PERDONAR PARA SER PERDONADOS

"Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?

Mt 18, 21-35

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

 

¡Necesito que me pida perdón!, ¡Yo a este no lo perdono!, ¿Perdonar?, parece que esto es algo que no resulta fácil, en especial cuando las heridas son profundas y más aún, cuando el que ofende, no muestra arrepentimiento o revela una soberbia. Pero ante todo parece que lo que más necesitamos, es que se haga justicia, y lo mas grave, es cuando nos tienta la venganza, y a toda costa queremos una reparación del mal causado.

¿Y donde queda la misericordia? Decimos con gran alegría que Dios es rico en misericordia, además que es infinita, pero y la nuestra, ¿Hasta dónde llega?

La Sagradas Escrituras, a través del libro del Eclesiástico (Eclo 27, 30- 28,7), no muestra el vínculo que une el perdón otorgado por el hombre a su semejante, con el perdón que él mismo pide a Dios y nos dice que “El rencor y la ira son abominables, y ambas cosas son patrimonio del pecador”. Y nos preguntamos ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? ¡No tiene piedad de un hombre semejante a él y se atreve a implorar por sus pecados! El punto esta en si somos capaces de aceptar de esta lectura: “Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados.”o “y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa.”

Si miramos la cruz, resonarán la enseñanzas de Jesucristo, Nuestro Señor, el antes de expirar, implora perdón para sus verdugos.

Ciertamente, la “ley del talión”, fue abolida y el mensaje del Eclesiástico no es otro que: si los hombres no olvidan los agravios recibidos de sus prójimos, tampoco Dios les perdonará las ofensas que han cometido contra Él. Inversamente, quien perdona a su prójimo, se verá a su vez perdonado por Dios.

En respuesta a la infinita misericordia de Dios, el salmo (Sal 102, 1-4.9-12), nos recuerda su bondad y compasión, “El Señor es bondadoso y compasivo.”, Él perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. No acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas.

Jesús, es nuestro Maestro y de El son todas las buenas enseñanzas, el perfeccionó la ley del perdón ampliándola para todos los hijos de su Padre y cualquier tipo de ofensa, ¡Señor Perdónalos porque no saben lo que hacen!, y con su sangre nos ha hecho a todos los hombres hermanos, y a saldado los pecados de los hombres.

En el Evangelio de Mt 18, 21-35, Pedro, parece convencido de que le  plantea al Señor algo exagerado, y se acerca a Jesús le preguntó a Jesús: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces? Y el Señor le responde: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Esta expresión oriental que significa un número ilimitado de veces. Jesús emplea la misma expresión, para enseñar así que el mal ha de ser vencido por la bondad ilimitada que se manifiesta en el perdón incansable de las ofensas. Pensándolo bien resulta una obligación desconcertante, casi impresionante.

¿Por qué poner límites?, la caridad, el amor no tiene limites, como ya he comentado, siete es un número indefinido, Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”, esto es, un rechazo de plano a la limitación agregándole un número simbólico aún más indefinido.

¿Cuál ha de ser la actitud cristiana ante las faltas reiteradas del prójimo? La vida está llena de reincidencias en culpas perdonadas, entonces, entonces, ¿vamos estar sometidos al un número de indefinidos perdones? nuestros perdones, ¿consideran una actitud sincera de perdón ante Dios?

Pedro, que plantea el problema, lo lleva al extremo de preguntar si incluso ha de perdonar “siete veces,” número muchas veces simbólico de lo universal (Gen 4:24). La pregunta de Pedro es equivalente a saber si tiene que perdonar siempre. El judaísmo discutía el número legal de veces a perdonar; generalmente eran cuatro. Pero era un perdón externo. La respuesta de Jesús es afirmativa, con el grafismo oriental, de perdonar no sólo “siete veces,” sino “setenta veces siete.” Y para hacer más gráfica la enseñanza se expone una parábola.

Dice Jesús: “Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.” El “talento” era una unidad fundamental de peso; indicaba un peso determinado de dinero. El “talento” comprendía 60 “minas” = 6.000 “dracmas áticas.” La “dracma ática” era equivalente al “denario.” Y éste era la paga diaria de un jornalero (Mt 20:1). Por eso la deuda de 10.000 “talentos” era equivalente a 60 millones de "denarios.” La deuda era, pues, fabulosa. Entonces, la escena, utiliza deliberadamente datos supuestos, para una finalidad pedagógica.

Dice la parábola; “Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.” Se manda, para compensar en parte, vender a su mujer, hijos y propiedades. En los contratos de entonces entraba la responsabilidad familiar. Sin embargo, no es posible, con esta venta, lograr pagar una cantidad respetable de la deuda de los 10.000 “talentos.” Sin embargo se acusa la misericordia de su señor con él. Por lo que, no pudiendo pagar, el dueño se lo perdona todo.

