“Pasión de nuestro
Señor Jesucristo según san Lucas” Lc 22, 7.14—23,56 Reflexión y Estudio de la Pasión
de Cristo Según el Evangelio de San Lucas (Referencias y Cometarios tomados
de la Biblia Nácar-Colunga y Biblia de Jerusalén) Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant 1.
PREPARACIÓN DE LA ÚLTIMA CENA “Llegó el día de los Ácimos, en el que se
debía inmolar la víctima pascual”. El día de los Ácimos era el 14 del mes de Nisán.
Primitivamente sólo se comían los panes Ácimos la semana pascual, que
comenzaba el 15 de Nisán. Pero los rabinos, para asegurar más su
cumplimiento, lo extendieron al mediodía del 14. De ahí que se llamase este
día, usualmente, también día de los Ácimos. Que es al que se refiere aquí. 2.
INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA “He deseado ardientemente comer esta Pascua
con ustedes antes de mi Pasión” Los elementos propios de Lucas en la institución
eucarística, que son los que se destacan en este relato, son varios. En las
narraciones de la institución eucarística, siendo fundamentalmente las
mismas, literariamente se notan dos grupos diferenciados entre los relatos de
Mateo-Marcos que representan la tradición de alguna iglesia Palestina de
Jerusalén y Lucas-Pablo (1 Cor 11:23-26) que representan la tradición de una
iglesia helenística. Los tres sinópticos traen una palabra de vida especial en
este relato, en él, Cristo anuncia a sus apóstoles que ya no beberá más este
vino hasta que lo beba “nuevo” con ellos en el reino. Lucas construye con este lógion un paralelo
con la institución eucarística. Con él anuncia el fin de la vieja Pascua,
sustituida por la muerte de Cristo y renovada en la Eucaristía, “memorial” de
su muerte. No volverá a comer más esta Pascua hasta que “sea cumplida en el
reino de Dios.” Ni volverá a beber esta Pascua hasta que “llegue el reino de
Dios.” Después de la bendición (Qiddush) se bebía la primera copa
ritual; luego se hacía la haggadah, o relato de la Pascua. Este lo hacía el
que presidía, citando los textos Dt 26, “Ex 13; 12:29; 1:14, a petición del
más joven de los presentes; aquí probablemente Juan. Luego se cantaba la
primera parte del Hallel (Sal 113-14), y después se partía y daba el pan.
Este debió de ser el momento de la consagración del pan eucarístico. Una diferencia con los otros Evangelios, es que Lucas es
el único evangelista que, después de la consagración del pan, añade en boca
de Cristo: “Haced esto en memoria mía”. Pablo, en el lugar paralelo, trae
esta fórmula dos veces. La fórmula es auténtica. Se sabe que el concilio de
Trento definió doctrina de fe que con ella Cristo ordenó sacerdotes a los
apóstoles y les preceptuó que ellos y sus sucesores ofreciesen el sacrificio
eucarístico. También Lucas a diferencia de los otros evangelistas, en
las dos fórmulas de la consagración pone por “vosotros.” Seguramente es
debido a la liturgia, de donde pasa directamente a los evangelios, y que se
“adapta” en su enunciación a los cristianos asistentes. Esta “anamnesis” es, en sustitutivo de la Vieja Alianza,
la constante renovación de este sacrificio redentor. La Antigua Alianza era
una “memoria” (cf. Ex 12:14; 13:9; Dt 16:3). Pero ésta era para un judío la
“restitución de una situación pasada en un momento desaparecido (y) esto
significa que cada uno, al recordarse de la liberación de Egipto, debe saber
que él mismo es objeto del acto redentor, en cualquier generación a que él
pertenezca.“Así también, de alguna manera, la nueva Pascua eucarística, que
tiene a todo hombre vinculado a ella por el sacrificio de la cruz, no hace
otra cosa que actualizar, indeficientemente, el sacrificio redentor, al que
todos están por necesidad vinculados”. Aquí esta “memoria” es “anunciar la
muerte del Señor” (1 Cor 11:26) al renovar su mismo sacrificio redentor: la nueva y eterna alianza También se destaca que Lucas es el único evangelista que
dice que la consagración del cáliz tiene lugar “después de cenar”. Los otros
sinópticos sólo dicen que la institución eucarística se realiza “mientras
cenaban.” No es más que efecto del ritual de la cena pascual. Tenía diversas
partes, pero la “cena” estrictamente dicha terminaba con la comida del
cordero pascual, aunque seguían después nuevos complementos. Y Lucas no hace
otra cosa que precisar el momento de la consagración del cáliz, que fue
precisamente “después” de comer el cordero. Acaso correspondió al tercer
cáliz de vino que se bebía después de comer el cordero, y que se llamaba el
“cáliz de bendición,” por las largas bendiciones que sobre él se hacían (1
Cor 10:16). Por último, y muy brevemente, Lucas pone a continuación la
denuncia del traidor. 3.
