“Tú eres el Mesías,
el Hijo de Dios”. San Mateo 16, 13-20 Autor: Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant 1. “¿QUIÉN DICE LA GENTE QUE ES EL HIJO
DEL HOMBRE?” Al
llegar a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué
dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?” Es en
este lugar de Cesárea de Filipo, es el momento cuando Jesús, dirigiéndose a
los discípulos, les hace abiertamente esta pregunta: “¿Quién dice la gente que soy
yo?” Jesús no lo ignoraba por su conocimiento sobrenatural, pero
también lo que pensaba la gente de Él lo sabía, como los apóstoles, por el
rumor popular. ¿Por qué les pregunta primeramente a ellos lo que piensan de
Él las gentes? 2. JESÚS, PARA UNOS, ERA JUAN BAUTISTA El
contacto de los apóstoles con las muchedumbres a causa de la predicación y
milagros de Jesús les había hecho recibir toda clase de impresiones en torno
a esto. Las que recogieron eran éstas: Jesús, para algunos era Juan Bautista,
sin duda resucitado, como sostenía el mismo Antipas. Pues esta opinión había
cobrado cuerpo entre el pueblo, ya que Lc mismo dice que Antipas estaba
preocupado con la presencia de Jesús, puesto que algunos decían que era Juan,
que había resucitado de entre los muertos (Lc 9:7). 3. OTROS, QUE ELÍAS; OTROS, QUE
JEREMÍAS Para
otros, Jesús era Elías. Lc recoge en otro lugar esta creencia popular. Jesús
era, para diversos grupos, Elías, que había aparecido (Lc 9:8). Según la
estimación popular, Elías no había muerto, y debía venir para manifestar y
ungir al Mesías. Otros
piensan que fuese Jeremías (Mt). El profeta Jeremías era considerado como uno
de los grandes protectores del pueblo judío, sobre todo por influjo del libro
II de los Macabeos (2:1-12). Pero no pasaba por un precursor del Mesías.
Mateo ya hizo referencia a él (2:17). Acaso se lo cita por el simple
prestigio que tenía en el judaísmo, y del que se podrían esperar cosas
extraordinarias. Por
último, sin saber a ciencia cierta quién sea, para muchos era algún profeta
de los antiguos, que ha resucitado (Lc). Era el poder milagroso de Jesús el
que los hacía creer en la resurrección de un muerto (Mt 14:2; Mc 6:14). 4. ¿QUIÉN DICEN QUE SOY? Por eso,
después de oír lo que las gentes pensaban de Él, se dirige a los apóstoles
para preguntarles abiertamente qué es lo que, a estas alturas de su vida y de
su contacto de dos años con El, han captado a través de su doctrina, de su
conducta, de sus milagros. Era un momento sumamente trascendental. Si no
fuera que Jesús tenía un conocimiento de todo por su ciencia sobrenatural, se
diría que esperaba impaciente la respuesta de sus apóstoles. Sin
embargo no deja de extrañar el que los apóstoles no citen, tomado de la
opinión de las gentes, el que El fuese o pudiese ser el Mesías. Así fue como
ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista;
otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”, entonces Jesús les pregunta: “Y
ustedes, ¿quién dicen que soy?” 5. TÚ ERES EL MESÍAS, EL HIJO DE DIOS
VIVO Los tres
sinópticos no dicen la respuesta que hayan podido tener éstos. Sólo recogen
la respuesta que le dirigió Pedro. Todos los detalles se acumulan en la
narración de Mateo para indicar no sólo la precisión que interesa destacar,
sino con ella acusar la solemnidad del momento y la trascendencia del acto. Mientras
los evangelios de Marcos y Lucas presentan sin más a Pedro, Mateo lo precisa
ya de antemano como Simón Pedro. En efecto, Pedro tenía por nombre Simón
(Mateo 4:18 y par.). En Juan se lee que Jesús, al ver por vez primera a
Simón, le anunció que será llamado Pedro (Jn 1:42). Ya desde un principio,
Jesús puso en Simón la elección para Pedro, para ser piedra El conservar aquí
los dos nombres es sumamente oportuno. La
