"Yo soy el pan bajado del cielo” Jn 6, 41-51 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds 1.
YO SOY EL PAN BAJADO DEL CIELO Las anteriores revelaciones
de Jesús sobre su origen divino; "Yo soy el pan de
vida” y “bajado del cielo”, no fueron fácil de comprender y habían provocado
desacuerdo y disconformidad entre los que oyeron estas declaraciones
surgieron protestas entre la muchedumbre, los que comenzaron a murmurar y ha
mostrarse hostiles, entonces; Decían: “Éste es Jesús, el
hijo de José. Conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo se atreve a decir que
ha bajado del cielo?”. Hoy sucede algo
similar, hay muchos que se resisten a creer que Jesús es pan bajado del
cielo, ayer y hoy, para algunos es demasiado difícil superar el obstáculo del
origen humano de Cristo y reconocerle como Dios. En ese tiempo Jesús evita
entonces una discusión inútil con los judíos y les ayuda a reflexionar sobre
su dureza de corazón, enunciando las condiciones necesarias para creer en él.
Hoy nos corresponde a nosotros esta tarea y de seguro que
no es fácil. Yo soy el Pan vivo que ha
bajado del cielo. Cristo, el
Hijo de Dios vivo, encarnado en nuestra propia carne y sangre, para hacer a
los hombres hijos de Dios, se nos ha convertido en Sacramento de Pan de vida
al alcance de todos los hombres. San Agustín dice: “Pan vivo precisamente,
porque descendió del cielo. El maná también descendió del cielo; pero el maná
era la sombra, éste es la verdad... ¿Cuándo iba la carne a ser capaz de
comprender esto de llamar al pan carne? Se da el nombre de carne a lo que la
carne no entiende; y tanto menos comprende la carne, porque se llama carne.
Esto fue lo que les horrorizó y dijeron que esto era demasiado y que no podía
ser. Mi carne, dice, es la vida del mundo. Los fieles conocen el cuerpo de
Cristo si no desdeñan ser el cuerpo de Cristo. Que lleguen a ser cuerpo de
Cristo si quieren vivir del Espíritu de Cristo. Del Espíritu de Cristo
solamente vive el cuerpo de Cristo.... Mi cuerpo recibe ciertamente de mi
espíritu la vida.” ¿Quieres tú recibir la vida del Espíritu de Cristo?
Incorpórate al Cuerpo de Cristo... El mismo Cuerpo de Cristo no puede vivir
sino del Espíritu de Cristo.” De aquí que el Apóstol Pablo nos hable de este
Pan, diciendo: “Somos muchos un solo Pan, un solo Cuerpo. ¡Oh qué misterio de
amor, y qué símbolo de unidad, y qué vínculo de caridad!. Quien quiere vivir
sabe dónde está su vida y sabe de dónde le viene la vida. Que se acerque, y
que crea, y que se incorpore a este Cuerpo, para que tenga participación de
su vida” (Tratado sobre el Evangelio de San Juan 26,13). 2.
“MURMURABAN” CONTRA JESÚS Ante todo esto, Jesús
contestó: “No sigáis murmurando, Nadie puede
aceptarme si el Padre, que me envió, no se lo concede, y yo lo resucitaré el
último día”. Es decir, una primera
condición es ser atraídos por el Padre, don y manifestación del amor de Dios
a la humanidad. Nadie puede ir a Jesús si no es atraído por el Padre. En
general, cuando san Juan se refiere a los judíos, para el son los enemigos de
Jesús; pero aquí son la muchedumbre, pretenciosa e incrédula, de los
galileos, sus coterráneos, como se desprende; “Nosotros conocemos a su padre
y a su madre”. sin que haya
que suponer nuevos grupos de judíos llegados de Jerusalén (Mc 2:16.18.24;
3:2), en contraposición a los galileos, en cuya región se desenvuelve la
escena. Estos
galileos “murmuraban” contra Jesús porque había dicho de sí mismo que bajó
del cielo. Es interesante destacar esto, que tendrá valor argumentativo al
hablar de Jesús pan eucarístico. Jesús hace una afirmación, su origen
celestial. El origen celestial del Mesías era compartido incluso por algunas
corrientes judías, aunque no debían de afectar a estos galileos. Por eso,
esta afirmación de Jesús les parecía a ellos algo muy grande, especialmente
porque ellos argumentaban conocer a su padre legal, José, y a su madre María;
"¿Acaso
éste no es Jesús, el hijo de José?. Sucede que ellos, no conocían de
la concepción virginal de María, entonces hablan al modo humano, como lo
conceptuaban en su vida nazarena. Pero
ante esta actitud pretenciosa, puesto que los milagros que habían visto eran
el sello de Dios aprobando sus palabras y su misión, les reafirma su enseñanza.
