“¿Qué debemos hacer
entonces?” Lc 3, 2-3. 10-18 Autor: Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant 1. JUAN BAUTISTA, EL HIJO DE ZACARÍAS, QUE ESTABA EN EL DESIERTO. La aparición de Juan predicando es un momento de gran
importancia, Lucas lo pone viviendo en los desiertos: “El niño crecía y su
espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su
manifestación a Israel.” (Lucas (SBJ) 1,80). Allí
se preparó en la austeridad y penitencia para su misión sobrenatural. Una
moción especial le hizo comprender que el momento de su actuación había
llegado. Juan actúa en el “desierto de Judea.” Es una zona abrupta,
pedregosa y estéril, de En la elección del “desierto” para esta preparación
influyó una razón de tipo ambiental. Los documentos de Qumrán
han hecho ver que esta comunidad se había retirado al desierto precisamente
para esperar allí la hora mesiánica. Dice la Regla de la comunidad: “De
acuerdo con estas determinaciones, se alejarán de los hombres impíos para ir
al desierto y preparar allí el camino de El (Dios), como está escrito: 'En el
desierto, preparad el camino de Yahvé., allanad en la estepa el sendero a
nuestro Dios”. 2. ESTE COMENZÓ A RECORRER TODA LA REGIÓN DEL RÍO JORDÁN Juan, sin embargo, ejercía su actividad por toda la región
del Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los
pecados. Esto provocó un gran movimiento de masas, pues “venían a él de
Jerusalén, y de toda la Judea, y de toda la región del Jordán” (Mt 3:5; Mc 1:5). Y el cuarto evangelista añade que llegó hasta
Betania, en Trans-Jordania (Jn
1:28) y Ainon (Jn 3:23). Eran razones de apostolado y de conveniencia para ejercer
el bautismo en determinados lugares. Posiblemente las crecidas del Jordán le
llevaban a determinados vados, que se prestaban mejor para ejercer estos
bautismos de inmersión, como en el caso de Ainón:
“Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y
se bautizaba.” (Juan (SBJ) 3:23). 3. LA GENTE LE PREGUNTABA: ¿QUÉ DEBEMOS HACER ENTONCES? La gente le preguntaba, esta son las “muchedumbres,”
expresión redonda con la que indica grupos especialmente impresionados,
dispuestos a una renovación verdadera. Ellos le preguntan qué han de hacer
“en concreto” para prepararse al reino. La respuesta es la religiosidad
verdadera: las obras que acusen un deseo de Dios verdadero. Era la
predicación de los profetas: “repartir vestido y alimento: las obras de
misericordia. La frase evoca bien un pasaje de Isaías, ¿No será partir al
hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas
a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes?” (Isaías (SBJ)
58:7). 4. ALGUNOS PUBLICANOS VINIERON TAMBIÉN También vienen a su bautismo grupos de “publícanos.” Estos
eran especialmente odiados, sobre todo si eran judíos, como coautores de la
opresión romana del pueblo teocrático. Tenían que cobrar los impuestos
exigidos por la autoridad intrusa. Pero frecuentemente pagaban una cantidad
alzada de antemano y luego ellos se resarcían en abundancia. Por eso les
condena el abuso de estas extorsiones, engañando incluso a los más simples,
con unas tarifas no siempre bien precisadas: “Zaqueo, puesto en pie, dijo al
Señor: Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo
defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo” (Lucas (SBJ)
19,8-9). 5. A SU VEZ, UNOS SOLDADOS LE PREGUNTARON Hubo también grupos de “soldados.” Los dependientes del
procurador eran judíos. Estos estaban exentos allí del servicio militar.
