“Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo” Mt 18, 15-20 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant 1. SI TU HERMANO PECA CONTRA TI “Si tu hermano peca contra ti.” En el evangelio de Mateo, “hermano” es, por el
contexto el equivalente al cristiano. Se parte de una falta del prójimo para
exponerse la actitud cristiana ante la misma. Si se trata de una verdadera
falta, se ha de buscar el bien del “hermano”, del cristiano; por eso,
lo primero es hacérselo notar para remediarlo. Pero a solas, “en privado” por
justicia, caridad y actitud pedagógica. “Si te escucha, habrás ganado a tu
hermano”, es decir si oye, se habrá ganado un hombre para Dios. Si tampoco es eficaz, queda el recurso a la Iglesia, “Si se niega a hacerles caso,
dilo a la comunidad”, todo ello pensando en la influencia benéfica
que puede recibir de la asamblea y del resto de sus amigos. Si no oye, es ya
mala voluntad o cerrazón. Parece ser esto ya redacción de alguna Iglesia con necesidades
especiales. Lo que ya aparece es la Iglesia constituida, por lo que su
redacción refleja este campo. Aparte de la testificación judicial, se decía
en la Toráh: “El que reprende a su prójimo (judío) por amor a Dios, tendrá
parte con Dios.” Cristo no estableció reglas, sino principios, es así como la enseñanza
directa de Jesucristo es el celo y discreción en el ejercicio de la caridad. 2. “VE Y CORRÍGELO” Este fragmento del evangelio de Mateo se encuentra después de la parábola
de la oveja perdida y la solicitud de Jesús con los pequeños, con las
personas más débiles en la fe y, por lo tanto, más expuestas al peligro del
desaliento o la deserción. El presente relato se puede leer como la
ilustración práctica de la búsqueda solícita de la oveja perdida. Sin
embargo, si hacemos una lectura ligera de las palabras de Jesús, nos puede
dar la impresión de que se trata de un discurso duro, ya que enumera
detalladamente una serie de normas disciplinares y concluye con una sentencia
judicial. Pero en realidad, la enseñanza de Jesús responde a una preocupación
pastoral: salvar a los hermanos más frágiles y exhortar a todos para que se
responsabilicen del hermano que ha pecado y le ayuden a volver. Jesús nos hace una petición categórica, en el fondo es un mandato, “ve
y corrígelo” y se sobreentiende
que se requiere valor para corregir al hermano extraviado y que además es
necesario vencer una resistencia interior para dar este paso, pues el bien
del hermano vale más que el malestar percibido, y, a gusto y por él, se
sacrifica el propio bienestar. Jesús nos recomienda un modo como hacer la
corrección fraterna. Se parte con una primera tentativa amonestante, cara a
cara, con delicadeza y discreción, sin intención de humillar o mortificar,
sino con el deseo de comunicar el sufrimiento de la comunidad, causado por el
pecado y la separación, y a la espera de abrazar afectuosamente al hermano. Si este intento fracasa, se recurre a la corrección en presencia de dos o
tres testigos; y sólo en el caso de un ulterior fiasco se hace partícipe del
problema a toda la comunidad 3. LA CORRECCION FRATERNA Muchas veces nos enfrentamos a lo que llamamos la “Corrección Fraterna”,
o porque nos vemos en la necesidad de hacerla o porque alguien nos quiere
ayudar. Pero también es cierto que en muchas ocasiones esta corrección no es
tal, en especial cuando observamos que no se hace por amor y es un cierto
juzgamiento velado en una falsa corrección y se apela a este concepto con una
disfrazada caridad. El ideal del hombre que quiere ser apóstol eficaz es cultivar con la gracia
las cualidades humanas: Corazón noble, ser humano, compasivo y generoso.