confesión de Simón Pedro es expresada así: “Tú eres el Mesías, el Hijo de
Dios vivo”. Aquí se confiesa por Pedro la mesianidad y la divinidad
de Jesús. Al decir que es el Mesías, indica su relación supereminente de
autoridad con Dios — el Padre — que lo envía. 6. FELIZ DE TI, SIMÓN, HIJO DE JUAN Pedro,
desde su primer encuentro con Jesús, deja al descubierto, por una parte, la
amistad no disimulada del Maestro, y por otra, la entrega sin reservas a su
servicio o compañía, es así como Pedro sabe quién es Jesús, el Mesías, el
Hijo de Dios. Y Jesús
le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado
ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo”. La
respuesta de Jesús tiene dos partes bien marcadas: la primera es una
felicitación a Pedro por la revelación tenida. La felicitación de Jesús a
Simón es porque esta confesión no se la reveló ni la carne ni la sangre, con
la que se expresa el ser humano. Tal era la grandeza de este misterio, que su
revelación se la hizo su Padre celestial. Se trata, pues, de un misterio
desconocido a Pedro, y un misterio que no podía, sin revelación, ser
alcanzado por la carne y sangre — el hombre — Entonces, este conocimiento no
es por su capacidad humana, es un don de Dios. En efecto, Pedro alcanzó este
conocimiento por la fe. 7. TÚ ERES PEDRO, Y SOBRE ESTA PIEDRA
EDIFICARÉ MI IGLESIA Jesús,
volviéndose a Simón, le dice: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia”. Y Jesús lo eligió como la roca para construir
sobre ella su Iglesia y le confirió los poderes para llevar a la salvación a
todos los hombres. Pedro es la roca, en el sentido de que la fe y los
creyentes no pueden tener otra fe que la de los apóstoles y profetas, que son
los que enseñan esa verdad, que está construida sobre la piedra angular de
Jesús, y así es, como luego dice; y el poder de la Muerte no prevalecerá
contra ella. Es decir, no podrá vencer a la Iglesia, pues ésta está firme y
estable, porque está construida sobre la roca firme, que es Jesús. 8. YO TE DARÉ LAS LLAVES DEL REINO DE
LOS CIELOS Dice
Jesús: “Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en
la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra,
quedará desatado en el cielo.” La promesa es que ese atar y desatar
sobre la tierra tendrá su automática ratificación en el cielo. Todo lo
relacionado con esta misión — cuanto permita o prohíba en el reino, todo eso
será también ratificado en el cielo. Y eso garantizado por Jesús. Así,
Pedro como Mayordomo de la Casa de Dios, ha recibido el poder para admitir o
excluir, según el Evangelio y de administrar la comunidad, en Pedro recaerán
las responsabilidades de la doctrina y de la moral, el podrá decidir lo que
es bueno y licito para su Iglesia y sus miembros, sentencia que será
ratificada Por Dios en lo alto de los cielos. Así,
como Pedro en épocas de la Iglesia naciente, hoy el Papa, su sucesor, es el
encargado de animar la fe en nuestra comunidad creyente, él es en nombre de
Jesucristo Pastor y guía de la Iglesia. 9. ACOGER AL SUCESOR DE PEDRO Como
Pedro en los orígenes y ahora le ha correspondido a Francisco, y como muchos
aun recordamos que hasta hace poco a Juan Pablo II, a Benedicto XVI ser
fundamento visible de la unidad y de la caridad de la Iglesia. A través
del Evangelio, podemos comprender como Jesucristo, nos invita a acoger al
sucesor de Pedro, y a mirarlo con los ojos de la fe. Este es
un día especial, para rezar por el Papa y es una buena ocasión para apoyar su
inmensa obra a favor de la comunidad cristiana y de toda la humanidad. Dios
le Bendiga Cristo
Jesús viva en sus corazones Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Domingo XXI Ciclo A |
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