Pero se contrapone la conducta de este siervo perdonado con lo que exige a su otro compañero para que le pague, inmediatamente, una pequeña deuda: 100 ”denarios.” Y al no pagarlos, lo mete en la cárcel. Enterado el rey, lo manda encarcelar hasta que pague la deuda. La parábola se alegoriza en parte. Se destacan algunas situaciones especiales, como el motivo por el que el compañero del siervo debía haber perdonado, porque el rey — Dios — le había perdonado a él. “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 5:43-48; cf. Col 3:12-15; Sant 2:13). También se percibe, alegorizada, la distancia entre el perdón del rey al siervo (60.millones de denarios”) y lo que no quería perdonar aquel otro compañero (100 “denarios”). Esto habla de la deuda infinita del perdón de Dios a los seres humanos, y la pequeñez de perdón de los seres humanos entre sí.

Pero el punto central es la necesidad de perdonar para que Dios perdone.

Pablo nos recuerda: “Sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros, como Dios los perdonó en Cristo” (Ef 4,32). Esto es los cristianos debemos perdonarnos siempre, no algunas veces. Ser buenos, como dice Pablo, es saber emplear bien esta palabra, porque cuando queremos decir que aprobamos algo y estamos conforme decimos esta bueno, y cuando queremos indicar que algo que ya es suficiente y debe terminar, como el rencor, decimos bueno, ya esta bien, aún mas cuando recibimos una agradable noticia decimos que bueno, y cuando pecamos o ofendemos y nos arrepentimos o vemos a alguien arrepentido, hay sentimientos de pena y lástima por la desgracia o por el sufrimiento ajeno, por eso debemos ser buenos y compasivos. Es así, como perdonamos siempre, como Dios nos perdona a nosotros, como Dios es bueno con nosotros.

Para que la caridad siempre este viva y reine entre nosotros, es indispensable el perdón de las injurias, es así como Jesús rechaza las limitaciones que quiso poner Pedro, para destacar aún más la necesidad de perdonar y sin límites, además que hay que perdonar y siempre hacerlo de corazón, a igual que el amor, cuando uno ama, ama de verdad, de todo corazón, sin límite y siempre. Así es, nuestro Dios Padre con nosotros, así nos ha enseñado, y así debemos ser y actuar, perdonar a nuestro prójimo de corazón, rogar por él, desearle todo bien y hacer que llegue la paz, por sobre cualquier dificultad.

La parábola que nos deja hoy Jesús, nos llega al corazón, porque nos damos cuenta de la falta de generosidad de aquel que había recibido la benevolencia y la comprensión y luego el se la niega a un hermano. Es así como luego al enterarse el rey lo mandó llamar y le dijo: "¡Miserable!" e indignado, lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Esa es la gran diferencia que quiere destacar Jesús y nos pone en contrastes la generosidad de Dios, que nos perdona grandes deudas, contra la mezquindad de los hombres, el cual muchas veces ni siquiera quiere perdonar pequeñísimas cosas. No deja de se cierto la gran diferencia de nuestros pecados contra Dios y la de algunos contra nosotros que comete nuestro prójimo o nosotros contra ellos, por eso Jesús destaca que el servidor debía diez mil y a el tan solo cien.

Pero debemos tener muy en cuenta, que al final de este Evangelio, Jesús nos dice “Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos". Esta deducción es muy clara, Dios no nos perdonará, si nosotros no perdonamos. ¿Es justo esto?, lo que no es justo es que nosotros pidamos perdón, Dios nos conceda misericordia y nosotros no seamos capaces de perdonar (“perdona nuestras deudas…así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden...)

Oración

Retomemos el pedido de Eclesiástico, pensemos en nuestro fin, y terminemos con todos los enojos, recordemos los mandamientos, y no te enojes con tu prójimo..., y perdona el error. “ Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados y recemos con amor:

OH mi amado Jesús, Hijo de Dios, llegamos hasta a ti, porque tu eres nuestro único Maestro, grandes son tus enseñanzas, y a pesar de que te seguimos, no siempre te somos fieles, y reconocemos que no es difícil perdonar, queremos que nos guíes, nos ayudes, e invocar tu gran misericordia. Si Señor, queremos pedirte perdón, porque que tu puedes y quieres perdonarnos, porque tú has lavado nuestra faltas y diste la vida por nosotros, porque tú eres nuestra salvación y toda nuestra esperanza.

Te pedimos Señor, que reanimes en nosotros el deseo y la confianza de tu perdón; vigoriza el propósito de nuestra conversión y de nuestra fidelidad. Conocemos de tu dulzura, de tu misericordia. Tú que quitas los pecados del Mundo, atiende esta súplica. Amen.

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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