"Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no
pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed." Jn 6,24-35 Autor: Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant ocds 1.
"YO SOY EL PAN DE VIDA" Luego
de la multiplicación de los panes, el evangelista Juan se refiere a la
búsqueda de Jesús por parte del gentío. Y así es como lo encuentran junto a Cafarnaún y le dirigen esta pregunta: "Maestro, ¿cuándo has
venido aquí?" Jesús no responde a lo que le preguntan, pero
revela las verdaderas intenciones que han impulsado a la gente a buscarle,
desenmascarando una mentalidad demasiado material; "Os lo aseguro, me
buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta
saciaros”. Todos siguen a Jesús por el pan material, sin comprender
la señal hecha por el profeta. Buscan más las ventajas materiales y pasajeras
que las ocasiones de adhesión y de amor. Ante esta ceguera espiritual, Jesús
proclama la diversidad que existe entre el pan material y corruptible y ese
otro; “perdura para la vida eterna”. Jesús entonces, invita a la
gente a superar el angosto horizonte en el que vive, para pasar a la fe. Los
interlocutores de Jesús le preguntan entonces: “¿qué obras tenemos que hacer
para trabajar en lo que Dios quiere?”. Jesús pide una sola cosa: la
adhesión al plan de Dios, es decir, "La obra que Dios quiere es ésta: que
creáis en el que él ha enviado”. La
muchedumbre no está satisfecha y pregunta: "¿Y qué signo vemos que
haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra?”. El milagro de
los panes no es suficiente; quieren un signo particular y más estrepitoso, el
nuevo milagro del maná (c f. Sal 78,24), para reconocer al profeta de los
tiempos mesiánicos. Jesús, en realidad, da verdaderamente el nuevo maná,
porque su alimento es muy superior al que comieron los padres en el desierto:
él da a todos la vida eterna. Pero sólo el que tiene fe puede recibir ese
don. El verdadero alimento no está en el don de Moisés; Jesús les replicó: "Os aseguro
que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, ni en la ley, sino en
el don del Hijo, que el Padre ofrece a los hombres, él es el verdadero pan
del cielo; "Yo soy el pan de vida”. La muchedumbre parece haber
comprendido: “Entonces le dijeron: "Señor, danos siempre de este pan." Entonces
Jesús, evitando todo equívoco, precisa: El que viene a mí no pasará hambre, y el
que cree en mí nunca pasará sed." Es el don amoroso hecho por el Padre a cada
hombre. Él es la Palabra que han de creer: quien se adhiere a él da un
sentido a su propia vida y consigue su propia felicidad. 2.
EN BUSCA DE JESUS El
milagro que Jesús ha hecho multiplicando los panes es extraordinario,
entonces no quieren separarse de El. Después que Jesús alimentó a unos cinco
mil hombres, despidió a la multitud después de la multiplicación de los
panes. Esto fue la misma tarde, al embarcarse los discípulos. El Evangelio
dice que: Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra
orilla, es decir un pequeño grupo se habría quedado allí, a la espera de
Jesús, que no había embarcado, y que acaso ese a lo que alude san Juan, es
decir, en la región de et-Batiha, donde multiplicó
los panes. Las
gentes que se habían retirado, lo mismo que la que se había quedado, habían
constatado esto: que Jesús no había embarcado con los discípulos, con eso
queda ratificado que Jesús hizo su caminata milagrosa sobre las aguas, y que
no había quedado allí más que una barca. Mientras
tanto, unas barcas de Tiberiades atracaron cerca del lugar donde habían comido
el pan Pero al siguiente día de la multiplicación de los panes vinieron a
este lugar diversas barcas procedentes de Tiberiades, sin que se diga el
motivo de esta arribada. Acaso en busca de Jesús, avisados por algunos de los
que hubiesen retornado la víspera, o por el rumor de que se hallase allí.
Tiberiades era capital y, situada en el lago, era el puerto principal de
Galilea. Josefo, historiador judío, hace ver el gran movimiento de naves que
en él había en ese lugar. Como
estas gentes que había quedado allí se dieron cuenta que no podían encontrar
a Jesús, aunque no lo vieron embarcar; y como vieron que los discípulos se
dirigieron a Cafarnaúm, aprovecharon la oportunidad
de estas barcas que acababan de llegar de Tiberiades, se embarcaron en ellas,
dice san Juan: subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún
en busca de Jesús. Aquí lo van a encontrar, y en esta villa tendrá lugar el
discurso sobre el “Pan de vida.” 3.
ME BUSCAN, NO PORQUE VIERON SIGNOS,
SINO PORQUE HAN COMIDO PAN HASTA SACIARSE Al
encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: Maestro, - cuándo llegaste - .