DISCUSIÓN SOBRE LA PRIMACÍA, “Entonces comenzaron a preguntarse unos a
otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso.” Como hemos leído en otros relatos,
los apóstoles tienen rivalidad entre ellos, hasta la gran iluminación de
Pentecostés (Lc 9:46 par.). Concebían el reino al modo nacionalista judío, y
tenían pretensiones de los primeros puestos. Este pasaje esta en los tres
Evangelios sinópticos. Pero Mateo y Marcos lo ponen a continuación de la
petición que Santiago y Juan le hacen de los dos primeros puestos, sin
embargo Lucas lo pone aquí sin contexto alguno. Se piensa que fuese un
concepto independiente y que cada evangelista lo sitúa donde le viene bien. Por Juan se sabe del lavatorio de los pies por Cristo a
los apóstoles. Fue una “parábola en acto” que responde muy bien al sentido de
esta discusión. Posiblemente allí, o poco antes, pues creían la instauración
del reino próxima (Lc 19-11), surgió esta disputa, a la que Cristo responde
con la doctrina y con la “parábola en acto” del lavatorio de los pies. Al
menos la situación de Lucas es muy lógica, por el transfondo que supone. En todo caso la doctrina es clara. En su reino no puede
haber ambiciones de mando que hay entre los reyes de la tierra. Los puestos
de jerarquía y mando son puestos de servicio. Esta es la actitud que ellos
han de tener con relación a sus puestos en el reino. El mayor será en él como
el menor. Pues no busca el provecho, sino el servicio. Y así como
voluntariamente nadie quiere ser “servidor,” ésta debe ser su actitud. No
ambicionarlos. Y si vienen puestos jerárquicos, saber conducirse como un
“siervo.” Y les pone su ejemplo: El está a la mesa, siendo el mayor de todos,
como el que sirve. La frase pudiera ser de tipo “sapiencial,” o referirse a
otra comida de Cristo con los apóstoles, o ser metáfora de lo que El hacía en
su vida con ellos. Pero la semejanza de contenido con la doctrina — teoría y
práctica — , con el lavatorio de los pies, parece sugerir que se refiere a
este acto. Lo que sigue (v.28-30) tiene un contexto distinto (Mt
19:28). Aquí está situado en un contexto lógico. Cristo ha dispuesto, sin embargo,
para ellos un puesto de excepción en su reino: su 'participación ¡en él bajo
la metáfora usual del banquete, y que se sientan sobre tronos “juzgando” a
las doce tribus de Israel. “Juzgar” en el sentido bíblico de gobernar. Ellos
tendrán puestos de mando, y máximos, en su reino. Cabría discutir si se
refiere al reino en su fase celeste o “eclesial.” Mas, dado que poco antes
Lucas ha presentado, modificándola, la promesa de Cristo de comer la Pascua
con ellos, y que será en el reino “eclesial,” es lo más probable que aquí le
dé también a esta promesa de los apóstoles el sentido “judicial” en el reino
eclesial. Las “doce tribus” (Ap 7:4-8) es la nueva comunidad universal
cristiana. Como los antiguos “jueces,” los apóstoles defenderán, proclamarán,
instaurarán el “Israel de Dios” (Gal 6:16 4.
VATICINIO SOBRE LA CAÍDA Y
CONFIRMACIÓN DE PEDRO “Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que
cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces”. El anuncio de la negación de Pedro
lo traen los cuatro evangelistas. Pero la promesa del arrepentimiento de
Pedro, la promesa de no perder la fe y su misión “confirmadora” para los
otros, con la gran portada dogmática que todo esto importa, es propio del
relato de Lucas. Los cuatro evangelistas sitúan esta escena en momentos
distintos: Mateo y Marcos, en un contexto lógico en el cenáculo; Juan,
después del lavatorio de los pies. Y Lucas lo introduce en absoluto. El
repetir el nombre de Simón es digno de cierta solemnidad e importancia (Lc
10:11). La acción de ataque a Pedro y a los apóstoles se atribuye
a Satanás, el gran enemigo del reino que va a instaurarse pronto y de los
apóstoles, los grandes evangelizadores de él. El verbo usado significa pedir,
prestar algo. Evoca a Satán pidiendo licencia contra Job (Job 1:1-12). Posiblemente
con el uso deliberado de este verbo se quiere mostrar que la acción de Satán
contra los apóstoles es limitada en su suceso. La imagen con que se anuncia
esta embestida de Satanás es muy gráfica: va a zarandearlos (cribarlos) como al trigo (Am
9:9). Es un ataque muy fuerte, pues la hora era muy trascendental. Cristo rogó para que no desfalleciese su fe. El acto de
Pedro no fue, pues, pérdida de la fe, sino cobardía en Getsemaní y en el
palacio de Caifás, negándole externamente. Pero, además de lograr, por su
oración, mantener su fe, le da un encargo: “Y tú, cuando hayas vuelto,
confirma a tus hermanos.” El verbo “volver” aparece aquí sin complemento, pero tiene
el valor específico de volverse a Dios, de convertirse. En los profetas era
término usual para indicar la conversión a los caminos de Yahvé. La “vuelta”
de Pedro es de tipo moral. No es la pérdida de la fe, garantizada por Cristo.