Tener una conciencia recta, una actitud social impecable y una voluntad
inflexible, decidida, firme y perseverante. La verdad es la verdad y hemos de profesar un culto ferventísimo a la
verdad, salvada siempre la prudencia y la caridad. Lo que no está bien hecho
no está bien hecho aunque lo haga el más amigo que yo tenga, pero manteniendo
la cordialidad y dulzura. 4. UN ACTO DE CARIDAD Este “repréndele” es acto de caridad, por amor a un hermano, y
aplicamos la corrección fraterna, porque estamos buscando su bien y lo
hacemos como nos lo pide Jesús, en primera instancia, en privado y no
divulgamos lo conversado. Ahora bien, si a quien queremos corregir no nos
oye, nos pide Jesús aplicar la corrección con dos testigo y en último caso
junto a la comunidad. No debemos olvidar, que esta corrección fraterna, está contenida en el
mandato del servicio a los más pequeños y del perdón sin límites. También se
enmarca en la condena del escándalo, como de la falta de misericordia. Muchas veces oímos y expresamos la palabra caridad, esto nos invita a
reflexionar en profundidad el significado de esta a fin de no olvidar su
sentido, es una palabra muy bella, con mucho sentimiento, caridad es la
actitud solidaria con el sufrimiento ajeno, es así como damos una limosna por
caridad, porque queremos ir en auxilio de quien lo necesita y lo hacemos por
amor a Dios. Caridad es la virtud sobrenatural infusa (gracias y dones que Dios
infunde en el alma) por la que la persona ama a Dios sobre todas las cosas
por sí mismo (no por interés) y ama al prójimo por Dios. La caridad no es indecorosa, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni
lleva cuentas del mal. (Cor.1- 13,5) 5. UN ACTO DE AMOR FRATERNO Toda nuestra vida, como hijos de Dios, tenemos que hacerla de la mejor
forma, con y por la caridad, en ella
se expresa fielmente el amor fraterno, es así como Jesús siempre nos enseña
que hemos de dar y buscar el amor al prójimo. Ciertamente, la corrección fraterna, debe efectuarse con la amabilidad
con la cual la haría Cristo, no exentos de franqueza y sinceridad, pero
fundamentalmente con sentimientos profundos de amor al hermano que ha caído
en falta, y su fin no es otro que desear su bien, sobre todo su bien eterno. El amor fraterno, nos debe impedir el permanecer indiferentes, es decir
no nos encojamos de hombros si sabemos que alguien está en peligro porque no
va por el camino justo o camina por sendas del error. No tengamos temor, es
precisamente la palabra de Cristo la que nos exige a no dejar caer en falta a
un hermano. 6. CRISTO CORRIGE A SUS APOSTOLES Los Apóstoles convivían a diario con Cristo, eran hombres sencillos, por
tantos se manifestaban tal como eran a un Jesucristo que los amaba como ama
Dios, pero que vive como hombre y con un corazón humano que no pierde ocasión
para corregirle y enseñarles el buen camino. Como sabemos, el Señor los
quiere santos. En una ocasión Juan le dijo: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba
demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo
porque no venía con nosotros. Pero Jesús dijo: No se lo impidáis, pues no hay
nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar
mal de mí.” (Marcos (SBJ) 9) Lo que ha hecho Jesús, es hacerle ver a sus discípulos que es no
partidario de los celos que ellos tienen, hoy a nosotros nos dice que no
debemos confundir los intereses de El Hijo de Dios, con los nuestros. Lo que
nos debe interesar es la Gloria del Señor, no la nuestra. En efecto, en algunas ocasiones nos confundimos, estamos celosos y la
verdad es que estamos envidiosos, porque nos sentimos postergados, como si
estuviéramos en segundo lugar, como si otros nos opacaran y nos hacen sombra
y nos duele esta situación. 7. CUIDADO CON CONFUNDIRSE, CORREGIR POR AMOR. Por otra parte, debemos apoyar al que hace el bien. Es importante saber
ver que lo que importa en la lucha contra el mal y la maldad, sin importar
quien la realiza, ni donde ni como se hace. Debemos sentirnos gozosos cuando
otros están trabajando por el bien de los demás. Debemos apoyar a los que
hace el bien, no envidiarlos. No debemos confundirnos, y oremos por los que
en nombre del Señor trabajan por su gloria, sin preocuparnos si ellos brillan
más que nosotros. A menudo sucede que nos confundimos en el concepto de la corrección
fraterna, y esta se extiende más allá
de lo que nos pide el Señor, y en vez de corregir, solo causamos heridas y
dolor, por tanto debemos ser muy prudentes al hacerla, es decir esta debe
hacerse siempre con caridad y como respuesta a cariño que tenemos a quien se
la pedimos. Nos enseña San Agustín: corregir por amor; no con deseos de hacer daño,
sino con la cariñosa intención de lograr su enmienda Si así lo hacemos,
cumpliremos muy bien el precepto: "si tu hermano pecare contra ti,
repréndelo estando a solas con él" ¿Por qué lo corriges? ¿Porque te
apena haber sido ofendido por él? No lo quiera Dios. Si lo haces por amor
propio, nada haces. Si es el amor lo que te mueve, obras excelentemente. Las
mismas palabras enseñan el amor que debe moverte, si el tuyo o el suyo:
"si te oyere -dice- habrás ganado a tu hermano" Luego has de obrar para ganarle a él.
