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Porque Dios
no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por
él. Jn 3, 14-21 Autor: Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant ocds 1.
LA SERPIENTE DEL DESIERTO Dijo
Jesús: De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el
desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Esta reflexión que hace San Juan, tiene
como base la escena de la serpiente de bronce en el desierto, relato del
Libro Números 21.5-9. Sucedió que a los reclamos de los hijos de Israel en el
desierto, Dios envía contra ellos serpientes venenosas, cuyas mordeduras eran
punzantes y febriles y causantes de muerte. Y así luego reconociendo el
pueblo su pecado, pide perdón. Luego Dios ordena a Moisés hacer una serpiente
de bronce y ponerla bien a la vista, sobre un asta. Y todos cuantos, habiendo
sido mordidos, la mirasen, sanarían. Pero
ya el autor del libro de la Sabiduría comentaba: “El que se volvía a mirarla
no era curado por lo que veía, sino por ti, Salvador (Yahvé) de todos” (Sab
16:7). Por eso, el mismo autor llama a aquella serpiente de bronce “símbolo
de salvación” (Sab 16:6). Aquella imagen era una ordenación “característica”
hecha por Dios, en el Antiguo Testamento, de la plena realidad de Cristo en
la cruz. 2.
ES NECESARIO QUE EL HIJO DEL HOMBRE
SEA LEVANTADO EN ALTO Si
el recuerdo “característico” de la escena de Moisés en el desierto se hace
ahora, lo es para recordar el fragmento y diferenciar la superioridad de la
obra de Cristo, verdadero Liberador y Redentor, sobre el primer liberador,
Moisés; “Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad
nos han llegado por Jesucristo.” (Juan (SBJ) 1;17) En
el Libro de Génesis, (Gen 3:1), se nos ha relatado que el pecado fue
introducido por la seducción de la gran serpiente, tal como lo expone san
Juan (Jn 8:44), esta serpiente es el diablo.
Aquí en el relato mosaico, los hombres se encuentran “mordidos” por la serpiente,
y están condenados a la muerte. Pero Dios dispone el plan salvador de ellos.
Análogamente a la serpiente de bronce, levantada en alto, así “es necesario
que el Hijo del hombre sea levantado en alto”. Se comprende que san Juan
utiliza esta expresión “levantar”, para decir “elevación” a la cruz, sea para
expresar la “glorificación” de Cristo (Jn 8:28). Pero, en el evangelista, la
muerte de Cristo, su “elevación” a la cruz, es un paso a su “glorificación”:
glorificación en la manifestación de su divinidad en su resurrección, en su
ascensión. Ver a Cristo “elevado,” que es “verle” como Hijo de Dios. El Mismo
Jesús dijo: “Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que
Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me
ha enseñado, eso es lo que hablo”. (Juan (SBJ) 8, 28) 3.
PARA QUE TODOS LOS QUE CREEN EN ÉL
TENGAN VIDA ETERNA En
esta parte, San Juan, nos da la razón de esto, y es; “para que para que todos
los que creen en él tengan Vida eterna”. Es, por tanto, a Cristo, así “levantado”
o “elevado” en la cruz, como es necesario “verle” y “creer” en El para tener
la “vida eterna.” Por eso, a la
“visión” de la serpiente de bronce corresponde aquí otro modo de visión, que
es la “fe” en El. Sólo esta fe en ver a Cristo levantado en la cruz y muerto
como Mesías e Hijo de Dios da la “vida eterna.” Es éste un misterio fundamental. El
Antiguo Testamento ofrecía una vida larga a los que cumplían sus preceptos,
mas el Evangelio ofrece vida eterna. Escribe
San Agustín. “Debe observarse que explica lo mismo respecto del Hijo de Dios
que lo anunciado respecto del Hijo del hombre exaltado en la cruz, diciendo:
"Para que todo aquél que crea en El". Porque el mismo Redentor y
Creador nuestro, el Hijo de Dios existente antes de todos los siglos, ha sido
hecho Hijo del hombre por los siglos de los siglos, a fin de que quien por el
poder de su divinidad nos había creado para gozar de la felicidad de la vida
eterna, El mismo nos redimiese por medio de la fragilidad humana para que alcanzáramos
la vida que habíamos perdido”. (Catena aurea ES 12316). Y en realidad el
mundo conseguirá la vida eterna por el Hijo de Dios, porque para esto
precisamente vino al mundo. 4.