Es la “conversión” de sus negaciones, que aquí se le anuncian (Lc 22:62), lo
mismo que recogen los otros dos sinópticos. Junto al Tiberíades, después de
resucitado Cristo, le protestaría tres veces su amor. 5.
LA GRAN PRUEBA QUE SE LES ACERCA “Cuando los envié sin bolsa, ni provisiones,
ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?” Cristo, aludiendo a la misión que confió a los 72
discípulos en Galilea (Lc 10:4), les anunció una acogida benévola, aunque
dejaba suponer alguna esporádica hostilidad. Por eso, entonces no necesitaban
estar preocupados por su sustento y hospedaje; sólo debían atender a la obra
de apostolado. Aún no habían los fariseos ni el sanedrín tomado el acuerdo
oficioso de matar a Cristo. Pero ahora todo va a cambiar. Por eso les dice
que el “que tenga bolsa (para dinero) que la lleve también, igualmente la
alforja (para provisiones), y el que no tenga espada, venda su manto y compre
una espada.” No interesa en la descripción la valoración concreta de cada uno
de estos elementos — bolsa, alforja, espada —, sino lo que significan en
conjunto: el estar bien equipados para hacer frente a la nueva situación. La razón de esto es que lo que se refiere a El “llega a su
término”: su pasión y muerte. Va a cumplirse en El una escritura: “fue
contado entre los malhechores.” La cita es de Isaías (52:12), y pertenece al
poema del “Siervo de Yahvé.” El sentido general es que Cristo, en su pasión,
fue contado entre el número de aquellos que, por ser malhechores, fueron
condenados a semejantes suplicios. Pero la cita cobra una plasticidad máxima
al verse a Cristo crucificado entre dos ladrones. Los apóstoles demuestran no haber comprendido bien el
sentido de lo que Cristo les dijo, (ellos dijeron: Señor aquí hay dos
espadas) y responden con lo que más les impresiona: las espadas. Por lo que
le advierten que tiene allí dos. Aunque la palabra usada aquí podría tener el
sentido de los “cuchillos” utilizados para inmolar la Pascua. Los galileos eran gente brava, y no sería
improbable que se hubiesen provisto para hacer el viaje de peregrinación a
Jerusalén, máxime en aquella época tan turbulenta, así trasmitida por el
historiador Josefo. 6.
LA AGONÍA EN GETSEMANÍ “Enseguida Jesús
salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos”. En este relato, Lucas sintetiza
las ideas de Cristo a los apóstoles dormidos en una sola. “¿Por qué están durmiendo?
Levántense y oren para no caer en la tentación”.” Pero pone el célebre pasaje de la aparición de un ángel
“confortándolo” y el “sudor de sangre” durante su oración. El concilio de
Trento definió que este pasaje está inspirado. Y la exegesis cristiana exige
sostener no sólo la inspiración, sino la genuinidad lucana del mismo. El relato de Lucas sobre la oración de Cristo en Getsemaní
es el más impresionante. Su tristeza y su dolor fueron subiendo hasta llegar
a ser flujo de “agonía.” Esta palabra no significa aquí los espasmos y
estertores finales de la vida, sino, el sentido de “lucha,” dolor grande que
se acusa en el rostro (Mc 3:14-16), ansiedad, etc. El contexto del sudor de
sangre es el que mejor valora el sentido filológico de esta “agonía.” Y estando en este estado, “oraba” en una forma insistente
y repetida “con tensión,” “con ardor.” es ”fervorosísimamente,”
“intensísimamente.” “Entonces apareció un ángel del cielo que lo confortaba”. Es
en este momento cuando tiene lugar la aparición de un ángel “confortándole” Corresponde a este momento lo que relata Lucas: En medio
de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de
sangre que corrían hasta el suelo. La razón teológica de este fenómeno fue, más que la muerte
que le aguardaba, la visión sobrenatural que tenía del volumen desorbitado
del pecado de los seres humanos. “Él sudor de sangre no fue más que la
externa manifestación, elocuentísima ciertamente, pero desproporcionada ante
el contraste del interno martirio” por causa de “los pecados. 7.