(Sermón 2, 4.) 8. LA CORRECCIÓN FRATERNA, DEBE LLEVAR IMPLÍCITA LA GENEROSIDAD. Nuestra actitud cristiana, debe ser espejo del carácter de Nuestro Señor
Jesús, debe tener incluida toda la generosidad que tiene el corazón de
Cristo. Si le amamos, debemos dar testimonio con nuestra conducta, para que
más hombres se entusiasmen seguir a Jesús. Si mostramos una actitud digna de
ejemplo, si entre nosotros nos tratamos como si estuviéramos tratando con
Cristo, no me cabe la menor duda que más hombres buscarían sentirse nuestro
prójimo de la forma como nos enseña el Señor. Si mostramos egoísmo, ¿Cómo podemos al mundo que queremos atraer
convencer del gran amor de Dios? ¿Cómo podemos explicar la generosidad de
Dios? “Porque de tal manera Amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, más tenga vida
eterna” (Juan 3,16) Por la generosidad de Dios, fuimos rescatados de una vida sin esperanza,
por el sacrifico de Jesucristo nos fueron perdonados nuestros pecados, fuimos
sanados de nuestras enfermedades y fuimos liberados del mal. Esa es la gran
generosidad del corazón de Dios. A nosotros nos compete demostrar lo mismo.
Si el corazón de Dios es de toda generosidad, la generosidad debe comenzar en
nuestros corazones. “Por tanto, sed imitadores de Dios como hijos amados”
(Efesios 5,1), 9. AL CORREGIR, CUIDÉMONOS DE NO JUZGAR. Qué fácil es criticar, juzgar y de esta forma llegar a despreciar a los
demás. Se critica censurando negativamente a las personas y sus actos, se
juzga a las personas valorando sus acciones o sus condiciones y se emite
un dictamen o sentencia sobre ellas
pensando que se tiene autoridad para ello, desde allí, el desprecio al
criticado y juzgado es el paso siguiente. Sin embargo juzgar es un pecado
grave. Jesucristo mismo ha dicho: Hipócrita, sácate primero la viga de tu
ojo, y entonces podrás ver claro para sacar la paja del ojo de tu hermano (Lc
6, 42). Las faltas y los pecados que más conocemos íntimamente, son los
nuestros, y nosotros sabemos mejor que nadie lo soberbios que somos. También
sabemos cuáles son las cosas buenas que hacemos. Así mismo, conocemos el
fariseo que llevamos dentro. Entonces no existe nada más grave, que juzgar o despreciar al prójimo.
¿Por qué mejor no nos juzgamos a nosotros mismos, ya que conocemos
íntimamente nuestras faltas, pecados y defectos, de los cuales sabemos que
deberemos rendir cuenta a Dios? ¿Para qué pretender hacer lo que le
corresponde a Dios al juzgar a los hombres? ¿A caso, a nosotros nos
corresponde autorizar o cerrar las puertas del cielo a los hombres? Si bien es cierto nosotros hacemos bien en llevar el mensaje de salvación
a nuestro prójimo, es una preocupación muy agradecida, tenemos que
preocuparnos por nosotros mismos, por nuestras faltas, nuestras propias
miserias. Sólo a Dios le corresponde el juzgar, hacer justicia y condenar. El conoce el estado del alma de cada uno, Él
sabe de nuestras fuerzas, a Él le consta nuestro comportamiento, Él sabe
cuáles son nuestros dones, y nos va a juzgar a cada uno de forma diferente. 10. LA CORRECCIÓN FRATERNA, NO ES UN JUICIO La corrección fraterna, no es un juicio, es una observación, un consejo
de profundo amor y delicadeza, un deseo verdadero de salvar al hermano,
buscando que esta se transforme en delicada fraternidad, donde este presente
el amor para oír y comprender. No debemos ser autoritarios para corregir, tampoco debemos hacerla con
hipocresía ni escudándonos en frases de buena crianza, algo que es habitual,
comenzamos disculpándonos por hacerla, algo que no hace falta. No debemos tratar de desahogarnos, solo buscar el bien del hermano.