Podrían ser tropas de Antipas. Pero, por la censura que les hace, se pensaría
en soldados, incluso reclutados entre los judíos, como un cierto cuerpo policial,
para prestar ayuda a estos “publícanos.” De ahí el pedirles que no hagan
“extorsión” a nadie, en complicidad con “publícanos.” Como éstos podían
denunciar las infracciones, y en complicidad con estos soldados, que no
calumnien, ya que siempre tendrían un especial crédito oficial. Pero, además,
que se contenten con “vuestra paga.” No eran infrecuentes las exigencias de
las gentes de armas mercenarias exigiendo alzas de soldadas. Que se contenten
con lo justo y que no apelen al abuso de su fuerza. La elaboración de estas
“exhortaciones” es perceptible. Dentro del “cambio de mente,” 6. LA FIGURA DEL BAUTISTA CAUSÓ UNA GRAN CONMOCIÓN EN ISRAEL. Hasta Joséfo (Historiador Judío)
se hace eco de ella, diciendo que Antipas “temió la grande autoridad de aquel
hombre.” Hubo un momento en que las gentes pensaron, ante aquella figura
ascética y profética que anunciaba la llegada inminente del Reino, si él
mismo no sería el Mesías. Es Lucas, de los sinópticos, el único que da la
razón de esta confesión de humildad del Bautista ante lo que era Cristo. El
mismo Sanedrín de Jerusalén le envió una representación para que dijese si
era él el Mesías: Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos
enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: -¿Quién
eres tú?- (Juan (SBJ) 1,19). 7. JUAN CONFIESA QUIÉN ES ÉL Y QUIÉN ES CRISTO (Cf. Mt 3) Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más
poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus
sandalias; el Bautista declara que él sólo es un “esclavo,” pues él no es
digno de ejercer con El, el oficio de
los esclavos: “descalzarle.” Además, su bautismo es en “agua,” pero el del
Mesías es “en fuego.” Ante esta expectación del pueblo, Juan confiesa quién es
él y quién es Cristo y lo hace con triple confesión: El bautiza sólo con
“agua.” Era
superficial, excitante a la penitencia, pero sin eficacia sacramental
santificadora El de Cristo es en
“Espíritu Santo y fuego.” La lectura es, sin duda, primitiva. “Fuego,” la
gran purificación ritual y profunda en la Ley. “En Espíritu Santo” es,
seguramente, una adición explicativa. “El os bautizará en Espíritu Santo, que
es un fuego devorador, santificador, capaz de consumir todas las impurezas y
de santificar las almas purificadas.” Era el bautismo de los días mesiánicos
según la profecía de Joel (2:28-30). Cristo, que bautizará así, es el Mesías.
Pero, además, Yahvé (Dios) es en el A.T. quien derrama el Espíritu Santo (Is
44:3); por eso Cristo, al ejercer las funciones reservadas a Dios, es nueva
sugerencia de su divinidad. En la segunda
confesión, Juan se proclama servidor y “esclavo” de Cristo. El llevar las “sandalias” o
“desatar sus correas” es función de esclavos, como se lee en los escritos
rabínicos. La razón es que tras él, viene “uno más fuerte”. Aquí, en
función se expresa al Juez
escatológico — Mateo también lo describe así — y al gran Liberador. Se está
en el comienzo “escatológico.” Juan señala que
Cristo es el Señor,
en la tercera, con esa alegoría tomada de la vida real palestina
y usada por los profetas, el Juez que criba y juzga las conductas de los
hombres, bien de Israel, bien de todo el mundo. Como Mateo, Lucas pone la alegoría de la “era,” con lo que
declara la grandeza de Cristo en la obra de su Reino, como juez de los
hombres, que da destinos eternos. Esta función de juez de los hombres en el
Antiguo Testamento estaba reservada a Dios. Lucas presenta, a la hora de la
composición de su evangelio, a Cristo como Dios. El Señor les Bendiga Pedro Sergio Antonio
Donoso Brant
(Nota: Para el estudio y comentario de la Palabra, utilizo los textos
de la Biblia Nácar-Colunga, SBNC y/o
Biblia de Jerusalén SBJ) |
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