LA PRISIÓN DE CRISTO “Todavía estaba hablando, cuando llegó una
multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce.” Lucas parece más lógico que los
otros evangelistas al narrar el prendimiento de Cristo, ya que aquéllos
cuentan el saludo de Judas y el prendimiento de Cristo, y luego el ataque de
Pedro al siervo del sumo sacerdote, dándole un tajo a una oreja, aunque no
narran la curación que Cristo le hace. Pero, si Cristo estaba ya “prendido” y
atado, no se explica bien el que, en esta actitud, toque la oreja de este siervo
para curársela. Lucas, que relata esto, lo pone con un curso de redacción más
lógico. Además, si Cristo le curó la “oreja derecha” con sólo “tocarla” (Lc),
es índice que el golpe de Pedro no se la había desprendido, sino sólo dado un
fuerte corte en ella. Lucas resaltará las palabras de Cristo como comentario a
todo este suceso, del Mesías en prisión: “Esta es vuestra hora y el poder de
las tinieblas.” Era la hora de la gran lucha entre Cristo y Satán, de la que
Cristo dijo: “Llega el príncipe de este mundo” (Jn 14:30; cf. Lc 22:3; Jn
13:1-3). 8.
LAS NEGACIONES DE PEDRO. “Éste también estaba con él”. Pedro lo negó
diciendo: “Mujer, no lo conozco”. El tema de las negaciones de San Pedro es un problema ya
clásico. La figura de Pedro hizo a la catequesis y a los cuatro evangelistas
recoger las tres negaciones profetizadas. Pero de la confrontación de textos,
Pedro negó más veces que tres. Mas, como Cristo le había anunciado que, antes
que el gallo cantase dos veces, él le habría ya negado tres, los evangelistas
quisieron hacer ver el cumplimiento de las tres negaciones, pero tomando para
ello momentos distintos de éstas. Era frecuente entre los judíos hacer el cómputo de ciertos
trabajos por el canto del gallo. Mateo y Marcos unen el arrepentimiento de Pedro al “recuerdo”
de las predicciones, al oír cantar el gallo, no obstante, Lucas es el único
que trae la escena completa. Pedro niega por tercera vez y oye el canto del
gallo. Pero coincidió que, “vuelto el Señor, miró a Pedro,” y Pedro se
“acordó” de la profecía del Señor. Esta “mirada” de Cristo a Pedro coincide
con el momento preciso en que el pelotón de soldados bajaban a Cristo del
piso superior, donde fue el proceso, para llevarlo “abajo” (Mc 14:66), a
algún calabozo, donde estará hasta el proceso “matutino.” Pedro estaba en el
patio calentándose. Allí se cruzó la “mirada” de Cristo, que venía del
proceso nocturno del Sanedrín, donde había sido injuriado, y coincidió esta
mirada de misericordia sobre Pedro con el momento en que acaso Pedro negaba.
Debió de ser esta escena sobre las cinco de la madrugada, hora en que en
Jerusalén suele oírse el segundo canto del gallo. 9.
CRISTO ANTE EL SANEDRÍN “Después de arrestarlo, lo condujeron a la
casa del Sumo Sacerdote.” Lucas es, de los tres sinópticos, el más sintético
en el relato de la condena de Cristo por el Sanedrín. Sin embargo, la
narración es, fundamentalmente, la misma que hacen Mateo y Lucas, aunque con
una diferencia: que éstos ponen este proceso nocturno, mientras que Lucas lo
pone matutino. Aunque, aparte del relato de ese proceso nocturno, ponen otro
consejo matutino del Sanedrín, sin duda el oficial para condenar a Cristo (Mt
27:1; Mc 15:1). Lucas dice que para esta reunión y condena matutina
llevaron a Cristo “al tribunal de ellos”. Algún autor lo interpretó del local
propio del Sanedrín, para dar allí la condena oficial, ya que el proceso
nocturno se había tenido en el palacio de Caifás. Filológicamente, la frase
puede tener los dos sentidos. Pero el que significa “corpus” y no local es el
ordinario. Hasta la forma de decir “sanedrín de ellos” parece sugerir la
primera. En el interrogatorio de Cristo, se le pregunta si es el
Mesías. El responde con elementos descriptivos de la profecía de Daniel (c.7)
y del salmo 110:1 los que dicen que el Hijo del hombre “estará sentado desde
ahora a la derecha del poder de Dios.”Espantados ellos, le preguntan: “¿Entonces eres tú el Hijo de Dios?”