No les dice cómo El haya venido al mundo, sino cómo ellos han de venir a El. 3.
NADIE PUEDE VENIR A MÍ, SI NO LO
ATRAE EL PADRE QUE ME ENVIÓ Jesús
dijo a la gente: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió”
Es el Padre, el que eficazmente mueve las almas para venir a Jesús. Se
destaca la obra del Padre, pero no se excluye la acción instrumental de Jesús
para venir a El (San Juan 15:5). Dios trae las almas a la fe en Jesús: cuando
El quiere, infaliblemente, irresistiblemente, aunque de un modo tan
maravilloso que ellas vienen también libremente, y cuyo aspecto de libertad,
en el ser humano, se destaca especialmente en: “Todo el que oyó al Padre y
recibe su enseñanza, viene a mí”. San Agustín ha escrito una página
genial, y ya célebre, sobre esta atracción de las almas, infalible y libre,
por Dios Es la doctrina de la gracia eficaz. Si
también aquí se evoca la escatología por el hecho de traer el Padre los seres
humanos a Jesús, es porque los trae para que tengan la vida eterna. Lo que
postula complementariamente la resurrección final. Mas
para ello no es necesario, ni posible, ver al Padre; “Nadie ha visto nunca al Padre,
sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre”. Nadie puede ver a Dios sin morir, se
lee en el Antiguo Testamento. Su lenguaje es, por tanto, perceptible, pero El
invisible. Sólo lo ha visto uno: el que está en Dios, Jesús; sin nombrarse
explícitamente, se presenta (San Juan 1:18) y garantiza con ello su verdad.
Al estar en el seno del Padre (San Juan 1:28), conoce sus planes y por eso
los dio a conocer (San Juan 1:18), que aquí es: “Nadie puede venir a mí, si no
lo atrae el Padre que me envió”. En
este discurso sobre Jesús Pan de vida se cierra y sintetiza en una afirmación
solemne: “Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna”. La tiene en causa, en esperanza, y también
la tendrá (luego en la plenitud) de la realidad, cuando El lo resucite en el
último día: en una “escatología” futura y final. “que coma de este pan vivirá
eternamente”. 4.