Tampoco es buena la actitud paternalista ni menos la que se hace por sentirse
con el derecho o el poder de corregir, sino que por amor. Tampoco debemos caer en el hecho de que nos sentimos mejor que el hermano
que estamos corrigiendo, es decir es bueno tener siempre presente que yo
tampoco puedo tirar la primera piedra; y que si corrijo al hermano es por
hacerle el regalo de un sentimiento mío negativo que me cuesta expresar (me
resultaría más cómodo y fácil callar), pero que, al compartirlo aclarará
nuestra relación y estrechará, a la larga, lazos más fuertes. Debemos cuidarnos de no decir tu siempre haces esto, tu tiene que hacer
esto otro, o tú tienes que actuar de esta manera, es mejor, siempre que sea
así de sincero, “me causa dolor cuando te veo en esta actitud” o “sufro
porque te veo caer en tal cosa”, a fin de mostrar verdadera inquietud por el
hermanos que deseamos ayudar a corregir. 11. PIDAMOS LA AYUDA Y LA PRESENCIA DEL SEÑOR Y nos dice el Señor: “les aseguro que si dos de ustedes se unen en la
tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque
donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de
ellos”. Si hemos de ayudar y corregir, pidamos la ayuda y la presencia del Señor.
Esta presencia de Cristo no ayudará a ver la rectitud de los juicios que se
puedan emitir, en esta perspectiva se supone que no se pedirá nada al margen
de lo que deba pedirse. Aparte que aquí en lo que principalmente se insiste
es en la eficacia de la oración en común. ¿Por qué esta eficacia? Porque,
cuando éstos están reunidos “en mi nombre” “por causa de él.,” “en nombre de
él.” “yo estoy presente en medio de ellos”, porque Jesús nos da una garantía
de estar El mismo presente entre los que oran así. Esta reunión con Cristo,
no nos hará pedir nada al margen de su voluntad y nos hará recibir, además de
la fuerza de su vinculación, la presencia mística y complacida de Él “en
medio de ellos.” Nos ha dicho Jesús, "a ustedes, los llamo amigos” (Jn 15,15-16).
Nuestro trato de amistad y nuestra relación inseparable en Cristo, nos hará
verdaderos compañeros, preocupados del otro, solidarios y nos ayudará a
construir puertas transparentes para entrar a los sentimiento de hermandad
que nos hará orar en un mismo espíritu. No olvidemos nunca, que si nos
amamos, estamos amando a Dios. 12. NUESTROS ENCUENTROS EN PRESENCIA DE DIOS Y EN PRESENCIA DE NUESTROS
HERMANOS, ¿No es cierto que una Madre se alegra de que sus hermanos sean unidos y
se quieran entre sí? Bajo el amparo de nuestra Madre, María Santísima,
hagamos de la oración conjunta un buen ejercicio de amistad, recordando las
enseñanzas de nuestro hermano Jesús, que nos ha llamado “amigos”. La amistad
es compartir, acompañar y hacer que la vida de unos a otros viva en confianza
y apertura para oír al hermano orante, Dios mismo habla por la voz de los
demás, por eso, cada hermano con gran respeto, y sin miedo, expresa en la
oración su palabra y sus sentimientos, como cuando el cantor nos entrega a
nosotros su voz hecha canto. La amistad reconoce la experiencia de fe de cada
uno y al entregarnos vamos encontrando el camino que andamos buscando. La oración de grupo, es la que hace posible que broten instancias de
comunión donde se cultiva la gratuidad. La oración en grupos, abre un surco
de gracia en nuestra tierra. Nuestros encuentros en presencia de Dios y en
presencia de nuestros hermanos, nos hará ser constructores de un mundo nuevo.
En la oración y como hombres de oración, nos hará verdaderos intérpretes y
constructores de la voluntad de Dios. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant El
Señor les Bendiga Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant Domingo
XXIII del Tiempo Ordinario Ciclo A |
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