "ALGUNOS
DICEN QUE ERES JUAN EL BAUTISTA; OTROS, ELÍAS; Y OTROS, ALGUNO DE LOS
PROFETAS" Para otros, Jesús era Elías. Lucas recoge en otro lugar
esta creencia popular. Jesús era, para diversos grupos, Elías, que había
aparecido (Lc 9:8). Según la estimación popular, Elías no había muerto, y
debía venir para manifestar y ungir al Mesías. Otros piensan que fuese Jeremías (Mateo). El profeta
Jeremías era considerado como uno de los grandes protectores del pueblo
judío, sobre todo por influjo del libro II de los Macabeos (2:1-12). Pero no
pasaba por un precursor del Mesías. Mateo ya hizo referencia a él (2:17).
Acaso se lo cita por el simple prestigio que tenía en el judaísmo, y del que
se podrían esperar cosas extraordinarias. Por último, sin saber a ciencia cierta quién sea, para
muchos era algún profeta de los antiguos, que ha resucitado (Lucas). Era el
poder milagroso de Jesús el que los hacía creer en la resurrección de un
muerto (Mt 14:2; Mc 6:14). No deja de extrañar el que los apóstoles no citen, tomado
de la opinión de las gentes, el que El fuese o pudiese ser el Mesías. 4. "Y
USTEDES, ¿QUIÉN DICEN QUE SOY YO?" Así fue como ellos le respondieron: “Algunos dicen que es Juan el
Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas. Y preguntó, "Y
ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Por eso, después de oír lo que las gentes pensaban de Él,
se dirige a los apóstoles para preguntarles abiertamente qué es lo que, a
estas alturas de su vida y de su contacto de dos años con El, han captado a
través de su doctrina, de su conducta, de sus milagros. Era un momento
sumamente trascendental. Si no fuera que Jesús tenía un conocimiento de todo
por su ciencia sobrenatural, se diría que esperaba impaciente la respuesta de
sus apóstoles. Los tres sinópticos no dicen la respuesta que hayan podido
tener éstos. Sólo recogen la respuesta que le dirigió Pedro. Todos los
detalles se acumulan en la narración de Mateo para indicar no sólo la precisión
que interesa destacar, sino con ella acusar la solemnidad del momento y la
trascendencia del acto. 5. PEDRO
RESPONDIÓ: "TÚ ERES EL MESÍAS". Mientras Marcos y Lucas presentan sin más a Pedro, Mateo
lo precisa ya de antemano como Simón Pedro. En efecto, Pedro tenía por nombre
Simón (Mateo 4:18 y par.). En Juan se lee que Jesús, al ver por vez primera a
Simón, le anunció que será llamado Pedro (Jn 1:42). Ya desde un principio,
Jesús puso en Simón la elección para Pedro, para ser piedra El conservar aquí
los dos nombres es sumamente oportuno. La confesión de Pedro es expresada así: Pedro respondió: "Tú
eres el Mesías". Aquí se confiesa por Pedro la mesianidad y la
divinidad de Jesús. Al decir que es el Mesías, indica su relación
supereminente de autoridad con Dios — el Padre — que lo envía. Pedro, desde su primer encuentro con Jesús, deja al
descubierto, por una parte, la amistad no disimulada del Maestro, y por otra,
la entrega sin reservas a su servicio o compañía, es así como Pedro sabe quién
es Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios. 6. JESÚS
LES ORDENÓ TERMINANTEMENTE QUE NO DIJERAN NADA ACERCA DE ÉL En este fragmento del Evangelio de Marcos, Jesús solo le
dice: “Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él”,
sin embargo según Mateo (Mt 16:13-20), Jesús le dijo: ¡Dichoso tú, Simón,
hijo de Juan!, porque eso no te lo ha revelado ningún mortal, sino mi Padre
que está en los cielos. La respuesta de Jesús tiene dos partes bien marcadas: la
primera es una felicitación a Pedro por la revelación tenida. La felicitación
de Jesús a Simón es porque esta confesión no se la reveló ni la carne ni la
sangre, con la que se expresa el ser humano. Tal era la grandeza de este
misterio, que su revelación se la hizo su Padre celestial. Se trata, pues, de
un misterio desconocido a Pedro, y un misterio que no podía, sin revelación,
ser alcanzado por la carne y sangre — el hombre — Entonces, este conocimiento
no es por su capacidad humana, es un don de Dios. En efecto, Pedro alcanzó
este conocimiento por la fe. Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que
él era el Mesías. Los tres sinópticos añadirán, después de esto, que Jesús
prohibió a los discípulos que a nadie dijesen que Él era el Mesías, Dada la
efervescencia mesiánica que había, y que se había ya manifestado en orden a
Jesús, hasta querer las multitudes arrebatarlo para llevarlo a Jerusalén y
proclamarle, sin duda en el templo, “Rey,” Mesías (Jn 6:15), se imponía no
contribuir a excitar a las gentes ni precipitar los acontecimientos. Había
que esperar la hora de Dios. 7. JESUS
COMENZÓ A ENSEÑARLES “Y comenzó a
enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los
ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas”. Marcos resalta (es el único que lo
dice), que Jesús les enseñaba sobre la predicción de; su pasión y muerte con
mucha claridad. Otro detalle del Señor es que le anuncia “resucitar después de tres
días”, en otros relatos aparece como “en el tercer día.” Claramente
les hablaba de esto. Era un momento ya oportuno. Había que corregirles el
concepto erróneo del medio ambiente. No era el Mesías político nacionalista
que los judíos y ellos esperaban (hechos 1:6). Era el Mesías profético del dolor: el “Siervo de Yahvé” de
Isaías. Por eso les anuncia: Que éste es el plan de Dios, para esto ha de ir
a Jerusalén: “No puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén” (Lc
13:33), y que allí será condenado por “los ancianos, los sumos sacerdotes y
los escribas” (Mateos), además allí “sufrirá mucho” y será “entregado a la
muerte.” Pero “al tercer día resucitará. 8. "¡RETÍRATE,
VE DETRÁS DE MÍ, SATANÁS! Entonces “Pedro, llevándolo aparte, comenzó a
reprenderlo” y trató de disuadirlo.
Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus
discípulos; “lo reprendió, diciendo: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás!
Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". La respuesta de Jesús a Pedro es que no sea para El un
Satanás, el gran enemigo del reino. Por eso, la proposición de Pedro, nacida
de ignorancia y de afecto, era para el Señor un obstáculo de seguirla, para
no cumplir el mesianismo de dolor, que era el plan del Padre. No es de
extrañar en Pedro una dificultad para aceptar aquellas profecías de Jesús.
Pedro conocía y confesaba la mesianidad de Jesús, pero algo deformada por los
prejuicios rabínicos que el antes había oído sobre un Mesías triunfador y
nacionalista, entonces no le era fácil aceptar la imagen de un Mesías
doliente, humillado y crucificado por los jefes de la nación. Así es como
Jesús le hace ver que habla al modo humano y, que elude el dolor. Jesús debía padecer y morir, ese era el Plan de Dios, pero
ese sufrimiento había de ser la causa de nuestra salvación. Como a Pedro, nos sucede lo mismo, el no entendía las
cosas de Dios, del mismo modo, por no situarnos en el Plan del Padre, se nos
hace difícil entender sus obras. Tenemos necesidad de despojarnos de los
criterios del hombre y adoptar solo y únicamente el de Jesucristo. 9. EL
QUE QUIERA VENIR DETRÁS DE MÍ, QUE RENUNCIE A SÍ MISMO, QUE CARGUE CON SU
CRUZ Y ME SIGA. En este fragmento del Evangelio, Cristo nos hace
reflexionar profundamente, El advierte a la muchedumbre y a sus discípulos
sobre cuáles son las condiciones que deben tenerse en cuenta para seguirlo. "El
que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su
cruz y me siga”. Las
advertencias van dirigidas a los que quieran ingresar en su reino. Es verdad
que, si la invitación se hace a las gentes que les seguía, también se hace a
los discípulos, lo que parecería dársele un valor no sólo de ingreso, sino de
actividad ya en el reino. Será lo que haga, destacando más este aspecto
moralista, al decir que es necesario negarse a sí mismo cada día (Lc 9:23),
sin duda incluido en la invitación de Marcos al ingreso en el reino. Dice el
Señor; “que
cargue con su cruz y me siga”. Las escenas de crucifixiones no eran raras en aquel
tiempo. La imagen se evocaba del medio ambiente. Pero no sería improbable que
aquí el “tomar su cruz” y “sígame” esté matizado por el ejemplo de Cristo en
la Vía Dolorosa. 10.
EL QUE PIERDA SU VIDA POR MÍ Y POR LA
BUENA NOTICIA, LA SALVARÁ El motivo por el que ha de perderse la vida, si fuere
preciso, “el que pierda su vida por mí”, es “por el Señor”. Se señala en los
Evangelios de Mateo y Lucas, “por mi causa, y este fragmento Marcos añade
también “por la Buena Noticia”, es decir por Evangelio, de alguna
forma se ve ya la aplicación de esta enseñanza de Cristo ante persecuciones
cristianas. Marcos, del mismo modo como lo hacen
Mateo y Lucas, destaca la importancia de la persona de Cristo. Por Él ha de
perderse, si es preciso, la vida. Esto da a Cristo, máxime en todo el
contexto, un valor de trascendencia: todo ha de subordinarse a Él. Se habla aquí de “Perder su vida”
Algunas traducciones ponen; “Alma” ya que es el conocido semitismo que
significa “vida.” Dice el Evangelio de Mateo: ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? (Mt 16,16), este un
proverbio. Pero en el caso presente según el Evangelio de Marcos, este se
refiere a la vida eterna. “El que pierda su vida por mí….la
salvará". El Señor les
Bendiga, Cristo Jesús, viva en nuestros corazones Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant XXIV Domingo
Ciclo B |
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