TODOS SERÁN INSTRUIDOS POR DIOS La segunda condición
es la docilidad a Dios: “Está escrito en los profetas: Y
serán todos instruidos por Dios”. Los hombres deben
darse cuenta de la acción salvadora de Dios respecto al mundo. Después de esta afirmación a las
multitudes, Jesús les hace ver con el testimonio de los Profetas, testimonio
irrecusable en Israel, la posibilidad de esta atracción del Padre, la
existencia de una acción docente de Dios en los corazones. Les cita un pasaje
de Isaías en el que se describe la gloria de la nueva Sión y de sus hijos en
los días mesiánicos. Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán
instruidos por Dios. Y Jeremías destaca aún más el aspecto íntimo de esta
obra docente de Dios (Jer 31:33.34). Según los profetas, hay una enseñanza
que se realiza precisamente en los días de Jesús-Mesías, de la alianza nueva,
y que consiste en que Dios mismo enseñará a los hijos de la nueva Sión. Esta
es la fuerza de la argumentación: ser enseñados y, en consecuencia, atraídos
por el mismo Dios. Si Dios habla a los seres humanos, puede igualmente
moverlos eficazmente a sus fines. Es lo que Jesús quiere dejar aquí bien
establecido. Así se verá la colaboración de ambos en la obra misma del Padre. Luego Jesús, propone
una tercera condición es la escucha del Padre; “Todo el que escucha
al Padre y recibe su enseñanza me acepta a mí”. Estamos frente a la enseñanza interior del Padre y a la de la
vida de Jesús, que brota de la fe obediente del creyente a la Palabra del
Padre y del Hijo. Escuchar a Jesús
significa ser instruidos por el mismo Padre. Con la venida de Jesús, la
salvación está abierta a todos, pero la condición esencial que se requiere es
la de dejarse atraer por él escuchando con docilidad su Palabra de vida. Aquí
es donde precisa el evangelista la relación entre fe y vida eterna, principio
que resume toda regla para acceder a Jesús. Sólo el hombre que vive en
comunión con Jesús se realiza y se abre a una vida duradera y feliz. Sólo “el
que come” de Jesús-pan no muere. “El que viene a mí no pasará hambre, y
el que cree en mí nunca pasará sed”. Es Jesús, pan de vida, el que dará la inmortalidad a quien
se alimente de él, a quien interiorice su Palabra y asimile su vida en la fe. 5.
LA FE ES OBRA DE LA GRACIA DE DIOS La
fe es una virtud sobrenatural; no bastan nuestra voluntad o nuestras propias
fuerzas para conseguirla, la fe es obra de la gracia de Dios, que ayuda a
nuestra voluntad. Nosotros hemos de agradecer el don de la fe que el Señor
nos ha dado y bueno es vivir conforme a ella. Pero
la fe, no es admitir algunas formulas religiosas que son poco precisas, esa
que queda como un residuo de alguna charla catequista, muchas veces olvidada,
o como un saldo de una vida religiosa que viene en decadencia y que parece
que va a revivir. Es una pena, pero es muy cierto, aceptar muchas veces que
creemos en Cristo, pero no en la Iglesia y no participar en esa hermosa
comunidad de creyentes, es no querer participar en un pueblo de hermanos, que
intenta llevar la palabra de Dios por el mundo. "¿Acaso
éste no es Jesús, el hijo de José?”
Los judíos murmuraban de Jesús que se presentaba como “pan bajado del cielo”.
Se negaban a creer su palabra. No se fiaban de Él. Preferían permanecer
encerrados en su razón, en su experiencia, en sus sentidos... y en sus
intereses. La fe exige de nosotros un salto, un abandono, una expropiación.
La fe nos invita a ir siempre más allá. La fe es “prueba de las realidades que no se ven! (Hb 11,1). “Nadie
puede venir a mí, si no lo atrae el Padre”. La fe es respuesta a esa atracción
del Padre, a esa acción suya íntima y secreta en lo hondo de nuestra alma. La
adhesión a Cristo es siempre respuesta a una acción previa de Dios en
nosotros. “Yo soy el pan de la vida”. Cristo es siempre el pan que
alimenta y da vida; no sólo en la eucaristía, sino en todo momento. Y la fe
nos permite comulgar –es decir, entrar en comunión con Cristo – en cualquier
instante. La fe nos une a Cristo, que es la fuente de la vida. Por eso
asevera Jesús: “Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna”. Todo acto de
fe acrecienta nuestra unión con Cristo y, por tanto, la vida. El
Papa Pablo VI, dijo en una ocasión (Audiencia General del 19-IV-67): Esta es
desgraciadamente la fe de costumbre, una fe convencional, una fe no
comprometida y poco practicada” Cristo Jesús, vivan en nuestros corazones. Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds XIX Domingo Ciclo
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