Lo afirma, y lo condenan. La expresión Hijo de Dios no tiene aquí el valor sinónimo
de Mesías. Ya, primeramente, le preguntan si es el Mesías, y luego si es el
Hijo de Dios. Pero la razón que hace ver esto no es sólo su identificación
con los relatos de Mt-Mc, donde se ve por el análisis que El se define y le
condenan por “blasfemo,” por ser el Hijo de Dios, sino que lo es por la
descripción con la que define su mesianismo. No sólo es el Mesías, sino que
se presenta con rasgos divinos, utilizando precisamente la profecía de
Daniel, que había sufrido una evolución, hasta interpretarse el Hijo del
hombre en un sentido personal y con caracteres divinos. A lo mismo lleva el
uso aquí del salmo 110:1: se presenta participando los poderes de Dios.
Precisamente Cristo, unos días antes, les había alegado este salmo para
orientarles hacia el origen trascendente del Mesías (Lc 20:41-44 par.). De
ahí que, al oír esta descripción, los sanedritas le pregunten, espantados, si
El era — se creía — lo que tantas veces había dicho que era: el Hijo de Dios.
Y al afirmarse en ello, viene la condena. La expresión “Hijo de Dios” y “sentado a la diestra del
poder de Dios” = Dios, en su contexto daniélico de esta época, en el ambiente
cristiano en el que se escribe y al que va destinado, es la confesión de la
divinidad de Cristo. Otra cosa es que el Sanedrín considerase blasfemia el que
— considerándole corruptor en Israel — se considerase el Mesías davídico y
situado junto al mismo Dios. 10. ACUSACIÓN ANTE PILATO “Después se levantó toda la asamblea y lo
llevaron ante Pilato.” Los cuatro evangelistas recogen que la primera acusación que se hace
contra Cristo ante Pilato no es la divinidad, que es por lo que le condena el
Sanedrín, sino la realeza: el proclamarse Mesías. Confesión que Cristo había
hecho en su vida, pues era su misión. Pero deformado, por deformación
involuntaria o maldad, que prohibía pagar tributo al Cesar, cuando era todo
lo contrario. Pilato, del exámen de Cristo, no ve nada punible. Pilato
confiesa tres veces la inocencia de Cristo (Lc 23:4.14-21; lo mismo que en Jn
18:38; 19:4.6). La narración de Juan da bien el sentido. Y aquí se supone un interrogatorio
de fondo similar al de Juan (18:15-38). La respuesta tajante de Cristo en
Lucas resulta equivoca si no se supone un interrogatorio que la precise lo
mismo que en Mateo-Marcos. Pilato vio en El un idealista oriental. Pero le
acusan de “subversión” con su enseñanza. Y al dar el volumen de la misma
Judea-Galilea, dan a Pilato oportunidad para una hábil maniobra. Se lo va a
remitir a Antipas. La frase “no
encuentro culpa” era expresión de la jurisprudencia romana, que daba por
terminada una sentencia por falta de pruebas. 11. CRISTO ES ENVIADO A HERODES ANTIPAS “Pilato preguntó si ese hombre era galileo. Y
habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo
envió”. Sólo el
relato de Lucas trae esta narración. Pero ya en la descripción que hace de
Antipas, a propósito del Bautista, deja literariamente preparada esta escena
(Lc 9:9). Herodes Antipas era hijo de Herodes el Grande. Desde el
año 4 (d. C.) era tetrarca de Galilea. Se le considera el más inteligente de
los hijos de Herodes. Pero era hombre sensual y frívolo. Algunas veces subía,
por política, a Jerusalén a las fiestas, hospedándose en el palacio de los
Asmoneos. Pilato, al oír que Cristo “era,” es decir, vivía en
Galilea, ve una buena solución para eximirse de aquel enojoso asunto para él,
pues reconociendo la inocencia de Cristo, ve en ello una imposición y
exigencia de los judíos, a los que odiaba. Los gobernadores romanos no podían
administrar justicia a sus súbditos fuera de su jurisdicción. Pero el caso de
Antipas era distinto, y el procurador de Roma podía delegar en Antipas,
además príncipe vasallo de Roma, su jurisdicción en este caso, y en su
territorio. Pilato esperaba que Antipas se hiciese cargo
definitivamente de aquel asunto. En todo caso, esperaba una declaración de
inocencia. Pues si hubiese un crimen delictivo, el tetrarca lo hubiese
encarcelado o muerto allí. Aparte que, si creyese que iba a sentenciarle a
muerte, la acusación recaería sobre él, por mostrar poco celo por Roma. La llegada de Cristo a Antipas agradó mucho a éste. La
razón era que había oído hablar mucho de El y “esperaba ver alguna señal,” un
prodigio. Lo consideró como un bufón o como persona entregada a artes
ocultas, que divertían por entonces a las cortes. Y, por eso, “le hizo muchas
preguntas.” Pero Cristo nada contestó. Cristo no venía con sus milagros a
divertir, sino a salvar. Antipas, que en un principio no dio importancia a
las acusaciones de los sanedritas, ahora, seguramente para salir de aquella
situación, permite que le acusen. Pero no les hace caso. La venganza de
Cristo la va a buscar por otro lado, menos comprometido para él. Lucas mandó
poner “una vestidura brillante”, después que él con su corte le “despreció.”