DIOS AMÓ TANTO AL MUNDO, QUE ENTREGÓ
A SU HIJO ÚNICO Sí,
Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que
cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna, es decir el Fin de la Obra
de Cristo es la Salvación de los Hombres. Ante
la “elevación” de Cristo en la cruz, como realidad ahora en el Nuevo
Testamento de la serpiente de bronce del desierto, san Juan nos muestra la
obra destacada del amor del Padre por el “mundo.”. Sin embargo aquí, pues, el
contraste está entre el “amor” profundo que el Padre demostró al “mundo” malo
con la prueba suprema que le dio. Pues “entregó a su Hijo único”. Este no
sólo se “encarnó,” no sólo fue “enviado,” sino que lo dio, que en el contexto
es: lo entregó a la muerte. Pero
la muerte de este “su Hijo único”, tiene una finalidad salvadora para ese
“mundo” malo. Y es que todo el que “crea en El,” valorarlo como el Hijo de
Dios, pero entregándosele como a tal, “tenga la vida eterna.” 5.
PORQUE DIOS NO ENVIÓ A SU HIJO PARA
JUZGAR AL MUNDO, SINO PARA QUE EL MUNDO SE SALVE POR ÉL San
Juan, destaca que el Padre no envió a su Hijo para “juzgar” al mundo, sino
para que éste sea salve por El. Se podría pensar que esto es una gran alegría
para todos los que vivimos sumergidos en toda clase de faltas y pecados,
desidia, abandono de nuestra fe, abusando de la infinita misericordia que nos
tiene el Señor. Y es así, como a muchos les queda más cómodo pensar que el
infierno no existe, que no tenemos un Dios castigador y por tanto El nos
perdona todos los pecados. No obstante lo anterior, no debemos olvidar sobre
las dos venidas de Cristo, la que ya hizo y la que habrá de venir, como reza
nuestra profesión de fe, el credo, “Desde allí va a venir a juzgar a vivos y
muertos”. Ciertamente, en la primera venida, Cristo no vino para juzgar lo
que los hombres habían hecho, sino para perdonarlo. Mas la segunda será no
para perdonar sino para juzgar. Escribe
san Juan Crisóstomo: “Respecto de la primera dice: "No he venido para
juzgar al mundo", porque es compasivo, no juzga, sino que antes perdona
los pecados por medio del bautismo y después por la penitencia. Porque si no
lo hubiera hecho así todos estarían perdidos, pues que todos pecaron y
necesitan de la gracia de Dios (Rm 34,23) Y para que alguno no creyese que
podía pecar impunemente, habla de los castigos reservados a los que no creen:
"Ya está juzgado" dijo antes. Más el que cree en El no es juzgado.
El que cree, dijo, no el que investiga. ¿Qué será, pues, si lleva una vida
corrompida? Y con mayor razón, diciendo San Pablo que estos no son fieles.
Dice, además: "Confiesan que conocen a Dios, y lo niegan con las
obras" (Tt 1,16); pero esto significa que el que cree no será juzgado,
pero que sufrirá el castigo de sus obras; sin embargo no padecerá por causa
de infidelidad.” (Catena aurea ES 12316). El que cree en El y se identifica
con El, el juicio será distinto. 6.
LA LUZ VINO AL MUNDO, Y LOS HOMBRES
PREFIRIERON LAS TINIEBLAS A LA LUZ En
esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las
tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. San Juan, inconscientemente nos
esta estableciendo en los “hombres” un juicio condenatorio por su actitud
ante Cristo. El juicio consiste en que “la Luz vino al mundo.” Es la
encarnación de Cristo. Con su venida al mundo se establece un juicio,
consistente en su actitud ante El. Este juicio, o mejor dicho de otra manera,
esta “condenación,” consiste en “no creer en el nombre del Hijo único de
Dios. Este es un juicio personal que se realiza en lo íntimo del alma de cada
uno. Mas adelante, san Juan lo vuelve a aclarar, “Estas han sido escritas
para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo
tengáis vida en su nombre. (Juan (SBJ) 20,31) El
que “no cree” en la filiación divina de Cristo, Hijo único de Dios ya “está
condenado”, no obstante tiene la posibilidad de que no sea así si hay un
cambio de idea y se pasa a creer. Por tanto está en nosotros separarnos de
Cristo-Luz y quedar en las tinieblas o reconocer a Cristo-Luz, el mismo Jesús
nos lo ha dicho; “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la
oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.
(Juan (SBJ) 8,12) Es
bueno tener en conciencia el porque los hombres que obran mal, detestan la luz, y es porque ellos están con
disposición a pecar y esto es porque a quien le agrada el pecado, le estorba la
luz que los descubre, es decir, moralmente hablando, prefieren mejor las
tinieblas que la luz aquellos que por envidia o simplemente porque no son
buenos, persiguen, calumnian y hacen mal a los que les enseñan la verdad. Sin
embargo, el que obra la verdad, viene a la luz. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds CUARTO DOMINGO DE
CUARESMA, Ciclo B año 2012 (SBJ= Sagrada Biblia
de Jerusalén) |
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