La pregunta que le hacen con el título honorífico de Maestro, Rabí, lleva un
contenido sobre el modo extraordinario como vino. Sabían que no se había
embarcado ni venido a pie con ellos. Deben haber estado maravillados, al
pensar como había venido Jesús. Era un volver a admitir el prodigio en su
vida. La
respuesta de Jesús pasa por alto aparentemente la cuestión para ir
directamente al fondo de su preocupación. No le buscan por el milagro como
signo que habla de su grandeza y que postula, en consecuencia, obediencia a
sus disposiciones, sino que sólo buscan el milagro como provecho, Jesús les
respondió: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino
porque han comido pan hasta saciarse”. Que
busquen, pues, el alimento no temporal, aun dado milagrosamente, sino el
inmortal, el que permanece para la vida eterna, y éste es el que dispensa el
Hijo del hombre, por eso le dice; “Trabajen,
no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida
eterna, el que les dará el Hijo del hombre; y cuya garantía es que el Padre”,
que es al que ellos llaman Dios, el Padre, marcó con su sello. La credencial
del que lo envía, son los milagros, los signos. 4.
BUSCAN A DIOS NO POR DIOS, SINO POR
LA AYUDA QUE PUDIERAN CONSEGUIR DE EL En
nuestra realidad de hoy, con cierta pena vemos como sucede que hay personas
que buscan en la religión algo que les resulte conveniente, entonces buscan a
Dios no por Dios, sino por la ayuda que pudieran conseguir de El, y además
exigen rapidez, luego suceden que la respuesta les tarda en llegar, entonces,
pierden la fe y le dan la espalda la Señor. No es el alimento material el que
debemos buscar, sino el que permanece por siempre, hasta la Vida Eterna. Hasta
aquí las multitudes, y sobre todo los que los guiaban, no tienen dificultad
mayor en admitir lo que Jesús les dice, principalmente por la misma
incomprensión del hondo pensamiento de Jesús. Por eso, no tienen
inconveniente en admitir, como lo vieron en la multiplicación de los panes,
que Jesús esté sellado por Dios para que enseñe ese verdadero y misterioso
pan que les anuncia, y que es alimento que permanece hasta la vida eterna. 5.
LA OBRA DE DIOS ES QUE USTEDES CREAN
EN AQUEL QUE ÉL HA ENVIADO De
ahí el preguntar qué - Qué debemos hacer para realizar las obras
de Dios - es decir, para que Dios les retribuya con ese alimento
maravilloso. Piensan, seguramente, que puedan ser determinadas formas de
sacrificios, oraciones, ayunos, limosnas, que eran las grandes prácticas
religiosas judías. Pero
la respuesta de Jesús es de otro tipo y terminante. En esta hora mesiánica es
que - Jesús les respondió: - La obra de Dios es que ustedes crean en
aquel que él ha enviado - Fe que, en San Juan, es con obras (San Juan
2:21; cf. San Juan 13:34). La multitud comprendió
muy bien que en estas palabras de Jesús no sólo se exigía reconocerle por
legado de Dios, sino la plena entrega al mismo. Esto
es lo que nos dice con mucha claridad Jesús, no está Dios para servir al hombre,
al contrario, el hombre esta para servir a Dios. Dios atiende nuestras
plegarias y necesidades, todo esto por el gran amor que les tiene a los
hombres, pero debemos estar siempre dispuestos a servirle, haciendo su
voluntad, viviendo una vida y una conducta agradable a Dios, y a El le
dejamos su misericordioso auxilio. Jesús,
le dijo a Catalina de Siena: Tu preocúpate de Mi,
Yo me preocupare de tí y de tus cosas 6.
¿QUÉ SIGNOS HACES PARA QUE VEAMOS Y
CREAMOS EN TI? La
gente preguntó a Jesús: "¿Qué señal haces para que viéndola
creamos en ti?”, Los que le preguntaban esto a Jesús, aún no están
convencidos, en el capitulo anterior de este evangelio, había comentado que
las gentes estaban impresionadas, maravilladas con Jesús, el milagro que él
hizo multiplicando los panes fue extraordinario, entonces no querían
separarse de El. Sin embargo, estos que preguntan vienen, por una lógica
insolente, a pedirle un nuevo milagro, y preguntan casi despectivamente: “¿Qué
obra realizas?” En
ellos, esta presente el hecho del Éxodo. El desierto, la multiplicación de
los panes en él, contra el que evocará la multitud el maná y dicen a Jesús: “Nuestros
padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de
comer el pan bajado del cielo”. La murmuración de estos judíos contra
Jesús, como Israel en el desierto, y, por último, la Pascua próxima, es un
nuevo vínculo al Israel en el desierto. Ya el solo hecho de destacarse así a
Jesucristo es un modo de superponer planos para indicar con ello, una vez
más, la presentación de Jesús como nuevo Moisés: Mesías. 7.