Probablemente esto último se refiere a que Antipas, con una frase despectiva,
logró que le hiciese coro la corte servilista que tenía. La “vestidura
brillante” piensan algunos que sería al tipo de la clámide roja que le
pondrán en la coronación de espinas, o una vestidura blanca, símbolo de
inocencia, y aquí de irrisión, locura; para otros era una parodia del vestido
real judío, que era blanco. De un pasaje de las actas apócrifas del apóstol
Santo Tomás se deduce que ponerse vestidos reales viene a ser equivalente a
ponerse vestidos brillantes. El sentido, pues, de esta vestimenta irrisoria
de Cristo es representarlo, en sus pretensiones de Rey Mesías, como rey de
burla. 12. CONTINUACIÓN DEL PROCESO ANTE PILATO: CONDENACIÓN El relato de Lucas, terminada la escena de Herodes, sigue
al modo de los otros dos sinópticos, excepto que omite la escena de la
flagelación y la escena burlesca que los soldados hacen a Cristo en el
pretorio. Esta última omisión, debida, seguramente, al público gentil a quien
destina su evangelio. La condenación es a petición del pueblo; es una exigencia fanática
del mismo. Mc explícita más en su relato que el motivo es por hacerse rey.
Juan destaca también la exigencia judía de respetar su Ley, castigándole por
hacerse Hijo de Dios. Lucas y Mateo dejan el tema planteado al entregar a
Cristo a Pilato, por 'hacerse Rey; pero en la condena sólo presentan el
pugilato entre Pilato, que quiere defenderle, y los judíos, que piden su
muerte. La condena religiosa del sanedrín interesaba menos — y hasta sería
menos comprendida — por el público gentil al que destina su evangelio Hech
18:14-16). Por eso destaca el aspecto “político” de la condena. 13. “Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón
de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz”. Lucas es el único que cuenta
dos datos propios en esta Vía Dolorosa. Viendo el desfallecimiento de Cristo,
el centurión, seguramente, fue el que “requisó” a Simón de Cirene para que
“llevase la cruz detrás de Jesús” Simón debió de llevar sólo el patibulum,
que era lo ordinario, pero él solo. Con ello buscaba descargar del peso a
Cristo desfallecido. Por lo que es error presentar a Cristo cargado con la
cruz y al Cireneo llevándola también, pero levantándola por la parte
inferior. Con esto se lograba lo contrario de lo que se pretendía: cargar
todo el peso sobre Cristo. “¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí;
lloren más bien por ustedes y por sus hijos.” Luego de decir que le seguía gran
“muchedumbre de pueblo” y “de mujeres que se herían en el pecho y lamentaban
por El,” va a narrar las palabras de Cristo a estas piadosas mujeres. Era costumbre en los duelos funerales la presencia de
lloronas (Mt 9:23), que con gritos y gestos desgarradores mostraban el dolor.
Este grupo de mujeres jerosolimitanas eran gentes afectas a El. No debió de
ser un grupo numeroso, y por eso pudo no llamar especialmente la atención,
menos aún la preocupación de la escolta de la custodia. Pero Cristo, en su
caminar, se “volvió” a ellas para agradecerles aquella compasión, acaso
también para evitarles complicaciones legales de continuar así, y, sobre
todo, para hacerles la profecía de la destrucción de Jerusalén. Sabe lo que
es el dolor de madre. Por eso, ante el dolor de la muerte de sus hijos,
guerreros muertos o cautivos en la destrucción de la ciudad, desearían no
haber sido madres. Pero el castigo va a ser terrible. Si se hace esto con el
“leño verde,” que es El, ¡qué ha de suceder con el “seco,” que es Jerusalén,
que no quiso recibir al Señor en las horas benéficas de su visitación! 14. “PADRE, PERDÓNALES, PORQUE NO SABEN QUÉ HACEN” “Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen”.Dentro del
cuadro general de la crucifixión de Cristo en el Calvario, con algunas
variantes, hay algunos elementos propios de Lucas y otros más desarrollados. Lucas es el que recoge la primera palabra de Cristo en la
cruz: “Padre, perdónales, porque no saben qué hacen”. Esta palabra debió de
ser pronunciada por Cristo en diversos momentos de su crucifixión e incluso
ya crucificado. El perdón que Cristo pide a su “Padre” — la mejor
invocación que podía hacer, ya que estaba siendo crucificado por haber
revelado que era su “Hijo” — se refiere probablemente a los dirigentes de
Israel, los verdaderos culpables de su muerte. Los soldados romanos no sabían
quién era Cristo; se limitaban a cumplir una ordenanza. Pero, si los
dirigentes sabían quién era Cristo, ¿cómo dice que “no saben qué hacen”?
Cristo sólo presenta al Padre un hecho: el hecho actual pasional de su
ceguera. No alude a su acto voluntario “en causa.” San Pablo dirá que, si lo
hubiesen conocido como tal, nunca le hubiesen crucificado (1 Cor 2:8). Pero
no lo conocieron culpablemente. Y Cristo sólo presenta esta ceguera pasional
como hecho actual. Es la misericordia de Cristo volcándose por los seres
humanos (Hech 3:17; 13:27). Sin embargo, parece que esta palabra tiene en el intento
de Cristo un mayor alcance. Pide perdón por todos los hombres, va que el
pecado de todos es la causa real de su crucifixión. Pues en todas las
palabras de Cristo en la cruz, excepto en la segunda, al buen ladrón, que
tiene un carácter más personal, todas las demás tienen, directa o
indirectamente, un sentido universal por todos los hombres. En el “sentido
pleno” de ella, probablemente, tiene este sentido universal. Lucas pone todavía ante el cuadro de los que escarnecen a
Cristo a los “soldados” de la custodia, que repetían lo que oían a los
príncipes de los sacerdotes: que, si era el Mesías, bajase de la cruz. Era el
odio del soldado — romano o samaritano — al judío. En boca de los príncipes de los sacerdotes pone, como
sinónimo del Mesías, el “Elegido”. 15. LADRONES CRUCIFICADOS CON CRISTO “Con él llevaban también a otros dos
malhechores, para ser ejecutados.”En cambio, deja para lo último, para darle un desarrollo
especial, la escena de los dos ladrones crucificados con El; los otros dos
sinópticos sólo aluden a que estos “bandidos” le ultrajaban. Según el derecho judío, no podían ser ejecutadas dos
personas el mismo día, pero la crucifixión y la justicia aquí eran romanas. Y
en el uso romano esto era frecuente, o por comodidad de no repetir más
ejecuciones, o por ejemplaridad de la pena. En las “actas de los mártires”
son frecuentes las ejecuciones colectivas. Estos que van a ser crucificados con Cristo eran
“malhechores” y “salteadores,” bandidos que asaltan a mano armada. Es la
conducta que justifica su muerte en aquella época que Josefo refleja con
numerosas alteraciones sociales. Cuando Cristo estaba en la cruz, el mal ladrón le
injuriaba. Los Evangelistas Mateo Y Marcos ponen que lo injuriaban los
crucificados con El. Se pensó, como solución fácil, que primero lo injuriaban
los dos, y luego uno se convirtió. La escena debió de tener lugar algún tiempo después de la
crucifixión. Pues supone el haberse este ladrón recuperado algo de los
espasmos del suplicio; también requiere esto el ver que insultaba a Cristo
con las palabras que oye a los asistentes. Pero el buen ladrón le reprende, y, reconociendo la
justicia de la pena a sus culpas, proclama la inocencia de Cristo, al tiempo
que, por los insultos que el otro dirige a un inocente, demuestra no temer a
Dios, que le aguarda ya en su tribunal. Seguramente el buen ladrón había oído
hablar de Cristo: de su vida de portentos y de su mesianismo. Y ahora, ante
su majestad y conducta en la cruz, se confirmaba en ello. Aquella conducta
era sobrehumana. Y, volviéndose a Cristo, le pidió que se acordase de él, “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a
tu Reino”. En efecto Lucas pide que se acuerde de él cuando venga a
establecer su reino en el momento “escatológico,” a la hora de la resurrección
de los cuerpos. La respuesta de Cristo es prometerle, con gran solemnidad,
que “hoy estarás conmigo en el Paraíso.” Este disponer por parte de Cristo de
la suerte eterna de los seres humanos le presenta dotado de poderes divinos.