PAN DEL CIELO LES DIO A COMER. Los
judíos exigían fácilmente el milagro como garantía. La multiplicación de los
panes les evocaba fácilmente, máxime en aquel lugar desierto en el que habían
querido proclamarle Rey-Mesías, el milagro del maná. Y esto es a lo que
aluden y alegan. Los padres en el desierto comieron el maná (Ex 16:4ss). La
cita, tal como está aquí, evocaba, sobre todo, el relato del maná, pero
magnificado en el Salterio, en el que se le llama pan del cielo (Sal 105:40; Neh 9:15; Sal 16:20). La cita era insidiosa. Pues era
decirle: Si Moisés dio el maná cuarenta años, y que era pan del cielo, y a
una multitud inmensamente mayor, pues era todo el pueblo sacado de Egipto, y,
a pesar de todo, no se presentó con las exigencias de entrega a él, como tú
te presentas, ¿cómo nos vamos a entregar a ti? Por lo que le dicen que, si
tiene tal presunción, lo pruebe con un milagro proporcionado. Estaba
en el ambiente que en los días mesiánicos se renovarían los prodigios del
Éxodo (Miq 7:15). El Apocalipsis apócrifo de Baruc dice: “En aquel tiempo descenderá nuevamente de
arriba el tesoro del maná, y comerán de él aquellos años.” Y el rabino Berakhah decía, en síntesis, “El primer redentor (Moisés)
hizo descender el maná. E igualmente el último redentor (el Mesías) hará
descender el maná.” 8.
LES ASEGURO QUE NO ES MOISÉS EL QUE
LES DIO EL PAN DEL CIELO Si
el Mesías había de renovar los prodigios del Éxodo, no pasaría con ello de
ser otro Moisés. ¿Por quién se tenía a Jesús? ¿Qué señal tenía que hacer para
probar su pretensión? Pero la respuesta de Jesús desbarata esta
argumentación, entonces respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que
les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo”.
Jesús es muy claro con ellos, así se los hace ver. En
primer lugar, no fue Moisés el que dio el maná, puesto que Moisés no era más
que un instrumento de Dios, así Jesús les dice: “mi Padre les da el verdadero
pan del cielo porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida
al mundo”. Es decir, aquel pan venía de otra realidad y no era el pan
verdadero, porque sólo alimentaba la vida temporal; pero el verdadero pan es
el que da la vida eterna; ni el maná tenía universalidad: sólo alimentaba a
aquel grupo de israelitas en el desierto, mientras que el pan verdadero es el
que desciende del cielo y da la vida al mundo. 9.
EL QUE VIENE A MÍ JAMÁS TENDRÁ
HAMBRE; EL QUE CREE EN MÍ JAMÁS TENDRÁ SED Si
directamente alude a la naturaleza del verdadero pan del cielo, no está al
margen de él su identificación con Jesús. Si la naturaleza del verdadero pan
de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo, entonces es
Jesucristo el que se identificará luego, explícitamente, con este pan. Los
judíos, impresionados o sorprendidos por esta respuesta, tan categórica y
precisa, pero interpretada por ellos en sentido de su provecho material, le
piden que él les de siempre de ese pan, como la Samaritana (Jn 4:15). Es
así como ellos le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”.
Jesús les respondió: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí
jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed". Probablemente
vuelve a ellos el pensamiento de que Cristo es el Mesías, y esperan de El
nuevos prodigios. Pero ignoran en qué consistan, y no rebasan la esperanza de
un provecho material. Pero ese pan, que aún no habían discernido lo que
fuese, se les revela de pronto: “Yo soy el pan de vida” Nosotros
estamos con hambre de verdad, sed de felicidad. Jesús, hace que estas
aspiraciones sean verdaderas. En efecto, solo en Jesucristo podremos saciar
esta hambre, solo con El podremos calmar nuestra sed. Jesús no solo nos
entrega la verdad, el mismo es la Verdad del Padre. Entonces si nuestro
corazón busca con desesperación la verdad y la felicidad, no la busquemos en
otro lugar más que en Jesús. San
Agustín, escribió: “Señor, nos hiciste para ti y nuestro corazón esta
inquieto y sin sosiego, mientras no descasa en TI” Cristo Jesús, vivan en nuestros
corazones. Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant ocds XVIII Domingo
Ciclo B |
|
---