No es un profeta que anuncia una revelación tenida; es Cristo que aparece
disponiendo él mismo de la suerte eterna de un hombre. Y esto es poder de
Dios. 16. MUERTE DE CRISTO “Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó
y la oscuridad cubrió toda la tierra” Sobre el mediodía, es decir, desde la hora de la
crucifixión de Cristo hasta las tres de la tarde, en que muere, una oscuridad
se extiende por todo el Calvario y acaso por el horizonte perceptible. La
frase “toda la tierra” no exige una universalidad mundial, ni siquiera de
Palestina. Son fórmulas rotundas, y más en Lucas, tan propicio a expresar
literariamente el impacto de algo grande por la expresión “todo.” El
significado de este fenómeno, puesto en función de los profetas, es signo de
venganza divina por el deicidio. También Lucas relata la rotura del velo del templo, que
significaba que se hacía profano el viejo culto (cf. Heb 9:12; 10:20). Pero
lo pone conjuntamente con las “tinieblas,” y antes de la muerte de Cristo,
mientras que Mateo y Marcos lo ponen después; y Mateo como parte de un
“sumario” de hechos prodigiosos; y Marcos abreviado. El grito que Cristo da al morir, si, en absoluto, podía
ser natural, tal como lo describen los evangelistas, junto con las
expresiones literarias que usan, hace ver que lo presentan como fenómeno
sobrenatural, que acusa la libertad de Cristo en su muerte. Lucas es el único evangelista que recoge la séptima
“palabra” de Cristo en la cruz al morir. Con ese “gran grito,” Cristo
pronuncia esta “palabra,” tomada del salmo 31:6, mesiánico, al que Lucas
recoge antepuesta la palabra “Padre.” Cristo, al utilizarla, conecta
mesiánicamente con ella y la enriquece de contenido. Libremente “depone” su
“espíritu” — semitismo por vida — en las “manos” — semitismo por voluntad —
de su Padre. Cristo muere libremente. Nada sucede en El al margen de su
voluntad. Si el proceso natural de su muerte va a llegar, no llegaría si El
no lo autorizase. Quiso sincronizar el proceso natural de su muerte con su
voluntad de morir (Jn 10:17-18). 17. GLORIFICACIÓN DE CRISTO POR EL CENTURIÓN Y ASISTENTES Cuando el centurión vio lo que había pasado,
alabó a Dios, exclamando:“Realmente este hombre era un justo”. En un pequeño esquema, Lucas pone
la reacción de las gentes ante la muerte de Cristo. El primero es el centurión, que lo proclama “justo.” La
grandeza y dominio sobrehumano de Cristo en su muerte le hace proclamar que
no era lo que los judíos decían, sino un hombre “justo.” En Mateo y Marcos,
el centurión lo proclama “Hijo de Dios.” Podía ser porque el centurión refleja
ser verdad lo que los sanedritas decían ser mentira: ser “Hijo de Dios,”
valorado por él al modo mitológico; o por una interpretación posterior; o por
el enfoque distinto de los evangelistas: Mateo-Marcos buscarían expresar la
confesión mesiánico-divina de Cristo, mientras que Lucas buscaría destacar el
valor apologético de la inocencia del mismo, por lo que quiere destacar su
inocencia de no agitador político ante sus lectores étnicos, o acaso, por
escribir para lectores étnico-cristianos, en un mundo en el que se hablaba
mitológicamente de hijos de dioses, quisiera Lucas evitar una mala
inteligencia de la expresión. Con la fórmula rotunda de su estilo, dirá que “toda la
muchedumbre” que asistió al Cal-vario, al ver lo sucedido — conducta de
Cristo, tinieblas, terremoto, etc. — , se “volvía hiriéndose el pecho” en
señal de arrepentimiento. Con esta fórmula Lucas quiere acusar el fuerte
impacto causado. Pero ¿cuál es el intento exacto de esta afirmación de Lucas?
¿Cómo se compagina esto con el que los discípulos, después del Calvario,
estaban “encerrados” por miedo a los judíos? (Jn 20:19). ¿Hay un
adelantamiento de los efectos cristianos posteriores al Calvario, conectados
con el impacto de lo sucedido allí? Por un contexto lógico-histórico dice que “todos” sus
conocidos, jerosolimitanos unos, otros galileos, y seguramente que entre
ellos los apóstoles, como lo sugiere el caso concreto de la presencia de
Juan, “desde lejos,” pues la guardia de la custodia no permitía acercarse
allí a nadie, “contemplaban todo esto.” ¿Por qué ninguno de los sinópticos,
(Mateo y Marcos citan a Magdalena junto a la cruz), no citan a María, su
Madre? 18. LA SEPULTURA “Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en
una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había
sido sepultado.” La
primera parte de la descripción coincide con los otros evangelios sinópticos.
Juan completa bastante la escena. Lucas dice que era la preparación de la
Pascua, y que “estaba para lucir el
sábado.” El sentido de este estar para lucir el sábado, cuando éste comenzaba
al ponerse el sol, acaso sea debido a la costumbre judía de encender la
“lámpara el sábado” con especial abundancia de luminarias. “Las mujeres que habían venido de Galilea con
Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido
sepultado.” Como los otros sinópticos, pone a las mujeres observando
bien el sepulcro y el lugar donde ponían el cuerpo. Como no conocían este
sepulcro no quieren que, cuando vuelvan, pasado el reposo sabático, a
completar el especial embalsamamiento, pudieran encontrarse con la duda de
dónde había sido depositado. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio
Donoso Brant |
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